SlideShare una empresa de Scribd logo
1 de 57
Descargar para leer sin conexión
El nuevo esp´
ıritu del capitalismo*
`
Luc Boltanski y Eve Chiapello

´
INTRODUCCION GENERAL:
Del esp´
ıritu del capitalismo y del papel de la cr´
ıtica
Este libro tiene por objeto los cambios ideol´gicos que han acompa˜ado
o
n
a las recientes transformaciones del capitalismo. Propone una interpretaci´n
o
del movimiento que va de los a˜os que siguieron a los acontecimientos de
n
mayo de 1968, durante los cuales la cr´
ıtica del capitalismo se expres´ con
o
fuerza, pasando por la d´cada de 1980, donde, con el silencio de la cr´
e
ıtica, las
formas de organizaci´n sobre las que reposaba el funcionamiento del capitao
lismo se modificaron profundamente, hasta la vacilante b´squeda de nuevas
u
bases cr´
ıticas en la segunda mitad de la d´cada de 1990. No se trata de
e
un libro meramente descriptivo, sino que pretende tambi´n, mediante este
e
ejemplo hist´rico, proponer un marco te´rico m´s amplio para la compreno
o
a
si´n del modo en que se modifican las ideolog´ asociadas a las actividades
o
ıas
econ´micas, siempre y cuando no demos al t´rmino de ideolog´ el sentido
o
e
ıa
reductor –al que lo ha reducido frecuentemente la vulgata marxista– de un
discurso moralizador que tratar´ de ocultar intereses materiales que queıa
dar´
ıan, no obstante, continuamente puestos en evidencia por las pr´cticas.
a
Preferimos acercarnos al sentido de ideolog´ desarrollado, por ejemplo, en
ıa
la obra de Louis Dumont, para quien la ideolog´ constituye un conjunto de
ıa
creencias compartidas, inscritas en instituciones, comprometidas en acciones
y, de esta forma, ancladas en lo real.
Tal vez se nos reprochar´ el haber abordado un cambio global a partir
a
de un ejemplo local: el de Francia en los ultimos treinta a˜os. No creemos,
´
n
ciertamente, que el caso de Francia pueda, por s´ solo, resumir todas las
ı
transformaciones del capitalismo. Sin embargo, no satisfechos con las aproximaciones y descripciones esbozadas a grandes rasgos que suelen acompa˜ar,
n
generalmente, a los discursos sobre la globalizaci´n, dese´bamos elaborar
o
a
un modelo del cambio que fuese presentado aqu´ a partir de un conjunto de
ı
an´lisis de orden pragm´tico, es decir, capaces de tomar en consideraci´n
a
a
o
las distintas maneras en las que las personas se comprometen en la acci´n,
o
sus justificaciones y el sentido que dan a sus actos. Ahora bien, semejante
*
La obra ha sido publicada en castellano por la Editorial Akal en abril de 2002. Reproducimos la introducci´n completa con permiso de la editorial.
o

1
empresa es, por cuestiones de tiempo y sobre todo de medios, pr´cticamente
a
irrealizable a escala mundial o inclusive a escala de un continente, habida cuenta del peso que las tradiciones y las coyunturas pol´
ıticas nacionales
contin´an teniendo sobre la orientaci´n de las pr´cticas econ´micas y de
u
o
a
o
´
las formas de expresi´n ideol´gica que las acompa˜an. Esta es sin lugar a
o
o
n
dudas la raz´n por la cual los enfoques globales terminan a menudo dano
do una importancia preponderante a factores explicativos –con frecuencia
de orden tecnol´gico, macroecon´mico o demogr´fico– que son considerados
o
o
a
como fuerzas ajenas a los seres humanos y a las naciones, que se ver´
ıan
de esta forma obligadas a padecerlos del mismo modo que se soporta una
tormenta. Para este neodarwinismo hist´rico, las ((mutaciones)) se nos imo
pondr´ como se imponen a las especies: depende de nosotros adaptarnos o
ıan
morir. Sin embargo, los seres humanos no s´lo padecen la historia, tambi´n
o
e
la hacen y nosotros quer´
ıamos verles manos a la obra.
No pretendemos afirmar que lo que ha pasado en Francia sea un ejemplo
para el resto del mundo, ni que los modelos que hemos elaborado a partir
de la situaci´n francesa tengan, tal cuales, una validez universal.Tenemos,
o
sin embargo, buenas razones para pensar que procesos bastante similares al
franc´s han marcado la evoluci´n de las ideolog´ que han acompa˜ado a
e
o
ıas
n
la reorganizaci´n del capitalismo en otros pa´
o
ıses desarrollados, seg´n mou
dalidades sujetas, en cada caso, a las especificidades de la historia pol´
ıtica
y social que s´lo an´lisis regionales detallados permitir´n iluminar con la
o
a
a
precisi´n suficiente.
o
Hemos tratado de aclarar las relaciones que se establecen entre el capitalismo y sus cr´
ıticas, de forma que podamos interpretar algunos de los
fen´menos que han afectado a la esfera ideol´gica a lo largo de los ultimos
o
o
´
decenios: el debilitamiento de la cr´
ıtica mientras que el capitalismo conoc´
ıa
una fuerte reestructuraci´n cuya incidencia social no pod´ pasar desapero
ıa
cibida; el nuevo entusiasmo por la empresa orquestado por los gobiernos
socialistas a lo largo de la d´cada de 1980 y la reca´ depresiva de la d´cae
ıda
e
da de 1990; las dificultades encontradas en la actualidad por las iniciativas
que tratan de reconstruir la cr´
ıtica sobre nuevas bases y su escasa, por ahora,
capacidad movilizadora a´n cuando no faltan motivos para la indignaci´n;
u
o
la profunda transformaci´n del discurso de gesti´n empresarial y de las juso
o
tificaciones de la evoluci´n del capitalismo desde mediados de la d´cada de
o
e
1970; el surgimiento de nuevas representaciones de la sociedad, de formas
in´ditas de poner a prueba a las personas y a las cosas y, en consecuencia,
e
de nuevas formas de triunfar o fracasar.
Para realizar este trabajo, la noci´n de esp´
o
ıritu del capitalismo se nos ha
impuesto r´pidamente. Esta noci´n nos permite articular, como veremos,
a
o
los dos conceptos centrales sobre los que reposan nuestros an´lisis –el de
a
capitalismo y el de cr´
ıtica– en una relaci´n din´mica. Presentamos a cono
a
tinuaci´n los diferentes conceptos en los que se basa nuestra construcci´n,
o
o
as´ como los resortes del modelo que hemos elaborado para dar cuenta de
ı
2
las transformaciones ideol´gicas relacionadas con el capitalismo a lo largo de
o
los treinta ultimos a˜os, que parecen, no obstante, tener un alcance mayor
´
n
que el simple estudio de la reciente situaci´n francesa.
o

1.

El esp´
ıritu del capitalismo

Una definici´n m´
o
ınima del capitalismo
De las diferentes caracterizaciones del capitalismo (hoy por hoy quiz´ m´s
a a
bien capitalismos) realizadas desde hace un siglo y medio retendremos una
f´rmula m´
o
ınima que hace hincapi´ en la exigencia de acumulaci´n ilimitae
o
da de capital mediante medios formalmente pac´
ıficos. La perpetua puesta
en circulaci´n del capital dentro del circuito econ´mico con el objetivo de
o
o
extraer beneficios, es decir, de incrementar el capital que ser´ a su vez reina
vertido de nuevo, ser´ lo que caracterizar´ primordialmente al capitalismo
ıa
ıa
y lo que le conferir´ esa din´mica y esa fuerza de transformaci´n que han
ıa
a
o
fascinado a sus observadores, incluso a los m´s hostiles.
a
La acumulaci´n de capital no consiste en un acaparamiento de riquezas,
o
es decir, de objetos deseados por su valor de uso, su funci´n ostentatoria
o
o como signos de poder. Las formas concretas de la riqueza (inmobiliaria,
bienes de equipo, mercanc´ moneda, etc.) no tienen inter´s en s´ y pueden
ıas,
e
ı
suponer incluso debido a su falta de liquidez, un obst´culo para el unico
a
´
objetivo realmente importante: la transformaci´n permanente del capital,
o
de los bienes de equipo y de las distintas adquisiciones (materias primas,
componentes, servicios. . . ) en producci´n, la producci´n en dinero y el dinero
o
o
en nuevas inversiones (Heilbroner, 1986).
Este desapego que muestra el capital por las formas materiales de la
riqueza le confiere un car´cter verdaderamente abstracto que contribuye a
a
perpetuar la acumulaci´n. En la medida en que el enriquecimiento es evaluao
do en t´rminos contables y el beneficio acumulado en un periodo se calcula
e
como la diferencia entre los balances de dos ´pocas diferentes1 , no existe
e
l´
ımite alguno, no hay saciedad posible2 , justo lo contrario de lo que ocurre
cuando la riqueza se orienta a cubrir las necesidades de consumo, incluidas
1
El balance es el instrumento contable que contabiliza, en un momento dado, todas
las riquezas invertidas en un negocio. La importancia fundamental de los instrumentos
contables para el funcionamiento del capitalismo es un rasgo por lo general muy subrayado
por los analistas, hasta el punto de que algunos han hecho de su sofisticaci´n uno de los
o
or´
ıgenes del capitalismo. Cf., por ejemplo, Weber (1964, p. 12) o Weber (1991, pp. 295296).
2
En efecto, como se˜ala Georg Simmel, unicamente el dinero no decepciona nunca,
n
´
siempre y cuando no sea destinado al gasto, sino a la acumulaci´n como un fin en s´ mismo.
o
ı
((Como cosa desprovista de cualidades, [el dinero] no puede ni siquiera aportar aquello que
contiene el m´s pobre de los objetos –con qu´ sorprender o con qu´ decepcionar)) (citado
a
e
e
por Hirschman, 1980, p. 54). Si la saciedad acompa˜a a la realizaci´n del deseo en el
n
o
conocimiento ´
ıntimo de la cosa deseada, este efecto psicol´gico no puede ser provocado
o
por una cifra contable permanentemente abstracta.

3
las de lujo.
Existe sin duda otra raz´n que explicar´ el car´cter insaciable del proceso
o
ıa
a
capitalista, que ha sido se˜alada por Heilbroner (1986, p.47 s.). El capin
tal, al ser constantemente reinvertido y al no poder seguir creciendo sino
siendo puesto en circulaci´n, hace que la capacidad del capitalista para reo
cuperar su dinero invertido incrementado con alg´n beneficio se encuentre
u
perpetuamente amenazada, en particular debido a las acciones de otros capitalistas con quienes se disputa el poder de compra de los consumidores.
Esta din´mica genera una inquietud permanente y ofrece al capitalista un
a
motivo de autopreservaci´n muy poderoso para continuar sin descanso el
o
proceso de acumulaci´n.
o
Sin embargo, la rivalidad existente entre operadores que tratan de obtener beneficios no genera autom´ticamente un mercado en el sentido cl´sico,
a
a
es decir, un mercado en el que el conflicto entre una multiplicidad de agentes
que toman decisiones descentralizadas se ve resuelto gracias a la transacci´n
o
que hace surgir un precio de equilibrio. El capitalismo, en la definici´n m´
o
ınima que manejamos, debe ser distinguido de la autorregulaci´n del mercao
do que descansa sobre convenciones e instituciones –sobre todo jur´
ıdicas y
estatales– que est´n encaminadas a garantizar la igualdad de fuerzas entre
a
los operadores (competencia pura y perfecta), la transparencia, la simetr´
ıa
de la informaci´n, un banco central que garantice un tipo de cambio inalterao
ble para la moneda de cr´dito, etc. El capitalismo se apoya en transacciones
e
y contratos, pero estos contratos pueden no amparar m´s que simples arrea
glos en beneficio de las partes o no comportar m´s que cla´sulas ad hoc, sin
a
u
publicitarlo ni someterlo a la competencia.
Siguiendo a Fernand Braudel, distinguiremos, por lo tanto, el capitalismo de la econom´ de mercado. Por un lado, la econom´ de mercado se ha
ıa
ıa
constituido ((paso a paso)) y es anterior a la aparici´n de la norma de acuo
mulaci´n ilimitada del capitalismo (Braudel, 1979, Les jeux de l’´change p.
o
e
263). Por otro lado, la acumulaci´n capitalista s´lo se pliega a la regulaci´n
o
o
o
del mercado cuando se le cierran los caminos m´s directos para la obtenci´n
a
o
de beneficios, de tal forma que el reconocimiento de las cualidades beneficiosas del mercado y la aceptaci´n de las reglas y las obligaciones de las que
o
depende su funcionamiento ((armonioso)) (libre intercambio, prohibici´n de
o
las alianzas y de los monopolios, etc.) pueden ser considerados como una
forma de autolimitaci´n del capitalismo3 .
o
3

Los ejemplos de las formas con las que los actores del capitalismo transgreden las reglas
del mercado para obtener beneficios, que no cabe comparar con los de las actividades de
intercambio ordinarias, abundan en Braudel (1979, Les jeux de l’´change) para quien ((los
e
grandes juegos capitalistas se sit´an en lo no habitual, en lo fuera de serie o en la conexi´n
u
o
lejana, a meses o incluso a a˜os de distancia)) (p. 544): utilizaci´n de protecciones para
n
o
((introducirse por la fuerza en un circuito reticente)) o ((alejar rivales)) (p. 452); ((privilegios
de informaci´n)) y circuitos de informaci´n confidenciales, ((complicidad del Estado)) que
o
o
permite ((invertir constantemente y de la forma m´s natural del mundo [. . . ] las reglas
a
de la econom´ de mercado)) (p. 473), etc. Del mismo modo, la gran burgues´ del siglo
ıa
ıa

4
El capitalista, en el marco de la definici´n m´
o
ınima de capitalismo que
estamos utilizando, es en teor´ cualquier persona que posea un excedente y
ıa
lo invierta para extraer un beneficio que supondr´ un incremento del excea
dente inicial. El arquetipo ser´ el accionista que invierte su dinero en una
ıa
empresa y espera por ello una remuneraci´n, aunque la inversi´n no tiene
o
o
porqu´ cobrar necesariamente esta forma jur´
e
ıdica: pi´nsese, por ejemplo, en
e
la inversi´n dentro del sector inmobiliario de alquiler o en la compra de bonos
o
del Tesoro. El peque˜o inversor, el ahorrador que no quiere que ((su dinen
ro duerma)) sino que ((se multiplique)) –como se dice popularmente–, forma
parte, por lo tanto, del grupo de los capitalistas con tanto derecho como los
grandes propietarios que solemos imaginar m´s f´cilmente bajo esta denoa a
minaci´n. En su definici´n m´s amplia, el grupo de los capitalistas engloba
o
o
a
al conjunto de poseedores de un patrimonio4 , grupo ´ste que no constituye,
e
sin embargo, m´s que una minor´ desde el momento en que tomamos en
a
ıa
consideraci´n la superaci´n de un cierto umbral de ahorro: aunque sea dif´
o
o
ıcil
de estimar teniendo en cuenta las estad´
ısticas existentes, podemos pensar
que no representa m´s que alrededor del 20 por 100 de los hogares en Frana
cia, que es, sin embargo, uno de los pa´ m´s ricos del mundo5 . A escala
ıses a
mundial, el porcentaje es, como podemos imaginar, mucho m´s d´bil.
a e
En este ensayo reservamos, sin embargo, la denominaci´n de ((capitalistas))
o
para los principales actores responsables de la acumulaci´n y crecimiento
o
XIX, pese a su adhesi´n formal al ((credo liberal)), como dice Polanyi (1983), s´lo apoyaba
o
o
verdaderamente el laisser faire [dejar hacer] en el caso del mercado de trabajo. Por lo
dem´s, en la lucha que les enfrentaba, los capitalistas utilizan todos los medios a su
a
disposici´n y, en particular, el control pol´
o
ıtico del Estado, para limitar la competencia,
para obstaculizar el libre comercio cuando les es desfavorable, para ocupar y conservar
posiciones de monopolio y para favorecer desequilibrios geogr´ficos y pol´
a
ıticos con el fin
de absorber hacia el centro el m´ximo de beneficios (Rosenvallon, 1979, pp. 208-212 ;
a
Wallerstein, 1985).
4
Esta noci´n [patrimoine de rapport] engloba, seg´n la definici´n del INSEE, ((al cono
u
o
junto de las inversiones f´
ısicas y financieras que realizan los particulares cuando ponen a
disposici´n de otros inmuebles, dinero o tierras en contrapartida de un pago monetario)),
o
excluyendo el patrimonio para el disfrute (residencia principal, dinero l´
ıquido, cheques) y el
patrimonio profesional de los independientes (agricultores, profesiones liberales, artesanos,
comerciantes).
5
En enero de 1996, el 80 por 100 de los hogares dispon´ de una libreta de ahorro
ıan
(libreta A o azul, libreta B o bancaria, Codevi, libreta de ahorro popular), pero las cantidades en ellas depositadas alcanzan pronto su techo y son destinadas prioritariamente al
ahorro popular; el 38 por 100 pose´ un plan o una cuenta de ahorro vivienda (la mayor´
ıa
ıa
con vistas a adquirir la residencia principal). Por el contrario, las inversiones capitalistas
t´
ıpicas no afectan m´s que en torno a un 20 por 100 de los hogares: el 22 por 100 pose´
a
ıa
valores mobiliarios (obligaciones, pr´stamos del Estado, SICAV [Sociedad de Inversi´n en
e
o
Capital Variable] o FCP [Fondos Comunes de Inversi´n] o acciones fuera del SICAV) y
o
el 19 por 100 un bien inmobiliario diferente de la residencia principal. (INSEE Premi`re,
e
n´m. 454, mayo de 1996). Dicho esto, los hogares que pueden extraer de su patrimonio
u
una renta igual a la renta media de los franceses, lo que les asimilar´ a los rentistas acoıa
modados, representan menos del 5 por 100 del conjunto de los hogares, estando sin duda
m´s cerca del 1 por 100 que del 5 por 100 (Bihr, Pfefferkorn, 1995).
a

5
del capital que presionan directamente a las empresas para que obtengan el
m´ximo de beneficios. Son, por supuesto, un n´mero mucho m´s reducido.
a
u
a
Reagrupan no solamente a los grandes accionistas, personas particulares que
por su propio peso son susceptibles de influir en la marcha de los negocios,
sino tambi´n a las personas morales (representadas por algunos individuos
e
influyentes, ante todo, los directores de empresa) que detentan o controlan
mediante su acci´n la mayor parte del capital mundial (holdings y multinao
cionales –incluidas las bancarias– a trav´s de filiales y participaciones, o fone
dos de inversi´n, fondos de pensiones). Las figuras de los grandes patrones,
o
de los directores asalariados de las grandes empresas, de los gestores de fondos o de los grandes inversores en acciones, detentan una influencia evidente
sobre el proceso capitalista, sobre las pr´cticas de las empresas y las tasas de
a
beneficios extra´
ıdas, a diferencia de lo que ocurre con los peque˜os inversores
n
evocados m´s arriba. A pesar de que constituya una poblaci´n atravesada a
a
o
su vez por grandes desigualdades patrimoniales –partiendo siempre, no obstante, de una situaci´n favorable en general–, este grupo merece recibir el
o
nombre de capitalistas en la medida en que asume como propia la exigencia
de maximizaci´n de los beneficios, que a su vez es trasladada a las personas,
o
f´
ısicas o morales, sobre las que ejercen un poder de control. Dejando por
ahora de lado la cuesti´n de las limitaciones sist´micas que pesan sobre el
o
e
capitalista y, en particular, la cuesti´n de saber si los directores de empresa
o
no pueden hacer otra cosa m´s que adaptarse a las reglas del capitalismo,
a
nos limitaremos a retener que se adaptan a estas reglas y que sus acciones
est´n guiadas en gran medida por la b´squeda de beneficios sustanciales
a
u
para su propio capital y/o para el que les han confiado6 .
Otro rasgo por el que caracterizamos al capitalismo es el r´gimen salarial.
e
Tanto Marx como Weber sit´an esta forma de organizaci´n del trabajo en el
u
o
centro de su definici´n de capitalismo. Nosotros consideraremos el r´gimen
o
e
salarial con independencia de las formas jur´
ıdicas contractuales de las que
pueda revestirse: lo importante es que existe una parte de la poblaci´n que
o
no detenta nada o muy poco capital y en cuyo beneficio no est´ orientado
a
naturalmente el sistema, que obtiene ingresos por la venta de su fuerza de
trabajo (y no por la venta de los productos resultantes de su trabajo), que
adem´s no dispone de medios de producci´n y que depende para trabajar,
a
o
por lo tanto, de las decisiones de quienes los detentan (pues en virtud del
derecho de propiedad, estos ultimos pueden negarles el uso de dichos me´
dios) y, finalmente, que abandona, en el marco de la relaci´n salarial y a
o
cambio de su remuneraci´n, todo derecho de propiedad sobre el resultado
o
de su esfuerzo, que va a parar ´
ıntegramente a manos de los detentores del
6

Desde los trabajos de Berle y Means (1932) sabemos que, aunque el comportamiento
de los directores no consiste necesariamente en maximizar los intereses de los accionistas,
s´ tratan de proporcionar a estos, al menos, una remuneraci´n satisfactoria a falta de una
ı
o
remuneraci´n m´xima.
o
a

6
capital7 . Un segundo rasgo importante del r´gimen salarial es que el trabae
jador asalariado es te´ricamente libre de mostrar su rechazo a trabajar en
o
las condiciones propuestas por el capitalista, al igual que ´ste es tambi´n
e
e
libre de no proporcionar empleos en las condiciones demandadas por el trabajador. Sin embargo, la relaci´n es desigual en la medida que el trabajador
o
no puede sobrevivir mucho tiempo sin trabajar. No obstante, la situaci´n
o
es bastante diferente de la del trabajo forzado o la esclavitud y presupone
siempre por este motivo una cierta dosis de sumisi´n voluntaria.
o
El r´gimen salarial, a escala de Francia, as´ como a escala mundial, no ha
e
ı
dejado de desarrollarse a lo largo de toda la historia del capitalismo, hasta el
punto de que en la actualidad afecta a un porcentaje de la poblaci´n activa
o
a la que nunca antes hab´ alcanzado8 . Por un lado, reemplaza poco a poco
ıa
al trabajo aut´nomo, a la cabeza del cual encontr´bamos hist´ricamente a
o
a
o
9 ; por otro lado, la poblaci´n activa ha aumentado considerala agricultura
o
blemente como consecuencia de la salarizaci´n de las mujeres, que realizan,
o
de forma cada vez m´s numerosa, un trabajo fuera del hogar 10 .
a
7
Este ultimo aspecto es, seg´n Heilbroner (1986, pp. 35-45), el menos visible de la
´
u
explotaci´n capitalista, ya que todo el margen restante obtenido del producto, sea cual
o
sea su montante, vuelve a manos del capitalista en virtud de las reglas de propiedad
correspondientes al contrato de trabajo.
8
Seg´n las cifras citadas por Vindt (1996), el trabajo asalariado representar´ en Francia
u
ıa
el 30 por 100 de la poblaci´n activa en 1881, el 40 por 100 en 1906, el 50 por 100 en 1931,
o
y m´s del 80 por 100 hoy. El INSEE (1998 b) estima que en 1993 hab´ un 76,9 por 100
a
ıa
de asalariados en la poblaci´n activa, a los cuales habr´ a´n que a˜adir un 11,6 por 100
o
ıa u
n
de parados (tabla C.01-1).
9
Th´venot (1977) ha realizado, en lo que respecta a la d´cada de 1970, un an´lisis muy
e
e
a
detallado del movimiento de salarizaci´n seg´n categor´ socioprofesionales. En 1975 los
o
u
ıas
asalariados representaban el 82,7 por 100 del empleo total frente al 76,5 por 100 de 1968.
La unica categor´ de no asalariados que creci´ fue la de las profesiones liberales –aunque
´
ıa
o
´sta creciese lentamente debido a las barreras de entrada a estas profesiones–, todas las
e
dem´s categor´ (patrones de industria y de comercio, artesanos y peque˜os comerciantes,
a
ıas
n
es decir, aquellos que emplean menos de tres empleados; agricultores; asistencia familiar...)
retrocedieron. El trabajo asalariado progresa igualmente entre las profesiones tradicionalmente liberales, como los m´dicos, entre quienes en 1975 son casi tan numerosos aquellos
e
que poseen el estatuto de asalariado (sobre todo en los hospitales) como los que ejercen
libremente su profesi´n, mientras que los m´dicos asalariados constitu´ apenas poco m´s
o
e
ıan
a
de la mitad de ´stos ultimos siete a˜os antes. El movimiento de salarizaci´n est´ ligado en
e
´
n
o
a
parte a la aparici´n de grandes empresas en sectores tradicionales como el comercio, que
o
supone una destrucci´n de los aut´nomos peque˜os. La importante reducci´n del n´mero
o
o
n
o
u
de asalariados en la agricultura y en los empleos del hogar confirma que la mayor parte del
crecimiento del trabajo asalariado se encuentra vinculado al crecimiento de las actividades
de una patronal cada vez m´s ((an´nima)) y menos ((personal)), es decir, a las sociedades
a
o
de la industria y de los servicios, as´ como al desarrollo del servicio p´blico (en particular
ı
u
la ense˜anza).
n
10
Las mujeres representan hoy el 45 por 100 de la poblaci´n activa frente al 35 por 100 en
o
1968. Su tasa de actividad (porcentaje de las mujeres mayores de 15 a˜os que pertenecen
n
a la poblaci´n activa) ha crecido de forma continua desde hace 30 a˜os (Jeger-Madiot,
o
n
1996, p. 122).

