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Desde hace miles de años, el mundo bajo el mar ha sido
testigo de una de las expresiones de vida más
impresionantes que haya existido. Detrás de colores
brillantes y formas extravagantes, miles de pequeños
organismos formaron comunidades rebosantes de vida. Así
pues, los arrecifes de coral se impusieron en el lecho
marino de este planeta, como imponentes muestras de la
belleza de la naturaleza. Esas hermosas estructuras
ofrecieron más que una linda imagen, puesto que siempre
han hecho mucho por el planeta. Muestra de ello fueron
todos esos individuos de tantas especies marinas diferentes
que reconocieron a los arrecifes de coral como su hábitat y
su sustento, como su vida entera. Así fue, el silencio nunca
se apropió de las aguas de los océanos. El bullicio de vida
proveniente de las relaciones entre arrecifes de coral y los
dependientes de estos, tomaba forma con todas las especies
circulando, buscando alimento o refugiándose en su lugar
seguro. La mayoría de estas estructuras coralinas se
ubicaron bastante cerca de las costas, necesitadas de recibir
la luz del sol, ya que las algas que habitaban dentro de ellas
así lo requerían para vivir y realizar lo necesario para nutrir
a los corales, permitiendo que estos siguieran ejerciendo su
vital función.
Prólogo
Allí donde el sol todavía toca el agua, allí donde el color
danza entre miles de pigmentos, allí debajo de donde la
gaviota se alimenta, allí en la ciudad sumergida, allí en el
corazón del océano, allí cerca de la costa.
Un mañanero pelícano estira sus alas al amanecer,
acompañado por los arreboles vuela por la playa
observando el inmenso cielo y masas de agua. Se dispone a
capturar su alimento. Busca y busca algún pez, y tras un
momento, encuentra un pez valiente dispuesto a subir y no
bajar de nuevo. Así es el ciclo; uno come y el otro muere. Al
menos este pez tendrá una experiencia única porque va a
estar, al menos por unos segundos, en la bolsa del pelícano.
El pelícano regresa a la costa junto con otros de su especie.
El pelícano observa el inmenso cielo, el inmenso mar, un
lugar tan amplio y tranquilo.
Cerca de la costa, encontramos un manglar. Gran conjunto
de árboles acuíferos que se nutren entre el agua dulce y
salada. Ubicado entre la salida al inmenso mar y el río poco
caudaloso. En este manglar viven iguanas, cocodrilos,
algunos peces indispuestos a viajar a “la ciudad” de los
corales, ranas y sapos. Los mangles, fuertes y bien anclados
hacen guardia en el lugar como buen ejército, con los pies
bien puestos sobre la tierra. Forman una barrera igual a los
espartanos en las Termópilas, protegiéndose quizá de
alguna gran ola y fijando la tierra.
Corales: fantasmas blancos
Las celosas iguanas están compitiendo entre ellas en la
arena. Una de ellas se pronuncia sobre la otra y comienzan
a arañarse, las colas se mueven como látigos. Las otras
iguanas miran la riña mientras disfrutan del sol. Las
peleoneras se detienen y deciden dejar de luchar, es una de
esas ocasiones en las que o peleaban por juguetear o no
valía la pena por lo que peleaban, así que se disponen a
asolearse igual que las demás.
Lejos de las iguanas, está un cocodrilo que identifica
movimiento en las aguas. Son un grupo de peces que se
trasladan en busca de comida. El cocodrilo se dispone a
comer y ataca, pero en esta ocasión los peces han podido
huir.
Cuando los peces crecen y se disponen a ir a “la ciudad”
abandonan al manglar y comienzan a sumergirse al océano.
“La ciudad” es muy colorida, de temperaturas cálidas y se
puede ver que llega la luz; traspasa el agua y, aunque débil
se percibe que “la ciudad” está iluminada por la lumbrera
de la mañana. “La ciudad”: un arrecife de coral con
kilómetros de longitud.
“La ciudad” está compuesta por corales, este arrecife tendrá
uno dos mil años, todavía le hace falta otros 2000 años más
de vida si todo marcha bien.
Los pólipos son como caballeros medievales, con una
armadura de colores se protegen; así yelmo, pechera y
grebas forman la parte característica y llamativa del coral,
solo que estas son de carbonato de calcio y no de acero.
Adentro vive uno, o varios, pólipos intentando protegerse
de no ser comidos por peces o tortugas. Los pólipos
invitaron a las zooxantelas a quedarse a vivir en su casa, y
hacen fiesta entre ambas especies. La ventaja de los pólipos
es que no necesitan pedir pizza debido a que sus invitados
hacen fotosíntesis, razón por la cual los arrecifes están
donde hay luz solar y demás condiciones meticulosas y con
cierta fragilidad para sobrevivir. Las zooxantelas le dan
nutrientes a los pólipos para que estos también se alimenten
y que continúe la fiesta. Se la pasan muy bien.
Las esponjas de mar son algo fanfarronas y se molestan de
la fiesta del coral, por eso es que compiten con los corales
por espacio, en general no dominan mucho territorio, pero
a veces algún espacio a los corales han quitado.
Por allí se observan peces payasos jugueteando con las
anémonas, camuflándose y protegiéndose de los peces que
buscan comer con gracia. Belleza del anaranjado.
