1. Una economía bajo mínimos.
Manfred Nolte
Lo ha asumido como una preocupante amenaza el profesor de la ‘London School
of Economics’ Luis Garicano a su paso por San Sebastián en un reciente acto
organizado por Elkargi. Un futuro económico heredero de una frágil
recuperación con niveles raquíticos de crecimiento, tipos de interés nulos o
negativos y la perspectiva de una deflación involucionista, sobre todo en la
Eurozona, con algún atisbo de salpicadura para la economía española. El tema
no es menor, porque la profusión de criterios y veredictos en voces autorizadas,
cuando es convergente, crea escuela, arrastra las expectativas de consumidores
y empresarios y acaba convirtiéndose en una profecía auto realizada (‘self-fullfilling
profecy’), cuando, en verdad, los vaticinios pueden haber desfigurado
la realidad, imponiendo aquellos a esta su injusto criterio.
Los temores de Garicano hallan su contexto en muchos otros presagios, como el
del ex-secretario del tesoro y profesor de Harvard Larry Summers, que ha
acuñado ya para su estimación del futuro inmediato el término de
‘estancamiento secular’, una penosa normalidad de mínimos. Y también en otro
anuncio del Fondo Monetario Internacional. En sucesivas ocasiones a lo largo
del último mes, Cristina Lagarde, su directora, ha aprovechado sus
comparecencias públicas para confesar que sus previsiones económicas sobre
las economías avanzadas habían pecado de exceso de optimismo. Que no se
trataba solo de Italia o Francia. Ni siquiera tan solo de la Eurozona. Que algo
parece haberse torcido en Occidente. Que la enfermedad no es aguda sino
crónica, o sea estructural, una distinción que apareja distinto diagnóstico y
terapias separadas. Que es hora –dice Lagarde- de que vayamos
reconciliándonos con la idea de que el panorama inmediato es de pura
mediocridad y que aquellas tasas de crecimiento del 2 o del 3 por ciento anual
disfrutadas durante las tres décadas que precedieron a la crisis, son cosa de
tiempos pasados que, en esta ocasión, si fueron mejores.
2. Pero las expresiones ‘nueva mediocridad’ o ‘estancamiento secular’
corresponden a la descripción del problema y nada dicen de las causas. ¿Cuáles
son estas últimas?
La directora del FMI alude a la creciente desigualdad mundial, algo que hasta
ahora podía considerarse injusto pero que comienza a reputarse también de
ineficiente. No es solo que la desigualdad descohesione socialmente las
sociedades, triture el principio de la igualdad de oportunidades y cierre los
pasillos de acceso social a estratos superiores de renta sino que es perniciosa
para el crecimiento, ya que los ricos –algo que se estudia en el primer curso de
las facultades de economía- tienen una mayor propensión al ahorro que los
pobres, ahorran una fracción de su renta muy superior a la de estos últimos y
constituyen un freno a la demanda.
Otra teoría se teje en torno a una presunta deflación de deuda al estilo de Irving
Fisher. Las masas desaforadas de deuda publica y privada acumuladas en
occidente desde 2000 son las responsables del estancamiento dominante. En
un escenario de precios negativos la deuda se acrecienta en términos reales y
consumidores e inversores prefieren reducir deudas –‘desapalancar’- a
consumir más o arriesgar en nuevas aventuras empresariales. Familias y
Empresas tratan de minimizar sus riesgos financieros concentrándose en pagar
sus deudas y creando de esta manera una prolongada recesión conocida como
‘recesión de balance’.
Ravi Menon, Director de la Autoridad Monetaria de Singapur ha agregado
algunos argumentos más. Primero la demografía. Occidente pierde efectivos
humanos y la representación de las pirámides de población ya no hace honor a
su nombre, salvo que se consideren como pirámides invertidas. Una población
decreciente que envejece a marchas forzadas representa un freno agobiante para
el funcionamiento de la economía. Una tendencia que en los próximos 20 años
solo puede empeorar. Cita Menon la incierta pauta de la productividad, algo en
lo que también hizo hincapié Garicano en su disertación. A falta de una
definitiva revolución digital, el futuro del crecimiento está en el alero. Los
crecimientos de la España de la pre crisis se debieron al aumento de la cantidad
de mano de obra y a una moderada tasa de acumulación de capital. La
productividad, por su parte, registró tasas negativas. O sea que hemos crecido a
base de trabajar más, aunque menos eficientemente.
La memoria nos seduce con el recuerdo de una conjunción de factores
favorables del pasado: una demografía estable, la irrupción de China en la
economía global y su poderoso efecto tractor, el ‘boom’ de los internet/telecos o
el apalancamiento feroz de los sistemas financieros que, aunque ahora
evidencien sus excesos, contribuyeron en su momento a la espectacular época
de bonanza que precedió a la crisis. Todos estos recuerdos están llamados a
desaparecer.
Una política masiva de inversiones en infraestructura, unida al muy favorable
impacto de la caída de los precios del crudo puede detener transitoriamente el
curso de la enfermedad. Tampoco se trata de fomentar la melancolía ni exagerar
una historia de pesimismo. Pero el consenso creciente es que el crecimiento en
3. los próximos veinte años será menor que en los veinte anteriores.
Fuente: Luis Garicano. Conferencia Elkargi. 20.11.14.
Fuente: Luis Garicano. Conferencia Elkargi. 20.11.14.