Pronunciamiento de Mujeres en defensa de la Ley 348
Discurso de instalación de Ramón Guillermo Aveledo
1. SE DEBE, SE PUEDE Y SE HACE
Ramón Guillermo Aveledo
Presidente del Instituto de Estudios Parlamentarios Fermín Toro
En el I Encuentro Nacional de Política Social y Programas Sociales en el Municipio.
Universidad Metropolitana, Petare, 15 de julio de 2016.
En Venezuela crece la pobreza y crecen los pobres.
Crecen por las desigualdades no solo de ingresos y oportunidades, también campo-ciudad,
género (sigue habiendo desventaja para las mujeres), grupos étnicos, edad por la condición
de los niños y los viejos). Factores estructurales que reclaman un esfuerzo reformador
sostenido.
Crecen por factores coyunturales cuya permanencia en el tiempo deja secuelas en la
estructura social. Se considera que hay hiperinflación cuando ésta supera el 50% al mes o
se mantiene en 100% o más durante tres años. La moneda pierde valor por el aumento en
los precios veloz y generalizado. No hemos llegado a eso, dicen algunos para
tranquilizarnos, pero hacia allá vamos a velocidad de cohete. En 2015 fue de 180.9% según
el BCV, para 2016 el FMI cree que puede llegar a 760% y, de no cambiar el modelo, en
2017 sería de 1.600%.
Para mayo, datos del CENDAS-FVM, la canasta alimentaria estaba en BsF. 226.462, el
equivalente a 15 salarios mínimos. Y la canasta básica familiar en BsF 303.615, es decir
20.2 salarios mínimos. En Venezuela, 65% de la población económicamente activa tiene
ingresos equivalentes al sueldo mínimo. Y esa es la pensión del Seguro Social.
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Escasean la leche en polvo, las sardinas y el atún enlatados, el pollo y la carne de res; la
margarina y el aceite; el azúcar y los granos; las harinas de maíz y trigo y la pasta; el queso,
la mayonesa y la salsa de tomate. Un perro caliente, el resuelve meridiano de muchos
obreros y empleados de las ciudades, está en BsF 500 y un refresco en lata BsF 360 o uno
de botella (si se consigue) BsF 200. Poniendo que sea éste último, si alguien almorzara con
dos perros y un refresco, de lunes a viernes, gastaría BsF 24.000 al mes. Su gasto, solo en
eso, se lleva la cerca del sueldo mínimo en más de nueve mil bolívares.
La salud pública está en crisis.
Falta información epidemiológica, pero todos sabemos que hay y se esparcen la malaria, el
dengue, la chikungunya, el zika y la sarna. Que hay un deterioro severo en mortalidad
materna, por cáncer y cardiovascular, así como en la atención pre-natal y en la vacunación.
Que escasean muchos medicamentos de uso corriente o frecuente. Que la inversión del país
en salud está bajo la media latinoamericana. Para 2011 era 4.5% del PIB, frente a más del
8 en nuestros socios de Mercosur Argentina, Paraguay, Uruguay y Brasil, y más de 6 en
México, Chile y Colombia.
Mientras en el promedio latinoamericano, el gasto en salud es compartido mitad y mitad
por el Estado y los particulares, en Venezuela tenemos la proporción más regresiva. Para
2011, de cada 100 bolívares gastados en salud, 63,40 salían del bolsillo de la gente y 36,60
era pagado por el Estado. De entonces para acá ha empeorado. En Uruguay, un país mucho
más pequeño y con menos recursos, por ejemplo, la proporción es inversa: 67.6% lo cubre
el Estado y 32.4% la gente de su bolsillo.
Comparado con el PIB, la inversión social per capita de Venezuela, está por detrás de
Argentina, Brasil, Cuba, Costa Rica, Chile, México, Trinidad & Tobago y Uruguay.
Estamos bajo la media latinoamericana en Salud, Educación, Seguridad Social y Vivienda.
Este modelo nos empobrece como sociedad. Produce pobreza, porque no genera riqueza. Y
produce pobres, porque en vez de promoverlas y liberarlas, amarra a las personas a la
dependencia del poderoso.
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Claro que este cuadro tan dramático excede a las posibilidades de municipios cuyos
ingresos reales merman, porque la inflación y la crisis económica también los impactan.
Claro que hay correctivos macroeconómicos y sociales que deben ser puestos en vigencia
urgentemente, con políticas nacionales de sentido común, y en equilibrado cumplimiento de
las previsiones constitucionales que asignan responsabilidades a cada nivel del poder:
nacional, estadal y municipal.
Pero también es cierto que este panorama que apenas hemos pintado en sus trazos más
gruesos, afecta profundamente la vida de la comunidad local y como tal, no puede ser
indiferente a sus autoridades y a sus representantes. Vecindad dice de cercanía, de
proximidad, de convivencia. Pero, además, y diría, sobre todo, la política es servicio. ¿Para
qué es la política sino para servir? ¿De qué sirve la política si no es útil a las personas?
