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Historia de las
Religiones
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Historia de las Religiones II
1. Los pueblos sin tradición escrita
2. A. Prehistoria en Eurasia
2. A. a. Paleolítico
Postura vertical del homínido: El hombre puede organizarse el espacio conforme a una estructura inaccesible a los
prehomínidos: en cuatro direcciones horizontales proyectadas a partir de un eje central de «arriba abajo». El espacio
queda organizado en torno al cuerpo humano, como extendiéndose por delante, por detrás, a derecha, a izquierda,
por arriba y por abajo. A partir de esta experiencia original, la de sentirse «proyectado» en medio de una extensión
aparentemente ilimitada, desconocida, amenazante, se elaboran los diferentes medios de orientación. Esta
experiencia del espacio orientado en torno a un «centro» explica la importancia de las divisiones y particiones
ejemplares de los territorios, las aglomeraciones y las viviendas, así como su simbolismo cósmico.
El empleo de utensilios:Es una diferencia igualmente decisiva con respecto al modo de existencia de los primates.
Los paleantropidos no solo se sirven de utensilios, sino que además son capaces de fabricarlos. El empleo de
utensilio no queda limitado a una situación particular o a un momento especifico, como ocurre con los simios. Las
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piedras trabajadas más antiguas que se conocen sirven para una función que no estaba prefigurada en la estructura
del cuerpo humano.
La «domesticación» del fuego: La posibilidad de producirlo, conservarlo y
transportarlo, señala, podríamos decir, la separación definitiva de los
paleantropidos con respecto a sus predecesores zoológicos. El más antiguo
«documento» que atestigua la utilización del fuego data de Chu-feutien
(600000 años a C), pero es muy posible que la «domesticación» se produjera
mucho antes y en diversos lugares
Se transforman en carnívoros:Los homínidos consiguen superar a sus
«antepasados» haciéndose carnívoros Durante unos dos millones de años, los
paleantropidos vivieron de la caza, los frutos, las raíces, los moluscos, etc,
recolectados por las mujeres y los niños eran insuficientes para asegurar la
supervivencia de la especie. La caza determino la división del trabajo según el sexo, reforzando de esta manera el
proceso de «hommizacion», pues lo cierto es que tal diferencia no existe entre los carnívoros ni en el resto del
mundo animal.
Pero la persecución incesante y la muerte de las piezas llegaron a establecer un sistema de relaciones entre el
cazador y los animales diezmados. La «solidaridad mística» entre el cazador y sus víctimas se revela en el acto mismo
de matar, la sangre que se derrama es en todo semejante a la del hombre. La «solidaridad mística» con la pieza
abatida desvela el parentesco existente entre las sociedades humanas y el mundo animal. Dar muerte a la fiera
cazada o, más tarde, al animal domesticado equivale a un «sacrificio» en el que las víctimas son intercambiables.
La interpretación de las fuentes:Los «documentos» son muy numerosos, pero «opacos» y poco variados: huesos
humanos, especialmente cráneos, utensilios de piedra, pigmentos (en primer lugar el ocre rojo, o hematites) y
diversos objetos hallados en las sepulturas. A partir del Paleolítico reciente disponemos de grabados y pinturas
rupestres, guijarros pintados y figurillas talladas en hueso o piedra con cierta intención «religiosa».
Los primeros descubrimientos tecnológicos no sirvieron únicamente para asegurar la supervivencia y la evolución de
la especie humana; también dieron origen a un universo de valores mítico-reIigiosos.
Fue el «dominio de la distancia», conseguido gracias al arma arrojadiza, el que suscitó innumerables creencias, mitos
y leyendas. Recordemos las mitologías articuladas en torno a las lanzas que se clavan en la bóveda celeste y
permiten la ascensión al cielo, o las flechas que vuelan a través de las nubes, atraviesan a los demonios o forman una
cadena que llega hasta el cielo, etc. Un utensilio, prehistórico o contemporáneo, sólo puede revelar su
intencionalidad tecnológica, mientras que se escapa sobre quien lo produjo, pensó, sintió, soñó, imaginó con él.
Los primeros indicios arqueológicos referentes al universo religioso de los cazadores paleolíticos se remontan al arte
parietal francocantábrico (30000 a.C). Los cazadores primitivos consideran a los animales como semejantes a los
hombres, pero dotados de poderes sobrenaturales; creen que el hombre puede transformarse en animal, y a la
inversa; que las almas de los muertos pueden entrar en el cuerpo de los animales; finalmente, que existen relaciones
misteriosas entre una persona y un animal individual. En cuanto a los seres sobrenaturales atestiguados en las
religiones de los cazadores, se distinguen los compañeros o «espíritus guardianes» teriomórficos, las divinidades del
tipo del Ser Supremo-Señor de los animales, que protege a la vez a la pieza y al cazador, los espíritus de la selva y los
espíritus de las distintas especies animales.
Hay algunos comportamientos religiosos que son específicos de las civilizaciones de cazadores: la muerte del animal
constituye un rito, lo que implica la creencia de que el Señor de los animales vela para que el cazador mate tan sólo
en la medida en que le es necesario para alimentarse, y que el alimento no se desperdicie; los huesos, especialmente
el cráneo, tienen un considerable valor ritual (probablemente porque se cree que contienen el «alma» o la «vida»
del animal y que el Señor de las fieras hará crecer una carne nueva en aquellos huesos). De ahí que se depositen el
cráneo y los huesos largos en lugares elevados o en las ramas de los árboles; algunos pueblos tienen la costumbre de
enviar el alma del animal muerto a su «patria espiritual”. Existe también la costumbre de ofrecer a los seres
supremos un bocado de cada animal al que se ha dado muerte o el cráneo y los huesos largos.
Nunca se insistirá lo bastante en la riqueza y la complejidad de la ideología religiosa de los pueblos cazadores. Y en la
imposibilidad casi total de afirmar o negar su existencia entre los paleantrópidos, las creencias no son fosilizables.
Los «documentos» más antiguos son los esqueletos. A partir del Musteriense (70000-50000 a.C.) puede hablarse con
certeza de sepulturas. Pero han aparecido cráneos y mandíbulas inferiores en localidades mucho más antiguas, por
ejemplo, en Chu-feu-tien (hace 400.000 años). No se trata de verdaderas sepulturas, la conservación de estos
cráneos podría explicarse por razones religiosas.
La costumbre de espolvorear con ocre rojo los cadáveres está universalmente difundida, en el tiempo y en el
espacio, desde Chufeutien hasta las costas occidentales de Europa, en África hasta el Cabo de Buena Esperanza, en
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Australia, en Tasmania, en América hasta la Tierra de Fuego. Las sepulturas confirman la creencia en esa vida más
allá de la muerte, pues de otra manera resultaría incomprensible la solicitud y el trabajo de enterrar el cuerpo. Pero
ciertas sepulturas también pueden ser interpretadas como una precaución contra el eventual retorno del muerto; en
estos casos, el cadáver aparece encogido y posiblemente se depositaba atado. Nada excluye que la posición
replegada del cadáver, en vez de un miedo a los «cadáveres vivientes», se deba, a una esperanza en su
«renacimiento», pues se conocen numerosos casos de inhumación intencionada en posición fetal.Se discute todavía
sobre la autenticidad y el significado de las ofrendas consistentes en alimentos y objetos depositados en las tumbas.
En el Paleolítico superior parece generalizarse la práctica de la inhumación. Los cadáveres salpicados de polvo de
ocre rojo son depositados en fosas en las que aparece cierto número de objetos de adorno. Los cráneos y otros
restos óseos de animales hallados junto a las sepulturas sean restos de banquetes rituales, cuando no de ofrendas.
La presencia de tales implica la certidumbre de que el difunto habría de proseguir su actividad específica en el otro
mundo. Las sepulturas confirman la creencia en la vida más alla de la muerte y aportan algunas precisiones:
enterramientos orientados hacia el este, indicando la intención de solidarizar la suerte del alma con el curso del sol,
cosa que implica la esperanza de un «renacimiento», en una existencia ulterior en el otro mundo, creencia en la
continuidad de unas actividades específicas; existencia de un ritual funerario, indicada por los objetos de adorno.
La controversia en torno de las osamentas de osos:Los depósitos de osamentas de osos de las cavernas
descubiertos en los Alpes y regiones vecinas constituyen los «documentos» más numerosos, pero al mismo tiempo
más controvertidos. Por ejemplo, en la caverna de Drachenloch (Suiza) E. Báchler encontró unos depósitos de
osamentas, especialmente cráneos y huesos largos, que se hallaban colocados a lo largo de las paredes, en nichos
naturales de la roca o en una especie de cajas formadas por piedras.
Como estos depósitos parecían intencionales, los investigadores han tratado de descifrar su significado. A. Gahs los
comparó con las ofrendas de primicias que ciertas poblaciones árticas hacen al Ser Supremo. Estas ofrendas
consistían precisamente en exponer sobre una plataforma el cráneo y los huesos largos de los animales abatidos; se
ofrecían a la divinidad el cerebro y la médula del animal, las partes más apreciadas por el cazador. Para estos
etnólogos era la prueba de que los cazadores de osos de las cavernas, creían en un Ser Supremo. Otros autores han
comparado estos depósitos de cráneos con el culto al oso tal como ha sido al menos practicado hasta el siglo xix, en
el hemisferio norte; este culto implicaba la conservación del cráneo y de los huesos largos del oso abatido para que
el Señor de los animales lo resucitara al año siguiente.
Todas estas interpretaciones han sido puestas en duda por la crítica de un investigador de Basilea, que ve en muchos
de estos «depósitos» de cráneos el resultado del azar o de los movimientos de los mismos osos al circular y escarbar
entre las osamentas. Los cráneos encerrados en «cajas» de piedra, agrupados junto a las paredes o colocados en
nichos y rodeados de huesos largos se explicarían por los hechos geológicos y por el comportamiento de los mismos
osos. La interpretación de los depósitos como ofrendas a los seres supremos ha sido abandonada incluso por los
seguidores. En un estudio sobre los sacrificios entre los paleantrópidos, J. Maringer ha llegado a las conclusiones
siguientes: a) a nivel del Paleolítico antiguo no están atestiguados los sacrificios; b) los documentos del Paleolítico
medio se prestan a interpretaciones diversas, pero su carácter religioso (es decir, de sacrificios) no es evidente; c)
hasta el Paleolítico tardío no se puede hablar «con mayor o menor certeza» de sacrificios.
Las pinturas rupestres: La exploración de las cavernas con pinturas parietales nos ha proporcionado los documentos
figurativos más importantes y numerosos.