7
La necesidad de un esp´
ıritu para el capitalismo
El capitalismo es, en muchos aspectos, un sistema absurdo: los asalariados pierden en ´l la propiedad sobre el resultado de su trabajo y la posie
bilidad de llevar a cabo una vida activa m´s all´ de la subordinaci´n. En
a
a
o
cuanto a los capitalistas, se encuentran encadenados a un proceso sin fin e
insaciable, totalmente abstracto y disociado de la satisfaci´n de necesidades
o
de consumo, aunque sean de lujo. Para estos dos tipos de protagonistas, la
adhesi´n al proceso capitalista requiere justificaciones.
o
Ahora bien, la acumulaci´n capitalista, aunque en grados desiguales en
o
funci´n de los caminos seguidos para la obtenci´n de beneficios (por ejemplo,
o
o
dependiendo de si se trata de extraer beneficios industriales, comerciales o
financieros), exige la movilizaci´n de un gran n´mero de personas para las
o
u
cuales las posibilidades de obtenerlos son escasas (sobre todo cuando su
capital de partida es mediocre o inexistente) y a cada una de las cuales no le
es atribuida m´s que una responsabilidad ´
a
ınfima –que en cualquier caso es
dif´ de evaluar– en el proceso global de acumulaci´n, de manera que est´n
ıcil
o
a
poco motivadas a comprometerse con las pr´cticas capitalistas, cuando no
a
se muestran directamente hostiles a ellas.
Algunos podr´n evocar una motivaci´n de tipo material en la particia
o
paci´n, algo que resulta m´s evidente para el trabajador asalariado, que
o
a
necesita de su salario para vivir, que para el gran propietario cuya actividad, superado cierto nivel, no se encuentra ya ligada a la satisfacci´n de
o
necesidades personales. Sin embargo, este motor resulta, por s´ s´lo, bastanı o
te poco estimulante. Los psic´logos del trabajo han puesto de manifiesto con
o
regularidad lo insuficiente que resulta la remuneraci´n para suscitar el como
promiso y avivar el entusiasmo por la tarea asignada. El salario constituir´
ıa,
a lo sumo, una raz´n para permanecer en un empleo, no para implicarse en
o
´l.
e
Del mismo modo, para vencer la hostilidad o la indiferencia de estos actores, la coacci´n no es suficiente, sobre todo cuando el compromiso exigido
o
de ellos supone una adhesi´n activa, iniciativas y sacrificios libremente cono
sentidos, tal y como se exige, cada vez m´s a menudo, no s´lo a los cuadros,
a
o
sino al conjunto de los asalariados. La hip´tesis de un ((compromiso por la
o
fuerza)) establecido bajo la amenaza del hambre y del paro no nos parece
muy realista, porque si bien es probable que las f´bricas ((esclavistas)) que
a
a´n existen en el mundo no desaparecer´n a corto plazo, parece dif´ conu
a
ıcil
tar unicamente con el recurso a esta forma de movilizaci´n de la fuerza de
´
o
trabajo, aunque s´lo sea porque la mayor parte de las nuevas modalidades
o
de obtener beneficios y las nuevas profesiones, inventadas a lo largo de los
ultimos treinta a˜os y que generan hoy una parte importante de los benefi´
n
cios mundiales, han hecho ´nfasis en lo que la gesti´n de recursos humanos
e
o
denomina ((la implicaci´n del personal)).
o
La calidad del compromiso que puede esperarse depende m´s bien de
a
8
los argumentos que puedan ser invocados para justificar no s´lo los benefio
cios que la participaci´n en los procesos capitalistas puede aportar a t´
o
ıtulo
individual, sino tambi´n las ventajas colectivas, definidas en t´rminos de
e
e
bien com´n, que contribuye a producir para todos. Llamamos esp´
u
ıritu del
capitalismo a la ideolog´ que justifica el compromiso con el capitalismo.
ıa
Este compromiso con el capitalismo conoce en la actualidad una importante crisis de la que dan fe el desconcierto y el escepticismo social crecientes,
hasta el punto de que la salvaguarda del proceso de acumulaci´n, que se eno
cuentra hoy por hoy amenazada por una reducci´n de sus justificaciones a
o
una argumentaci´n m´
o
ınima en t´rminos de necesaria sumisi´n a las leyes
e
o
de la econom´ precisa de la formaci´n de un nuevo conjunto ideol´gico
ıa,
o
o
m´s movilizador. As´ ocurre al menos en los pa´
a
ı
ıses desarrollados que permanecen en el centro del proceso de acumulaci´n y que pretenden continuar
o
siendo los principales suministradores de un personal cualificado cuya implicaci´n positiva en el trabajo es fundamental. El capitalismo debe ser capaz
o
de proporcionar a estas personas la garant´ de una m´
ıa
ınima seguridad en
zonas salvaguardadas –donde poder vivir, formar una familia, educar a los
ni˜os, etc.– como son los barrios residenciales de las ciudades de negocios del
n
hemisferio norte, escaparates de los ´xitos del capitalismo para los nuevos
e
admitidos de las regiones perif´ricas y elemento crucial para la movilizaci´n
e
o
ideol´gica mundial de todas las fuerzas productivas.
o
Para Max Weber, el ((esp´
ıritu del capitalismo))11 hace referencia al conjunto de elementos ´ticos que, si bien ajenos en su finalidad a la l´gica
e
o
capitalista, inspiran a los empresarios en sus acciones a favor de la acumulaci´n de capital. Teniendo en cuenta el car´cter especial, incluso transgresor,
o
a
de los modos de comportamiento exigidos por el capitalismo con respecto
a las formas de vida observadas en la mayor parte de las sociedades humanas12 , podemos comprender que Weber se viese obligado a postular que el
surgimiento del capitalismo supuso la instauraci´n de una nueva relaci´n
o
o
moral de los seres humanos con su trabajo, determinada en forma de vocaci´n, de tal forma que, con independencia de su inter´s y de sus cualidades
o
e
intr´
ınsecas, cada cual pueda consagrarse a ´l con convicci´n y regularidad.
e
o
Seg´n Max Weber, ser´ con la Reforma cuando se impondr´ la creencia en
u
a
a
Parece ser que la expresi´n de ((esp´
o
ıritu del capitalismo)) fue utilizada por primera vez
por W. Sombart en la primera edici´n de su Capitalisme moderne. Sin embargo, en la obra
o
de Sombart, el t´rmino –que ser´ el resultado de la conjunci´n del ((esp´
e
ıa
o
ıritu fa´stico)) y del
u
((esp´
ıritu burgu´s))– tom´ un sentido muy diferente al que le otorgar´ Weber. El esp´
e
o
a
ıritu del
capitalismo se encuentra en Sombart m´s centrado en el car´cter demiurgico del hombre
a
a
de negocios, mientras que Weber insiste m´s en la ´tica del trabajo (Bruhns, 1997, p. 105).
a
e
12
((Hace apenas una generaci´n habr´ sido in´til esperar que un campesino de Sileo
ıa
u
sia, cuya tarea contractualmente establecida hubiese consistido en segar una superficie
determinada, aumentase su fuerza de trabajo dobl´ndole su salario: habr´ simplemente
a
ıa
reducido a la mitad su prestaci´n laboral, estimando que esta mitad le bastaba para ganar
o
el doble de lo que ganaba precedentemente)) (Weber, 1991, p. 372). V´ase tambi´n Polanyi
e
e
(1983) a prop´sito de la transformaci´n de la tierra y del trabajo en mercanc´
o
o
ıas.
11

9
que el deber se cumple primero mediante el ejercicio de una profesi´n en
o
el mundo, en las actividades temporales, en contraposici´n al ´nfasis pueso
e
to en la vida religiosa fuera del mundo terrenal que privilegiaba el ethos
cat´lico. Ser´ esta nueva concepci´n la que permitar´ esquivar, en los alo
a
o
a
bores del capitalismo, la cuesti´n de la finalidad del esfuerzo en el trabajo
o
(el enriquecimiento sin fin), superando de este modo el problema del compromiso que planteaban las nuevas pr´cticas econ´micas. La concepci´n del
a
o
o
trabajo como Beruf –vocaci´n religiosa que exige ser cumplida– ofrec´ un
o
ıa
punto de apoyo normativo a los comerciantes y empresarios del capitalismo naciente y les facilitaba buenas razones –una ((motivaci´n psicol´gica)),
o
o
en palabras de M. Weber (1964, p. 108)– para consagrarse, sin descanso y
conscientemente, a su tarea; para emprender la racionalizaci´n implacable
o
de sus negocios, indisociablemente ligada a la b´squeda del m´ximo benefiu
a
cio; o para la b´squeda de ganancias, signo del ´xito en el cumplimiento de
u
e
la vocaci´n13 . La idea de trabajo como Beruf serv´ tambi´n en la medida
o
ıa
e
en que los obreros que la compart´ se mostraban d´ciles y firmes en su
ıan
o
tarea, al mismo tiempo que –convencidos de que el hombre debe cumplir
su deber all´ donde la providencia le ha situado– no trataban de poner en
ı
cuesti´n la situaci´n que les era dada.
o
o
Dejaremos de lado la importante controversia posweberiana –referida
b´sicamente a la cuesti´n de la influencia efectiva del protestantismo en
a
o
el desarrollo del capitalismo y, m´s en general, de la influencia de las creena
cias religiosas sobre las pr´cticas econ´micas– para, dentro de un enfoque
a
o
weberiano, retener sobre todo que las personas necesitan poderosas razones
morales para adherirse al capitalismo14 .
((El ascetismo ve´ el summun de lo reprensible en la b´squeda de la riqueza como fin
ıa
u
en s´ mismo y, al mismo tiempo, ten´ por un signo de la bendici´n divina la riqueza como
ı
ıa
o
fruto del trabajo profesional. M´s importante a´n, la percepci´n religiosa del trabajo sin
a
u
o
descanso, continuo, sistem´tico, en una profesi´n secular, entendido como el medio asc´tico
a
o
e
m´s elevado y, a la vez, como la prueba m´s segura y m´s evidente de la regeneraci´n y de
a
a
a
o
la aut´ntica fe, ha podido constituir el m´s potente trampol´ para la expansi´n de esta
e
a
ın
o
concepci´n de la vida que hemos llamado hasta ahora esp´
o
ıritu del capitalismo)) (Weber,
1964, p. 211).
14
Podemos encontrar los principales elementos y la presentaci´n de estas pol´micas en
o
e
Besnard (1970), MacKinnon (1993), Disselkamp (1994), en la introducci´n, realizada por
o
J.-C. Passeron, y en la presentaci´n, realizada por J.-P.Grossein, de un volumen que reune
o
los trabajos de M.Weber consagrados a la sociolog´ de las religiones (Weber, 1996), y en
ıa
la obra colectiva del ((Grupo de investigaci´n sobre la cultura de Weimar)) publicada bajo
o
la direcci´n de G. Raulet (1997) que proporciona tambi´n numerosa informaci´n sobre el
o
e
o
clima intelectual que rode´ a la redacci´n de La ´tica protestante. Esta controversia, sin
o
o
e
duda una de las m´s prol´
a
ıficas de toda la historia de las ciencias sociales, no est´ a´n
a u
cerrada: se ha centrado por el momento sobre todo en la validez del v´
ınculo entre motivos
de inspiraci´n religiosa y pr´cticas econ´micas. A los argumentos cr´
o
a
o
ıticos que ponen en
cuesti´n la correlaci´n entre protestantismo y capitalismo avanzado (como hacen, por
o
o
ejemplo, K. Samuelson o J. Schumpeter), postulando que el capitalismo se ha desarrollado
antes de la aparici´n del protestantismo o en regiones de Europa en las que la influencia de
o
la Reforma fue d´bil y, por consiguiente, bajo el efecto de una constelaci´n de fen´menos
e
o
o
13

10
Albert Hirschman (1980) reformula la pregunta weberiana (((¿c´mo una
o
actividad, a lo sumo tolerada por la moral, ha podido transformarse en vocaci´n en el sentido de Benjamin Franklin?))) de la siguiente manera: ((¿C´mo
o
o
es posible que se llegase a considerar como honorables, en semejante momento de la ´poca moderna, actividades lucrativas como el comercio y la banca
e
que, durante siglos, fueron reprobadas y consideradas deshonrosas por ver
en ellas la encarnaci´n de la codicia, el lucro y de la avaricia?)) (p. 13). Sin
o
embargo, en lugar de recurrir a m´viles de tipo psicol´gico y a una supuesta
o
o
b´squeda, por parte de las nuevas elites, de medios con los que garantizar su
u
bienestar personal, A. Hirschman evoca motivos que habr´ alcanzado, en
ıan
primer lugar, a la esfera pol´
ıtica antes de afectar a la econom´ las activiıa:
dades lucrativas fueron revalorizadas en el siglo XVIII por las elites debido
a las ventajas sociopol´
ıticas que esperaban de ellas. En la interpretaci´n de
o
A. Hirschman, el pensamiento laico de la Ilustraci´n justifica las actividao
des lucrativas en t´rminos de bien com´n para la sociedad, mostrando de
e
u
este modo c´mo la emergencia de pr´cticas en armon´ con el desarrollo del
o
a
ıa
capitalismo fueron interpretadas como una relajaci´n de las costumbres y
o
un perfeccionamiento del modo de gobierno. Partiendo de la incapacidad de
la moral religiosa para vencer las pasiones humanas, de la impotencia de la
raz´n para gobernar a los seres humanos y de la dificultad de someter a las
o
pasiones simplemente mediante la represi´n, no quedaba otra soluci´n que
o
o
utilizar una pasi´n para contrarrestar a las otras. As´ el lucro, hasta entono
ı,
ces situado a la cabeza en el orden de los des´rdenes, obtuvo el privilegio de
o
ser definido como pasi´n inofensiva en la que descansaba desde ese momento
o
la tarea de someter a las pasiones ofensivas15
sin relaci´n con la religi´n (sin hablar de la cr´
o
o
ıtica marxista que hace del capitalismo
la causa de la aparici´n del protestantismo), se han opuesto argumentaciones de defensa
o
que hacen hincapi´ en la distinci´n entre causas y afinidades (Weber no habr´ tratado
e
o
ıa
de proporcionar una explicaci´n causal, sino simplemente mostrar las afinidades entre
o
la Reforma y el capitalismo, como es el caso, por ejemplo, de R. Bendix o R. Aron),
as´ como sobre la diferencia entre el capitalismo y el esp´
ı
ıritu del capitalismo (Weber
no habr´ tomado como objeto de estudio las causas del capitalismo, sino los cambios
ıa
morales y cognitivos que han favorecido la aparici´n de una mentalidad provechosa para
o
el capitalismo, como dice, por ejemplo, G. Marshall).
15
Esta inversi´n pudo llevarse a cabo gracias a la transformaci´n de esta pasi´n en
o
o
o
((inter´s)), amalgama de ego´
e
ısmo y de racionalidad, t´rmino dotado de las virtudes de la
e
constancia y la previsibilidad. El comercio fue considerado capaz de provocar un cierto
suavizamiento de las costumbres: el comerciante deseaba la paz para la prosperidad de
sus negocios y manten´ relaciones beneficiosas, a trav´s de sus transacciones, con clientes
ıa
e
a los que le interesaba satisfacer. La pasi´n por el dinero aparece de este modo menos
o
destructiva que la carrera por la gloria y las haza˜as. Era tambi´n debido a que, tradin
e
cionalmente, s´lo la nobleza era juzgada capaz, ((por definici´n, de virtudes heroicas y de
o
o
pasiones violentas. Un simple plebeyo no pod´ perseguir m´s que sus propios intereses
ıa
a
y no la gloria. Todo el mundo sabe que cuanto semejante hombre pudiese llevar a cabo,
ser´ siempre algo “templado” comparado con las apasionadas diversiones y las terror´
ıa
ıficas
proezas de la aristocracia)) (Hirschman, 1980, p. 61). La idea de una erosi´n moderna de
o
las pasiones violentas y nobles en beneficio de un inter´s exclusivo por el dinero, est´ base
a

11
Los trabajos de Weber insisten en la necesidad percibida por el capitalismo de proporcionar justificaciones de tipo individual, mientras que los de
Hirschman hacen ´nfasis en las justificaciones en t´rminos de bien com´n.
e
e
u
Nosotros retomamos estas dos dimensiones, entendiendo el t´rmino justifie
caci´n en una acepci´n que permita compaginar simultaneamente las justio
o
ficaciones individuales (gracias a las cuales una persona encuentra motivos
para adherirse a la empresa capitalista) y las justificaciones generales (seg´n
u
las cuales el compromiso con la empresa capitalista sirve al bien com´n).
u
La cuesti´n de las justificaciones morales del capitalismo no es s´lo pero
o
tinente desde el punto de vista hist´rico para aclarar sus or´
o
ıgenes o, en la
actualidad, para comprender mejor las modalidades de conversi´n al capitao
lismo de los pueblos de la periferia (pa´ en v´ de desarrollo y pa´ ex
ıses
ıas
ıses
socialistas). Es tambi´n de extrema importancia en los pa´
e
ıses occidentales
como Francia, cuya poblaci´n se encuentra a menudo integrada –hasta un
o
punto jam´s alcanzado con anterioridad– en el cosmos capitalista. En efeca
to, las constricciones sist´micas que pesan sobre los actores no bastan por
e
s´ solas para suscitar el compromiso de ´stos16 . La constricci´n en cuesti´n
ı
e
o
o
debe de ser interiorizada y justificada, una funci´n que, por otro lado, la soo
ciolog´ ha adjudicado tradicionalmente a la socializaci´n y a las ideolog´
ıa
o
ıas.
´
Estas, participando en la reproducci´n del orden social, tienen como efecto
o
permitir que las personas no encuentren su universo cotidiano invivible, lo
cual es una de las condiciones para la permanencia de un mundo determinatante extendida, y parece tambi´n lo suficientemente consolidada como para inspirar como
e
reacci´n, desde finales del siglo XVIII, la cr´
o
ıtica rom´ntica al orden burgu´s, que pas´ a ser
a
e
o
considerado vac´ fr´ mezquino, ((materialista)) y, precisamente, carente de todo car´cter
ıo, ıo,
a
pasional, rasgos todos ellos juzgados anteriormente como positivos debido a sus ventajas
pol´
ıticas. En cuanto a las tesis del doux commerce [dulce comercio] desarrolladas en el siglo
XVIII, hoy nos parecen absolutamente caducas, pero ya en el trascurso del siglo XIX, la
miseria de las ciudades obreras y de la colonizaci´n mostraba que la pasi´n burguesa no
o
o
ten´ nada de ((atemperada)), sino que, por el contrario, produc´ estragos desconocidos
ıa
ıa
hasta entonces. (La locuci´n doux commerce es empleada por Montesquieu en Del esp´
o
ıritu de las leyes y que tuvo gran ´xito en la segunda mitad del siglo XVIII en el debate
e
sobre la ´tica de la sociedad comercial. Junto al t´rmino de esp´
e
e
ıritu de comercio (tambi´n
e
acu˜ado por Montesquieu), el t´rmino de doux commerce particip´ en la construcci´n de
n
e
o
o
la condici´n moral del primer capitalismo y de su cat´logo de virtudes. El doux commero
a
ce postulaba que una caracter´
ıstica intr´
ınseca y exclusiva de las sociedades de mercado
libre era la douceur, es decir, la promoci´n de una econom´ sin coacciones, opresi´n, ni
o
ıa
o
brutalidades, a la par que un apaciguamiento de las costumbres y la amabilidad como
forma generalizada de sociabilidad. El debate sobre el doux commerce puede seguirse en
el conocido ensayo de A. Hirschman Las pasiones y los intereses. Argumentos pol´
ıticos en
favor del capitalismo antes de su triunfo, as´ como en el reciente libro de Fernando D´
ı
ıez
Utilidad, deseo y virtud. La formaci´n de la idea moderna de trabajo [N. del T.]).
o
16
Tomamos aqu´ nuestras distancias con respecto a la posici´n weberiana que afirma
ı
o
que ((un capitalismo asentado)) (Weber, 1964, p. 63) tiene menos necesidades de una justificaci´n moral, posici´n a la que se suscribe igualmente su contempor´neo Sombart (1928).
o
o
a
No obstante, a lo que s´ permanecemos fieles es a una sociolog´ comprensiva que haga
ı
ıa
hincapi´ en el sentido que reviste la organizaci´n social para los actores y, en consecuencia,
e
o
en la importancia de las justificaciones y producciones ideol´gicas.
o

12
do. Si el capitalismo no solo ha sobrevivido –contra todos los pron´sticos de
o
quienes hab´ anunciado regularmente su hundimiento–, sino que tampoco
ıan
ha dejado de extender su imperio, se debe a que ha podido apoyarse en un
cierto n´mero de representaciones –susceptibles de guiar la acci´n– y de jusu
o
tificaciones compartidas, que han hecho de ´l un orden aceptable e incluso
e
deseable, el unico posible o, al menos, el mejor de los ´rdenes posibles. Es´
o
tas justificaciones deben apoyarse en argumentos lo suficientemente robustos
como para ser aceptados como evidentes por un n´mero lo suficientemente
u
grande de gente, de manera que pueda contenerse o superarse la desesperanza o el nihilismo que el orden capitalista no deja de inspirar igualmente,
no s´lo entre quienes oprime, sino tambi´n, a veces, entre quienes tienen la
o
e
tarea de mantenerlo y, a trav´s de la educaci´n, transmitir sus valores.
e
o
El esp´
ıritu del capitalismo es, precisamente, este conjunto de creencias
asociadas al orden capitalista que contribuyen a justificar dicho orden y a
mantener, legitim´ndolos, los modos de acci´n y las disposiciones que son
a
o
coherentes con ´l. Estas justificaciones –ya sean generales o pr´cticas, locae
a
les o globales, expresadas en t´rminos de virtud o en t´rminos de justicia–
e
e
posibilitan el cumplimiento de tareas m´s o menos penosas y, de forma m´s
a
a
general, la adhesi´n a un estilo de vida favorable al orden capitalista. Poo
demos hablar en este caso, de ideolog´ dominante con la condici´n de que
ıa
o
renunciemos a ver en ella un simple subterfugio de los dominantes para
asegurarse el consentimiento de los dominados y de que reconozcamos que
la mayor´ de las partes implicadas, tanto los fuertes como los d´biles, se
ıa
e
apoyan en los mismos esquemas para representarse el funcionamiento, las
ventajas y las servidumbres del orden en el cual se encuentran inmersos17 .
17

La cuesti´n de saber si las creencias asociadas al esp´
o
ıritu del capitalismo son verdaderas o falsas, de vital importancia en numerosas teor´ de las ideolog´ sobre todo cuando
ıas
ıas,
tratan de un objeto tan conflictivo como es el capitalismo, no es fundamental en nuestra
reflexi´n, pues ´sta se limita a describir la formaci´n y la transformaci´n de las justificao
e
o
o
ciones del capitalismo, no a juzgar su verdad intr´
ınseca. A˜adamos, para temperar este
n
relativismo, que una ideolog´ dominante en una sociedad capitalista permanece enraizada
ıa
en la realidad de las cosas en la medida en que, por un lado, contribuye a orientar la acci´n
o
de las personas y as´ dar forma al mundo en el que act´an y, por otro, se transforma seg´n
ı
u
u
la experiencia, feliz o desgraciada, que ´stas tienen de su acci´n. Una ideolog´ dominante
e
o
ıa
puede de este modo, como se˜ala Louis Dumont, tanto ser declarada ((falsa)) –si se tiene
n
en cuenta su car´cter incompleto por encontrarse m´s ajustada a los intereses de ciertos
a
a
grupos sociales que de otros, o su capacidad para agrupar producciones de or´
ıgenes y antig¨edad diferentes sin articularlos de forma coherente–, como ser declarada ((verdadera)),
u
en el sentido en que cada uno de los elementos que la componen ha podido ser pertinente
(y puede continuar si´ndolo) en un tiempo o en un lugar dados y ello bajo determinadas
e
condiciones. Retomamos aqu´ la soluci´n aportada por Hirschman (1984) cuando, frente
ı
o
a teor´ aparentemente irreconciliables, relativas al impacto del capitalismo sobre la soıas
ciedad, muestra que se puede hacer que coexistan en la misma representaci´n del mundo
o
siempre y cuando aceptemos la idea de que el capitalismo es un fen´meno contradictorio
o
que tiene la capacidad de autolimitarse y de reforzarse a la vez. Hirschman sugiere que
((por incompatibles que sean estas teor´
ıas, cada una de ellas bien podr´ tener “su moıa
mento de verdad” o su “pa´ de verdad”. Una y otra podr´ ser aplicables en un pa´ o
ıs
ıan
ıs

13
Si, siguiendo la tradici´n weberiana, colocamos a las ideolog´ sobre las
o
ıas
cuales descansa el capitalismo en el centro de nuestros an´lisis, daremos un
a
uso a la noci´n de esp´
o
ıritu del capitalismo alejado de sus usos can´nicos. En
o
Weber, la noci´n de esp´
o
ıritu del capitalismo se inserta dentro del an´lisis de
a
los ((tipos de conductas racionales pr´cticas)) y de las ((incitaciones pr´ctia
a
18 que, en tanto que constitutivos de un nuevo ethos, han
cas a la acci´n))
o
hecho posible la ruptura con las pr´cticas tradicionales, la generalizaci´n de
a
o
la disposici´n al c´lculo, la supresi´n de las condenas morales que pesaban
o
a
o
sobre la obtenci´n de beneficios y el desarrollo del proceso de acumulaci´n
o
o
ilimitada. Nosotros no pretendemos explicar la g´nesis del capitalismo, sino
e
comprender bajo qu´ condiciones puede seguir atrayendo hoy a los actores
e
necesarios para la obtenci´n de beneficios, raz´n por la cual nuestra ´ptica
o
o
o
ser´ diferente. Dejaremos de lado las disposiciones frente al mundo necesaa
rias para participar en el capitalismo como cosmos –adecuaci´n medios-fines,
o
racionalidad pr´ctica, aptitud para el c´lculo, autonomizaci´n de las activia
a
o
dades econ´micas, relaci´n instrumental con la naturaleza, etc.–, as´ como
o
o
ı
las justificaciones del capitalismo de tipo m´s general producidas princia
palmente por la ciencia econ´mica y que evocaremos m´s adelante. Estas
o
a
justificaciones y disposiciones indican en la actualidad, al menos entre los
actores de la empresa en el mundo occidental, competencias comunes que,
en armon´ con las limitaciones institucionales que se imponen de alguna
ıa
manera desde el exterior, son constantemente reproducidas a trav´s de los
e
´
procesos de socializaci´n familiares y escolares. Estas constituyen el z´calo
o
o
ideol´gico a partir del cual se pueden observar las variaciones hist´ricas a´n
o
o
u
cuando no pueda excluirse que la transformaci´n del esp´
o
ıritu del capitalismo
implique a veces la metamorfosis de algunos de sus aspectos m´s duraderos.
a
Nuestro prop´sito es el estudio de las variaciones observadas y no la deso
cripci´n exhaustiva de todos los componentes del esp´
o
ıritu del capitalismo.
Esto nos llevar´ a desprender del concepto de esp´
a
ıritu del capitalismo los
contenidos sustanciales, en t´rminos de ethos, que est´n ligados a ´l en la
e
a
e
obra de Weber, para abordarlo como una forma que puede ser objeto de un
contenido muy diferente seg´n los distintos momentos de la evoluci´n de los
u
o
modos de organizaci´n de las empresas y de los procesos de extracci´n del
o
o
beneficio capitalista. Podemos, de este modo, tratar de integrar dentro de un
mismo marco expresiones hist´ricas muy distintas del esp´
o
ıritu del capitalismo y plantearnos la cuesti´n de su transformaci´n. Haremos hincapi´ en la
o
o
e
forma que debe adoptar una existencia en armon´ con las exigencias de la
ıa
acumulaci´n para que un gran n´mero de actores estimen que vale la pena
o
u
de ser vivida.
Sin embargo, a lo largo de este recorrido hist´rico, permaneceremos fieo
les al m´todo de los tipos ideales weberianos, sistematizando y destacando
e
grupo de pa´ dados durante un periodo determinado)) (p. 37).
ıses
18
Weber, citado por Bouretz (1996), pp. 205-206.

