1. “APÓSTOLES Y SUPERMANES”
Rosa María Torres. “Auladentro”. Ed. UNICEF – Instituto FRONESIS, Quito, 1992.
Momento Informativo. Boletín Nº 13 TED, Mayo 1992.
“El maestro ha de ser justo, bondadoso y paciente, tener equilibrio emocional, sentido del humor,
inteligencia, honestidad, puntualidad, dominio de su materia y capacidad didáctica. Todas estas
cualidades son inherentes a la mística docente que, cuando el educador la posee, generan en él un
apasionado deseo de enseñar, porque sólo entonces comprende que en las aulas se lleva a cabo
el proceso más admirable y complejo del mundo: la formación de la personalidad del niño y del
adolescente”.
No vaya usted a creer que éstas son palabras mías. Pertenecen a una maestra, licenciada, rectora
de un instituto educativo, quien – según explica el diario de donde recorté la noticia – se
pronunciaba así en un seminario sobre el tema educativo organizado por ese mismo medio de
comunicación escrita. Recorté el pedazo y luego copié este párrafo no por considerarlo novedoso
sino precisamente porque no tiene nada nuevo, porque repite la tradicional ideología mistificadora
del maestro que está enraizada en nuestra educación y en nuestra cultura: el maestro-superman,
la maestra-supermujer. La docencia como “apostolado”, los maestros como apóstoles.
Relea detenidamente ese párrafo y piense si alguna vez conoció a una persona que reuniera todas
esas cualidades: el bondadoso y paciente que además tiene el privilegio de ser inteligente, le
adornan las virtudes de la justicia y la honestidad, tiene el don de reírse de sí mismo y de hacer reír
a los demás, es equilibrado emocionalmente y, por sie so fuera poco, es puntual y, más todavía, no
sólo es sabio en lo que sabe sino que es capaz de enseñarlo bien a los demás… La descripción
suena a santo, a héroe, a mártir, a personaje renombradísimo y meritosísimo de la historia
universal, pero no a mortales normales y concretos, como usted o yo, como la mayoría de los que
poblamos este planeta. Y, sin embargo, eso es lo que pedimos a los maestros y lo que los propios
maestros piden a otros maestros.
A los maestros se les pide que, en toda circunstancia y lugar, sean lúcidos, maduros, sabios,
comprensivos, serenos, amables, tiernos, prudentes, amenos, pacientes, solícitos, tolerantes,
gentiles, modestos, elegantes, precisos, apacibles, sobrios, equilibrados, confiables, impecables,
intuitivos, precavidos, mesurados, justos, recatados, discretos, afables, honestos, dinámicos,
creativos, imaginativos, incansables, emprendedores, receptivos, flexibles… En definitiva, se les
pide que sean suprahumanos, ultraterrestres, antiterrenales, sobrenaturales, angelicales, perfectos.
A los maestros se les pide ser una enciclopedia rodante. Ortografía perfecta. Caligrafía
inmaculada. Redacción impecable. Facilidad de palabra. Voracidad de lectura. Estar actualizados
en todos los campos, aunque nadie lo esté en ninguno ni existan posibilidades de estarlo. Jamás
pueden permitirse una duda, una contradicción, una incoherencia, una equivocación.
A los maestros se les pide cualidades que ni los propios padres de familia tienen en la relación con
sus hijos.. Paciencia infinita. Tolerancia a prueba de bala. La gente corriente puede salirse de sus
casillas, pero no un maestro. No ha de mostrar indignación, ni tristeza, ni enojo, ni ningún
sentimiento negativo. Cara de jugador de póker. La sonrisa siempre a flor de boca, como las
azafatas. La ternura a flor de piel, como una buena madre. La mirada dulce, la palabra suave, los
ademanes gentiles.
A los maestros se les pide corrección en el comportamiento, moderación en el gesto, elegancia en
el vestido. Recato en el vestir sin caer en lo anticuado. Imagen atractiva y moderna sin caer en lo
estridente y fuera de tono. Lenguaje formal pero comunicativo, sin hacer en la chabacanería. Le
criticarán si fuma, si come muy rápido, si hace una broma de mal gusto, si se para torcido, si tiene
una mancha en la solapa, si tiene el tacón despotillado.
A los maestros la sociedad les exige ser modelo, ejemplo de todo lo bueno, de todo lo excelso y lo
deseable. Ser modelo de justicia, de honestidad, rectitud y sabiduría, en una sociedad que
cotidianamente hace gala de todo lo contrario. A los maestros se les pide, en suma, que inventen
una realidad que no existe, que se inspiren en unos valores que no ven puestos en práctica, que
conviertan a sus aulas y a sí mismos en urnas de cristal, en mundos ficticios donde todos –
maestros y alumnos - jueguen a ocultar la verdadera realidad.