Delfos era el oráculo más importante de la antigua Grecia dedicado al dios Apolo. Los sacerdotes de Delfos interpretaban los presagios de una pitonisa en trance para ofrecer consejos a los griegos. Delfos se convirtió en un centro religioso, cultural y político que unificaba a los diferentes pueblos griegos.
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Los griegos pensaban que los dioses daban a conocer su voluntad por
medio de los presagios, los llamados oráculos, y hubo algunos templos
famosos en la Antigüedad dedicados a escrutar los signos que indicaban
los caprichosos designios de las divinidades.
3. Era importante, por ejemplo, el que se alzaba en honor a Zeus, en
Épiro; pero el que acabó logrando la primacía sobre todo los otros fue
el de Delfos, consagrado a Apolo, y en el que también se adoró a
Dioniso. Delfos llegó a convertirse en lo que se ha calificado "el
Vaticano de Grecia" y, al paso del tiempo, vino a ser algo así como la
esencia de la Hélade, "la casa común" de los griegos, fuese cual fuese
el lugar donde habían nacido.
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5. Tanto los dorios como los jonios, los mismo los espartanos que los
atenienses, tebanos o corintios, todos adoraban a Apolo con la misma
reverencia, y aquí, en su santuario, se sentían antes que nada griegos.
Los sacerdotes de Delfos alentaban esa idea de sentimiento nacional,
venerando una lengua, una literatura, una religión y unos mitos que a
todo heleno pertenecían.
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En ese sentido, el dios profeta que fue Apolo era al fin el dios que
unificaba a los griegos, la divinidad que lograba en su santuario algo que
en la historia de esta civilización consiguió muy pocas veces, por no decir
que casi ninguna. Sus sacerdotes exigían normas severas a quienes
acudían en busca de presagios: entre otras, la prohibición de consultar al
oráculo con intenciones hostiles. Afirmaban, también, que un griego no
podía ser en ningún caso esclavo de otro griego. Y en ocasiones daban
cobijo a los exiliados y perseguidos.
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8. Según la leyenda, cuando Zeus decidió establecer el lugar donde se
hallaba el centro del mundo, echó a volar dos de sus águilas desde los
confines de la tierra, una en el este y otra en el oeste. Las dos aves, al
encontrarse, dejaron caer desde la altura una piedra en forma de
medio huevo. Y allí donde fue a parar esa piedra, llamada Ónfalos, que
quiere decir ombligo, Zeus estableció que ese lugar era el centro del
mundo. Cayó exactamente aquí, en el agreste paisaje de Delfos. Y los
hombres alzaron en el sitio un altar en honor de Apolo.
9. Tal evento nunca ha sido fechado, aunque se piensa que el culto
del dios comenzó en épocas previas a la invasión doria de la
Hélade. Desde luego es anterior a la generación de aqueos que
luchó en Troya, ya que Edipo vino a consultar al oráculo antes
de emprender su nefasto exilio a Tebas. El caso es que desde
que la piedra quedó en tierra, la fama de Delfos comenzó a
extenderse por todo el mundo griego.
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12. A Delfos acudían, para solicitar presagios del oráculo, tanto
particulares como delegaciones de las ciudades-Estado de cualquier
geografía de la Hélade. Se consultaba todo: desde problemas amorosos
hasta negocios, y los delegados de las ciudades inquirían sobre asuntos
políticos y militares. Delfos recibía verdaderas fortunas por sus
consejos, en forma de donativos. Incluso se erigían templos para
guardar los tesoros donados por una determinada ciudad, como fue el
caso del enviado por Atenas tras el triunfo de Maratón sobre los persas.
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Los peregrinos llegaban al santuario y tomaban un baño en la fuente
Castalia, de la que se decía que, en ocasiones, podía regalar la eterna
juventud a quien bebía sus aguas. Luego, leían en el frontispicio del
templo las máximas grabadas con letras de oro, algunas de las cuales nos
han llegado: “Conócete a ti mismo”, la mas famosa; o “Guarda en todo la
mesura”, o “Líbrate de la exageración”.
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Dentro, los sacerdotes conducían a los peregrinos hasta el lugar donde se
encontraba la pitonisa, una especie de sacerdotisa que se sentaba sobre
un trípode, cerca de una honda grieta abierta en la tierra. La mujer
entraba en trance y comenzaba a traducir frases sin sentido, escuchando
las voces que le llegaban desde el abismo. El papel de los sacerdotes era
interpretar aquella retahíla de sinrazones y ofrecer respuestas a quien
demandaba consejo. El nombre de Pitonisa le venía a la vidente de la
serpiente Pitón, el gigantesco reptil al que, según la mitología, había dado
muerte Apolo cuando llegó a Delfos en tiempos remotos.