14
cuanto nos parezca espec´
ıfico de una ´poca en oposici´n a aquellas otras
e
o
que le han precedido, otorgando m´s importancia a las variaciones que a
a
las constantes, sin ignorar, no obstante, las caracter´
ısticas m´s estables del
a
capitalismo.
La persistencia del capitalismo como modo de coordinaci´n de las accioo
nes y como mundo de vida, no puede ser comprendida sin tener en cuenta
las ideolog´ que, justific´ndolo y confiri´ndole un sentido, contribuyen a
ıas
a
e
generar la buena voluntad de aquellos sobre los que se levanta y a asegurar
su adhesi´n, incluso cuando, como sucede en el caso de los pa´
o
ıses desarrollados, el orden en el que ´stos son insertados parece descansar, casi en su
e
totalidad, en dispositivos que le son afines.

De qu´ est´ hecho el esp´
e
a
ıritu del capitalismo
Cuando se trata de reunir las razones que hablan en favor del capitalismo, de buenas a primeras se presenta un candidato, que no es otro que la
ciencia econ´mica. ¿Acaso no es en la ciencia econ´mica y, en particular, en
o
o
sus corrientes dominantes –cl´sicas y neocl´sicas–, donde los responsables
a
a
de las instituciones del capitalismo han buscado, desde la primera mitad
del siglo XIX hasta nuestros d´
ıas, todo tipo de justificaciones? La fuerza
de los argumentos que encontramos en ella proviene precisamente de que
se presentan como argumentos no ideol´gicos y no dictados por principios
o
morales, por m´s que incorporen una referencia a resultados finales globala
mente conformes a un ideal de justicia, en el caso de los m´s s´lidos de entre
a o
ellos, as´ como a una idea de bienestar, en la mayor´ El desarrollo de la
ı
ıa.
ciencia econ´mica, ya se trate de la econom´ cl´sica o del marxismo, ha
o
ıa a
contribuido, como ha demostrado L. Dumont (1977), al surgimiento de una
representaci´n del mundo radicalmente nueva con respecto al pensamiento
o
tradicional, destacando, en particular, ((la separaci´n radical de los aspectos
o
econ´micos del tejido social y su constituci´n como ´mbito aut´nomo)) (p.
o
o
a
o
15). Esta concepci´n permiti´ dar cuerpo a la creencia de que la econom´
o
o
ıa
constituye una esfera aut´noma, independiente de la ideolog´ y de la moo
ıa
ral, que obedece a leyes positivas, dejando de lado el hecho de que semejante
convicci´n es el resultado de un trabajo ideol´gico que s´lo ha podido ser lleo
o
o
vado a cabo tras incorporar justificaciones, parcialmente recubiertas despu´s
e
por el discurso cient´
ıfico, seg´n las cuales las leyes positivas de la econom´
u
ıa
19 .
estar´ al servicio del bien com´n
ıan
u
En particular, la idea de que la persecuci´n del inter´s individual cono
e
En efecto, la econom´ cl´sica, al constituirse parad´jicamente como ((ciencia)) a partir
ıa a
o
del modelo de las ciencias de la naturaleza del siglo XIX, y a costa del olvido de la filosof´
ıa
pol´
ıtica que le hab´ servido de matriz, y de la transformaci´n de las convicciones subyaıa
o
centes a las formas mercantiles de los acuerdos en leyes positivas separadas de la voluntad
de las personas, ha sido instrumentalizada para validar acciones (Boltanski, Th´venot,
e
1991, pp. 43-46).
19

15
tribuye al inter´s general ha sido objeto de un enorme trabajo, retomado y
e
profundizado continuamente a lo largo de toda la historia de la econom´
ıa
cl´sica. Esta disociaci´n de la moral y de la econom´ as´ como la incorpoa
o
ıa, ı
raci´n a la econom´ en el mismo movimiento, de una moral consecuenciao
ıa,
lista20 basada en el c´lculo de la utilidad, facilitaron una garant´ moral a
a
ıa
21 . Haciendo
las actividades econ´micas por el simple hecho de ser lucrativas
o
un r´pido resumen que explicite un poco m´s el movimiento de la historia
a
a
de las teor´ econ´micas que aqu´ nos interesa, podemos observar que la inıas
o
ı
corporaci´n del utilitarismo a la econom´ ha permitido que se asuma como
o
ıa
((natural)) que ((todo lo que es beneficioso para el individuo lo es tambi´n
e
para la sociedad. Y por analog´ todo lo que engendre beneficios (y sirva,
ıa,
por lo tanto, al capitalismo) sirve tambi´n a la sociedad)) (Heilbroner, 1986,
e
p. 95). Tan s´lo el crecimiento de la riqueza, sea quien sea su beneficiario,
o
es, desde esta perspectiva, considerado como un criterio del bien com´n22 .
u
20
Seg´n las teor´ morales consecuencialistas, los actos deben evaluarse moralmente en
u
ıas
funci´n de sus consecuencias (un acto es bueno si produce mayor bien que mal y si el
o
saldo es superior a un acto alternativo que no ha podido realizarse como consecuencia de
haber llevado a cabo el primer acto). Estas teor´ se oponen globalmente a las teor´
ıas
ıas
que podr´
ıamos llamar deontol´gicas y que permiten juzgar los actos en funci´n de su
o
o
conformidad a una lista de reglas, de mandatos o de derechos y deberes. Las teor´
ıas
consecuencialistas permiten resolver la espinosa cuesti´n del conflicto entre reglas que
o
existe en las teor´ deontol´gicas y evitar responder a la cuesti´n del fundamento y
ıas
o
o
origen de dichas reglas. Sin embargo, este tipo de teor´ se exponen a otras dificultades,
ıas
como la realizaci´n del inventario del conjunto de consecuencias o la medida y suma de
o
las cantidades de bien y de mal correspondientes. El utilitarismo de Jeremy Bentham
(1748-1832) constituye el paradigma mismo de las teor´ consecuencialistas as´ como la
ıas
ı
m´s conocida, ya que funda la evaluaci´n de una acci´n sobre el c´lculo de la utilidad
a
o
o
a
producida por este acto.
21
Este consistente ensamblaje es el resultado de la alianza, en un primer momento marginal y no necesaria, pero posteriormente ampliamente admitida, de la econom´ cl´sica y
ıa a
del utilitarismo, respaldada por un ((materialismo evolucionista)), rico en referencias a Darwin, Condorcet o Comte (Schumpeter, 1983, vol. 2, pp. 47-50). Esta mezcla de creencias
liberales en las virtudes del ((laisser fairer )) [dejar hacer], de darwinismo social y de utilitarismo vulgar ha constituido, seg´n Schumpeter, el mantillo sobre el que ha descansado la
u
visi´n del mundo de la burgues´ empresarial. De este modo, el utilitarismo, asociado con
o
ıa
el liberalismo econ´mico y el darwinismo social, ha podido convertirse, bajo una forma
o
vulgarizada, en el principal instrumento capaz de lograr, en un solo movimiento, liberarse
de la moral com´n y dar una dimensi´n moral a las acciones orientadas a la obtenci´n de
u
o
o
beneficios.
22
Una de las razones por las cuales todo incremento en la riqueza de cualquier miembro de la sociedad debe, supuestamente, constituir una mejora del bienestar global de la
sociedad en su conjunto, consiste en que esta riqueza no es el resultado de privar a otro
de dicha riqueza mediante el robo, como presupone, por ejemplo, la idea de una suma
total de la riqueza estable, sino que ha sido creada en su integridad, de manera que la
suma total de la riqueza de la sociedad se ve incrementada. Los trabajos de Pareto en el
a
´mbito de la econom´ prolongando y renovando la aproximaci´n walrasiana, conducen a
ıa,
o
una redefinici´n del ´ptimo econ´mico e ilustran c´mo se fue haciendo cada vez m´s vana
o
o
o
o
a
en el seno de la econom´ cl´sica la cuesti´n de saber qui´n resulta enriquecido por este
ıa a
o
e
crecimiento de la riqueza. Una de las consecuencias pr´cticas del abandono, en la obra de
a
Pareto, de una utilidad medible, en el tr´nsito del siglo XIX al XX, es que a partir de ese
a

16
En los usos m´s cotidianos y en los discursos p´blicos de los principales aca
u
tores que se encargan de realizar la ex´gesis de los actos econ´micos –jefes
e
o
de empresa, pol´
ıticos, periodistas, etc.–, el recurso a esta vulgata permite
vincular, de forma ´
ıntima y a la vez lo suficientemente vaga, beneficio individual (o local) y beneficio global, resolviendo de este modo la exigencia de
justificaci´n de las acciones que concurren en la acumulaci´n. Para este tipo
o
o
de justificaciones resulta evidente que el coste moral espec´
ıfico (entregarse a
la pasi´n por el lucro) de la puesta en marcha de una sociedad adquisitiva
o
(coste que preocupaba a´n a Adam Smith), dif´
u
ıcilmente cuantificable, se
encuentra ampliamente compensado por las ventajas cuantificables (bienes
materiales, salud,. . . ) de la acumulaci´n. Permiten tambi´n sostener que el
o
e
crecimiento global de la riqueza, sea quien sea el beneficiario, es un criterio
de determinaci´n del bien com´n, de lo cual da fe todos los d´ el hecho de
o
u
ıas
presentar la salud de las empresas de un pa´ –medida por sus tasas de beneıs
ficio, su nivel de actividad y de crecimiento– como un criterio de medida del
bienestar social23 . Este inmenso trabajo social llevado a cabo para instaurar el progreso material individual como un –si no el – criterio del bienestar
momento resultaba imposible comparar las utilidades de dos elementos diferentes y, por lo
tanto, de responder a la cuesti´n de saber si el crecimiento en un aspecto determinado era
o
m´s beneficioso para la sociedad que el crecimiento en otro aspecto. La teor´ del equilia
ıa
brio paretiana permite tambi´n sostener que es imposible juzgar en t´rminos de bienestar
e
e
global el efecto de un desplazamiento de la riqueza de un punto a otro, ya que la p´rdida
e
de utilidad de ciertos miembros no se puede compensar con la ganancia de utilidad de
otros. Vemos pues que hay dos usos posibles de la teor´ del equilibrio de Pareto: o bien
ıa
reconocemos que no existe ning´n reparto de riquezas bueno en s´ mismo que pueda deteru
ı
minarse cient´
ıficamente gracias a la econom´ acept´ndose de este modo los repartos tal
ıa,
a
y como se hacen; o bien constatamos la incapacidad de la ciencia econ´mica para resolver
o
semejante cuesti´n y la transferimos al plano pol´
o
ıtico sin demasiado entusiasmo. De este
modo Pareto proporcionar´ argumentos, sin pretenderlo realmente, a los defensores del
a
Estado del bienestar.
23
Lo que conduce a considerar globalmente al pa´ como una ((empresa)), met´fora reıs
a
ductora pero frecuente. O. Giarini (1981, 1983) muestra cu´nto se aleja la noci´n de PNB
a
o
de la de bienestar social, a´n cuando se acepte reducir este bienestar al simple aumento
u
del nivel de vida. Al incorporar los valores a˜adidos de todas las empresas, el PNB no
n
se˜ala, por ejemplo, que algunos de estos valores a˜adidos se encuentran vinculados a
n
n
mercados de reparaci´n de da˜os producidos por otros sectores a la econom´ La suma
o
n
ıa.
de los valores a˜adidos de aquellos que destruyen el entorno y de aquellos que lo protegen
n
no puede en ning´n caso pretender expresar una verdadera mejora para el ciudadano por
u
m´s que se incremente el indicador del PNB. ((Lo que hay m´s bien es una transferencia de
a
a
gastos, que tiene como efecto un crecimiento real neto de la riqueza y del bienestar [. . . ],
a otro tipo de gastos que son esenciales para el mantenimiento del sistema de mercado))
(1983, p. 308). Otros valores a˜adidos que vienen a agregarse est´n simplemente ligados a
n
a
la mercantilizaci´n de actividades que permanec´ anteriormente fuera de la esfera moneo
ıan
taria (como el desarrollo de los platos precocinados que est´n reemplazando en parte a la
a
cocina familiar, un mercado que, ciertamente crea beneficios monetarios pero no aumenta
necesariamente los niveles de vida). Giarini (1983) llega a afirmar : ((Se produce muy a
menudo un crecimiento cero o un crecimiento negativo en la riqueza y el bienestar real
incluso cuando los indicadores econ´micos del producto nacional bruto son positivos )) (p.
o
310).

17
social, ha permitido al capitalismo adquirir una legitimidad sin precedentes,
logrando legitimar al mismo tiempo sus objetivos y su motor.
Los trabajos realizados por la ciencia econ´mica permiten tambi´n soso
e
tener que, entre dos organizaciones econ´micas diferentes, orientadas ambas
o
hacia el bienestar material, la organizaci´n capitalista es siempre m´s eficaz.
o
a
La libertad de empresa y la propiedad privada de los medios de producci´n
o
´
introducen en el sistema la competencia o su posibilidad. Esta, desde el
momento en que existe, aunque no sea pura y perfecta, es el medio m´s
a
seguro para que los clientes se beneficien del mejor servicio al menor coste.
Aunque su principal preocupaci´n sea la acumulaci´n de capital, los capio
o
talistas tambi´n est´n obligados a satisfacer a los consumidores para lograr
e
a
sus objetivos. Es as´ como, extensivamente, la empresa privada competitiı
va es juzgada siempre como m´s eficaz y eficiente que la organizaci´n no
a
o
lucrativa (pero lo es pagando el precio, siempre olvidado, de una mutaci´n
o
del aficionado al arte, del ciudadano, del estudiante, del ni˜o con respecto
n
a sus profesores, del beneficiario de la ayuda social. . . en consumidor). La
privatizaci´n y la mercantilizaci´n m´xima de todos los servicios son, de
o
o
a
este modo, vistas socialmente como las mejores soluciones, ya que reducen
el despilfarro de recursos y obligan a anticiparse a lo que esperan los clientes
24 .
A los t´picos de la utilidad, del bienestar global o del progreso –movilizados
o
de forma casi inmutable desde hace dos siglos–, a la justificaci´n en t´rminos
o
e
de eficacia sin igual a la hora de ofrecer bienes y servicios, hay que a˜adir,
n
por supuesto, la referencia a los poderes liberadores del capitalismo y a la
libertad pol´
ıtica como efecto colateral de la libertad econ´mica. Los tipos de
o
argumentos que se presentan a este respecto evocan la liberaci´n que supone
o
el r´gimen salarial con respecto a la servidumbre, el espacio de libertad que
e
permite la propiedad privada o, incluso, el hecho de que las libertades pol´
ıticas en la ´poca moderna no han existido nunca, salvo de forma epis´dica,
e
o
en ning´n pa´ abierta y fundamentalmente anticapitalista, a pesar tamu
ıs
bi´n de que tampoco todos los pa´ capitalistas conozcan dichas libertades
e
ıses
25 .
pol´
ıticas
24
Esta posici´n, seg´n la cual la organizaci´n mercantil es siempre m´s eficaz, ha sido
o
u
o
a
desarrollada recientemente por te´ricos de la econom´ de la burocracia (V´ase Greffe
o
ıa
e
[1979] y Terny [1980] para una introducci´n a la cuesti´n).
o
o
25
Milton Friedman (1962), en su c´lebre ensayo Capitalism and freedom, es uno de los
e
m´s ardientes defensores de la t´sis seg´n la cual las libertades pol´
a
e
u
ıticas no son posibles m´s
a
que en el marco de las relaciones capitalistas: ((Los acuerdos econ´micos desempe˜an un
o
n
doble papel en la promoci´n de una sociedad libre. Por un lado, la libertad de establecer
o
acuerdos econ´micos es un componente de la libertad entendida en un sentido amplio,
o
a pesar de que la libertad econ´mica es un fin en s´ misma; por otro lado, la libertad
o
ı
econ´mica es un medio indispensable para la realizaci´n de la libertad pol´
o
o
ıtica)) (p. 8).
Pero admite tambi´n que el capitalismo, por s´ mismo, no asegura la libertad: ((La historia
e
ı
sugiere tan s´lo que el capitalismo es una condici´n necesaria para la libertad pol´
o
o
ıtica.
Claramente, no es una condici´n suficiente. La Italia y la Espa˜a fascistas, la Alemania
o
n
en distintos momentos de los ultimos 70 a˜os, Jap´n antes de ambas guerras mundiales,
´
n
o

18
Evidentemente, ser´ poco realista no tener en cuenta estos tres pilares
ıa
justificativos centrales del capitalismo –progreso material, eficacia y eficiencia en la satisfaci´n de las necesidades, modo de organizaci´n social favorable
o
o
al ejercicio de las libertades econ´micas y compatible con reg´
o
ımenes pol´
ıticos
liberales– en el esp´
ıritu del capitalismo.
Pero precisamente a causa de su car´cter excesivamente general y estaa
ble en el tiempo, estos elementos26 no bastan para obtener el compromiso
de las personas ordinarias en las circunstancias concretas de la vida y, en
particular, de la vida en el trabajo, para facilitarles recursos argumentativos
que les permitan hacer frente a las denuncias o a las cr´
ıticas que puedan
serles dirigidas personalmente. Es poco probable que un trabajador asalariado se regocije verdaderamente de que su trabajo sirva para incrementar el
PIB de la naci´n, de que permita mejorar el bienestar de los consumidores,
o
o de que est´ inserto en un sistema que garantiza la libertad de empresa,
e
de venta y de compra, porque posiblemente le cueste establecer un v´
ınculo
entre estas ventajas generales y las condiciones de vida y de trabajo propias
y de sus allegados. A menos que se haya enriquecido directamente sacando
partido de la libre empresa –algo que est´ reservado a un reducido n´mero
a
u
de personas– o de que haya obtenido, gracias al trabajo elegido libremente,
una holgura financiera suficiente como para aprovecharse plenamente de las
posibilidades de consumo que ofrece el capitalismo, le faltar´n demasiadas
a
mediaciones para que la propuesta de adhesi´n que le es hecha pueda alimeno
tar su imaginaci´n27 y encarnarse en hechos y gestos en la vida cotidiana.
o
Frente a lo que podr´
ıamos denominar –parafraseando a M.Weber– el
capitalismo de c´tedra, un capitalismo que repite desde arriba el dogma
a
liberal, las expresiones del esp´
ıritu del capitalismo que nos interesan deben
incorporarse en descripciones lo suficientemente consistentes y detalladas,
as´ como comportar los suficientes asideros, como para sensibilizar a aquellos
ı
a los que se dirige, es decir, ser capaces, simultaneamente, de aproximarse a
su experiencia moral de la vida cotidiana y proponerles modelos de acci´n en
o
los que puedan apoyarse. Veremos c´mo el discurso de la gesti´n empresarial,
o
o
discurso que pretende ser a la vez formal e hist´rico, global y situado, que
o
la Rusia zarista antes de la Primera Guerra Mundial, son todas ellas sociedades que no
podemos describir como pol´
ıticamente libres. Sin embargo, en cada una de ellas, la empresa
privada era la forma predominante de organizaci´n econ´mica. Por lo tanto, es posible que
o
o
se produzcan simultaneamente acuerdos econ´micos de tipo capitalista y acuerdos pol´
o
ıticos
contrarios a la libertad)) (p. 10).
26
Es probable que este aparato justificativo baste para implicar a los capitalistas y
sea movilizado cada vez que la discusi´n alcance un nivel de generalidad muy alto (el
o
porqu´ del sistema y no el porqu´ de tal o cual acci´n o decisi´n), as´ como cuando no
e
e
o
o
ı
se encuentra ninguna justificaci´n m´s pr´xima a la disputa, lo que suele ocurrir, desde
o
a
o
nuestro punto de vista, cuando el esp´
ıritu del capitalismo es d´bil.
e
27
Las ideolog´
ıas, para poder servir a la acci´n, han de estar incorporadas en formas
o
discursivas que comprendan mediaciones lo suficientemente numerosas y lo suficientemente
diversas como para alimentar la imaginaci´n frente a las situaciones concretas de la vida;
o
en este sentido, v´ase Boltanski (1993), pp. 76-87.
e

19
mezcla preceptos generales y ejemplos paradigm´ticos, constituye hoy la
a
forma por excelencia en la que el esp´
ıritu del capitalismo se materializa y se
comparte.
Este tipo de discurso se dirige ante todo a los cuadros, cuya adhesi´n al
o
capitalismo es particularmente indispensable para la buena marcha de las
empresas y para la formaci´n de beneficios. El problema, sin embargo, es que
o
el alto nivel de compromiso exigido no puede obtenerse por pura coacci´n, a
o
la vez que, en la medida en que est´n menos sometidos a la necesidad que los
a
obreros, pueden oponer una resistencia pasiva, comprometerse con reticencias, o incluso minar el orden capitalista critic´ndolo desde dentro. Existe
a
tambi´n el peligro con los hijos de la burgues´ que constituyen el vivero
e
ıa,
casi natural de reclutamiento de los cuadros y pueden iniciar un movimiento
de defecci´n, por emplear la expresi´n de A. Hirschman (1972), dirigi´ndose
o
o
e
hacia profesiones menos integradas en el juego capitalista (profesiones liberales, arte y ciencia, servicio p´blico) o incluso retirarse parcialmente del
u
mercado de trabajo, posibilidades todas ellas tanto m´s probables cuanto
a
m´s numerosa sea su posesi´n de recursos diversificados (escolares, patrimoa
o
niales y sociales).
As´ pues, el capitalismo debe complementar su aparato justificativo, en
ı
un primer momento, en direcci´n a los cuadros o de los futuros cuadros.
o
Si, en el transcurso normal de su vida profesional, ´stos son convencidos en
e
su mayor´ de adherirse al sistema capitalista, ya sea por razones financieıa
ras (miedo al paro principalmente, sobre todo si est´n endeudados y con
a
cargas familiares) o por dispositivos cl´sicos de sanciones y recompensas
a
(dinero, ventajas diversas, esperanzas de promoci´n. . . ), podemos pensar
o
que las exigencias de justificaci´n se desarrollar´n particularmente en los
o
a
periodos caracterizados, como ocurre en la actualidad, por un lado, por un
fuerte crecimiento num´rico de los cuadros, con la llegada a las empresas
e
de numerosos cuadros j´venes provenientes del sistema educativo, escasao
mente motivados y en b´squeda de incitaciones normativas28 y, por otro,
u
28