Teniendo en cuenta que estas pinturas aparecen en lugares alejados de la
entrada, los investigadores coinciden en considerar estas cavernas como una
especie de santuarios. Por otra parte, muchas de ellas eran inhabitables,
mientras que las dificultades que presentaba el acceso a ellas reforzaba su
carácter numinoso.
La cronología y la morfología del arte paleolítico, se distingue cinco periodos,
empezando por la época prefiguiativa (50000 a.C), seguida de la época
primitiva (30000 a.C), en la que aparecen unas figuras fuertemente estilizadas;
el periodo arcaico (aproximadamente de 20000 a 15000 a C), caracterizado por
una gran maestría técnica; el periodo clásico (Magdaleniense,
aproximadamente entre 15000a.C), con un realismo muy avanzado en cuanto a
las formas, para decaer en el periodo tardío (hacia el 10000 a.C).
Los osos, leones y otras bestias salvajes acribilladas de flechas o las figuras
modeladas en arcilla de la caverna de Montespan, se han interpretado como
otras tantas pruebas de la «magia de la caza».Es igualmente probable que en las zonas más profundas de estos
«santuarios» se celebrasen ciertos ritos previos quizá a las expediciones de caza o con motivo de una ceremonia de
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«iniciación». Una escena de la caverna de Trois-Fréres ha sido interpretada como un danzante disfrazado de bisonte,
toca un instrumento.
El abate Breuil ha hecho célebre al «Gran Mago» de la caverna de Trois-Fréres, figura grabada sobre una pared, que
mide unos 75 centímetros de alto. El dibujo de lo presenta con cabeza de ciervo provista de amplia cornamenta,
pero con rostro de buho, orejas de lobo y barba de rebeco. Los brazos parecen terminar en zarpas de oso, y ostenta
una larga cola de caballo. Sólo los miembros inferiores, el sexo y su posición de danzante indican que se trata de una
figura humana. Puede ser interpretado como un «Señor de los animales» o un hechicero que lo representa. Notable
es la famosa composición recientemente aparecida en una galería inferior de la caverna de Lascaux, de acceso difícil.
Puede verse allí un bisonte herido que dirige sus cuernos hacia un hombre aparentemente muerto y caído en tierra;
su arma, aparece apoyada contra el vientre del animal; junto al
hombre (cuya cabeza termina en un pico) hay un pájaro posado
sobre una pértiga. La escena ha sido generalmente interpretada
como ilustración de un «accidente de caza». En 1950, Horst
Kirchner propuso ver en ella una escena chamánica: el hombre no
estaría muerto, sino en trance ante un bisonte sacrificado,
mientras que su alma estaría viajando por el más allá. El pájaro
posado sobre la pértiga, sería su espíritu protector. Según
Kirchner, la «sesión chamánica» tendría por objeto lograr la
comparecencia del chamán en éxtasis ante los dioses para pedirles
una bendición, el éxito en la caza. Parece segura la existencia de
algún tipo de «chamanismo» durante la época paleolítica.
También se han relacionado con el chamanismo los dibujos llamados «de rayos X», las representaciones en que
aparecen como al trasluz el esqueleto y los órganos internos del animal. Estos dibujos, atestiguados en Francia
(13000-6000 a.C.) y en Noruega entre 6000-2000 a.C, aparecen también en Siberia oriental, entre los esquimales, en
América (entre los odjibwas, los pueblos, etc.) en la India, Malasia, en Nueva Guinea y en el noroeste de Australia. Se
trata de una manifestación artística propia de los pueblos cazadores, pero la ideología religiosa pertenece al
chamanismo. El chamán es el único que, gracias a su visión sobrenatural, es capaz de «ver su propio esqueleto.
La presencia femenina:El descubrimiento de figuras femeninas correspondientes al
último período glaciar están muy repartidas, desde el suroeste de Francia hasta el lago
Baifeal, en Siberia, y desde el norte de Italia hasta el Rin. Son estatuillas de 5 a 25
centímetros de altura, talladas en piedra, en marfil o en hueso. Se les ha dado el nombre
de «Venus»; las más famosas son las «Venus» de Lespuges, de Willendorf (Austria) y de
Laussel (Dordoña). Están sumamente esculpidas, con un abdomen de proporciones
exageradas y con la cabeza carente de rasgos. Las figurillas están decoradas con diversos
temas geométricos, la esvástica entre otros. Hancar ha recordado que ciertas tribus
cazadoras del Asia septentrional fabrican pequeñas esculturas antropomórficas en
madera, llamadas dzuli. Los dzuli femeninos representan a la abuela mítica de la que se
supone que descienden todos los miembros de la tribu y que protege a las familias y las
viviendas; al regreso de las expediciones de caza se les obsequia con ofrendas.
Más significativo aún es el descubrimiento realizado por Gerasimov en Mal'ta, localidad
de Siberia. Se trata de una «aldea» cuyas casas, de planta rectangular, estaban divididas
en dos mitades, una, a la derecha, reservada a los hombres, mientras que la de la
izquierda pertenecía a las mujeres; las estatuillas femeninas proceden exclusivamente de
este sector. Sus homólogos en el sector masculino representaban pájaros, aunque
algunos ejemplares han sido interpretados como falos.
Se puede suponer que representan de algún modo la sacralidad femenina, y en consecuencia los poderes mágico-
religiosos de las diosas.Leroi-Gourhan poner de relieve la función capital de la polaridad masculino-femenino en el
conjunto del arte paleolítico, demostrando además la unidad fundamental de este lenguaje simbólico. Sirviéndose
del análisis topográfico y estadístico, ha llegado a la conclusión de que las figuras (formas, rostros, etc.) y los signos
son intercambiables; por ejemplo, la figura del bisonte posee el mismo valor —«femenino»— que las «heridas» y
otros signos geométricos. Ha observado que existe una agrupación por parejas de los valores machohembra, por
ejemplo, bisonte (femenino) y caballo (masculino).Para Leroi-Gourhan no cabe duda alguna de que la caverna es un
santuario, y que las plaquetas de piedra o las figurillas vienen a ser como «santuarios portátiles». Sin embargo, este
autor admite que la síntesis por él reconstruida nada nos dice del lenguaje de la religión paleolítica.
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La aportación de Leroi-Gourhan ha demostrado la unidad estilística e ideológica del arte paleolítico, a la vez que ha
puesto de relieve la complementariedad de los valores religiosos ocultos bajo los signos «masculino» y «femenino».
Es probable que este sistema de complementariedad se invocara a la vez para organizar el mundo y para explicar el
misterio de su creación y de su regeneración periódicas.
El panteón paleolítico:Sólo disponemos, de la lista de los temas representados, su número y su posición.
Esta lista incluye numerosas figuras de animales, un número mucho más restringido de figuras humanas, completas
o reducidas a los símbolos del sexo, y figuras geométricas directamente inspiradas en los mismos símbolos.
Los diferentes temas, animales o humanos, pueden dividirse en cuatro grupos: El caballo, que está prácticamente
siempre presente en los conjuntos parietales (26 %), el bisonte o uro (buey salvaje), cuyo total responde más o
menos al de los caballos (28 %),el mamut, la cabra montés y el ciervo (26 96),el hombre, el oso, el rinoceronte y los
grandes felinos, mucho menos numerosos (7 %).Las demás figuras de seres vivos (la mujer, el reno, el lobo, el pez, el
pájaro, etc.) se reparten el resto del porcentaje: el más abundante, el reno, no sobrepasa el 3,5 por ciento.
A primera vista parece que la elección de las figuras está netamente orientada, pues más de la mitad de ellas
corresponden al caballo y a los dos bóvidos (bisonte y uro). La tercera cuarta parte la ocupan los animales
complementarios (grupo c: mamut, cabra montés, ciervo), que parecen variables según las regiones y las cavidades.
Si las obras parietales simbolizan, como se podría esperar, el conjunto de la imagen cósmica de los hombres de aquel
tiempo, es de suponer a priori que los objetos mobiliarios comporten un resumen de la misma imagen o, por su
forma o su función, la representación de algún elemento concreto; es lo que efectivamente parece deducirse de
algunos objetos. Otros objetos, como los propulsores, no exhiben más que un solo tema. Los objetos de adorno,
constituidos por colgantes de piedra o materia ósea (hueso o marfil), ofrecen, en numerosos casos, representaciones
más o menos realistas de los dos sexos o figurillas femeninas muy estilizadas.
Entre las grutas y abrigos paleolíticos decorados descubiertos en Europa hasta el presente, un centenar muestra el
mismo esquema de estructura, con algunas variantes, lo cual es normal en un ámbito tan vasto y una duración de
quince a veinte milenios. Este conjunto considerable se caracteriza por una gran uniformidad de concepción:
concentración de figuras en las paredes cuyo estilo evoluciona a lo largo del tiempo, pero cuya naturaleza y cuya
constitución permanecen inmutables.
2. A. b. Neolítico
Cambios en el iniciación del proceso Neolítico en Europa:El final de la época glaciar, 8000 a.C,
significó una alteración radical del clima y del paisaje. El retroceso de los glaciares provocó la
retirada de la fauna a regiones septentrionales. El bosque fue sustituyendo por las estepas
árticas. Los cazadores siguieron en pos de sus presas, pero la progresiva disminución de la caza
les obligó a instalarse a orillas de los ríos, donde pescaban. En el sureste asiático, es la época de
la domesticación de los animales y la agricultura.
Conocemos poco las prácticas religiosas de los cazadores que siguieron el rastro de los rebaños
de renos hasta el norte de Europa. En los depósitos de limo de un pantano de Stellmoor, cerca de
Hamburgo, A. Rust encontró los restos de doce renos sumergidos después de haberles
introducido piedras en la cavidad torácica. Han interpretado este hecho como una ofrenda de
primicias a una divinidad. El sacrificio por inmersión está atestiguado en épocas diferentes y
desde Europa septentrional hasta la India. El lago de Stellmoor era considerado probablemente
«lugar sagrado » por los cazadores mesolíticos. Rust recogió en este yacimiento numerosos
objetos: flechas de madera, utensilios de hueso, hachas talladas en cuerno de reno. Descubrió un
poste de madera de pino con un cráneo de reno colocado en la punta. Este poste indica
probablemente el lugar donde se celebrarían unos banquetes rituales, cuyas cabezas eran
ofrecidas a un ser divino.
En una estación mesolítica fechada en el 10000 a.C, Rust extrajo del fondo del pantano un tronco de sauce de unos
3,50 metros de largo y toscamente esculpido, en el que podían distinguirse la cabeza, un cuello alargado y grandes
trazos incisos que, representaban los brazos. Este «ídolo» había sido hincado en el fondo del pantano, pero a su
alrededor no aparecieron ni huesos ni objetos de otro tipo. Se trata de la imagen de un ser sobrenatural.