También van pasando una torrentada de camarones que,
bien despiertos, van desfilando con su traje rosa por la
ciudad tocando las trompetas que tienen adelante. Se
dirigen hacia las algas cerca de la costa para poder comer.
A lo lejos unos calamares se reúnen para decidir entre ir a
las profundidades del coral o intentar intersectar al desfile
de camarones. Deciden hacer la travesía a las cuevas
alejadas de “la ciudad”.
El señor pulpo jamás pensó que la comida llegara a su
cueva, comida a domicilio. Así es como dos calamares se
quedaron sin tinta y otros cuantos espantados. A pesar de
que el agua se tinte de un negro denso, es solo por un breve
momento. El pulpo violeta disfruta su manjar. No es lo más
negro que ha vivido ni vivirá este arrecife.
Al otro lado de la ciudad encontramos un grupo de
langostas discutiendo con un grupo de cangrejos. Todo es
rojo y agresivo. Compiten por territorio, cerca hay una
comunidad de lombrices de mar, animal que comen ambos,
por lo que comienzan los tenazazos. Las langostas dominan
y obligan a los cangrejos a marcharse, los cangrejos tendrán
que buscar otra fuente de alimentación.
A lo lejos se escucha el galope de los caballos de mar,
animales marrones y pequeños. Peces de forma muy
curiosa que huyen de una mantarraya que va en búsqueda y
captura de alguno. Esta vez solo ha podido comer uno,
¡pobre caballo de mar! Los demás son más listos. La
mantarraya se aleja a buscar otra cosa qué comer…
Los caballitos han llegado a esta ciudad para procrear en la
noche, es su mes de San Valentín, así que buscarán un buen
hotel para hospedarse.
A la ciudad llegan y pasan infinidades de peces; unos grises,
otros dorados, otros verdes, otros amarillos… Algunos peces
comen plancton, otros comen a peces más pequeños.
Infinidad de peces conviven en “la ciudad” formando
tornados torrentosos, miles de peces bien organizados
viajando a la vez. Los cardúmenes están a la orden del día
en el arrecife, manteniendo el movimiento siempre activo y
dinámico. A veces pasan las sardinas que entran a la ciudad
u otros peces que se retiran de ella.
La mantarraya se ha encontrado con unas sardinas, se lanza
al ataque. Con su cuerpo como cometa de aire, barrilete o
piscucha; se acerca moviéndose en el agua, con su larga cola
y largas aletas. Abre la boca y comienza a absorber agua,
pero nada más eso. Se le han escapado. La mantarraya ha
tenido un mal día.
En la arena misma, a lo profundo del arrecife encontramos
excelentes soldados del camuflaje y grandes actores como
lo son el Pez Roca, el Pez Solla o el Pez Leopardo; grandes
nominados por sus excelentes colores similares a las rocas o
la arena en la que esperan que pase algún animal y que
caiga en la trampa. Pero el pez que se lleva el premio al
camuflaje son las sepias, no solo por su capacidad de
camuflaje sino por su posible gran impulso que puede
realizar con los tentáculos de la boca, permitiéndole
movilizarse más rápido y tener gran posibilidad de capturar
su presa.
En los pueblos de “la ciudad” encontramos algunas medusas
en búsqueda de algas para alimentarse y cuidadosas de no
encontrarse con alguna tortuga que las capture. Sus colores:
celeste, rosado fuerte y naranja son electrizantes.
A lo largo del día la orquesta del arrecife de coral se ha
mantenido relativamente tranquila, porque solo han sonado
los instrumentos más débiles de la familia de las cuerdas,
viento madera y viento metal.
Es hora de que se incorporen los contrabajos, fagots, tubas y
timbales. Los tiburones están hambrientos, a la caída de la
noche, los señores del arrecife se han dispuesto a cazar. Se
siente venir la percusión de las bestias, la masacre de los
grandes. Tienen que comer. Los tiburones coralinos,
quienes cazan todo a su paso.
Mejor dicho, casi todo; los tiburones generalmente no cazan
rémoras. Estos peces son los Judas, traicionando a otros
uniéndose al rey de la selva marina.
Al final los arrecifes de coral eso son: una selva donde
sobrevive el más fuerte, el más apto, el más capaz.
Los peces rémora van rodeando a los tiburones, son
oportunistas que comen lo que el tiburón deja. También le
ayudan al tiburón limpiándoles las branquias si en cualquier
caso hay insectos acuáticos allí.
Los tiburones saquean el coral, se alimentan, se retiran.
A la mañana siguiente toda la ciudad, la selva, está
colapsada. Las especies se reúnen y se disponen a continuar
porque no pueden hacer más que eso.
A lo lejos se acerca una manada de Ballenas Jorobadas,
muchas madres con sus crías, quienes huyen del Ártico.
Una de esas ballenas aparenta enferma, es la que más sale a
la superficie a buscar aire. Ha podido ver a una bandada de
gaviotas surcar los cielos en forma de uve, quizá estén
migrando o van a buscar comida. Esta ballena es la que se
mueve más lento, quizá sea porque es la más vieja con
diferencia. Otra ballena le ayuda a continuar. Adelante las
crías van contentas con su madre haciendo piruetas y
acostumbrándose a nadar solas.
