El documento resume las posiciones optimistas y pesimistas sobre la formación de un gobierno tras las próximas elecciones generales en España. Por un lado, el PP cree que ganará debido al voto útil, pero es posible que la corrupción les castigue. Por otro lado, varios expertos opinan que será difícil formar gobierno y podría haber elecciones repetidas. Ningún partido parece tener una mayoría clara.
2. Mariano Rajoy acaba de decir que no podemos volver atrás, que debemos
huir de las aventuras y de los adanes. Y se ha mostrado optimista sobre el
futuro.
En La Moncloa dicen que van a ganar con claridad y se burlan del fichaje de
Margarita Robles, que cambia la púrpura por la toga; y de Josep Borrell, otro
desconocido para los jóvenes. Dos espejos rotos del pasado. Observan con
delectación cómo los de Podemos e IU se acuchillan por los puestos en las
listas y cómo Pablo Iglesias inicia la carrera para devorar a Pedro Sánchez,
como el león corre detrás de la gacela. En cuanto a Albert Rivera y su
promesa, antes muerto que compartir una cartera con Rajoy, esperarán a
que le llegue el momento de explicar su espantada a los españoles, después
de que los votantes-disidentes del PP vuelvan a casa y se convierta a
Ciudadanos en un partido pequeño.
3. Escucho las palabras eufóricas de los gobernantes en funciones y no sé
por qué son tan optimistas. No se vislumbra ni Gobierno de derechas ni de
izquierdas ni de centroderecha ni de centroizquierda ni de otras
coaliciones creativas.
Me cuentan que hoy es imposible conjeturar algún tipo de Gobierno. Todos
los partidos tienen sus gabinetes estratégicos, su cocina, lo que en
Estados Unidos llaman think tanks–tanques de ideas–, aquí podrían
llamarse cabezas de huevo. Uno de esos surtidores de pensamiento que
le da al diamante para Podemos me dice: «Si Pedro Sánchez se empeña
en seguir la fórmula de la alianza PSOE-Ciudadanos, tendremos
elecciones en bucle». En bucle, es decir, una repetición de la secuencia
de los comicios, una y otra vez, hasta que se hunda el euro.
Eso, del lado de la izquierda; por el lado de los de la España en serio, el
bucle estará asegurado si Albert Rivera se niega a entrar en el Ejecutivo
en el caso improbable de que PP y Ciudadanos lograran una mayoría.
4. El PP espera la victoria porque confía en el voto útil, la abstención, el
miedo a los rojos y a las consultas de autodeterminación. Pero la ropa de
algunos de sus dirigentes ha estado llena de bolsillos y es muy posible que
el recuerdo de los mangantes les castigue en las elecciones. Parece que la
corrupción no se refleja en el espejo de las urnas, que muchos votantes
han llegado a pensar que Panamá los iguala a todos. Pero eso habrá que
verlo en el ardiente verano.
El presidente del Gobierno dice que debemos huir de los adanes. No sé si
se referirá a aquellos herejes que querían recuperar la inocencia de Adán,
los que iban emporretos en el El jardín de las delicias; o a aquellos griegos
vacilones que preferían vivir en una tinaja tocándose el pijo, comiendo
lentejas o higos secos y diciéndole al poder que no le quite el sol.
No creo que nos merezcamos la felicidad de vivir sin Gobierno mucho
tiempo. Al final, los políticos recordarán que la reyerta entre las fracciones
suele terminar, como escribió Illia Ehrenburg, en pesadillas que ni siquiera
soñó Goya: con muñecas de boca convulsa.
5.
6. ¿Y esa ‘tribu’ nos
representa?
HASTA HACE un año, cuando iglesias y garzones lograron colocarse en lo que el PCE no les aseguraba, vivir de
la política profesional, la extrema izquierda enarbolaba un latiguillo contra las instituciones democráticas: «¡No
nos representan!». Gritando eso y a palos –y alguna mochila bomba– con la policía, cercaron el Parlamento
catalán y asaltaron el Congreso de los Diputados, donde hoy se sientan. Pero la ciudadanía, infantilizada por el
zapaterismo, agitada por unos medios de comunicación irresponsables, asustada por la crisis económica y
seducida por la cómoda hipótesis de que bastaría cambiar de políticos para acabar con la corrupción política,
hizo suyo el «¡No nos representan!».
El latiguillo era tres veces falso: en primer lugar, PP, PSOE, IU, CiU o PNV sí nos representaban, porque les
habíamos votado; en segundo lugar, su corrupción también nos representaba: se conocía y en sus dos focos más
hediondos, Andalucía y Cataluña, seguían ganando los de siempre; y en tercer lugar, la única representación
democrática nace de las urnas, y ahora que hemos votado y conocemos mejor a los del «¡No nos representan!»
vemos que nunca tanto representante estuvo tan lejos de sus representados como todos estos okupas
profesionales a los que el sectarismo suicida de Snchz puso a mandar –y desbarrar– en todas las instituciones.
Anna Gabriel, que decidió el derrocamiento de Artur Mas pero luego acató la orden de la ETA Lliure –inseparable
de los proetarras con los que viajaba al paraíso venezolano– de votar al Fregonet pujoliano, es la última en
mostrar cómo su oceánica ignorancia, gemela de su arrogancia, está a años luz de lo que llaman «la gente».