El arte rupestre del Levante español del Paleolítico superior se trasformó en un arte geométrico rígido y formalista.
En Sierra Morena aparecen cubiertas de figuras teriomórficas y antropomórficas (especialmente de ciervos y cabras
monteses) reducidas a unas pocas líneas, así como de signos diversos (franjas onduladas, círculos, puntos, soles).
H.Obermeier ha demostrado que estas figuras antropomórficas están emparentadas con los guijarros pintados del
Azilienses. Han sido explicadas como símbolos fálicos, como elementos de una escritura o como signos mágicos. Más
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convincente parece la comparación con los churinga australianos. Estos objetos rituales, representan el cuerpo
místico de los antepasados. Los churínga se guardan ocultos en cavernas o enterrados en ciertos lugares sagrados, y
sólo se muestran a los más jóvenes después de su iniciación.
A juzgar por los paralelos etnográficos, este complejo religioso puede coexistir con la
creencia en seres sobrenaturales o en el Señor de las fieras. No hay razón para pensar
que la idea de los antepasados míticos era ajena al sistema religioso de las gentes del
Paleolítico, ya que forma parte de la mitología de los orígenes característica de las
civilizaciones de cazadores. Si bien es cierto que la idea del antepasado mítico y del
culto a los antepasados domina el Mesolítico europeo, también es probable, que la
importancia de este complejo religioso se explique por el recuerdo de la época glaciar,
cuando los lejanos antepasados vivían en una especie de «paraíso de los cazadores».
Los vestigios de las sociedades de los cazadores paleolíticos se van retirando a zonas
marginales o de difícil acceso: el desierto, los grandes bosques, las montañas.
El origen de la agricultura y sus consecuencias religiosas:En el Cercano Oriente, y
sobre todo en Palestina, el Mesolítico es una época creadora, sin perder por ello su
carácter de transición entre dos civilizaciones de signo distinto: la de la caza y la
recolección y la basada en el cultivo de los cereales.
Sonlos portadoras de la cultura natufiense; las que optaron por una existencia
sedentaria. Descubrieron la importancia alimentaria de los cereales silvestres. Esto se
manifiesta en el aumento de población.El arte de los natufienses es naturalista, han
aparecido pequeñas esculturas de animales y figurillas humanas, frecuentemente en
actitudes eróticas. El simbolismo sexual de las mazas esculpidas en forma de falo es
tan evidente que no cabe dudar de su significación mágico-religiosa. Los sepultura
natufiense, pueden presumirse como un acto mágico-religioso,la cabeza es la sede del «alma».
Los sueños y las experiencias extáticas habían permitido reconocer mucho antes la existencia de un principio
independiente del cuerpo, principio que como el «alma», etc. El elemento «espiritual» estaba presente en todo el
cuerpo, constituía su «doble». Pero la localización del «alma» en el cerebro se creyó que era posible asimilar el
elemento «espiritual» de la víctima comiendo su cerebro, el cráneo, fuente de poder, paso a ser objeto de culto.
Ademásse realizaron otros inventos, el arco y las cuerdas, hilos, anzuelos y embarcaciones, todo esto dieo origen a
otras tantas mitologías y fabulaciones paramitológicas que sirvieron de base a los rituales. El mundo imaginario
creado y constantemente enriquecido por el contacto íntimo con la materia apenas es captado.
El establecimiento de aldeas precedió a la invención de la agricultura. La «revolución neolítica» se produjo entre los
años 9000 y 7000 a.C. Al convertirse en productor de alimentos, el hombre tuvo que modificar su comportamiento.
Hubo de perfeccionar su técnica para la medida del tiempo. Ya no bastaba asegurar la exactitud de algunas fechas
futuras con ayuda de un calendario lunar. El cultivador no tenía más remedio que elaborar numerosos planes con
anticipación al momento de ponerlos por obra, pues se veía obligado a realizar en un orden preciso una serie de
actividades complejas con vistas a obtener un resultado lejano y, sobre todo al principio, jamás seguro: la cosecha.
La domesticación de las plantas provocó unas creaciones de valores que modificaron el universo espiritual.
La mayoría de los mitos de los orígenes ha sido recogida entre poblaciones primitivas que practicaban el cultivo de
los tubérculos o el de los cereales. En las culturas más evolucionadas, esos mitos resultan mucho más raros y con
frecuencia han sufrido reinterpretaciones. Un tema muy difundido explica que los tubérculos y los árboles de frutos
comestibles habrían nacido de una divinidad inmolada. El
ejemplo más famoso procede de Ceram, una isla de Nueva
Guinea: del cuerpo descuartizado y enterrado de una doncella
semidivina, Hainuwele, brotaron plantas hasta entonces
desconocidas, y en primer lugar los tubérculos. Este asesinato
primordial cambió por completo la condición humana, se
introdujeron la sexualidad y la muerte, las instituciones
religiosas y sociales. La muerte violenta de Hainuwele no es tan
sólo una muerte «creadora », sino que además permite a la
diosa estar siempre presente en la vida de los hombres y
también en su muerte. Los hombres, al nutrirse de las plantas
brotadas del cuerpo de la diosa, se nutren en realidad de la sustancia misma de la divinidad.
Todas las actividades responsables (ceremonias de la pubertad, sacrificios de animales o sacrificios humanos,
canibalismo, ceremonias funerarias, etc.) constituyen una rememoración del asesinato primordial. Es significativo
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que el cultivador relacione con un asesinato el trabajo, actividad pacífica por excelencia; en las sociedades de
cazadores, la responsabilidad de la matanza de animales se atribuye a otro, a un «extranjero». Se comprende la
actitud del cazador: teme la venganza del animal abatido o trata de justificarse ante el Señor de los animales. El mito
del asesinato primordial justifica los ritos cruentos como el sacrificio humano y el canibalismo.
Un tema mítico explica el origen de las plantas nutritivas —tubérculos y cereales— como excrecencias de la
divinidad o de un antepasado mítico. Cuando los beneficiarios descubren la fuente, de los alimentos, le dan muerte;
pero, despedazan el cuerpo y entierran los fragmentos, de los que más tarde brotan plantas nutritivas y otros
elementos necesarios para la agricultura. La significación de estos mitos es evidente: las plantas nutritivas son
sagradas, puesto que proceden del cuerpo de una divinidad. La planta nutritiva no está «dada» como el animal. Es el
resultado de un dramático acontecimiento primitivo. En cuanto a los mitos relativos al cultivo de los cereales, ponen
en escena un robo primordial: los cereales existen, pero en el cielo, celosamente guardados por los dioses; un héroe
civilizador sube al cielo, se apodera de algunos granos y los regala a los hombres.
La más importante consecuencia del descubrimiento de la agricultura, es que provoca una crisis de valores entre las
gentes del Paleolítico: las relaciones de carácter religioso con el mundo animal son suplantadas por la solidaridad
mística entre el hombre y la vegetación. La mujer y la sacralidad femenina pasan a primer plano. Teniendo en cuenta
que las mujeres desempeñaron un cometido decisivo en la domesticación de las plantas, su posición social se
refuerza y se crean unas instituciones características, como, por ejemplo, la matrilocación.
La fertilidad de la tierra y la fecundidad de la mujer se solidarizan; en consecuencia, las mujeres se convierten en
responsables de la abundancia de las cosechas, pues ellas son las que conocen el «misterio» de la creación. El suelo
fértil se asimila a la mujer. Después del descubrimiento del arado, el trabajo agrícola se asimila al acto sexual. Pero
durante siglos, la Tierra Madre paría sin ayuda alguna, por partenogénesis.
La sacralidad de la vida sexual, y en primer lugar de la sexualidad femenina, se confunde con el enigma milagroso de
la creación. La partenogénesis, el hieros gamos y la orgía ritual expresan, en planos distintos, el carácter religioso de
la sexualidad. Un simbolismo complejo, de estructura antropocósmica, asocia la mujer y la sexualidad a los ritmos
lunares, a la Tierra (asimilada a la matriz) y a lo que hemos de llamar el «misterio » de la vegetación. Un misterio que
exige la «muerte» de la semilla para asegurarle un nuevo nacimiento aún más maravilloso por el hecho de que se
traduce en una sorprendente multiplicación.
Las culturas agrícolas elaboran lo que podríamos llamar una religión cósmica, en la que la actividad religiosa se
centra en torno al misterio central: la renovación periódica del mundo. Al igual que la existencia humana, los ritmos
cósmicos se expresan en términos tomados de la vida vegetal. El misterio de la sacralidad cósmica se simboliza en el
Árbol del Mundo. El universo se concibe como un organismo que ha de ser renovado periódicamente o, mejor dicho,
todos los años. La «realidad absoluta», el rejuvenecimiento, la inmortalidad, se suponen accesibles a ciertos
privilegios bajo la forma de un fruto o de una fuente que mana al pie de un árbol.
Si el mundo tiene que ser renovado periódicamente, habrá que reiterar ritualmente la cosmogonía cada vez que se
celebre el Año Nuevo. La experiencia del tiempo cósmico, en el marco de los trabajos agrícolas, termina por imponer
la idea del tiempo circular y del ciclo cósmico. El mundo se valoran en términos de la vida vegetal, y de ahí que el
ciclo cósmico se conciba como la repetición indefinida del mismo ritmo: nacimiento, muerte, renacer.
Una existencia sedentaria organiza el «mundo» de manera muy distinta de un nómada. Para el agricultor, el «mundo
verdadero» es el espacio en que vive: la casa, la aldea, los campos de cultivo. El «centro del mundo» es el lugar
consagrado por los ritos y las plegarias, pues de ese modo es como llega a establecerse la comunicación con los seres
sobrehumanos. Lo único que sabemos es que, a partir de un determinado momento, construían altares y santuarios.
En China es posible reconstruir el simbolismo de la casa neolítica. En la cultura neolítica del Yang-chao había unas
pequeñas construcciones circulares que tendría, en materiales duros, la misma estructura que la yurta de los
mongoles de nuestros días/s. Conocemos el simbolismo cósmico que se atribuye a la yurta y a las tiendas en las
poblaciones norasiáticas: el cielo se concibe como una inmensa tienda sostenida por un poste central, el poste de la
tienda y la abertura superior para la salida de humos se asimilan respectivamente al «Poste del Mundo» y al
«Agujero del Cielo», la estrella polar;"; también se da el nombre de «Ventana del Cielo» a la abertura.El simbolismo
cosmológico de la vivienda está atestiguado en numerosas sociedades primitivas.