Por otra vertiente también se incorpora una manada de
delfines. Será un día donde “la ciudad” reciba muchos
turistas.
Vuelve a sonar la percusión en la orquesta, los tiburones
quieren comer más. Esta vez son solo unos pocos los que
van a cazar. Los peces se conjuntan en cardúmenes. Para el
tiburón, en frente hay un pez más grande que él. Los
pececillos tienen que trabajar juntos y en orden para dar la
apariencia de un gran pez: un error y todo se acabará. Los
pececillos se le contraponen al tiburón hundiendo su
percutido sonido a una cháchara. Esta vez los cardúmenes
han salido victoriosos. La unión ha ganado a la fuerza.
Los tiburones no quieren peleas con las ballenas y delfines,
y con el banquete de ayer en la noche, deciden introducirse
a lo profundo del mar. Ya regresarán por más a “la ciudad”.
Los mamíferos dominan el acuífero entonces.
Entra la noche, una noche de éxtasis. Los corales se
agrandarán, se reproducirán. Lo hacen de noche porque
tiene más posibilidades de suscitar vida. Así es como el
esperma y los óvulos de los pólipos se lanzan al agua para
que se junten, se unan, se ubiquen en un buen lugar y se
reproduzcan, para hacer más grande el coral.
Así como el coral, los caballitos de mar se reproducen y
progresivamente muchos otros peces. Es el festival de la
vida a todo color. La vida misma abriéndose paso, a veces
empujando pero abriéndose paso. ¿No es maravillosa la
naturaleza? ¿Acaso no es perfecta y hay que cuidarla?
A la mañana siguiente se les adjuntan las tortugas marinas,
que se disponen a llegar hasta las fronteras del agua y la
tierra. Viajan unas treinta tortugas. Llegan a “la ciudad” y
esperan a la noche.
En la noche comienzan a nadar en peregrinación y silencio
hacia la costa. Cada nado es más lento que el anterior.
Comienzan a subir a la costa poco a poco, con su lento
cuerpo; paso a paso. Las Carey pesan alrededor de sesenta y
ocho kilogramos y en tierra son más lentas. Cada una de las
treinta busca un lugar para depositar sus crías. Y comienzan
rass, rass, rass con sus aletas a mover arena; con gran ardor
en sus ojos, llorando lágrimas gordas y cristalinas. Las
tortugas entonces comienzan a depositar sus huevos uno a
uno. Esperando hasta que sea puesto el último de ellos.
Comienzan a hacer ruido con su boca, una especie de llanto
o quizá un canto con clamor que dirige a sus hijas.
Pidiéndoles que sobrevivan, que salgan adelante, que sean
fuertes, que den descendencia ellas también. Cuando
termina de poner hasta el último huevo, espera unos
momentos y con gran amor maternal contempla a sus crías
con esperanza de poderlas ver en un futuro. Después
comienza a cerrar: rass, rass, rass. Poco a poco termina de
cerrar.
Casi comienza a salir el sol. La tortuga con la misma cautela
con la que salió del agua se desplaza de regreso a ella. Sus
ojos no paran de llorar y su corazón palpita agitadamente.
Las tortugas regresan al agua, pero algunas jamás regresarán
porque se han volteado y su pesado caparazón les impide
avanzar o moverse. Con la entrada del caluroso sol,
morirán.
Veinticinco tortugas regresan al océano. Con la confianza
de que serán madres. Tanto es su superlativa alegría que
deciden buscar algo que no habían comido desde hace
mucho tiempo. Se disponen a buscar medusas. Comienzan
a nadar y a buscar lo que querían. Con ansia y astucia las
veinticinco se ponen a comer las medusas celestes a gran
dicha.
Una tortuga a lo lejos encuentra una medusa, pero de color
blanco. Se aleja del grupo, con sumo interés se dirige a su
captura y de un bocado se la come. A diferencia de otras,
esta parecía tener dos orejas o colas. La tortuga comienza a
sentirse mal. Comienza a tener problemas al respirar, Se
está asfixiando, comienza a zarandear sus precarias aletas y
con un fuerte grito la tortuga muere. Afligida y con la
esperanza de ser madre, se despide de este mundo.
¿Tanto daño podemos causar? ¿Cómo es que una bolsa
puede causar tanto dolor? ¿Qué merecía esa pobre tortuga
para morir así? ¡Oh podre tortuga que tienes que pagar las
consecuencias de nuestros actos! ¡Oh pobre Carey que tu
muerte no sea en vano!
Las veinticuatro tortugas quieren irse de ese lugar.
Comienzan a nadar. Pero, en medio de su nado se
encuentran con un Tiburón Tigre. Una bestia del mar. Las
tortugas huyendo, pero el tiburón captura la aleta de una y
la rompe. La tortuga grita y se dispone a buscar una
salvación, pero la bestia ya vio sangre. El tiburón le rompe
otra aleta. La tortuga agoniza de dolor, está inmóvil el
tiburón lo disfruta y le muerde la cola. El agua queda teñía
de rojo. El tiburón muerde con todas sus fuerzas y le come
la cabeza a la tortuga matándola al instante. No sin antes
haberla desmembrado, haberla dañado.
¡Oh pobres tortugas cómo sufren a causa nuestra!... porque
si no hubiere sido por la asfixia de una, no hubiere muerto
la otra. ¿Cuántos animales más no mueren a causa nuestra?
