5. David, un hombre
considerado valiente
confesó que había
regado con lágrimas su
cama (Sal. 6). En el
Salmo 42, declaró que
sus lágrimas habían
sido su pan de día y de
noche.
6. Cristo también lloró.
Jesús sabe lo que es
perder un amigo.
Lloró mirando a
Jerusalén cuando
previó el sufrimiento
de ese pueblo de
corazón duro. Jesús
conocía el dolor que
produce llanto.
7.
8. Dios no prometió que
sus hijos nunca
tendrían ocasión para
llorar, sino que se
comprometió
acompañar a sus hijos
aun en los momentos
de llanto. Él siente
verdadera compasión
cuando sus hijos lloran.
9. “Las cosas malas le
suceden tanto a las
personas buenas como a
las malas. No existe una
moralidad en los hechos;
sólo existe causa y efecto,
leyes naturales. Dios no
tiene nada que ver con eso
porque la verdad cruel y
simple es que él no
existe”.
10. “Las cosas malas
suceden, eso es
un hecho. Dios es
el Creador,
también es un
hecho. Y la
verdad es que a
él no le importa
porque está muy
distante”.
11. Cuando estamos
inmersos en el dolor
es muy difícil
entender que “Dios
jamás conduce a sus
hijos de manera
diferente de aquella
que ellos mismos
escogerían si
pudiesen ver el fin
desde el principio…”.
12. Es allí cuando las
palabras
bienaventurados los
que lloran, tienen
sentido. Cuando
entendamos toda la
historia, veremos que
fue lo mejor.
13.
14. Esaú, al perder su
derecho a la
primogenitura, se
entristecía por los
resultados de su pecado,
no por el pecado mismo
(CV 63.5). Ese llanto no
recibe una
bienaventuranza.
15. Hay tres engaños que impiden entender el
verdadero arrepentimiento:
El engaño de la comparación
El engaño social
El engaño del tiempo
16. “La oración de David, después de su caída, ilustra la
naturaleza del verdadero dolor por el pecado. Su
arrepentimiento fue sincero y profundo. No se esforzó él
por atenuar su culpa, y su oración no fue inspirada por
el deseo de escapar al juicio que le amenazaba. David
veía la enormidad de su transgresión y la contaminación
de su alma. No solo pidió perdón, sino que también su
corazón fuese purificado. Anhelaba el gozo de la
santidad (CC 25:1)”.
19. El llanto espiritual no
produce desconsuelo.
Junto al llanto vendrá la
mano compasiva de
Cristo que consuela a
los afligidos y seca las
lágrimas de sus hijos.
20. Entonces oirás las
palabras de un Cristo
lleno de compasión,
que te dice: “Tus
pecados te son
perdonados, vete y no
peques más”.