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Los sacerdotes délficos eran hombres muy sabios, cultos e inteligentes,
y sobre todo muy bien informados. Guardaban en tablillas de madera
todas las consultas de los visitantes, así como las respuestas de la
vidente, y poseían, en consecuencia, un enorme archivo sobre Grecia
toda y sobre miles de sus hombres más notables. Ya se sabe que la
información es poder y, además de eso, las respuestas que daban a
quienes acudían a escuchar la voz de la pitonisa eran siempres
ambiguas y podían ser interpretadas de distintas maneras. De modo
que, si fallaban en algunas de sus predicciones, siempre les era posible
aducir que no habían sido entendidas.
19. Fue famoso el caso de un rey del Asia Menor, que consultó al oráculo
antes de entrar en guerra contra un estado vecino. La respuesta de
Delfos fue que, si emprendía la guerra, caería un imperio. El confiado
monarca atacó y perdió la batalla. Su reino fue conquistado por los
enemigos. Los de Delfos explicaron que el sentido del oráculo estaba
cumplido, pues cierto era que, tras la guerra, cayó un imperio, aunque
ellos no habían dicho cuál.
“ἤν στρατεύηται ἐπὶ Πέρσας, μεγάλην ἀρχήν
μιν καταλύσειν”
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Fueron los sacerdotes de
Delfos los mejores jugadores a
dos barajas de toda la Hélade.
En ocasiones, incluso tuvieron
suerte, como el día que
predijeron que la guerra del
Peloponeso duraría veintisiete
años.
21. Su norma era estar siempre en armonía con el más fuerte, de
modo que no dudaron en situarse del lado de Esparta en la larga
guerra que esta ciudad-estado militarista mantuvo con la culta
Atenas. Pero hacían política de forma muy diplomática y sutil,
procuraron que nadie pudiera reprocharles nada. Después de
perder la guerra Atenas siguió consultando a los sacerdotes de
Delfos, en tanto que Esparta les enriqueció más todavía.
22. Durante muchos siglos, los santuarios de Delfos fueron venerados por
todos los griegos, en la conciencia de que era su patria común. Los
romanos, al conquistar Grecia y aun reconociendo el carácter sagrado
del lugar, saquearon los templos y se llevaron muchas de sus riquezas.
Más tarde, los cristianos cargaron con todo lo que quedaba en “el altar
de paganismo”. Y, en fin, los terremotos se ocuparon de completar el
desastre.
23. Delfos, no obstante, fue algo más que un centro religioso. Allí se
predicaba la virtud del equilibrio, la sophrosyne, que dictaba al hombre
normas de conducta y una forma de ser de raíz casi filosófica: la
observancia de la mesura patra todas las cosas, la armonía, el rechazo
de toda presunción. “La medida” escribe Curtius, “he aquí la virtud
helénica por excelencia. En Delfos imperaba como soberana esa
doctrina moral, y la prueba es que, al lado de la sentencia “conócete a ti
mismo”, se leía como máxima complementaria esta otra expresión:
“guarda en todo la mesura”.
24. La música, el arte supremo del que Apolo era el indiscutible rey, se
enseñaba y practicaba en los santuarios, con festivales que exaltaban el
culto al Dios y a las artes. Delfos no fue la patria de la filosofía, pero sí
el lugar donde el dios de las leyes, del cultivo de las artes, de la
civilización y de la templanza, tuvo su trono. La música griega, de la que
no nos ha llegado nada, tuvo una capital importancia en el mundo
heleno, y Delfos fue un centro dedicado en especial a la expresión
musical.
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26. En la soledad de este lugar agreste, cierras los ojos y Apolo canta. Las
cítaras suenan melancólicas en los dedos de las Musas.
Y Dioniso, que es casi un intruso en estas montañas ariscas, se ríe y
danza. Cualquiera que no perciba todo esto en las soledades de
Delfos, no es capaz de comprender Grecia.
27. Departamento de Lenguas Clásicas
IES Azahar. Sevilla
Web: Lais en Atenas
Texto: Javier Reverte
Corazón de Ulises
Imágenes:
Chiron CC, imágenes del mundo clásico
Wikimedia Commons