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Cat D´Arossi
Entre Napoleón
y los tulipanes
¿Existe la felicidad?
Título Original: Entre Napoleón y los tulipanes
© Cat D´Arossi 2010
catdarossi@hotmail.com
© Todos los derechos reservados.Esta publicación no puede ser
reproducida, ni en todo ni en parte, registrada o transmitida por un sistema
de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea
mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia
o cualquier otro, sin el permiso previo, por escrito, del autor.
Para:
Rebeca y Ana, quienes comenzaron el círculo.
Yolanda y Tamara, quienes le dieron forma.
Camilla, Marina y François, quienes lo completaron.
Porque los amigos son la familia que nos permitimos elegir,
este libro va dedicado a ustedes,
y a todos los quetzales que me enseñaron a volar.
Querido lector:
En tus manos, posees un trozo de mí.
De lo que fui, de lo que soy y de lo que espero ser.
Cat D´Arossi
“No ser nadie, sino tú mismo,
en un mundo que está haciendo todo lo posible,
día y noche,
para que seas alguien distinto,
significa luchar la batalla más difícil
que cualquier ser humano pueda enfrentar
y nunca detenerse”
Edward Estlin Cummings
∞
Primera Parte
∞
14
Uno
“He cometido el peor pecado que una persona puede cometer.
No he sido feliz”
Jorge Luis Borges
equeñas gotas de sudor frío se deslizan por mi sien, se escurren
a lo largo de mis pómulos y caen sobre el cuero negro del sofá,
estrellándose contra él como la lluvia en el asfalto.
Jugueteo con los pulgares y agito una pierna impacientemente,
mientras remuerdo mis labios carmesí, haciéndolos lucir blancos.
Tengo una extraña sensación de incomodidad, no sé si sea porque
estoy en medio de tres individuos que me aplastan las costillas o
porque estoy nerviosa. Creo que es un poco de ambas. Después de
todo, jamás imaginé encontrarme en una situación como esta:
compartiendo el sofá con tres inadaptados sociales y frente a una
psicóloga que no deja de tomar apuntes en su libreta marrón.
Me siento estudiada, como un gorila verde encerrado en una jaula.
El tipo que está a mi izquierda no ha parado de hablar en los últimos
veinte minutos. Podría levantarme en este preciso instante para
taparle la boca con sus calzoncillos y creo todos me darían las
gracias, en especial la adolescente gótica que está sentada a un
extremo del sofá. Ella sí que quiere mandarlo al diablo…
P
15
Bostezo con disimulo. Mi brazo derecho empieza a entumecerse, lo
movería, pero los enormes senos de la mujer que está junto a mí me
lo impiden.
– … y, entonces, le pregunté: ¿Qué pasa, Yasmin? ¿Por qué
estás evitándome? Y ella dijo: no estoy evitándote,es solo
que no aguanto tener una conversación contigo. ¿Pueden
creerlo? Digo, sé que tengo un pequeño problema para
controlar mi lengua, pero ella debería entenderlo. Creí que
había una chispa entre nosotros…
Sí, mi brazo derecho no puede moverse, pero mi izquierdo está,
realmente, considerando la posibilidad de callar a ese tipo con un
buen golpe.
– … puedo soportar que no esté interesada en salir conmigo,
pero ¿qué tiene Barry, del Departamento de Archivos, que
no tenga yo? –
No conozco a Barry, pero, si tuviera que elegir entre él y un
papagayo con forma humana, no sólo me quedaría con Barry, sino
que lucharía por él como una tigresa en celo.
– Algo me dice que están teniendo amoríos en el trabajo, y eso
va en contra del código laboral…
– ¡De acuerdo,Ted! – exclama la doctora Scheffer,alzando la
voz con autoridad – Has llenado tu espacio de veinte
minutos, continuaremos en la próxima sesión…
Dios bendiga los límites de tiempo de los loqueros.
16
– … quiero que sigas practicando los ejercicios de autocontrol
que te enseñé la semana pasada. ¿Está bien?–
Ted mueve la cabeza de arriba a abajo. Por su semblante de
pesadumbre, deduzco que aún tenía muchas cosas que contarnos
sobre su miserable existencia.
– Excelente. Ahora, es el turno de nuestra nueva participante:
Helena –
Doy un respingo de alarma. La doctora Scheffer me observa con
total atención, como si esperase que yo le contara el verdadero
motivo por el cual la gallina cruzó la calle.
– ¿Qué te trae a nuestra terapia grupal de autoayuda? –
Me rehúso a contestar. No por carecer de respuesta,sino porque aún
no estoy segura de que mi problema sea,en realidad, un problema.
– Comencemos por lo básico – continúa ella, al notar mi
escasa voluntad de romper el hielo – ¿Cómo fue tu
infancia?–
¿Mi infancia? Fue tan buena que me parece mala.
– Bastante normal, creo yo –
– Adelante –
– Mis padres me enviaron a la escuela más costosa de la
ciudad. Querían que me codeara con niños adinerados…
– Prosigue –
– Cuando cumplí los 16, mi madre quiso enviarme a un
internado agustino en París… aunque yo deseaba ir a
Londres –
17
Detengo el relato para dejar escapar un disimulado suspiro de
lamento. Londres. El Big Ben… el London Eye… los soldados que
no pueden moverse…
– ¿Y qué sucedió? – pregunta la doctora Scheffer,curiosa ante
mi silencio.
– Lo que suele suceder cuando no se es huérfano – respondo,
en tono sarcástico.
La mujer ignora mi chiste y toma apunte en su libreta. ¿Acaso no
tiene sentido del humor?
– ¿Cómo fue tu vida en ese colegio? –
Una vez más, permanezco callada. Los Campos Elíseos… el Arco
del Triunfo… las excursiones a la Catedralde Notre Dame… los 175
actos que, según el padre François, son pecado, y otras 80
excursiones a la Catedral… ¡Voilá la France!
– No puedo quejarme –
Vuelve a tomar nota. ¿Habrá notado que estoy mintiendo?
No creo. Es psicóloga, no consultante del tarot.
– ¿Y a qué te dedicas? – indaga, aumentando su interés.
– Soy subastadora –
– ¡Oh, subastadora! ¿Cómo va eso? –
– Muy bien… bien… creo –
Por tercera vez,la mujer posa el bolígrafo sobre el papel.
Me inquieta el hecho de que esté analizándome; por lo general, soy
yo quien disfruta analizando a los demás.
– ¿Qué me dices de tu familia? ¿Cómo son ellos? –
18
– ¿Mi familia? Pues…
Dudo. En 20 años, jamás he podido hallar la descripción adecuada;
todas son demasiado benévolas.
– Mi abuelo es subastador retirado, al igual que mi padre –
– ¡Ah, es una tradición familiar! –
– Algo así –
– Ya veo. ¿Qué hay de tu madre? –
¿Mamá? Es la encargada de invertir el dinero.
– No trabaja –
… Al menos que pueda considerarse un trabajo el despilfarrar los
ingresos monetarios…
– ¿Ama de casa? –
– Definitivamente –
La doctora Scheffer acomoda la espalda en el reclinar del asiento.
– ¿Y qué tal el plano amoroso? –
– Bueno… salgo con alguien hace un par de meses –
– Háblame al respecto –
¿Que hable de mi vida sentimental? ¿Es eso necesario?
– Su nombre es Patrick –
– Continúa…
Continúa.Prosigue. ¿Qué me cuentas de eso? ¿Qué hay de aquello?
¿Es lo único que esa mujer sabe decir?
Mi concepción de la psicología acaba de ser cruelmente violada por
el interrogatorio simplón del que soy objeto.
– Es empresario. Su familia tiene una cadena de hoteles…
19
– ¿Patrick Watson - Creek? ¡Oh,eres Helena Fakker! –
¡Magnífico! Ahora, mi nombre aparecerá en la portada de Magazine
Gossip con la doctora Scheffer dando testimonio de la inestabilidad
emocional que me condujo a su terapia.
Creo que necesitaré un abogado.
– Sí – respondo, entre dientes, apesadumbrada por mi falta de
reserva.
Un momento; para algo ha de servir el contrato de confidencialidad.
Al fin y al cabo, las terapias con los loqueros son como las
confesiones sacramentales,y se supone que ningún religioso debe
andar por ahí, contando tus pecados a diestra y siniestra…
– ¿Y cómo va su relación? –
– Eh… ¡bien! Muy bien. Patrick es… maravilloso –
La doctora Scheffer vuelve a tomar nota. Quisiera saber qué tanto ha
podido discurrir sobre mí con ese incómodo método inquisitivo.
– Creo que ya han sido suficientes preguntas, Helena. Ahora,
quiero que nos cuentes por qué estás aquí –
Inclino la mirada, no para huir de su pregunta, sino de la inminente
respuesta.
El ocaso abraza el cielo con osadía, puedo saberlo porque se filtra el
matiz naranja por la ventana de cristal. El suelo se pinta con el
reflejo de la tarde… esa tarde que siempre enfría mi alma,
convirtiéndola en toneladas de hielo que se desprenden y van a dar a
la boca de mi estómago.
20
Un molesto nudo se forma en mi garganta y la aprisiona, como
aquellos tediosos nubarrones de invierno que enclaustran al sol
detrás de sus cuerpos etéreos. Comienza a emerger esa insoluble
tristeza, de la nada, y se aferra a mi pecho, como una dolorosa
enredadera de espinas.
Estoy aquí porque algo me falta. Cada noche, el sueño se rehúsa a
envolver mis ojos. Doy giros desesperados y exhaustivos sobre la
cama,tratando de hallar un rincón donde no me sienta sola.
Los días han comenzado a parecerme monótonos y deprimentes…
iguales, unos a otros. Intento ignorar esta nostalgia sin fundamento,
pero, cada vez que trato de contenerla, el frágil manto de mi corazón
se desgarra y gotas de rocío lastimero se cobijan sobre mis párpados.
No soy feliz, y a eso se resume mi presencia en este acogedor
consultorio de Manhattan...
El súbito timbre del teléfono móvil me pone los nervios de punta.
Parpadeo repetidamente y sacudo la cabeza,queriendo volver a la
realidad.
– Lo siento, olvidé apagarlo – me excuso, mientras intento
hallar el móvil en el interior de mi bolso negro.
Mi mano se topa con la chequera,el monedero y las tarjetas de
crédito, antes de encontrar el teléfono entre las llaves del auto y el
espejo de bolsillo.
El identificador de llamadas me causa estremecimiento. Ojeo mi
reloj de pulso… ¡llevo media hora de atraso! Me disculpo con la
doctora Scheffer y le digo que regresaré en otra ocasión, lo cual,
21
probablemente, no haga, ya que no pienso pagar para que una mujer
me interrogue como si fuese sospechosa de un crimen.
Salgo del consultorio, reprendiéndome a mí misma por haber
perdido el tiempo de una manera tan tonta. ¿Acaso he olvidado que
soy una adulta racional y que, por ende, la felicidad no es más que
un tabú? ¿Cómo se me pudo ocurrir sentarme junto a cuatro
desconocidos para compartir mis inquietudes sobre la vida?
Y pensar que todo este embrollo surgió por un escrito del siglo
pasado…
Felicidad. ¡Joder! ¿En qué estaba pensando cuando me pregunté si
era feliz? Cualquier persona con dos dedos de frente que quiera
mantener el balance emocional de su vida, sabe que no debe
preguntarse tal barbaridad.
Yo soy una persona con dos dedos de frente… o lo era,hasta que me
topé con una dichosa carta atribuida a Borges. Y digo dichosa en
sentido irónico.
Pienso que nadie debería escribir semejante cosa y hacerla pública,
de manera que no apruebo a Borges, por el contrario, condeno su
revelador manuscrito como algo sumamente perjudicial para los que
preferimos vivir en la ignorancia supina, respetando las normas de la
sociedad y manteniendo una buena conducta estereotípica.
¿Qué hay de malo en hacer lo que todo el mundo hace? Poner el
trabajo y, por ende, al dinero, en primer plano. Dejar a los amigos y
al amor de último, porque son como el viento: vienen y van…
22
¿Qué hay de malo en querer tener las cosas bajo control? No salir sin
haber revisado el pronóstico del clima, por ejemplo.
Creo que Borges no tenía idea de lo que hablaba. Era un anciano
próximo a su muerte, deliraba, eso es todo.
Si pudiera vivirnuevamente mi vida, en la próxima, trataría de
cometer más errores. No intentaría ser tan perfecto, me relajaría
más. Sería más tonto de lo que he sido, de hecho, tomaría muy pocas
cosas con seriedad... Correría más riesgos, haría más viajes,
contemplaría más atardeceres,subiría más montañas, nadaría más
ríos. Iría a lugares a donde nunca he ido…
Tendría más problemasreales y menosimaginarios.
Yo fui una de esas personasque vivió con sensatez cada minuto de
su vida. Claro que tuve momentos de alegría, pero,si pudiera volver
atrás, intentaría tener, solamente, buenos momentos. Porsi no lo
saben, de eso está hecha la vida: sólo de momentos. No te pierdas el
ahora.
Yo era uno de esos que nunca iba a ninguna parte sin un
termómetro, una bolsa de agua caliente, un paraguas y un
paracaídas. Si pudiera volvera vivir, viajaría más liviano.
Si pudiera volver a vivir,comenzaría a andar descalzo a principios
de la primavera y seguiría descalzo hasta concluir el otoño.
Contemplaría más amaneceres y jugaría con más niños, si tuviera,
otra vez, vida por delante…
Pero ya ven, tengo 85 años,y sé que me estoy muriendo.
23
ajo del auto, aseguro la puerta y cruzo la calle a paso rápido.
Me detengo unos instantes para admirar el impetuoso letrero
que se levanta sobre la marquesina.
Casa de Subastas Fakker
No dice Casa de SubastasHelena, de modo que no me pertenece.
No es mi esencia lo que me mantiene atada a ella, sino mi apellido.
Cruzo el umbral de la puerta, atravieso el recibidor y entro al
auditorio; no hay un solo espacio libre en las quince hileras de
butacas. Noto que algunas personas murmuran entre sí al verme
llegar, supongo que critican mi demora. Es lo que mejor se les da:
criticar.
– Lo siento, se me hizo tarde –
– Hola, cariño –
Patrick se inclina para darme un beso. Han pasado varios meses y,
aun así, no termino de acostumbrarme a él…
– Espero que tengas una buena excusa –
La voz de mi madre posee un incómodo tono de hosquedad.
No tengo intenciones de contar a nadie sobre mi visita a la doctora
Scheffer,así que miento diciendo que el tráfico era una locura.
– ¿El tráfico te detuvo una hora? Eso no tiene sentido, vivimos
a quince minutos de aquí…
B
24
Maldición. Mi coartada acaba de ser desmantelada.
– También hubo un accidente –
– ¿Qué clase de accidente? –
– Un auto arrolló a una cebra –
Maldición. Mi nueva cortada es tan estúpida…
– ¿Cebra? ¡Pero elzoológico está del otro lado de la ciudad! –
¿Por qué dije cebra? Ovni hubiese sido más creíble.
El abuelo me observa con suspicacia, pero no hace comentarios.
Sospecho que me someterá a un interrogatorio profundo en cuanto
tenga la oportunidad. Mi madre ladea la cabeza con desaprobación,
es evidente que no cree ni media palabra de lo que he dicho.
– No hay tiempo para discusiones ridículas – interviene papá,
como por encargo divino – 45 minutos de atraso, es más que
suficiente. Helena, sube a la tarima y comienza con la
subasta…
Helena, haz esto y haz aquello. Es tu deber, tu responsabilidad,
aunque no hayas movido un dedo para adquirirla y aunque no
tengas el mínimo interés en llevarla a cabo.
¿Londres? ¿Para qué quieres ir a Londres? ¡Francia es la cuna del
pensamiento moderno!Montesquieu, Diderot, Voltaire,todos eran
franceses. ¡Tu madre es francesa!Irás a París.
¿Estudiar dibujo? No lo necesitas.Tu deber es hacerte cargo del
negocio familiar…
25
Antes de cumplir los 17, ya había hecho un doloroso descubrimiento
en mi vida: mi futuro estaba planeado y poco importaba mi voluntad.
Londres fue tirado a la basura como un trapo viejo. Obviamente, le
eché la culpa a Montesquieu y a sus amigos enciclopedistas.
Mi empleo, la profesión que ejercería hasta llegada la vejez, había
sido escogido sin mi consentimiento. Opté por culpar al abuelo de
mi abuelo y a su maldito sueño de tener una casa de subastas.
Está en la naturaleza humana el querer buscar culpables, nos alivia
saber que la responsabilidad no recae sobre nosotros…
Alea iacta est. La suerte estaba echada,y no había nada que yo
pudiera hacer alrespecto. ¿Rebelarme? Jamás habría sido capaz de
hacerlo, mi familia había invertido mucho dinero en mi educación y
yo sentía la necesidad de corresponderles.
Sí, lo sé… tener conciencia es un asco.
En fin. Me dejé esclavizar y opté por afiliarme a la política del
hombre de las cavernas: vivo atado de manos y pies en la oscuridad
de una cueva, no conozco el fuego y no tengo interés en hacerlo. Me
conformo con lo que tengo a mano, no intento ver más allá de lo
debido, porque sé que la luz lastimaría mis ojos. No hago preguntas
ni analizo mi existencia. Simplemente, estoy aquí. Observo lo que se
me es permitido y sigo el ejemplo de mis compañeros, quienes
nunca se quejan por no poder salir al exterior.
Soy un esclavo satisfecho.
Eso, hasta que apareció Borges…
26
– Lote n° 225. Primera carta de Napoleón a Josephine.
Despierto lleno de pensamientos sobre ti. Tu retrato y la
intoxicada tarde que pasamosayer, han dejado mis sentidos
en la agitación. ¡Dulce, incomparable Josephine, qué efecto
extraño tienes en mi corazón!¿Estásenojada? ¿Veo tu
mirada triste? ¿Estáspreocupada? Mi alma duele de pena,
y no puede haberdescanso para ti, amada. Pero, ¿todavía
hay más guardado para mí, cuando,rendido a los
sentimientos profundos que me abruman, dibujo desde tus
labios, desde tu corazón,un amorque me consume con
fuego? –
Hago una pausa y elevo la mirada, sólo para darme cuenta de que el
auditorio entero tiene los ojos puestos en mí.
– La subasta abre con una oferta de 100 mil – anuncio,
afanada por deshacerme de la incómoda sensación que me
produce el tener cientos de miradas apuntándome.
Un sonoro cuchicheo se apodera de la sala. La esposa del senador
Jones le susurra algo; el hombre se limita a observarla con el rabillo
del ojo, mientras gira el tronco para echar un vistazo al auditorio.
Nadie ha levantado la mano. Su mujer le da un codazo en la costilla,
haciéndolo sobresaltarse. Él la mira con nerviosismo. En su mano
derecha,sostiene un cartelcon el número 484. Comienza a erguir el
brazo…
– ¡100 mil! – exclama un sujeto regordete, sentado en la parte
trasera delsalón.
27
El peluquín falso, las gafas cuadradas,elbigote abundante… es
Lipin Coles, uno de los empresarios más reconocidos del país. Tiene
fama de ser un excéntrico irremediable.
– El señor Coles ofrece 100 mil, ¿alguien está dispuesto a
superarlo? – cuestiono, mirando de reojo al senador Jones.
El pobre parece estar siendo reprendido por su esposa, ya que se
estremece cada vez que ésta se inclina sobre su oído para
murmurarle.
El cuchicheo persiste.
– ¡170 mil! –
Un hombre vestido de vaquero, levanta el número 315 y lo agita con
efusividad.
– Esa es una oferta muy decente,señor – comento, a manera
de cumplido.
El vaquero sonríe con una pizca de arrogancia y le dirige una mirada
desafiante a Lipin Coles. El empresario le devuelve el gesto.
Las cosas van a ponerse feas…
– ¡200 mil! –
El senador Jones intenta secar elsudor de su frente con la manga del
saco,mientras mantiene el brazo levantado con el número 484.
– ¡225 mil! – vocifera un hombre calvo, en la tercera fila.
– ¡240 mil! – riñe una mujer pelirroja, sentada junto a la
primera dama.
El farfullo consume el auditorio. Lipin Coles frunce el entrecejo con
inquietud; el vaquero le da un golpecito al borde de su sombrero
28
blanco, y, en la segunda fila, el senador discute en voz baja con
Marta Jones.
Me pregunto qué ha traído a esta gente a la subasta de hoy… a la de
hace una semana… tres meses… ¡a las subastas de los últimos 10
años! ¿Qué satisfacción puede brindarles el invertir su dinero en este
tipo de cosas?
Puedo entender el consumismo tecnológico, los vicios, las apuestas.
Incluso, puedo justificar la prostitución como la necesidad que tiene
el hombre de recibir afecto, pero ¿subastas? ¿Qué clase de persona
gasta miles de dólares en algo que sólo servirá para adornar su sala?
El inconfundible siseo de la puerta me hace levantar la vista. Una
desconocida acaba de entrar al salón; de espaldas, intenta ajustar el
cerrojo sin hacer ruido. No puedo ver su cara,pero tiene un hermoso
cabello azabache,largo y liso, que se agita mientras gira la
cerradura.
Da media vuelta, y nuestras miradas chocan entre sí con tal
intensidad que percibo un efímero fulgor consumiéndome los ojos…
– ¡270 mil! –
La voz de Lipin Coles me parece distante y vaga, como un
pensamiento olvidado que no me molesto en escuchar. Siento que mi
conciencia es arrancada súbitamente y contenida en ese inexplicable
cruce de sentidos.
– ¡300 mil! –
El resto del mundo ha dejado de importarme. ¡Ya ni siquiera sé si
estoy despierta! Una profunda calidez me abraza el pecho, como la
29
acogedora toga del alba que consume el frío de la noche. De pronto,
ella pestañea,y, apartando su mirada de la mía, camina tras la última
hilera de asientos, donde no puedo verla.
– ¡350 mil! –
Mi frágil mente es arrastrada con violencia de vuelta a la subasta. La
realidad me abruma. Ladeo la cabeza disimuladamente; mis ojos se
niegan a dejar de buscarla…
– ¡500 mil! –
El vaquero agita su brazo con desesperación. Tiene semblante de
angustia y su cara luce sudorosa. Me observa de manera suplicante,
mientras sacude el cartel315 sobre su cabeza.
Miro a Lipin Coles; el tono rojizo de sus pómulos y el entrecejo
fruncido con aire malhumorado, me hacen suponer que no tiene una
oferta mejor que la de su rival.
– ¡500 mil a la una, a las dos…! –
– ¡785 mil! –
Un inesperado bramido proveniente de la segunda fila, me
interrumpe en el último instante. ¿Dijo 785 mil? No puedo evitar que
una expresión de pasmo se dibuje en mi rostro.
La señora Jones sujeta con fuerza el brazo de su marido,
manteniéndolo en el aire. Por un momento, tengo la impresión de
que el senador está siendo manipulado.
La multitud enloquece. El vaquero baja su cartely, quitándose el
sombrero, se recuesta alasiento con resignación.
30
– ¡785 mil a la una, a las dos, y a las tres! Primera carta de
Napoleón a Josephine, vendida al senador Jones… y a su
esposa.
31
Dos
¡Qué cosa tan extraña es la felicidad! Nadie sabe por dónde, ni
cómo, ni cuándo llega. Y llega por caminos invisibles, a veces
cuando ya no se le aguarda.
Henrik Johan Ibsen
i mundo ha sido ineludiblemente alterado. La notable
felicidad que consume a la señora Jones, el pálido
semblante de su marido, la frustración que invade al vaquero, el
enfado que Lipin Coles desborda con refunfuños… todo me parece
ajeno, apartado y ambiguo.
Sin saber por qué, la busco entre la multitud. Un incontrolable
desasosiego por hallar su mirada, perturba mi respiración. Nada de
esto tiene sentido…
– ¡Helena! –
La voz de mi madre me hace recuperar la consciencia. La veo
haciéndome señas para que deje la tarima. ¿Por qué sigo en la
tarima?
– Estuviste maravillosa – exclama el abuelo, haciéndome un
gesto de cariño en la mejilla.
Me limito a sonreírle.
– ¡Helena! –
M
32
Doy media vuelta. Una mujer esbelta, de labios carnosos y brillante
pelo negro se aproxima con aire malicioso. Viste un traje carmesí, de
escote provocador.
Conozco esa mirada de suspicacia intimidante, y nunca me ha
agradado…
– Betty Tale – saludo, aparentando cortesía.
– Debo felicitarte por tu lectura, fue… inspiradora –
Noto una pizca de ironía en su comentario, pero, por el bien de las
dos, fingiré demencia.
– Gracias –
– Betty, querida, estás radiante – mi madre la saluda con ese
presuntuoso beso europeo que siempre me hace dudar de mi
posición geográfica - ¿Quién ha diseñado tu vestido? –
– ¿Quién va a ser? Filipo –
– Lo supuse, tiene el porte Materazzo -
Dios las crea y ellas se juntan.
– Dime, Helena ¿qué se siente estar en el quinto lugar? –
– ¿Quinto lugar? –
– Deberías leer las revistas locales más a menudo. Patrick y tú
ocupan la quinta posición en la lista de parejas con mejor
trasfondo económico –
Así que ahora nos galardonan por tener dinero y asistir a eventos
sociales tomados de la mano…
¿Qué se supone que debo hacer,brincar sobre una pierna?