La separación de la vivienda en zonas reservadas a cada uno de los sexos tenía probablemente una significación
cosmológica. Las divisiones que aparecen en las aldeas de cultivadores corresponden en general a una dicotomía a la
vez clasificadora y ritual: cielo y tierra, masculino y femenino, etc.. Los combates rituales entre dos grupos
antagónicos desempeñan un papel importante, sobre todo en las representaciones del Año Nuevo.
Religión neolítica del cercano oriente: Jericó es posiblemente la ciudad más antigua del mundo (c. 6850, 6770 a.C.),"
aunque aún no se conocía en ella la cerámica. Peroexisten ya las fortificaciones, la maciza torre y los amplios
edificios públicos manifiestan una integración social y una organización económica. Entre los documentos religiosos,
9
dos estatuillas femeninas y otras que representan animales indican un culto de la fecundidad. Los muertos eran
enterrados bajo los pavimentos de las viviendas. Algunos cráneos descubiertos por KathleenKenyon" presentan una
singular preparación: las partes inferiores han sido modeladas en yeso y los ojos aparecen indicados mediante
conchas, hasta el punto de que han sido comparados con verdaderos retratos. Se trata con de un culto al cráneo.
Hay documentos sobre el culto a los cráneos en TellRamad (Siria, cerca de Damasco), donde se han exhumado
calaveras con la frente pintada de rojo y los rasgos faciales sobremodelados y en niveles del quinto milenio,
aparecen algunas figurillas antropomórficas modeladas en arcilla. Otras estatuillas femeninas aparecidas en
Palestina y fechadas hacia el 4500 a.C. presentan a la Diosa Madre bajo un aspecto terrorífico y demoníaco.
El culto a la fecundidad y el culto a los muertos están íntimamente relacionados. En efecto, las culturas de Hacilar y
ChatalHüyüfe (7000 a.C), en Anatolia, que
precedieron a la cultura precerámica de Jericó y
probablemente influyeron en ella, indican la
existencia de creencias similares. El culto a los
cráneos está ampliamente documentado en Hacilar.
En ChatalHüyüfe aparecen los esqueletos enterrados
bajo los pavimentos de las viviendas y con ofrendas
funerarias. La principal divinidad es la diosa,
presentada bajo tres aspectos: mujer joven, madre
dando a luz a un niño (o a un toro) y anciana
(acompañada muchas veces de un ave de presa). La divinidad masculina aparece bajo la forma de un muchacho, hijo
o amante de la diosa, y de un varón con barba, ocasionalmente a lomos de un animal sagrado, el toro. Los relieves
que representan a la diosa, de dos metros de anchura, modelados en yeso, en madera o en arcilla, así como las
cabezas de toro se fijaban a los muros. Faltan las referencias sexuales, pero se combinan los pechos femeninos y el
cuerno del toro, símbolos de la vida. Un santuario (6200 a.C.) contenía cuatro cráneos humanos colocados bajo otras
cabezas de toro fijas en los muros. Uno de los muros aparece decorado con pinturas que representan buitres con
piernas humanas y atacando a unas figuras decapitadas, también humanas. Es un importante complejo mítico-ritual,
pero su significación está oculta. En un nivel más reciente (5435-5200 a.C.) desaparecen las figuras de la diosa con
niño o acompañada de un animal, así como las figurillas masculinas. Las últimas fases de Hacilartieneuna estupenda
cerámica ornamentada con temas geométricos.
La cultura llamada de TellHalaf aparece en el momento en
que se extinguen las culturas de Anatolia. En ella se conoce
ya el cobre; parece ser creación de unas poblaciones
procedentes del norte, posiblemente resto de las que
hasta entonces ocuparon Hacilar y ChatalHüyüfe. El
complejo religioso de TellHalaf no difiere apenas de las
culturas de que nos hemos ocupado hasta ahora. Los
muertos eran enterrados junto con ofrendas, entre las que
hay figurillas modeladas en arcilla. El toro salvaje era
venerado como epifanía de la fecundidad masculina. Las
imágenes de toros, los bucranios, las cabezas de carnero y
la doble hacha tenían ciertamente una función de culto, en relación con el dios de la tormenta. Pero no han
aparecido figuras masculinas, al paso que abundan las representaciones de la diosa, que se muestra acompañada de
palomas, con pechos exagerados como la Diosa Madre.
La cultura halafiensedesapareció hacia el 4400-4300 a.C, mientras se difundía la cultura de Obeid, originaria del Iraq
meridional, por toda Mesopotamia. Está atestiguada ya en Warfea (la sumeria Urufe y la semita Erec) hacia el 4325
a.C. Es considerable el progreso en el trabajo de los metales (hachas de cobre, diversos objetos de oro). Hay una
cabeza humana y cabezas de animales esculpidas en marmol que deben de tener indudablemente una significación
religiosa. Ciertos sellos del tipo de Gawra representan diversas escenas de culto (personajes en torno a un altar
ornamentado de bucranios, danzas rituales, animales emblemáticos, etc.). Las figuras humanas están
esquematizadas. Toda la cultura de Obeid se caracteriza por la tendencia no figurativa. Algunas estatuillas humanas
esculpidas en piedra caliza son probablemente representaciones de sacerdotes. En efecto, la novedad más
significativa de Obeid es precisamente la aparición de templos monumentales. Uno de los más notables es el Templo
Blanco (3100 a.C), de 22,3 por 17,5 metros, alzado sobre una plataforma de 70 metros de largo por 66 de ancho y 13
de alto. Esta plataforma engloba los restos de antiguos santuarios, y constituye un zigurat, o «montaña sagrada».
10
La espiritualidad neolítica: La agricultura penetró con mucha lentitud en ciertas regiones de Europa. El clima
posglaciar permitía a las sociedades mesolíticas de la Europa central y occidental subsistir con los productos de la
caza y de la pesca. Hubiera sido preciso adaptar el cultivo de los cereales a una zona templada y cubierta de bosques.
Las primeras comunidades agrícolas se desarrollan a lo largo de los cursos fluviales y en las márgenes de los bosques.
La propagación del cultivo de los cereales sirve de vehículo a un conjunto de ritos, mitos e ideas religiosas
específicos. El culto al toro, atestiguado en las regiones danubinas por la presencia de numerosas imágenes, procede
del Cercano Oriente. En cuanto a los ídolos divinos o el conjunto iconográfico que representa a la Diosa Madre con
un niño, tan numerosos en Oriente, son muy raros en las regiones danubianas.
Hacia el 7000 a.C., aparece en las costas de Grecia e Italia, en Creta, en Anatolia meridional, en Siria y Palestina y en
el Creciente Fértil una civilización que conoce el cultivo del trigo y la cebada, la domesticación de la oveja y el cerdo.
Ignoramos cual pudo ser el «impulso inicial» de esta cultura, no hay pruebas arqueológicas de una arribada de
inmigrantes llegados de Asia Menor. La «civilización europea arcaica» siguió una orientación evolutiva original que la
diferencio de las culturas del Cercano Oriente tanto como de las de Europa central o septentrional.
Entre 6500 y 5300 a.C. se produjo una potente eclosión cultural en la península balcánica y en Anatolia central Un
gran numero de objetos (sellos con ideogramas, figuras humanas y animales, vasos teriomorfos, imágenes de
mascaras divinas) indica que se desarrollaban actividades rituales. Hacia mediados del cuarto milenio se multiplican
las aldeas defendidas por fosos o murallas, en las que podían vivir unos mil habitantes. Hay altares y santuarios, asi
como objetos diversos de culto, que atestigua la
existencia de una religiosidad bien organizada
La Edad de los Metales:La palabra sumeria an.bar, el más
antiguo vocablo usado para designar el hierro, se escribe
con los signos «cielo» y «fuego». Se traduce
generalmente por «metal celeste» o «metal estrella».
Durante mucho tiempo los egipcios no conocieron otro
hierro que el de origen meteórico. Lo mismo ocurría
entre los hititas; un texto del siglo xvi precisa que los
reyes hititas utilizaban «el fuego negro del cielo». Pero este metal era escaso y se utilizó especialmente como
elemento ritual. A diferencia del cobre y del bronce, la metalurgia del hierro se industrializó rápidamente. Una vez
descubierto el secreto de la fusión de la magnetita o la hematita, no significó gran esfuerzo la tarea de procurarse
grandes cantidades de metal, pues los yacimientos eran muy ricos y fáciles de explotar. El hierro no llegó a adquirir
una posición predominante hasta que se descubrió el horno y sobre todo la técnica del «endurecimiento» del metal
por el calentamiento hasta el rojo blanco.
Además de la sacralidad celeste, inmanente a los meteoritos, se impone a partir de ahora la sacralidad telúrica, de la
que participan las minas y los minerales. Los metales «se crían» en el seno de la tierra. Las cavernas y las minas son
asimiladas a la matriz de la Tierra Madre.Los minerales extraídos de las minas vienen a ser en cierto modo
«embriones». Crecen lentamente, como si obedeciesen a un ritmo temporal distinto del que rige el desarrollo de los
organismos vegetalesy animales, porque, efectivamente, crecen y «maduran» en las tinieblas telúricas. Extraerlos
del seno de la Tierra Madre viene a ser como una operación practicada prematuramente.
En todo el mundo practican los mineros unos ritos que exigen el estado de pureza, el ayuno, la meditación, la
plegaria y ciertas prácticas de culto. Los ritos son los que impone la naturaleza misma de la operación que se va a
realizar, ya que no es otra que introducirse en una zona sagrada, que se supone inviolable.
Se crea así el sentimiento de aventurarse en un dominio que por derecho no pertenece al hombre, el mundo
subterráneo con sus misterios de la lenta gestación mineralógica que se desarrolla en las entrañas de la Tierra
Madre. Todas las mitologías de las minas y de las montañas, las hadas, genios, elfos, fantasmas y espíritus son otras
tantas epifanías de la presencia sagrada de quien penetra en los niveles geológicos de la vida.
El artesano ocupa el puesto de la Tierra Madre para acelerar y llevar a término el «crecimiento». El horno viene a ser
en cierto sentido una nueva matriz artificial en la que el mineral acaba su proceso de gestación. De ahí el número
infinito de precauciones, tabúes y ritos que acompañan a la fusión."El horno es el medio con que se logra «acelerar»
el proceso de maduración, pero al mismo tiempo sirve para obtener una cosa distinta de lo que existía en la
naturaleza. Por eso en las sociedades arcaicas el fundidor y el herrero son considerados «dueños del fuego».