Políticamente, la política tiene que garantizar orden. Buen gobierno y sanas relaciones entre
el poder y la sociedad, y en el seno de ésta. Porque el orden no es solo orden público, ese
que en última instancia cuida la policía. Es orden social, el complejo resultado de relaciones
sociales equilibradas, justas, con calidad de vida accesible para todos. Sin divisiones, sin
exclusiones, sin discriminaciones. Consensos en la diversidad, pluralismo, tolerancia,
justicia.
Económicamente, la política tiene que generar prosperidad con oportunidades para todos.
Socialmente, la política tiene que promover equidad, armonía.
Por supuesto. Hay un deber eminente en el Poder Nacional para el logro de esos fines, pero
no quiso el Constituyente un poder monopolizado, concentrado, hegemónico. Quiso un
poder distribuido. Y diseñó un Estado Federal y Descentralizado, donde Nación, estados y
municipios, cada nivel con su ámbito de competencia y pueden, y deben, colaborar entre sí.
Como pueden y deben hacerlo las ramas de un Poder Público dividido según sus tareas. La
Asamblea representa, legisla y controla; el gobierno gobierna; y la Administración de
Justicia resuelve los conflictos, por nombrar solo los tres clásicos. Pues sabemos que entre
nosotros se dio el mismo rango a la administración de procesos electorales y al agregado de
órganos distintos que velan por los derechos humanos, el correcto y oportuno
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funcionamiento del proceso penal y el manejo de los recursos públicos que son, por
definición, de todos.
Cuando esto no ocurre en su totalidad o en una proporción suficiente, porque un órgano no
hace no lo que debe o se le impide hacerlo, entramos en una crisis política con inevitables
consecuencias sociales. Como es el caso de la Venezuela de hoy.
Es por eso, para resolver una grave crisis política con el instrumento constitucional a la
mano del pueblo, y no simplemente para cambiar un gobierno incompetente e impopular,
que millones de ciudadanos hemos decidido solicitar la convocatoria del Referendum
Revocatorio previsto en el artículo 72 de la Constitución, para el actual Presidente de la
República.
¡No le cierren el paso al pueblo! ¡No cometan la insensatez de atravesársele al cambio
pacífico, democrático, constitucional y electoral! ¡Que se escuche la voz del pueblo
venezolano!
Hay en Venezuela mucha gente que sufre. También en los setenta y seis municipios que
gobernamos. Somos gente responsable. Consciente del deber asumido.
En las crisis, siempre está presente el peligro del “sálvese quien pueda”, del egoísmo
exacerbado, del individualismo y el resquebrajamiento de los vínculos comunitarios. La
otra cara de la moneda es tratar de pasarla juntos, superarla juntos, con la combinación
imbatible de la libertad que hace fuerte a las democracias más avanzadas: responsabilidad y
solidaridad.
La solidaridad, expresión de nuestra naturaleza social y de nuestra identificación como
iguales, es consecuencia de la lógica del corazón y de la lógica de la razón.
El corazón nos anima a la misericordia, a la compasión por el que sufre. A no dejarlo solo,
abandonado a su suerte.
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La razón nos orienta a la conveniencia de que todos tengan oportunidades de vida mejor, y
puedan verlas. La experiencia nos enseña que ningún progreso es sostenible si olvida a una
parte de la gente, si ignora las dificultades en que viven muchos.
No solo es una cuestión ética, que la es. La indiferencia es inadmisible.
Es una cuestión de equilibrio y armonía social, y por lo mismo de convivencia.
Es una cuestión de racionalidad económica, mientras más tengan y más puedan, mejor para
el progreso de todos. Es, lo que puede llamarse, un desarrollo integral y solidario.
Es, al final y al principio, una cuestión de racionalidad política. Mientras más iguales las
oportunidades y menos desequilibradas las condiciones de vida, la democracia tendrá más
calidad y, por lo mismo, será menos expuesta al sobresalto, más estable y más abierta a las
transformaciones que la hagan avanzar con menos riesgo de retrocesos.
Los programas sociales, instrumentos de la solidaridad y medios de la responsabilidad
social para promover la responsabilidad personal, en un sistema dinámico de
retroalimentación, tienen sentido en la medida que apoyan cuando hacen falta y ayudan a
no ser necesarios para todos para siempre. Deben ser, como en la frase clásica, ayudas para
la autoayuda.
Su intención es contribuir a liberar a las personas de la urgencia de la necesidad, no
esclavizarlas de la dependencia
Hay riesgos que el individuo solo no puede superar. La solidaridad es herramienta para la
coherencia social, garantía de la paz y ejercicio de la libertad. Atiende subsidiariamente a la
persona, o a la familia, necesitada de apoyo. La política pública que la instrumenta, así
mismo, debe fomentar que la persona asuma iniciativas propias, responsablemente y dentro
de sus posibilidades, que la intervención del Poder Público procura fortalecer y ensanchar.
Es cosa sabida, diría Cecilio Acosta. Al trabajo, “…alárguesele mano amiga para que
florezca”1
. No es nueva la sabiduría que nos enseña:
1
Cecilio Acosta: Cosas sabidas y cosas por saberse. Obras Completas Tomo II. Casa de Bello. Caracas, 1982.