– Fantástico – ironizo, levantando las cejas.
33
– Me preguntaba si no te molesta concederme una entrevista -
No, no me molesta. De hecho, me hastía.
– Sería un honor – mascullo, haciendo un esfuerzo por colocar
mi educación de antemano.
– ¡Magnífico! ¿Dónde está tu novio? –
Giro la cabeza de un lado a otro. Acabo de darme cuenta de que
Patrick no está.
– Dijo que volvería pronto. Espera un rato – sugiere mi madre.
Odio cuando hace sugerencias,en especial, porque yo termino
afectada.
– Lo haría si pudiera – Betty ojea su reloj – pero tengo un
compromiso dentro de media hora. ¿Te parece silo dejamos
para otro día? –
– ¡Por supuesto! –
Una mueca de recelo en la cara de mi madre, me hace sospechar que
mi alegría es evidente.
– Nadine, te veo en el salón de belleza… o en el spa –
El doble beso vuelve a repetirse y, dando media vuelta, Betty Tale se
marcha.
¡Qué alivio me da ver su petulante existencia alejándose de mí!
Las carcajadas de Marta Jones resuenan en la entrada del auditorio.
Parece jactarse delcuadro con marco plateado que lleva entre las
manos. ¡Ahí va el nuevo utensilio decorativo de la esposa del
senador! Seguramente, lo colocará en la sala, cerca del vestíbulo,
34
para que todo el que llegue de visita se revuelque de envidia al
verlo…
– Menos mal que siguen aquí –
La voz de Patrick resuena a mis espaldas. De haber aparecido diez
segundos antes, me habría visto obligada a responder las incómodas
preguntas de la señorita Tale.
¡Bendito sea el hombre que inventó el reloj! ¿O debería bendecir a
Dios, por inventar el tiempo?
Doy media vuelta… La vida se detiene ante mis ojos.
El hermoso resplandor de sus pupilas, sumerge mi mundo en un
dulce delirio de irrealidad. Ahí está ella, mirándome fijamente, como
si supiera que, por alguna razón, inquieta mi universo.
– Helena, te presento a Sophie. Mi prima –
– Es un placer conocerte –
Ella sonríe con dulzura y extiende la mano derecha.
– Encantada – respondo, tratando de ocultar mi perplejidad.
Nos damos un ligero apretón de manos. Su piel acaricia mi muñeca
suavemente, y, en un delicado desliz, nuestros dedos se entrelazan
provocando tal calidez que mis latidos se descontrolan.
– Ellos son Harold y Nadine Fakker. Les presento a mi
prima…
He dejado de pensar; mi realidad está contenida en su presencia. El
hermoso cabello azabache que brilla con las luces del salón, la tierna
sonrisa que remarca sus pómulos color rosa, las dos estrellas verde
oscuro que tiene por ojos y que me desnudan el alma con lentitud…
35
– El señor Abraham Fakker –
– ¡Ah, pero todos me llaman Apu! –
Parpadeo una y otra vez, en un tenue esfuerzo por reprimir las
emociones que se desbordan dentro de mí.
– Sophie es la hija de mi tío Charles, el encargado de los
hoteles en Inglaterra… lo cual explica el apretón de manos –
– ¿No crees que es demasiado pronto para comenzar con tu
crítica a la reserva inglesa? – le cuestiona ella, entre dientes.
– No – responde Patrick, en tono juguetón.
– ¿Así que has venido desde Gran Bretaña? – la faceta
inquisitiva de mi madre, cobra vida.
– Sí. De hecho, fue algo de último momento: era mi padre
quien debía venir a la reunión de junta directiva, pero surgió
un imprevisto y me ha pedido que le reemplace…
¿Qué está pasándome? ¿Por qué me resulta tan inquietante su
mirada? ¿Y qué es ese aroma que emana de su cuerpo, parecido al
perfume de la brisa primaveral?
– Debiste avisarme que llegarías hoy. Habría ido por ti al
aeropuerto –
– No hacía falta, conozco la ciudad –
– Es tu primera vez en Nueva York –
– Sí, pero me gusta leer los folletos turísticos…
Sophie me sonríe con ternura. Le devuelvo el gesto, aunque con algo
de timidez.
36
– ¿Y cuánto tiempo te quedarás? – inquiere mi padre,
acomodándose la corbata.
– Sólo un par de días. Tengo que volver a Londres el domingo
por la tarde, de modo que, Patrick, tienes poco tiempo para
mostrarme el sueño americano –
– ¡Puf! Ésta vez tendré que fallarte. Mañana temprano viajo a
Tokio, para cerrar eltrato con Harusame –
– ¿Hablas en serio? –
Patrick asiente. Sophie deja escapar un bufido de decepción.
– ¿Entonces tendré que pasar toda una semana dando vueltas
en el lobby del hotel? –
– Lo siento, cariño. Aunque…
¿Han sentido esa misteriosa presión que suele sentirse cuando
estamos convencidos de que van a pedirnos un favor?
– … Helena conoce toda la ciudad, estoy seguro de que le
encantaría darte un recorrido. ¿Cierto, linda? –
El corazón me da un vuelco. Su mirada vuelve a desviarse hacia mí,
atrapándome en un perturbado mar de emociones que torna violentos
mis latidos.
Un cosquilleo me recorre el cuerpo, haciéndome dar un salto que
procuro disimular.
– Eh… bueno… yo… – balbuceo.
– Podrían ir al MET – sugiere Patrick, rodeándome los
hombros con un brazo.
37
La sensación de su mano frotando mi piel, me resulta algo
incómoda.
– Tu prima sólo tiene un par de días para conocer Nueva
York, no creo que quiera perder el tiempo en un museo…
– De hecho – interviene ella, entrecerrando los ojos con una
pizca de provocación – Adoro los museos…
Infinitas gotas de agua se deslizan, suavemente, en la cristalina
ventana de mi habitación. La primera lluvia del año ha ocultado las
estrellas con lúgubres cortinas grises, que se alzan, tiranas, en el
firmamento. Detesto las noches frías, que, en su despiadado afán por
entumecer mi cuerpo, me hacen recordar que no hay nadie junto a mí
para abrigarme.
Siempre he tenido problemas para dormir. Miedo, tal vez. No a la
oscuridad de la noche, sino a la de mi alma.
Sí, a mi alma, como suele pasarle a todos los adultos cuando llegan a
la madurez y se dan cuenta de que no pueden seguir ahogando la voz
de sus corazones con tal de seguir los consejos de la razón.
Porque una cosa es hacer lo correcto y, otra, hacer lo normal. Yo,
por ejemplo, he llevado una vida normal, pero completamente
incorrecta. Y sí, estoy al tanto de mi error, pero una cosa es saberlo
y, otra, querer corregirlo.
38
La lluvia se hace cada vez más intensa, reflejándose el parpadeo de
los relámpagos en la nítida alfombra del dormitorio. Doy vueltas
sobre la cama, de un lado a otro, intentando sofocar la cotidiana
nostalgia que me mantiene en vela.
Mi recámara acostumbra ser más solitaria por las noches, cuando la
penumbra me obliga a convivir conmigo misma, sin poder
refugiarme en la calidez del balcón. Y, cuando a tal desgracia me
veo sujeta, es decir, cuando debo estar a solas con mi moribundo yo
interno, sólo hay algo que logra apaciguar la desgraciada sensación
de amargura que me consume: Napoleón.
No, no son delirios de una mente perturbada por el poco dormir y el
mucho pensar. Son las cartas de Napoleón a su amada Josephine el
único abrigo que me resguarda de la tormenta.
Enderezándome poco a poco, extiendo el brazo para encender la
lamparilla. Tomo el libro de solapa gris que yace inánime sobre la
repisa, y lo abro en la tercera página.
39
Italia, 1796
No he pasado un día sin amarte; no he pasado una noche sin
estrecharte en mis brazos; no he tomado una taza de té sin maldecir
la gloria y la ambición,que me tienen alejado del alma de mi vida.
En medio de las tareas, a la cabeza de las tropas, al recorrerlos
campos, mi adorable Josephine está sola en mi corazón, ocupa mi
espíritu, absorbe mi pensamiento.Si me alejo de ti con la rapidez de
la corriente del Ródano,es para volver a verte más pronto. Si, en
plena noche, me levanto para trabajar,es porque ello puede
adelantar, en algunosdías,la llegada de mi dulce amiga…
Adiós, mujer, tormento, dicha, esperanza y alma de mi vida, que
amo, que temo, que me inspira sentimientos tiernos que me llaman a
la naturaleza y movimientos impetuosos tan volcánicoscomo el
trueno. Yo no te pido amor eterno ni fidelidad, sino, simplemente,la
verdad… franqueza ilimitada. El día que me digas - te amo menos -
será el último día de mi amor, o el último de mi vida.
Napoleón
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l mundo está sumido en la perdición. ¡No deberían
publicar este tipo de cosas en los medios! – se queja
mi madre, indignada.
En la mano derecha,sostiene la portada del News Follower, uno de
los periódicos más leídos de la ciudad.
– Es lo que llaman libre albedrío – justifica Apu, con aquella
inmutable serenidad.
– Yo lo llamo pecado –
– Nadine tiene razón, papá. No hay excusa para las
aberraciones –
– Aberración es una palabra muy fuerte – replica el abuelo.
– ¡Es una ofensa para Dios! ¿Cómo quiere que lo llamemos? -
– Modernismo –
Mi madre deja caer el periódico sobre la mesa. Finalmente, luego de
10 minutos presenciando la misma discusión, logro ver la portada
del tabloide: Aprueban matrimonio homosexual en el estado de
California.
– Harold, tu padre está endemoniado –
– Mi padre no está endemoniado –
– ¡No estoy endemoniado! –
– ¡Entonces deje de decir blasfemias! –
– Blasfemia también es una palabra muy fuerte –
– E
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– Ya es suficiente, los dos – gruñe mi padre – ¿Qué no
podemos desayunar tranquilamente? –
– Helena, dile a tu abuelo lo errado que está – refunfuña
Nadine Fakker, en un tono lo suficientemente agresivo como
para hacerme entender que debo apoyar su posición.
– Papá,¿podrías revisar el…?
– Soleado –
– ¿Y en la tabla de…?
– Los Yankees –
– ¿Qué hay de…?
– ¡Helena! –
Doy un respingo y vuelvo los ojos hacia la mujer que me dio la vida.
Tal parece que fingir sordera, en esta ocasión, no es una alternativa
viable.
– La biblia dice que es pecado, Apu – murmuro, al caer en
cuenta de que es imposible rehuir el asunto.
Odio tener que darle la razón a mi madre, pero es la única manera de
ahorrarme una agobiante perorata sobre la voluntad divina. La
meteoróloga del News Follower ha pronosticado un hermoso día de
sol y los Yankees van ganando la serie; haré lo que sea para defender
este corto momento de paz espiritual.
Mamá le dirige al abuelo una mirada triunfante. Parece quedar
satisfecha con mis palabras, puesto que da el diálogo por terminado
y abre su tema preferido: la vida ajena.
– El hijo del senador Jones acaba de comprometerse –
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– ¡Ya era hora! Un hombre de su edad que aún vive en casa de
sus padres, no es bien visto –
– Que sea hombre no tiene nada que ver, Harold. También
aplica a las mujeres –
Su comentario cae sobre mí como un balde de agua fría, haciendo
que me atragante con el zumo de naranja.
¿Es mi imaginación o pretender insinuar algo? ¡Adiós, paz
espiritual!
– Patrick es un caballero, como pocos. No se me ocurre un
mejor partido. ¡Estela! –
– Bueno, debo admitir que me agrada. Parece un hombre
decente – corrobora papá.
– ¿Qué opinas, Helena? Si él tuviera intenciones de casarse
contigo, aceptarías sin pensarlo, ¿no es cierto? –
– No sé si esté preparada para casarme…
– ¡Pero por supuesto que estás preparada,tienes 30 años! No
pensarás quedarte soltera… No, eso ni en broma. ¿Qué diría
la gente? ¡La prensa nos destrozaría! –
– Nadine, no exageres – espeta mi padre,sin apartar la mirada
de la sección de economía.
– ¿Quién exagera? Yo no exagero. Esos columnistas
difamadores que trabajan en los periódicos locales, no
dejarían pasar la oportunidad para escribir atrocidades sobre
nosotros. ¿O has olvidado la humillación que tuvo que
soportar Mary Eth Albright? ¡Estela! –
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– Lo que le pasó a la señorita Albright, fue lamentable –
murmura Apu.
– ¿Lamentable? ¡Fue humillante! No la culpo por haberse
mudado a las Islas Canarias. ¡Estela! –
– ¿Madame? –
– Tuve que llamar tres veces –
– Disculpe, Madame,pero…
– Mi té adelgazante y mis barras de avellana –
– En seguida –
Estela sale del comedor a la velocidad del rayo. No deja de
sorprenderme su fortaleza para aguantar semejantes atropellos día
tras día.
– ¿Ves a lo que me refiero, Helena? – exclama mi madre,
haciendo un ademán despectivo – Un buen matrimonio pudo
haber salvado a nuestra mucama de tener que limpiar
inodoros para sobrevivir –
Cambio de emisora y me encuentro con una vieja canción de Los
Beatles: la vida es la serie de cosasque van sucediendo cuando
estás ocupado haciendo otros planes…
Estaría de acuerdo con ellos, de no ser porque, indudablemente, me
hizo falta hacer más planes.
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Tengo 30 años y he llegado a un punto en el cual no sé en qué punto
estoy. Mi vida se ha convertido en una sarcástica paráfrasis de la
Divina Comedia: a mitad del camino, en una selva oscura me
encontraba, porque mi ruta había extraviado… Yo no sé repetir
cómo entré en ella,pues dormido me hallaba en el punto que
abandoné la senda verdadera.
¿A qué se refería Dante? ¿A un turista europeo extraviado en un
oscuro callejón de Brooklyn, o a un hombre extraviado en la
vastedad de su propia consciencia? Porque ambas cosas, debo decir,
me resultan aterradoras.
Vuelvo a cambiar de sintonía; no estoy de ánimo para canciones
hippies.
En mayo de 1967 fue publicado un artículo llamado “Conócete a ti
mismo”. La persona que lo escribió, dijo que todo hombre, a menos
que sea un simple ente sin ambición y sin conciencia, a menos que
sea un cretino, se enfrenta con seis preguntas fundamentales que
debe resolverde alguna forma: ¿De dónde? ¿Cuándo? ¿Dónde?
¿Cómo? ¿Por qué? Y ¿a dónde?
De dónde, cuándo, dónde, cómo, por qué y a dónde… ¡Pamplinas!
Todo el mundo sabe que semejantes preguntas conllevan un colapso
existencial que nos priva de la cordura. Es mucho más razonable que
cada quien se dedique a lo suyo y no pierda el tiempo preguntándose
por qué está vivo. La Gioconda es un buen ejemplo: no sabemos ni
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estamos, si quiera, cerca de averiguar el verdadero motivo de su
sonrisa. Podemos suponer, como lo hacemos siempre que deseamos
explicar lo inexplicable; diríamos, entonces, que la Mona Lisa sonríe
porque está feliz, porque planea algo siniestro, porque, en ese
momento, coqueteaba con el pintor, o, siguiendo el ideal feminista,
que sonríe porque es mujer. Cualquiera de estos argumentos podría
ser el correcto,o, quizás, ninguno lo sea. ¿Por qué seguimos
preguntándonoslo? Han pasado 500 años y dudo que Da Vinci tenga
intenciones de levantarse de la tumba para desentrañar el misterio.
El problema es que el hombre ha olvidado que, algunas cosas,no
fueron concebidas para explicarse.
Vuelvo a cambiar de emisora, rogando, para mis adentros, que ésta
vez me tope con algo consistente y digno de una adulta racional que
conduce hacia el Museo Metropolitano de Arte.
Un estudio reciente ha conducido a un importante descubrimiento
sobre los elefantes: resulta que los mamíferos más grandes del
mundo, y los únicos cuadrúpedos que no pueden saltar, no sólo le
temen a los ratones, sino también a la picadura de las abejas.
En el mismo estudio, se ha llegado a la conclusión de que los
elefantes poseen una especie de alarma que losadvierte cuando una
abeja se aproxima…
¡Bienaventurados los animales clarividentes, porque nunca serán
sorprendidos! ¿Era mucho pedir que Dios nos fabricara con una
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alarma anti - desdichas? ¿Algo que nos previniera de las desilusiones
amorosas, los políticos mentirosos y las amistadas falsas?
No, pensándolo bien, es mucho más cómodo aferrarse albeneficio
de la duda…
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abes? Éste es uno de los mejores museos de arte en el
mundo. Podríamos llamarlo: el Louvre de América –
– ¿Y has estado en el Louvre? –
– ¡Oh, infinidad de veces! Estudié en París durante tres años –
– La ciudad de las luces… ¡París es un pozo profundo!–
– Cuando limpian un sótano, descubren otro; debajo hay una
cripta y, más abajo, una caverna –
– Debajo de ella, un sepulcro,y, más abajo,un abismo –
– ¿Te gusta Víctor Hugo? –
– No es mi escritor favorito, pero sí, me gusta mucho –
– ¿Quién es tu favorito? –
– Antoine De Saint-Exupéry –
– ¿El aviador? –
Sophie asiente con la cabeza y bosqueja una sonrisa inocente que
hace destellar sus ojos.
– No he leído ninguno de sus libros… excepto El pequeño
príncipe – comento, mientras ingresamos al departamento de
Arte Asiático.
– También yo –
Observo a mi acompañante,perpleja. Medito la posibilidad de
preguntarle cómo es que, siendo su escritor favorito, sólo ha leído
una de sus obras, pero, antes de que pueda abrir la boca para decir
algo, ella se detiene frente a un alucinante grabado que muestra un
oleaje levantándose sobre la cima de una montaña.
– ¿S
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– La gran ola de Kanagawa – murmuro, dejándome embelesar
por el cuadro.
– ¿Qué crees que significa? – me pregunta.
– Es arte impresionista –
– ¿Y qué crees que significa? – repite.
Su interrogante me desorienta. He venido al Museo Metropolitano
de Arte cientos de veces; Patrick suele conformarse con una ficha
técnica y mi madre se enorgullece de poder diferenciar una acuarela
de un gouache.Pero a Sophie no le interesan los formalismos, sino
el significado de la pintura. Su esencia… su razón de ser.
Observo el cuadro en silencio durante unos instantes. Esa imponente
ola se acerca alMonte Fuji con aire amenazador, como si deseara
tragárselo de un bocado.
– Lo inevitable – contesto, luego de unos segundos.
Ella entrecierra los ojos con incredulidad.
– ¿Qué ves tú? – le pregunto, poniéndome a la defensiva.
– Esperanza –
Mi sensación de pasmo surge con presteza. La imagen de un tsunami
acechando la costa de Japón, no me resulta, para nada,
esperanzadora.
– Si observas con atención – continúa ella – notarás que el
cielo está despejado –
Volteo en dirección al lienzo, escudriñándolo con la mirada.
El violento mar se agita envolviendo tres barcas entre las olas. La
cresta de agua se alza contra la cima del monte, produciendo un
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cuadro abrumador, pero, a pesar del turbulento océano y del tono
grisáceo sobre la cumbre del Fuji, el firmamento luce despejado.
– ¿Cómo perder la esperanza, si aún hay luz en el cielo? –
La benevolencia de sus palabras me sobrecoge de tal manera que un
vaivén hace brincar mi corazón. ¿Cómo es posible que jamás haya
notado ese pequeño detalle? O, mejor dicho, ¿cómo es que Sophie
pudo notar ese pequeño detalle?
Una persona normal no se fija en el color del cielo: se supone que
está demasiado ocupada visualizando la catástrofe marina.
¿O acaso a alguien le importa de qué tamaño es la cabeza de Van
Gogh en su Autorretrato? No,es la ausencia de su oreja lo que nos
interesa.
Retomamos el paso en total mutismo, pero, curiosamente, y en
contra de lo que suele pasarme durante los espacios tácitos
prolongados, no me siento incómoda, sino reconfortada.
Aquí, vagando en los pasillos del ala sur, contemplando,
paradójicamente, mundos antiguos al alcance de mi mano, hallo en
el silencio al más sublime de los lenguajes. Pienso que podríamos
permanecer calladas durante horas sin riesgo a que ninguna de las
dos sufriese, en algún momento, de un ataque de histeria causado por
el terrible miedo que los humanos le tenemos a la ausencia de la
palabra.
No obstante, es mucho más grande mi sed de conocimiento que mi
habilidad para hablar sin abrir la boca, de manera que reanudo la
plática.
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– ¿Y cómo es el negocio de los hoteles? –
– Muy fructífero, supongo. No sé mucho al respecto –
– Creí que trabajabas con tu padre –
– No. Renuncié a mi patrimonio hace un par de años, cuando
me di cuenta de que no me apetecía invertir mi vida en algo
así –
– Oh… Y… ¿Qué dijo tu familia? –
– Mi abuela estuvo en el hospital 8 días, luego de sufrir una
crisis nerviosa; mi abuelo fingió estar agonizando para tratar
de persuadirme y mi padre amenazó con dejarme sin
apellido. Lo tomaron bastante bien – responde, haciendo
gala de la inherente destreza que poseen los británicos para
la ironía.
Dejo escapar un resoplido de gracia, mientras inclino la mirada con
aire pensativo. La imagen de Sophie y el término bohemia forman
una perfecta correlación en mi mente.
– ¿Y en qué decidiste invertir tu vida? – le pregunto, luego de
tomarme unos instantes para imaginármela vestida de gitana.
– Soy fotógrafa. Tengo mi propia revista en Londres –
– ¡Suena fascinante! – exclamo, con admiración – ¿Cómo
supiste que era la profesión adecuada para ti? –
– Bueno…
Sophie se lleva las manos a los bolsillos de su pantalón vaquero y,
encogiéndose de hombros, como quien no termina de entender lo
que está a punto de afirmar, responde:
51
– Un día abrí los ojos y me di cuenta de que, algunas cosas,no
pueden explicarse con palabras –
52
Tres
"Hay personasque nos hablan y que no escuchamos; personas que
nos hieren y no dejan cicatriz, pero hay personas que, simplemente,
aparecen en nuestra vida… y nos marcan para siempre"
Cecilia Meireles
engo un sueño,un sólo sueño… seguir soñando. Soñar con la
libertad, con la justicia, con la igualdad… ¡y ojalá ya no tuviera
necesidad de soñarlas!
Soñar a mis hijos, grandes,sanos, felices; volando con susalas, sin
olvidar nunca el nido. Soñarcon el amor, con amary ser amado,
dando todo sin medirlo,recibiendo todo sin pedirlo.
Soñar con la paz en el mundo, en mi país, en mí mismo, ¡y quién
sabe cuál es más difícil de alcanzar!
Soñar que mis cabellos,que ralean y se blanquean,no impidan que
mi mente y mi corazón sigan jóvenes y se animen a la aventura.
Sigan niños y conserven la capacidad de jugar.
Soñar que tendré la fuerza,la voluntad y el coraje para ayudara
concretar mis sueños,en lugarde pedir por milagrosque no
merecería. Soñar que,cuando llegue al final, podré decir que viví
soñando,y que mi vida fue un sueño soñado en una larga y plácida
noche de la eternidad.
T
53
Mi abuelo cierra el libro y suspira con nostalgia. Parece que él
soñaba con lo mismo.
Son casilas ocho, el ocaso pinta las nubes y un agradable viento del
norte hace bailar nuestros cabellos. Ninguno lo dice, pero, desde la
terraza,ambos nos sentimos como el rey y la reina de la ciudad que
nunca duerme. Él tiene un cetro: aquél misterioso libro que ha
comenzado a leer por las tardes. Yo,en cambio, tengo un
computador portátil en el que intento realizar un tedioso informe de
ventas.
Tal vez sea más acertado decir que él es el rey y, yo, la plebeya.
– Qué hermosa lectura, ¿no crees,Helena? –
– Sí, preciosa – respondo, sin apartar la vista del monitor.
– Y, a propósito – Apu acomoda la espalda en su vieja silla de
caoba – La cebra… ¿sobrevivió? –
Lo miro con nerviosismo. Sabía que, tarde o temprano, el tema
saldría a colación, pero tenía la esperanza de que no fuera hoy… ni
mañana… ni el próximo mes.
Pongo en código rojo a mis neuronas y les ordeno pensar en algo
para escabullirnos de ésta. Rápidamente,surgen ideas:
1. Decirle que la cebra murió. ¿Cuántas posibilidades hay de
que hubiese sobrevivido?
2. Decirle que, aunque recibió un fuerte impacto, el animal se
constituyó como un verdadero ejemplo de la selección
natural.
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3. Contarle que nunca hubo tal accidente y que el motivo de mi
retraso fue una cita con la loquera, donde pretendía hallar la
razón por la cual me siento tan infeliz.
4. Fingir demencia.
Todas las ideas me parecen estupendas,a excepción la tercera,claro
está. Luego de analizar y re analizar, me decido por la segunda, ya
que está científicamente respaldada por Darwin.
– ¿Sabes,querida? Nunca he dudado de tu inteligencia, pero
debo admitir que la historia de la cebra es una de las cosas
más estúpidas que he escuchado –
Su comentario me toma tan desprevenida que soy incapaz de
defenderme. Aunque, mentalmente, le doy la razón: era un momento
crucial y necesitaba hallar una rápida excusa para contener a mi
madre. ¡A problemas necios, soluciones ridículas!