El n´mero de cuadros ha crecido de forma importante entre el censo de 1982 y el
u
de 1990. La categor´ de ((cuadros administrativos y comerciales)) ha ganado m´s de
ıa
a
189.000 personas, la de ((ingenieros y cuadros t´cnicos de empresa)) m´s de 220.000, la
e
a
de ((profesiones intermedias administrativas y comerciales de empresa)) m´s de 423.000.
a
Una parte de los efectivos que aseguran el crecimiento de estas subcategor´ provienen
ıas
de capas sociales tradicionalemente m´s distantes, inclusive hostiles al capitalismo, como
a
es el caso de los hijos del profesorado que est´n particularmente bien preparados para
a
superar las pruebas escolares que abren las puertas a la ense˜anza superior y a las grandes
n
escuelas, pero peor preparados normativamente que los hijos de la burgues´ de negocios
ıa
para el ejercicio de un poder jer´rquico o econ´mico. Como demuestran numerosos estua
o
dios, el crecimiento del n´mero de diplomados no s´lo tiene consecuencias num´ricas, sino
u
o
e
que modifica tambi´n las caracter´
e
ısticas de aquellos que poseen tales t´
ıtulos, a resultas de
un cambio en su origen social por el efecto de la democratizaci´n del acceso a la ense˜anza
o
n
superior. El efecto de ((se˜alizaci´n)) de los diplomas (Spence, 1973) se ve perturbado. En
n
o
realidad, el diploma no aporta tan s´lo informaci´n sobre el tipo de conocimientos supueso
o
tamente adquiridos, sino tambi´n sobre el tipo de cultura, en el sentido antropol´gico del
e
o

20
por profundas transformaciones que obligan a los cuadros m´s veteranos a
a
reciclarse, algo que les resultar´ m´s sencillo si logran dar un sentido a los
a a
cambios de orientaci´n que les son impuestos y vivirlos como fruto de la
o
libre elecci´n.
o
Los cuadros, en la medida en que son al mismo tiempo asalariados y
portavoces del capitalismo, constituyen, por su posici´n –sobre todo si los
o
comparamos con otros miembros de las empresas–, un objetivo prioritario de
la cr´
ıtica –en particular de la efectuada por sus subordinados–, una cr´
ıtica
a la que a menudo ellos mismos est´n dispuestos tambi´n a prestar un o´
a
e
ıdo
atento. No les basta tan s´lo con las ventajas materiales que se les conceden,
o
sino que deben tambi´n disponer de argumentos para justificar su posici´n
e
o
y, de forma m´s general, los procedimientos de selecci´n de los que son proa
o
ducto o que ellos mismos han puesto en marcha. Una de sus necesidades de
justificaci´n es el mantenimiento de una separaci´n culturalmente tolerable
o
o
entre su propia condici´n y la de los trabajadores que tienen a sus ´rdenes
o
o
(como muestran, por ejemplo, en el punto de inflexi´n hist´rico de la d´cada
o
o
e
de 1970, las reticencias de numerosos j´venes ingenieros de las grandes eso
cuelas, formados de manera m´s permisiva que las generaciones anteriores,
a
a mandar sobre los O.S. [obrero descualificado]29 , asignados a tareas muy
repetitivas y sometidos a una severa disciplina de f´brica).
a
Las justificaciones del capitalismo que aqu´ nos interesan no ser´n, por lo
ı
a
tanto, aquellas que los capitalistas o los economistas universitarios puedan
desarrollar de cara al exterior y, en particular, de cara al mundo pol´
ıtico, sino las justificaciones destinadas prioritariamente a los cuadros e ingenieros.
Ahora bien, las justificaciones en t´rminos de bien com´n que necesitan dee
u
ben apoyarse en espacios de c´lculo locales para poder ser eficaces. Sus juicios
a
hacen referencia, en primer lugar, a la empresa en la que trabajan y al grado
en que las decisiones tomadas en su nombre son defendibles en cuanto a sus
consecuencias sobre el bien com´n de los asalariados empleadas en la misma
u
y, secundariamente, respecto al bien com´n de la colectividad geogr´fica y
u
a
pol´
ıtica en la cual est´ inserta. A diferencia de los dogmas liberales, estas
a
justificaciones situadas est´n sujetas al cambio, debiendo vincular las preoa
t´rmino y, finalmente, sobre el tipo de seres humanos. El mero conocimiento de la posesi´n
e
o
de un diploma ya no proporciona las informaciones t´citas y laterales que permit´
a
ıan, en
una etapa anterior, ((hacerse una idea)) intuitiva –es decir, fundada sobre la experiencia
social ordinaria– del tipo de persona ((a la que nos enfrent´bamos)), porque los titulares de
a
un mismo diploma pueden diferir fuertemente unos de otros en el resto de aspectos (sobre
todo con respecto a las generaciones anteriores poseedoras del mismo diploma).
29
Ouvrier Sp´cialis´: obrero descualificado. T´rmino acu˜ado en la sociolog´ del trabajo
e
e
e
n
ıa
francesa, figura caracter´
ıstica del capitalismo de la producci´n en cadena de la gran f´brica
o
a
fordista. El O.S. conformaba un trabajador asignado a una tarea repetitiva dentro de la
cadena de montaje en la que se insertaba como una simple extensi´n de la m´quina.
o
a
Los O.S., durante mucho tiempo la fuerza hegem´nica del movimiento obrero, fueron los
o
protagonistas del importante ciclo de luchas que tuvo su momento ´lgido a lo largo de la
a
d´cada de 1960 [N. del T.].
e

21
cupaciones expresadas en t´rminos de justicia con las pr´cticas ligadas a
e
a
las diferentes etapas hist´ricas del capitalismo y con las formas espec´
o
ıficas
de obtener beneficios caracter´
ısticas de una ´poca. Al mismo tiempo, estas
e
justificaciones deben suscitar disposiciones a la acci´n y proporcionar la seo
guridad de que las acciones emprendidas son moralmente aceptables. De este
modo, en cada momento hist´rico, el esp´
o
ıritu del capitalismo se manifiesta
indisociablemente en las evidencias de las que disponen los cuadros en lo que
respecta a las ((buenas)) acciones que han de realizar para obtener beneficios
y a la legitimidad de estas acciones.
Adem´s de las justificaciones en t´rminos de bien com´n, necesarias
a
e
u
para responder a la cr´
ıtica y explicarse frente a los dem´s, los cuadros,
a
en particular los cuadros j´venes, necesitan tambi´n, como los empresarios
o
e
weberianos, encontrar motivos personales para el compromiso. Para que el
compromiso valga la pena, para que les resulte atractivo, el capitalismo debe
presentarse ante ellos en actividades que, en comparaci´n con oportunidades
o
alternativas, pueden ser calificadas de ((excitantes)), es decir, portadoras,
con variaciones seg´n las ´pocas, de posibilidades de autorrealizaci´n y de
u
e
o
espacios de libertad para la acci´n.
o
Sin embargo, como veremos a continuaci´n con mayor detalle, este anhelo
o
de autonom´ suele encontrarse con otra demanda con la que suele entrar en
ıa
tensi´n: la b´squeda de seguridad.. En efecto, el capitalismo debe ser capaz
o
u
de inspirar a los cuadros la confianza en la posibilidad de beneficiarse del
bienestar que les promete de forma duradera para ellos mismos (de forma al
menos tan duradera, si no m´s, que en las situaciones sociales alternativas
a
a las cuales han renunciado con su adhesi´n al capitalismo) y de garantizar
o
a sus hijos el acceso a posiciones que les permitan conservar los mismos
privilegios.
El esp´
ıritu del capitalismo propio de cada ´poca debe proporcionar, en
e
t´rminos hist´ricamente variables, elementos capaces de apaciguar la inquiee
o
tud suscitada por las tres siguientes cuestiones:
¿De qu´ manera puede el compromiso con el proceso de acumulaci´n
e
o
capitalista ser una fuente de entusiasmo incluso para aquellos que no
ser´n los primeros en aprovecharse de los beneficios realizados?
a
¿Hasta qu´ punto aquellos que se implican en el cosmos capitalista
e
pueden tener la garant´ de una seguridad m´
ıa
ınima para ellos y para
sus hijos?
¿C´mo justificar, en t´rminos de bien com´n, la participaci´n en la
o
e
u
o
empresa capitalista y defender, frente a las acusaciones de injusticia,
la forma en que es animada y gestionada?

22
Las diferentes etapas hist´ricas del esp´
o
ıritu del capitalismo
Las transformaciones del esp´
ıritu del capitalismo que se perfilan en la
actualidad –y a las cuales est´ consagrado este libro– no son, desde luea
go, las primeras que ha conocido. Adem´s de esa especie de reconstrucci´n
a
o
arqueol´gica del ethos inspirador del capitalismo original que encontramos
o
en la obra de Weber, disponemos al menos de dos descripciones estilizadas o tipificadas del esp´
ıritu del capitalismo. Cada una de ellas especifica
los diferentes componentes se˜alados m´s arriba e indica, para su momento
n
a
hist´rico, el tipo de gran aventura dinamizadora que pudo representar el
o
capitalismo, los s´lidos cimientos que eran necesarios de cara al futuro y las
o
respuestas al ansia de una sociedad justa que el capitalismo pudo representar. Son estas diferentes combinaciones entre autonom´ seguridad y bien
ıa,
com´n las que recordaremos ahora de forma muy esquem´tica.
u
a
La primera descripci´n, llevada a cabo a finales del siglo XIX –tanto
o
en la novela como en las ciencias sociales propiamente dichas– coloca su
epicentro en la figura del burgu´s emprendedor y en la descripci´n de los
e
o
valores burgueses. La figura del emprendedor, del capit´n de industria, del
a
conquistador (Sombart, 1928, p. 55), concentra los elementos heroicos de
la descripci´n30 , haciendo ´nfasis en el juego, la especulaci´n, el riesgo y la
o
e
o
innovaci´n. A un nivel m´s general, para categor´ m´s numerosas, la aveno
a
ıas a
tura capitalista significa en primer lugar la liberaci´n, ante todo espacial o
o
geogr´fica, posibilitada por el desarrollo de los medios de comunicaci´n y
a
o
el avance del trabajo asalariado, que permiten a los j´venes emanciparse de
o
las comunidades locales, del sometimiento a la tierra y del arraigo familiar,
y posibilitan la huida del pueblo, del gueto y de las formas tradicionales de
dependencia personal. En contrapartida, la figura del burgu´s y de la moral
e
burguesa aportan los elementos de seguridad gracias a una combinaci´n orio
ginal que a˜ade a las disposiciones econ´micas innovadoras (avaricia, esp´
n
o
ıritu
de ahorro, tendencia a racionalizar la vida cotidiana en todos sus aspectos,
desarrollo de las capacidades necesarias para la contabilidad, el c´lculo y la
a
previsi´n), disposiciones dom´sticas tradicionales: la importancia otorgada
o
e
a la familia, al linaje, al patrimonio, a la castidad de las hijas para evitar
las uniones desafortunadas y la dilapidaci´n del capital; el car´cter familiar
o
a
o patriarcal de las relaciones mantenidas con los empleados (Braudel, 1979,
pp. 526-527) –que ser´ denunciado como paternalismo– donde las formas
a
de subordinaci´n contin´an siendo de tipo personal, en el seno de empresas
o
u
generalmente de reducido tama˜o; el papel concedido a la caridad como alin
vio del sufrimiento de los pobres, etc. (Procacchi, 1993). Las justificaciones
de mayor generalidad que hacen referencia a formulaciones del bien com´n,
u
tendr´ menos que ver con la referencia al liberalismo econ´mico, al merıan
o
30
V´ase, por ejemplo, el libro de Charles Moraz´ (1957), Les Bourgeois conqu´rants,
e
e
e
sobre todo el pr´logo y la parte consagrada a los ferrocarriles (pp. 205-216).
o

23
cado31 o a la econom´ cient´
ıa
ıfica –cuya difusi´n continuaba siendo bastante
o
limitada– que con la creencia en el progreso, en el futuro, en la ciencia, en la
t´cnica o en las ventajas de la industria. Se trataba de un utilitarismo vulgar
e
que pretend´ justificar los sacrificios que exig´ el avance del progreso. Preıa
ıa
cisamente esta amalgama de disposiciones y valores muy diferentes e incluso
incompatibles –sed de beneficios y moralismo, avaricia y caridad, cientificismo y tradicionalismo familiar– que constituye el eje principal de la divisi´n
o
de los burgueses entre s´ mismos de la que habla Fran¸ois Furet (1995, pp.
ı
c
19-35), explica lo que ser´ denunciado m´s un´nime y duraderamente en el
a
a
a
esp´
ıritu burgu´s: su hipocres´
e
ıa.
Una segunda caracterizaci´n del esp´
o
ıritu del capitalismo encuentra su
pleno desarrollo entre la d´cada de 1930 y la de 1960. En este caso el ´nfae
e
sis apunta no tanto al empresario individual, sino a la organizaci´n. Esta
o
segunda caracterizaci´n gira en torno al desarrollo –a principios del siglo
o
XX– de la gran empresa industrial centralizada y burocratizada, fascinada
por el gigantismo. Este segundo esp´
ıritu del capitalismo tiene como figura
heroica al director32 quien, a diferencia del accionista que busca aumentar
su riqueza personal, se encuentra atravesado por la voluntad de hacer crecer
sin l´
ımites el tama˜o de la empresa que tiene a su cargo, de manera que
n
pueda llevarse a cabo una producci´n en masa que encontrar´ su raz´n de
o
ıa
o
ser en las econom´ de escala, en la estandarizaci´n de los productos, en la
ıas
o
organizaci´n racional del trabajo y en las nuevas t´cnicas de extensi´n de
o
e
o
los mercados (marketing). Para los j´venes diplomados resultaban particuo
larmente ((excitantes)) las oportunidades que ofrec´ las organizaciones de
ıan
acceder a posiciones de poder desde las que poder cambiar el mundo y, para
la gran mayor´ de conseguir liberarse del reino de la necesidad, logrando
ıa,
la realizaci´n de los deseos gracias a la producci´n en masa y a su corolario,
o
o
el consumo de masas.
En esta versi´n, la dimensi´n securitaria queda garantizada por la fe
o
o
puesta en la racionalidad y la planificaci´n a largo plazo –tarea prioritaria
o
de los dirigentes– y, sobre todo, por el gigantismo mismo de las organizaciones, las cuales se convierten en ambientes protectores que ofrecen no s´lo
o
oportunidades de hacer carrera, sino que tambi´n intervienen en la vida coe
tidiana (vivienda oficial, centros de vacaciones, organismos de formaci´n...)
o
siguiendo el modelo del ej´rcito (tipo de organizaci´n del que IBM fue el
e
o
paradigma durante los a˜os 1950-1960).
n
La referencia al bien com´n est´ asegurada no s´lo por su imbricaci´n
u
a
o
o
31
Hablando del liberalismo econ´mico, tal y como lo encontramos en la econom´ pol´
o
ıa
ıtica
inglesa del siglo XIX, en particular en Adam Smith, P. Rosanvallon escribe : ((La sociedad
industrial del siglo XIX dio forma a un mundo opuesto por completo a esta representaci´n))
o
(Rosanvallon, 1979, p. 222).
32
V´ase Bearl and Means (1932) y Burnham (1941) para una primera descripci´n,
e
o
Chandler (1977) para un trabajo hist´rico m´s reciente sobre el advenimiento de los dio
a
rectivos empresariales asalariados.

24
con un ideal de orden industrial encarnado por los ingenieros –creencia en
el progreso, esperanza puesta en la ciencia y la t´cnica, la productividad
e
y la eficacia– m´s rico de significados a´n que en la anterior versi´n, sino
a
u
o
tambi´n a trav´s de un ideal que podr´
e
e
ıamos calificar de c´
ıvico, en la medida
en que hace hincapi´ en la solidaridad institucional, la socializaci´n de la
e
o
producci´n, de la distribuci´n y del consumo, as´ como en la colaboraci´n
o
o
ı
o
entre las grandes firmas y del Estado en una perspectiva de justicia social.
La existencia de directores asalariados y el desarrollo de las categor´ de
ıas
t´cnicos, de ((organizadores)), la constituci´n, en Francia, de la categor´ de
e
o
ıa
los cuadros (Boltanski, 1982), la multiplicaci´n de propietarios constituidos
o
por personas morales m´s que por personas f´
a
ısicas o las limitaciones a la
propiedad privada de la empresa a causa del desarrollo de los derechos de
los asalariados y de la existencia de reglas burocr´ticas que restringen las
a
prerrogativas patronales en materia de gesti´n de personal, son interpreo
tadas como muestras de un cambio en profundidad del capitalismo que se
caracterizar´ por una atenuaci´n de la lucha de clases, por una disociaci´n
ıa
o
o
de la propiedad del capital y del control sobre la empresa (que es transferido a la ((tecnoestructura))) (Galbraith, 1952, 1968) y por la aparici´n de
o
un nuevo capitalismo animado por un esp´
ıritu de justicia social. Tendremos
ocasi´n de volver una y otra vez sobre las especificidades de este ((segundo))
o
esp´
ıritu del capitalismo.
Las transformaciones del esp´
ıritu del capitalismo acompa˜an por conn
siguiente a las profundas modificaciones de las condiciones de vida y de
trabajo, as´ como a los cambios en los anhelos –para ellos o para sus hijos–
ı
de los trabajadores, que dentro de las empresas pasan a desempe˜ar un pan
pel significativo en los procesos de acumulaci´n capitalista, sin llegar a ser
o
los beneficiarios m´s privilegiados de estos. Hoy, la seguridad proporcionada
a
por los diplomas ha disminuido, las jubilaciones se encuentran amenazadas
y posibilidades de promoci´n no est´n aseguradas. La potencia de movilio
a
zaci´n del ((segundo esp´
o
ıritu)) est´ en cuesti´n, mientras que las formas de
a
o
acumulaci´n se han visto de nuevo profundamente transformadas.
o
Una de las evoluciones ideol´gicas de la situaci´n actual que puede cono
o
siderarse como m´s probable, en la medida en que parte de las capacidades
a
de supervivencia del sistema y se limita a plantear simples reorganizaciones
dentro del marco del r´gimen del capital –del que, por el momento, tras el
e
fin de la ilusi´n comunista, no se ven v´ de salida practicables–, consistir´
o
ıas
ıa,
siguiendo nuestro an´lisis, en la formaci´n en los pa´ desarrollados de un
a
o
ıses
esp´
ıritu del capitalismo m´s movilizador (y, por lo tanto, tambi´n m´s oriena
e
a
tado hacia la justicia y el bienestar social) que intentase volver a movilizar
a los trabajadores y, como m´
ınimo, a la clase media.
El ((primer)) esp´
ıritu del capitalismo, asociado como hemos visto a la
figura del burgu´s, estaba vinculado a las modalidades del capitalismo, b´sie
a
camente de tipo familiar, de una ´poca en la que no se buscaba el gigantismo,
e
salvo casos excepcionales. Los propietarios o patrones eran conocidos per25
sonalmente por sus empleados, el destino y la vida de la empresa estaban
fuertemente relacionados con los de una familia. El ((segundo)) esp´
ıritu del
capitalismo, que se organiza en torno a la figura central del director (o dirigente asalariado) y de los cuadros, est´ ligado a un capitalismo de grandes
a
empresas, lo suficientemente importantes ya como para que la burocratizaci´n y la amplia utilizaci´n de cuadros cada vez m´s diplomados sean
o
o
a
elementos centrales. No obstante, s´lo algunas de entre ellas (una minor´
o
ıa)
podr´n ser calificadas como multinacionales. El accionariado se ha vuelto
a
m´s an´nimo, y numerosas empresas se han deshecho del nombre y del desa
o
tino de una familia en particular. El ((tercer)) esp´
ıritu deber´ ser isomorfo
a
a un capitalismo ((mundializado)) que se sirve de nuevas tecnolog´ por no
ıas,
citar m´s que los dos aspectos m´s frecuentemente mencionados para definir
a
a
al capitalismo contempor´neo.
a
Las diferentes modalidades de salida de la crisis ideol´gica que comenzao
ron a ponerse en marcha en la segunda mitad de la d´cada de 1930 –momento
e
en el que comienza a perder fuerza el primer esp´
ıritu– no pod´ haber sido
ıan
previstas. Algo similar ocurre en la actualidad. La necesidad de volver a dar
un sentido al proceso de acumulaci´n y de vincularlo a las exigencias de
o
justicia social choca, en particular, con la tensi´n existente entre el inter´s
o
e
colectivo de los capitalistas en tanto que clase y sus intereses particulares
en tanto que operadores atomizados en competencia en el mercado (Wallerstein, 1985, p. 17). Ning´n operador del mercado quiere ser el primero
u
en ofrecer una ((buena vida)) a quienes contrata, porque sus costes de producci´n se ver´ incrementados, lo cual supondr´ una desventaja para la
o
ıan
ıa
competencia que le enfrenta a sus iguales. Sin embargo, a la clase capitalista
en su conjunto le interesa que las pr´cticas generales, sobre todo en lo que
a
respecta a los cuadros, permitan conservar la adhesi´n de aquellos de los que
o
depende la realizaci´n del beneficio. Podemos pensar que la formaci´n de
o
o
un tercer esp´
ıritu del capitalismo y su encarnaci´n en diferentes dispositivos
o
depender´, en gran medida, del inter´s que tenga para las multinacionales,
a
e
hoy dominantes, el mantenimiento de una zona pacificada en el centro del
sistema-mundo dentro de la cual los cuadros encuentren un espacio donde
poder formarse, criar a sus hijos y vivir con seguridad.
El origen de las justificaciones incorporadas al esp´
ıritu del capitalismo
Hemos llamado la atenci´n sobre la importancia que reviste para el cao
pitalismo la posibilidad de apoyarse en un aparato justificativo ajustado a
las formas concretas adoptadas por la acumulaci´n del capital en una ´poo
e
ca determinada, lo que significa que el esp´
ıritu del capitalismo incorpora
otros esquemas diferentes de los heredados de la teor´ econ´mica. Aunque
ıa
o
´stos ultimos permiten –ajenos a toda especificidad hist´rica33 – defender el
e
´
o
33

Cabe destacar como la microeconom´ en su corriente dominante, no se preocupa en
ıa,
absoluto de la historia y de las transformaciones sociales. Por otro lado, precisamente en
contraposici´n a Carl Menger y a la Escuela austr´
o
ıaca se constituy´, animada por Gustav
o
Schmoller, la Escuela hist´rica alemana, a la cual pertenec´ Werner Sombart y Max
o
ıan

26
principio mismo de la acumulaci´n, no poseen suficiente poder movilizador.
o
El capitalismo, sin embargo, no puede encontrar en s´ mismo ning´n
ı
u
recurso que le permita proporcionar razones para el compromiso y, m´s
a
en concreto, para formular argumentos orientados hacia una exigencia de
justicia. El capitalismo es, sin lugar a dudas, la principal forma hist´rica
o
organizadora de las pr´cticas colectivas que se encuentra absolutamente alea
jada de la esfera moral, en la medida que encuentra su finalidad en s´ misma
ı
(la acumulaci´n de capital como un fin en s´ sin apelar, no ya a un bien
o
ı)
com´n, sino incluso a los intereses de un ser colectivo como pudiera ser el
u
pueblo, el Estado o la clase social. La justificaci´n del capitalismo implica
o
referencias a construcciones de otro orden del que se desprenden exigencias
completamente diferentes de las que impone la b´squeda de beneficios.
u
As´ pues, para mantener su poder de movilizaci´n, el capitalismo deı
o
be incorporar recursos que no se encuentran en su interior, acercarse a las
creencias que disfrutan, en una ´poca determinada, de un importante poe
der de persuasi´n, y tomar en consideraci´n las ideolog´ m´s importantes
o
o
ıas a
–incluidas aquellas que le son hostiles– que se encuentran inscritas en el
contexto cultural en el cual se desarrolla. De este modo, el esp´
ıritu que, en
un momento determinado de la historia, posibilita el proceso de acumulaci´n, se encuentra impregnado por producciones culturales contempor´neas
o
a
a ´l, pero que han sido desarrolladas en la mayor´ de los casos, con fines
e
ıa
totalmente ajenos a la justificaci´n del capitalismo34 .
o
El capitalismo, enfrentado a una exigencia de justificaci´n, moviliza algo
o
((que ya est´ ah´ algo cuya legitimidad se encuentra ya garantizada y a
a ı)),
lo cual dar´ un nuevo sentido asoci´ndolo a la exigencia de acumulaci´n de
a
a
o
capital. Ser´ in´til tratar de separar las construcciones ideol´gicas impuras,
ıa u
o
destinadas a servir para la acumulaci´n capitalista, de las ideas puras y
o
libres de todo compromiso que permitir´ criticarla, pues a menudo son los
ıan
mismos paradigmas los que se ven implicados a la par en la denuncia y en
la justificaci´n de lo denunciado.
o
Podemos comparar el proceso a trav´s del cual se incorporan al capitalise
mo ideas que, en principio, le eran ajenas, cuando no hostiles, con el proceso
Weber. Lo que preocupaba a estos economistas-soci´logos era articular una posici´n ino
o
terpretativa que se ubicase entre el empirismo hist´rico puro y la abstracci´n marginalista
o
o
para ((poder tratar los hechos econ´micos desde el ´ngulo de una teor´ es decir, tratando
o
a
ıa,
de descubrir, con la ayuda de conceptos y de tipos ideales construidos a partir de material
hist´rico, los principios mismos de los sistemas y de los procesos econ´micos)) (H. Bruhns,
o
o
1997, pp. 95-120). Podemos rastrear las huellas de este proyecto intelectual que trata de
conciliar la perspectiva te´rica y la hist´rica, en la econom´ de la regulaci´n y en la ecoo
o
ıa
o
nom´ de las convenciones, lo que explica, por otro lado, el hecho de que estas corrientes
ıa
se vean marginadas por las modalidades predominantes de la microeconom´
ıa.
34
Seguimos aqu´ la actitud adoptada por Weber: ((debemos contar con que los efectos
ı
de la Reforma sobre la cultura, en gran medida –por no decir preponderantemente– hayan constituido consecuencias no previstas, no queridas, de la obra de los reformadores,
consecuencias a menudo muy alejadas de todo aquello que se hab´ propuesto alcanzar,
ıan
a veces incluso en contradicci´n con estos fines)) (Weber, 1964, pp. 101-102).
o