¿Cuántos animales deben morir para hacernos entender
que tenemos que cambiar?
Al poco tiempo también se despide la ballena más vieja.
Aquella que, una tarde había ido a cazar y alejándose de la
manada en el gélido océano, allá en el ártico, ha tragado
basura pensando que eran peces y por eso ha enfermado. Ni
el animal más grande se libra de nuestros desastres. Es un
inmenso problema.
Meses más tarde comienza nuestro tiempo de cazar. Es
indignante pensar cómo es que empezamos a practicar la
pesca para el sustento, que cada vez más y más humanos
vayan buscando especies marinas en los arrecifes de coral, y
pronto encontrar formas de pesca más eficaces, pero que
para los arrecifes resulten agresivas siendo demasiados los
habitantes que caen.
Zarpan los barcos en búsqueda de peces. Las aspas de los
barcos cortan los corales y los destruyen. Solo por pasar en
búsqueda de peces. Van las naves, y capturan más peces de
los que necesitan. La pesca es un deporte, la pesca es una
empresa. Así que de esa manera le quitan piezas esenciales
al motor del ecosistema.
¿Cuántas veces no nos hemos puesto a pensar: « ¡Podría
hacerse una hermosa joya con esto!», « ¡Me gustaría usarlo
para decorar!», « ¡Es tan bonito!» y hemos arrancado una
parte del arrecife, haciéndole daño?
Un barco decide ir a pescar, utiliza dinamita. La idea es
lanzarla contra un cardumen y matar a tantos peces sea
posible. Explota la bomba y al bajar solo tienen que
embolsar los peces. Lo que no quieren ver, porque saben
que no deben hacerlo, es que han destruido una comunidad
de corales también y que tardará años en recuperar su
estado. ¡Oh vida marina, perdónanos! Porqué más vale una
captura fácil que el daño que te causemos.
¿Cuántas veces no hemos pensado que somos más, que
necesitamos más; tal que, tomamos más y destruimos más?
¿En qué momento decidimos que era buena idea de que los
océanos podían servir de botadero? La basura, nuestra
basura, es difícil el encontrar un lugar para deshacerse de
ella. Pero el océano no es una opción.
Así pues, el mar empieza a llenarse de cosas ajenas a él, que
lo contaminan, y por lo tanto afecta a sus habitantes,
incluidos los arrecifes de coral. En este punto, se desvela la
vulnerabilidad de los corales, su fragilidad y la enorme
demanda a la que son sometidos. Así pues como este,
muchos otros corales serán asfixiados por los deshechos de
los humanos, las algas crecerán demasiado por el exceso de
sustancias que llegarán, tanto que dejarán a los corales en las
sombras.
Con el calentamiento global, los corales sufren. Nosotros
hacemos sufrir a los corales con nuestra forma de vida. Las
aguas comienzan a ser más calientes y más ácidas. El
territorio ya no cumple con las delicadas condiciones que
necesita. Los corales pasaron de estar estresados, de ser
sometidos, a perder una batalla en la que fueron obligados a
participar. Y es que todos las formas en que eran
maltratados nunca desaparecieron, solo incrementaron.
Así agonizantes, los corales se blanquean. Para nosotros, la
muerte va vestida de negro, y para los corales, de blanco.
Sí, los corales empezaron a morir. Los cadáveres blancos de
los corales, ya no se rodeaban de peces, ya no se rodeaban
de vida, ya no eran nada. Nuestras acciones llegaron a ser
fatales para los corales, a pesar de cuanto dependemos de
ellos. Pero nosotros seguimos acabando con nuestro propio
mundo, porque es prioridad crear más fuentes de dinero
insostenibles, porque es más fácil desechar todo en el
océano, porque mientras nosotros podamos seguir viviendo
con más comodidades importa poco o nada si eso causa
algún daño.
Corales. Este es su adiós. Mueren jóvenes. Sus colores se van
durmiendo como el interés de su protección de aquellos
mismos que lo han causado.
Es un blanco inocente, porque no tienen la culpa de
nuestras acciones pero aun así las pagan. Un blanco que
asesinó a la tortuga agarrándola con sus dos manos
asfixiándola. Un blanco como el estómago de la vieja
ballena.
Un día despertaremos y diremos:
Allí donde el sol tocaba el agua, allí donde el color danzaba
entre miles de pigmentos, allí debajo de donde la gaviota se
alimentaba, allí en el cementerio sumergido que carga con
nuestras culpas, allí en el que era el corazón del océano, allí
cerca de la costa hemos hecho un desastre más.
Tal vez no todos los seres humanos ignoren el daño a los
arrecifes de coral, tal vez algunos traten de ayudarlos, pero
en esta vida, todos pagan las consecuencias de los errores de
algunos. Así, aunque algunos humanos son conscientes, se
ven todos afectados por la no tan lenta pero eficaz
destrucción de nuestro mundo.
Actualmente, cada vez más colores hermosos y brillantes
son reemplazados por el blanco. Si el mundo sigue a este
ritmo, pronto los corales se extinguirán, lo que significa una
enorme pérdida para un cuarto de los seres vivos del
océano, que dependen de los corales al menos en una etapa
de sus vidas. Además, desaparecería una fuente de
subsistencia para millones de personas. Es posible
establecer una relación sostenible entre seres humanos y
arrecifes de coral, aún hay esperanza. Queda poco tiempo
para que los seres humanos sean conscientes de ello y
puedan hacer algo, antes de que el daño sea irreparable.
