Fina Asusta es una niña diferente a los demás en su mundo, Horrorlanda, ya que no tiene características monstruosas y es buena, limpia y estudiosa. Durante una excursión al parque de atracciones, Fina se queda sola en la Sala de los Espejos, donde se da cuenta de que solo ella y los monstruos se reflejan. Los otros niños comienzan a burlarse de lo guapa y normal que es Fina.
1. FINA ASUSTA. CAPÍTULO 1.
Nada más salir la luna llena, los niños y niñas, siguiendo las
indicaciones de los profesores, huyeron corriendo como locos,
repartiéndose por todo el parque de atracciones. Iban en pequeños
grupos, como les habían aconsejado, y a medida que situaban en el
mapa la atracción en la que querían montar, se apresuraban para
coger sitio. La montaña rusa, los autos de choque, la jaula ... todas
ellas eran conocidas de sobras, pero eso no impedía que los niños y
niñas se persiguiesen, en medio de un alboroto ensordecedor,
multiplicado por el de tantos y tantos colegios que habían decidido
hacer la misma salida exactamente la misma noche. ¿Quién no
conocía entonces la Sala de los Espejos? En clase de Ciencias les
habían enseñado que la forma de los espejos provocaba que las
imágenes que se reflejaban fueran muy diferentes de la realidad. No
había magia, por lo tanto, sino pura ciencia.
Sin embargo, un buen número de alumnos estaban animados
recorriendo los pasillos de aquel laberinto de reflejos, acabando, con
la propia excitación y sus risas descontroladas, la placidez de aquel
rincón tan poco iluminado.
Antes hemos dicho que los niños y niñas iban en grupos. Así se lo
habían indicado expresamente los profesores. Pero lo cierto es que no
todos iban así. Como es habitual, en las excursiones todo el mundo
busca rodearse de amigos y de amigas. Así todo es más divertido,
según parece, y por lo tanto, es lo que todos pretenden.
Pero también, como es habitual, siempre hay quien acostumbra a
quedarse solo. Más solo que la una. Y esta una tiene un nombre en
esta historia: Fina Asusta.
¿Quién es Fina? Fina es la típica niña que suele sentarse sola en el
autocar cuando hay excursión. Por eso había merendado, lógicamente
sola, en el área de servicio donde se habían detenido a medio
2. camino. Los profesores, sin embargo, no parecían darse cuenta, y ni
a ella ni a los otros niños les debía de importar lo más mínimo. Las
cosas son como son, pensaban seguramente cada uno de ellos. Y
cuando los profesores les dieron libertad total para recorrer el parque
de atracciones de arriba y abajo, a pesar del consejo repetido hasta
aburrirse (sobre todo, ¡no vayáis nunca solos!), nadie les hizo caso.
Ni ningún grupo la acogió, ni ella hizo esfuerzo alguno para unirse.
A pesar de todo Fina se dejó arrastrar por una turba, donde había
incluso niños y niñas de otros colegios, y acabó entrando en la Sala
de los Espejos, pero como podría haber subido a los autos de choque
si la hubieran empujado a ir allí.
Como los demás niños, Fina se puso los guantes de plástico
obligatorios, necesarios para no dejar huellas de suciedad en los
cristales limpios que deforman, acortan y ensanchan a todos los que
entran. Y también, como el resto de niños y niñas, comenzó a
recorrer el laberinto de reflejos, deteniéndose de vez en cuando para
hacer alguna foto curiosa con el móvil.
¿Qué podían encontrar? A ellos mismos multiplicados por mil. O
alargados como un chicle, con las manos arrastrándose por el suelo.
A veces, si alguna vez habéis estado en una Sala de los Espejos, es
difícil decir si vas hacia la derecha o hacia la izquierda, si entras en
una habitación o si sales de ella. Y ahí está la gracia de la atracción.
Pero seguro que es imposible perderse dentro de ella.
Hay que cambiar de lugar para poderse perder. Por muy desorientado
que estés, las risas de los demás, que se ven más feos que de
costumbre, te guían para encontrar la salida.
O casi. De golpe, se hizo el silencio. Fina se detuvo ante un espejo
plano, el único del recinto. Como si fuera una trampa, o mejor
todavía: una señal.
3. El espejo plano, como todo el mundo sabe, devuelve las imágenes tal
y como son. Simétricas. Es decir: la derecha es la izquierda y al
revés.