27
de aculturaci´n descrito por Dumont (1991), que se˜ala c´mo la ideolog´
o
n
o
ıa
moderna dominante del individualismo se difundi´ forjando compromisos
o
con las culturas preexistentes. Del encuentro entre dos conjuntos de ideasvalores y de su conflicto, nacen nuevas representaciones que son ((una especie
de s´
ıntesis, [. . . ] m´s o menos radical, algo as´ como una alianza de dos tipos
a
ı
de ideas y de valores: unos, de inspiraci´n holista y aut´ctonos, otros too
o
mados prestados a la configuraci´n individualista predominante)) (Dumont,
o
1991, p. 29). Un efecto notable de este proceso de aculturaci´n consiste en
o
que ((las representaciones individualistas no s´lo no se diluyen ni se edulcoo
ran a trav´s de las combinaciones que las recorren, sino que, al contrario,
e
extraen de estas asociaciones con sus contrarios, por un lado, una adaptabilidad superior, y, por otro, una mayor fuerza)) (Dumont, 1991, p. 30).
Si trasladamos este an´lisis al estudio del capitalismo (cuyo principio de
a
acumulaci´n est´ de hecho ligado a la modernidad individualista), veremos
o
a
c´mo el esp´
o
ıritu que le anima posee dos caras, una ((vuelta hacia dentro)),
como dice Dumont, es decir, hacia el proceso de acumulaci´n que se ve leo
gitimado, y otra orientada a las ideolog´ de las que se ha impregnado y
ıas
que le aportan, precisamente, aquello que el capitalismo no puede ofrecer:
razones para participar en el proceso de acumulaci´n ancladas en la realio
dad cotidiana y en contacto con los valores y preocupaciones de aquellos a
quienes le conviene movilizar 35 .
En el an´lisis de Louis Dumont, los miembros de una cultura holista cona
frontados a la cultura individualista son cuestionados y sienten la necesidad
de defenderse y justificarse, frente a lo que les parece una cr´
ıtica y un cuestionamiento de su identidad. En otros aspectos, sin embargo, pueden sentirse
atra´
ıdos por los nuevos valores y por las perspectivas de liberaci´n individual
o
y de igualdad que ofrecen. De este proceso de seducci´n-resistencia-b´squeo
u
da de autojustificaci´n nacen las nuevas representaciones capaces de generar
o
compromiso.
Pueden hacerse las mismas observaciones a prop´sito del esp´
o
ıritu del
´
capitalismo. Este se transforma para responder a la necesidad de justificaci´n de las personas comprometidas, en un momento determinado, en el
o
proceso de acumulaci´n capitalista. Sin embargo, sus valores y representao
ciones, recibidos como herencia cultural, est´n todav´ asociados a formas
a
ıa
de acumulaci´n anteriores, vinculados a la sociedad tradicional en el caso
o
del nacimiento del ((primer esp´
ıritu)) o a un esp´
ıritu precedente en el caso del
paso a los esp´
ıritus del capitalismo posteriores. Lo fundamental ser´ lograr
a
que resulten seductoras las nuevas formas de acumulaci´n (la dimensi´n exo
o
citante que requiere todo esp´
ıritu), pero teniendo en cuenta su necesidad
de autojustificaci´n (apoy´ndose en la referencia a un bien com´n) y leo
a
u
((Estas nuevas representaciones tienen dos caras: una girada hacia adentro, principalmente de tipo autojustificador, y la otra vuelta hacia la cultura dominante, universalista))
(Dumont, 1991, p. 29).
35

28
7240021 boltanski-y-chiapello-el-nuevo-espiritu-del-capitalismo-introduccion
7240021 boltanski-y-chiapello-el-nuevo-espiritu-del-capitalismo-introduccion
7240021 boltanski-y-chiapello-el-nuevo-espiritu-del-capitalismo-introduccion
7240021 boltanski-y-chiapello-el-nuevo-espiritu-del-capitalismo-introduccion
7240021 boltanski-y-chiapello-el-nuevo-espiritu-del-capitalismo-introduccion
7240021 boltanski-y-chiapello-el-nuevo-espiritu-del-capitalismo-introduccion
7240021 boltanski-y-chiapello-el-nuevo-espiritu-del-capitalismo-introduccion
7240021 boltanski-y-chiapello-el-nuevo-espiritu-del-capitalismo-introduccion
7240021 boltanski-y-chiapello-el-nuevo-espiritu-del-capitalismo-introduccion
7240021 boltanski-y-chiapello-el-nuevo-espiritu-del-capitalismo-introduccion
7240021 boltanski-y-chiapello-el-nuevo-espiritu-del-capitalismo-introduccion
7240021 boltanski-y-chiapello-el-nuevo-espiritu-del-capitalismo-introduccion
7240021 boltanski-y-chiapello-el-nuevo-espiritu-del-capitalismo-introduccion
7240021 boltanski-y-chiapello-el-nuevo-espiritu-del-capitalismo-introduccion
7240021 boltanski-y-chiapello-el-nuevo-espiritu-del-capitalismo-introduccion
7240021 boltanski-y-chiapello-el-nuevo-espiritu-del-capitalismo-introduccion
7240021 boltanski-y-chiapello-el-nuevo-espiritu-del-capitalismo-introduccion
7240021 boltanski-y-chiapello-el-nuevo-espiritu-del-capitalismo-introduccion
7240021 boltanski-y-chiapello-el-nuevo-espiritu-del-capitalismo-introduccion
7240021 boltanski-y-chiapello-el-nuevo-espiritu-del-capitalismo-introduccion
7240021 boltanski-y-chiapello-el-nuevo-espiritu-del-capitalismo-introduccion
7240021 boltanski-y-chiapello-el-nuevo-espiritu-del-capitalismo-introduccion
7240021 boltanski-y-chiapello-el-nuevo-espiritu-del-capitalismo-introduccion
7240021 boltanski-y-chiapello-el-nuevo-espiritu-del-capitalismo-introduccion
7240021 boltanski-y-chiapello-el-nuevo-espiritu-del-capitalismo-introduccion
7240021 boltanski-y-chiapello-el-nuevo-espiritu-del-capitalismo-introduccion
7240021 boltanski-y-chiapello-el-nuevo-espiritu-del-capitalismo-introduccion
7240021 boltanski-y-chiapello-el-nuevo-espiritu-del-capitalismo-introduccion
7240021 boltanski-y-chiapello-el-nuevo-espiritu-del-capitalismo-introduccion

Más contenido relacionado

La actualidad más candente

La cuestión social en la primera decada del sxxi martinetto
La cuestión social en la primera decada del sxxi martinettoLa cuestión social en la primera decada del sxxi martinetto
La cuestión social en la primera decada del sxxi martinettoalem2112
 
Descolonizar la subjetividad isabel rauber
Descolonizar la subjetividad isabel rauberDescolonizar la subjetividad isabel rauber
Descolonizar la subjetividad isabel rauberFeliannyMontero
 
Resumen lectura del articulo de Aníbal Quijano.
Resumen lectura del articulo de Aníbal Quijano.Resumen lectura del articulo de Aníbal Quijano.
Resumen lectura del articulo de Aníbal Quijano.AlejandraMontero30
 
Modernidad y Mundialidad
Modernidad y MundialidadModernidad y Mundialidad
Modernidad y MundialidadHalbertos
 
Material sociologia iii periodo
Material sociologia iii periodoMaterial sociologia iii periodo
Material sociologia iii periodoreynagiron
 
Civilizar el capitalismo
Civilizar el capitalismoCivilizar el capitalismo
Civilizar el capitalismoJuan Chin
 
Gonzalez ordovas la_cuestion_urbana
Gonzalez ordovas la_cuestion_urbanaGonzalez ordovas la_cuestion_urbana
Gonzalez ordovas la_cuestion_urbanaISFD N° 117
 
Texto feminismo, desarrollo, ecologia
Texto feminismo, desarrollo, ecologiaTexto feminismo, desarrollo, ecologia
Texto feminismo, desarrollo, ecologiaMariaFernandaCh123
 
Reporte de articulo Jose Luis Ceceña sobre planificación economica
Reporte de articulo Jose Luis Ceceña sobre planificación economicaReporte de articulo Jose Luis Ceceña sobre planificación economica
Reporte de articulo Jose Luis Ceceña sobre planificación economicaJOEL VELASCO
 
Che y-su-aporte-a-la-economia
Che y-su-aporte-a-la-economiaChe y-su-aporte-a-la-economia
Che y-su-aporte-a-la-economiabsvargas
 
B tesis-cap-0 introdução-pennaforte
B tesis-cap-0 introdução-pennaforteB tesis-cap-0 introdução-pennaforte
B tesis-cap-0 introdução-pennaforteCharles Pennaforte
 
Resumen de las lecturas: los fundamentos de teoría sociológica e introducció...
Resumen de las lecturas: los fundamentos de teoría sociológica  e introducció...Resumen de las lecturas: los fundamentos de teoría sociológica  e introducció...
Resumen de las lecturas: los fundamentos de teoría sociológica e introducció...UNMSM
 
Arturo escobar. el postedesarrollo
Arturo escobar. el postedesarrolloArturo escobar. el postedesarrollo
Arturo escobar. el postedesarrollohenry sarango
 
1. arte y conocimiento
1. arte y conocimiento1. arte y conocimiento
1. arte y conocimientolupenogueira
 
La crisismeszarosweb
La crisismeszaroswebLa crisismeszarosweb
La crisismeszaroswebBarbaro Ayala
 
Entrevista con ernesto laclau
Entrevista con ernesto laclauEntrevista con ernesto laclau
Entrevista con ernesto laclaufloriani
 

La actualidad más candente (20)

La cuestión social en la primera decada del sxxi martinetto
La cuestión social en la primera decada del sxxi martinettoLa cuestión social en la primera decada del sxxi martinetto
La cuestión social en la primera decada del sxxi martinetto
 
Contexto geolitco
Contexto geolitcoContexto geolitco
Contexto geolitco
 
Descolonizar la subjetividad isabel rauber
Descolonizar la subjetividad isabel rauberDescolonizar la subjetividad isabel rauber
Descolonizar la subjetividad isabel rauber
 
Resumen lectura del articulo de Aníbal Quijano.
Resumen lectura del articulo de Aníbal Quijano.Resumen lectura del articulo de Aníbal Quijano.
Resumen lectura del articulo de Aníbal Quijano.
 
Modernidad y Mundialidad
Modernidad y MundialidadModernidad y Mundialidad
Modernidad y Mundialidad
 
Material sociologia iii periodo
Material sociologia iii periodoMaterial sociologia iii periodo
Material sociologia iii periodo
 
Civilizar el capitalismo
Civilizar el capitalismoCivilizar el capitalismo
Civilizar el capitalismo
 
Gonzalez ordovas la_cuestion_urbana
Gonzalez ordovas la_cuestion_urbanaGonzalez ordovas la_cuestion_urbana
Gonzalez ordovas la_cuestion_urbana
 
Texto feminismo, desarrollo, ecologia
Texto feminismo, desarrollo, ecologiaTexto feminismo, desarrollo, ecologia
Texto feminismo, desarrollo, ecologia
 
Reporte de articulo Jose Luis Ceceña sobre planificación economica
Reporte de articulo Jose Luis Ceceña sobre planificación economicaReporte de articulo Jose Luis Ceceña sobre planificación economica
Reporte de articulo Jose Luis Ceceña sobre planificación economica
 
Che y-su-aporte-a-la-economia
Che y-su-aporte-a-la-economiaChe y-su-aporte-a-la-economia
Che y-su-aporte-a-la-economia
 
B tesis-cap-0 introdução-pennaforte
B tesis-cap-0 introdução-pennaforteB tesis-cap-0 introdução-pennaforte
B tesis-cap-0 introdução-pennaforte
 
Guia de estudio netto cap 9
Guia de estudio netto cap 9Guia de estudio netto cap 9
Guia de estudio netto cap 9
 
Resumen de las lecturas: los fundamentos de teoría sociológica e introducció...
Resumen de las lecturas: los fundamentos de teoría sociológica  e introducció...Resumen de las lecturas: los fundamentos de teoría sociológica  e introducció...
Resumen de las lecturas: los fundamentos de teoría sociológica e introducció...
 
Intercambios
IntercambiosIntercambios
Intercambios
 
Arturo escobar. el postedesarrollo
Arturo escobar. el postedesarrolloArturo escobar. el postedesarrollo
Arturo escobar. el postedesarrollo
 
El sistema mundo
El sistema mundoEl sistema mundo
El sistema mundo
 
1. arte y conocimiento
1. arte y conocimiento1. arte y conocimiento
1. arte y conocimiento
 
La crisismeszarosweb
La crisismeszaroswebLa crisismeszarosweb
La crisismeszarosweb
 
Entrevista con ernesto laclau
Entrevista con ernesto laclauEntrevista con ernesto laclau
Entrevista con ernesto laclau
 

Destacado

Public Opinion Landscape
Public Opinion Landscape Public Opinion Landscape
Public Opinion Landscape GloverParkGroup
 
Things I like,I love and I hate
Things I like,I love and I hateThings I like,I love and I hate
Things I like,I love and I hatenachisoukaina
 
Знакомство с КМ Школа
Знакомство с КМ ШколаЗнакомство с КМ Школа
Знакомство с КМ ШколаLuda76
 
Boletin numero 01 2016 Banco de Sangre Regional San Martín
Boletin numero 01 2016 Banco de Sangre Regional San MartínBoletin numero 01 2016 Banco de Sangre Regional San Martín
Boletin numero 01 2016 Banco de Sangre Regional San MartínDavid Flores Reátegui
 
华南农业大学农村建设
华南农业大学农村建设华南农业大学农村建设
华南农业大学农村建设Tenly Wu
 
Groovy AST Demystified
Groovy AST DemystifiedGroovy AST Demystified
Groovy AST DemystifiedAndres Almiray
 
辦公室一族的十大飲食危機
辦公室一族的十大飲食危機辦公室一族的十大飲食危機
辦公室一族的十大飲食危機honan4108
 
La Sanità Che Cambia: L'Evoluzione dei Ruoli Professionali
La Sanità Che Cambia: L'Evoluzione dei Ruoli ProfessionaliLa Sanità Che Cambia: L'Evoluzione dei Ruoli Professionali
La Sanità Che Cambia: L'Evoluzione dei Ruoli ProfessionaliALTEMS
 
Apres Call 2 Q09 V Final
Apres Call 2 Q09 V FinalApres Call 2 Q09 V Final
Apres Call 2 Q09 V FinalArteris S.A.
 
700k w 4180kw hfo heavy fuel oil generator
700k w 4180kw hfo heavy fuel oil generator 700k w 4180kw hfo heavy fuel oil generator
700k w 4180kw hfo heavy fuel oil generator Mark Wang
 
Tablet ownership and behaviour
Tablet ownership and behaviourTablet ownership and behaviour
Tablet ownership and behaviourNewsworks
 
Case study-Lockheed Martin, reduces turnover by 13%
Case study-Lockheed Martin, reduces turnover by 13%Case study-Lockheed Martin, reduces turnover by 13%
Case study-Lockheed Martin, reduces turnover by 13%Amy Swenson
 
じどうとしょ
じどうとしょじどうとしょ
じどうとしょApollo Mager
 
Narcocultura presentación dhtic
Narcocultura presentación dhticNarcocultura presentación dhtic
Narcocultura presentación dhticDaniel Urcid
 
孟子選
孟子選孟子選
孟子選bj0204
 
Бизнес-модель “Совместное использование сетей” как элемент посткризисной стр...
Бизнес-модель “Совместное использование сетей”  как элемент посткризисной стр...Бизнес-модель “Совместное использование сетей”  как элемент посткризисной стр...
Бизнес-модель “Совместное использование сетей” как элемент посткризисной стр...NatalyVolkova
 

Destacado (20)

Public Opinion Landscape
Public Opinion Landscape Public Opinion Landscape
Public Opinion Landscape
 
Linkedin workshop
Linkedin workshopLinkedin workshop
Linkedin workshop
 
Things I like,I love and I hate
Things I like,I love and I hateThings I like,I love and I hate
Things I like,I love and I hate
 
Знакомство с КМ Школа
Знакомство с КМ ШколаЗнакомство с КМ Школа
Знакомство с КМ Школа
 
Christmas the lighter side
Christmas the lighter sideChristmas the lighter side
Christmas the lighter side
 
Boletin numero 01 2016 Banco de Sangre Regional San Martín
Boletin numero 01 2016 Banco de Sangre Regional San MartínBoletin numero 01 2016 Banco de Sangre Regional San Martín
Boletin numero 01 2016 Banco de Sangre Regional San Martín
 
华南农业大学农村建设
华南农业大学农村建设华南农业大学农村建设
华南农业大学农村建设
 
Groovy AST Demystified
Groovy AST DemystifiedGroovy AST Demystified
Groovy AST Demystified
 
辦公室一族的十大飲食危機
辦公室一族的十大飲食危機辦公室一族的十大飲食危機
辦公室一族的十大飲食危機
 
La Sanità Che Cambia: L'Evoluzione dei Ruoli Professionali
La Sanità Che Cambia: L'Evoluzione dei Ruoli ProfessionaliLa Sanità Che Cambia: L'Evoluzione dei Ruoli Professionali
La Sanità Che Cambia: L'Evoluzione dei Ruoli Professionali
 
Apres Call 2 Q09 V Final
Apres Call 2 Q09 V FinalApres Call 2 Q09 V Final
Apres Call 2 Q09 V Final
 
700k w 4180kw hfo heavy fuel oil generator
700k w 4180kw hfo heavy fuel oil generator 700k w 4180kw hfo heavy fuel oil generator
700k w 4180kw hfo heavy fuel oil generator
 
Email Marketing
Email MarketingEmail Marketing
Email Marketing
 
Tablet ownership and behaviour
Tablet ownership and behaviourTablet ownership and behaviour
Tablet ownership and behaviour
 
Case study-Lockheed Martin, reduces turnover by 13%
Case study-Lockheed Martin, reduces turnover by 13%Case study-Lockheed Martin, reduces turnover by 13%
Case study-Lockheed Martin, reduces turnover by 13%
 
じどうとしょ
じどうとしょじどうとしょ
じどうとしょ
 
Narcocultura presentación dhtic
Narcocultura presentación dhticNarcocultura presentación dhtic
Narcocultura presentación dhtic
 
孟子選
孟子選孟子選
孟子選
 
Бизнес-модель “Совместное использование сетей” как элемент посткризисной стр...
Бизнес-модель “Совместное использование сетей”  как элемент посткризисной стр...Бизнес-модель “Совместное использование сетей”  как элемент посткризисной стр...
Бизнес-модель “Совместное использование сетей” как элемент посткризисной стр...
 
Best Practices for Funding Retirement & Benefits
Best Practices for Funding Retirement & BenefitsBest Practices for Funding Retirement & Benefits
Best Practices for Funding Retirement & Benefits
 

Similar a 7240021 boltanski-y-chiapello-el-nuevo-espiritu-del-capitalismo-introduccion

Decreto 417 2020 y recesion economica
Decreto 417 2020 y recesion economicaDecreto 417 2020 y recesion economica
Decreto 417 2020 y recesion economicaRicardoCanoAguirre
 
La economia de la solidaridad (1)
La economia de la solidaridad (1)La economia de la solidaridad (1)
La economia de la solidaridad (1)Alvaro Mejia
 
El trabajo en la era de la globalización
El trabajo en la era de la globalizaciónEl trabajo en la era de la globalización
El trabajo en la era de la globalizaciónPatricio Fuentes
 
Nueve tesis sobre la globalización william i robinson
Nueve tesis sobre la globalización william i robinsonNueve tesis sobre la globalización william i robinson
Nueve tesis sobre la globalización william i robinsonAgacio1 3+4
 
SEMANA 14 Globalizacion Criticas.pdf
SEMANA 14 Globalizacion Criticas.pdfSEMANA 14 Globalizacion Criticas.pdf
SEMANA 14 Globalizacion Criticas.pdfREYESRUMAYERICK
 
Escritos desde-la-guerra-economica
Escritos desde-la-guerra-economicaEscritos desde-la-guerra-economica
Escritos desde-la-guerra-economicaIdelia Infante
 
Movimientos sociales y globalización - Miriam Alfie
Movimientos sociales y globalización - Miriam AlfieMovimientos sociales y globalización - Miriam Alfie
Movimientos sociales y globalización - Miriam AlfieMarcos Eduardo Villa Corrales
 
Néstor Kohan - Desafíos actuales de la Teoría Crítica.
Néstor Kohan - Desafíos actuales de la Teoría Crítica.Néstor Kohan - Desafíos actuales de la Teoría Crítica.
Néstor Kohan - Desafíos actuales de la Teoría Crítica.David Rivera
 
Democracia o capitalismo (Jurgen Habermas)
Democracia o capitalismo (Jurgen Habermas)Democracia o capitalismo (Jurgen Habermas)
Democracia o capitalismo (Jurgen Habermas)Diego Alejandro
 
Ines romero El debate globalizacion
Ines romero El debate globalizacionInes romero El debate globalizacion
Ines romero El debate globalizacionmona3101
 
26756-Texto del artículo-26775-6-10-20111031.PDF
26756-Texto del artículo-26775-6-10-20111031.PDF26756-Texto del artículo-26775-6-10-20111031.PDF
26756-Texto del artículo-26775-6-10-20111031.PDFLEIDYYOHANA14
 

Similar a 7240021 boltanski-y-chiapello-el-nuevo-espiritu-del-capitalismo-introduccion (20)

Ruptura48
Ruptura48Ruptura48
Ruptura48
 
Decreto 417 2020 y recesion economica
Decreto 417 2020 y recesion economicaDecreto 417 2020 y recesion economica
Decreto 417 2020 y recesion economica
 
La economia de la solidaridad (1)
La economia de la solidaridad (1)La economia de la solidaridad (1)
La economia de la solidaridad (1)
 
Herramienta.com
Herramienta.comHerramienta.com
Herramienta.com
 
El trabajo en la era de la globalización
El trabajo en la era de la globalizaciónEl trabajo en la era de la globalización
El trabajo en la era de la globalización
 
Tiempos
TiemposTiempos
Tiempos
 
Nueve tesis sobre la globalización william i robinson
Nueve tesis sobre la globalización william i robinsonNueve tesis sobre la globalización william i robinson
Nueve tesis sobre la globalización william i robinson
 
SEMANA 14 Globalizacion Criticas.pdf
SEMANA 14 Globalizacion Criticas.pdfSEMANA 14 Globalizacion Criticas.pdf
SEMANA 14 Globalizacion Criticas.pdf
 
Leccion primera de economia
Leccion primera de economiaLeccion primera de economia
Leccion primera de economia
 
Capitulo dosse
Capitulo dosseCapitulo dosse
Capitulo dosse
 
Escritos desde-la-guerra-economica
Escritos desde-la-guerra-economicaEscritos desde-la-guerra-economica
Escritos desde-la-guerra-economica
 
Tres Criterios Para Definir una Economia Socialista, Heinz Dieterich Steffan
Tres Criterios Para Definir una Economia Socialista, Heinz Dieterich SteffanTres Criterios Para Definir una Economia Socialista, Heinz Dieterich Steffan
Tres Criterios Para Definir una Economia Socialista, Heinz Dieterich Steffan
 
Movimientos sociales y globalización - Miriam Alfie
Movimientos sociales y globalización - Miriam AlfieMovimientos sociales y globalización - Miriam Alfie
Movimientos sociales y globalización - Miriam Alfie
 
Néstor Kohan - Desafíos actuales de la Teoría Crítica.
Néstor Kohan - Desafíos actuales de la Teoría Crítica.Néstor Kohan - Desafíos actuales de la Teoría Crítica.
Néstor Kohan - Desafíos actuales de la Teoría Crítica.
 