– No tengo pensado atormentarte para que me digas la verdad,
he vivido muchos años y sé reconocer los momentos en los
que debo tragarme mis preguntas… pero me aliviaría mucho
saber que todo está en orden. ¿Lo está? –
– Por supuesto –
– ¿Segura? –
– Sí –
– Bien –
Intercambiamos miradas silenciosas. Ninguno toma la palabra; yo sé
que miento y él sabe que miento, eso es todo, cualquier comentario
está de más.
55
– Abuelo, ¿puedo hacerte una pregunta? –
– Desde luego –
– ¿Es normal sentirse… triste? –
– Eso depende –
– ¿De qué? –
– Del motivo de tu tristeza –
– ¿Y si te dijera que lo desconozco? –
– Respondería que es imposible –
– ¿Qué es imposible? –
– Desconocer elmotivo de tu tristeza –
Permanecemos callados, mientras el tono rojizo del crepúsculo se
desciñe en formas abstractas y elsuave murmullo del viento pasa
rozando nuestros oídos.
– Yo…
– Creo que es buen momento para hablarte de algo –
interrumpe él, con un tono enérgico poco usual – Y espero
que puedas perdonarme la demora –
– Bueno, yo…
– Helena, estoy preocupado –
– ¿Preocupado? –
– Por ti. Por tu futuro –
Me sorprende que estemos teniendo esta conversación. No tengo 17
años, ni una vida por delante; al contrario, tengo 30 y he llegado a lo
que la mayoría de las personas considera la madurez. De modo que,
56
¿cuál es el objetivo de esta plática? ¿No habría sido más atinado
tenerla hace… qué se yo… 10 años, quizás?
– He comenzado a creer que nos equivocamos– continúa,
pasando por alto mi expresión de desconcierto – No te
dimos opciones, ni la oportunidad de elegir tu propio
camino–
Sigo pensando que ya es demasiado tarde para esta charla, aunque,
en definitiva, tengo curiosidad por saber cuándo cayó en cuenta de
su error.
– Siento esta… zozobra… este peso de conciencia, por no
haberte apoyado con esa disparatada idea de aventurarte a
Londres –
– Sí, pero…
– Tú querías ser dibujante, una profesión bastante dudosa,
debo decir, pero… ¡Já! ¡Hay tantas cosas dudosas que
terminan siendo indudables! –
Unas cuantas carcajadas secasacompañan su último comentario. Por
alguna extraña razón, un puñado de agujas de veinte centímetros ha
comenzado a bordarme el pecho.
– Dios sabe que he tenido una vida muy afortunada y que no
me quejo de ella, pero también sabe que estoy arrepentido de
todas las cosas que jamás tuve el valor de hacer. Y créeme,
si pudiera volver a vivir, no desperdiciaría el tiempo de la
manera que lo hice…
¿Qué es esto? ¿Borges se ha apoderado del cuerpo de mi abuelo?
57
– Sí, he vivido infinidad de aventuras y he aprendido mucho.
Algunas de mis lecciones fueron a golpes; otras no me
causaron ningún dolor, pero llegaron demasiado tarde,
cuando ya no podía hacer nada para ponerlas en práctica. Es,
precisamente, una de esas lecciones tardías de la que me
siento obligado a prevenirte –
Estoy atónita. El legítimo Apu fue abducido por una nave
extraterrestre sin que me diera cuenta y sustituido por un ser de
apariencia física idéntica, pero con el espíritu de un escritor
argentino.
¿Debería llamar a los Hombres de Negro o contactar alHangar51?
– Helena, lo que he aprendido es que el verdadero sentido de
la vida se reduce a una sola cosa: la búsqueda de la felicidad.
He aprendido que, ésta búsqueda, puede llegar a tomar
mucho tiempo, y que el tiempo, querida mía, es demasiado
corto –
Hace una pausa para humedecerse los labios, y continúa:
– Soy tan viejo que me cuesta recordar lo que he dicho o
hecho en el pasado, de forma que, si en algún momento, dije
algo que pudiera ir en contra de los tres principios que acabo
de revelarte,quiero que lo olvides. ¿De acuerdo? –
A falta de la lucidez necesaria para hacer que mis cuerdas vocales
funcionen, me limito a asentir con la cabeza.
– Y, en cuanto a tu pregunta… – el abuelo clava sus fatigados
ojos en los míos. La sombra que precede la noche, le cubre
58
con un manto oscuro, pero el brillo de su mirada es tan
intenso que desplaza la penumbra – Nunca,bajo ningún
precepto, puede ser normal –
59
Italia, 1796
No le amo, en absoluto,porel contrario… le detesto. Usted es una
sin importancia,desgarbada, tonta Cenicienta. Usted nunca me
escribe; no ama a su propio marido. Sabe qué placeressus letras me
dan, pero, aun así, no ha escrito seis líneas informales a las
corridas.
¿Qué hace todo el día,señora? ¿Cuál es el asunto tan importante
que no le deja tiempo para escribir a su amante devoto? ¿Qué
afecto sofoca y pone a un lado el amor, el amor tierno y constante
que usted me prometió? ¿Qué nuevo amante reina sobre sus días, y
evita darle cualquier atención a su marido?
¡Josephine, tenga cuidado!Una placentera noche, las puertasse
abrirán de paren par y ahí estaré…
Estoy muy preocupado, mi amor, por no recibir ninguna noticia
suya; escríbame rápidamente sus páginas, páginas llenas de cosas
agradables que llenarán mi corazón de las sensaciones más
placenteras. Espero, dentro de poco tiempo, estrujarla entre mis
brazos y cubrirla con un millón de besosbajo el Ecuador.
Napoleón
60
– ¿Te refieres a mi libro preferido? –
– No necesariamente. Hablo de tu historia favorita, ya sea que
la hayas leído o que alguien te la contara –
– En ese caso, hay muchas historias que me parecen
fascinantes, pero, antes de que insistas para que elija una, te
diré que me quedo con Napoleón y Josephine –
– ¿Es tu historia favorita? –
– Ajá –
– ¿Por qué? –
– Es sencillo: creo que representan elamor verdadero –
– Pensaba que ambos habían sido infieles –
– Sí, lo fueron, pero eso no define su relación –
– ¿No lo hace? –
– Por supuesto que no. Al menos que creas que un fruto
echado a perder significa que el árbol ha dejado de ser fértil–
– No, no lo creo –
– Entonces, sabrás reconocer que Napoleón y Josephine se
amaron intensamente, a pesar de sus infidelidades, y que ése
amor puede comprobarse leyendo sus cartas –
– Lo reconozco, pero bajo ninguna circunstancia puedo
aceptar que representen elamor verdadero. Para amores
verdaderos, está mi historia favorita –
– ¿Cuál es tu historia favorita? –
–
61
– Y me encantaría escucharla –
– Dicen que, en la antigua Persia,existió un príncipe
locamente enamorado de una doncella. Un día, le llegó la
noticia de que ella había sido asesinada, así que montó su
corcel blanco y cabalgó durante horas, hasta llegar a una
escarpada lo suficientemente profunda, desde la cual se
lanzó. Cuando su cuerpo se estrelló contra el suelo y su
sangre quedó esparcida en la tierra árida, brotó un tulipán
rojo, como símbolo de su amor perfecto, verdadero y
apasionado. Es por eso que, en la cultura popular, el tulipán
rojo significa declaración del amante arriesgado –
– Tienes un concepto muy romántico del amor verdadero –
susurro.
– Y tú, uno muy condescendiente –
Conmutamos miradas de complicidad y nos detenemos frente a un
afiche, en el Planetario Hayden del Museo de Historia Natural.
El universo está formado por 100 mil millones de galaxias y se
extiende 13 mil millones de años luz en cada dirección…
¿Debería creer esto? Como buena católica, me siento obligada a
refutar cualquier dato científico que atente contra la teoría
creacionista; es lo que la iglesia nos ha enseñado. Como aquella vez
en que la Santa Inquisición estuvo a punto de quemar a un tipo por
atreverse a decir que la tierra giraba alrededor del sol…
62
¿Cuál era su nombre? ¡Ah, sí! Galileo. Y sin embargo, se mueve…
– ¡Papi, quiero ver el Big Bang! –
– ¡Derek,no corras, o acabarás con un hueso roto! –
Un niño de 6 o 7 años pasa junto a nosotras a tal velocidad que me
cuesta distinguir el color de su cabello. Siento compasión por el
hombre que le persigue, dando trastabillones.
Volteo en dirección a Sophie y, fingiendo que me he olvidado de
nuestra plática, le pregunto:
– ¿Te gustaría ver la creación del universo que tomó más de
seis días? –
El público entra y se coloca alrededor de un gran ocular que yace en
el centro del teatro. Aquél niño y su padre logran ponerse en primera
fila dando empujoncitos sutiles, lo cual causa cierta molestia en el
resto de los espectadores y frustra mi plan de querer hacer lo mismo.
Me conformo con un espacio angosto en la segunda hilera, entre un
hombre de altura mitológica y una hermosa fotógrafa londinense que
no deja de sonreírme.
Como he dicho antes, mi condición de católica fiel a la causa me
impone una conducta subjetiva en cuanto a temas científicos. Y es
que, francamente,no imagino qué feligrés estaría dispuesto a aceptar
que desciende de primates tan agraciados como los del Planeta de
los Simios. Resulta más estético suponer que fuimos creados a
63
imagen y semejanza de Dios. De ésa manera,podemos imaginar a
Dios a nuestra imagen y semejanza.
¿Qué pasó antes del nacimiento de nuestro universo? Muchos
científicosimaginan que hubo un vacío, existiendo por sí mismo o
dentro de un universo mayor. En ese vacío sin forma, las burbujas
del espacio, mucho más pequeñasque los átomos, fueron naciendo y
desapareciendo de nuevo. Hace 13 mil millones de años, una de
esas pequeñasburbujascreció y,repentinamente, se disparó en una
gigantesca explosión, llamada Big Bang…
Un fuerte estruendo provoca que algunos miembros del público se
sobresalten. Una mujer deja escapar un gritito ahogado que me
resulta mucho más aterrador que los efectos de sonido. El grandulón
que está junto a mí se tambalea de forma amenazante, haciendo que
tema por mi seguridad.
¿Cuánto puede pesar un hombre de casi dos metros? ¿Cien, ciento
cincuenta kilos? Me aplastaría antes de poder gritar: ¡Auxilio, Goliat
está cayendo!
Observo a Sophie con el rabillo del ojo. Me llama la atención el
semblante risueño de su faz, parecido al del pequeño que está del
otro lado de la sala…
El espacio en sí estalló en fuego cósmico, dando a luz a toda la
energía y la materia en nuestro universo. La expansión llevaba,
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consigo, nubes de materia. El universo se enfrió al tiempo que se
expandía. La gravedad juntó enormes grupos de materia… las
semillas de lo que serían las galaxias. Dentro de ellas, se formaron
las primeras estrellas…
Estrellas, como las que brillan en sus ojos. Diminutos luceros verdes
que me roban el aliento, al punto de hacer que mis latidos se
detengan por fracciones de segundo. No puedo dejar de mirarla, aun
sabiendo que, el hacerlo, desencadena un torbellino de emociones
inexplicables que suspende mis sentidos en el tiempo y el espacio.
Un impulso acérrimo por tomarla de la mano acecha mi mente… mi
consciencia… mi cuerpo. Me remuerdo los labios con nerviosismo,
incapaz de centrar mi atención en otra cosa. ¡No existe nada más en
lo que pueda centrar mi atención! Ni el Big Bang, ni el teatro,ni el
público. Sólo estamos Sophie y yo, en la creación del universo, en
medio de las nubes de materia y las estrellas nacientes. No existe la
noción del tiempo, sino lo infinito… la absoluta perfección de
nuestros cuerpos separados por veinte centímetros…
Veinte centímetro que quisiera desaparecer con un tenue soplo.
Hoy en día, usando telescopios de microondas, aún podemos ver el
resplandor del Big Bang a nuestro alrededor...
Me apresuro a girar la cabeza de vuelta al ocular, pero no tiene caso,
continúo sintiendo aquella incontrolable palpitación queriendo
atravesarme elpecho. Basta con su aroma surcando el leve aire que
65
roza mis mejillas. Basta con la cercanía de nuestras manos, que se
tocan a propósito con tal de acariciarnos la piel.
Lucho contra mi voluntad, rehusándome a fijar la mirada en su
silueta. Trato de convencerme de que mis sentimientos son
normales, que no hay razón para perder la calma y que, a pesar de
los gritos incesantes que golpean las paredes de mi alma, Sophie no
despierta, en mí, nada fuera de lo común… Nada.
Un aplauso resonante prorrumpe en el teatro, tomándome por
sorpresa. El espectáculo ha finalizado de golpe, dejándome
desorientada y sin recuerdo alguno de media narración.
¿Ya han terminado de crear eluniverso?
– Fue una exhibición fantástica – comenta ella, mientras
bajamos las escalinatas.
Su mirada luce encantadora,como la de una mujer inglesa que
recorre Nueva York por primera vez.
– ¿Eh? Sí… lo fue –
Opinaría más al respecto,pero mi posición es la de una guía turística
cautivada por la mujer inglesa a la que está mostrando Nueva York
por primera vez.
– Es curioso que haya un planetario en Manhattan, con lo
difícil que es ver las estrellas desde una ciudad como ésta –
añade, manteniendo aquél entusiasmo infantil.
66
– Sí, es cierto. Muy pocas veces logramos ver más que la
luna–
– ¿Sabes? Algún día veré la caída de la noche en un rincón
apartado… En medio de Asia y Europa –
– ¿Asia? –
– Sí. Sueño con ir a Kazajistán –
Nunca sentí devoción por la geografía, pero el hecho de no saber en
dónde rayos está Kazajistán me hace sentir ignorante.
– Descuida, pocas personas saben que existe, aunque es ocho
veces mayor que Alemania – se apresura a decir, al notar mi
momento de crisis intelectual.
– Oh… y ¿por qué quieres ir a ese sitio? –
– Sólo por los tulipanes –
– ¿Tulipanes? –
– Crecen en las estepas de Kazajistán. Siempre he querido
fotografiarlos…
¿Planea hacer un viaje a un país que el 90% de la población mundial
no conoce, sólo para fotografiar una planta que puede encontrar en
cualquier floristería? ¿Acaso está demente?
– Eso es una locura –
Cuando caigo en cuenta de mis palabras, éstas ya han sido emitidas
por mis cuerdas vocales, atravesado el aire en forma de ondas,
llegado a los oídos de Sophie y procesadas por su cerebro; de
manera que está consciente de que pongo en tela de juicio su
cordura. Para mi sorpresa,no luce ofendida.
67
– Es lo que dicen todos – responde, con la misma
conmiseración de quien explica una fórmula aritmética a un
niño por décima vez – Pero yo no lo veo de esa manera. Los
tulipanes de Kazajistán no pueden compararse con el resto.
Ellos son diferentes, han crecido en un paraje desolado,
donde todo apuntaba a que perecieran… Te parecerá
extraño, pero creo que son como una buena lectura antes de
irse a dormir –
Su comparación me aturde. ¿Una buena lectura antes de irse a
dormir? ¿Acaso comparte mi problema de insomnio? Desearía
preguntárselo, pero no creo que sea un tema de conversación lo
suficientemente discreto como para ser sostenido entre dos adultas
racionales. Todo el mundo lo sabe, es la primera norma de
convivencia social: nunca discutas tus problemas con nadie, al
menos que ésa persona forme parte de tu círculo de confianza.
¿La razón? Es sencilla: los seres humanos tenemos un defecto de
fábrica, cuando le preguntamos a alguien por su estado de ánimo
esperamos una respuesta positiva, no estamos programados para
recibir lamentaciones y, al no saber cómo reaccionar,sufriríamos un
cortocircuito. De manera que recurrimos a la mentira y decimos:
estoy bien, graciasporpreguntar,en lugar de: mi vida es una
porquería y necesito desahogarme contigo…
Sophie parece darse cuenta de lo difícil que me resulta dar
continuidad a nuestra charla, ya que, luego de observarme con
expectativa durante varios segundos, decide facilitarme las cosas.
68
– ¿Cómo va tu relación con Patrick? –
Retracto lo dicho, eso no es facilitar las cosas. ¡Qué bueno que estoy
programada para responder esa pregunta!
– Muy bien. Patrick es un hombre maravilloso –
– ¿Lo amas? –
Maldita sea,mi programación no da para tanto. Doy por sentado que
debo recurrir a la función manual, antes de que mi avión caiga al
triángulo de las Bermudas y sea transportado a la dimensión
desconocida.
– Es una persona muy especial…
– Pero no lo amas –
– Eso no fue lo que dije –
– Fue lo que quisiste decir sin tener que decirlo –
– ¿Eh? Bueno… yo…
La mirada desafiante de Sophie congela mis músculos, haciendo que
me detenga en plena vereda.
– Supongo que… espero llegar a sentir algo más fuerte –
murmuro, posando la vista sobre su boca.
Una parte de mí, enloquece porque sus labios húmedos besen mi
cuello. La otra, lucha con brío con tal de hacerme recuperar eljuicio.
El tronar de los cláxones me parece tan lejano como el sonido de una
gota de agua cayendo al suelo. A penas y puedo notar las siluetas de
los transeúntes que cruzan la acera y los improperios que dos taxistas
se gritan en la bocacalle.
69
Sophie da un paso al frente y entrecierra los ojos, como si estuviese
preparándose para capturar un borrego inofensivo.
¿Soy yo ese borrego?
– Algo más fuerte, ¿como qué? – pregunta, con tal perspicacia
que termino ahogándome con mi propia respiración.
Abro la boca con insistencia, queriendo hallar el valor necesario para
responder, pero no logro dar más que inútiles bocanadas de aire.
Mi corazón está a punto de estallar y un hormigueo constante dibuja
círculos en las palmas de mi mano.
– La sensación de que el mundo se detiene – suelto, al fin, en
un hilo de voz similar al suave murmullo del viento que se
filtra por mi ventana a medianoche.
Mi pecho se abrasa entre llamaradas de fuego salvaje que se
extienden dentro de mí como granos de arena en el desierto. El
placentero impulso de sentir sus dedos acariciando mi piel desnuda,
es tan agresivo e impetuoso como su mirada. No controlo mis
pensamientos, ni mi voluntad… Soy, tan sólo, una mujer cuyo
corazón ha sido arrebatado por una hermosa extranjera de origen
inglés.
Una súbita ventisca hace descender un pétalo dorado que se estrella
contra mi mejilla. Sophie se apresura a levantar la mano y,
acariciando mi pómulo bajo la excusa de retirar la hojilla, pregunta:
– ¿Aún no lo sientes? –
Trago saliva con dificultad, temblando ante la cálida caricia que
emana del roce de nuestras pieles.
70
– No estoy segura – respondo, al borde de la locura.
Ella retira el brazo, con el pétalo de oro entre el índice y el pulgar; lo
lanza al viento con la gracia de quien libera una paloma y bosqueja
una sonrisa comprensiva.
– Si no estás segura – concluye, retomando el paso – Significa
que no ha sucedido –
La veo alejarse lentamente, danzando su cabello negro en errantes
espirales de brisa pícara. En un esfuerzo sobrehumano, rompo los
dos bloques de hielo invisible que me mantenían arraigada al asfalto
de la vereda; tomo un hondo suspiro, me enjugo la frente con el
antebrazo, y la sigo, procurando que la distancia que nos separa no
sea imposible de recorrer.
71
Cuatro
“Si quieres ser feliz, como me dices, no analices, muchacho…
no analices”
Joaquín Bartrina
e estaba esperando –
– ¿A mí? –
– ¿Ya está listo el informe de ventas? –
– Eh… no, aún no –
– ¿Cómo? ¡Pero sillevas una semana trabajando en él! –
– Dame un poco más de tiempo –
– ¿Tiempo? No tengo tiempo, Helena. Necesito ver esas cifras
antes de arriesgarme a invertir en la bolsa –
– ¿Desde cuándo inviertes en la bolsa? –
– No cambies el tema –
– No estoy…
– ¡El informe, Helena, el informe! –
– ¿El…? ¡Oh, sí! Iré a terminarlo –
– ¿Qué sucede contigo? Parece que alguien te golpeó en la
cabeza con un sartén –
– T
72
– Estoy bien. Sólo… iré a terminarlo –
Ignoro la mirada desconfiada de mi progenitor y subo a mi alcoba.
Pienso que es inconcebible la manera en que soy recibida en mi
propio hogar: bastó con poner un pie en el vestíbulo para que mi
padre saliera disparado del estudio y me abordara al final de la
escalera exigiendo su maldito informe de ventas. No hubo saludos,
ni preguntas sobre mi día turístico. De hecho, creo que pude haber
sido asaltada o agredida por un grupo de delincuentes y, al llegar a
casa,lo primero que habría escuchado sería la frase informe de
ventas conjugada con el verbo terminar.
Echo seguro a la puerta, lanzo mi bolso sobre la cama y me dirijo al
escritorio, donde yace la pura encarnación del tedio: mi computador
portátil.
Es cierto que llevo una semana trabajando en lo mismo, pero no es
mi culpa que, fortuitamente, me haya topado con la carta de Borges
el mismo día que comencé a preparar el informe, como tampoco es
mi culpa que ese escrito haya sido tan abrumador que me hizo
desarrollar un complejo de rechazo a todo lo que guarda relación con
mi empleo. De manera que, si mi padre busca culpar a alguien por el
atraso de su inversión en la bolsa, yo postulo a Jorge Luis Borges y
al momento de crisis coexistencial que atravesó a los 85 años.
¿Que es ridículo culpar a un escritor que ni siquiera pertenece a este
siglo? ¿Y qué otra cosa puedo hacer? Es mi naturaleza.
73
Reviso el documento página por página, sin poder hacer nada para
evitar la frustración que me apremia. ¿Cómo terminé malgastando
mi vida tras un escritorio, llenando un estúpido cuadro de ingresos?
En momentos como éste,cuando la nostalgia que anuda mi garganta
es lo suficientemente dolorosa como para hacer que mis párpados se
humedezcan, suelo preguntarme qué habría pasado si hubiese tenido
agallas para seguir mis sueños. Imagino que tendría más tiempo para
alzar la vista y maravillarme con el hermoso vuelo de las gaviotas
surcando el atardecer. Imagino que notaría, más a menudo, la
ausencia de las estrellas en el cielo neoyorquino. Me sentaría bajo la
luz del alba para ver el encuentro del horizonte con el sol. Viajaría
para dibujar la sombra que refleja el Big Ben cuando el crepúsculo
cae sobre Londres, y, estando ahí, pasearía a orillas del Támesis
mientras leo los sonetos de Shakespeare. Me detendría justo cuando
el ocaso envuelve el firmamento y, en medio de ese juego de luces,
una sonrisa de satisfacción haría gala en mi rostro, porque, sólo
entonces, tendría la certeza de que estoy viva…
Yo quería ser diferente a lo que soy, pero me di cuenta de que es
más fácil convertirnos en algo que no deseamos y más fácil vivir si
no le pedimos mucho a la vida.
Despertamos más temprano de lo que queremos, sin ninguna
motivación para levantarnos de la cama,más que el miedo a lo que
podría suceder si rompemos la rutina. Así que hacemos un esfuerzo
y dejamos que nuestros pies toquen el suelo. Tratamos de
convencernos de que es un nuevo día, que todo irá bien… que, por la
74
noche, nos parecerá ridículo el haber buscado excusas para
quedarnos bajo las sábanas.
Intentamos amansar nuestra frustración pensando que, sin importar
lo detestable que sea nuestro trabajo, nuestra familia, nuestros
amigos, incluso nosotros mismos, siempre habrá alguien mucho más
miserable… Como la desdicha ajena nos sirve de consuelo,
terminamos dándonos la razón. Ignoramos el vacío que llevamos
dentro y ponemos frente a la vida, queriendo aparentar que todo está
bien.
Aunque se trate de un engaño, nadie tiene por qué enterarse.
¿Una farsa patética? ¿Un engaño cruel? Puede ser,pero es la única
manera de que las cosas funcionen: fingiendo que funcionan.
Me toma toda la tarde completar el cuadro de ganancias, lo cual es
una tontería, ya que hacían falta menos de diez cifras. Reviso mi
reloj de mano; son poco más de las siete. Imprimo el informe y se lo
llevo a mi padre, con la esperanza de que me deje tranquila de una
buena vez.
Al bajar las escaleras,advierto la silueta de una mujer en el diván de
la estancia. No tardo en darme cuenta de que es Betty Tale, quien
zarandea una pierna con inquietud mientras se retoca el maquillaje.
¿Qué hace esa detestable periodista sentada en el mueble italiano de
mi casa? ¿Por qué no fui avisada con tiempo de su presencia? Habría
75
tenido oportunidad de escapar por la ventana y no regresar hasta que
se hubiese marchado…
Suelto un bufido de fastidio y bajo los dos últimos escalones. Odio
el diseño arquitectónico de este edificio: es necesario cruzar la
estancia para llegar al estudio.
– Betty Tale – saludo, entre dientes, haciendo un esfuerzo por
ocultar mi contrariedad.
– ¡Helena! –
– No sabía que estabas aquí – continúo, mientras intento
deslizarme con rapidez hacia el otro lado de la sala – ¿Has
venido a ver a mi madre? –
– Sí. Iremos al teatro…
– Suena maravilloso; que tengan una linda velada –
– Escuché que tu novio está de viaje…
Betty se acomoda en el diván, de forma que su malévola mirada se
clava directo en mis ojos.