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La solidaridad caracteriza las relaciones recíprocas entre la comunidad y el
individuo. La comunidad responde por el individuo. El tiene derecho a dedicación y
ayuda personales. Ese es su derecho a la solidaridad. Pero el individuo también
responde por la comunidad. Esa es su obligación solidaria. La solidaridad exige
rendimiento personal y le da sentido social.2
Muy bien, pero se me dirá, que son problemas nacionales que requieren soluciones
nacionales. Ciertamente. Pero crisis de esta magnitud y de tan grande impacto en la vida de
todos, reclama de la participación de todos. De todo el Poder Público, en sus diferentes
niveles y ramas. Y de toda la sociedad, en la vasta riqueza de su diversidad.
¿Se puede hacer algo desde el nivel local? Se puede, se debe, se hace, y se está haciendo.
De eso hemos venido a hablar. Encontrarnos, reflexionar juntos, compartir, para hacer.
Hacer más y hacerlo mejor lo que ya hacemos. Y lo que todavía no, hacerlo. Superarnos en
lo hecho y atrevernos a hacer lo nuevo.
Vecindad es cercanía. Prójimo es, al mismo tiempo, próximo e igual. La comunidad local
es un ámbito natural de solidaridad.
Este año crucial de 2016, hemos realizado dos encuentros. Los de los dos años anteriores
fueron sobre Tributación y Participación en 2014, en Barquisimeto y Porlamar; y Seguridad
y Servicios Públicos de Aseo Urbano y Agua, en 2015 en Baruta y Lechería.
En 2016, cuando el país entero está angustiado por la crisis económica que nos afecta a
todos, y nos une en la incertidumbre y en la necesidad, dedicamos el encuentro de Mérida
al Desarrollo Económico Local, y este de Petare a la Política Social y los Programas
Sociales en el Municipio.
No es una preocupación oportunista.
En 2013, al consensuar el documento de política local Compromiso Gestión Municipal
para el Pueblo y el Progreso, los partidos que integran la Mesa de la Unidad Democrática,
2
Programa Básico de la Unión Demócrata Cristiana de Alemania. Konrad Adenauer Stiftung. Bonn, 1979.
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empeñaron formalmente su palabra de “Garantizar los derechos de familias e individuos en
situación de vulnerabilidad” y en el eje “Empoderamiento y Emprendimiento”, de
promover “El desarrollo económico local para el beneficio de la gente”, con un gobierno
municipal que sea el principal agente del desarrollo económico local sustentable, y la
creación de un “Municipio Productivo”, como camino que contribuya a la superación “del
modelo rentista que impide que la gente disfrute del bienestar”. En la línea de las 100
Soluciones para la Gente de 2010 y los Lineamientos para un Programa de Gobierno de
Unidad Nacional aprobado por la Mesa y suscrito por los precandidatos presidenciales de
la Unidad el 23 de enero de 2012.
En las plenarias y las mesas de estos dos días intensos de trabajo, pasaremos revista a lo
que estamos haciendo en municipios de toda la geografía venezolana, y entablaremos
diálogo que esperamos fecundo con organizaciones de la sociedad civil, trabajadores y
empresarios, y expertos de las universidades.
Programas en marcha e ideas nuevas a las que estamos abiertos. En combate a la pobreza,
gestión social integral, emprendimiento, promoción de la propiedad de la tierra urbana,
salud, educación, comunidades indígenas, Tercera Edad, mujeres, madres, niños.
Humanización de la ciudad y transformaciones en el medio rural, inteligencia corporativa
aplicada al cambio social, experiencias de trabajo con los discapacitados. Propuestas desde
la sociedad civil, la universidad y los actores económicos y posibilidades de alianza con el
sector privado en alimentación, violencia e inseguridad, educación, trabajo por cuenta
propia.
Tenemos mucho qué mostrar, mucho qué aprender, mucho que mejorar y mucho qué
escuchar de las ideas que nos llegan desde la academia o las ONGs.
El Programa de Apoyo a la Gestión de los Gobiernos Municipales del Instituto Fermín
Toro, el cual nos ha llevado ya a setenta y uno de los setenta y seis municipios que
gobernamos, nació para ser un foro de intercambio y enriquecimiento, un punto de
encuentro para fortalecer nuestro compromiso unitario con una vida local que sea un
motivo de esperanza para los venezolanos.
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Venezuela puede ser mejor y lo será. No es una utopía remota, es una posibilidad cuya
realización depende de nuestra decisión, de nuestra inteligencia, de nuestra voluntad, de
nuestra perseverancia. Puede ser de todos, puede progresar, puede ser justa. Puede convivir
en paz, prosperar, atreverse soñar. En el municipio, cerquita del pueblo, se pueden dar los
primeros pasos, se deben dar, y los estamos dando.
Venezuela está decidida a cambiar y cambiará.
El cambio tenemos que empezarlo por aquellos ámbitos donde el pueblo nos ha confiado la
responsabilidad de la conducción: municipios, estados que ahora serán más, y la Asamblea
Nacional.
Venezuela está decidida a cambiar y cambiará.