El otro saber parte 2
El otro saber parte 2El otro saber parte 2
El otro saber parte 2
 
Democracia o capitalismo (Jurgen Habermas)
Democracia o capitalismo (Jurgen Habermas)Democracia o capitalismo (Jurgen Habermas)
Democracia o capitalismo (Jurgen Habermas)
 
Ines romero El debate globalizacion
Ines romero El debate globalizacionInes romero El debate globalizacion
Ines romero El debate globalizacion
 
Crisis del modelo europeo
Crisis del modelo europeoCrisis del modelo europeo
Crisis del modelo europeo
 
Crisis del modelo europeo
Crisis del modelo europeoCrisis del modelo europeo
Crisis del modelo europeo
 
26756-Texto del artículo-26775-6-10-20111031.PDF
26756-Texto del artículo-26775-6-10-20111031.PDF26756-Texto del artículo-26775-6-10-20111031.PDF
26756-Texto del artículo-26775-6-10-20111031.PDF
 

Último

IV SES LUN 15 TUTO CUIDO MI MENTE CUIDANDO MI CUERPO YESSENIA 933623393 NUEV...
IV SES LUN 15 TUTO CUIDO MI MENTE CUIDANDO MI CUERPO  YESSENIA 933623393 NUEV...IV SES LUN 15 TUTO CUIDO MI MENTE CUIDANDO MI CUERPO  YESSENIA 933623393 NUEV...
IV SES LUN 15 TUTO CUIDO MI MENTE CUIDANDO MI CUERPO YESSENIA 933623393 NUEV...YobanaZevallosSantil1
 
Fichas de MatemáticA QUINTO DE SECUNDARIA).pdf
Fichas de MatemáticA QUINTO DE SECUNDARIA).pdfFichas de MatemáticA QUINTO DE SECUNDARIA).pdf
Fichas de MatemáticA QUINTO DE SECUNDARIA).pdfssuser50d1252
 
Presentación Bloque 3 Actividad 2 transversal.pptx
Presentación Bloque 3 Actividad 2 transversal.pptxPresentación Bloque 3 Actividad 2 transversal.pptx
Presentación Bloque 3 Actividad 2 transversal.pptxRosabel UA
 
PLAN DE TUTORIA- PARA NIVEL PRIMARIA CUARTO GRADO
PLAN DE TUTORIA- PARA NIVEL PRIMARIA CUARTO GRADOPLAN DE TUTORIA- PARA NIVEL PRIMARIA CUARTO GRADO
PLAN DE TUTORIA- PARA NIVEL PRIMARIA CUARTO GRADOMARIBEL DIAZ
 
SISTEMA INMUNE FISIOLOGIA MEDICA UNSL 2024
SISTEMA INMUNE FISIOLOGIA MEDICA UNSL 2024SISTEMA INMUNE FISIOLOGIA MEDICA UNSL 2024
SISTEMA INMUNE FISIOLOGIA MEDICA UNSL 2024gharce
 
historieta materia de ecologías producto
historieta materia de ecologías productohistorieta materia de ecologías producto
historieta materia de ecologías productommartinezmarquez30
 
describimos como son afectados las regiones naturales del peru por la ola de ...
describimos como son afectados las regiones naturales del peru por la ola de ...describimos como son afectados las regiones naturales del peru por la ola de ...
describimos como son afectados las regiones naturales del peru por la ola de ...DavidBautistaFlores1
 
Cuadernillo de actividades eclipse solar.pdf
Cuadernillo de actividades eclipse solar.pdfCuadernillo de actividades eclipse solar.pdf
Cuadernillo de actividades eclipse solar.pdflizcortes48
 
Acuerdo 05_04_24 Lineamientos del CTE.pdf
Acuerdo 05_04_24 Lineamientos del CTE.pdfAcuerdo 05_04_24 Lineamientos del CTE.pdf
Acuerdo 05_04_24 Lineamientos del CTE.pdfmiriamguevara21
 
TEMA 13. LOS GOBIERNOS DEMOCRÁTICOS (1982-2018)
TEMA 13. LOS GOBIERNOS DEMOCRÁTICOS (1982-2018)TEMA 13. LOS GOBIERNOS DEMOCRÁTICOS (1982-2018)
TEMA 13. LOS GOBIERNOS DEMOCRÁTICOS (1982-2018)jlorentemartos
 
HISPANIDAD - La cultura común de la HISPANOAMERICA
HISPANIDAD - La cultura común de la HISPANOAMERICAHISPANIDAD - La cultura común de la HISPANOAMERICA
HISPANIDAD - La cultura común de la HISPANOAMERICAJesus Gonzalez Losada
 
PÉNSUM ENFERMERIA 2024 - ECUGENIUS S.A. V2
PÉNSUM ENFERMERIA 2024 - ECUGENIUS S.A. V2PÉNSUM ENFERMERIA 2024 - ECUGENIUS S.A. V2
PÉNSUM ENFERMERIA 2024 - ECUGENIUS S.A. V2Eliseo Delgado
 
4° SES COM MAR 09 Leemos una noticia del dengue e identificamos sus partes (1...
4° SES COM MAR 09 Leemos una noticia del dengue e identificamos sus partes (1...4° SES COM MAR 09 Leemos una noticia del dengue e identificamos sus partes (1...
4° SES COM MAR 09 Leemos una noticia del dengue e identificamos sus partes (1...MagalyDacostaPea
 
5° Proyecto 13 Cuadernillo para proyectos
5° Proyecto 13 Cuadernillo para proyectos5° Proyecto 13 Cuadernillo para proyectos
5° Proyecto 13 Cuadernillo para proyectosTrishGutirrez
 
PPT_ Prefijo homo tema para trabajar los prefijos en razonamiento verbal
PPT_ Prefijo homo tema para trabajar los prefijos en razonamiento verbalPPT_ Prefijo homo tema para trabajar los prefijos en razonamiento verbal
PPT_ Prefijo homo tema para trabajar los prefijos en razonamiento verbalRosarioChoque3
 
Actividad transversal 2-bloque 2. Actualización 2024
Actividad transversal 2-bloque 2. Actualización 2024Actividad transversal 2-bloque 2. Actualización 2024
Actividad transversal 2-bloque 2. Actualización 2024Rosabel UA
 
LOS AMBIENTALISTAS todo por un mundo mejor
LOS AMBIENTALISTAS todo por un mundo mejorLOS AMBIENTALISTAS todo por un mundo mejor
LOS AMBIENTALISTAS todo por un mundo mejormrcrmnrojasgarcia
 

Último (20)

IV SES LUN 15 TUTO CUIDO MI MENTE CUIDANDO MI CUERPO YESSENIA 933623393 NUEV...
IV SES LUN 15 TUTO CUIDO MI MENTE CUIDANDO MI CUERPO  YESSENIA 933623393 NUEV...IV SES LUN 15 TUTO CUIDO MI MENTE CUIDANDO MI CUERPO  YESSENIA 933623393 NUEV...
IV SES LUN 15 TUTO CUIDO MI MENTE CUIDANDO MI CUERPO YESSENIA 933623393 NUEV...
 
Fichas de MatemáticA QUINTO DE SECUNDARIA).pdf
Fichas de MatemáticA QUINTO DE SECUNDARIA).pdfFichas de MatemáticA QUINTO DE SECUNDARIA).pdf
Fichas de MatemáticA QUINTO DE SECUNDARIA).pdf
 
Presentación Bloque 3 Actividad 2 transversal.pptx
Presentación Bloque 3 Actividad 2 transversal.pptxPresentación Bloque 3 Actividad 2 transversal.pptx
Presentación Bloque 3 Actividad 2 transversal.pptx
 
PLAN DE TUTORIA- PARA NIVEL PRIMARIA CUARTO GRADO
PLAN DE TUTORIA- PARA NIVEL PRIMARIA CUARTO GRADOPLAN DE TUTORIA- PARA NIVEL PRIMARIA CUARTO GRADO
PLAN DE TUTORIA- PARA NIVEL PRIMARIA CUARTO GRADO
 
Aedes aegypti + Intro to Coquies EE.pptx
Aedes aegypti + Intro to Coquies EE.pptxAedes aegypti + Intro to Coquies EE.pptx
Aedes aegypti + Intro to Coquies EE.pptx
 
SISTEMA INMUNE FISIOLOGIA MEDICA UNSL 2024
SISTEMA INMUNE FISIOLOGIA MEDICA UNSL 2024SISTEMA INMUNE FISIOLOGIA MEDICA UNSL 2024
SISTEMA INMUNE FISIOLOGIA MEDICA UNSL 2024
 
Aedes aegypti + Intro to Coquies EE.pptx
Aedes aegypti + Intro to Coquies EE.pptxAedes aegypti + Intro to Coquies EE.pptx
Aedes aegypti + Intro to Coquies EE.pptx
 
historieta materia de ecologías producto
historieta materia de ecologías productohistorieta materia de ecologías producto
historieta materia de ecologías producto
 
describimos como son afectados las regiones naturales del peru por la ola de ...
describimos como son afectados las regiones naturales del peru por la ola de ...describimos como son afectados las regiones naturales del peru por la ola de ...
describimos como son afectados las regiones naturales del peru por la ola de ...
 
Cuadernillo de actividades eclipse solar.pdf
Cuadernillo de actividades eclipse solar.pdfCuadernillo de actividades eclipse solar.pdf
Cuadernillo de actividades eclipse solar.pdf
 
Acuerdo 05_04_24 Lineamientos del CTE.pdf
Acuerdo 05_04_24 Lineamientos del CTE.pdfAcuerdo 05_04_24 Lineamientos del CTE.pdf
Acuerdo 05_04_24 Lineamientos del CTE.pdf
 
TEMA 13. LOS GOBIERNOS DEMOCRÁTICOS (1982-2018)
TEMA 13. LOS GOBIERNOS DEMOCRÁTICOS (1982-2018)TEMA 13. LOS GOBIERNOS DEMOCRÁTICOS (1982-2018)
TEMA 13. LOS GOBIERNOS DEMOCRÁTICOS (1982-2018)
 
El Bullying.
El Bullying.El Bullying.
El Bullying.
 
HISPANIDAD - La cultura común de la HISPANOAMERICA
HISPANIDAD - La cultura común de la HISPANOAMERICAHISPANIDAD - La cultura común de la HISPANOAMERICA
HISPANIDAD - La cultura común de la HISPANOAMERICA
 
PÉNSUM ENFERMERIA 2024 - ECUGENIUS S.A. V2
PÉNSUM ENFERMERIA 2024 - ECUGENIUS S.A. V2PÉNSUM ENFERMERIA 2024 - ECUGENIUS S.A. V2
PÉNSUM ENFERMERIA 2024 - ECUGENIUS S.A. V2
 
4° SES COM MAR 09 Leemos una noticia del dengue e identificamos sus partes (1...
4° SES COM MAR 09 Leemos una noticia del dengue e identificamos sus partes (1...4° SES COM MAR 09 Leemos una noticia del dengue e identificamos sus partes (1...
4° SES COM MAR 09 Leemos una noticia del dengue e identificamos sus partes (1...
 
5° Proyecto 13 Cuadernillo para proyectos
5° Proyecto 13 Cuadernillo para proyectos5° Proyecto 13 Cuadernillo para proyectos
5° Proyecto 13 Cuadernillo para proyectos
 
PPT_ Prefijo homo tema para trabajar los prefijos en razonamiento verbal
PPT_ Prefijo homo tema para trabajar los prefijos en razonamiento verbalPPT_ Prefijo homo tema para trabajar los prefijos en razonamiento verbal
PPT_ Prefijo homo tema para trabajar los prefijos en razonamiento verbal
 
Actividad transversal 2-bloque 2. Actualización 2024
Actividad transversal 2-bloque 2. Actualización 2024Actividad transversal 2-bloque 2. Actualización 2024
Actividad transversal 2-bloque 2. Actualización 2024
 
LOS AMBIENTALISTAS todo por un mundo mejor
LOS AMBIENTALISTAS todo por un mundo mejorLOS AMBIENTALISTAS todo por un mundo mejor
LOS AMBIENTALISTAS todo por un mundo mejor
 