Mónica Nicolle Caceros Solís
Mateo Emilio Serrano González
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Corales. fantasmas blancos

  • 1. Desde hace miles de años, el mundo bajo el mar ha sido testigo de una de las expresiones de vida más impresionantes que haya existido. Detrás de colores brillantes y formas extravagantes, miles de pequeños organismos formaron comunidades rebosantes de vida. Así pues, los arrecifes de coral se impusieron en el lecho marino de este planeta, como imponentes muestras de la belleza de la naturaleza. Esas hermosas estructuras ofrecieron más que una linda imagen, puesto que siempre han hecho mucho por el planeta. Muestra de ello fueron todos esos individuos de tantas especies marinas diferentes que reconocieron a los arrecifes de coral como su hábitat y su sustento, como su vida entera. Así fue, el silencio nunca se apropió de las aguas de los océanos. El bullicio de vida proveniente de las relaciones entre arrecifes de coral y los dependientes de estos, tomaba forma con todas las especies circulando, buscando alimento o refugiándose en su lugar seguro. La mayoría de estas estructuras coralinas se ubicaron bastante cerca de las costas, necesitadas de recibir la luz del sol, ya que las algas que habitaban dentro de ellas así lo requerían para vivir y realizar lo necesario para nutrir a los corales, permitiendo que estos siguieran ejerciendo su vital función. Prólogo
  • 2. Allí donde el sol todavía toca el agua, allí donde el color danza entre miles de pigmentos, allí debajo de donde la gaviota se alimenta, allí en la ciudad sumergida, allí en el corazón del océano, allí cerca de la costa. Un mañanero pelícano estira sus alas al amanecer, acompañado por los arreboles vuela por la playa observando el inmenso cielo y masas de agua. Se dispone a capturar su alimento. Busca y busca algún pez, y tras un momento, encuentra un pez valiente dispuesto a subir y no bajar de nuevo. Así es el ciclo; uno come y el otro muere. Al menos este pez tendrá una experiencia única porque va a estar, al menos por unos segundos, en la bolsa del pelícano. El pelícano regresa a la costa junto con otros de su especie. El pelícano observa el inmenso cielo, el inmenso mar, un lugar tan amplio y tranquilo. Cerca de la costa, encontramos un manglar. Gran conjunto de árboles acuíferos que se nutren entre el agua dulce y salada. Ubicado entre la salida al inmenso mar y el río poco caudaloso. En este manglar viven iguanas, cocodrilos, algunos peces indispuestos a viajar a “la ciudad” de los corales, ranas y sapos. Los mangles, fuertes y bien anclados hacen guardia en el lugar como buen ejército, con los pies bien puestos sobre la tierra. Forman una barrera igual a los espartanos en las Termópilas, protegiéndose quizá de alguna gran ola y fijando la tierra. Corales: fantasmas blancos
  • 3. Las celosas iguanas están compitiendo entre ellas en la arena. Una de ellas se pronuncia sobre la otra y comienzan a arañarse, las colas se mueven como látigos. Las otras iguanas miran la riña mientras disfrutan del sol. Las peleoneras se detienen y deciden dejar de luchar, es una de esas ocasiones en las que o peleaban por juguetear o no valía la pena por lo que peleaban, así que se disponen a asolearse igual que las demás. Lejos de las iguanas, está un cocodrilo que identifica movimiento en las aguas. Son un grupo de peces que se trasladan en busca de comida. El cocodrilo se dispone a comer y ataca, pero en esta ocasión los peces han podido huir. Cuando los peces crecen y se disponen a ir a “la ciudad” abandonan al manglar y comienzan a sumergirse al océano. “La ciudad” es muy colorida, de temperaturas cálidas y se puede ver que llega la luz; traspasa el agua y, aunque débil se percibe que “la ciudad” está iluminada por la lumbrera de la mañana. “La ciudad”: un arrecife de coral con kilómetros de longitud. “La ciudad” está compuesta por corales, este arrecife tendrá uno dos mil años, todavía le hace falta otros 2000 años más de vida si todo marcha bien.
  • 4. Los pólipos son como caballeros medievales, con una armadura de colores se protegen; así yelmo, pechera y grebas forman la parte característica y llamativa del coral, solo que estas son de carbonato de calcio y no de acero. Adentro vive uno, o varios, pólipos intentando protegerse de no ser comidos por peces o tortugas. Los pólipos invitaron a las zooxantelas a quedarse a vivir en su casa, y hacen fiesta entre ambas especies. La ventaja de los pólipos es que no necesitan pedir pizza debido a que sus invitados hacen fotosíntesis, razón por la cual los arrecifes están donde hay luz solar y demás condiciones meticulosas y con cierta fragilidad para sobrevivir. Las zooxantelas le dan nutrientes a los pólipos para que estos también se alimenten y que continúe la fiesta. Se la pasan muy bien. Las esponjas de mar son algo fanfarronas y se molestan de la fiesta del coral, por eso es que compiten con los corales por espacio, en general no dominan mucho territorio, pero a veces algún espacio a los corales han quitado. Por allí se observan peces payasos jugueteando con las anémonas, camuflándose y protegiéndose de los peces que buscan comer con gracia. Belleza del anaranjado.
