1. La posverdad de Podemos
PEDRO G. CUARTANGO
LA POSVERDAD, un término acuñado hace años por
Ralph Keyes, es un concepto que viene a significar que
hay mentiras mucho más creíbles que la verdad. Donald
Trump ha demostrado ser un maestro en este ejercicio.
La posverdad impregna las redes sociales, el discurso de
los dirigentes populistas y de algunos medios, que
fabrican una realidad paralela para hacer demagogia y
captar el creciente descontento de los ciudadanos.
Estamos asistiendo a un ejercicio de la posverdad por parte de quienes
deslegitiman la Transición y tratan de vender la falsa mercancía de que fue
una imposición del franquismo y de que las actuales instituciones están
contaminadas por aquel vicio de origen.
Hemos visto en el Congreso a un diputado de Podemos con una camiseta que
decía: «Yo no voté a ningún Rey». Yo tampoco. Pero lo hicieron el 87% de
los españoles que refrendaron la Constitución de 1978, que proclamaba la
monarquía como forma de Estado.
Estos días hemos asistido a una burda campaña para hacernos creer que
durante la Transición se planteó el dilema entre monarquía o república y que
Suárez estuvo a punto de hacer una consulta al respecto. Es absolutamente
falso. Y quien diga lo contrario, que exhiba alguna declaración de Santiago
Carrillo, Felipe González o del mismo Suárez abogando por la república en
aquel periodo.
Tal polémica no existió porque la derecha rechazaba esa posibilidad y porque
la izquierda aceptó al Rey para evitar una nueva confrontación. Ahí está la
imagen de La Pasionaria, aplaudiendo a Juan Carlos en la sesión inaugural
de las primeras Cortes democráticas.
Desde que Suárez aprueba la Ley de Reforma Política en 1976 hasta que
Tejero intenta dar su golpe de Estado en 1981, no se cuestionó la monarquía.
Y no se hizo porque no se podía ni se quería salvo por algunos grupos
marginales de republicanos o de extrema izquierda.
Si ahora Podemos pretende deslegitimar a Felipe VI y plantear el debate de
la forma de Estado se halla en su perfecto derecho, siempre que recurra a
2. métodos democráticos. Pero lo que no puede ni debe hacer es falsificar el
pasado para reforzar sus ambiciones políticas.
Es el partido de Iglesias el que ha dado alas a la posverdad de que la
monarquía carece de legimitidad, como se pudo constatar en el Congreso.
Pero eso es una falsedad histórica. Lo que está haciendo Podemos con una
gran inteligencia política es cuestionar la Transición para poder deslegitimar
las instituciones, entre ellas, la monarquía, el poder judicial y el Parlamento.
Detrás de su fabulación del pasado, lo que hay es un ataque a la democracia
representativa porque los líderes de Podemos no creen en ella. Lo dijo
claramente Pablo Iglesias tras el acto del comienzo de la legislatura cuando
afirmó: «No estamos aquí por ser hijos de nadie ni tener sangre azul». Lo
que significa en sus palabras que la monarquía no es legítima por su
naturaleza hereditaria pese al voto de los ciudadanos.
Quien logra imponer una interpretación del pasado, tiene todas las bazas para
dominar el futuro. Por eso, Iglesias impulsa ese revisionismo que apunta a
demoler unas instituciones que es cierto que no han estado a la altura de lo
que exigían los ciudadanos. Desgraciadamente, su posverdad es falsa y
demagógica pero muy creíble