7240021 boltanski-y-chiapello-el-nuevo-espiritu-del-capitalismo-introduccion

  • 1. El nuevo esp´ ıritu del capitalismo* ` Luc Boltanski y Eve Chiapello ´ INTRODUCCION GENERAL: Del esp´ ıritu del capitalismo y del papel de la cr´ ıtica Este libro tiene por objeto los cambios ideol´gicos que han acompa˜ado o n a las recientes transformaciones del capitalismo. Propone una interpretaci´n o del movimiento que va de los a˜os que siguieron a los acontecimientos de n mayo de 1968, durante los cuales la cr´ ıtica del capitalismo se expres´ con o fuerza, pasando por la d´cada de 1980, donde, con el silencio de la cr´ e ıtica, las formas de organizaci´n sobre las que reposaba el funcionamiento del capitao lismo se modificaron profundamente, hasta la vacilante b´squeda de nuevas u bases cr´ ıticas en la segunda mitad de la d´cada de 1990. No se trata de e un libro meramente descriptivo, sino que pretende tambi´n, mediante este e ejemplo hist´rico, proponer un marco te´rico m´s amplio para la compreno o a si´n del modo en que se modifican las ideolog´ asociadas a las actividades o ıas econ´micas, siempre y cuando no demos al t´rmino de ideolog´ el sentido o e ıa reductor –al que lo ha reducido frecuentemente la vulgata marxista– de un discurso moralizador que tratar´ de ocultar intereses materiales que queıa dar´ ıan, no obstante, continuamente puestos en evidencia por las pr´cticas. a Preferimos acercarnos al sentido de ideolog´ desarrollado, por ejemplo, en ıa la obra de Louis Dumont, para quien la ideolog´ constituye un conjunto de ıa creencias compartidas, inscritas en instituciones, comprometidas en acciones y, de esta forma, ancladas en lo real. Tal vez se nos reprochar´ el haber abordado un cambio global a partir a de un ejemplo local: el de Francia en los ultimos treinta a˜os. No creemos, ´ n ciertamente, que el caso de Francia pueda, por s´ solo, resumir todas las ı transformaciones del capitalismo. Sin embargo, no satisfechos con las aproximaciones y descripciones esbozadas a grandes rasgos que suelen acompa˜ar, n generalmente, a los discursos sobre la globalizaci´n, dese´bamos elaborar o a un modelo del cambio que fuese presentado aqu´ a partir de un conjunto de ı an´lisis de orden pragm´tico, es decir, capaces de tomar en consideraci´n a a o las distintas maneras en las que las personas se comprometen en la acci´n, o sus justificaciones y el sentido que dan a sus actos. Ahora bien, semejante * La obra ha sido publicada en castellano por la Editorial Akal en abril de 2002. Reproducimos la introducci´n completa con permiso de la editorial. o 1
  • 2. empresa es, por cuestiones de tiempo y sobre todo de medios, pr´cticamente a irrealizable a escala mundial o inclusive a escala de un continente, habida cuenta del peso que las tradiciones y las coyunturas pol´ ıticas nacionales contin´an teniendo sobre la orientaci´n de las pr´cticas econ´micas y de u o a o ´ las formas de expresi´n ideol´gica que las acompa˜an. Esta es sin lugar a o o n dudas la raz´n por la cual los enfoques globales terminan a menudo dano do una importancia preponderante a factores explicativos –con frecuencia de orden tecnol´gico, macroecon´mico o demogr´fico– que son considerados o o a como fuerzas ajenas a los seres humanos y a las naciones, que se ver´ ıan de esta forma obligadas a padecerlos del mismo modo que se soporta una tormenta. Para este neodarwinismo hist´rico, las ((mutaciones)) se nos imo pondr´ como se imponen a las especies: depende de nosotros adaptarnos o ıan morir. Sin embargo, los seres humanos no s´lo padecen la historia, tambi´n o e la hacen y nosotros quer´ ıamos verles manos a la obra. No pretendemos afirmar que lo que ha pasado en Francia sea un ejemplo para el resto del mundo, ni que los modelos que hemos elaborado a partir de la situaci´n francesa tengan, tal cuales, una validez universal.Tenemos, o sin embargo, buenas razones para pensar que procesos bastante similares al franc´s han marcado la evoluci´n de las ideolog´ que han acompa˜ado a e o ıas n la reorganizaci´n del capitalismo en otros pa´ o ıses desarrollados, seg´n mou dalidades sujetas, en cada caso, a las especificidades de la historia pol´ ıtica y social que s´lo an´lisis regionales detallados permitir´n iluminar con la o a a precisi´n suficiente. o Hemos tratado de aclarar las relaciones que se establecen entre el capitalismo y sus cr´ ıticas, de forma que podamos interpretar algunos de los fen´menos que han afectado a la esfera ideol´gica a lo largo de los ultimos o o ´ decenios: el debilitamiento de la cr´ ıtica mientras que el capitalismo conoc´ ıa una fuerte reestructuraci´n cuya incidencia social no pod´ pasar desapero ıa cibida; el nuevo entusiasmo por la empresa orquestado por los gobiernos socialistas a lo largo de la d´cada de 1980 y la reca´ depresiva de la d´cae ıda e da de 1990; las dificultades encontradas en la actualidad por las iniciativas que tratan de reconstruir la cr´ ıtica sobre nuevas bases y su escasa, por ahora, capacidad movilizadora a´n cuando no faltan motivos para la indignaci´n; u o la profunda transformaci´n del discurso de gesti´n empresarial y de las juso o tificaciones de la evoluci´n del capitalismo desde mediados de la d´cada de o e 1970; el surgimiento de nuevas representaciones de la sociedad, de formas in´ditas de poner a prueba a las personas y a las cosas y, en consecuencia, e de nuevas formas de triunfar o fracasar. Para realizar este trabajo, la noci´n de esp´ o ıritu del capitalismo se nos ha impuesto r´pidamente. Esta noci´n nos permite articular, como veremos, a o los dos conceptos centrales sobre los que reposan nuestros an´lisis –el de a capitalismo y el de cr´ ıtica– en una relaci´n din´mica. Presentamos a cono a tinuaci´n los diferentes conceptos en los que se basa nuestra construcci´n, o o as´ como los resortes del modelo que hemos elaborado para dar cuenta de ı 2
  • 3. las transformaciones ideol´gicas relacionadas con el capitalismo a lo largo de o los treinta ultimos a˜os, que parecen, no obstante, tener un alcance mayor ´ n que el simple estudio de la reciente situaci´n francesa. o 1. El esp´ ıritu del capitalismo Una definici´n m´ o ınima del capitalismo De las diferentes caracterizaciones del capitalismo (hoy por hoy quiz´ m´s a a bien capitalismos) realizadas desde hace un siglo y medio retendremos una f´rmula m´ o ınima que hace hincapi´ en la exigencia de acumulaci´n ilimitae o da de capital mediante medios formalmente pac´ ıficos. La perpetua puesta en circulaci´n del capital dentro del circuito econ´mico con el objetivo de o o extraer beneficios, es decir, de incrementar el capital que ser´ a su vez reina vertido de nuevo, ser´ lo que caracterizar´ primordialmente al capitalismo ıa ıa y lo que le conferir´ esa din´mica y esa fuerza de transformaci´n que han ıa a o fascinado a sus observadores, incluso a los m´s hostiles. a La acumulaci´n de capital no consiste en un acaparamiento de riquezas, o es decir, de objetos deseados por su valor de uso, su funci´n ostentatoria o o como signos de poder. Las formas concretas de la riqueza (inmobiliaria, bienes de equipo, mercanc´ moneda, etc.) no tienen inter´s en s´ y pueden ıas, e ı suponer incluso debido a su falta de liquidez, un obst´culo para el unico a ´ objetivo realmente importante: la transformaci´n permanente del capital, o de los bienes de equipo y de las distintas adquisiciones (materias primas, componentes, servicios. . . ) en producci´n, la producci´n en dinero y el dinero o o en nuevas inversiones (Heilbroner, 1986). Este desapego que muestra el capital por las formas materiales de la riqueza le confiere un car´cter verdaderamente abstracto que contribuye a a perpetuar la acumulaci´n. En la medida en que el enriquecimiento es evaluao do en t´rminos contables y el beneficio acumulado en un periodo se calcula e como la diferencia entre los balances de dos ´pocas diferentes1 , no existe e l´ ımite alguno, no hay saciedad posible2 , justo lo contrario de lo que ocurre cuando la riqueza se orienta a cubrir las necesidades de consumo, incluidas 1 El balance es el instrumento contable que contabiliza, en un momento dado, todas las riquezas invertidas en un negocio. La importancia fundamental de los instrumentos contables para el funcionamiento del capitalismo es un rasgo por lo general muy subrayado por los analistas, hasta el punto de que algunos han hecho de su sofisticaci´n uno de los o or´ ıgenes del capitalismo. Cf., por ejemplo, Weber (1964, p. 12) o Weber (1991, pp. 295296). 2 En efecto, como se˜ala Georg Simmel, unicamente el dinero no decepciona nunca, n ´ siempre y cuando no sea destinado al gasto, sino a la acumulaci´n como un fin en s´ mismo. o ı ((Como cosa desprovista de cualidades, [el dinero] no puede ni siquiera aportar aquello que contiene el m´s pobre de los objetos –con qu´ sorprender o con qu´ decepcionar)) (citado a e e por Hirschman, 1980, p. 54). Si la saciedad acompa˜a a la realizaci´n del deseo en el n o conocimiento ´ ıntimo de la cosa deseada, este efecto psicol´gico no puede ser provocado o por una cifra contable permanentemente abstracta. 3
  • 4. las de lujo. Existe sin duda otra raz´n que explicar´ el car´cter insaciable del proceso o ıa a capitalista, que ha sido se˜alada por Heilbroner (1986, p.47 s.). El capin tal, al ser constantemente reinvertido y al no poder seguir creciendo sino siendo puesto en circulaci´n, hace que la capacidad del capitalista para reo cuperar su dinero invertido incrementado con alg´n beneficio se encuentre u perpetuamente amenazada, en particular debido a las acciones de otros capitalistas con quienes se disputa el poder de compra de los consumidores. Esta din´mica genera una inquietud permanente y ofrece al capitalista un a motivo de autopreservaci´n muy poderoso para continuar sin descanso el o proceso de acumulaci´n. o Sin embargo, la rivalidad existente entre operadores que tratan de obtener beneficios no genera autom´ticamente un mercado en el sentido cl´sico, a a es decir, un mercado en el que el conflicto entre una multiplicidad de agentes que toman decisiones descentralizadas se ve resuelto gracias a la transacci´n o que hace surgir un precio de equilibrio. El capitalismo, en la definici´n m´ o ınima que manejamos, debe ser distinguido de la autorregulaci´n del mercao do que descansa sobre convenciones e instituciones –sobre todo jur´ ıdicas y estatales– que est´n encaminadas a garantizar la igualdad de fuerzas entre a los operadores (competencia pura y perfecta), la transparencia, la simetr´ ıa de la informaci´n, un banco central que garantice un tipo de cambio inalterao ble para la moneda de cr´dito, etc. El capitalismo se apoya en transacciones e y contratos, pero estos contratos pueden no amparar m´s que simples arrea glos en beneficio de las partes o no comportar m´s que cla´sulas ad hoc, sin a u publicitarlo ni someterlo a la competencia. Siguiendo a Fernand Braudel, distinguiremos, por lo tanto, el capitalismo de la econom´ de mercado. Por un lado, la econom´ de mercado se ha ıa ıa constituido ((paso a paso)) y es anterior a la aparici´n de la norma de acuo mulaci´n ilimitada del capitalismo (Braudel, 1979, Les jeux de l’´change p. o e 263). Por otro lado, la acumulaci´n capitalista s´lo se pliega a la regulaci´n o o o del mercado cuando se le cierran los caminos m´s directos para la obtenci´n a o de beneficios, de tal forma que el reconocimiento de las cualidades beneficiosas del mercado y la aceptaci´n de las reglas y las obligaciones de las que o depende su funcionamiento ((armonioso)) (libre intercambio, prohibici´n de o las alianzas y de los monopolios, etc.) pueden ser considerados como una forma de autolimitaci´n del capitalismo3 . o 3 Los ejemplos de las formas con las que los actores del capitalismo transgreden las reglas del mercado para obtener beneficios, que no cabe comparar con los de las actividades de intercambio ordinarias, abundan en Braudel (1979, Les jeux de l’´change) para quien ((los e grandes juegos capitalistas se sit´an en lo no habitual, en lo fuera de serie o en la conexi´n u o lejana, a meses o incluso a a˜os de distancia)) (p. 544): utilizaci´n de protecciones para n o ((introducirse por la fuerza en un circuito reticente)) o ((alejar rivales)) (p. 452); ((privilegios de informaci´n)) y circuitos de informaci´n confidenciales, ((complicidad del Estado)) que o o permite ((invertir constantemente y de la forma m´s natural del mundo [. . . ] las reglas a de la econom´ de mercado)) (p. 473), etc. Del mismo modo, la gran burgues´ del siglo ıa ıa 4
  • 5. El capitalista, en el marco de la definici´n m´ o ınima de capitalismo que estamos utilizando, es en teor´ cualquier persona que posea un excedente y ıa lo invierta para extraer un beneficio que supondr´ un incremento del excea dente inicial. El arquetipo ser´ el accionista que invierte su dinero en una ıa empresa y espera por ello una remuneraci´n, aunque la inversi´n no tiene o o porqu´ cobrar necesariamente esta forma jur´ e ıdica: pi´nsese, por ejemplo, en e la inversi´n dentro del sector inmobiliario de alquiler o en la compra de bonos o del Tesoro. El peque˜o inversor, el ahorrador que no quiere que ((su dinen ro duerma)) sino que ((se multiplique)) –como se dice popularmente–, forma parte, por lo tanto, del grupo de los capitalistas con tanto derecho como los grandes propietarios que solemos imaginar m´s f´cilmente bajo esta denoa a minaci´n. En su definici´n m´s amplia, el grupo de los capitalistas engloba o o a al conjunto de poseedores de un patrimonio4 , grupo ´ste que no constituye, e sin embargo, m´s que una minor´ desde el momento en que tomamos en a ıa consideraci´n la superaci´n de un cierto umbral de ahorro: aunque sea dif´ o o ıcil de estimar teniendo en cuenta las estad´ ısticas existentes, podemos pensar que no representa m´s que alrededor del 20 por 100 de los hogares en Frana cia, que es, sin embargo, uno de los pa´ m´s ricos del mundo5 . A escala ıses a mundial, el porcentaje es, como podemos imaginar, mucho m´s d´bil. a e En este ensayo reservamos, sin embargo, la denominaci´n de ((capitalistas)) o para los principales actores responsables de la acumulaci´n y crecimiento o XIX, pese a su adhesi´n formal al ((credo liberal)), como dice Polanyi (1983), s´lo apoyaba o o verdaderamente el laisser faire [dejar hacer] en el caso del mercado de trabajo. Por lo dem´s, en la lucha que les enfrentaba, los capitalistas utilizan todos los medios a su a disposici´n y, en particular, el control pol´ o ıtico del Estado, para limitar la competencia, para obstaculizar el libre comercio cuando les es desfavorable, para ocupar y conservar posiciones de monopolio y para favorecer desequilibrios geogr´ficos y pol´ a ıticos con el fin de absorber hacia el centro el m´ximo de beneficios (Rosenvallon, 1979, pp. 208-212 ; a Wallerstein, 1985). 4 Esta noci´n [patrimoine de rapport] engloba, seg´n la definici´n del INSEE, ((al cono u o junto de las inversiones f´ ısicas y financieras que realizan los particulares cuando ponen a disposici´n de otros inmuebles, dinero o tierras en contrapartida de un pago monetario)), o excluyendo el patrimonio para el disfrute (residencia principal, dinero l´ ıquido, cheques) y el patrimonio profesional de los independientes (agricultores, profesiones liberales, artesanos, comerciantes). 5 En enero de 1996, el 80 por 100 de los hogares dispon´ de una libreta de ahorro ıan (libreta A o azul, libreta B o bancaria, Codevi, libreta de ahorro popular), pero las cantidades en ellas depositadas alcanzan pronto su techo y son destinadas prioritariamente al ahorro popular; el 38 por 100 pose´ un plan o una cuenta de ahorro vivienda (la mayor´ ıa ıa con vistas a adquirir la residencia principal). Por el contrario, las inversiones capitalistas t´ ıpicas no afectan m´s que en torno a un 20 por 100 de los hogares: el 22 por 100 pose´ a ıa valores mobiliarios (obligaciones, pr´stamos del Estado, SICAV [Sociedad de Inversi´n en e o Capital Variable] o FCP [Fondos Comunes de Inversi´n] o acciones fuera del SICAV) y o el 19 por 100 un bien inmobiliario diferente de la residencia principal. (INSEE Premi`re, e n´m. 454, mayo de 1996). Dicho esto, los hogares que pueden extraer de su patrimonio u una renta igual a la renta media de los franceses, lo que les asimilar´ a los rentistas acoıa modados, representan menos del 5 por 100 del conjunto de los hogares, estando sin duda m´s cerca del 1 por 100 que del 5 por 100 (Bihr, Pfefferkorn, 1995). a 5
  • 6. del capital que presionan directamente a las empresas para que obtengan el m´ximo de beneficios. Son, por supuesto, un n´mero mucho m´s reducido. a u a Reagrupan no solamente a los grandes accionistas, personas particulares que por su propio peso son susceptibles de influir en la marcha de los negocios, sino tambi´n a las personas morales (representadas por algunos individuos e influyentes, ante todo, los directores de empresa) que detentan o controlan mediante su acci´n la mayor parte del capital mundial (holdings y multinao cionales –incluidas las bancarias– a trav´s de filiales y participaciones, o fone dos de inversi´n, fondos de pensiones). Las figuras de los grandes patrones, o de los directores asalariados de las grandes empresas, de los gestores de fondos o de los grandes inversores en acciones, detentan una influencia evidente sobre el proceso capitalista, sobre las pr´cticas de las empresas y las tasas de a beneficios extra´ ıdas, a diferencia de lo que ocurre con los peque˜os inversores n evocados m´s arriba. A pesar de que constituya una poblaci´n atravesada a a o su vez por grandes desigualdades patrimoniales –partiendo siempre, no obstante, de una situaci´n favorable en general–, este grupo merece recibir el o nombre de capitalistas en la medida en que asume como propia la exigencia de maximizaci´n de los beneficios, que a su vez es trasladada a las personas, o f´ ısicas o morales, sobre las que ejercen un poder de control. Dejando por ahora de lado la cuesti´n de las limitaciones sist´micas que pesan sobre el o e capitalista y, en particular, la cuesti´n de saber si los directores de empresa o no pueden hacer otra cosa m´s que adaptarse a las reglas del capitalismo, a nos limitaremos a retener que se adaptan a estas reglas y que sus acciones est´n guiadas en gran medida por la b´squeda de beneficios sustanciales a u para su propio capital y/o para el que les han confiado6 . Otro rasgo por el que caracterizamos al capitalismo es el r´gimen salarial. e Tanto Marx como Weber sit´an esta forma de organizaci´n del trabajo en el u o centro de su definici´n de capitalismo. Nosotros consideraremos el r´gimen o e salarial con independencia de las formas jur´ ıdicas contractuales de las que pueda revestirse: lo importante es que existe una parte de la poblaci´n que o no detenta nada o muy poco capital y en cuyo beneficio no est´ orientado a naturalmente el sistema, que obtiene ingresos por la venta de su fuerza de trabajo (y no por la venta de los productos resultantes de su trabajo), que adem´s no dispone de medios de producci´n y que depende para trabajar, a o por lo tanto, de las decisiones de quienes los detentan (pues en virtud del derecho de propiedad, estos ultimos pueden negarles el uso de dichos me´ dios) y, finalmente, que abandona, en el marco de la relaci´n salarial y a o cambio de su remuneraci´n, todo derecho de propiedad sobre el resultado o de su esfuerzo, que va a parar ´ ıntegramente a manos de los detentores del 6 Desde los trabajos de Berle y Means (1932) sabemos que, aunque el comportamiento de los directores no consiste necesariamente en maximizar los intereses de los accionistas, s´ tratan de proporcionar a estos, al menos, una remuneraci´n satisfactoria a falta de una ı o remuneraci´n m´xima. o a 6
  • 7. capital7 . Un segundo rasgo importante del r´gimen salarial es que el trabae jador asalariado es te´ricamente libre de mostrar su rechazo a trabajar en o las condiciones propuestas por el capitalista, al igual que ´ste es tambi´n e e libre de no proporcionar empleos en las condiciones demandadas por el trabajador. Sin embargo, la relaci´n es desigual en la medida que el trabajador o no puede sobrevivir mucho tiempo sin trabajar. No obstante, la situaci´n o es bastante diferente de la del trabajo forzado o la esclavitud y presupone siempre por este motivo una cierta dosis de sumisi´n voluntaria. o El r´gimen salarial, a escala de Francia, as´ como a escala mundial, no ha e ı dejado de desarrollarse a lo largo de toda la historia del capitalismo, hasta el punto de que en la actualidad afecta a un porcentaje de la poblaci´n activa o a la que nunca antes hab´ alcanzado8 . Por un lado, reemplaza poco a poco ıa al trabajo aut´nomo, a la cabeza del cual encontr´bamos hist´ricamente a o a o 9 ; por otro lado, la poblaci´n activa ha aumentado considerala agricultura o blemente como consecuencia de la salarizaci´n de las mujeres, que realizan, o de forma cada vez m´s numerosa, un trabajo fuera del hogar 10 . a 7 Este ultimo aspecto es, seg´n Heilbroner (1986, pp. 35-45), el menos visible de la ´ u explotaci´n capitalista, ya que todo el margen restante obtenido del producto, sea cual o sea su montante, vuelve a manos del capitalista en virtud de las reglas de propiedad correspondientes al contrato de trabajo. 8 Seg´n las cifras citadas por Vindt (1996), el trabajo asalariado representar´ en Francia u ıa el 30 por 100 de la poblaci´n activa en 1881, el 40 por 100 en 1906, el 50 por 100 en 1931, o y m´s del 80 por 100 hoy. El INSEE (1998 b) estima que en 1993 hab´ un 76,9 por 100 a ıa de asalariados en la poblaci´n activa, a los cuales habr´ a´n que a˜adir un 11,6 por 100 o ıa u n de parados (tabla C.01-1). 9 Th´venot (1977) ha realizado, en lo que respecta a la d´cada de 1970, un an´lisis muy e e a detallado del movimiento de salarizaci´n seg´n categor´ socioprofesionales. En 1975 los o u ıas asalariados representaban el 82,7 por 100 del empleo total frente al 76,5 por 100 de 1968. La unica categor´ de no asalariados que creci´ fue la de las profesiones liberales –aunque ´ ıa o ´sta creciese lentamente debido a las barreras de entrada a estas profesiones–, todas las e dem´s categor´ (patrones de industria y de comercio, artesanos y peque˜os comerciantes, a ıas n es decir, aquellos que emplean menos de tres empleados; agricultores; asistencia familiar...) retrocedieron. El trabajo asalariado progresa igualmente entre las profesiones tradicionalmente liberales, como los m´dicos, entre quienes en 1975 son casi tan numerosos aquellos e que poseen el estatuto de asalariado (sobre todo en los hospitales) como los que ejercen libremente su profesi´n, mientras que los m´dicos asalariados constitu´ apenas poco m´s o e ıan a de la mitad de ´stos ultimos siete a˜os antes. El movimiento de salarizaci´n est´ ligado en e ´ n o a parte a la aparici´n de grandes empresas en sectores tradicionales como el comercio, que o supone una destrucci´n de los aut´nomos peque˜os. La importante reducci´n del n´mero o o n o u de asalariados en la agricultura y en los empleos del hogar confirma que la mayor parte del crecimiento del trabajo asalariado se encuentra vinculado al crecimiento de las actividades de una patronal cada vez m´s ((an´nima)) y menos ((personal)), es decir, a las sociedades a o de la industria y de los servicios, as´ como al desarrollo del servicio p´blico (en particular ı u la ense˜anza). n 10 Las mujeres representan hoy el 45 por 100 de la poblaci´n activa frente al 35 por 100 en o 1968. Su tasa de actividad (porcentaje de las mujeres mayores de 15 a˜os que pertenecen n a la poblaci´n activa) ha crecido de forma continua desde hace 30 a˜os (Jeger-Madiot, o n 1996, p. 122). 7
  • 8. La necesidad de un esp´ ıritu para el capitalismo El capitalismo es, en muchos aspectos, un sistema absurdo: los asalariados pierden en ´l la propiedad sobre el resultado de su trabajo y la posie bilidad de llevar a cabo una vida activa m´s all´ de la subordinaci´n. En a a o cuanto a los capitalistas, se encuentran encadenados a un proceso sin fin e insaciable, totalmente abstracto y disociado de la satisfaci´n de necesidades o de consumo, aunque sean de lujo. Para estos dos tipos de protagonistas, la adhesi´n al proceso capitalista requiere justificaciones. o Ahora bien, la acumulaci´n capitalista, aunque en grados desiguales en o funci´n de los caminos seguidos para la obtenci´n de beneficios (por ejemplo, o o dependiendo de si se trata de extraer beneficios industriales, comerciales o financieros), exige la movilizaci´n de un gran n´mero de personas para las o u cuales las posibilidades de obtenerlos son escasas (sobre todo cuando su capital de partida es mediocre o inexistente) y a cada una de las cuales no le es atribuida m´s que una responsabilidad ´ a ınfima –que en cualquier caso es dif´ de evaluar– en el proceso global de acumulaci´n, de manera que est´n ıcil o a poco motivadas a comprometerse con las pr´cticas capitalistas, cuando no a se muestran directamente hostiles a ellas. Algunos podr´n evocar una motivaci´n de tipo material en la particia o paci´n, algo que resulta m´s evidente para el trabajador asalariado, que o a necesita de su salario para vivir, que para el gran propietario cuya actividad, superado cierto nivel, no se encuentra ya ligada a la satisfacci´n de o necesidades personales. Sin embargo, este motor resulta, por s´ s´lo, bastanı o te poco estimulante. Los psic´logos del trabajo han puesto de manifiesto con o regularidad lo insuficiente que resulta la remuneraci´n para suscitar el como promiso y avivar el entusiasmo por la tarea asignada. El salario constituir´ ıa, a lo sumo, una raz´n para permanecer en un empleo, no para implicarse en o ´l. e Del mismo modo, para vencer la hostilidad o la indiferencia de estos actores, la coacci´n no es suficiente, sobre todo cuando el compromiso exigido o de ellos supone una adhesi´n activa, iniciativas y sacrificios libremente cono sentidos, tal y como se exige, cada vez m´s a menudo, no s´lo a los cuadros, a o sino al conjunto de los asalariados. La hip´tesis de un ((compromiso por la o fuerza)) establecido bajo la amenaza del hambre y del paro no nos parece muy realista, porque si bien es probable que las f´bricas ((esclavistas)) que a a´n existen en el mundo no desaparecer´n a corto plazo, parece dif´ conu a ıcil tar unicamente con el recurso a esta forma de movilizaci´n de la fuerza de ´ o trabajo, aunque s´lo sea porque la mayor parte de las nuevas modalidades o de obtener beneficios y las nuevas profesiones, inventadas a lo largo de los ultimos treinta a˜os y que generan hoy una parte importante de los benefi´ n cios mundiales, han hecho ´nfasis en lo que la gesti´n de recursos humanos e o denomina ((la implicaci´n del personal)). o La calidad del compromiso que puede esperarse depende m´s bien de a 8
  • 9. los argumentos que puedan ser invocados para justificar no s´lo los benefio cios que la participaci´n en los procesos capitalistas puede aportar a t´ o ıtulo individual, sino tambi´n las ventajas colectivas, definidas en t´rminos de e e bien com´n, que contribuye a producir para todos. Llamamos esp´ u ıritu del capitalismo a la ideolog´ que justifica el compromiso con el capitalismo. ıa Este compromiso con el capitalismo conoce en la actualidad una importante crisis de la que dan fe el desconcierto y el escepticismo social crecientes, hasta el punto de que la salvaguarda del proceso de acumulaci´n, que se eno cuentra hoy por hoy amenazada por una reducci´n de sus justificaciones a o una argumentaci´n m´ o ınima en t´rminos de necesaria sumisi´n a las leyes e o de la econom´ precisa de la formaci´n de un nuevo conjunto ideol´gico ıa, o o m´s movilizador. As´ ocurre al menos en los pa´ a ı ıses desarrollados que permanecen en el centro del proceso de acumulaci´n y que pretenden continuar o siendo los principales suministradores de un personal cualificado cuya implicaci´n positiva en el trabajo es fundamental. El capitalismo debe ser capaz o de proporcionar a estas personas la garant´ de una m´ ıa ınima seguridad en zonas salvaguardadas –donde poder vivir, formar una familia, educar a los ni˜os, etc.– como son los barrios residenciales de las ciudades de negocios del n hemisferio norte, escaparates de los ´xitos del capitalismo para los nuevos e admitidos de las regiones perif´ricas y elemento crucial para la movilizaci´n e o ideol´gica mundial de todas las fuerzas productivas. o Para Max Weber, el ((esp´ ıritu del capitalismo))11 hace referencia al conjunto de elementos ´ticos que, si bien ajenos en su finalidad a la l´gica e o capitalista, inspiran a los empresarios en sus acciones a favor de la acumulaci´n de capital. Teniendo en cuenta el car´cter especial, incluso transgresor, o a de los modos de comportamiento exigidos por el capitalismo con respecto a las formas de vida observadas en la mayor parte de las sociedades humanas12 , podemos comprender que Weber se viese obligado a postular que el surgimiento del capitalismo supuso la instauraci´n de una nueva relaci´n o o moral de los seres humanos con su trabajo, determinada en forma de vocaci´n, de tal forma que, con independencia de su inter´s y de sus cualidades o e intr´ ınsecas, cada cual pueda consagrarse a ´l con convicci´n y regularidad. e o Seg´n Max Weber, ser´ con la Reforma cuando se impondr´ la creencia en u a a Parece ser que la expresi´n de ((esp´ o ıritu del capitalismo)) fue utilizada por primera vez por W. Sombart en la primera edici´n de su Capitalisme moderne. Sin embargo, en la obra o de Sombart, el t´rmino –que ser´ el resultado de la conjunci´n del ((esp´ e ıa o ıritu fa´stico)) y del u ((esp´ ıritu burgu´s))– tom´ un sentido muy diferente al que le otorgar´ Weber. El esp´ e o a ıritu del capitalismo se encuentra en Sombart m´s centrado en el car´cter demiurgico del hombre a a de negocios, mientras que Weber insiste m´s en la ´tica del trabajo (Bruhns, 1997, p. 105). a e 12 ((Hace apenas una generaci´n habr´ sido in´til esperar que un campesino de Sileo ıa u sia, cuya tarea contractualmente establecida hubiese consistido en segar una superficie determinada, aumentase su fuerza de trabajo dobl´ndole su salario: habr´ simplemente a ıa reducido a la mitad su prestaci´n laboral, estimando que esta mitad le bastaba para ganar o el doble de lo que ganaba precedentemente)) (Weber, 1991, p. 372). V´ase tambi´n Polanyi e e (1983) a prop´sito de la transformaci´n de la tierra y del trabajo en mercanc´ o o ıas. 11 9
