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El Abogado, ética y dignidad.
“El abogado es el guardián de la Ley, el vigilante permanente para evitar en el seno de las sociedades injusticias de
todo género; y tal título solo debe exhibirlo quien esté poseso de virtudes y cualidades resaltantes y conocimientos
suficientes en la vasta ciencia jurídica y quien en todos los aspectos de la vida se destaque como ciudadano robusto
en la solvencia moral y cívica.” (sic)
“Dominio del idioma, “fácil pluma, dicción clara y brillante, sencilla y elegante, diáfana y precisa son también dones
que debe poseer el abogado”. El abogado debe defender la causa del derecho con términos decentes, sin insultos ni
palabras deslustrosas que puedan empeñar la legitimidad con que procede. Ironías de baja estofa, dicterios y frases
hirientes llenas de pasiones y de odios sólo traducen la falta de razón con que se procede y la baja educación forense
de su autor.” (sic)
Dr. Pedro Pineda León
Universidad de los Andes – Mérida Venezuela.
Recientemente, escuche una conversación, de autoría y procedencia desconocida, cuyo
contenido, hacía referencia al uso de la “corbata”, por parte de los profesionales del derecho, en las
oportunidades que asistían a estrados. Aparentemente, se produce, entre dos personas, quienes, en rol
de juez y abogado, en la sede de algún despacho judicial, y al momento de iniciar con retardo, una
audiencia, intercambian opiniones y generan un desencuentro terrible. Culmina la situación, en un
tema de depuración de la competencia subjetiva.
Sin entrar de fondo, en el tema de quién tuvo o no razón, lo cierto es, que, de alguna manera,
lo escuchado, me hizo, reflexionar, el tema del ejercicio profesional del abogado, desde el punto de
vista ético y moral, pero, enfrentado, al tema de la dignidad humana, que, para quienes día a día,
ejercen este apostolado, resulta cotidiano, pero, para los destinatarios del servicio, terriblemente
ignorado. Pues bien, es un asunto de comportamiento humano, y su relación con el bien y el mal,
fundamentado en las normas, valores y creencias que sirven de modelo de conducta y valoración del
ser humano, en sí mismo y en sociedad y con el elemento diferenciador, del respeto y la estima, que
todos los seres humanos merecen y se deben a sí mismos, y a sus semejantes, que evidencia una alta
calidad humana, irreprochable, y que los hace honrados, honorables, honestos, respetables, probos,
rectos, decentes.
Pues bien, el abogado, en ejercicio de su magisterio, debe ataviarse, a la altura de las
circunstancias, exhibiendo galas, propias de y para su desempeño, y por ello, cito como ejemplo, se
autoriza el uso, en estrados, de la toga, que nos confiere prestancia, pues, no se trata, de una
competencia de trajes, o una gala formal, sino de porte, distinción y elegancia.
Así mismo, el abogado, tiene el deber, ineludible de estudiar y preparar su caso, dar lo mejor de
sí, para la defensa de su patrocinado, utilizar un lenguaje técnico acorde y a la altura, del tema y la
audiencia a quien va dirigido; Expresar sus pensamientos en forma ordenada, coherente, vehemente;
2. El Abogado, ética y dignidad.
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Esto es, elegancia, refinamiento, clase. Así, el profesional, muestra, con el concurso de su conocimiento
y experticia, de su verbo y su pluma, respetabilidad, integridad, y decoro. Este conocimiento está
basado en la cultura, educación, perseverancia, disciplina, fortaleza; que nutren su autoestima, es, en
fin, amor propio, orgullo y honor.
El abogado, que desdice de sus colegas; que manipula, oculta o tergiversa la verdad, el
proceso o las pruebas; que aprovecha sus privilegios sociales, en desmedro de su contraparte, para
satisfacer sus bajas pasiones, su vanidad, su avaricia; Que miente, engaña y abusa de la credulidad de
otros; Que hace un uso indebido de los medios de comunicación; O sacrifica los intereses y derechos
de su patrocinado, por los suyos propios; Se convierte, en un ser, vil, arrogante, despreciable, abyecto,
indigno, infame.
Somos profesionales, apóstoles, como dice Ossorio, pero también somos seres humanos, que
exhibimos defectos y virtudes, tenemos, familia, amigos, colegas. Como todo ser vivo, requerimos de la
luz del sol, del agua, del aire, de la tierra; Siendo nuestra vocación, servir a los demás, luchar por la
justicia, la verdad, la seguridad, la libertad, el bien común.
En fin, no se trata de corbatas, pantalones o vestidos, es prestancia, elegancia, cultura,
educación, honradez, honorabilidad, respeto, orgullo, amor propio. No puede existir, un profesional del
derecho, ÉTICO, que no se ame y respete a sí mismo y a sus semejantes; Pues, no podemos ofrecer el
concurso de nuestros conocimientos, capacidades, experiencia, sabiduría y compromiso, si no nos
sentimos orgullosos y DIGNOS, de nosotros mismos.
Maracay, 10 de enero de 2024.
Gerardo Enrique Omaña Velazco
Abogado
ULA (Venezuela) 1986
I.P.S.A. N° 25.635