– Asuntos de trabajo – contesto, sin dar tregua a mi intento de
huida.
– ¿Cuándo regresará? –
– En dos días –
– Ya veo… Por cierto, ¿hace cuánto salen? ¿Siete, ocho
meses? –
– Nueve –
– ¿Y cómo va su relación? –
76
¿Está tratando de hacerme una entrevista o son delirios de una mente
paranoica?
– Muy bien, gracias por preguntar – respondo, con cierta
aspereza.
– ¿Sabes,Helena? A mucha gente le parece extraño que aún
no te hayas comprometido. Eres una mujer hermosa y de
buen status social; si yo fuera tú, me daría prisa… cuando
los rumores estallan, difícilmente puedes controlarlos –
Me detengo a dos pasos del estudio. He visto documentales sobre el
comportamiento animal muchas veces y suelo enorgullecerme de ser
una criatura civilizada que no recurre a la violencia para solucionar
nimiedades. Pero,teniendo a Betty Tale frente a mí, observándome
con esa arrogancia provocadora, desearía olvidar la evolución que ha
tenido mi especie y convertirme en una bestia salvaje, sólo para
mostrarle lo importante que es respetar el territorio de los demás.
– Gracias por tu consejo, lo tendré en cuenta –
Giro apresuradamente y,sin dejarle decir media palabra, entro al
estudio y aseguro la puerta con esmero, aun sintiendo que la sangre
me hierve de cólera.
– ¿Estás bien, querida? – pregunta el abuelo, al ver mi estado
de exasperación.
– Hay una alimaña en la sala –
– ¿Todavía no se marcha? – refunfuña mi padre, dando un
golpe al escritorio.
– No, todavía no. Toma, el informe –
77
Le entrego la resma de hojas y me desplomo en el canapé de cuero
marrón, junto a Apu, mientras disfruto haciéndome ideas de lo
divertido que sería ver a Betty Tale siendo evacuada deledificio por
el servicio de control anti plagas.
– 285 mil más 750… ajá… estas cifras se ven muy bien –
– ¿Qué tal tu paseo con la prima de Patrick? – susurra el
abuelo, con la ternura de un padre que desea averiguar cómo
estuvo el primer día de escuela de su hija.
– Fue muy… interesante – respondo, notando que el cuerpo se
me estremece con sólo pensar en Sophie.
– Menos el pago mensual de la electricidad…
– Me alegra oír eso –
– Sumando lasdosúltimas ventas…
– Abuelo, ¿sabes dónde queda Kazajistán? –
– ¿Kazajisqué? –
– Kazajistán –
– ¿Uh? Kazajis… Kazajistán, Kazajistán… Supongo que ha
de estar muy cerca de Afganistán y Pakistán. ¿Por qué me lo
preguntas? –
– Curiosidad, solo eso…
– ¡1 millón 650 mil! – suelta mi padre, en un estruendoso
alarido que me causa espanto.
– Buenas cifras, Harold, muy buenas cifras – confirma el
abuelo, poniéndose de pie para caminar hacia el ventanal del
estudio.
78
– Creo que podríamos invertir un 10 o 15 por ciento en la
bolsa –
– ¿Desde cuándo inviertes en la bolsa? –
¡Vaya,así que no soy la única que tiene dudas en cuanto a eso!
– No invierto en la bolsa, papá, pero creo que es buen
momento para hacerlo y, ahora que tocamos el tema, quiero
hacerte una propuesta…
Apu se distrae viendo la caída de la noche. Se inclina hacia la
ventana, moviéndose de un lado a otro para captar el cielo en su
totalidad; se pone de puntillas y vuelve a inclinarse. A simple vista,
parece que se encuentra en medio de una danza aborigen para
invocar al Dios de la lluvia.
– ¡Ejem! -
Mi padre carraspea con impaciencia, tratando de recuperar su
atención. Luego de varios intentos, lo logra.
– Como te iba diciendo, podríamos ganar mucho dinero
invirtiendo el 10 por ciento de las últimas ganancias –
– ¿Tú crees que valga la pena arriesgarse? La bolsa es un
terreno muy escabroso –
– Por supuesto que vale la pena. Confía en mí –
Me apresuro a dirigirle al abuelo una mirada de advertencia, como
queriendo decirle: si yo fuera tú, no lo haría. Élparece comprender
mi lenguaje no verbal, pero, misteriosamente, se atiene a guiñarme
un ojo.
– De acuerdo, toma el diez por ciento –
79
Hago una mueca de espanto, preguntándome qué demonios tiene
Apu en la cabeza para atreverse a confiar en los dotes inversionistas
de mi padre, quien, hace menos de un año, nos hizo perder 50 mil
dólares cuando quiso probar suerte en el hipódromo.
¡Rocinante ganará, es un buen caballo; corre como un judío
queriendo escapar de un nazi!
Sí, claro…
El abuelo sonríe con serenidad, quizá para hacerme ver que tiene
todo bajo control y, retomando su danza aborigen, pronostica:
– Hoy será una buena noche para ver las estrellas –
80
ualquiera con más de un año residiendo en la Gran Manzana,
sabe que ver las estrellas en el centro de la ciudad es tan poco
probable como ver al monstruo del Lago Ness surcando el Canalde
Panamá. Pero,¿a quién le importan las probabilidades? ¿A la gente
racional? ¡Pamplinas! Dejémoslas a un lado tan sólo por un
momento. No porque sean irrelevantes, sino porque, debido a algún
motivo que aún intento descubrir, sentí la necesidad de hallar una
excusa para ver a Sophie y, esa excusa,fue prometerle que la
llevaría a un sitio donde podría ver las estrellas…
Por cierto, cuando digo: sentí la necesidad,me refiero a esos
indescriptibles flashes de la vida en los que un ataque de ansiedad se
apodera de nosotros y nos lleva a cometer actos que, luego, nos
parecen de lo más tontos y, aún peor, hacen que sintamos vergüenza
de nuestro coeficiente intelectual.
De modo que, por consideración al orgullo y a la dignidad que,
vagamente, acompañan a las personas que nos hemos sentido más
estúpidas que el resto, evitemos hablar de probabilidades y
centrémonos en necesidades.
Mi necesidad, se llama Sophie. Sophie Watson – Creek.
Admiro el errático movimiento del agua, que tirita y se esparce en
ondas sin final. Las luces del puente de Brooklyn se reflejan sobre el
East River, creando una aurora boreal que centellea ante mis ojos,
hablándome en una lengua que hace mucho tiempo olvidé. A lo
C
81
lejos, se levantan los colosales rascacielos de Nueva York;
monstruosos gigantes indiferentes que nunca se quedan a oscuras.
El viento sopla dando tenues caricias a mi piel, escucho el canto de
la noche susurrándome al oído, y el murmullo de las aguas
despidiéndose de la costa.
A mi lado, está ella, silenciosa, como las pocas estrellas que tiritan
en el infinito. Sobre nuestras cabezas,la luna, vestida de un blanco
tan intenso que mis ojos se entornan con sólo levantar la vista.
Deslizo la mano sobre la barandilla de metal, tersa y fría, como el
piso de mi balcón durante la madrugada. La silueta de Sophie, flota a
mis pies, doblándose y estirándose cada vez que el agua vibra por el
roce del viento.
– ¿Por qué crees que las estrellas son tan difíciles de ver en
Nueva York? –
– Por la contaminación lumínica – respondo, con simpleza.
– No creo que sea el único motivo. Pienso que también es
culpa del código laboral –
Arqueo las cejas por instinto, preguntándome si la mujer que está de
pie, junto a mí, estuvo ingiriendo alguna sustancia tóxica antes de
nuestro encuentro.
– ¿Qué te hace pensar eso? – indago, algo temerosa de que su
respuesta pueda ser más descabellada que su comentario.
– El neoyorquino promedio trabaja un tercio de su vida. ¿En
qué crees que utiliza el segundo tercio? –
– ¿Vacaciones? –
82
– A algún paraíso tropical, o a Europa, pero nadie se detiene a
ver las estrellas, porque están demasiado ocupados
reponiéndose de la rutina diaria. Aunque siguen ahí,
brillando igual que siempre, ya no pueden verlas –
– ¿Dices que no se trata de un asunto atmosférico, sino de una
ceguera intencional? –
– Lo que digo es que el ser humano moderno vive con los ojos
cerrados,he ahí la razón de que tropiece tan a menudo –
Sophie sonríe levemente y se deja caer en una banca, frente al
barandal. La imito. Intercambiamos miradas suaves,interrumpidas,
tan sólo, por el cautivador baile de su cabello negro, que se columpia
hacia mi rostro formando espirales.
– ¿Siempre quisiste ser subastadora? – me pregunta, apoyando
la cabeza al respaldar del escaño.
– No… no en realidad –
Mi respuesta aviva su interés, pero finjo no darme cuenta de que
espera un relato detallado.
– Helena, ¿estás consciente de que, hasta ahora, no hemos
hablado de ti? –
– Eso es porque no hay mucho de qué hablar –
– O porque hay demasiado –
Le doy la razón guardando silencio.
– Menos mal que tenemos toda la noche – agrega,
encogiéndose de hombros.
83
La historia de mi vida podría resumirse en una sola palabra: basura.
Y sí, podría buscar sinónimos para hacerla menos desagradable,
pero, entonces, ya no estaría hablando de mi vida.
Con la mirada de Sophie adherida a mí, como una estaca en el
corazón de un roble, se me hace imposible continuar evadiendo el
tema.
– Quería ser dibujante –
– ¿Y qué pasó? –
– Mi familia tenía otros planes para mi futuro…
– El negocio familiar –
– Precisamente – resoplo con melancolía – Yo deseaba
estudiar en Londres, pero, en lugar de eso, mis padres me
enviaron a París. Creyeron que alejándome de mi sueño
olvidaría el asunto y entraría en cintura –
– Y…
– Y funcionó –
Sophie guarda silencio durante un rato, lo cual en el fondo le
agradezco, ya que me da algo de tiempo para desatar el nudo de mi
sufrida garganta.
– Si tanto lo deseabas,¿por qué no luchaste por ello? –
pregunta con sutileza, como si temiera que sus palabras
pudieran lastimarme.
– Llevarle la contraria a mi familia implicaba demasiado. En
la vida, hay que saber cuándo colgar los guantes –
84
Y, el mejor momento para hacerlo, es al principio. De esa manera,
nos ahorramos una fatiga tremenda.
– ¿Aún sueñas con ser dibujante? –
– Todos los días –
Presiento que mi semblante inspira verdadera compasión, ya que
Sophie cambia de tema en seguida, probablemente para evitarme un
colapso depresivo.
– Este lugar tiene una vista increíble. Gracias por traerme –
– No es nada –
– ¿Sueles venir muy a menudo? –
– No, casi nunca –
– Es una lástima, tiene un aire romántico –
– No hay mucho tiempo para el romanticismo en la vida
neoyorquina –
– En la vida en general, diría yo. Me parece una verdadera
calamidad que el mundo haya perdido la iniciativa en el
amor. ¡Con suerte,aún se regalan flores! –
– ¿Flores? – repito, algo incrédula – Son ese tipo de cosas lo
que yo llamo falta de iniciativa –
– ¿No te parecen románticas? –
– Sí, mucho, pero pienso que es un detalle simplón. ¿Cuán
profundos pueden ser los sentimientos de una persona que se
limita a expresar su afecto con tan poca cosa? –
– ¿Y cómo lo harías tú? –pregunta, en un sospechoso tono
inquisitivo que hace juego con su mirada perspicaz.
85
– Una carta...
– ¿Como Napoleón y Josephine? -
– Exacto –
Yo no te pido amor eterno, ni fidelidad, sino, simplemente, la
verdad… franqueza ilimitada.El día que me digas - te amo menos -
será el último día de mi amor, o el último de mi vida.
¿Podría, una simple flor, decir tanto?
– Si tuviera que elegir entre Napoleón y un ramo de flores, sin
duda me quedaría con Napoleón –
– Entonces – ultima ella, con sutileza – ¿Unas cuantas
palabras dulces escritas en un trozo de papel, serían la clave
para ganar tu corazón? –
Bajo la vista con rapidez, queriendo huir de aquellos intensos
luceros evanescentes que penetran mi calma y consumen mi
universo.
El mundo parece contraerse,dilatarse y fraccionarse,una y otra y
otra vez. Todo lo que, en un estado de consciencia normal, es, y debe
ser inánime, ha comenzado a tambalearse peligrosamente dentro de
mi campo visual. Puede que sean alucinaciones causadas por la falta
de aire, o por la lista absurdamente infinita de sentimientos
irracionales que me azotan cuando Sophie está cerca...
Una violenta ráfaga de viento helado se aprovecha de mi quietud y
golpea, estropea, maltrata mi cuerpo. Me cruzo de brazos, en un
86
intento por aplacar el frío, pero continuó estremeciéndome sin
control.
Entonces, un ala tibia surge de la nada y desciende, reposándose en
mis hombros. Levanto la mirada; veo a Sophie cubriéndome con su
chaqueta de lana gris. Le digo que no es necesario, pero ella toma mi
mano entre las suyas y comienza a frotarla suavemente, como si
buscase calentar las gélidas yemas de mis dedos.
Los pálpitos de mi corazón se disparan a tal velocidad que el pecho
me ruge como un volcán furiente a punto de caldear su fuego espeso.
No hay suelo bajo mis pies, y, si lo hay, he dejado de sentirlo.
Ya no veo las luces de los rascacielos neoyorquinos, ni el reflejo de
las luminarias del puente sobre el East River…
Mi realidad es Sophie, Sophie y la luna llena que irradia nuestros
cuerpos, haciendo parecer que nada más importa, que nada más
existe, ni puede existir, si no es entre nosotras.
Cierro los ojos, pero, aún en la efímera sombra que lo envuelve todo,
sigo viendo el resplandor de sus pupilas centelleando frente a mi
persona.
Entreabro los párpados y me acerco,me acerco,me acerco… y,por
cada centímetro que mi cuerpo resquebraja, un hormigueo me
acaricia el pecho, el estómago, las manos, la esencia…
Continuó inclinándome tenuemente hacia ella, en medio de un
contradictorio revuelo de ideas que ni siquiera yo logro comprender.
Dudo.
87
La razón me prohíbe seguir con esta locura. Me advierte que, si lo
hago, estaré cometiendo un error del que viviré arrepintiéndome por
el resto de mis días, y aún después de ellos. De modo que me exige
desistir; tomar mi bolso, marcharme a la velocidad de la luz,
permanecer algún tiempo aislada, reponiéndome de la vergüenza
interna; cortarme el cabello y comprar ropa … ya que los adultos
somos como los automóviles: nos sentimos nuevos con tapicería
nueva.
Sus mejillas rosáceas liberan una cadena de sentimientos pasivos
que me incitan a la ternura. Contemplo su aspecto frágil y dulce,
como el de un pétalo flotando en medio del mar en una sosegada
mañana de primavera, y entonces,cuando empiezo a sumergirme,
aunque voluntariamente, en un recóndito mundo surrealista, me
detengo, lucho contra mí misma, y me alejo.
– Deberíamos irnos –
– Pero…
– ¡Qué noche tan fría! Pescaremos una gripe si continuamos
aquí –
Me pongo de pie y tomo mi bolso. El mundo sigue dando
trastabillones amenazantes en forma de vaivén. Doy media vuelta y,
sin dar tiempo a que su melodiosa voz se manifieste para doblegar
mi voluntad, emprendo camino a paso largo, con la errónea
convicción de que, tomando distancia, podré evitar lo inevitable.
88
Cinco
“Si no recuerdas la más ligera locura en que el amor te hizo caer,
no has amado lo suficiente”
William Shakespeare
ntes de continuar, quiero advertirle que conozco muy
buenos abogados –
– ¿A qué viene eso? –
– A que, si la prensa llega a enterarse de lo que voy a contarle,
la demandaré –
– ¡Oh, ya veo! – la doctora Scheffer acomoda la espalda en el
sillón del consultorio – Bueno, no creo que sea necesario
llegar a esos extremos –
– ¿Puede asegurarlo? –
– Desde luego –
– Bien –
Me froto las manos y recorro, con la mirada, el rostro de cada uno de
los presentes. Pienso que es una locura el haberme decidido a
compartir esto con tres desconocidos y una psicóloga de Nueva
York, pero, aun así, no tengo contemplado dar marcha atrás.
– A
89
En el fondo, deseo, no, necesito ser escuchada.
Tomo dos respiros hondos, sintiendo cómo un escalofrío prolongado
me sacude elcuerpo; absorbo una última bocaza de aire frío y, con la
misma pesadumbre de un niño que ha sido obligado a confesar una
terrible jugarreta, murmuro:
– Creo que me he enamorado... de la prima de mi novio –
Bien, finalmente lo he sacado. Lo he pensado, considerado, aceptado
y, al final, lo he sacado.
Pero,¿qué rayos…? Debo haber perdido la cabeza,no hay otra
explicación para que me encuentre aquí, divulgando mi intimidad a
los cuatro vientos. Quien dijo que hablar aliviaba los pesares del
alma, no era más que un desquiciado… un maldito y perfecto
desquiciado.
De pronto, siento que me he trasladado a un campeonato de tiro al
blanco, y no me molestaría en lo absoluto, de no ser porque yo soy el
blanco. La mujer de senos voluptuosos, la joven gótica de aspecto
amenazador y el hombre que tiene problemas para permanecer
callado; todos me observan atentamente. Incluso la doctora Scheffer
ha perdido la voz. ¿Cómo lo sé? Porque lleva casidiez segundos
abriendo la boca sin emitir sonido alguno.
– Y no digo que sea… ya sabe… Realmente,no lo soy. Es
más, aunque quisiera serlo, no podría, porque me iría al
infierno –
– No te irás al infierno por ser lesbiana, Helena –
– No, no soy… eso –
90
– Pero acabas de confesar que estás enamorada de la prima de
tu novio –
– Bueno, sí, pero…
– No te preocupes, es normal atravesar un proceso de
negación –
– No atravieso ningún proceso…
– Dime, ¿es la primera vez? –
– ¿De qué habla? –
– Del autodescubrimiento. ¿Es la primera vez que te sientes
atraída por una mujer? –
– Eh…
De acuerdo, esta conversación empieza a tornarse incómoda.
– ¿Cuántos años tienes? –
– 30 –
– ¿30? ¡Vaya que has tardado! La mayoría descubre su
inclinación en la adolescencia –
– Creo que no me ha entendido. No soy… lesbiana –
La doctora Scheffer frunce el entrecejo y se inclina hacia adelante,
como si creyera que,estableciendo un contacto visual más atinado,
logrará hacerme salir del armario.
– ¿Han tenido acercamiento físico? –
Hago una mueca de confusión.
– Esa es una pregunta compleja – respondo, queriendo
zafarme del recuerdo de mis labios aproximándose a los de
Sophie.
91
– No, no lo es, pero tomaré tu actitud esquiva como un SÍ –
Maldición.
– ¿Qué es lo que te atrae de ella? –
– Pues… yo… en realidad no lo sé –
– ¿Es agradable? –
– Sí, mucho –
– ¿Atractiva? –
– De una forma indescriptible – susurro, con tal suavidad que
incluso a mi alma le cuesta escucharme – Y tiene una
manera muy extraña de ver las cosas – añado,
precipitadamente – Es como si nada pudiera detenerla, aun
cuando sus ideas no sean más que ilusiones descabelladas.
Creo… creo que está algo loca –
– ¿Loca? –
– Sin duda alguna –
– Suena peligroso – la doctora Scheffer toma apunte de mi
declaración, como si pensara que de ello dependerá la
resolución de un futuro crimen pasional.
– Esto podrá parecer extraño – advierto, en un suspiro
lánguido – Pero,¿alguno de ustedes sabe dónde está
Kazajistán? –
Las cuatro cabezas se menean de un lado a otro, acompañando el
gesto de negación con miradas interrogativas.
– ¿Qué hay de la contaminación atmosférica? ¿Creen que esté
relacionada con el código laboral? –
92
El desconcierto no da tregua. Debí suponer que nadie en su sano
juicio sería capaz de ver el mundo de la manera que Sophie lo ve.
Ella es como un pez rebelde que nada contra la corriente sin
importar en qué dirección vaya el banco, o a dónde pueda llevarla su
osadía…
Sophie. Pienso en ella y, de pronto, me doy cuenta de que hay más
en mí de lo que imaginaba. Más sentimientos, más emociones, más
capacidad de perder la cordura y de, estando loca, no desesperar.
Sophie. Su nombre resuena dentro de mí al igual que la melodía de
un piano tocado en el silencio de la noche. Acaricia, estremece las
paredes de mi alma, como el viento que choca contra una puerta
agrietada por el paso de los años.
Sophie. Elsimple recuerdo de sus pupilas esmeralda avivándose bajo
el resplandor de la luna, agita mi respiración y transforma mi hálito
en jadeos exagerados que superan el tic tac del reloj de la pared.
Hace poco más de una semana,era mi crisis depresiva lo que me
obligaba a exponer mi identidad frente a la doctora Scheffer y sus
pacientes. Era lo pesado y doloroso de mi tristeza lo que me había
traído a este sitio. Pero hoy, el motivo de mi presencia es, de cierta
forma, ajeno a mi propia voluntad, ya no se trata de aquél vacío
inexplicable que apuñalaba mi pecho durante el alba, ni de aquella
soledad ambigua que me impedía conciliar el sueño por la noche.
Ahora, todo se reduce a Sophie Watson – Creek. A sus ojos, al
aroma de su cabello, a la suavidad de su piel, a las curvas de su
93
cadera,a los pómulos remarcados de sus mejillas, a su busto, a sus
piernas, incluso a sus dedos y a cada una de sus uñas…
Ahora, es la silueta de aquella mujer inglesa lo que consume mi
pecho durante el alba y se posa entre mis ojos por la noche,
haciéndome imposible cerrar los párpados… convirtiendo mi vida,
por irónico que parezca,en una insoportable, pero plácida extensión
de su delicado cuerpo.
– ¿Cómo puede, una persona, estar segura de que se ha
enamorado? –
La doctora Scheffer me observa con perplejidad, encandilándosele
los ojos en breves intervalos que aparecen y desaparecen alritmo de
sus latidos. Al cabo de un rato, cuando logra digerir la complejidad
mi pregunta, suelta un bufido y se tantea la quijada con el índice,
como quien medita la posibilidad de hacer un largo viaje en coche.
– El amor – murmura, entornando la vista – es un tema
complicado, pero, aunque suene contradictorio, también es
relativamente simple –
Cruza una pierna y, frotándose la barbilla, continúa:
– En una ocasión, leí la historia de un hombre que se dejó dar
una paliza con tal de recibir primeros auxilios de la mujer a
la que amaba. Él la describe como la paliza más tormentosa
y dulce que le han dado en la vida, pero que no se me
entienda mal, no es la tunda lo relevante, sino el propósito
de la misma –
– Eh…
94
– Lo que intento decir, Helena, es que el amor nos lleva a
cometer estupideces que, al final, terminan pareciéndonos no
tan estúpidas. Tú me preguntas cómo puede, una persona,
estar segura de que se ha enamorado; pues bien, te diré que
se basa en la cantidad de estupideces que esté dispuesta a
cometer –
– Y si esa persona no está dispuesta a cometer estupideces –
intervengo – Si, por nada del mundo, está dispuesta a tomar
riesgos… ¿Significa que no está enamorada? –
La doctora Scheffer guarda silencio. Su mirada, estoica como el
cielo nocturno y fulminante como el sol veraniego, penetra mis
pupilas sin reparo. Toca algo dentro de mí… descubre algo dentro de
mí. ¿Qué? No afirmo nada con contundencia, pero sospecho que,
ante su ágil y aguda vista, se ha rasgado el velo que ocultaba, o
pretendía ocultar, aquél sentimiento indomable y falto de razón…
Mi amor por Sophie.
Parpadea,vuelve a ser una psicóloga común cuyo consultorio no es
lo suficientemente ostentoso para la exquisita Manhattan. Sólo hay
algo que ha cambiado: ahora sabe lo que debe responder.
– No – susurra,esbozando una leve sonrisa de benevolencia –
Significa que no sabe amar –
95
Italia, 1796
Te envío tres besos: uno a tu corazón,otro a tu boca y otro a tus
ojos.
Napoleón
96
lguna vez han sentido ese pálpito incontrolable que hace
temblar las manos, o aquella ansiedad penetrante que socava
el estómago?
¿Han sentido, en algún momento de la vida, aquél vacío en las
entrañas que logra paralizar su cuerpo sin que puedan hacer nada
para evitarlo?
Si lo han sentido, entonces comprenderán por qué no he tocado el
timbre. Comprenderán por qué llevo diez minutos aquí, de pie,
dando vueltas de un lado a otro, surcando la alfombra del corredor,
sin poder tocar el timbre.
No es que no sepa lo que hallaré, al contrario, lo sé perfectamente,
he ahí la razón de que mis piernas tiemblen y mi aliento retumbe a lo
largo y ancho del pasillo.
Poso la mano derecha sobre la puerta, queriendo sentir más allá del
madero, queriendo encontrar,en la absoluta calma, el repicar de sus
latidos atravesando la pared. Y lo encuentro, o imagino encontrarlo,
y, aunque sólo lo imagine, me parece tan realcomo el hormigueo
que ahora me sube del vientre al cuello y del cuello a las
extremidades.