Dice que le gustaría tener hijos pero en cuadrilla, como «en muchas culturas donde los cuida la tribu». No sabe –
no pasó de las primeras páginas del desacreditado libro de Engels– que las tribus realmente estudiadas (Lévi-
Strauss, Tristes trópicos) en las que se desconoce la filiación suelen ignorar también el tabú del incesto, ya que,
en su primitivismo, no asocian sexo y procreación. Ninguna tribu, por otra parte, se considera tribu; ese es un
latiguillo racista. Pero como hay pocas sociedades tan familiaristas como la española, lo primero que hacen
cuperos y podemitas es colocar al familión. Salvo en eso, nos representan poquísimo
8. DE TODOS los consejos perversos que dio Wilde, ninguno más sabio que ese que
prescribe cuidado con lo que deseamos, porque podría cumplirse. De tanto desear el
sorpasso, a Pablo Iglesias quizá se le conceda en junio entre fúnebres tañidos. Pero el
castigo podría ser más cruel todavía: podría tener que gobernar. Duro golpe para el futuro
de su formación, porque el populismo no está pensado para tomar decisiones y pactar
medidas en mundo complejo, es decir, para ejercitar la razón adulta, sino para flotar en la
inocente espuma de los botellines y colocar a los colegas en el primer cielo presupuestario
que consigas asaltar.
El populismo, como el independentismo, es un movimiento que crece a condición de que no
llegue a ningún sitio, sino que marche siempre en las filas prietas de la ilusión. Lo malo es
que al final de la escapada aguarda un cierrabares de la troika, un señor de gris sobre fondo
rojo que se presenta a cobrar la factura del festival. A Tsipras se le presentó en verano y
desde entonces no ha parado de derechizarse, que para ese viaje, claman ahora los griegos
en las encuestas, nos quedábamos con Samaras y nos ahorrábamos un año de
espeleología por los subsuelos de la ruina. Dentro de España a nadie se le da ese papel
como a Montoro, razón de que el independentismo catalán esté reculando como la
celebrada figurita de los belenes locales. A dos llamadas de Standard & Poor’s está
Junqueras de bajarse al Rocío en la carreta de Bertín.
CONSIDERANDO EN FRÍO
Hasta ahí Podemos llegar
9. Por eso entendemos muy bien la mazurca interpretada por el bueno de Kichi, que se ha
emocionado encima y seguramente también a Spielberg, empapando la silla consistorial de
cursilería. Desahoga el roussoniano alcalde su frustración contra los que «no miran a los
ojos y solo saben cifrar» y podemos entenderle, porque uno no se mete en política para
cuadrar cuentas sino para construir pueblos, como mínimo. Pero ocurre que andan por ahí
sueltos unos cabrones empeñados en no dejarnos soñar con el dinero de todos.
Atisbamos aquí el doloroso fin de la épica del derrotado que tanta rentabilidad moral ha dado
a la vieja izquierda. Hasta ahora un comunista podía echárselas de víctima del Sistema, de
perdedor insobornable, de estilita ético erguido en mitad de una escombrera de ideales
barridos por la historia. Pero ¿qué pasa si se gana? Ah, amigo. Cuando la virginidad
ideológica pase la prueba del pañuelo del poder, que como todo el mundo sabe es un
putiferio, a ver cómo seguimos defendiendo la pureza. «Se vive muy cómodo siendo fiel a
tus principios sabiendo que vas a ser minoritario», protestaba Iglesias por la época en
que tildaba a IU de pitufo gruñón. Ahora él aplica las consejas de papá pitufo, es decir, de
Julio Anguita. A mi juicio está coqueteando demasiado con la victoria. Mira que si al final de
la broma hay que acabar gobernando y marcándose un Tsipras. Qué desastre. Su sigla será
al final más aborrecida por los pobres, que son los que pagan los experimentos sin gaseosa,
que por los ricos, quienes disfrutarán del incendio como nerones.
JORGE BUSTOS
10.
11. Como tantos padres con hijos
pequeños, me esfuerzo por estimularles
el hábito de la lectura ensayando para
ello todo tipo de cuentos infantiles y
relatos ilustrados con los que
acompañarles al sueño cuando se van
a la cama. Como tantos de mi edad,
constato con asombro su instintiva
alfabetización digital, su rapidez para
teclear en la tableta el vídeo o la música
que buscan aún antes de que supieran
leer.
Y como tantos y tantas de mi
generación, me emociono recordando
cómo aprendíamos a amar las novelas
dibujadas y las películas de viñetas que
devorábamos en las páginas de las
historietas que comprábamos en los
quioscos de todas las esquinas y todas
las provincias de España a finales de
los años 60 y principios de los 70.
Gracias, Ibáñez: 80 años de genio
12. No sabemos que está por venir
Sólo tenemos el hoy
Para aprender de nuestro ayer
Me siento viva (poniendo en juego)
Toda mi vida (por completo)
Y sigo viva (me aparté)
De los espejos rotos
Y sigo viva (me atrevo a decir)