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1º La nueva ley sobre el aborto que se presenta al Parlamento dentro de
unas semanas no supone una reforma o ampliación de la anterior sino
un salto cualitativo. Pretende mayor seguridad jurídica para el que
mata (establecimientos abortistas y su negocio), a costa de la
indefensión absoluta de la víctima. Se puede abortar dentro del plazo
permitido sin necesidad de aducir motivo alguno. Dentro de ese plazo, la
nueva vida no tiene derechos ni defensor. Convierte, de facto, un crimen
execrable, en derecho de la mujer a disponer arbitrariamente de la vida
humana que se alberga en ella: ¡“derecho reproductivo” se atreven a
llamarlo! No es el único crimen masivo contra la infancia, pero es el
único que va a ser legitimado por ley. La convicción latente, expresada
públicamente por un miembro del gobierno que continúa en el mismo,
es que esos fetos son seres vivos pero no humanos (Aconsejamos leer la
Declaración de Madrid sobre el Aborto, de 17de marzo de 2009, suscrita
por varios miles de expertos pertenecientes a las elites científicas
españolas).
2º Este supuesto “derecho” de la mujer, la deja sola e indefensa ante
una decisión que además del daño a la criatura, puede deteriorarla a
ella gravemente. No libera a la mujer: la carga en exclusiva con la
responsabilidad de algo que también afecta al varón que ha engendrado
al hijo, a la familia de ambos, a la sociedad. Víctima del aborto es
también la mujer que aborta, a la que muchas veces no se ofrece luz y
ayuda positiva. ¿No debería ser la primera preocupación del legislador
que busca amparar a la mujer, hacer innecesario el recurso al aborto?
¿No habría que empezar por la protección de la maternidad,
especialmente en situaciones de desamparo?
3º Si ante la ley anterior hubo un sector de cristianos que justificó
(erróneamente) su postura permisiva, con el pretexto de que se trataba
de solucionar casos excepcionales y solamente era una des-penalización
(quitar la pena pero no legitimar), ahora deben reconocer su error ante
2. la evidencia de las verdaderas intenciones de los grupos que promovían
aquella primera ley.
4º Una persona con conciencia, sea cual sea su creencia, no tiene más
opción que oponerse privada y públicamente, con todos los medios
legales y de presión social pacífica, a esta inicua ley; para un cristiano
esto es incuestionable por evidente. En la presente situación, el silencio
no justificado es, de algún modo, complicidad por omisión. Puede
haber, desgraciadamente, partidos que, sin promover la ley e incluso
valorándola negativamente, caigan en la tentación de mirar hacia otro
lado con tal de no hacerse impopulares, o sea, de perder votantes. Por
otro lado, los cristianos que pertenecen o votan a los partidos
promotores de esta ley, tienen una especial responsabilidad moral si
callan, o votan positivamente (caso de diputados) a la propuesta de ley
por disciplina de partido.
5º Si es cierto que se puede calificar de infame el detalle añadido de
permitir abortar a menores sin consentimiento ni conocimiento paterno,
hay que evitar caer en la trampa de desviar la atención del centro del
asunto: el aborto en sí mismo. Puede resultar la mayor de las
hipocresías aceptar la ley con esta corrección, como si así se hubiera
evitado el mal moral. Seamos sinceros: la patria potestad, la autoridad
paterna, ya está prácticamente destruida con otros pasos que se han
consentido en silencio culpable. Permitir abortar a menores sin
conocimiento paterno es un disparate moral y sanitario, pero rasgarse
las vestiduras como si esto fuera lo peor, es colar el mosquito y tragarse
el camello. Podría, incluso, ser una estrategia previamente calculada
para posteriormente ceder y mostrar, así, la capacidad de “diálogo” de
quienes lo promueven.
6º Es un gran escándalo, quizá el gran escándalo de nuestra época, el
silencio cómplice de tantos intelectuales y personas con influjo público.
Las luchas por el poder ciegan a los políticos, que no perciben la
violencia que se está gestando en amplias zonas de la juventud. El
prurito de progresismo y el miedo a la etiqueta de integristas o
conservadores o fundamentalistas, es una de las cobardías más
notorias de nuestros días y de nuestro ámbito cultural. Los medios,
salvo contadas excepciones, apenas se ocupan de la destrucción de una
generación de jóvenes; sólo cuando salta el crimen mediático y las
masas claman por castigos penales más serios, se hacen eco y escarban
en el dolor y en la miseria. ¿No estaremos adorando al dinero y
3. rindiendo nuestras convicciones más hondas ante el consumismo y la
“calidad de vida”?
7º Una sociedad donde la conciencia moral es suplantada y sustituida
por la ley, no puede soportar la objeción de conciencia: ¡lógico! Si los
representantes del pueblo, elegidos democráticamente, acuerdan que el
día es noche y la noche, día, ¿cómo se puede consentir que alguien
desacate ese consenso? Los profesionales de la sanidad (médicos,
farmacéuticos, enfermeros…) no pueden cerrar los ojos ante la realidad
inevitable de que, caso de aprobarse esta ley, antes o después, será
recortado o eliminado el derecho a la objeción de conciencia. Una ley de
plazos abre la puerta al aborto como derecho: ¿podrá negarse el
profesional de la sanidad pública ante la petición de un derecho
reconocido por la ley? El Señor Ministro de Justicia se ha manifestado
claramente en este sentido. Ténganlo presente porque es la última
oportunidad para evitar que sean obligados, antes o después, a
participar activamente en este crimen.
8º Finalmente, la próxima ley del aborto que preparan es un paso casi
definitivo para la destrucción de la familia. Esta se basa en la misión de
paternidad-maternidad, en la creación de un hogar capaz de acoger
amorosamente la vida personal. Si la diferenciación de sexos se
difumina desde la escuela ofreciendo la homosexualidad como opción
positiva y legislando el llamado “matrimonio homosexual” (ideología de
género); si la autoridad paterna de padres y maestros para orientar al
joven es destruida por un sistema educativo informe y por una
legislación que expone a los padres ser denunciados por el enfado de
un hijo; si el divorcio-exprés abre la puerta a miles de separaciones; si
la píldora postcoital abortiva se ofrece sin control médico y a menores,
si el aborto se convierte en otro medio de control de natalidad, ¿dónde
queda la familia?
9º El Estado (partidos políticos que controlan las elecciones mediante
listas cerradas, y administración cada vez más dominada por ellos) se
convierte así en La Familia. No se trata de avanzar en derechos y
libertades como tratan de vendernos, sino de someternos a los Poderes
económicos internacionales que pretenden modelar la humanidad a su
capricho (“ingeniería social”): homosexualidad, preservativos, píldoras,
aborto, no son, al final, más que medios para controlar la natalidad
(población) desde el poder. Luego se “controlará” la mortalidad
4. (eutanasia) y se liberará a la sociedad de ancianos (ya no tienen familia)
y a la seguridad social de gastos insoportables. El Estado dará permiso
para engendrar, seleccionará embriones, eliminará a disminuidos antes
de nacer, limitará los años por vivir… Ya están desapareciendo, antes
de nacer, las personas con síndrome Down, los niños disminuidos; la
“especie humana” no tendrá que ocuparse de estas “razas” imperfectas;
seremos sanos y felices. Los test prenatales (amniocentesis) están
resultando, de hecho, una invitación al aborto en cuando hay sospecha
de deformidad o enfermedad en el feto. ¿Es posible que personas
honradas e inteligentes (más aun, cristianos) cierren voluntaria y
cobardemente los ojos ante esta realidad?
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