Inhalo, exhalo, inhalo, exhalo. Mi pecho sube y baja abruptamente,
cada vez con más violencia. Oprimo los párpados, hasta que las
córneas comienzan a dolerme y manchones oscuros surgen de la
¿A
97
nada, danzando frente a mí. Van dibujando su faz, trazándola en
medio de las sombras, bosquejando su belleza…
¡Ni siquiera en la oscuridad puedo ocultarme de su rostro!
Entonces, en medio de aquel ensimismamiento, mis frágiles dedos se
someten a la voluntad de mi corazón y, tiritando excitadamente,
tocan el timbre. Retrocedo, pero no más de un paso, porque la puerta
se abre de par en par antes de que logre huir.
– Helena…
Permanezco callada.
– No te esperaba –
Continúo en silencio.
– Adelante –
Entro sin emitir sonido. Entro, incluso, sin poder mirarla a los ojos.
– ¿Quieres – me pregunta – una taza de té? –
Muevo la cabeza de un lado a otro.
– ¿Zumo de naranja? –
Vuelvo a negarme.
– Bien…pues… toma asiento –
– Prefiero quedarme de pie, gracias –
Sophie no responde a mi gesto de indiferencia, al menos no en
primera instancia. Quizá, por sentirse incómoda, o quizá, para no
acrecentar miincomodidad.
Un ruido intermitente prorrumpe en la habitación; son gotas de agua
golpeando el ventanal de vidrio. Ha comenzado a llover.
Entre napoleón y los tulipanes
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Entre napoleón y los tulipanes
Entre napoleón y los tulipanes
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Entre napoleón y los tulipanes

  • 1.
  • 2.
  • 3. Cat D´Arossi Entre Napoleón y los tulipanes ¿Existe la felicidad?
  • 4. Título Original: Entre Napoleón y los tulipanes © Cat D´Arossi 2010 catdarossi@hotmail.com © Todos los derechos reservados.Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, registrada o transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo, por escrito, del autor.
  • 5. Para: Rebeca y Ana, quienes comenzaron el círculo. Yolanda y Tamara, quienes le dieron forma. Camilla, Marina y François, quienes lo completaron. Porque los amigos son la familia que nos permitimos elegir, este libro va dedicado a ustedes, y a todos los quetzales que me enseñaron a volar.
  • 6.
  • 7. Querido lector: En tus manos, posees un trozo de mí. De lo que fui, de lo que soy y de lo que espero ser. Cat D´Arossi
  • 8.
  • 9. “No ser nadie, sino tú mismo, en un mundo que está haciendo todo lo posible, día y noche, para que seas alguien distinto, significa luchar la batalla más difícil que cualquier ser humano pueda enfrentar y nunca detenerse” Edward Estlin Cummings
  • 10.
  • 12.
  • 13.
  • 14. 14 Uno “He cometido el peor pecado que una persona puede cometer. No he sido feliz” Jorge Luis Borges equeñas gotas de sudor frío se deslizan por mi sien, se escurren a lo largo de mis pómulos y caen sobre el cuero negro del sofá, estrellándose contra él como la lluvia en el asfalto. Jugueteo con los pulgares y agito una pierna impacientemente, mientras remuerdo mis labios carmesí, haciéndolos lucir blancos. Tengo una extraña sensación de incomodidad, no sé si sea porque estoy en medio de tres individuos que me aplastan las costillas o porque estoy nerviosa. Creo que es un poco de ambas. Después de todo, jamás imaginé encontrarme en una situación como esta: compartiendo el sofá con tres inadaptados sociales y frente a una psicóloga que no deja de tomar apuntes en su libreta marrón. Me siento estudiada, como un gorila verde encerrado en una jaula. El tipo que está a mi izquierda no ha parado de hablar en los últimos veinte minutos. Podría levantarme en este preciso instante para taparle la boca con sus calzoncillos y creo todos me darían las gracias, en especial la adolescente gótica que está sentada a un extremo del sofá. Ella sí que quiere mandarlo al diablo… P
  • 15. 15 Bostezo con disimulo. Mi brazo derecho empieza a entumecerse, lo movería, pero los enormes senos de la mujer que está junto a mí me lo impiden. – … y, entonces, le pregunté: ¿Qué pasa, Yasmin? ¿Por qué estás evitándome? Y ella dijo: no estoy evitándote,es solo que no aguanto tener una conversación contigo. ¿Pueden creerlo? Digo, sé que tengo un pequeño problema para controlar mi lengua, pero ella debería entenderlo. Creí que había una chispa entre nosotros… Sí, mi brazo derecho no puede moverse, pero mi izquierdo está, realmente, considerando la posibilidad de callar a ese tipo con un buen golpe. – … puedo soportar que no esté interesada en salir conmigo, pero ¿qué tiene Barry, del Departamento de Archivos, que no tenga yo? – No conozco a Barry, pero, si tuviera que elegir entre él y un papagayo con forma humana, no sólo me quedaría con Barry, sino que lucharía por él como una tigresa en celo. – Algo me dice que están teniendo amoríos en el trabajo, y eso va en contra del código laboral… – ¡De acuerdo,Ted! – exclama la doctora Scheffer,alzando la voz con autoridad – Has llenado tu espacio de veinte minutos, continuaremos en la próxima sesión… Dios bendiga los límites de tiempo de los loqueros.
  • 16. 16 – … quiero que sigas practicando los ejercicios de autocontrol que te enseñé la semana pasada. ¿Está bien?– Ted mueve la cabeza de arriba a abajo. Por su semblante de pesadumbre, deduzco que aún tenía muchas cosas que contarnos sobre su miserable existencia. – Excelente. Ahora, es el turno de nuestra nueva participante: Helena – Doy un respingo de alarma. La doctora Scheffer me observa con total atención, como si esperase que yo le contara el verdadero motivo por el cual la gallina cruzó la calle. – ¿Qué te trae a nuestra terapia grupal de autoayuda? – Me rehúso a contestar. No por carecer de respuesta,sino porque aún no estoy segura de que mi problema sea,en realidad, un problema. – Comencemos por lo básico – continúa ella, al notar mi escasa voluntad de romper el hielo – ¿Cómo fue tu infancia?– ¿Mi infancia? Fue tan buena que me parece mala. – Bastante normal, creo yo – – Adelante – – Mis padres me enviaron a la escuela más costosa de la ciudad. Querían que me codeara con niños adinerados… – Prosigue – – Cuando cumplí los 16, mi madre quiso enviarme a un internado agustino en París… aunque yo deseaba ir a Londres –
  • 17. 17 Detengo el relato para dejar escapar un disimulado suspiro de lamento. Londres. El Big Ben… el London Eye… los soldados que no pueden moverse… – ¿Y qué sucedió? – pregunta la doctora Scheffer,curiosa ante mi silencio. – Lo que suele suceder cuando no se es huérfano – respondo, en tono sarcástico. La mujer ignora mi chiste y toma apunte en su libreta. ¿Acaso no tiene sentido del humor? – ¿Cómo fue tu vida en ese colegio? – Una vez más, permanezco callada. Los Campos Elíseos… el Arco del Triunfo… las excursiones a la Catedralde Notre Dame… los 175 actos que, según el padre François, son pecado, y otras 80 excursiones a la Catedral… ¡Voilá la France! – No puedo quejarme – Vuelve a tomar nota. ¿Habrá notado que estoy mintiendo? No creo. Es psicóloga, no consultante del tarot. – ¿Y a qué te dedicas? – indaga, aumentando su interés. – Soy subastadora – – ¡Oh, subastadora! ¿Cómo va eso? – – Muy bien… bien… creo – Por tercera vez,la mujer posa el bolígrafo sobre el papel. Me inquieta el hecho de que esté analizándome; por lo general, soy yo quien disfruta analizando a los demás. – ¿Qué me dices de tu familia? ¿Cómo son ellos? –
  • 18. 18 – ¿Mi familia? Pues… Dudo. En 20 años, jamás he podido hallar la descripción adecuada; todas son demasiado benévolas. – Mi abuelo es subastador retirado, al igual que mi padre – – ¡Ah, es una tradición familiar! – – Algo así – – Ya veo. ¿Qué hay de tu madre? – ¿Mamá? Es la encargada de invertir el dinero. – No trabaja – … Al menos que pueda considerarse un trabajo el despilfarrar los ingresos monetarios… – ¿Ama de casa? – – Definitivamente – La doctora Scheffer acomoda la espalda en el reclinar del asiento. – ¿Y qué tal el plano amoroso? – – Bueno… salgo con alguien hace un par de meses – – Háblame al respecto – ¿Que hable de mi vida sentimental? ¿Es eso necesario? – Su nombre es Patrick – – Continúa… Continúa.Prosigue. ¿Qué me cuentas de eso? ¿Qué hay de aquello? ¿Es lo único que esa mujer sabe decir? Mi concepción de la psicología acaba de ser cruelmente violada por el interrogatorio simplón del que soy objeto. – Es empresario. Su familia tiene una cadena de hoteles…
  • 19. 19 – ¿Patrick Watson - Creek? ¡Oh,eres Helena Fakker! – ¡Magnífico! Ahora, mi nombre aparecerá en la portada de Magazine Gossip con la doctora Scheffer dando testimonio de la inestabilidad emocional que me condujo a su terapia. Creo que necesitaré un abogado. – Sí – respondo, entre dientes, apesadumbrada por mi falta de reserva. Un momento; para algo ha de servir el contrato de confidencialidad. Al fin y al cabo, las terapias con los loqueros son como las confesiones sacramentales,y se supone que ningún religioso debe andar por ahí, contando tus pecados a diestra y siniestra… – ¿Y cómo va su relación? – – Eh… ¡bien! Muy bien. Patrick es… maravilloso – La doctora Scheffer vuelve a tomar nota. Quisiera saber qué tanto ha podido discurrir sobre mí con ese incómodo método inquisitivo. – Creo que ya han sido suficientes preguntas, Helena. Ahora, quiero que nos cuentes por qué estás aquí – Inclino la mirada, no para huir de su pregunta, sino de la inminente respuesta. El ocaso abraza el cielo con osadía, puedo saberlo porque se filtra el matiz naranja por la ventana de cristal. El suelo se pinta con el reflejo de la tarde… esa tarde que siempre enfría mi alma, convirtiéndola en toneladas de hielo que se desprenden y van a dar a la boca de mi estómago.
  • 20. 20 Un molesto nudo se forma en mi garganta y la aprisiona, como aquellos tediosos nubarrones de invierno que enclaustran al sol detrás de sus cuerpos etéreos. Comienza a emerger esa insoluble tristeza, de la nada, y se aferra a mi pecho, como una dolorosa enredadera de espinas. Estoy aquí porque algo me falta. Cada noche, el sueño se rehúsa a envolver mis ojos. Doy giros desesperados y exhaustivos sobre la cama,tratando de hallar un rincón donde no me sienta sola. Los días han comenzado a parecerme monótonos y deprimentes… iguales, unos a otros. Intento ignorar esta nostalgia sin fundamento, pero, cada vez que trato de contenerla, el frágil manto de mi corazón se desgarra y gotas de rocío lastimero se cobijan sobre mis párpados. No soy feliz, y a eso se resume mi presencia en este acogedor consultorio de Manhattan... El súbito timbre del teléfono móvil me pone los nervios de punta. Parpadeo repetidamente y sacudo la cabeza,queriendo volver a la realidad. – Lo siento, olvidé apagarlo – me excuso, mientras intento hallar el móvil en el interior de mi bolso negro. Mi mano se topa con la chequera,el monedero y las tarjetas de crédito, antes de encontrar el teléfono entre las llaves del auto y el espejo de bolsillo. El identificador de llamadas me causa estremecimiento. Ojeo mi reloj de pulso… ¡llevo media hora de atraso! Me disculpo con la doctora Scheffer y le digo que regresaré en otra ocasión, lo cual,
  • 21. 21 probablemente, no haga, ya que no pienso pagar para que una mujer me interrogue como si fuese sospechosa de un crimen. Salgo del consultorio, reprendiéndome a mí misma por haber perdido el tiempo de una manera tan tonta. ¿Acaso he olvidado que soy una adulta racional y que, por ende, la felicidad no es más que un tabú? ¿Cómo se me pudo ocurrir sentarme junto a cuatro desconocidos para compartir mis inquietudes sobre la vida? Y pensar que todo este embrollo surgió por un escrito del siglo pasado… Felicidad. ¡Joder! ¿En qué estaba pensando cuando me pregunté si era feliz? Cualquier persona con dos dedos de frente que quiera mantener el balance emocional de su vida, sabe que no debe preguntarse tal barbaridad. Yo soy una persona con dos dedos de frente… o lo era,hasta que me topé con una dichosa carta atribuida a Borges. Y digo dichosa en sentido irónico. Pienso que nadie debería escribir semejante cosa y hacerla pública, de manera que no apruebo a Borges, por el contrario, condeno su revelador manuscrito como algo sumamente perjudicial para los que preferimos vivir en la ignorancia supina, respetando las normas de la sociedad y manteniendo una buena conducta estereotípica. ¿Qué hay de malo en hacer lo que todo el mundo hace? Poner el trabajo y, por ende, al dinero, en primer plano. Dejar a los amigos y al amor de último, porque son como el viento: vienen y van…
  • 22. 22 ¿Qué hay de malo en querer tener las cosas bajo control? No salir sin haber revisado el pronóstico del clima, por ejemplo. Creo que Borges no tenía idea de lo que hablaba. Era un anciano próximo a su muerte, deliraba, eso es todo. Si pudiera vivirnuevamente mi vida, en la próxima, trataría de cometer más errores. No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más. Sería más tonto de lo que he sido, de hecho, tomaría muy pocas cosas con seriedad... Correría más riesgos, haría más viajes, contemplaría más atardeceres,subiría más montañas, nadaría más ríos. Iría a lugares a donde nunca he ido… Tendría más problemasreales y menosimaginarios. Yo fui una de esas personasque vivió con sensatez cada minuto de su vida. Claro que tuve momentos de alegría, pero,si pudiera volver atrás, intentaría tener, solamente, buenos momentos. Porsi no lo saben, de eso está hecha la vida: sólo de momentos. No te pierdas el ahora. Yo era uno de esos que nunca iba a ninguna parte sin un termómetro, una bolsa de agua caliente, un paraguas y un paracaídas. Si pudiera volvera vivir, viajaría más liviano. Si pudiera volver a vivir,comenzaría a andar descalzo a principios de la primavera y seguiría descalzo hasta concluir el otoño. Contemplaría más amaneceres y jugaría con más niños, si tuviera, otra vez, vida por delante… Pero ya ven, tengo 85 años,y sé que me estoy muriendo.
  • 23. 23 ajo del auto, aseguro la puerta y cruzo la calle a paso rápido. Me detengo unos instantes para admirar el impetuoso letrero que se levanta sobre la marquesina. Casa de Subastas Fakker No dice Casa de SubastasHelena, de modo que no me pertenece. No es mi esencia lo que me mantiene atada a ella, sino mi apellido. Cruzo el umbral de la puerta, atravieso el recibidor y entro al auditorio; no hay un solo espacio libre en las quince hileras de butacas. Noto que algunas personas murmuran entre sí al verme llegar, supongo que critican mi demora. Es lo que mejor se les da: criticar. – Lo siento, se me hizo tarde – – Hola, cariño – Patrick se inclina para darme un beso. Han pasado varios meses y, aun así, no termino de acostumbrarme a él… – Espero que tengas una buena excusa – La voz de mi madre posee un incómodo tono de hosquedad. No tengo intenciones de contar a nadie sobre mi visita a la doctora Scheffer,así que miento diciendo que el tráfico era una locura. – ¿El tráfico te detuvo una hora? Eso no tiene sentido, vivimos a quince minutos de aquí… B
  • 24. 24 Maldición. Mi coartada acaba de ser desmantelada. – También hubo un accidente – – ¿Qué clase de accidente? – – Un auto arrolló a una cebra – Maldición. Mi nueva cortada es tan estúpida… – ¿Cebra? ¡Pero elzoológico está del otro lado de la ciudad! – ¿Por qué dije cebra? Ovni hubiese sido más creíble. El abuelo me observa con suspicacia, pero no hace comentarios. Sospecho que me someterá a un interrogatorio profundo en cuanto tenga la oportunidad. Mi madre ladea la cabeza con desaprobación, es evidente que no cree ni media palabra de lo que he dicho. – No hay tiempo para discusiones ridículas – interviene papá, como por encargo divino – 45 minutos de atraso, es más que suficiente. Helena, sube a la tarima y comienza con la subasta… Helena, haz esto y haz aquello. Es tu deber, tu responsabilidad, aunque no hayas movido un dedo para adquirirla y aunque no tengas el mínimo interés en llevarla a cabo. ¿Londres? ¿Para qué quieres ir a Londres? ¡Francia es la cuna del pensamiento moderno!Montesquieu, Diderot, Voltaire,todos eran franceses. ¡Tu madre es francesa!Irás a París. ¿Estudiar dibujo? No lo necesitas.Tu deber es hacerte cargo del negocio familiar…
  • 25. 25 Antes de cumplir los 17, ya había hecho un doloroso descubrimiento en mi vida: mi futuro estaba planeado y poco importaba mi voluntad. Londres fue tirado a la basura como un trapo viejo. Obviamente, le eché la culpa a Montesquieu y a sus amigos enciclopedistas. Mi empleo, la profesión que ejercería hasta llegada la vejez, había sido escogido sin mi consentimiento. Opté por culpar al abuelo de mi abuelo y a su maldito sueño de tener una casa de subastas. Está en la naturaleza humana el querer buscar culpables, nos alivia saber que la responsabilidad no recae sobre nosotros… Alea iacta est. La suerte estaba echada,y no había nada que yo pudiera hacer alrespecto. ¿Rebelarme? Jamás habría sido capaz de hacerlo, mi familia había invertido mucho dinero en mi educación y yo sentía la necesidad de corresponderles. Sí, lo sé… tener conciencia es un asco. En fin. Me dejé esclavizar y opté por afiliarme a la política del hombre de las cavernas: vivo atado de manos y pies en la oscuridad de una cueva, no conozco el fuego y no tengo interés en hacerlo. Me conformo con lo que tengo a mano, no intento ver más allá de lo debido, porque sé que la luz lastimaría mis ojos. No hago preguntas ni analizo mi existencia. Simplemente, estoy aquí. Observo lo que se me es permitido y sigo el ejemplo de mis compañeros, quienes nunca se quejan por no poder salir al exterior. Soy un esclavo satisfecho. Eso, hasta que apareció Borges…
  • 26. 26 – Lote n° 225. Primera carta de Napoleón a Josephine. Despierto lleno de pensamientos sobre ti. Tu retrato y la intoxicada tarde que pasamosayer, han dejado mis sentidos en la agitación. ¡Dulce, incomparable Josephine, qué efecto extraño tienes en mi corazón!¿Estásenojada? ¿Veo tu mirada triste? ¿Estáspreocupada? Mi alma duele de pena, y no puede haberdescanso para ti, amada. Pero, ¿todavía hay más guardado para mí, cuando,rendido a los sentimientos profundos que me abruman, dibujo desde tus labios, desde tu corazón,un amorque me consume con fuego? – Hago una pausa y elevo la mirada, sólo para darme cuenta de que el auditorio entero tiene los ojos puestos en mí. – La subasta abre con una oferta de 100 mil – anuncio, afanada por deshacerme de la incómoda sensación que me produce el tener cientos de miradas apuntándome. Un sonoro cuchicheo se apodera de la sala. La esposa del senador Jones le susurra algo; el hombre se limita a observarla con el rabillo del ojo, mientras gira el tronco para echar un vistazo al auditorio. Nadie ha levantado la mano. Su mujer le da un codazo en la costilla, haciéndolo sobresaltarse. Él la mira con nerviosismo. En su mano derecha,sostiene un cartelcon el número 484. Comienza a erguir el brazo… – ¡100 mil! – exclama un sujeto regordete, sentado en la parte trasera delsalón.
  • 27. 27 El peluquín falso, las gafas cuadradas,elbigote abundante… es Lipin Coles, uno de los empresarios más reconocidos del país. Tiene fama de ser un excéntrico irremediable. – El señor Coles ofrece 100 mil, ¿alguien está dispuesto a superarlo? – cuestiono, mirando de reojo al senador Jones. El pobre parece estar siendo reprendido por su esposa, ya que se estremece cada vez que ésta se inclina sobre su oído para murmurarle. El cuchicheo persiste. – ¡170 mil! – Un hombre vestido de vaquero, levanta el número 315 y lo agita con efusividad. – Esa es una oferta muy decente,señor – comento, a manera de cumplido. El vaquero sonríe con una pizca de arrogancia y le dirige una mirada desafiante a Lipin Coles. El empresario le devuelve el gesto. Las cosas van a ponerse feas… – ¡200 mil! – El senador Jones intenta secar elsudor de su frente con la manga del saco,mientras mantiene el brazo levantado con el número 484. – ¡225 mil! – vocifera un hombre calvo, en la tercera fila. – ¡240 mil! – riñe una mujer pelirroja, sentada junto a la primera dama. El farfullo consume el auditorio. Lipin Coles frunce el entrecejo con inquietud; el vaquero le da un golpecito al borde de su sombrero
  • 28. 28 blanco, y, en la segunda fila, el senador discute en voz baja con Marta Jones. Me pregunto qué ha traído a esta gente a la subasta de hoy… a la de hace una semana… tres meses… ¡a las subastas de los últimos 10 años! ¿Qué satisfacción puede brindarles el invertir su dinero en este tipo de cosas? Puedo entender el consumismo tecnológico, los vicios, las apuestas. Incluso, puedo justificar la prostitución como la necesidad que tiene el hombre de recibir afecto, pero ¿subastas? ¿Qué clase de persona gasta miles de dólares en algo que sólo servirá para adornar su sala? El inconfundible siseo de la puerta me hace levantar la vista. Una desconocida acaba de entrar al salón; de espaldas, intenta ajustar el cerrojo sin hacer ruido. No puedo ver su cara,pero tiene un hermoso cabello azabache,largo y liso, que se agita mientras gira la cerradura. Da media vuelta, y nuestras miradas chocan entre sí con tal intensidad que percibo un efímero fulgor consumiéndome los ojos… – ¡270 mil! – La voz de Lipin Coles me parece distante y vaga, como un pensamiento olvidado que no me molesto en escuchar. Siento que mi conciencia es arrancada súbitamente y contenida en ese inexplicable cruce de sentidos. – ¡300 mil! – El resto del mundo ha dejado de importarme. ¡Ya ni siquiera sé si estoy despierta! Una profunda calidez me abraza el pecho, como la
  • 29. 29 acogedora toga del alba que consume el frío de la noche. De pronto, ella pestañea,y, apartando su mirada de la mía, camina tras la última hilera de asientos, donde no puedo verla. – ¡350 mil! – Mi frágil mente es arrastrada con violencia de vuelta a la subasta. La realidad me abruma. Ladeo la cabeza disimuladamente; mis ojos se niegan a dejar de buscarla… – ¡500 mil! – El vaquero agita su brazo con desesperación. Tiene semblante de angustia y su cara luce sudorosa. Me observa de manera suplicante, mientras sacude el cartel315 sobre su cabeza. Miro a Lipin Coles; el tono rojizo de sus pómulos y el entrecejo fruncido con aire malhumorado, me hacen suponer que no tiene una oferta mejor que la de su rival. – ¡500 mil a la una, a las dos…! – – ¡785 mil! – Un inesperado bramido proveniente de la segunda fila, me interrumpe en el último instante. ¿Dijo 785 mil? No puedo evitar que una expresión de pasmo se dibuje en mi rostro. La señora Jones sujeta con fuerza el brazo de su marido, manteniéndolo en el aire. Por un momento, tengo la impresión de que el senador está siendo manipulado. La multitud enloquece. El vaquero baja su cartely, quitándose el sombrero, se recuesta alasiento con resignación.
  • 30. 30 – ¡785 mil a la una, a las dos, y a las tres! Primera carta de Napoleón a Josephine, vendida al senador Jones… y a su esposa.
  • 31. 31 Dos ¡Qué cosa tan extraña es la felicidad! Nadie sabe por dónde, ni cómo, ni cuándo llega. Y llega por caminos invisibles, a veces cuando ya no se le aguarda. Henrik Johan Ibsen i mundo ha sido ineludiblemente alterado. La notable felicidad que consume a la señora Jones, el pálido semblante de su marido, la frustración que invade al vaquero, el enfado que Lipin Coles desborda con refunfuños… todo me parece ajeno, apartado y ambiguo. Sin saber por qué, la busco entre la multitud. Un incontrolable desasosiego por hallar su mirada, perturba mi respiración. Nada de esto tiene sentido… – ¡Helena! – La voz de mi madre me hace recuperar la consciencia. La veo haciéndome señas para que deje la tarima. ¿Por qué sigo en la tarima? – Estuviste maravillosa – exclama el abuelo, haciéndome un gesto de cariño en la mejilla. Me limito a sonreírle. – ¡Helena! – M
  • 32. 32 Doy media vuelta. Una mujer esbelta, de labios carnosos y brillante pelo negro se aproxima con aire malicioso. Viste un traje carmesí, de escote provocador. Conozco esa mirada de suspicacia intimidante, y nunca me ha agradado… – Betty Tale – saludo, aparentando cortesía. – Debo felicitarte por tu lectura, fue… inspiradora – Noto una pizca de ironía en su comentario, pero, por el bien de las dos, fingiré demencia. – Gracias – – Betty, querida, estás radiante – mi madre la saluda con ese presuntuoso beso europeo que siempre me hace dudar de mi posición geográfica - ¿Quién ha diseñado tu vestido? – – ¿Quién va a ser? Filipo – – Lo supuse, tiene el porte Materazzo - Dios las crea y ellas se juntan. – Dime, Helena ¿qué se siente estar en el quinto lugar? – – ¿Quinto lugar? – – Deberías leer las revistas locales más a menudo. Patrick y tú ocupan la quinta posición en la lista de parejas con mejor trasfondo económico – Así que ahora nos galardonan por tener dinero y asistir a eventos sociales tomados de la mano… ¿Qué se supone que debo hacer,brincar sobre una pierna? – Fantástico – ironizo, levantando las cejas.