  • 5. También van pasando una torrentada de camarones que, bien despiertos, van desfilando con su traje rosa por la ciudad tocando las trompetas que tienen adelante. Se dirigen hacia las algas cerca de la costa para poder comer. A lo lejos unos calamares se reúnen para decidir entre ir a las profundidades del coral o intentar intersectar al desfile de camarones. Deciden hacer la travesía a las cuevas alejadas de “la ciudad”. El señor pulpo jamás pensó que la comida llegara a su cueva, comida a domicilio. Así es como dos calamares se quedaron sin tinta y otros cuantos espantados. A pesar de que el agua se tinte de un negro denso, es solo por un breve momento. El pulpo violeta disfruta su manjar. No es lo más negro que ha vivido ni vivirá este arrecife. Al otro lado de la ciudad encontramos un grupo de langostas discutiendo con un grupo de cangrejos. Todo es rojo y agresivo. Compiten por territorio, cerca hay una comunidad de lombrices de mar, animal que comen ambos, por lo que comienzan los tenazazos. Las langostas dominan y obligan a los cangrejos a marcharse, los cangrejos tendrán que buscar otra fuente de alimentación.
  • 6. A lo lejos se escucha el galope de los caballos de mar, animales marrones y pequeños. Peces de forma muy curiosa que huyen de una mantarraya que va en búsqueda y captura de alguno. Esta vez solo ha podido comer uno, ¡pobre caballo de mar! Los demás son más listos. La mantarraya se aleja a buscar otra cosa qué comer… Los caballitos han llegado a esta ciudad para procrear en la noche, es su mes de San Valentín, así que buscarán un buen hotel para hospedarse. A la ciudad llegan y pasan infinidades de peces; unos grises, otros dorados, otros verdes, otros amarillos… Algunos peces comen plancton, otros comen a peces más pequeños. Infinidad de peces conviven en “la ciudad” formando tornados torrentosos, miles de peces bien organizados viajando a la vez. Los cardúmenes están a la orden del día en el arrecife, manteniendo el movimiento siempre activo y dinámico. A veces pasan las sardinas que entran a la ciudad u otros peces que se retiran de ella. La mantarraya se ha encontrado con unas sardinas, se lanza al ataque. Con su cuerpo como cometa de aire, barrilete o piscucha; se acerca moviéndose en el agua, con su larga cola y largas aletas. Abre la boca y comienza a absorber agua, pero nada más eso. Se le han escapado. La mantarraya ha tenido un mal día.
  • 7. En la arena misma, a lo profundo del arrecife encontramos excelentes soldados del camuflaje y grandes actores como lo son el Pez Roca, el Pez Solla o el Pez Leopardo; grandes nominados por sus excelentes colores similares a las rocas o la arena en la que esperan que pase algún animal y que caiga en la trampa. Pero el pez que se lleva el premio al camuflaje son las sepias, no solo por su capacidad de camuflaje sino por su posible gran impulso que puede realizar con los tentáculos de la boca, permitiéndole movilizarse más rápido y tener gran posibilidad de capturar su presa. En los pueblos de “la ciudad” encontramos algunas medusas en búsqueda de algas para alimentarse y cuidadosas de no encontrarse con alguna tortuga que las capture. Sus colores: celeste, rosado fuerte y naranja son electrizantes. A lo largo del día la orquesta del arrecife de coral se ha mantenido relativamente tranquila, porque solo han sonado los instrumentos más débiles de la familia de las cuerdas, viento madera y viento metal. Es hora de que se incorporen los contrabajos, fagots, tubas y timbales. Los tiburones están hambrientos, a la caída de la noche, los señores del arrecife se han dispuesto a cazar. Se siente venir la percusión de las bestias, la masacre de los grandes. Tienen que comer. Los tiburones coralinos, quienes cazan todo a su paso.
  • 8. Mejor dicho, casi todo; los tiburones generalmente no cazan rémoras. Estos peces son los Judas, traicionando a otros uniéndose al rey de la selva marina. Al final los arrecifes de coral eso son: una selva donde sobrevive el más fuerte, el más apto, el más capaz. Los peces rémora van rodeando a los tiburones, son oportunistas que comen lo que el tiburón deja. También le ayudan al tiburón limpiándoles las branquias si en cualquier caso hay insectos acuáticos allí. Los tiburones saquean el coral, se alimentan, se retiran. A la mañana siguiente toda la ciudad, la selva, está colapsada. Las especies se reúnen y se disponen a continuar porque no pueden hacer más que eso. A lo lejos se acerca una manada de Ballenas Jorobadas, muchas madres con sus crías, quienes huyen del Ártico. Una de esas ballenas aparenta enferma, es la que más sale a la superficie a buscar aire. Ha podido ver a una bandada de gaviotas surcar los cielos en forma de uve, quizá estén migrando o van a buscar comida. Esta ballena es la que se mueve más lento, quizá sea porque es la más vieja con diferencia. Otra ballena le ayuda a continuar. Adelante las crías van contentas con su madre haciendo piruetas y acostumbrándose a nadar solas.
