El documento discute la proliferación del odio en la sociedad actual. Señala que el odio tiene consecuencias atroces y se manifiesta en eventos como el asesinato masivo en Niza. También analiza como el odio se expresa en las redes sociales y la política, alimentando populismos y divisiones entre grupos. Concluye que la sobreabundancia de información puede llevarnos a un repliegue paranoico donde culpamos a los demás por nuestra infelicidad, alimentando aún más el odio.
1. Odio
LA CARACTERÍSTICA más llamativa
del presente es la proliferación del odio.
El fenómeno tiene consecuencias atroces
en ciertos sectores de las sociedades
musulmanas. El asesinato en masa
perpetrado en Niza constituye la prueba
más reciente. Uno diría (sin restar importancia a muchas otras
consideraciones) que Mohamed Lahouaiej Bouhlel, un
pequeño truhán, representa un ejemplo típico de islamización
del odio. Por decirlo de forma más precisa, de odio vagamente
islamizado.
Acerquémonos a nosotros mismos, a los miembros de una
sociedad desarrollada y laica como la española. La muerte del
torero Víctor Barrio desató en las redes sociales una auténtica
tormenta de odio, por parte de quienes jalearon la cornada y por
parte de quienes se arrojaron sobre los jaleadores. Se trata de
algo más o menos habitual en las redes, un espacio en el que
los miserables se sienten importantes. Solía decirse que el
debate cibernético constituía una nueva versión de la charla de
bar, pero esa me parece una apreciación demasiado benévola.
Aunque en las redes se encuentra de todo, las dosis de furor
malévolo resultan anormalmente elevadas. Quizá porque ahí los
miserables tienen quien les escuche.
Ojalá el fenómeno se limitara al mundo virtual y a España.
También en la política, una expresión más depurada que las redes
del ánimo colectivo, el odio asume la condición de pivote. No se
entiende el auge de los populismos sin el sustrato de odio que
los alimenta. Está por todas partes. Las elecciones
estadounidenses enfrentarán a un patán xenófobo como Donald
Trump y a un personaje tan turbio como Hillary Clinton; el Frente
Nacional es el primer partido de Francia; el Brexit se ha
2. construido, pese a la proverbial sutileza del electorado británico,
sobre mentiras y aversión a lo foráneo. Resurgen los
nacionalismos. Qué voy a decirles del debate español que no
sepan ustedes: quien no es fascista es traidor separatista,
quien no es un sicario de Venezuela e Irán es un corrupto que
goza humillando a los pobres.
El sentimiento de odio puede definirse como un dolor anímico
que atribuimos a un factor externo. Quizá la sobreabundancia
de información y la sobreexposición a las desgracias universales
nos esté llevando a un repliegue de tipo paranoico, por el que
atribuimos nuestra infelicidad a quienes no son o piensan como
nosotros. El islamismo nihilista (algo no tan contradictorio como
parece) dispone de una inmensa masa de reclutas potenciales.
ENRIC GONZÁLEZ