  • 33. 33 – Me preguntaba si no te molesta concederme una entrevista - No, no me molesta. De hecho, me hastía. – Sería un honor – mascullo, haciendo un esfuerzo por colocar mi educación de antemano. – ¡Magnífico! ¿Dónde está tu novio? – Giro la cabeza de un lado a otro. Acabo de darme cuenta de que Patrick no está. – Dijo que volvería pronto. Espera un rato – sugiere mi madre. Odio cuando hace sugerencias,en especial, porque yo termino afectada. – Lo haría si pudiera – Betty ojea su reloj – pero tengo un compromiso dentro de media hora. ¿Te parece silo dejamos para otro día? – – ¡Por supuesto! – Una mueca de recelo en la cara de mi madre, me hace sospechar que mi alegría es evidente. – Nadine, te veo en el salón de belleza… o en el spa – El doble beso vuelve a repetirse y, dando media vuelta, Betty Tale se marcha. ¡Qué alivio me da ver su petulante existencia alejándose de mí! Las carcajadas de Marta Jones resuenan en la entrada del auditorio. Parece jactarse delcuadro con marco plateado que lleva entre las manos. ¡Ahí va el nuevo utensilio decorativo de la esposa del senador! Seguramente, lo colocará en la sala, cerca del vestíbulo,
  • 34. 34 para que todo el que llegue de visita se revuelque de envidia al verlo… – Menos mal que siguen aquí – La voz de Patrick resuena a mis espaldas. De haber aparecido diez segundos antes, me habría visto obligada a responder las incómodas preguntas de la señorita Tale. ¡Bendito sea el hombre que inventó el reloj! ¿O debería bendecir a Dios, por inventar el tiempo? Doy media vuelta… La vida se detiene ante mis ojos. El hermoso resplandor de sus pupilas, sumerge mi mundo en un dulce delirio de irrealidad. Ahí está ella, mirándome fijamente, como si supiera que, por alguna razón, inquieta mi universo. – Helena, te presento a Sophie. Mi prima – – Es un placer conocerte – Ella sonríe con dulzura y extiende la mano derecha. – Encantada – respondo, tratando de ocultar mi perplejidad. Nos damos un ligero apretón de manos. Su piel acaricia mi muñeca suavemente, y, en un delicado desliz, nuestros dedos se entrelazan provocando tal calidez que mis latidos se descontrolan. – Ellos son Harold y Nadine Fakker. Les presento a mi prima… He dejado de pensar; mi realidad está contenida en su presencia. El hermoso cabello azabache que brilla con las luces del salón, la tierna sonrisa que remarca sus pómulos color rosa, las dos estrellas verde oscuro que tiene por ojos y que me desnudan el alma con lentitud…
  • 35. 35 – El señor Abraham Fakker – – ¡Ah, pero todos me llaman Apu! – Parpadeo una y otra vez, en un tenue esfuerzo por reprimir las emociones que se desbordan dentro de mí. – Sophie es la hija de mi tío Charles, el encargado de los hoteles en Inglaterra… lo cual explica el apretón de manos – – ¿No crees que es demasiado pronto para comenzar con tu crítica a la reserva inglesa? – le cuestiona ella, entre dientes. – No – responde Patrick, en tono juguetón. – ¿Así que has venido desde Gran Bretaña? – la faceta inquisitiva de mi madre, cobra vida. – Sí. De hecho, fue algo de último momento: era mi padre quien debía venir a la reunión de junta directiva, pero surgió un imprevisto y me ha pedido que le reemplace… ¿Qué está pasándome? ¿Por qué me resulta tan inquietante su mirada? ¿Y qué es ese aroma que emana de su cuerpo, parecido al perfume de la brisa primaveral? – Debiste avisarme que llegarías hoy. Habría ido por ti al aeropuerto – – No hacía falta, conozco la ciudad – – Es tu primera vez en Nueva York – – Sí, pero me gusta leer los folletos turísticos… Sophie me sonríe con ternura. Le devuelvo el gesto, aunque con algo de timidez.
  • 36. 36 – ¿Y cuánto tiempo te quedarás? – inquiere mi padre, acomodándose la corbata. – Sólo un par de días. Tengo que volver a Londres el domingo por la tarde, de modo que, Patrick, tienes poco tiempo para mostrarme el sueño americano – – ¡Puf! Ésta vez tendré que fallarte. Mañana temprano viajo a Tokio, para cerrar eltrato con Harusame – – ¿Hablas en serio? – Patrick asiente. Sophie deja escapar un bufido de decepción. – ¿Entonces tendré que pasar toda una semana dando vueltas en el lobby del hotel? – – Lo siento, cariño. Aunque… ¿Han sentido esa misteriosa presión que suele sentirse cuando estamos convencidos de que van a pedirnos un favor? – … Helena conoce toda la ciudad, estoy seguro de que le encantaría darte un recorrido. ¿Cierto, linda? – El corazón me da un vuelco. Su mirada vuelve a desviarse hacia mí, atrapándome en un perturbado mar de emociones que torna violentos mis latidos. Un cosquilleo me recorre el cuerpo, haciéndome dar un salto que procuro disimular. – Eh… bueno… yo… – balbuceo. – Podrían ir al MET – sugiere Patrick, rodeándome los hombros con un brazo.
  • 37. 37 La sensación de su mano frotando mi piel, me resulta algo incómoda. – Tu prima sólo tiene un par de días para conocer Nueva York, no creo que quiera perder el tiempo en un museo… – De hecho – interviene ella, entrecerrando los ojos con una pizca de provocación – Adoro los museos… Infinitas gotas de agua se deslizan, suavemente, en la cristalina ventana de mi habitación. La primera lluvia del año ha ocultado las estrellas con lúgubres cortinas grises, que se alzan, tiranas, en el firmamento. Detesto las noches frías, que, en su despiadado afán por entumecer mi cuerpo, me hacen recordar que no hay nadie junto a mí para abrigarme. Siempre he tenido problemas para dormir. Miedo, tal vez. No a la oscuridad de la noche, sino a la de mi alma. Sí, a mi alma, como suele pasarle a todos los adultos cuando llegan a la madurez y se dan cuenta de que no pueden seguir ahogando la voz de sus corazones con tal de seguir los consejos de la razón. Porque una cosa es hacer lo correcto y, otra, hacer lo normal. Yo, por ejemplo, he llevado una vida normal, pero completamente incorrecta. Y sí, estoy al tanto de mi error, pero una cosa es saberlo y, otra, querer corregirlo.
  • 38. 38 La lluvia se hace cada vez más intensa, reflejándose el parpadeo de los relámpagos en la nítida alfombra del dormitorio. Doy vueltas sobre la cama, de un lado a otro, intentando sofocar la cotidiana nostalgia que me mantiene en vela. Mi recámara acostumbra ser más solitaria por las noches, cuando la penumbra me obliga a convivir conmigo misma, sin poder refugiarme en la calidez del balcón. Y, cuando a tal desgracia me veo sujeta, es decir, cuando debo estar a solas con mi moribundo yo interno, sólo hay algo que logra apaciguar la desgraciada sensación de amargura que me consume: Napoleón. No, no son delirios de una mente perturbada por el poco dormir y el mucho pensar. Son las cartas de Napoleón a su amada Josephine el único abrigo que me resguarda de la tormenta. Enderezándome poco a poco, extiendo el brazo para encender la lamparilla. Tomo el libro de solapa gris que yace inánime sobre la repisa, y lo abro en la tercera página.
  • 39. 39 Italia, 1796 No he pasado un día sin amarte; no he pasado una noche sin estrecharte en mis brazos; no he tomado una taza de té sin maldecir la gloria y la ambición,que me tienen alejado del alma de mi vida. En medio de las tareas, a la cabeza de las tropas, al recorrerlos campos, mi adorable Josephine está sola en mi corazón, ocupa mi espíritu, absorbe mi pensamiento.Si me alejo de ti con la rapidez de la corriente del Ródano,es para volver a verte más pronto. Si, en plena noche, me levanto para trabajar,es porque ello puede adelantar, en algunosdías,la llegada de mi dulce amiga… Adiós, mujer, tormento, dicha, esperanza y alma de mi vida, que amo, que temo, que me inspira sentimientos tiernos que me llaman a la naturaleza y movimientos impetuosos tan volcánicoscomo el trueno. Yo no te pido amor eterno ni fidelidad, sino, simplemente,la verdad… franqueza ilimitada. El día que me digas - te amo menos - será el último día de mi amor, o el último de mi vida. Napoleón
  • 40. 40 l mundo está sumido en la perdición. ¡No deberían publicar este tipo de cosas en los medios! – se queja mi madre, indignada. En la mano derecha,sostiene la portada del News Follower, uno de los periódicos más leídos de la ciudad. – Es lo que llaman libre albedrío – justifica Apu, con aquella inmutable serenidad. – Yo lo llamo pecado – – Nadine tiene razón, papá. No hay excusa para las aberraciones – – Aberración es una palabra muy fuerte – replica el abuelo. – ¡Es una ofensa para Dios! ¿Cómo quiere que lo llamemos? - – Modernismo – Mi madre deja caer el periódico sobre la mesa. Finalmente, luego de 10 minutos presenciando la misma discusión, logro ver la portada del tabloide: Aprueban matrimonio homosexual en el estado de California. – Harold, tu padre está endemoniado – – Mi padre no está endemoniado – – ¡No estoy endemoniado! – – ¡Entonces deje de decir blasfemias! – – Blasfemia también es una palabra muy fuerte – – E
  • 41. 41 – Ya es suficiente, los dos – gruñe mi padre – ¿Qué no podemos desayunar tranquilamente? – – Helena, dile a tu abuelo lo errado que está – refunfuña Nadine Fakker, en un tono lo suficientemente agresivo como para hacerme entender que debo apoyar su posición. – Papá,¿podrías revisar el…? – Soleado – – ¿Y en la tabla de…? – Los Yankees – – ¿Qué hay de…? – ¡Helena! – Doy un respingo y vuelvo los ojos hacia la mujer que me dio la vida. Tal parece que fingir sordera, en esta ocasión, no es una alternativa viable. – La biblia dice que es pecado, Apu – murmuro, al caer en cuenta de que es imposible rehuir el asunto. Odio tener que darle la razón a mi madre, pero es la única manera de ahorrarme una agobiante perorata sobre la voluntad divina. La meteoróloga del News Follower ha pronosticado un hermoso día de sol y los Yankees van ganando la serie; haré lo que sea para defender este corto momento de paz espiritual. Mamá le dirige al abuelo una mirada triunfante. Parece quedar satisfecha con mis palabras, puesto que da el diálogo por terminado y abre su tema preferido: la vida ajena. – El hijo del senador Jones acaba de comprometerse –
  • 42. 42 – ¡Ya era hora! Un hombre de su edad que aún vive en casa de sus padres, no es bien visto – – Que sea hombre no tiene nada que ver, Harold. También aplica a las mujeres – Su comentario cae sobre mí como un balde de agua fría, haciendo que me atragante con el zumo de naranja. ¿Es mi imaginación o pretender insinuar algo? ¡Adiós, paz espiritual! – Patrick es un caballero, como pocos. No se me ocurre un mejor partido. ¡Estela! – – Bueno, debo admitir que me agrada. Parece un hombre decente – corrobora papá. – ¿Qué opinas, Helena? Si él tuviera intenciones de casarse contigo, aceptarías sin pensarlo, ¿no es cierto? – – No sé si esté preparada para casarme… – ¡Pero por supuesto que estás preparada,tienes 30 años! No pensarás quedarte soltera… No, eso ni en broma. ¿Qué diría la gente? ¡La prensa nos destrozaría! – – Nadine, no exageres – espeta mi padre,sin apartar la mirada de la sección de economía. – ¿Quién exagera? Yo no exagero. Esos columnistas difamadores que trabajan en los periódicos locales, no dejarían pasar la oportunidad para escribir atrocidades sobre nosotros. ¿O has olvidado la humillación que tuvo que soportar Mary Eth Albright? ¡Estela! –
  • 43. 43 – Lo que le pasó a la señorita Albright, fue lamentable – murmura Apu. – ¿Lamentable? ¡Fue humillante! No la culpo por haberse mudado a las Islas Canarias. ¡Estela! – – ¿Madame? – – Tuve que llamar tres veces – – Disculpe, Madame,pero… – Mi té adelgazante y mis barras de avellana – – En seguida – Estela sale del comedor a la velocidad del rayo. No deja de sorprenderme su fortaleza para aguantar semejantes atropellos día tras día. – ¿Ves a lo que me refiero, Helena? – exclama mi madre, haciendo un ademán despectivo – Un buen matrimonio pudo haber salvado a nuestra mucama de tener que limpiar inodoros para sobrevivir – Cambio de emisora y me encuentro con una vieja canción de Los Beatles: la vida es la serie de cosasque van sucediendo cuando estás ocupado haciendo otros planes… Estaría de acuerdo con ellos, de no ser porque, indudablemente, me hizo falta hacer más planes.
  • 44. 44 Tengo 30 años y he llegado a un punto en el cual no sé en qué punto estoy. Mi vida se ha convertido en una sarcástica paráfrasis de la Divina Comedia: a mitad del camino, en una selva oscura me encontraba, porque mi ruta había extraviado… Yo no sé repetir cómo entré en ella,pues dormido me hallaba en el punto que abandoné la senda verdadera. ¿A qué se refería Dante? ¿A un turista europeo extraviado en un oscuro callejón de Brooklyn, o a un hombre extraviado en la vastedad de su propia consciencia? Porque ambas cosas, debo decir, me resultan aterradoras. Vuelvo a cambiar de sintonía; no estoy de ánimo para canciones hippies. En mayo de 1967 fue publicado un artículo llamado “Conócete a ti mismo”. La persona que lo escribió, dijo que todo hombre, a menos que sea un simple ente sin ambición y sin conciencia, a menos que sea un cretino, se enfrenta con seis preguntas fundamentales que debe resolverde alguna forma: ¿De dónde? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Cómo? ¿Por qué? Y ¿a dónde? De dónde, cuándo, dónde, cómo, por qué y a dónde… ¡Pamplinas! Todo el mundo sabe que semejantes preguntas conllevan un colapso existencial que nos priva de la cordura. Es mucho más razonable que cada quien se dedique a lo suyo y no pierda el tiempo preguntándose por qué está vivo. La Gioconda es un buen ejemplo: no sabemos ni
  • 45. 45 estamos, si quiera, cerca de averiguar el verdadero motivo de su sonrisa. Podemos suponer, como lo hacemos siempre que deseamos explicar lo inexplicable; diríamos, entonces, que la Mona Lisa sonríe porque está feliz, porque planea algo siniestro, porque, en ese momento, coqueteaba con el pintor, o, siguiendo el ideal feminista, que sonríe porque es mujer. Cualquiera de estos argumentos podría ser el correcto,o, quizás, ninguno lo sea. ¿Por qué seguimos preguntándonoslo? Han pasado 500 años y dudo que Da Vinci tenga intenciones de levantarse de la tumba para desentrañar el misterio. El problema es que el hombre ha olvidado que, algunas cosas,no fueron concebidas para explicarse. Vuelvo a cambiar de emisora, rogando, para mis adentros, que ésta vez me tope con algo consistente y digno de una adulta racional que conduce hacia el Museo Metropolitano de Arte. Un estudio reciente ha conducido a un importante descubrimiento sobre los elefantes: resulta que los mamíferos más grandes del mundo, y los únicos cuadrúpedos que no pueden saltar, no sólo le temen a los ratones, sino también a la picadura de las abejas. En el mismo estudio, se ha llegado a la conclusión de que los elefantes poseen una especie de alarma que losadvierte cuando una abeja se aproxima… ¡Bienaventurados los animales clarividentes, porque nunca serán sorprendidos! ¿Era mucho pedir que Dios nos fabricara con una
  • 46. 46 alarma anti - desdichas? ¿Algo que nos previniera de las desilusiones amorosas, los políticos mentirosos y las amistadas falsas? No, pensándolo bien, es mucho más cómodo aferrarse albeneficio de la duda…
  • 47. 47 abes? Éste es uno de los mejores museos de arte en el mundo. Podríamos llamarlo: el Louvre de América – – ¿Y has estado en el Louvre? – – ¡Oh, infinidad de veces! Estudié en París durante tres años – – La ciudad de las luces… ¡París es un pozo profundo!– – Cuando limpian un sótano, descubren otro; debajo hay una cripta y, más abajo, una caverna – – Debajo de ella, un sepulcro,y, más abajo,un abismo – – ¿Te gusta Víctor Hugo? – – No es mi escritor favorito, pero sí, me gusta mucho – – ¿Quién es tu favorito? – – Antoine De Saint-Exupéry – – ¿El aviador? – Sophie asiente con la cabeza y bosqueja una sonrisa inocente que hace destellar sus ojos. – No he leído ninguno de sus libros… excepto El pequeño príncipe – comento, mientras ingresamos al departamento de Arte Asiático. – También yo – Observo a mi acompañante,perpleja. Medito la posibilidad de preguntarle cómo es que, siendo su escritor favorito, sólo ha leído una de sus obras, pero, antes de que pueda abrir la boca para decir algo, ella se detiene frente a un alucinante grabado que muestra un oleaje levantándose sobre la cima de una montaña. – ¿S
  • 48. 48 – La gran ola de Kanagawa – murmuro, dejándome embelesar por el cuadro. – ¿Qué crees que significa? – me pregunta. – Es arte impresionista – – ¿Y qué crees que significa? – repite. Su interrogante me desorienta. He venido al Museo Metropolitano de Arte cientos de veces; Patrick suele conformarse con una ficha técnica y mi madre se enorgullece de poder diferenciar una acuarela de un gouache.Pero a Sophie no le interesan los formalismos, sino el significado de la pintura. Su esencia… su razón de ser. Observo el cuadro en silencio durante unos instantes. Esa imponente ola se acerca alMonte Fuji con aire amenazador, como si deseara tragárselo de un bocado. – Lo inevitable – contesto, luego de unos segundos. Ella entrecierra los ojos con incredulidad. – ¿Qué ves tú? – le pregunto, poniéndome a la defensiva. – Esperanza – Mi sensación de pasmo surge con presteza. La imagen de un tsunami acechando la costa de Japón, no me resulta, para nada, esperanzadora. – Si observas con atención – continúa ella – notarás que el cielo está despejado – Volteo en dirección al lienzo, escudriñándolo con la mirada. El violento mar se agita envolviendo tres barcas entre las olas. La cresta de agua se alza contra la cima del monte, produciendo un
  • 49. 49 cuadro abrumador, pero, a pesar del turbulento océano y del tono grisáceo sobre la cumbre del Fuji, el firmamento luce despejado. – ¿Cómo perder la esperanza, si aún hay luz en el cielo? – La benevolencia de sus palabras me sobrecoge de tal manera que un vaivén hace brincar mi corazón. ¿Cómo es posible que jamás haya notado ese pequeño detalle? O, mejor dicho, ¿cómo es que Sophie pudo notar ese pequeño detalle? Una persona normal no se fija en el color del cielo: se supone que está demasiado ocupada visualizando la catástrofe marina. ¿O acaso a alguien le importa de qué tamaño es la cabeza de Van Gogh en su Autorretrato? No,es la ausencia de su oreja lo que nos interesa. Retomamos el paso en total mutismo, pero, curiosamente, y en contra de lo que suele pasarme durante los espacios tácitos prolongados, no me siento incómoda, sino reconfortada. Aquí, vagando en los pasillos del ala sur, contemplando, paradójicamente, mundos antiguos al alcance de mi mano, hallo en el silencio al más sublime de los lenguajes. Pienso que podríamos permanecer calladas durante horas sin riesgo a que ninguna de las dos sufriese, en algún momento, de un ataque de histeria causado por el terrible miedo que los humanos le tenemos a la ausencia de la palabra. No obstante, es mucho más grande mi sed de conocimiento que mi habilidad para hablar sin abrir la boca, de manera que reanudo la plática.
  • 50. 50 – ¿Y cómo es el negocio de los hoteles? – – Muy fructífero, supongo. No sé mucho al respecto – – Creí que trabajabas con tu padre – – No. Renuncié a mi patrimonio hace un par de años, cuando me di cuenta de que no me apetecía invertir mi vida en algo así – – Oh… Y… ¿Qué dijo tu familia? – – Mi abuela estuvo en el hospital 8 días, luego de sufrir una crisis nerviosa; mi abuelo fingió estar agonizando para tratar de persuadirme y mi padre amenazó con dejarme sin apellido. Lo tomaron bastante bien – responde, haciendo gala de la inherente destreza que poseen los británicos para la ironía. Dejo escapar un resoplido de gracia, mientras inclino la mirada con aire pensativo. La imagen de Sophie y el término bohemia forman una perfecta correlación en mi mente. – ¿Y en qué decidiste invertir tu vida? – le pregunto, luego de tomarme unos instantes para imaginármela vestida de gitana. – Soy fotógrafa. Tengo mi propia revista en Londres – – ¡Suena fascinante! – exclamo, con admiración – ¿Cómo supiste que era la profesión adecuada para ti? – – Bueno… Sophie se lleva las manos a los bolsillos de su pantalón vaquero y, encogiéndose de hombros, como quien no termina de entender lo que está a punto de afirmar, responde:
  • 51. 51 – Un día abrí los ojos y me di cuenta de que, algunas cosas,no pueden explicarse con palabras –
  • 52. 52 Tres "Hay personasque nos hablan y que no escuchamos; personas que nos hieren y no dejan cicatriz, pero hay personas que, simplemente, aparecen en nuestra vida… y nos marcan para siempre" Cecilia Meireles engo un sueño,un sólo sueño… seguir soñando. Soñar con la libertad, con la justicia, con la igualdad… ¡y ojalá ya no tuviera necesidad de soñarlas! Soñar a mis hijos, grandes,sanos, felices; volando con susalas, sin olvidar nunca el nido. Soñarcon el amor, con amary ser amado, dando todo sin medirlo,recibiendo todo sin pedirlo. Soñar con la paz en el mundo, en mi país, en mí mismo, ¡y quién sabe cuál es más difícil de alcanzar! Soñar que mis cabellos,que ralean y se blanquean,no impidan que mi mente y mi corazón sigan jóvenes y se animen a la aventura. Sigan niños y conserven la capacidad de jugar. Soñar que tendré la fuerza,la voluntad y el coraje para ayudara concretar mis sueños,en lugarde pedir por milagrosque no merecería. Soñar que,cuando llegue al final, podré decir que viví soñando,y que mi vida fue un sueño soñado en una larga y plácida noche de la eternidad. T
  • 53. 53 Mi abuelo cierra el libro y suspira con nostalgia. Parece que él soñaba con lo mismo. Son casilas ocho, el ocaso pinta las nubes y un agradable viento del norte hace bailar nuestros cabellos. Ninguno lo dice, pero, desde la terraza,ambos nos sentimos como el rey y la reina de la ciudad que nunca duerme. Él tiene un cetro: aquél misterioso libro que ha comenzado a leer por las tardes. Yo,en cambio, tengo un computador portátil en el que intento realizar un tedioso informe de ventas. Tal vez sea más acertado decir que él es el rey y, yo, la plebeya. – Qué hermosa lectura, ¿no crees,Helena? – – Sí, preciosa – respondo, sin apartar la vista del monitor. – Y, a propósito – Apu acomoda la espalda en su vieja silla de caoba – La cebra… ¿sobrevivió? – Lo miro con nerviosismo. Sabía que, tarde o temprano, el tema saldría a colación, pero tenía la esperanza de que no fuera hoy… ni mañana… ni el próximo mes. Pongo en código rojo a mis neuronas y les ordeno pensar en algo para escabullirnos de ésta. Rápidamente,surgen ideas: 1. Decirle que la cebra murió. ¿Cuántas posibilidades hay de que hubiese sobrevivido? 2. Decirle que, aunque recibió un fuerte impacto, el animal se constituyó como un verdadero ejemplo de la selección natural.
  • 54. 54 3. Contarle que nunca hubo tal accidente y que el motivo de mi retraso fue una cita con la loquera, donde pretendía hallar la razón por la cual me siento tan infeliz. 4. Fingir demencia. Todas las ideas me parecen estupendas,a excepción la tercera,claro está. Luego de analizar y re analizar, me decido por la segunda, ya que está científicamente respaldada por Darwin. – ¿Sabes,querida? Nunca he dudado de tu inteligencia, pero debo admitir que la historia de la cebra es una de las cosas más estúpidas que he escuchado – Su comentario me toma tan desprevenida que soy incapaz de defenderme. Aunque, mentalmente, le doy la razón: era un momento crucial y necesitaba hallar una rápida excusa para contener a mi madre. ¡A problemas necios, soluciones ridículas! – No tengo pensado atormentarte para que me digas la verdad, he vivido muchos años y sé reconocer los momentos en los que debo tragarme mis preguntas… pero me aliviaría mucho saber que todo está en orden. ¿Lo está? – – Por supuesto – – ¿Segura? – – Sí – – Bien – Intercambiamos miradas silenciosas. Ninguno toma la palabra; yo sé que miento y él sabe que miento, eso es todo, cualquier comentario está de más.