En muchas mitologías aparece la figura del herrero divino encargado de forjar las armas de los dioses. El herrero es
además el arquitecto y el artesano de los dioses, que dirige la construcción del palacio de Baal y equipa los
santuarios de las restantes divinidades. Por otra parte, este dios herrero tiene relaciones con la música y el canto, del
mismo modo que en algunas sociedades los herreros y caldereros son también músicos, poetas, curanderos y
magos.
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La religion en el prehistoria

  • 2. 2 Historia de las Religiones II 1. Los pueblos sin tradición escrita 2. A. Prehistoria en Eurasia 2. A. a. Paleolítico Postura vertical del homínido: El hombre puede organizarse el espacio conforme a una estructura inaccesible a los prehomínidos: en cuatro direcciones horizontales proyectadas a partir de un eje central de «arriba abajo». El espacio queda organizado en torno al cuerpo humano, como extendiéndose por delante, por detrás, a derecha, a izquierda, por arriba y por abajo. A partir de esta experiencia original, la de sentirse «proyectado» en medio de una extensión aparentemente ilimitada, desconocida, amenazante, se elaboran los diferentes medios de orientación. Esta experiencia del espacio orientado en torno a un «centro» explica la importancia de las divisiones y particiones ejemplares de los territorios, las aglomeraciones y las viviendas, así como su simbolismo cósmico. El empleo de utensilios:Es una diferencia igualmente decisiva con respecto al modo de existencia de los primates. Los paleantropidos no solo se sirven de utensilios, sino que además son capaces de fabricarlos. El empleo de utensilio no queda limitado a una situación particular o a un momento especifico, como ocurre con los simios. Las
  • 3. 3 piedras trabajadas más antiguas que se conocen sirven para una función que no estaba prefigurada en la estructura del cuerpo humano. La «domesticación» del fuego: La posibilidad de producirlo, conservarlo y transportarlo, señala, podríamos decir, la separación definitiva de los paleantropidos con respecto a sus predecesores zoológicos. El más antiguo «documento» que atestigua la utilización del fuego data de Chu-feutien (600000 años a C), pero es muy posible que la «domesticación» se produjera mucho antes y en diversos lugares Se transforman en carnívoros:Los homínidos consiguen superar a sus «antepasados» haciéndose carnívoros Durante unos dos millones de años, los paleantropidos vivieron de la caza, los frutos, las raíces, los moluscos, etc, recolectados por las mujeres y los niños eran insuficientes para asegurar la supervivencia de la especie. La caza determino la división del trabajo según el sexo, reforzando de esta manera el proceso de «hommizacion», pues lo cierto es que tal diferencia no existe entre los carnívoros ni en el resto del mundo animal. Pero la persecución incesante y la muerte de las piezas llegaron a establecer un sistema de relaciones entre el cazador y los animales diezmados. La «solidaridad mística» entre el cazador y sus víctimas se revela en el acto mismo de matar, la sangre que se derrama es en todo semejante a la del hombre. La «solidaridad mística» con la pieza abatida desvela el parentesco existente entre las sociedades humanas y el mundo animal. Dar muerte a la fiera cazada o, más tarde, al animal domesticado equivale a un «sacrificio» en el que las víctimas son intercambiables. La interpretación de las fuentes:Los «documentos» son muy numerosos, pero «opacos» y poco variados: huesos humanos, especialmente cráneos, utensilios de piedra, pigmentos (en primer lugar el ocre rojo, o hematites) y diversos objetos hallados en las sepulturas. A partir del Paleolítico reciente disponemos de grabados y pinturas rupestres, guijarros pintados y figurillas talladas en hueso o piedra con cierta intención «religiosa». Los primeros descubrimientos tecnológicos no sirvieron únicamente para asegurar la supervivencia y la evolución de la especie humana; también dieron origen a un universo de valores mítico-reIigiosos. Fue el «dominio de la distancia», conseguido gracias al arma arrojadiza, el que suscitó innumerables creencias, mitos y leyendas. Recordemos las mitologías articuladas en torno a las lanzas que se clavan en la bóveda celeste y permiten la ascensión al cielo, o las flechas que vuelan a través de las nubes, atraviesan a los demonios o forman una cadena que llega hasta el cielo, etc. Un utensilio, prehistórico o contemporáneo, sólo puede revelar su intencionalidad tecnológica, mientras que se escapa sobre quien lo produjo, pensó, sintió, soñó, imaginó con él. Los primeros indicios arqueológicos referentes al universo religioso de los cazadores paleolíticos se remontan al arte parietal francocantábrico (30000 a.C). Los cazadores primitivos consideran a los animales como semejantes a los hombres, pero dotados de poderes sobrenaturales; creen que el hombre puede transformarse en animal, y a la inversa; que las almas de los muertos pueden entrar en el cuerpo de los animales; finalmente, que existen relaciones misteriosas entre una persona y un animal individual. En cuanto a los seres sobrenaturales atestiguados en las religiones de los cazadores, se distinguen los compañeros o «espíritus guardianes» teriomórficos, las divinidades del tipo del Ser Supremo-Señor de los animales, que protege a la vez a la pieza y al cazador, los espíritus de la selva y los espíritus de las distintas especies animales. Hay algunos comportamientos religiosos que son específicos de las civilizaciones de cazadores: la muerte del animal constituye un rito, lo que implica la creencia de que el Señor de los animales vela para que el cazador mate tan sólo en la medida en que le es necesario para alimentarse, y que el alimento no se desperdicie; los huesos, especialmente el cráneo, tienen un considerable valor ritual (probablemente porque se cree que contienen el «alma» o la «vida» del animal y que el Señor de las fieras hará crecer una carne nueva en aquellos huesos). De ahí que se depositen el cráneo y los huesos largos en lugares elevados o en las ramas de los árboles; algunos pueblos tienen la costumbre de enviar el alma del animal muerto a su «patria espiritual”. Existe también la costumbre de ofrecer a los seres supremos un bocado de cada animal al que se ha dado muerte o el cráneo y los huesos largos. Nunca se insistirá lo bastante en la riqueza y la complejidad de la ideología religiosa de los pueblos cazadores. Y en la imposibilidad casi total de afirmar o negar su existencia entre los paleantrópidos, las creencias no son fosilizables. Los «documentos» más antiguos son los esqueletos. A partir del Musteriense (70000-50000 a.C.) puede hablarse con certeza de sepulturas. Pero han aparecido cráneos y mandíbulas inferiores en localidades mucho más antiguas, por ejemplo, en Chu-feu-tien (hace 400.000 años). No se trata de verdaderas sepulturas, la conservación de estos cráneos podría explicarse por razones religiosas. La costumbre de espolvorear con ocre rojo los cadáveres está universalmente difundida, en el tiempo y en el espacio, desde Chufeutien hasta las costas occidentales de Europa, en África hasta el Cabo de Buena Esperanza, en
  • 4. 4 Australia, en Tasmania, en América hasta la Tierra de Fuego. Las sepulturas confirman la creencia en esa vida más allá de la muerte, pues de otra manera resultaría incomprensible la solicitud y el trabajo de enterrar el cuerpo. Pero ciertas sepulturas también pueden ser interpretadas como una precaución contra el eventual retorno del muerto; en estos casos, el cadáver aparece encogido y posiblemente se depositaba atado. Nada excluye que la posición replegada del cadáver, en vez de un miedo a los «cadáveres vivientes», se deba, a una esperanza en su «renacimiento», pues se conocen numerosos casos de inhumación intencionada en posición fetal.Se discute todavía sobre la autenticidad y el significado de las ofrendas consistentes en alimentos y objetos depositados en las tumbas. En el Paleolítico superior parece generalizarse la práctica de la inhumación. Los cadáveres salpicados de polvo de ocre rojo son depositados en fosas en las que aparece cierto número de objetos de adorno. Los cráneos y otros restos óseos de animales hallados junto a las sepulturas sean restos de banquetes rituales, cuando no de ofrendas. La presencia de tales implica la certidumbre de que el difunto habría de proseguir su actividad específica en el otro mundo. Las sepulturas confirman la creencia en la vida más alla de la muerte y aportan algunas precisiones: enterramientos orientados hacia el este, indicando la intención de solidarizar la suerte del alma con el curso del sol, cosa que implica la esperanza de un «renacimiento», en una existencia ulterior en el otro mundo, creencia en la continuidad de unas actividades específicas; existencia de un ritual funerario, indicada por los objetos de adorno. La controversia en torno de las osamentas de osos:Los depósitos de osamentas de osos de las cavernas descubiertos en los Alpes y regiones vecinas constituyen los «documentos» más numerosos, pero al mismo tiempo más controvertidos. Por ejemplo, en la caverna de Drachenloch (Suiza) E. Báchler encontró unos depósitos de osamentas, especialmente cráneos y huesos largos, que se hallaban colocados a lo largo de las paredes, en nichos naturales de la roca o en una especie de cajas formadas por piedras. Como estos depósitos parecían intencionales, los investigadores han tratado de descifrar su significado. A. Gahs los comparó con las ofrendas de primicias que ciertas poblaciones árticas hacen al Ser Supremo. Estas ofrendas consistían precisamente en exponer sobre una plataforma el cráneo y los huesos largos de los animales abatidos; se ofrecían a la divinidad el cerebro y la médula del animal, las partes más apreciadas por el cazador. Para estos etnólogos era la prueba de que los cazadores de osos de las cavernas, creían en un Ser Supremo. Otros autores han comparado estos depósitos de cráneos con el culto al oso tal como ha sido al menos practicado hasta el siglo xix, en el hemisferio norte; este culto implicaba la conservación del cráneo y de los huesos largos del oso abatido para que el Señor de los animales lo resucitara al año siguiente. Todas estas interpretaciones han sido puestas en duda por la crítica de un investigador de Basilea, que ve en muchos de estos «depósitos» de cráneos el resultado del azar o de los movimientos de los mismos osos al circular y escarbar entre las osamentas. Los cráneos encerrados en «cajas» de piedra, agrupados junto a las paredes o colocados en nichos y rodeados de huesos largos se explicarían por los hechos geológicos y por el comportamiento de los mismos osos. La interpretación de los depósitos como ofrendas a los seres supremos ha sido abandonada incluso por los seguidores. En un estudio sobre los sacrificios entre los paleantrópidos, J. Maringer ha llegado a las conclusiones siguientes: a) a nivel