  • 9. Por otra vertiente también se incorpora una manada de delfines. Será un día donde “la ciudad” reciba muchos turistas. Vuelve a sonar la percusión en la orquesta, los tiburones quieren comer más. Esta vez son solo unos pocos los que van a cazar. Los peces se conjuntan en cardúmenes. Para el tiburón, en frente hay un pez más grande que él. Los pececillos tienen que trabajar juntos y en orden para dar la apariencia de un gran pez: un error y todo se acabará. Los pececillos se le contraponen al tiburón hundiendo su percutido sonido a una cháchara. Esta vez los cardúmenes han salido victoriosos. La unión ha ganado a la fuerza. Los tiburones no quieren peleas con las ballenas y delfines, y con el banquete de ayer en la noche, deciden introducirse a lo profundo del mar. Ya regresarán por más a “la ciudad”. Los mamíferos dominan el acuífero entonces. Entra la noche, una noche de éxtasis. Los corales se agrandarán, se reproducirán. Lo hacen de noche porque tiene más posibilidades de suscitar vida. Así es como el esperma y los óvulos de los pólipos se lanzan al agua para que se junten, se unan, se ubiquen en un buen lugar y se reproduzcan, para hacer más grande el coral.
  • 10. Así como el coral, los caballitos de mar se reproducen y progresivamente muchos otros peces. Es el festival de la vida a todo color. La vida misma abriéndose paso, a veces empujando pero abriéndose paso. ¿No es maravillosa la naturaleza? ¿Acaso no es perfecta y hay que cuidarla? A la mañana siguiente se les adjuntan las tortugas marinas, que se disponen a llegar hasta las fronteras del agua y la tierra. Viajan unas treinta tortugas. Llegan a “la ciudad” y esperan a la noche. En la noche comienzan a nadar en peregrinación y silencio hacia la costa. Cada nado es más lento que el anterior. Comienzan a subir a la costa poco a poco, con su lento cuerpo; paso a paso. Las Carey pesan alrededor de sesenta y ocho kilogramos y en tierra son más lentas. Cada una de las treinta busca un lugar para depositar sus crías. Y comienzan rass, rass, rass con sus aletas a mover arena; con gran ardor en sus ojos, llorando lágrimas gordas y cristalinas. Las tortugas entonces comienzan a depositar sus huevos uno a uno. Esperando hasta que sea puesto el último de ellos. Comienzan a hacer ruido con su boca, una especie de llanto o quizá un canto con clamor que dirige a sus hijas. Pidiéndoles que sobrevivan, que salgan adelante, que sean fuertes, que den descendencia ellas también. Cuando termina de poner hasta el último huevo, espera unos momentos y con gran amor maternal contempla a sus crías con esperanza de poderlas ver en un futuro. Después comienza a cerrar: rass, rass, rass. Poco a poco termina de cerrar.
  • 11. Casi comienza a salir el sol. La tortuga con la misma cautela con la que salió del agua se desplaza de regreso a ella. Sus ojos no paran de llorar y su corazón palpita agitadamente. Las tortugas regresan al agua, pero algunas jamás regresarán porque se han volteado y su pesado caparazón les impide avanzar o moverse. Con la entrada del caluroso sol, morirán. Veinticinco tortugas regresan al océano. Con la confianza de que serán madres. Tanto es su superlativa alegría que deciden buscar algo que no habían comido desde hace mucho tiempo. Se disponen a buscar medusas. Comienzan a nadar y a buscar lo que querían. Con ansia y astucia las veinticinco se ponen a comer las medusas celestes a gran dicha. Una tortuga a lo lejos encuentra una medusa, pero de color blanco. Se aleja del grupo, con sumo interés se dirige a su captura y de un bocado se la come. A diferencia de otras, esta parecía tener dos orejas o colas. La tortuga comienza a sentirse mal. Comienza a tener problemas al respirar, Se está asfixiando, comienza a zarandear sus precarias aletas y con un fuerte grito la tortuga muere. Afligida y con la esperanza de ser madre, se despide de este mundo.
  • 12. ¿Tanto daño podemos causar? ¿Cómo es que una bolsa puede causar tanto dolor? ¿Qué merecía esa pobre tortuga para morir así? ¡Oh podre tortuga que tienes que pagar las consecuencias de nuestros actos! ¡Oh pobre Carey que tu muerte no sea en vano! Las veinticuatro tortugas quieren irse de ese lugar. Comienzan a nadar. Pero, en medio de su nado se encuentran con un Tiburón Tigre. Una bestia del mar. Las tortugas huyendo, pero el tiburón captura la aleta de una y la rompe. La tortuga grita y se dispone a buscar una salvación, pero la bestia ya vio sangre. El tiburón le rompe otra aleta. La tortuga agoniza de dolor, está inmóvil el tiburón lo disfruta y le muerde la cola. El agua queda teñía de rojo. El tiburón muerde con todas sus fuerzas y le come la cabeza a la tortuga matándola al instante. No sin antes haberla desmembrado, haberla dañado. ¡Oh pobres tortugas cómo sufren a causa nuestra!... porque si no hubiere sido por la asfixia de una, no hubiere muerto la otra. ¿Cuántos animales más no mueren a causa nuestra? ¿Cuántos animales deben morir para hacernos entender que tenemos que cambiar? Al poco tiempo también se despide la ballena más vieja. Aquella que, una tarde había ido a cazar y alejándose de la manada en el gélido océano, allá en el ártico, ha tragado basura pensando que eran peces y por eso ha enfermado. Ni el animal más grande se libra de nuestros desastres. Es un inmenso problema.