Pero ¿qué se reflejaba en aquel espejo plano.
Pues una carita redonda, llena de pecas. Un ojos verdes y risueños, a
pesar de todo. Una boca por donde se vislumbraban unos dientes
blancos bien alineados. Una media melena negra bien peinada con un
poco de flequillo. Vaya, Fina tal y como es. Con el uniforme del
colegio, con el escudo bordado bien visible en la chaqueta. IEM-13.
¿Y detrás? Un montón de monstruos deformes. Un jorobado bajito al
que la baba le chorreaba hasta el suelo. Una brujita con la cara
hinchada de tantas verrugas que tenía, a la que la punta de la
barbilla casi llegaba a tocar la punta de la nariz. Un zombi alargado y
torpe, con la boca abierta constantemente emitiendo un molesto
hmmmmmmm. Y para postre, un uniforme escolar que se movía solo.
De repente, los monstruos deformes comenzaron a gritar. Fina ni se
inmutó. ¡Estaba tan y tan acostumbrada a los gritos! Y a lo que
vendría a continuación.
-Eh, ¿os habéis fijado en Fina? -preguntó una voz.
-Qué rara que es ...- juzgó otra.
-Y nunca huele mal ...- se quejó una tercera.
-Vaya tela, chavales. No tiene cuernos, no tiene joroba, no tiene
garras ni colmillos ...- dijo el uniforme que parecía que se movía solo.
Entonces, poco a poco, comenzaron a llegar otros grupos de niños,
que se paraban a mirarse precisamente en el espejo que los
mostraba tal como eran. Pero no se miraban, en realidad, sino que se
fijaban en Fina, sin poder reprimir comentarios entre susurros.
4. La niña debería estar acostumbrada. Siempre, siempre, desde que
empezó a ir al colegio, había oído comentarios sobre ella. Pero eso no
impide que, a veces, se pregunte por qué tiene que ser tan diferente
a los demás.
-Ojalá no empiecen con la cancioncilla de siempre--se dijo
mordiéndose el labio.
-¡Fina es guapa, Fina es guapa! -empezó a gritar Boris.
Sí, Boris, el que siempre se metía con ella. Boris, el niño vampiro,
que por su condición de chupa-sangres no se refleja en los espejos.
Y entonces comenzaron las burlas. ¿Os las podéis imaginar, con la
musiquilla típica de cuando te quieren dar la lata?
-¡Fina se lava todos los días!
-¡Y es buena persona!
-¡Y además de ser guapa, lo aprueba todo!
-¡Ja ja ja!
(Por si os veis perdidos, una aclaración. Si vives en un mundo que se
llama Horrorlanda y no tienes cuernos, no arrastras los pies, no te
gusta asustar a los humanos o no haces una peste que haga que los
demás se caigan de espalda, te expones a que te insulten cada día.
En este mundo, el mundo de tus pesadillas, los peores insultos son:
guapo, bueno y limpio. Es difícil decir cuál es el más fuerte. Como
podrás imaginar, la pobre Fina es buena, guapa y limpia, y además,
hay que añadir que lo aprueba todo en la escuela. ¿Entendéis ahora
que los compañeros la dejen de lado?)
Un hedor inconfundible, la que acompañaba la señorita Zarpas, la
tutora, hizo que el grupo se disolviera de inmediato. Su peculiar peste
tenía que ver, daos cuenta, con que alguien le había explicado que
5. para ser más atractiva tenía que dejar pudrir restos de comida en sus
bolsillos.
-Fina, qué haces sola frente al espejo? ¿Cómo puede ser que seas tan
y tan presumida, tan guapa como eres? ¡Sal, sal de ahí, no te mires
más, pobrecita!
La niña se quedó sin saber qué decir ni qué hacer.
-Entiendo que te sientas mal cuando te ves así el espejo, cariño. Pero
no te preocupes, ¿de acuerdo? Algún día serás tan fea y mala como el
que más. Mientras tanto, suénate, feíta.
La Zarpas le ofreció su manga roñosa. Entonces Fina no supo si
vomitar por el asco que sentía o ponerse a llorar. Si rompía a llorar,
no sería por el rechazo de los demás, que le daba igual, al fin y al
cabo.
Fina hubiera querido saber por qué era la rara en aquel mundo que le
había tocado vivir.
Fina se llamaba, se llama, por cierto, Fina Asusta Oscuro.