del Paleolítico antiguo no están atestiguados los sacrificios; b) los documentos del Paleolítico medio se prestan a interpretaciones diversas, pero su carácter religioso (es decir, de sacrificios) no es evidente; c) hasta el Paleolítico tardío no se puede hablar «con mayor o menor certeza» de sacrificios. Las pinturas rupestres: La exploración de las cavernas con pinturas parietales nos ha proporcionado los documentos figurativos más importantes y numerosos. Teniendo en cuenta que estas pinturas aparecen en lugares alejados de la entrada, los investigadores coinciden en considerar estas cavernas como una especie de santuarios. Por otra parte, muchas de ellas eran inhabitables, mientras que las dificultades que presentaba el acceso a ellas reforzaba su carácter numinoso. La cronología y la morfología del arte paleolítico, se distingue cinco periodos, empezando por la época prefiguiativa (50000 a.C), seguida de la época primitiva (30000 a.C), en la que aparecen unas figuras fuertemente estilizadas; el periodo arcaico (aproximadamente de 20000 a 15000 a C), caracterizado por una gran maestría técnica; el periodo clásico (Magdaleniense, aproximadamente entre 15000a.C), con un realismo muy avanzado en cuanto a las formas, para decaer en el periodo tardío (hacia el 10000 a.C). Los osos, leones y otras bestias salvajes acribilladas de flechas o las figuras modeladas en arcilla de la caverna de Montespan, se han interpretado como otras tantas pruebas de la «magia de la caza».Es igualmente probable que en las zonas más profundas de estos «santuarios» se celebrasen ciertos ritos previos quizá a las expediciones de caza o con motivo de una ceremonia de
  • 5. 5 «iniciación». Una escena de la caverna de Trois-Fréres ha sido interpretada como un danzante disfrazado de bisonte, toca un instrumento. El abate Breuil ha hecho célebre al «Gran Mago» de la caverna de Trois-Fréres, figura grabada sobre una pared, que mide unos 75 centímetros de alto. El dibujo de lo presenta con cabeza de ciervo provista de amplia cornamenta, pero con rostro de buho, orejas de lobo y barba de rebeco. Los brazos parecen terminar en zarpas de oso, y ostenta una larga cola de caballo. Sólo los miembros inferiores, el sexo y su posición de danzante indican que se trata de una figura humana. Puede ser interpretado como un «Señor de los animales» o un hechicero que lo representa. Notable es la famosa composición recientemente aparecida en una galería inferior de la caverna de Lascaux, de acceso difícil. Puede verse allí un bisonte herido que dirige sus cuernos hacia un hombre aparentemente muerto y caído en tierra; su arma, aparece apoyada contra el vientre del animal; junto al hombre (cuya cabeza termina en un pico) hay un pájaro posado sobre una pértiga. La escena ha sido generalmente interpretada como ilustración de un «accidente de caza». En 1950, Horst Kirchner propuso ver en ella una escena chamánica: el hombre no estaría muerto, sino en trance ante un bisonte sacrificado, mientras que su alma estaría viajando por el más allá. El pájaro posado sobre la pértiga, sería su espíritu protector. Según Kirchner, la «sesión chamánica» tendría por objeto lograr la comparecencia del chamán en éxtasis ante los dioses para pedirles una bendición, el éxito en la caza. Parece segura la existencia de algún tipo de «chamanismo» durante la época paleolítica. También se han relacionado con el chamanismo los dibujos llamados «de rayos X», las representaciones en que aparecen como al trasluz el esqueleto y los órganos internos del animal. Estos dibujos, atestiguados en Francia (13000-6000 a.C.) y en Noruega entre 6000-2000 a.C, aparecen también en Siberia oriental, entre los esquimales, en América (entre los odjibwas, los pueblos, etc.) en la India, Malasia, en Nueva Guinea y en el noroeste de Australia. Se trata de una manifestación artística propia de los pueblos cazadores, pero la ideología religiosa pertenece al chamanismo. El chamán es el único que, gracias a su visión sobrenatural, es capaz de «ver su propio esqueleto. La presencia femenina:El descubrimiento de figuras femeninas correspondientes al último período glaciar están muy repartidas, desde el suroeste de Francia hasta el lago Baifeal, en Siberia, y desde el norte de Italia hasta el Rin. Son estatuillas de 5 a 25 centímetros de altura, talladas en piedra, en marfil o en hueso. Se les ha dado el nombre de «Venus»; las más famosas son las «Venus» de Lespuges, de Willendorf (Austria) y de Laussel (Dordoña). Están sumamente esculpidas, con un abdomen de proporciones exageradas y con la cabeza carente de rasgos. Las figurillas están decoradas con diversos temas geométricos, la esvástica entre otros. Hancar ha recordado que ciertas tribus cazadoras del Asia septentrional fabrican pequeñas esculturas antropomórficas en madera, llamadas dzuli. Los dzuli femeninos representan a la abuela mítica de la que se supone que descienden todos los miembros de la tribu y que protege a las familias y las viviendas; al regreso de las expediciones de caza se les obsequia con ofrendas. Más significativo aún es el descubrimiento realizado por Gerasimov en Mal'ta, localidad de Siberia. Se trata de una «aldea» cuyas casas, de planta rectangular, estaban divididas en dos mitades, una, a la derecha, reservada a los hombres, mientras que la de la izquierda pertenecía a las mujeres; las estatuillas femeninas proceden exclusivamente de este sector. Sus homólogos en el sector masculino representaban pájaros, aunque algunos ejemplares han sido interpretados como falos. Se puede suponer que representan de algún modo la sacralidad femenina, y en consecuencia los poderes mágico- religiosos de las diosas.Leroi-Gourhan poner de relieve la función capital de la polaridad masculino-femenino en el conjunto del arte paleolítico, demostrando además la unidad fundamental de este lenguaje simbólico. Sirviéndose del análisis topográfico y estadístico, ha llegado a la conclusión de que las figuras (formas, rostros, etc.) y los signos son intercambiables; por ejemplo, la figura del bisonte posee el mismo valor —«femenino»— que las «heridas» y otros signos geométricos. Ha observado que existe una agrupación por parejas de los valores machohembra, por ejemplo, bisonte (femenino) y caballo (masculino).Para Leroi-Gourhan no cabe duda alguna de que la caverna es un santuario, y que las plaquetas de piedra o las figurillas vienen a ser como «santuarios portátiles». Sin embargo, este autor admite que la síntesis por él reconstruida nada nos dice del lenguaje de la religión paleolítica.
  • 6. 6 La aportación de Leroi-Gourhan ha demostrado la unidad estilística e ideológica del arte paleolítico, a la vez que ha puesto de relieve la complementariedad de los valores religiosos ocultos bajo los signos «masculino» y «femenino». Es probable que este sistema de complementariedad se invocara a la vez para organizar el mundo y para explicar el misterio de su creación y de su regeneración periódicas. El panteón paleolítico:Sólo disponemos, de la lista de los temas representados, su número y su posición. Esta lista incluye numerosas figuras de animales, un número mucho más restringido de figuras humanas, completas o reducidas a los símbolos del sexo, y figuras geométricas directamente inspiradas en los mismos símbolos. Los diferentes temas, animales o humanos, pueden dividirse en cuatro grupos: El caballo, que está prácticamente siempre presente en los conjuntos parietales (26 %), el bisonte o uro (buey salvaje), cuyo total responde más o menos al de los caballos (28 %),el mamut, la cabra montés y el ciervo (26 96),el hombre, el oso, el rinoceronte y los grandes felinos, mucho menos numerosos (7 %).Las demás figuras de seres vivos (la mujer, el reno, el lobo, el pez, el pájaro, etc.) se reparten el resto del porcentaje: el más abundante, el reno, no sobrepasa el 3,5 por ciento. A primera vista parece que la elección de las figuras está netamente orientada, pues más de la mitad de ellas corresponden al caballo y a los dos bóvidos (bisonte y uro). La tercera cuarta parte la ocupan los animales complementarios (grupo c: mamut, cabra montés, ciervo), que parecen variables según las regiones y las cavidades. Si las obras parietales simbolizan, como se podría esperar, el conjunto de la imagen cósmica de los hombres de aquel tiempo, es de suponer a priori que los objetos mobiliarios comporten un resumen de la misma imagen o, por su forma o su función, la representación de algún elemento concreto; es lo que efectivamente parece deducirse de algunos objetos. Otros objetos, como los propulsores, no exhiben más que un solo tema. Los objetos de adorno, constituidos por colgantes de piedra o materia ósea (hueso o marfil), ofrecen, en numerosos casos, representaciones más o menos realistas de los dos sexos o figurillas femeninas muy estilizadas. Entre las grutas y abrigos paleolíticos decorados descubiertos en Europa hasta el presente, un centenar muestra el mismo esquema de estructura, con algunas variantes, lo cual es normal en un ámbito tan vasto y una duración de quince a veinte milenios. Este conjunto considerable se caracteriza por una gran uniformidad de concepción: concentración de figuras en las paredes cuyo estilo evoluciona a lo largo del tiempo, pero cuya naturaleza y cuya constitución permanecen inmutables. 2. A. b. Neolítico Cambios en el iniciación del proceso Neolítico en Europa:El final de la época glaciar, 8000 a.C, significó una alteración radical del clima y del paisaje. El retroceso de los glaciares provocó la retirada de la fauna a regiones septentrionales. El bosque fue sustituyendo por las estepas árticas. Los cazadores siguieron en pos de sus presas, pero la progresiva disminución de la caza les obligó a instalarse a orillas de los ríos, donde pescaban. En el sureste asiático, es la época de la domesticación de los animales y la agricultura. Conocemos poco las prácticas religiosas de los cazadores que siguieron el rastro de los rebaños de renos hasta el norte de Europa. En los depósitos de limo de un pantano de Stellmoor, cerca de Hamburgo, A. Rust encontró los restos de doce renos sumergidos después de haberles introducido piedras en la cavidad torácica. Han interpretado este hecho como una ofrenda de primicias a una divinidad. El sacrificio por inmersión está atestiguado en épocas diferentes y desde Europa septentrional hasta la India. El lago de Stellmoor era considerado probablemente «lugar sagrado » por los cazadores mesolíticos. Rust recogió en este yacimiento numerosos objetos: flechas de madera, utensilios de hueso, hachas talladas en cuerno de reno. Descubrió un poste de madera de pino con un cráneo de reno colocado en la punta. Este poste indica probablemente el lugar donde se celebrarían unos banquetes rituales, cuyas cabezas eran ofrecidas a un ser divino. En una estación mesolítica fechada en el 10000 a.C, Rust extrajo del fondo del pantano un tronco de sauce de unos 3,50 metros de largo y toscamente esculpido, en el que podían distinguirse la cabeza, un cuello alargado y grandes trazos incisos que, representaban los brazos. Este «ídolo» había sido hincado en el fondo del pantano, pero a su alrededor no aparecieron ni huesos ni objetos de otro tipo. Se trata de la imagen de un ser sobrenatural. El arte rupestre del Levante español del Paleolítico superior se trasformó en un arte geométrico rígido y formalista. En Sierra Morena aparecen cubiertas de figuras teriomórficas y antropomórficas (especialmente de ciervos y cabras monteses) reducidas a unas pocas líneas, así como de signos diversos (franjas onduladas, círculos, puntos, soles). H.Obermeier ha demostrado que estas figuras antropomórficas están emparentadas con los guijarros pintados del Azilienses. Han sido explicadas como símbolos fálicos, como elementos de una escritura o como signos mágicos. Más