  • 55. 55 – Abuelo, ¿puedo hacerte una pregunta? – – Desde luego – – ¿Es normal sentirse… triste? – – Eso depende – – ¿De qué? – – Del motivo de tu tristeza – – ¿Y si te dijera que lo desconozco? – – Respondería que es imposible – – ¿Qué es imposible? – – Desconocer elmotivo de tu tristeza – Permanecemos callados, mientras el tono rojizo del crepúsculo se desciñe en formas abstractas y elsuave murmullo del viento pasa rozando nuestros oídos. – Yo… – Creo que es buen momento para hablarte de algo – interrumpe él, con un tono enérgico poco usual – Y espero que puedas perdonarme la demora – – Bueno, yo… – Helena, estoy preocupado – – ¿Preocupado? – – Por ti. Por tu futuro – Me sorprende que estemos teniendo esta conversación. No tengo 17 años, ni una vida por delante; al contrario, tengo 30 y he llegado a lo que la mayoría de las personas considera la madurez. De modo que,
  • 56. 56 ¿cuál es el objetivo de esta plática? ¿No habría sido más atinado tenerla hace… qué se yo… 10 años, quizás? – He comenzado a creer que nos equivocamos– continúa, pasando por alto mi expresión de desconcierto – No te dimos opciones, ni la oportunidad de elegir tu propio camino– Sigo pensando que ya es demasiado tarde para esta charla, aunque, en definitiva, tengo curiosidad por saber cuándo cayó en cuenta de su error. – Siento esta… zozobra… este peso de conciencia, por no haberte apoyado con esa disparatada idea de aventurarte a Londres – – Sí, pero… – Tú querías ser dibujante, una profesión bastante dudosa, debo decir, pero… ¡Já! ¡Hay tantas cosas dudosas que terminan siendo indudables! – Unas cuantas carcajadas secasacompañan su último comentario. Por alguna extraña razón, un puñado de agujas de veinte centímetros ha comenzado a bordarme el pecho. – Dios sabe que he tenido una vida muy afortunada y que no me quejo de ella, pero también sabe que estoy arrepentido de todas las cosas que jamás tuve el valor de hacer. Y créeme, si pudiera volver a vivir, no desperdiciaría el tiempo de la manera que lo hice… ¿Qué es esto? ¿Borges se ha apoderado del cuerpo de mi abuelo?
  • 57. 57 – Sí, he vivido infinidad de aventuras y he aprendido mucho. Algunas de mis lecciones fueron a golpes; otras no me causaron ningún dolor, pero llegaron demasiado tarde, cuando ya no podía hacer nada para ponerlas en práctica. Es, precisamente, una de esas lecciones tardías de la que me siento obligado a prevenirte – Estoy atónita. El legítimo Apu fue abducido por una nave extraterrestre sin que me diera cuenta y sustituido por un ser de apariencia física idéntica, pero con el espíritu de un escritor argentino. ¿Debería llamar a los Hombres de Negro o contactar alHangar51? – Helena, lo que he aprendido es que el verdadero sentido de la vida se reduce a una sola cosa: la búsqueda de la felicidad. He aprendido que, ésta búsqueda, puede llegar a tomar mucho tiempo, y que el tiempo, querida mía, es demasiado corto – Hace una pausa para humedecerse los labios, y continúa: – Soy tan viejo que me cuesta recordar lo que he dicho o hecho en el pasado, de forma que, si en algún momento, dije algo que pudiera ir en contra de los tres principios que acabo de revelarte,quiero que lo olvides. ¿De acuerdo? – A falta de la lucidez necesaria para hacer que mis cuerdas vocales funcionen, me limito a asentir con la cabeza. – Y, en cuanto a tu pregunta… – el abuelo clava sus fatigados ojos en los míos. La sombra que precede la noche, le cubre
  • 58. 58 con un manto oscuro, pero el brillo de su mirada es tan intenso que desplaza la penumbra – Nunca,bajo ningún precepto, puede ser normal –
  • 59. 59 Italia, 1796 No le amo, en absoluto,porel contrario… le detesto. Usted es una sin importancia,desgarbada, tonta Cenicienta. Usted nunca me escribe; no ama a su propio marido. Sabe qué placeressus letras me dan, pero, aun así, no ha escrito seis líneas informales a las corridas. ¿Qué hace todo el día,señora? ¿Cuál es el asunto tan importante que no le deja tiempo para escribir a su amante devoto? ¿Qué afecto sofoca y pone a un lado el amor, el amor tierno y constante que usted me prometió? ¿Qué nuevo amante reina sobre sus días, y evita darle cualquier atención a su marido? ¡Josephine, tenga cuidado!Una placentera noche, las puertasse abrirán de paren par y ahí estaré… Estoy muy preocupado, mi amor, por no recibir ninguna noticia suya; escríbame rápidamente sus páginas, páginas llenas de cosas agradables que llenarán mi corazón de las sensaciones más placenteras. Espero, dentro de poco tiempo, estrujarla entre mis brazos y cubrirla con un millón de besosbajo el Ecuador. Napoleón
  • 60. 60 – ¿Te refieres a mi libro preferido? – – No necesariamente. Hablo de tu historia favorita, ya sea que la hayas leído o que alguien te la contara – – En ese caso, hay muchas historias que me parecen fascinantes, pero, antes de que insistas para que elija una, te diré que me quedo con Napoleón y Josephine – – ¿Es tu historia favorita? – – Ajá – – ¿Por qué? – – Es sencillo: creo que representan elamor verdadero – – Pensaba que ambos habían sido infieles – – Sí, lo fueron, pero eso no define su relación – – ¿No lo hace? – – Por supuesto que no. Al menos que creas que un fruto echado a perder significa que el árbol ha dejado de ser fértil– – No, no lo creo – – Entonces, sabrás reconocer que Napoleón y Josephine se amaron intensamente, a pesar de sus infidelidades, y que ése amor puede comprobarse leyendo sus cartas – – Lo reconozco, pero bajo ninguna circunstancia puedo aceptar que representen elamor verdadero. Para amores verdaderos, está mi historia favorita – – ¿Cuál es tu historia favorita? – –
  • 61. 61 – Y me encantaría escucharla – – Dicen que, en la antigua Persia,existió un príncipe locamente enamorado de una doncella. Un día, le llegó la noticia de que ella había sido asesinada, así que montó su corcel blanco y cabalgó durante horas, hasta llegar a una escarpada lo suficientemente profunda, desde la cual se lanzó. Cuando su cuerpo se estrelló contra el suelo y su sangre quedó esparcida en la tierra árida, brotó un tulipán rojo, como símbolo de su amor perfecto, verdadero y apasionado. Es por eso que, en la cultura popular, el tulipán rojo significa declaración del amante arriesgado – – Tienes un concepto muy romántico del amor verdadero – susurro. – Y tú, uno muy condescendiente – Conmutamos miradas de complicidad y nos detenemos frente a un afiche, en el Planetario Hayden del Museo de Historia Natural. El universo está formado por 100 mil millones de galaxias y se extiende 13 mil millones de años luz en cada dirección… ¿Debería creer esto? Como buena católica, me siento obligada a refutar cualquier dato científico que atente contra la teoría creacionista; es lo que la iglesia nos ha enseñado. Como aquella vez en que la Santa Inquisición estuvo a punto de quemar a un tipo por atreverse a decir que la tierra giraba alrededor del sol…
  • 62. 62 ¿Cuál era su nombre? ¡Ah, sí! Galileo. Y sin embargo, se mueve… – ¡Papi, quiero ver el Big Bang! – – ¡Derek,no corras, o acabarás con un hueso roto! – Un niño de 6 o 7 años pasa junto a nosotras a tal velocidad que me cuesta distinguir el color de su cabello. Siento compasión por el hombre que le persigue, dando trastabillones. Volteo en dirección a Sophie y, fingiendo que me he olvidado de nuestra plática, le pregunto: – ¿Te gustaría ver la creación del universo que tomó más de seis días? – El público entra y se coloca alrededor de un gran ocular que yace en el centro del teatro. Aquél niño y su padre logran ponerse en primera fila dando empujoncitos sutiles, lo cual causa cierta molestia en el resto de los espectadores y frustra mi plan de querer hacer lo mismo. Me conformo con un espacio angosto en la segunda hilera, entre un hombre de altura mitológica y una hermosa fotógrafa londinense que no deja de sonreírme. Como he dicho antes, mi condición de católica fiel a la causa me impone una conducta subjetiva en cuanto a temas científicos. Y es que, francamente,no imagino qué feligrés estaría dispuesto a aceptar que desciende de primates tan agraciados como los del Planeta de los Simios. Resulta más estético suponer que fuimos creados a
  • 63. 63 imagen y semejanza de Dios. De ésa manera,podemos imaginar a Dios a nuestra imagen y semejanza. ¿Qué pasó antes del nacimiento de nuestro universo? Muchos científicosimaginan que hubo un vacío, existiendo por sí mismo o dentro de un universo mayor. En ese vacío sin forma, las burbujas del espacio, mucho más pequeñasque los átomos, fueron naciendo y desapareciendo de nuevo. Hace 13 mil millones de años, una de esas pequeñasburbujascreció y,repentinamente, se disparó en una gigantesca explosión, llamada Big Bang… Un fuerte estruendo provoca que algunos miembros del público se sobresalten. Una mujer deja escapar un gritito ahogado que me resulta mucho más aterrador que los efectos de sonido. El grandulón que está junto a mí se tambalea de forma amenazante, haciendo que tema por mi seguridad. ¿Cuánto puede pesar un hombre de casi dos metros? ¿Cien, ciento cincuenta kilos? Me aplastaría antes de poder gritar: ¡Auxilio, Goliat está cayendo! Observo a Sophie con el rabillo del ojo. Me llama la atención el semblante risueño de su faz, parecido al del pequeño que está del otro lado de la sala… El espacio en sí estalló en fuego cósmico, dando a luz a toda la energía y la materia en nuestro universo. La expansión llevaba,
  • 64. 64 consigo, nubes de materia. El universo se enfrió al tiempo que se expandía. La gravedad juntó enormes grupos de materia… las semillas de lo que serían las galaxias. Dentro de ellas, se formaron las primeras estrellas… Estrellas, como las que brillan en sus ojos. Diminutos luceros verdes que me roban el aliento, al punto de hacer que mis latidos se detengan por fracciones de segundo. No puedo dejar de mirarla, aun sabiendo que, el hacerlo, desencadena un torbellino de emociones inexplicables que suspende mis sentidos en el tiempo y el espacio. Un impulso acérrimo por tomarla de la mano acecha mi mente… mi consciencia… mi cuerpo. Me remuerdo los labios con nerviosismo, incapaz de centrar mi atención en otra cosa. ¡No existe nada más en lo que pueda centrar mi atención! Ni el Big Bang, ni el teatro,ni el público. Sólo estamos Sophie y yo, en la creación del universo, en medio de las nubes de materia y las estrellas nacientes. No existe la noción del tiempo, sino lo infinito… la absoluta perfección de nuestros cuerpos separados por veinte centímetros… Veinte centímetro que quisiera desaparecer con un tenue soplo. Hoy en día, usando telescopios de microondas, aún podemos ver el resplandor del Big Bang a nuestro alrededor... Me apresuro a girar la cabeza de vuelta al ocular, pero no tiene caso, continúo sintiendo aquella incontrolable palpitación queriendo atravesarme elpecho. Basta con su aroma surcando el leve aire que
  • 65. 65 roza mis mejillas. Basta con la cercanía de nuestras manos, que se tocan a propósito con tal de acariciarnos la piel. Lucho contra mi voluntad, rehusándome a fijar la mirada en su silueta. Trato de convencerme de que mis sentimientos son normales, que no hay razón para perder la calma y que, a pesar de los gritos incesantes que golpean las paredes de mi alma, Sophie no despierta, en mí, nada fuera de lo común… Nada. Un aplauso resonante prorrumpe en el teatro, tomándome por sorpresa. El espectáculo ha finalizado de golpe, dejándome desorientada y sin recuerdo alguno de media narración. ¿Ya han terminado de crear eluniverso? – Fue una exhibición fantástica – comenta ella, mientras bajamos las escalinatas. Su mirada luce encantadora,como la de una mujer inglesa que recorre Nueva York por primera vez. – ¿Eh? Sí… lo fue – Opinaría más al respecto,pero mi posición es la de una guía turística cautivada por la mujer inglesa a la que está mostrando Nueva York por primera vez. – Es curioso que haya un planetario en Manhattan, con lo difícil que es ver las estrellas desde una ciudad como ésta – añade, manteniendo aquél entusiasmo infantil.
  • 66. 66 – Sí, es cierto. Muy pocas veces logramos ver más que la luna– – ¿Sabes? Algún día veré la caída de la noche en un rincón apartado… En medio de Asia y Europa – – ¿Asia? – – Sí. Sueño con ir a Kazajistán – Nunca sentí devoción por la geografía, pero el hecho de no saber en dónde rayos está Kazajistán me hace sentir ignorante. – Descuida, pocas personas saben que existe, aunque es ocho veces mayor que Alemania – se apresura a decir, al notar mi momento de crisis intelectual. – Oh… y ¿por qué quieres ir a ese sitio? – – Sólo por los tulipanes – – ¿Tulipanes? – – Crecen en las estepas de Kazajistán. Siempre he querido fotografiarlos… ¿Planea hacer un viaje a un país que el 90% de la población mundial no conoce, sólo para fotografiar una planta que puede encontrar en cualquier floristería? ¿Acaso está demente? – Eso es una locura – Cuando caigo en cuenta de mis palabras, éstas ya han sido emitidas por mis cuerdas vocales, atravesado el aire en forma de ondas, llegado a los oídos de Sophie y procesadas por su cerebro; de manera que está consciente de que pongo en tela de juicio su cordura. Para mi sorpresa,no luce ofendida.
  • 67. 67 – Es lo que dicen todos – responde, con la misma conmiseración de quien explica una fórmula aritmética a un niño por décima vez – Pero yo no lo veo de esa manera. Los tulipanes de Kazajistán no pueden compararse con el resto. Ellos son diferentes, han crecido en un paraje desolado, donde todo apuntaba a que perecieran… Te parecerá extraño, pero creo que son como una buena lectura antes de irse a dormir – Su comparación me aturde. ¿Una buena lectura antes de irse a dormir? ¿Acaso comparte mi problema de insomnio? Desearía preguntárselo, pero no creo que sea un tema de conversación lo suficientemente discreto como para ser sostenido entre dos adultas racionales. Todo el mundo lo sabe, es la primera norma de convivencia social: nunca discutas tus problemas con nadie, al menos que ésa persona forme parte de tu círculo de confianza. ¿La razón? Es sencilla: los seres humanos tenemos un defecto de fábrica, cuando le preguntamos a alguien por su estado de ánimo esperamos una respuesta positiva, no estamos programados para recibir lamentaciones y, al no saber cómo reaccionar,sufriríamos un cortocircuito. De manera que recurrimos a la mentira y decimos: estoy bien, graciasporpreguntar,en lugar de: mi vida es una porquería y necesito desahogarme contigo… Sophie parece darse cuenta de lo difícil que me resulta dar continuidad a nuestra charla, ya que, luego de observarme con expectativa durante varios segundos, decide facilitarme las cosas.
  • 68. 68 – ¿Cómo va tu relación con Patrick? – Retracto lo dicho, eso no es facilitar las cosas. ¡Qué bueno que estoy programada para responder esa pregunta! – Muy bien. Patrick es un hombre maravilloso – – ¿Lo amas? – Maldita sea,mi programación no da para tanto. Doy por sentado que debo recurrir a la función manual, antes de que mi avión caiga al triángulo de las Bermudas y sea transportado a la dimensión desconocida. – Es una persona muy especial… – Pero no lo amas – – Eso no fue lo que dije – – Fue lo que quisiste decir sin tener que decirlo – – ¿Eh? Bueno… yo… La mirada desafiante de Sophie congela mis músculos, haciendo que me detenga en plena vereda. – Supongo que… espero llegar a sentir algo más fuerte – murmuro, posando la vista sobre su boca. Una parte de mí, enloquece porque sus labios húmedos besen mi cuello. La otra, lucha con brío con tal de hacerme recuperar eljuicio. El tronar de los cláxones me parece tan lejano como el sonido de una gota de agua cayendo al suelo. A penas y puedo notar las siluetas de los transeúntes que cruzan la acera y los improperios que dos taxistas se gritan en la bocacalle.
  • 69. 69 Sophie da un paso al frente y entrecierra los ojos, como si estuviese preparándose para capturar un borrego inofensivo. ¿Soy yo ese borrego? – Algo más fuerte, ¿como qué? – pregunta, con tal perspicacia que termino ahogándome con mi propia respiración. Abro la boca con insistencia, queriendo hallar el valor necesario para responder, pero no logro dar más que inútiles bocanadas de aire. Mi corazón está a punto de estallar y un hormigueo constante dibuja círculos en las palmas de mi mano. – La sensación de que el mundo se detiene – suelto, al fin, en un hilo de voz similar al suave murmullo del viento que se filtra por mi ventana a medianoche. Mi pecho se abrasa entre llamaradas de fuego salvaje que se extienden dentro de mí como granos de arena en el desierto. El placentero impulso de sentir sus dedos acariciando mi piel desnuda, es tan agresivo e impetuoso como su mirada. No controlo mis pensamientos, ni mi voluntad… Soy, tan sólo, una mujer cuyo corazón ha sido arrebatado por una hermosa extranjera de origen inglés. Una súbita ventisca hace descender un pétalo dorado que se estrella contra mi mejilla. Sophie se apresura a levantar la mano y, acariciando mi pómulo bajo la excusa de retirar la hojilla, pregunta: – ¿Aún no lo sientes? – Trago saliva con dificultad, temblando ante la cálida caricia que emana del roce de nuestras pieles.
  • 70. 70 – No estoy segura – respondo, al borde de la locura. Ella retira el brazo, con el pétalo de oro entre el índice y el pulgar; lo lanza al viento con la gracia de quien libera una paloma y bosqueja una sonrisa comprensiva. – Si no estás segura – concluye, retomando el paso – Significa que no ha sucedido – La veo alejarse lentamente, danzando su cabello negro en errantes espirales de brisa pícara. En un esfuerzo sobrehumano, rompo los dos bloques de hielo invisible que me mantenían arraigada al asfalto de la vereda; tomo un hondo suspiro, me enjugo la frente con el antebrazo, y la sigo, procurando que la distancia que nos separa no sea imposible de recorrer.
  • 71. 71 Cuatro “Si quieres ser feliz, como me dices, no analices, muchacho… no analices” Joaquín Bartrina e estaba esperando – – ¿A mí? – – ¿Ya está listo el informe de ventas? – – Eh… no, aún no – – ¿Cómo? ¡Pero sillevas una semana trabajando en él! – – Dame un poco más de tiempo – – ¿Tiempo? No tengo tiempo, Helena. Necesito ver esas cifras antes de arriesgarme a invertir en la bolsa – – ¿Desde cuándo inviertes en la bolsa? – – No cambies el tema – – No estoy… – ¡El informe, Helena, el informe! – – ¿El…? ¡Oh, sí! Iré a terminarlo – – ¿Qué sucede contigo? Parece que alguien te golpeó en la cabeza con un sartén – – T
  • 72. 72 – Estoy bien. Sólo… iré a terminarlo – Ignoro la mirada desconfiada de mi progenitor y subo a mi alcoba. Pienso que es inconcebible la manera en que soy recibida en mi propio hogar: bastó con poner un pie en el vestíbulo para que mi padre saliera disparado del estudio y me abordara al final de la escalera exigiendo su maldito informe de ventas. No hubo saludos, ni preguntas sobre mi día turístico. De hecho, creo que pude haber sido asaltada o agredida por un grupo de delincuentes y, al llegar a casa,lo primero que habría escuchado sería la frase informe de ventas conjugada con el verbo terminar. Echo seguro a la puerta, lanzo mi bolso sobre la cama y me dirijo al escritorio, donde yace la pura encarnación del tedio: mi computador portátil. Es cierto que llevo una semana trabajando en lo mismo, pero no es mi culpa que, fortuitamente, me haya topado con la carta de Borges el mismo día que comencé a preparar el informe, como tampoco es mi culpa que ese escrito haya sido tan abrumador que me hizo desarrollar un complejo de rechazo a todo lo que guarda relación con mi empleo. De manera que, si mi padre busca culpar a alguien por el atraso de su inversión en la bolsa, yo postulo a Jorge Luis Borges y al momento de crisis coexistencial que atravesó a los 85 años. ¿Que es ridículo culpar a un escritor que ni siquiera pertenece a este siglo? ¿Y qué otra cosa puedo hacer? Es mi naturaleza.
  • 73. 73 Reviso el documento página por página, sin poder hacer nada para evitar la frustración que me apremia. ¿Cómo terminé malgastando mi vida tras un escritorio, llenando un estúpido cuadro de ingresos? En momentos como éste,cuando la nostalgia que anuda mi garganta es lo suficientemente dolorosa como para hacer que mis párpados se humedezcan, suelo preguntarme qué habría pasado si hubiese tenido agallas para seguir mis sueños. Imagino que tendría más tiempo para alzar la vista y maravillarme con el hermoso vuelo de las gaviotas surcando el atardecer. Imagino que notaría, más a menudo, la ausencia de las estrellas en el cielo neoyorquino. Me sentaría bajo la luz del alba para ver el encuentro del horizonte con el sol. Viajaría para dibujar la sombra que refleja el Big Ben cuando el crepúsculo cae sobre Londres, y, estando ahí, pasearía a orillas del Támesis mientras leo los sonetos de Shakespeare. Me detendría justo cuando el ocaso envuelve el firmamento y, en medio de ese juego de luces, una sonrisa de satisfacción haría gala en mi rostro, porque, sólo entonces, tendría la certeza de que estoy viva… Yo quería ser diferente a lo que soy, pero me di cuenta de que es más fácil convertirnos en algo que no deseamos y más fácil vivir si no le pedimos mucho a la vida. Despertamos más temprano de lo que queremos, sin ninguna motivación para levantarnos de la cama,más que el miedo a lo que podría suceder si rompemos la rutina. Así que hacemos un esfuerzo y dejamos que nuestros pies toquen el suelo. Tratamos de convencernos de que es un nuevo día, que todo irá bien… que, por la
  • 74. 74 noche, nos parecerá ridículo el haber buscado excusas para quedarnos bajo las sábanas. Intentamos amansar nuestra frustración pensando que, sin importar lo detestable que sea nuestro trabajo, nuestra familia, nuestros amigos, incluso nosotros mismos, siempre habrá alguien mucho más miserable… Como la desdicha ajena nos sirve de consuelo, terminamos dándonos la razón. Ignoramos el vacío que llevamos dentro y ponemos frente a la vida, queriendo aparentar que todo está bien. Aunque se trate de un engaño, nadie tiene por qué enterarse. ¿Una farsa patética? ¿Un engaño cruel? Puede ser,pero es la única manera de que las cosas funcionen: fingiendo que funcionan. Me toma toda la tarde completar el cuadro de ganancias, lo cual es una tontería, ya que hacían falta menos de diez cifras. Reviso mi reloj de mano; son poco más de las siete. Imprimo el informe y se lo llevo a mi padre, con la esperanza de que me deje tranquila de una buena vez. Al bajar las escaleras,advierto la silueta de una mujer en el diván de la estancia. No tardo en darme cuenta de que es Betty Tale, quien zarandea una pierna con inquietud mientras se retoca el maquillaje. ¿Qué hace esa detestable periodista sentada en el mueble italiano de mi casa? ¿Por qué no fui avisada con tiempo de su presencia? Habría
  • 75. 75 tenido oportunidad de escapar por la ventana y no regresar hasta que se hubiese marchado… Suelto un bufido de fastidio y bajo los dos últimos escalones. Odio el diseño arquitectónico de este edificio: es necesario cruzar la estancia para llegar al estudio. – Betty Tale – saludo, entre dientes, haciendo un esfuerzo por ocultar mi contrariedad. – ¡Helena! – – No sabía que estabas aquí – continúo, mientras intento deslizarme con rapidez hacia el otro lado de la sala – ¿Has venido a ver a mi madre? – – Sí. Iremos al teatro… – Suena maravilloso; que tengan una linda velada – – Escuché que tu novio está de viaje… Betty se acomoda en el diván, de forma que su malévola mirada se clava directo en mis ojos. – Asuntos de trabajo – contesto, sin dar tregua a mi intento de huida. – ¿Cuándo regresará? – – En dos días – – Ya veo… Por cierto, ¿hace cuánto salen? ¿Siete, ocho meses? – – Nueve – – ¿Y cómo va su relación? –
  • 76. 76 ¿Está tratando de hacerme una entrevista o son delirios de una mente paranoica? – Muy bien, gracias por preguntar – respondo, con cierta aspereza. – ¿Sabes,Helena? A mucha gente le parece extraño que aún no te hayas comprometido. Eres una mujer hermosa y de buen status social; si yo fuera tú, me daría prisa… cuando los rumores estallan, difícilmente puedes controlarlos – Me detengo a dos pasos del estudio. He visto documentales sobre el comportamiento animal muchas veces y suelo enorgullecerme de ser una criatura civilizada que no recurre a la violencia para solucionar nimiedades. Pero,teniendo a Betty Tale frente a mí, observándome con esa arrogancia provocadora, desearía olvidar la evolución que ha tenido mi especie y convertirme en una bestia salvaje, sólo para mostrarle lo importante que es respetar el territorio de los demás. – Gracias por tu consejo, lo tendré en cuenta – Giro apresuradamente y,sin dejarle decir media palabra, entro al estudio y aseguro la puerta con esmero, aun sintiendo que la sangre me hierve de cólera. – ¿Estás bien, querida? – pregunta el abuelo, al ver mi estado de exasperación. – Hay una alimaña en la sala – – ¿Todavía no se marcha? – refunfuña mi padre, dando un golpe al escritorio. – No, todavía no. Toma, el informe –
  • 77. 77 Le entrego la resma de hojas y me desplomo en el canapé de cuero marrón, junto a Apu, mientras disfruto haciéndome ideas de lo divertido que sería ver a Betty Tale siendo evacuada deledificio por el servicio de control anti plagas. – 285 mil más 750… ajá… estas cifras se ven muy bien – – ¿Qué tal tu paseo con la prima de Patrick? – susurra el abuelo, con la ternura de un padre que desea averiguar cómo estuvo el primer día de escuela de su hija. – Fue muy… interesante – respondo, notando que el cuerpo se me estremece con sólo pensar en Sophie. – Menos el pago mensual de la electricidad… – Me alegra oír eso – – Sumando lasdosúltimas ventas… – Abuelo, ¿sabes dónde queda Kazajistán? – – ¿Kazajisqué? – – Kazajistán – – ¿Uh? Kazajis… Kazajistán, Kazajistán… Supongo que ha de estar muy cerca de Afganistán y Pakistán. ¿Por qué me lo preguntas? – – Curiosidad, solo eso… – ¡1 millón 650 mil! – suelta mi padre, en un estruendoso alarido que me causa espanto. – Buenas cifras, Harold, muy buenas cifras – confirma el abuelo, poniéndose de pie para caminar hacia el ventanal del estudio.