  • 13. Meses más tarde comienza nuestro tiempo de cazar. Es indignante pensar cómo es que empezamos a practicar la pesca para el sustento, que cada vez más y más humanos vayan buscando especies marinas en los arrecifes de coral, y pronto encontrar formas de pesca más eficaces, pero que para los arrecifes resulten agresivas siendo demasiados los habitantes que caen. Zarpan los barcos en búsqueda de peces. Las aspas de los barcos cortan los corales y los destruyen. Solo por pasar en búsqueda de peces. Van las naves, y capturan más peces de los que necesitan. La pesca es un deporte, la pesca es una empresa. Así que de esa manera le quitan piezas esenciales al motor del ecosistema. ¿Cuántas veces no nos hemos puesto a pensar: « ¡Podría hacerse una hermosa joya con esto!», « ¡Me gustaría usarlo para decorar!», « ¡Es tan bonito!» y hemos arrancado una parte del arrecife, haciéndole daño? Un barco decide ir a pescar, utiliza dinamita. La idea es lanzarla contra un cardumen y matar a tantos peces sea posible. Explota la bomba y al bajar solo tienen que embolsar los peces. Lo que no quieren ver, porque saben que no deben hacerlo, es que han destruido una comunidad de corales también y que tardará años en recuperar su estado. ¡Oh vida marina, perdónanos! Porqué más vale una captura fácil que el daño que te causemos.
  • 14. ¿Cuántas veces no hemos pensado que somos más, que necesitamos más; tal que, tomamos más y destruimos más? ¿En qué momento decidimos que era buena idea de que los océanos podían servir de botadero? La basura, nuestra basura, es difícil el encontrar un lugar para deshacerse de ella. Pero el océano no es una opción. Así pues, el mar empieza a llenarse de cosas ajenas a él, que lo contaminan, y por lo tanto afecta a sus habitantes, incluidos los arrecifes de coral. En este punto, se desvela la vulnerabilidad de los corales, su fragilidad y la enorme demanda a la que son sometidos. Así pues como este, muchos otros corales serán asfixiados por los deshechos de los humanos, las algas crecerán demasiado por el exceso de sustancias que llegarán, tanto que dejarán a los corales en las sombras. Con el calentamiento global, los corales sufren. Nosotros hacemos sufrir a los corales con nuestra forma de vida. Las aguas comienzan a ser más calientes y más ácidas. El territorio ya no cumple con las delicadas condiciones que necesita. Los corales pasaron de estar estresados, de ser sometidos, a perder una batalla en la que fueron obligados a participar. Y es que todos las formas en que eran maltratados nunca desaparecieron, solo incrementaron. Así agonizantes, los corales se blanquean. Para nosotros, la muerte va vestida de negro, y para los corales, de blanco.
  • 15. Sí, los corales empezaron a morir. Los cadáveres blancos de los corales, ya no se rodeaban de peces, ya no se rodeaban de vida, ya no eran nada. Nuestras acciones llegaron a ser fatales para los corales, a pesar de cuanto dependemos de ellos. Pero nosotros seguimos acabando con nuestro propio mundo, porque es prioridad crear más fuentes de dinero insostenibles, porque es más fácil desechar todo en el océano, porque mientras nosotros podamos seguir viviendo con más comodidades importa poco o nada si eso causa algún daño. Corales. Este es su adiós. Mueren jóvenes. Sus colores se van durmiendo como el interés de su protección de aquellos mismos que lo han causado. Es un blanco inocente, porque no tienen la culpa de nuestras acciones pero aun así las pagan. Un blanco que asesinó a la tortuga agarrándola con sus dos manos asfixiándola. Un blanco como el estómago de la vieja ballena. Un día despertaremos y diremos: Allí donde el sol tocaba el agua, allí donde el color danzaba entre miles de pigmentos, allí debajo de donde la gaviota se alimentaba, allí en el cementerio sumergido que carga con nuestras culpas, allí en el que era el corazón del océano, allí cerca de la costa hemos hecho un desastre más.
  • 16. Tal vez no todos los seres humanos ignoren el daño a los arrecifes de coral, tal vez algunos traten de ayudarlos, pero en esta vida, todos pagan las consecuencias de los errores de algunos. Así, aunque algunos humanos son conscientes, se ven todos afectados por la no tan lenta pero eficaz destrucción de nuestro mundo. Actualmente, cada vez más colores hermosos y brillantes son reemplazados por el blanco. Si el mundo sigue a este ritmo, pronto los corales se extinguirán, lo que significa una enorme pérdida para un cuarto de los seres vivos del océano, que dependen de los corales al menos en una etapa de sus vidas. Además, desaparecería una fuente de subsistencia para millones de personas. Es posible establecer una relación sostenible entre seres humanos y arrecifes de coral, aún hay esperanza. Queda poco tiempo para que los seres humanos sean conscientes de ello y puedan hacer algo, antes de que el daño sea irreparable. Mónica Nicolle Caceros Solís Mateo Emilio Serrano González Epílogo