  • 7. 7 convincente parece la comparación con los churinga australianos. Estos objetos rituales, representan el cuerpo místico de los antepasados. Los churínga se guardan ocultos en cavernas o enterrados en ciertos lugares sagrados, y sólo se muestran a los más jóvenes después de su iniciación. A juzgar por los paralelos etnográficos, este complejo religioso puede coexistir con la creencia en seres sobrenaturales o en el Señor de las fieras. No hay razón para pensar que la idea de los antepasados míticos era ajena al sistema religioso de las gentes del Paleolítico, ya que forma parte de la mitología de los orígenes característica de las civilizaciones de cazadores. Si bien es cierto que la idea del antepasado mítico y del culto a los antepasados domina el Mesolítico europeo, también es probable, que la importancia de este complejo religioso se explique por el recuerdo de la época glaciar, cuando los lejanos antepasados vivían en una especie de «paraíso de los cazadores». Los vestigios de las sociedades de los cazadores paleolíticos se van retirando a zonas marginales o de difícil acceso: el desierto, los grandes bosques, las montañas. El origen de la agricultura y sus consecuencias religiosas:En el Cercano Oriente, y sobre todo en Palestina, el Mesolítico es una época creadora, sin perder por ello su carácter de transición entre dos civilizaciones de signo distinto: la de la caza y la recolección y la basada en el cultivo de los cereales. Sonlos portadoras de la cultura natufiense; las que optaron por una existencia sedentaria. Descubrieron la importancia alimentaria de los cereales silvestres. Esto se manifiesta en el aumento de población.El arte de los natufienses es naturalista, han aparecido pequeñas esculturas de animales y figurillas humanas, frecuentemente en actitudes eróticas. El simbolismo sexual de las mazas esculpidas en forma de falo es tan evidente que no cabe dudar de su significación mágico-religiosa. Los sepultura natufiense, pueden presumirse como un acto mágico-religioso,la cabeza es la sede del «alma». Los sueños y las experiencias extáticas habían permitido reconocer mucho antes la existencia de un principio independiente del cuerpo, principio que como el «alma», etc. El elemento «espiritual» estaba presente en todo el cuerpo, constituía su «doble». Pero la localización del «alma» en el cerebro se creyó que era posible asimilar el elemento «espiritual» de la víctima comiendo su cerebro, el cráneo, fuente de poder, paso a ser objeto de culto. Ademásse realizaron otros inventos, el arco y las cuerdas, hilos, anzuelos y embarcaciones, todo esto dieo origen a otras tantas mitologías y fabulaciones paramitológicas que sirvieron de base a los rituales. El mundo imaginario creado y constantemente enriquecido por el contacto íntimo con la materia apenas es captado. El establecimiento de aldeas precedió a la invención de la agricultura. La «revolución neolítica» se produjo entre los años 9000 y 7000 a.C. Al convertirse en productor de alimentos, el hombre tuvo que modificar su comportamiento. Hubo de perfeccionar su técnica para la medida del tiempo. Ya no bastaba asegurar la exactitud de algunas fechas futuras con ayuda de un calendario lunar. El cultivador no tenía más remedio que elaborar numerosos planes con anticipación al momento de ponerlos por obra, pues se veía obligado a realizar en un orden preciso una serie de actividades complejas con vistas a obtener un resultado lejano y, sobre todo al principio, jamás seguro: la cosecha. La domesticación de las plantas provocó unas creaciones de valores que modificaron el universo espiritual. La mayoría de los mitos de los orígenes ha sido recogida entre poblaciones primitivas que practicaban el cultivo de los tubérculos o el de los cereales. En las culturas más evolucionadas, esos mitos resultan mucho más raros y con frecuencia han sufrido reinterpretaciones. Un tema muy difundido explica que los tubérculos y los árboles de frutos comestibles habrían nacido de una divinidad inmolada. El ejemplo más famoso procede de Ceram, una isla de Nueva Guinea: del cuerpo descuartizado y enterrado de una doncella semidivina, Hainuwele, brotaron plantas hasta entonces desconocidas, y en primer lugar los tubérculos. Este asesinato primordial cambió por completo la condición humana, se introdujeron la sexualidad y la muerte, las instituciones religiosas y sociales. La muerte violenta de Hainuwele no es tan sólo una muerte «creadora », sino que además permite a la diosa estar siempre presente en la vida de los hombres y también en su muerte. Los hombres, al nutrirse de las plantas brotadas del cuerpo de la diosa, se nutren en realidad de la sustancia misma de la divinidad. Todas las actividades responsables (ceremonias de la pubertad, sacrificios de animales o sacrificios humanos, canibalismo, ceremonias funerarias, etc.) constituyen una rememoración del asesinato primordial. Es significativo
  • 8. 8 que el cultivador relacione con un asesinato el trabajo, actividad pacífica por excelencia; en las sociedades de cazadores, la responsabilidad de la matanza de animales se atribuye a otro, a un «extranjero». Se comprende la actitud del cazador: teme la venganza del animal abatido o trata de justificarse ante el Señor de los animales. El mito del asesinato primordial justifica los ritos cruentos como el sacrificio humano y el canibalismo. Un tema mítico explica el origen de las plantas nutritivas —tubérculos y cereales— como excrecencias de la divinidad o de un antepasado mítico. Cuando los beneficiarios descubren la fuente, de los alimentos, le dan muerte; pero, despedazan el cuerpo y entierran los fragmentos, de los que más tarde brotan plantas nutritivas y otros elementos necesarios para la agricultura. La significación de estos mitos es evidente: las plantas nutritivas son sagradas, puesto que proceden del cuerpo de una divinidad. La planta nutritiva no está «dada» como el animal. Es el resultado de un dramático acontecimiento primitivo. En cuanto a los mitos relativos al cultivo de los cereales, ponen en escena un robo primordial: los cereales existen, pero en el cielo, celosamente guardados por los dioses; un héroe civilizador sube al cielo, se apodera de algunos granos y los regala a los hombres. La más importante consecuencia del descubrimiento de la agricultura, es que provoca una crisis de valores entre las gentes del Paleolítico: las relaciones de carácter religioso con el mundo animal son suplantadas por la solidaridad mística entre el hombre y la vegetación. La mujer y la sacralidad femenina pasan a primer plano. Teniendo en cuenta que las mujeres desempeñaron un cometido decisivo en la domesticación de las plantas, su posición social se refuerza y se crean unas instituciones características, como, por ejemplo, la matrilocación. La fertilidad de la tierra y la fecundidad de la mujer se solidarizan; en consecuencia, las mujeres se convierten en responsables de la abundancia de las cosechas, pues ellas son las que conocen el «misterio» de la creación. El suelo fértil se asimila a la mujer. Después del descubrimiento del arado, el trabajo agrícola se asimila al acto sexual. Pero durante siglos, la Tierra Madre paría sin ayuda alguna, por partenogénesis. La sacralidad de la vida sexual, y en primer lugar de la sexualidad femenina, se confunde con el enigma milagroso de la creación. La partenogénesis, el hieros gamos y la orgía ritual expresan, en planos distintos, el carácter religioso de la sexualidad. Un simbolismo complejo, de estructura antropocósmica, asocia la mujer y la sexualidad a los ritmos lunares, a la Tierra (asimilada a la matriz) y a lo que hemos de llamar el «misterio » de la vegetación. Un misterio que exige la «muerte» de la semilla para asegurarle un nuevo nacimiento aún más maravilloso por el hecho de que se traduce en una sorprendente multiplicación. Las culturas agrícolas elaboran lo que podríamos llamar una religión cósmica, en la que la actividad religiosa se centra en torno al misterio central: la renovación periódica del mundo. Al igual que la existencia humana, los ritmos cósmicos se expresan en términos tomados de la vida vegetal. El misterio de la sacralidad cósmica se simboliza en el Árbol del Mundo. El universo se concibe como un organismo que ha de ser renovado periódicamente o, mejor dicho, todos los años. La «realidad absoluta», el rejuvenecimiento, la inmortalidad, se suponen accesibles a ciertos privilegios bajo la forma de un fruto o de una fuente que mana al pie de un árbol. Si el mundo tiene que ser renovado periódicamente, habrá que reiterar ritualmente la cosmogonía cada vez que se celebre el Año Nuevo. La experiencia del tiempo cósmico, en el marco de los trabajos agrícolas, termina por imponer la idea del tiempo circular y del ciclo cósmico. El mundo se valoran en términos de la vida vegetal, y de ahí que el ciclo cósmico se conciba como la repetición indefinida del mismo ritmo: nacimiento, muerte, renacer. Una existencia sedentaria organiza el «mundo» de manera muy distinta de un nómada. Para el agricultor, el «mundo verdadero» es el espacio en que vive: la casa, la aldea, los campos de cultivo. El «centro del mundo» es el lugar consagrado por los ritos y las plegarias, pues de ese modo es como llega a establecerse la comunicación con los seres sobrehumanos. Lo único que sabemos es que, a partir de un determinado momento, construían altares y santuarios. En China es posible reconstruir el simbolismo de la casa neolítica. En la cultura neolítica del Yang-chao había unas pequeñas construcciones circulares que tendría, en materiales duros, la misma estructura que la yurta de los mongoles de nuestros días/s. Conocemos el simbolismo cósmico que se atribuye a la yurta y a las tiendas en las poblaciones norasiáticas: el cielo se concibe como una inmensa tienda sostenida por un poste central, el poste de la tienda y la abertura superior para la salida de humos se asimilan respectivamente al «Poste del Mundo» y al «Agujero del Cielo», la estrella polar;"; también se da el nombre de «Ventana del Cielo» a la abertura.El simbolismo cosmológico de la vivienda está atestiguado en numerosas sociedades primitivas. La separación de la vivienda en zonas reservadas a cada uno de los sexos tenía probablemente una significación cosmológica. Las divisiones que aparecen en las aldeas de cultivadores corresponden en general a una dicotomía a la vez clasificadora y ritual: cielo y tierra, masculino y femenino, etc.. Los combates rituales entre dos grupos antagónicos desempeñan un papel importante, sobre todo en las representaciones del Año Nuevo. Religión neolítica del cercano oriente: Jericó es posiblemente la ciudad más antigua del mundo (c. 6850, 6770 a.C.)," aunque aún no se conocía en ella la cerámica. Peroexisten ya las fortificaciones, la maciza torre y los amplios edificios públicos manifiestan una integración social y una organización económica. Entre los documentos religiosos,