  • 78. 78 – Creo que podríamos invertir un 10 o 15 por ciento en la bolsa – – ¿Desde cuándo inviertes en la bolsa? – ¡Vaya,así que no soy la única que tiene dudas en cuanto a eso! – No invierto en la bolsa, papá, pero creo que es buen momento para hacerlo y, ahora que tocamos el tema, quiero hacerte una propuesta… Apu se distrae viendo la caída de la noche. Se inclina hacia la ventana, moviéndose de un lado a otro para captar el cielo en su totalidad; se pone de puntillas y vuelve a inclinarse. A simple vista, parece que se encuentra en medio de una danza aborigen para invocar al Dios de la lluvia. – ¡Ejem! - Mi padre carraspea con impaciencia, tratando de recuperar su atención. Luego de varios intentos, lo logra. – Como te iba diciendo, podríamos ganar mucho dinero invirtiendo el 10 por ciento de las últimas ganancias – – ¿Tú crees que valga la pena arriesgarse? La bolsa es un terreno muy escabroso – – Por supuesto que vale la pena. Confía en mí – Me apresuro a dirigirle al abuelo una mirada de advertencia, como queriendo decirle: si yo fuera tú, no lo haría. Élparece comprender mi lenguaje no verbal, pero, misteriosamente, se atiene a guiñarme un ojo. – De acuerdo, toma el diez por ciento –
  • 79. 79 Hago una mueca de espanto, preguntándome qué demonios tiene Apu en la cabeza para atreverse a confiar en los dotes inversionistas de mi padre, quien, hace menos de un año, nos hizo perder 50 mil dólares cuando quiso probar suerte en el hipódromo. ¡Rocinante ganará, es un buen caballo; corre como un judío queriendo escapar de un nazi! Sí, claro… El abuelo sonríe con serenidad, quizá para hacerme ver que tiene todo bajo control y, retomando su danza aborigen, pronostica: – Hoy será una buena noche para ver las estrellas –
  • 80. 80 ualquiera con más de un año residiendo en la Gran Manzana, sabe que ver las estrellas en el centro de la ciudad es tan poco probable como ver al monstruo del Lago Ness surcando el Canalde Panamá. Pero,¿a quién le importan las probabilidades? ¿A la gente racional? ¡Pamplinas! Dejémoslas a un lado tan sólo por un momento. No porque sean irrelevantes, sino porque, debido a algún motivo que aún intento descubrir, sentí la necesidad de hallar una excusa para ver a Sophie y, esa excusa,fue prometerle que la llevaría a un sitio donde podría ver las estrellas… Por cierto, cuando digo: sentí la necesidad,me refiero a esos indescriptibles flashes de la vida en los que un ataque de ansiedad se apodera de nosotros y nos lleva a cometer actos que, luego, nos parecen de lo más tontos y, aún peor, hacen que sintamos vergüenza de nuestro coeficiente intelectual. De modo que, por consideración al orgullo y a la dignidad que, vagamente, acompañan a las personas que nos hemos sentido más estúpidas que el resto, evitemos hablar de probabilidades y centrémonos en necesidades. Mi necesidad, se llama Sophie. Sophie Watson – Creek. Admiro el errático movimiento del agua, que tirita y se esparce en ondas sin final. Las luces del puente de Brooklyn se reflejan sobre el East River, creando una aurora boreal que centellea ante mis ojos, hablándome en una lengua que hace mucho tiempo olvidé. A lo C
  • 81. 81 lejos, se levantan los colosales rascacielos de Nueva York; monstruosos gigantes indiferentes que nunca se quedan a oscuras. El viento sopla dando tenues caricias a mi piel, escucho el canto de la noche susurrándome al oído, y el murmullo de las aguas despidiéndose de la costa. A mi lado, está ella, silenciosa, como las pocas estrellas que tiritan en el infinito. Sobre nuestras cabezas,la luna, vestida de un blanco tan intenso que mis ojos se entornan con sólo levantar la vista. Deslizo la mano sobre la barandilla de metal, tersa y fría, como el piso de mi balcón durante la madrugada. La silueta de Sophie, flota a mis pies, doblándose y estirándose cada vez que el agua vibra por el roce del viento. – ¿Por qué crees que las estrellas son tan difíciles de ver en Nueva York? – – Por la contaminación lumínica – respondo, con simpleza. – No creo que sea el único motivo. Pienso que también es culpa del código laboral – Arqueo las cejas por instinto, preguntándome si la mujer que está de pie, junto a mí, estuvo ingiriendo alguna sustancia tóxica antes de nuestro encuentro. – ¿Qué te hace pensar eso? – indago, algo temerosa de que su respuesta pueda ser más descabellada que su comentario. – El neoyorquino promedio trabaja un tercio de su vida. ¿En qué crees que utiliza el segundo tercio? – – ¿Vacaciones? –
  • 82. 82 – A algún paraíso tropical, o a Europa, pero nadie se detiene a ver las estrellas, porque están demasiado ocupados reponiéndose de la rutina diaria. Aunque siguen ahí, brillando igual que siempre, ya no pueden verlas – – ¿Dices que no se trata de un asunto atmosférico, sino de una ceguera intencional? – – Lo que digo es que el ser humano moderno vive con los ojos cerrados,he ahí la razón de que tropiece tan a menudo – Sophie sonríe levemente y se deja caer en una banca, frente al barandal. La imito. Intercambiamos miradas suaves,interrumpidas, tan sólo, por el cautivador baile de su cabello negro, que se columpia hacia mi rostro formando espirales. – ¿Siempre quisiste ser subastadora? – me pregunta, apoyando la cabeza al respaldar del escaño. – No… no en realidad – Mi respuesta aviva su interés, pero finjo no darme cuenta de que espera un relato detallado. – Helena, ¿estás consciente de que, hasta ahora, no hemos hablado de ti? – – Eso es porque no hay mucho de qué hablar – – O porque hay demasiado – Le doy la razón guardando silencio. – Menos mal que tenemos toda la noche – agrega, encogiéndose de hombros.
  • 83. 83 La historia de mi vida podría resumirse en una sola palabra: basura. Y sí, podría buscar sinónimos para hacerla menos desagradable, pero, entonces, ya no estaría hablando de mi vida. Con la mirada de Sophie adherida a mí, como una estaca en el corazón de un roble, se me hace imposible continuar evadiendo el tema. – Quería ser dibujante – – ¿Y qué pasó? – – Mi familia tenía otros planes para mi futuro… – El negocio familiar – – Precisamente – resoplo con melancolía – Yo deseaba estudiar en Londres, pero, en lugar de eso, mis padres me enviaron a París. Creyeron que alejándome de mi sueño olvidaría el asunto y entraría en cintura – – Y… – Y funcionó – Sophie guarda silencio durante un rato, lo cual en el fondo le agradezco, ya que me da algo de tiempo para desatar el nudo de mi sufrida garganta. – Si tanto lo deseabas,¿por qué no luchaste por ello? – pregunta con sutileza, como si temiera que sus palabras pudieran lastimarme. – Llevarle la contraria a mi familia implicaba demasiado. En la vida, hay que saber cuándo colgar los guantes –
  • 84. 84 Y, el mejor momento para hacerlo, es al principio. De esa manera, nos ahorramos una fatiga tremenda. – ¿Aún sueñas con ser dibujante? – – Todos los días – Presiento que mi semblante inspira verdadera compasión, ya que Sophie cambia de tema en seguida, probablemente para evitarme un colapso depresivo. – Este lugar tiene una vista increíble. Gracias por traerme – – No es nada – – ¿Sueles venir muy a menudo? – – No, casi nunca – – Es una lástima, tiene un aire romántico – – No hay mucho tiempo para el romanticismo en la vida neoyorquina – – En la vida en general, diría yo. Me parece una verdadera calamidad que el mundo haya perdido la iniciativa en el amor. ¡Con suerte,aún se regalan flores! – – ¿Flores? – repito, algo incrédula – Son ese tipo de cosas lo que yo llamo falta de iniciativa – – ¿No te parecen románticas? – – Sí, mucho, pero pienso que es un detalle simplón. ¿Cuán profundos pueden ser los sentimientos de una persona que se limita a expresar su afecto con tan poca cosa? – – ¿Y cómo lo harías tú? –pregunta, en un sospechoso tono inquisitivo que hace juego con su mirada perspicaz.
  • 85. 85 – Una carta... – ¿Como Napoleón y Josephine? - – Exacto – Yo no te pido amor eterno, ni fidelidad, sino, simplemente, la verdad… franqueza ilimitada.El día que me digas - te amo menos - será el último día de mi amor, o el último de mi vida. ¿Podría, una simple flor, decir tanto? – Si tuviera que elegir entre Napoleón y un ramo de flores, sin duda me quedaría con Napoleón – – Entonces – ultima ella, con sutileza – ¿Unas cuantas palabras dulces escritas en un trozo de papel, serían la clave para ganar tu corazón? – Bajo la vista con rapidez, queriendo huir de aquellos intensos luceros evanescentes que penetran mi calma y consumen mi universo. El mundo parece contraerse,dilatarse y fraccionarse,una y otra y otra vez. Todo lo que, en un estado de consciencia normal, es, y debe ser inánime, ha comenzado a tambalearse peligrosamente dentro de mi campo visual. Puede que sean alucinaciones causadas por la falta de aire, o por la lista absurdamente infinita de sentimientos irracionales que me azotan cuando Sophie está cerca... Una violenta ráfaga de viento helado se aprovecha de mi quietud y golpea, estropea, maltrata mi cuerpo. Me cruzo de brazos, en un
  • 86. 86 intento por aplacar el frío, pero continuó estremeciéndome sin control. Entonces, un ala tibia surge de la nada y desciende, reposándose en mis hombros. Levanto la mirada; veo a Sophie cubriéndome con su chaqueta de lana gris. Le digo que no es necesario, pero ella toma mi mano entre las suyas y comienza a frotarla suavemente, como si buscase calentar las gélidas yemas de mis dedos. Los pálpitos de mi corazón se disparan a tal velocidad que el pecho me ruge como un volcán furiente a punto de caldear su fuego espeso. No hay suelo bajo mis pies, y, si lo hay, he dejado de sentirlo. Ya no veo las luces de los rascacielos neoyorquinos, ni el reflejo de las luminarias del puente sobre el East River… Mi realidad es Sophie, Sophie y la luna llena que irradia nuestros cuerpos, haciendo parecer que nada más importa, que nada más existe, ni puede existir, si no es entre nosotras. Cierro los ojos, pero, aún en la efímera sombra que lo envuelve todo, sigo viendo el resplandor de sus pupilas centelleando frente a mi persona. Entreabro los párpados y me acerco,me acerco,me acerco… y,por cada centímetro que mi cuerpo resquebraja, un hormigueo me acaricia el pecho, el estómago, las manos, la esencia… Continuó inclinándome tenuemente hacia ella, en medio de un contradictorio revuelo de ideas que ni siquiera yo logro comprender. Dudo.
  • 87. 87 La razón me prohíbe seguir con esta locura. Me advierte que, si lo hago, estaré cometiendo un error del que viviré arrepintiéndome por el resto de mis días, y aún después de ellos. De modo que me exige desistir; tomar mi bolso, marcharme a la velocidad de la luz, permanecer algún tiempo aislada, reponiéndome de la vergüenza interna; cortarme el cabello y comprar ropa … ya que los adultos somos como los automóviles: nos sentimos nuevos con tapicería nueva. Sus mejillas rosáceas liberan una cadena de sentimientos pasivos que me incitan a la ternura. Contemplo su aspecto frágil y dulce, como el de un pétalo flotando en medio del mar en una sosegada mañana de primavera, y entonces,cuando empiezo a sumergirme, aunque voluntariamente, en un recóndito mundo surrealista, me detengo, lucho contra mí misma, y me alejo. – Deberíamos irnos – – Pero… – ¡Qué noche tan fría! Pescaremos una gripe si continuamos aquí – Me pongo de pie y tomo mi bolso. El mundo sigue dando trastabillones amenazantes en forma de vaivén. Doy media vuelta y, sin dar tiempo a que su melodiosa voz se manifieste para doblegar mi voluntad, emprendo camino a paso largo, con la errónea convicción de que, tomando distancia, podré evitar lo inevitable.
  • 88. 88 Cinco “Si no recuerdas la más ligera locura en que el amor te hizo caer, no has amado lo suficiente” William Shakespeare ntes de continuar, quiero advertirle que conozco muy buenos abogados – – ¿A qué viene eso? – – A que, si la prensa llega a enterarse de lo que voy a contarle, la demandaré – – ¡Oh, ya veo! – la doctora Scheffer acomoda la espalda en el sillón del consultorio – Bueno, no creo que sea necesario llegar a esos extremos – – ¿Puede asegurarlo? – – Desde luego – – Bien – Me froto las manos y recorro, con la mirada, el rostro de cada uno de los presentes. Pienso que es una locura el haberme decidido a compartir esto con tres desconocidos y una psicóloga de Nueva York, pero, aun así, no tengo contemplado dar marcha atrás. – A
  • 89. 89 En el fondo, deseo, no, necesito ser escuchada. Tomo dos respiros hondos, sintiendo cómo un escalofrío prolongado me sacude elcuerpo; absorbo una última bocaza de aire frío y, con la misma pesadumbre de un niño que ha sido obligado a confesar una terrible jugarreta, murmuro: – Creo que me he enamorado... de la prima de mi novio – Bien, finalmente lo he sacado. Lo he pensado, considerado, aceptado y, al final, lo he sacado. Pero,¿qué rayos…? Debo haber perdido la cabeza,no hay otra explicación para que me encuentre aquí, divulgando mi intimidad a los cuatro vientos. Quien dijo que hablar aliviaba los pesares del alma, no era más que un desquiciado… un maldito y perfecto desquiciado. De pronto, siento que me he trasladado a un campeonato de tiro al blanco, y no me molestaría en lo absoluto, de no ser porque yo soy el blanco. La mujer de senos voluptuosos, la joven gótica de aspecto amenazador y el hombre que tiene problemas para permanecer callado; todos me observan atentamente. Incluso la doctora Scheffer ha perdido la voz. ¿Cómo lo sé? Porque lleva casidiez segundos abriendo la boca sin emitir sonido alguno. – Y no digo que sea… ya sabe… Realmente,no lo soy. Es más, aunque quisiera serlo, no podría, porque me iría al infierno – – No te irás al infierno por ser lesbiana, Helena – – No, no soy… eso –
  • 90. 90 – Pero acabas de confesar que estás enamorada de la prima de tu novio – – Bueno, sí, pero… – No te preocupes, es normal atravesar un proceso de negación – – No atravieso ningún proceso… – Dime, ¿es la primera vez? – – ¿De qué habla? – – Del autodescubrimiento. ¿Es la primera vez que te sientes atraída por una mujer? – – Eh… De acuerdo, esta conversación empieza a tornarse incómoda. – ¿Cuántos años tienes? – – 30 – – ¿30? ¡Vaya que has tardado! La mayoría descubre su inclinación en la adolescencia – – Creo que no me ha entendido. No soy… lesbiana – La doctora Scheffer frunce el entrecejo y se inclina hacia adelante, como si creyera que,estableciendo un contacto visual más atinado, logrará hacerme salir del armario. – ¿Han tenido acercamiento físico? – Hago una mueca de confusión. – Esa es una pregunta compleja – respondo, queriendo zafarme del recuerdo de mis labios aproximándose a los de Sophie.
  • 91. 91 – No, no lo es, pero tomaré tu actitud esquiva como un SÍ – Maldición. – ¿Qué es lo que te atrae de ella? – – Pues… yo… en realidad no lo sé – – ¿Es agradable? – – Sí, mucho – – ¿Atractiva? – – De una forma indescriptible – susurro, con tal suavidad que incluso a mi alma le cuesta escucharme – Y tiene una manera muy extraña de ver las cosas – añado, precipitadamente – Es como si nada pudiera detenerla, aun cuando sus ideas no sean más que ilusiones descabelladas. Creo… creo que está algo loca – – ¿Loca? – – Sin duda alguna – – Suena peligroso – la doctora Scheffer toma apunte de mi declaración, como si pensara que de ello dependerá la resolución de un futuro crimen pasional. – Esto podrá parecer extraño – advierto, en un suspiro lánguido – Pero,¿alguno de ustedes sabe dónde está Kazajistán? – Las cuatro cabezas se menean de un lado a otro, acompañando el gesto de negación con miradas interrogativas. – ¿Qué hay de la contaminación atmosférica? ¿Creen que esté relacionada con el código laboral? –
  • 92. 92 El desconcierto no da tregua. Debí suponer que nadie en su sano juicio sería capaz de ver el mundo de la manera que Sophie lo ve. Ella es como un pez rebelde que nada contra la corriente sin importar en qué dirección vaya el banco, o a dónde pueda llevarla su osadía… Sophie. Pienso en ella y, de pronto, me doy cuenta de que hay más en mí de lo que imaginaba. Más sentimientos, más emociones, más capacidad de perder la cordura y de, estando loca, no desesperar. Sophie. Su nombre resuena dentro de mí al igual que la melodía de un piano tocado en el silencio de la noche. Acaricia, estremece las paredes de mi alma, como el viento que choca contra una puerta agrietada por el paso de los años. Sophie. Elsimple recuerdo de sus pupilas esmeralda avivándose bajo el resplandor de la luna, agita mi respiración y transforma mi hálito en jadeos exagerados que superan el tic tac del reloj de la pared. Hace poco más de una semana,era mi crisis depresiva lo que me obligaba a exponer mi identidad frente a la doctora Scheffer y sus pacientes. Era lo pesado y doloroso de mi tristeza lo que me había traído a este sitio. Pero hoy, el motivo de mi presencia es, de cierta forma, ajeno a mi propia voluntad, ya no se trata de aquél vacío inexplicable que apuñalaba mi pecho durante el alba, ni de aquella soledad ambigua que me impedía conciliar el sueño por la noche. Ahora, todo se reduce a Sophie Watson – Creek. A sus ojos, al aroma de su cabello, a la suavidad de su piel, a las curvas de su
  • 93. 93 cadera,a los pómulos remarcados de sus mejillas, a su busto, a sus piernas, incluso a sus dedos y a cada una de sus uñas… Ahora, es la silueta de aquella mujer inglesa lo que consume mi pecho durante el alba y se posa entre mis ojos por la noche, haciéndome imposible cerrar los párpados… convirtiendo mi vida, por irónico que parezca,en una insoportable, pero plácida extensión de su delicado cuerpo. – ¿Cómo puede, una persona, estar segura de que se ha enamorado? – La doctora Scheffer me observa con perplejidad, encandilándosele los ojos en breves intervalos que aparecen y desaparecen alritmo de sus latidos. Al cabo de un rato, cuando logra digerir la complejidad mi pregunta, suelta un bufido y se tantea la quijada con el índice, como quien medita la posibilidad de hacer un largo viaje en coche. – El amor – murmura, entornando la vista – es un tema complicado, pero, aunque suene contradictorio, también es relativamente simple – Cruza una pierna y, frotándose la barbilla, continúa: – En una ocasión, leí la historia de un hombre que se dejó dar una paliza con tal de recibir primeros auxilios de la mujer a la que amaba. Él la describe como la paliza más tormentosa y dulce que le han dado en la vida, pero que no se me entienda mal, no es la tunda lo relevante, sino el propósito de la misma – – Eh…
  • 94. 94 – Lo que intento decir, Helena, es que el amor nos lleva a cometer estupideces que, al final, terminan pareciéndonos no tan estúpidas. Tú me preguntas cómo puede, una persona, estar segura de que se ha enamorado; pues bien, te diré que se basa en la cantidad de estupideces que esté dispuesta a cometer – – Y si esa persona no está dispuesta a cometer estupideces – intervengo – Si, por nada del mundo, está dispuesta a tomar riesgos… ¿Significa que no está enamorada? – La doctora Scheffer guarda silencio. Su mirada, estoica como el cielo nocturno y fulminante como el sol veraniego, penetra mis pupilas sin reparo. Toca algo dentro de mí… descubre algo dentro de mí. ¿Qué? No afirmo nada con contundencia, pero sospecho que, ante su ágil y aguda vista, se ha rasgado el velo que ocultaba, o pretendía ocultar, aquél sentimiento indomable y falto de razón… Mi amor por Sophie. Parpadea,vuelve a ser una psicóloga común cuyo consultorio no es lo suficientemente ostentoso para la exquisita Manhattan. Sólo hay algo que ha cambiado: ahora sabe lo que debe responder. – No – susurra,esbozando una leve sonrisa de benevolencia – Significa que no sabe amar –
  • 95. 95 Italia, 1796 Te envío tres besos: uno a tu corazón,otro a tu boca y otro a tus ojos. Napoleón
  • 96. 96 lguna vez han sentido ese pálpito incontrolable que hace temblar las manos, o aquella ansiedad penetrante que socava el estómago? ¿Han sentido, en algún momento de la vida, aquél vacío en las entrañas que logra paralizar su cuerpo sin que puedan hacer nada para evitarlo? Si lo han sentido, entonces comprenderán por qué no he tocado el timbre. Comprenderán por qué llevo diez minutos aquí, de pie, dando vueltas de un lado a otro, surcando la alfombra del corredor, sin poder tocar el timbre. No es que no sepa lo que hallaré, al contrario, lo sé perfectamente, he ahí la razón de que mis piernas tiemblen y mi aliento retumbe a lo largo y ancho del pasillo. Poso la mano derecha sobre la puerta, queriendo sentir más allá del madero, queriendo encontrar,en la absoluta calma, el repicar de sus latidos atravesando la pared. Y lo encuentro, o imagino encontrarlo, y, aunque sólo lo imagine, me parece tan realcomo el hormigueo que ahora me sube del vientre al cuello y del cuello a las extremidades. Inhalo, exhalo, inhalo, exhalo. Mi pecho sube y baja abruptamente, cada vez con más violencia. Oprimo los párpados, hasta que las córneas comienzan a dolerme y manchones oscuros surgen de la ¿A
  • 97. 97 nada, danzando frente a mí. Van dibujando su faz, trazándola en medio de las sombras, bosquejando su belleza… ¡Ni siquiera en la oscuridad puedo ocultarme de su rostro! Entonces, en medio de aquel ensimismamiento, mis frágiles dedos se someten a la voluntad de mi corazón y, tiritando excitadamente, tocan el timbre. Retrocedo, pero no más de un paso, porque la puerta se abre de par en par antes de que logre huir. – Helena… Permanezco callada. – No te esperaba – Continúo en silencio. – Adelante – Entro sin emitir sonido. Entro, incluso, sin poder mirarla a los ojos. – ¿Quieres – me pregunta – una taza de té? – Muevo la cabeza de un lado a otro. – ¿Zumo de naranja? – Vuelvo a negarme. – Bien…pues… toma asiento – – Prefiero quedarme de pie, gracias – Sophie no responde a mi gesto de indiferencia, al menos no en primera instancia. Quizá, por sentirse incómoda, o quizá, para no acrecentar miincomodidad. Un ruido intermitente prorrumpe en la habitación; son gotas de agua golpeando el ventanal de vidrio. Ha comenzado a llover.