  • 9. 9 dos estatuillas femeninas y otras que representan animales indican un culto de la fecundidad. Los muertos eran enterrados bajo los pavimentos de las viviendas. Algunos cráneos descubiertos por KathleenKenyon" presentan una singular preparación: las partes inferiores han sido modeladas en yeso y los ojos aparecen indicados mediante conchas, hasta el punto de que han sido comparados con verdaderos retratos. Se trata con de un culto al cráneo. Hay documentos sobre el culto a los cráneos en TellRamad (Siria, cerca de Damasco), donde se han exhumado calaveras con la frente pintada de rojo y los rasgos faciales sobremodelados y en niveles del quinto milenio, aparecen algunas figurillas antropomórficas modeladas en arcilla. Otras estatuillas femeninas aparecidas en Palestina y fechadas hacia el 4500 a.C. presentan a la Diosa Madre bajo un aspecto terrorífico y demoníaco. El culto a la fecundidad y el culto a los muertos están íntimamente relacionados. En efecto, las culturas de Hacilar y ChatalHüyüfe (7000 a.C), en Anatolia, que precedieron a la cultura precerámica de Jericó y probablemente influyeron en ella, indican la existencia de creencias similares. El culto a los cráneos está ampliamente documentado en Hacilar. En ChatalHüyüfe aparecen los esqueletos enterrados bajo los pavimentos de las viviendas y con ofrendas funerarias. La principal divinidad es la diosa, presentada bajo tres aspectos: mujer joven, madre dando a luz a un niño (o a un toro) y anciana (acompañada muchas veces de un ave de presa). La divinidad masculina aparece bajo la forma de un muchacho, hijo o amante de la diosa, y de un varón con barba, ocasionalmente a lomos de un animal sagrado, el toro. Los relieves que representan a la diosa, de dos metros de anchura, modelados en yeso, en madera o en arcilla, así como las cabezas de toro se fijaban a los muros. Faltan las referencias sexuales, pero se combinan los pechos femeninos y el cuerno del toro, símbolos de la vida. Un santuario (6200 a.C.) contenía cuatro cráneos humanos colocados bajo otras cabezas de toro fijas en los muros. Uno de los muros aparece decorado con pinturas que representan buitres con piernas humanas y atacando a unas figuras decapitadas, también humanas. Es un importante complejo mítico-ritual, pero su significación está oculta. En un nivel más reciente (5435-5200 a.C.) desaparecen las figuras de la diosa con niño o acompañada de un animal, así como las figurillas masculinas. Las últimas fases de Hacilartieneuna estupenda cerámica ornamentada con temas geométricos. La cultura llamada de TellHalaf aparece en el momento en que se extinguen las culturas de Anatolia. En ella se conoce ya el cobre; parece ser creación de unas poblaciones procedentes del norte, posiblemente resto de las que hasta entonces ocuparon Hacilar y ChatalHüyüfe. El complejo religioso de TellHalaf no difiere apenas de las culturas de que nos hemos ocupado hasta ahora. Los muertos eran enterrados junto con ofrendas, entre las que hay figurillas modeladas en arcilla. El toro salvaje era venerado como epifanía de la fecundidad masculina. Las imágenes de toros, los bucranios, las cabezas de carnero y la doble hacha tenían ciertamente una función de culto, en relación con el dios de la tormenta. Pero no han aparecido figuras masculinas, al paso que abundan las representaciones de la diosa, que se muestra acompañada de palomas, con pechos exagerados como la Diosa Madre. La cultura halafiensedesapareció hacia el 4400-4300 a.C, mientras se difundía la cultura de Obeid, originaria del Iraq meridional, por toda Mesopotamia. Está atestiguada ya en Warfea (la sumeria Urufe y la semita Erec) hacia el 4325 a.C. Es considerable el progreso en el trabajo de los metales (hachas de cobre, diversos objetos de oro). Hay una cabeza humana y cabezas de animales esculpidas en marmol que deben de tener indudablemente una significación religiosa. Ciertos sellos del tipo de Gawra representan diversas escenas de culto (personajes en torno a un altar ornamentado de bucranios, danzas rituales, animales emblemáticos, etc.). Las figuras humanas están esquematizadas. Toda la cultura de Obeid se caracteriza por la tendencia no figurativa. Algunas estatuillas humanas esculpidas en piedra caliza son probablemente representaciones de sacerdotes. En efecto, la novedad más significativa de Obeid es precisamente la aparición de templos monumentales. Uno de los más notables es el Templo Blanco (3100 a.C), de 22,3 por 17,5 metros, alzado sobre una plataforma de 70 metros de largo por 66 de ancho y 13 de alto. Esta plataforma engloba los restos de antiguos santuarios, y constituye un zigurat, o «montaña sagrada».
  • 10. 10 La espiritualidad neolítica: La agricultura penetró con mucha lentitud en ciertas regiones de Europa. El clima posglaciar permitía a las sociedades mesolíticas de la Europa central y occidental subsistir con los productos de la caza y de la pesca. Hubiera sido preciso adaptar el cultivo de los cereales a una zona templada y cubierta de bosques. Las primeras comunidades agrícolas se desarrollan a lo largo de los cursos fluviales y en las márgenes de los bosques. La propagación del cultivo de los cereales sirve de vehículo a un conjunto de ritos, mitos e ideas religiosas específicos. El culto al toro, atestiguado en las regiones danubinas por la presencia de numerosas imágenes, procede del Cercano Oriente. En cuanto a los ídolos divinos o el conjunto iconográfico que representa a la Diosa Madre con un niño, tan numerosos en Oriente, son muy raros en las regiones danubianas. Hacia el 7000 a.C., aparece en las costas de Grecia e Italia, en Creta, en Anatolia meridional, en Siria y Palestina y en el Creciente Fértil una civilización que conoce el cultivo del trigo y la cebada, la domesticación de la oveja y el cerdo. Ignoramos cual pudo ser el «impulso inicial» de esta cultura, no hay pruebas arqueológicas de una arribada de inmigrantes llegados de Asia Menor. La «civilización europea arcaica» siguió una orientación evolutiva original que la diferencio de las culturas del Cercano Oriente tanto como de las de Europa central o septentrional. Entre 6500 y 5300 a.C. se produjo una potente eclosión cultural en la península balcánica y en Anatolia central Un gran numero de objetos (sellos con ideogramas, figuras humanas y animales, vasos teriomorfos, imágenes de mascaras divinas) indica que se desarrollaban actividades rituales. Hacia mediados del cuarto milenio se multiplican las aldeas defendidas por fosos o murallas, en las que podían vivir unos mil habitantes. Hay altares y santuarios, asi como objetos diversos de culto, que atestigua la existencia de una religiosidad bien organizada La Edad de los Metales:La palabra sumeria an.bar, el más antiguo vocablo usado para designar el hierro, se escribe con los signos «cielo» y «fuego». Se traduce generalmente por «metal celeste» o «metal estrella». Durante mucho tiempo los egipcios no conocieron otro hierro que el de origen meteórico. Lo mismo ocurría entre los hititas; un texto del siglo xvi precisa que los reyes hititas utilizaban «el fuego negro del cielo». Pero este metal era escaso y se utilizó especialmente como elemento ritual. A diferencia del cobre y del bronce, la metalurgia del hierro se industrializó rápidamente. Una vez descubierto el secreto de la fusión de la magnetita o la hematita, no significó gran esfuerzo la tarea de procurarse grandes cantidades de metal, pues los yacimientos eran muy ricos y fáciles de explotar. El hierro no llegó a adquirir una posición predominante hasta que se descubrió el horno y sobre todo la técnica del «endurecimiento» del metal por el calentamiento hasta el rojo blanco. Además de la sacralidad celeste, inmanente a los meteoritos, se impone a partir de ahora la sacralidad telúrica, de la que participan las minas y los minerales. Los metales «se crían» en el seno de la tierra. Las cavernas y las minas son asimiladas a la matriz de la Tierra Madre.Los minerales extraídos de las minas vienen a ser en cierto modo «embriones». Crecen lentamente, como si obedeciesen a un ritmo temporal distinto del que rige el desarrollo de los organismos vegetalesy animales, porque, efectivamente, crecen y «maduran» en las tinieblas telúricas. Extraerlos del seno de la Tierra Madre viene a ser como una operación practicada prematuramente. En todo el mundo practican los mineros unos ritos que exigen el estado de pureza, el ayuno, la meditación, la plegaria y ciertas prácticas de culto. Los ritos son los que impone la naturaleza misma de la operación que se va a realizar, ya que no es otra que introducirse en una zona sagrada, que se supone inviolable. Se crea así el sentimiento de aventurarse en un dominio que por derecho no pertenece al hombre, el mundo subterráneo con sus misterios de la lenta gestación mineralógica que se desarrolla en las entrañas de la Tierra Madre. Todas las mitologías de las minas y de las montañas, las hadas, genios, elfos, fantasmas y espíritus son otras tantas epifanías de la presencia sagrada de quien penetra en los niveles geológicos de la vida. El artesano ocupa el puesto de la Tierra Madre para acelerar y llevar a término el «crecimiento». El horno viene a ser en cierto sentido una nueva matriz artificial en la que el mineral acaba su proceso de gestación. De ahí el número infinito de precauciones, tabúes y ritos que acompañan a la fusión."El horno es el medio con que se logra «acelerar» el proceso de maduración, pero al mismo tiempo sirve para obtener una cosa distinta de lo que existía en la naturaleza. Por eso en las sociedades arcaicas el fundidor y el herrero son considerados «dueños del fuego». En muchas mitologías aparece la figura del herrero divino encargado de forjar las armas de los dioses. El herrero es además el arquitecto y el artesano de los dioses, que dirige la construcción del palacio de Baal y equipa los santuarios de las restantes divinidades. Por otra parte, este dios herrero tiene relaciones con la música y el canto, del mismo modo que en algunas sociedades los herreros y caldereros son también músicos, poetas, curanderos y magos.
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