  • 10. que el deber se cumple primero mediante el ejercicio de una profesi´n en o el mundo, en las actividades temporales, en contraposici´n al ´nfasis pueso e to en la vida religiosa fuera del mundo terrenal que privilegiaba el ethos cat´lico. Ser´ esta nueva concepci´n la que permitar´ esquivar, en los alo a o a bores del capitalismo, la cuesti´n de la finalidad del esfuerzo en el trabajo o (el enriquecimiento sin fin), superando de este modo el problema del compromiso que planteaban las nuevas pr´cticas econ´micas. La concepci´n del a o o trabajo como Beruf –vocaci´n religiosa que exige ser cumplida– ofrec´ un o ıa punto de apoyo normativo a los comerciantes y empresarios del capitalismo naciente y les facilitaba buenas razones –una ((motivaci´n psicol´gica)), o o en palabras de M. Weber (1964, p. 108)– para consagrarse, sin descanso y conscientemente, a su tarea; para emprender la racionalizaci´n implacable o de sus negocios, indisociablemente ligada a la b´squeda del m´ximo benefiu a cio; o para la b´squeda de ganancias, signo del ´xito en el cumplimiento de u e la vocaci´n13 . La idea de trabajo como Beruf serv´ tambi´n en la medida o ıa e en que los obreros que la compart´ se mostraban d´ciles y firmes en su ıan o tarea, al mismo tiempo que –convencidos de que el hombre debe cumplir su deber all´ donde la providencia le ha situado– no trataban de poner en ı cuesti´n la situaci´n que les era dada. o o Dejaremos de lado la importante controversia posweberiana –referida b´sicamente a la cuesti´n de la influencia efectiva del protestantismo en a o el desarrollo del capitalismo y, m´s en general, de la influencia de las creena cias religiosas sobre las pr´cticas econ´micas– para, dentro de un enfoque a o weberiano, retener sobre todo que las personas necesitan poderosas razones morales para adherirse al capitalismo14 . ((El ascetismo ve´ el summun de lo reprensible en la b´squeda de la riqueza como fin ıa u en s´ mismo y, al mismo tiempo, ten´ por un signo de la bendici´n divina la riqueza como ı ıa o fruto del trabajo profesional. M´s importante a´n, la percepci´n religiosa del trabajo sin a u o descanso, continuo, sistem´tico, en una profesi´n secular, entendido como el medio asc´tico a o e m´s elevado y, a la vez, como la prueba m´s segura y m´s evidente de la regeneraci´n y de a a a o la aut´ntica fe, ha podido constituir el m´s potente trampol´ para la expansi´n de esta e a ın o concepci´n de la vida que hemos llamado hasta ahora esp´ o ıritu del capitalismo)) (Weber, 1964, p. 211). 14 Podemos encontrar los principales elementos y la presentaci´n de estas pol´micas en o e Besnard (1970), MacKinnon (1993), Disselkamp (1994), en la introducci´n, realizada por o J.-C. Passeron, y en la presentaci´n, realizada por J.-P.Grossein, de un volumen que reune o los trabajos de M.Weber consagrados a la sociolog´ de las religiones (Weber, 1996), y en ıa la obra colectiva del ((Grupo de investigaci´n sobre la cultura de Weimar)) publicada bajo o la direcci´n de G. Raulet (1997) que proporciona tambi´n numerosa informaci´n sobre el o e o clima intelectual que rode´ a la redacci´n de La ´tica protestante. Esta controversia, sin o o e duda una de las m´s prol´ a ıficas de toda la historia de las ciencias sociales, no est´ a´n a u cerrada: se ha centrado por el momento sobre todo en la validez del v´ ınculo entre motivos de inspiraci´n religiosa y pr´cticas econ´micas. A los argumentos cr´ o a o ıticos que ponen en cuesti´n la correlaci´n entre protestantismo y capitalismo avanzado (como hacen, por o o ejemplo, K. Samuelson o J. Schumpeter), postulando que el capitalismo se ha desarrollado antes de la aparici´n del protestantismo o en regiones de Europa en las que la influencia de o la Reforma fue d´bil y, por consiguiente, bajo el efecto de una constelaci´n de fen´menos e o o 13 10
  • 11. Albert Hirschman (1980) reformula la pregunta weberiana (((¿c´mo una o actividad, a lo sumo tolerada por la moral, ha podido transformarse en vocaci´n en el sentido de Benjamin Franklin?))) de la siguiente manera: ((¿C´mo o o es posible que se llegase a considerar como honorables, en semejante momento de la ´poca moderna, actividades lucrativas como el comercio y la banca e que, durante siglos, fueron reprobadas y consideradas deshonrosas por ver en ellas la encarnaci´n de la codicia, el lucro y de la avaricia?)) (p. 13). Sin o embargo, en lugar de recurrir a m´viles de tipo psicol´gico y a una supuesta o o b´squeda, por parte de las nuevas elites, de medios con los que garantizar su u bienestar personal, A. Hirschman evoca motivos que habr´ alcanzado, en ıan primer lugar, a la esfera pol´ ıtica antes de afectar a la econom´ las activiıa: dades lucrativas fueron revalorizadas en el siglo XVIII por las elites debido a las ventajas sociopol´ ıticas que esperaban de ellas. En la interpretaci´n de o A. Hirschman, el pensamiento laico de la Ilustraci´n justifica las actividao des lucrativas en t´rminos de bien com´n para la sociedad, mostrando de e u este modo c´mo la emergencia de pr´cticas en armon´ con el desarrollo del o a ıa capitalismo fueron interpretadas como una relajaci´n de las costumbres y o un perfeccionamiento del modo de gobierno. Partiendo de la incapacidad de la moral religiosa para vencer las pasiones humanas, de la impotencia de la raz´n para gobernar a los seres humanos y de la dificultad de someter a las o pasiones simplemente mediante la represi´n, no quedaba otra soluci´n que o o utilizar una pasi´n para contrarrestar a las otras. As´ el lucro, hasta entono ı, ces situado a la cabeza en el orden de los des´rdenes, obtuvo el privilegio de o ser definido como pasi´n inofensiva en la que descansaba desde ese momento o la tarea de someter a las pasiones ofensivas15 sin relaci´n con la religi´n (sin hablar de la cr´ o o ıtica marxista que hace del capitalismo la causa de la aparici´n del protestantismo), se han opuesto argumentaciones de defensa o que hacen hincapi´ en la distinci´n entre causas y afinidades (Weber no habr´ tratado e o ıa de proporcionar una explicaci´n causal, sino simplemente mostrar las afinidades entre o la Reforma y el capitalismo, como es el caso, por ejemplo, de R. Bendix o R. Aron), as´ como sobre la diferencia entre el capitalismo y el esp´ ı ıritu del capitalismo (Weber no habr´ tomado como objeto de estudio las causas del capitalismo, sino los cambios ıa morales y cognitivos que han favorecido la aparici´n de una mentalidad provechosa para o el capitalismo, como dice, por ejemplo, G. Marshall). 15 Esta inversi´n pudo llevarse a cabo gracias a la transformaci´n de esta pasi´n en o o o ((inter´s)), amalgama de ego´ e ısmo y de racionalidad, t´rmino dotado de las virtudes de la e constancia y la previsibilidad. El comercio fue considerado capaz de provocar un cierto suavizamiento de las costumbres: el comerciante deseaba la paz para la prosperidad de sus negocios y manten´ relaciones beneficiosas, a trav´s de sus transacciones, con clientes ıa e a los que le interesaba satisfacer. La pasi´n por el dinero aparece de este modo menos o destructiva que la carrera por la gloria y las haza˜as. Era tambi´n debido a que, tradin e cionalmente, s´lo la nobleza era juzgada capaz, ((por definici´n, de virtudes heroicas y de o o pasiones violentas. Un simple plebeyo no pod´ perseguir m´s que sus propios intereses ıa a y no la gloria. Todo el mundo sabe que cuanto semejante hombre pudiese llevar a cabo, ser´ siempre algo “templado” comparado con las apasionadas diversiones y las terror´ ıa ıficas proezas de la aristocracia)) (Hirschman, 1980, p. 61). La idea de una erosi´n moderna de o las pasiones violentas y nobles en beneficio de un inter´s exclusivo por el dinero, est´ base a 11
  • 12. Los trabajos de Weber insisten en la necesidad percibida por el capitalismo de proporcionar justificaciones de tipo individual, mientras que los de Hirschman hacen ´nfasis en las justificaciones en t´rminos de bien com´n. e e u Nosotros retomamos estas dos dimensiones, entendiendo el t´rmino justifie caci´n en una acepci´n que permita compaginar simultaneamente las justio o ficaciones individuales (gracias a las cuales una persona encuentra motivos para adherirse a la empresa capitalista) y las justificaciones generales (seg´n u las cuales el compromiso con la empresa capitalista sirve al bien com´n). u La cuesti´n de las justificaciones morales del capitalismo no es s´lo pero o tinente desde el punto de vista hist´rico para aclarar sus or´ o ıgenes o, en la actualidad, para comprender mejor las modalidades de conversi´n al capitao lismo de los pueblos de la periferia (pa´ en v´ de desarrollo y pa´ ex ıses ıas ıses socialistas). Es tambi´n de extrema importancia en los pa´ e ıses occidentales como Francia, cuya poblaci´n se encuentra a menudo integrada –hasta un o punto jam´s alcanzado con anterioridad– en el cosmos capitalista. En efeca to, las constricciones sist´micas que pesan sobre los actores no bastan por e s´ solas para suscitar el compromiso de ´stos16 . La constricci´n en cuesti´n ı e o o debe de ser interiorizada y justificada, una funci´n que, por otro lado, la soo ciolog´ ha adjudicado tradicionalmente a la socializaci´n y a las ideolog´ ıa o ıas. ´ Estas, participando en la reproducci´n del orden social, tienen como efecto o permitir que las personas no encuentren su universo cotidiano invivible, lo cual es una de las condiciones para la permanencia de un mundo determinatante extendida, y parece tambi´n lo suficientemente consolidada como para inspirar como e reacci´n, desde finales del siglo XVIII, la cr´ o ıtica rom´ntica al orden burgu´s, que pas´ a ser a e o considerado vac´ fr´ mezquino, ((materialista)) y, precisamente, carente de todo car´cter ıo, ıo, a pasional, rasgos todos ellos juzgados anteriormente como positivos debido a sus ventajas pol´ ıticas. En cuanto a las tesis del doux commerce [dulce comercio] desarrolladas en el siglo XVIII, hoy nos parecen absolutamente caducas, pero ya en el trascurso del siglo XIX, la miseria de las ciudades obreras y de la colonizaci´n mostraba que la pasi´n burguesa no o o ten´ nada de ((atemperada)), sino que, por el contrario, produc´ estragos desconocidos ıa ıa hasta entonces. (La locuci´n doux commerce es empleada por Montesquieu en Del esp´ o ıritu de las leyes y que tuvo gran ´xito en la segunda mitad del siglo XVIII en el debate e sobre la ´tica de la sociedad comercial. Junto al t´rmino de esp´ e e ıritu de comercio (tambi´n e acu˜ado por Montesquieu), el t´rmino de doux commerce particip´ en la construcci´n de n e o o la condici´n moral del primer capitalismo y de su cat´logo de virtudes. El doux commero a ce postulaba que una caracter´ ıstica intr´ ınseca y exclusiva de las sociedades de mercado libre era la douceur, es decir, la promoci´n de una econom´ sin coacciones, opresi´n, ni o ıa o brutalidades, a la par que un apaciguamiento de las costumbres y la amabilidad como forma generalizada de sociabilidad. El debate sobre el doux commerce puede seguirse en el conocido ensayo de A. Hirschman Las pasiones y los intereses. Argumentos pol´ ıticos en favor del capitalismo antes de su triunfo, as´ como en el reciente libro de Fernando D´ ı ıez Utilidad, deseo y virtud. La formaci´n de la idea moderna de trabajo [N. del T.]). o 16 Tomamos aqu´ nuestras distancias con respecto a la posici´n weberiana que afirma ı o que ((un capitalismo asentado)) (Weber, 1964, p. 63) tiene menos necesidades de una justificaci´n moral, posici´n a la que se suscribe igualmente su contempor´neo Sombart (1928). o o a No obstante, a lo que s´ permanecemos fieles es a una sociolog´ comprensiva que haga ı ıa hincapi´ en el sentido que reviste la organizaci´n social para los actores y, en consecuencia, e o en la importancia de las justificaciones y producciones ideol´gicas. o 12
  • 13. do. Si el capitalismo no solo ha sobrevivido –contra todos los pron´sticos de o quienes hab´ anunciado regularmente su hundimiento–, sino que tampoco ıan ha dejado de extender su imperio, se debe a que ha podido apoyarse en un cierto n´mero de representaciones –susceptibles de guiar la acci´n– y de jusu o tificaciones compartidas, que han hecho de ´l un orden aceptable e incluso e deseable, el unico posible o, al menos, el mejor de los ´rdenes posibles. Es´ o tas justificaciones deben apoyarse en argumentos lo suficientemente robustos como para ser aceptados como evidentes por un n´mero lo suficientemente u grande de gente, de manera que pueda contenerse o superarse la desesperanza o el nihilismo que el orden capitalista no deja de inspirar igualmente, no s´lo entre quienes oprime, sino tambi´n, a veces, entre quienes tienen la o e tarea de mantenerlo y, a trav´s de la educaci´n, transmitir sus valores. e o El esp´ ıritu del capitalismo es, precisamente, este conjunto de creencias asociadas al orden capitalista que contribuyen a justificar dicho orden y a mantener, legitim´ndolos, los modos de acci´n y las disposiciones que son a o coherentes con ´l. Estas justificaciones –ya sean generales o pr´cticas, locae a les o globales, expresadas en t´rminos de virtud o en t´rminos de justicia– e e posibilitan el cumplimiento de tareas m´s o menos penosas y, de forma m´s a a general, la adhesi´n a un estilo de vida favorable al orden capitalista. Poo demos hablar en este caso, de ideolog´ dominante con la condici´n de que ıa o renunciemos a ver en ella un simple subterfugio de los dominantes para asegurarse el consentimiento de los dominados y de que reconozcamos que la mayor´ de las partes implicadas, tanto los fuertes como los d´biles, se ıa e apoyan en los mismos esquemas para representarse el funcionamiento, las ventajas y las servidumbres del orden en el cual se encuentran inmersos17 . 17 La cuesti´n de saber si las creencias asociadas al esp´ o ıritu del capitalismo son verdaderas o falsas, de vital importancia en numerosas teor´ de las ideolog´ sobre todo cuando ıas ıas, tratan de un objeto tan conflictivo como es el capitalismo, no es fundamental en nuestra reflexi´n, pues ´sta se limita a describir la formaci´n y la transformaci´n de las justificao e o o ciones del capitalismo, no a juzgar su verdad intr´ ınseca. A˜adamos, para temperar este n relativismo, que una ideolog´ dominante en una sociedad capitalista permanece enraizada ıa en la realidad de las cosas en la medida en que, por un lado, contribuye a orientar la acci´n o de las personas y as´ dar forma al mundo en el que act´an y, por otro, se transforma seg´n ı u u la experiencia, feliz o desgraciada, que ´stas tienen de su acci´n. Una ideolog´ dominante e o ıa puede de este modo, como se˜ala Louis Dumont, tanto ser declarada ((falsa)) –si se tiene n en cuenta su car´cter incompleto por encontrarse m´s ajustada a los intereses de ciertos a a grupos sociales que de otros, o su capacidad para agrupar producciones de or´ ıgenes y antig¨edad diferentes sin articularlos de forma coherente–, como ser declarada ((verdadera)), u en el sentido en que cada uno de los elementos que la componen ha podido ser pertinente (y puede continuar si´ndolo) en un tiempo o en un lugar dados y ello bajo determinadas e condiciones. Retomamos aqu´ la soluci´n aportada por Hirschman (1984) cuando, frente ı o a teor´ aparentemente irreconciliables, relativas al impacto del capitalismo sobre la soıas ciedad, muestra que se puede hacer que coexistan en la misma representaci´n del mundo o siempre y cuando aceptemos la idea de que el capitalismo es un fen´meno contradictorio o que tiene la capacidad de autolimitarse y de reforzarse a la vez. Hirschman sugiere que ((por incompatibles que sean estas teor´ ıas, cada una de ellas bien podr´ tener “su moıa mento de verdad” o su “pa´ de verdad”. Una y otra podr´ ser aplicables en un pa´ o ıs ıan ıs 13
  • 14. Si, siguiendo la tradici´n weberiana, colocamos a las ideolog´ sobre las o ıas cuales descansa el capitalismo en el centro de nuestros an´lisis, daremos un a uso a la noci´n de esp´ o ıritu del capitalismo alejado de sus usos can´nicos. En o Weber, la noci´n de esp´ o ıritu del capitalismo se inserta dentro del an´lisis de a los ((tipos de conductas racionales pr´cticas)) y de las ((incitaciones pr´ctia a 18 que, en tanto que constitutivos de un nuevo ethos, han cas a la acci´n)) o hecho posible la ruptura con las pr´cticas tradicionales, la generalizaci´n de a o la disposici´n al c´lculo, la supresi´n de las condenas morales que pesaban o a o sobre la obtenci´n de beneficios y el desarrollo del proceso de acumulaci´n o o ilimitada. Nosotros no pretendemos explicar la g´nesis del capitalismo, sino e comprender bajo qu´ condiciones puede seguir atrayendo hoy a los actores e necesarios para la obtenci´n de beneficios, raz´n por la cual nuestra ´ptica o o o ser´ diferente. Dejaremos de lado las disposiciones frente al mundo necesaa rias para participar en el capitalismo como cosmos –adecuaci´n medios-fines, o racionalidad pr´ctica, aptitud para el c´lculo, autonomizaci´n de las activia a o dades econ´micas, relaci´n instrumental con la naturaleza, etc.–, as´ como o o ı las justificaciones del capitalismo de tipo m´s general producidas princia palmente por la ciencia econ´mica y que evocaremos m´s adelante. Estas o a justificaciones y disposiciones indican en la actualidad, al menos entre los actores de la empresa en el mundo occidental, competencias comunes que, en armon´ con las limitaciones institucionales que se imponen de alguna ıa manera desde el exterior, son constantemente reproducidas a trav´s de los e ´ procesos de socializaci´n familiares y escolares. Estas constituyen el z´calo o o ideol´gico a partir del cual se pueden observar las variaciones hist´ricas a´n o o u cuando no pueda excluirse que la transformaci´n del esp´ o ıritu del capitalismo implique a veces la metamorfosis de algunos de sus aspectos m´s duraderos. a Nuestro prop´sito es el estudio de las variaciones observadas y no la deso cripci´n exhaustiva de todos los componentes del esp´ o ıritu del capitalismo. Esto nos llevar´ a desprender del concepto de esp´ a ıritu del capitalismo los contenidos sustanciales, en t´rminos de ethos, que est´n ligados a ´l en la e a e obra de Weber, para abordarlo como una forma que puede ser objeto de un contenido muy diferente seg´n los distintos momentos de la evoluci´n de los u o modos de organizaci´n de las empresas y de los procesos de extracci´n del o o beneficio capitalista. Podemos, de este modo, tratar de integrar dentro de un mismo marco expresiones hist´ricas muy distintas del esp´ o ıritu del capitalismo y plantearnos la cuesti´n de su transformaci´n. Haremos hincapi´ en la o o e forma que debe adoptar una existencia en armon´ con las exigencias de la ıa acumulaci´n para que un gran n´mero de actores estimen que vale la pena o u de ser vivida. Sin embargo, a lo largo de este recorrido hist´rico, permaneceremos fieo les al m´todo de los tipos ideales weberianos, sistematizando y destacando e grupo de pa´ dados durante un periodo determinado)) (p. 37). ıses 18 Weber, citado por Bouretz (1996), pp. 205-206. 14
  • 15. cuanto nos parezca espec´ ıfico de una ´poca en oposici´n a aquellas otras e o que le han precedido, otorgando m´s importancia a las variaciones que a a las constantes, sin ignorar, no obstante, las caracter´ ısticas m´s estables del a capitalismo. La persistencia del capitalismo como modo de coordinaci´n de las accioo nes y como mundo de vida, no puede ser comprendida sin tener en cuenta las ideolog´ que, justific´ndolo y confiri´ndole un sentido, contribuyen a ıas a e generar la buena voluntad de aquellos sobre los que se levanta y a asegurar su adhesi´n, incluso cuando, como sucede en el caso de los pa´ o ıses desarrollados, el orden en el que ´stos son insertados parece descansar, casi en su e totalidad, en dispositivos que le son afines. De qu´ est´ hecho el esp´ e a ıritu del capitalismo Cuando se trata de reunir las razones que hablan en favor del capitalismo, de buenas a primeras se presenta un candidato, que no es otro que la ciencia econ´mica. ¿Acaso no es en la ciencia econ´mica y, en particular, en o o sus corrientes dominantes –cl´sicas y neocl´sicas–, donde los responsables a a de las instituciones del capitalismo han buscado, desde la primera mitad del siglo XIX hasta nuestros d´ ıas, todo tipo de justificaciones? La fuerza de los argumentos que encontramos en ella proviene precisamente de que se presentan como argumentos no ideol´gicos y no dictados por principios o morales, por m´s que incorporen una referencia a resultados finales globala mente conformes a un ideal de justicia, en el caso de los m´s s´lidos de entre a o ellos, as´ como a una idea de bienestar, en la mayor´ El desarrollo de la ı ıa. ciencia econ´mica, ya se trate de la econom´ cl´sica o del marxismo, ha o ıa a contribuido, como ha demostrado L. Dumont (1977), al surgimiento de una representaci´n del mundo radicalmente nueva con respecto al pensamiento o tradicional, destacando, en particular, ((la separaci´n radical de los aspectos o econ´micos del tejido social y su constituci´n como ´mbito aut´nomo)) (p. o o a o 15). Esta concepci´n permiti´ dar cuerpo a la creencia de que la econom´ o o ıa constituye una esfera aut´noma, independiente de la ideolog´ y de la moo ıa ral, que obedece a leyes positivas, dejando de lado el hecho de que semejante convicci´n es el resultado de un trabajo ideol´gico que s´lo ha podido ser lleo o o vado a cabo tras incorporar justificaciones, parcialmente recubiertas despu´s e por el discurso cient´ ıfico, seg´n las cuales las leyes positivas de la econom´ u ıa 19 . estar´ al servicio del bien com´n ıan u En particular, la idea de que la persecuci´n del inter´s individual cono e En efecto, la econom´ cl´sica, al constituirse parad´jicamente como ((ciencia)) a partir ıa a o del modelo de las ciencias de la naturaleza del siglo XIX, y a costa del olvido de la filosof´ ıa pol´ ıtica que le hab´ servido de matriz, y de la transformaci´n de las convicciones subyaıa o centes a las formas mercantiles de los acuerdos en leyes positivas separadas de la voluntad de las personas, ha sido instrumentalizada para validar acciones (Boltanski, Th´venot, e 1991, pp. 43-46). 19 15
  • 16. tribuye al inter´s general ha sido objeto de un enorme trabajo, retomado y e profundizado continuamente a lo largo de toda la historia de la econom´ ıa cl´sica. Esta disociaci´n de la moral y de la econom´ as´ como la incorpoa o ıa, ı raci´n a la econom´ en el mismo movimiento, de una moral consecuenciao ıa, lista20 basada en el c´lculo de la utilidad, facilitaron una garant´ moral a a ıa 21 . Haciendo las actividades econ´micas por el simple hecho de ser lucrativas o un r´pido resumen que explicite un poco m´s el movimiento de la historia a a de las teor´ econ´micas que aqu´ nos interesa, podemos observar que la inıas o ı corporaci´n del utilitarismo a la econom´ ha permitido que se asuma como o ıa ((natural)) que ((todo lo que es beneficioso para el individuo lo es tambi´n e para la sociedad. Y por analog´ todo lo que engendre beneficios (y sirva, ıa, por lo tanto, al capitalismo) sirve tambi´n a la sociedad)) (Heilbroner, 1986, e p. 95). Tan s´lo el crecimiento de la riqueza, sea quien sea su beneficiario, o es, desde esta perspectiva, considerado como un criterio del bien com´n22 . u 20 Seg´n las teor´ morales consecuencialistas, los actos deben evaluarse moralmente en u ıas funci´n de sus consecuencias (un acto es bueno si produce mayor bien que mal y si el o saldo es superior a un acto alternativo que no ha podido realizarse como consecuencia de haber llevado a cabo el primer acto). Estas teor´ se oponen globalmente a las teor´ ıas ıas que podr´ ıamos llamar deontol´gicas y que permiten juzgar los actos en funci´n de su o o conformidad a una lista de reglas, de mandatos o de derechos y deberes. Las teor´ ıas consecuencialistas permiten resolver la espinosa cuesti´n del conflicto entre reglas que o existe en las teor´ deontol´gicas y evitar responder a la cuesti´n del fundamento y ıas o o origen de dichas reglas. Sin embargo, este tipo de teor´ se exponen a otras dificultades, ıas como la realizaci´n del inventario del conjunto de consecuencias o la medida y suma de o las cantidades de bien y de mal correspondientes. El utilitarismo de Jeremy Bentham (1748-1832) constituye el paradigma mismo de las teor´ consecuencialistas as´ como la ıas ı m´s conocida, ya que funda la evaluaci´n de una acci´n sobre el c´lculo de la utilidad a o o a producida por este acto. 21 Este consistente ensamblaje es el resultado de la alianza, en un primer momento marginal y no necesaria, pero posteriormente ampliamente admitida, de la econom´ cl´sica y ıa a del utilitarismo, respaldada por un ((materialismo evolucionista)), rico en referencias a Darwin, Condorcet o Comte (Schumpeter, 1983, vol. 2, pp. 47-50). Esta mezcla de creencias liberales en las virtudes del ((laisser fairer )) [dejar hacer], de darwinismo social y de utilitarismo vulgar ha constituido, seg´n Schumpeter, el mantillo sobre el que ha descansado la u visi´n del mundo de la burgues´ empresarial. De este modo, el utilitarismo, asociado con o ıa el liberalismo econ´mico y el darwinismo social, ha podido convertirse, bajo una forma o vulgarizada, en el principal instrumento capaz de lograr, en un solo movimiento, liberarse de la moral com´n y dar una dimensi´n moral a las acciones orientadas a la obtenci´n de u o o beneficios. 22 Una de las razones por las cuales todo incremento en la riqueza de cualquier miembro de la sociedad debe, supuestamente, constituir una mejora del bienestar global de la sociedad en su conjunto, consiste en que esta riqueza no es el resultado de privar a otro de dicha riqueza mediante el robo, como presupone, por ejemplo, la idea de una suma total de la riqueza estable, sino que ha sido creada en su integridad, de manera que la suma total de la riqueza de la sociedad se ve incrementada. Los trabajos de Pareto en el a ´mbito de la econom´ prolongando y renovando la aproximaci´n walrasiana, conducen a ıa, o una redefinici´n del ´ptimo econ´mico e ilustran c´mo se fue haciendo cada vez m´s vana o o o o a en el seno de la econom´ cl´sica la cuesti´n de saber qui´n resulta enriquecido por este ıa a o e crecimiento de la riqueza. Una de las consecuencias pr´cticas del abandono, en la obra de a Pareto, de una utilidad medible, en el tr´nsito del siglo XIX al XX, es que a partir de ese a 16
  • 17. En los usos m´s cotidianos y en los discursos p´blicos de los principales aca u tores que se encargan de realizar la ex´gesis de los actos econ´micos –jefes e o de empresa, pol´ ıticos, periodistas, etc.–, el recurso a esta vulgata permite vincular, de forma ´ ıntima y a la vez lo suficientemente vaga, beneficio individual (o local) y beneficio global, resolviendo de este modo la exigencia de justificaci´n de las acciones que concurren en la acumulaci´n. Para este tipo o o de justificaciones resulta evidente que el coste moral espec´ ıfico (entregarse a la pasi´n por el lucro) de la puesta en marcha de una sociedad adquisitiva o (coste que preocupaba a´n a Adam Smith), dif´ u ıcilmente cuantificable, se encuentra ampliamente compensado por las ventajas cuantificables (bienes materiales, salud,. . . ) de la acumulaci´n. Permiten tambi´n sostener que el o e crecimiento global de la riqueza, sea quien sea el beneficiario, es un criterio de determinaci´n del bien com´n, de lo cual da fe todos los d´ el hecho de o u ıas presentar la salud de las empresas de un pa´ –medida por sus tasas de beneıs ficio, su nivel de actividad y de crecimiento– como un criterio de medida del bienestar social23 . Este inmenso trabajo social llevado a cabo para instaurar el progreso material individual como un –si no el – criterio del bienestar momento resultaba imposible comparar las utilidades de dos elementos diferentes y, por lo tanto, de responder a la cuesti´n de saber si el crecimiento en un aspecto determinado era o m´s beneficioso para la sociedad que el crecimiento en otro aspecto. La teor´ del equilia ıa brio paretiana permite tambi´n sostener que es imposible juzgar en t´rminos de bienestar e e global el efecto de un desplazamiento de la riqueza de un punto a otro, ya que la p´rdida e de utilidad de ciertos miembros no se puede compensar con la ganancia de utilidad de otros. Vemos pues que hay dos usos posibles de la teor´ del equilibrio de Pareto: o bien ıa reconocemos que no existe ning´n reparto de riquezas bueno en s´ mismo que pueda deteru ı minarse cient´ ıficamente gracias a la econom´ acept´ndose de este modo los repartos tal ıa, a y como se hacen; o bien constatamos la incapacidad de la ciencia econ´mica para resolver o semejante cuesti´n y la transferimos al plano pol´ o ıtico sin demasiado entusiasmo. De este modo Pareto proporcionar´ argumentos, sin pretenderlo realmente, a los defensores del a Estado del bienestar. 23 Lo que conduce a considerar globalmente al pa´ como una ((empresa)), met´fora reıs a ductora pero frecuente. O. Giarini (1981, 1983) muestra cu´nto se aleja la noci´n de PNB a o de la de bienestar social, a´n cuando se acepte reducir este bienestar al simple aumento u del nivel de vida. Al incorporar los valores a˜adidos de todas las empresas, el PNB no n se˜ala, por ejemplo, que algunos de estos valores a˜adidos se encuentran vinculados a n n mercados de reparaci´n de da˜os producidos por otros sectores a la econom´ La suma o n ıa. de los valores a˜adidos de aquellos que destruyen el entorno y de aquellos que lo protegen n no puede en ning´n caso pretender expresar una verdadera mejora para el ciudadano por u m´s que se incremente el indicador del PNB. ((Lo que hay m´s bien es una transferencia de a a gastos, que tiene como efecto un crecimiento real neto de la riqueza y del bienestar [. . . ], a otro tipo de gastos que son esenciales para el mantenimiento del sistema de mercado)) (1983, p. 308). Otros valores a˜adidos que vienen a agregarse est´n simplemente ligados a n a la mercantilizaci´n de actividades que permanec´ anteriormente fuera de la esfera moneo ıan taria (como el desarrollo de los platos precocinados que est´n reemplazando en parte a la a cocina familiar, un mercado que, ciertamente crea beneficios monetarios pero no aumenta necesariamente los niveles de vida). Giarini (1983) llega a afirmar : ((Se produce muy a menudo un crecimiento cero o un crecimiento negativo en la riqueza y el bienestar real incluso cuando los indicadores econ´micos del producto nacional bruto son positivos )) (p. o 310). 17
  • 18. social, ha permitido al capitalismo adquirir una legitimidad sin precedentes, logrando legitimar al mismo tiempo sus objetivos y su motor. Los trabajos realizados por la ciencia econ´mica permiten tambi´n soso e tener que, entre dos organizaciones econ´micas diferentes, orientadas ambas o hacia el bienestar material, la organizaci´n capitalista es siempre m´s eficaz. o a La libertad de empresa y la propiedad privada de los medios de producci´n o ´ introducen en el sistema la competencia o su posibilidad. Esta, desde el momento en que existe, aunque no sea pura y perfecta, es el medio m´s a seguro para que los clientes se beneficien del mejor servicio al menor coste. Aunque su principal preocupaci´n sea la acumulaci´n de capital, los capio o talistas tambi´n est´n obligados a satisfacer a los consumidores para lograr e a sus objetivos. Es as´ como, extensivamente, la empresa privada competitiı va es juzgada siempre como m´s eficaz y eficiente que la organizaci´n no a o lucrativa (pero lo es pagando el precio, siempre olvidado, de una mutaci´n o del aficionado al arte, del ciudadano, del estudiante, del ni˜o con respecto n a sus profesores, del beneficiario de la ayuda social. . . en consumidor). La privatizaci´n y la mercantilizaci´n m´xima de todos los servicios son, de o o a este modo, vistas socialmente como las mejores soluciones, ya que reducen el despilfarro de recursos y obligan a anticiparse a lo que esperan los clientes 24 . A los t´picos de la utilidad, del bienestar global o del progreso –movilizados o de forma casi inmutable desde hace dos siglos–, a la justificaci´n en t´rminos o e de eficacia sin igual a la hora de ofrecer bienes y servicios, hay que a˜adir, n por supuesto, la referencia a los poderes liberadores del capitalismo y a la libertad pol´ ıtica como efecto colateral de la libertad econ´mica. Los tipos de o argumentos que se presentan a este respecto evocan la liberaci´n que supone o el r´gimen salarial con respecto a la servidumbre, el espacio de libertad que e permite la propiedad privada o, incluso, el hecho de que las libertades pol´ ıticas en la ´poca moderna no han existido nunca, salvo de forma epis´dica, e o en ning´n pa´ abierta y fundamentalmente anticapitalista, a pesar tamu ıs bi´n de que tampoco todos los pa´ capitalistas conozcan dichas libertades e ıses 25 . pol´ ıticas 24 Esta posici´n, seg´n la cual la organizaci´n mercantil es siempre m´s eficaz, ha sido o u o a desarrollada recientemente por te´ricos de la econom´ de la burocracia (V´ase Greffe o ıa e [1979] y Terny [1980] para una introducci´n a la cuesti´n). o o 25 Milton Friedman (1962), en su c´lebre ensayo Capitalism and freedom, es uno de los e m´s ardientes defensores de la t´sis seg´n la cual las libertades pol´ a e u ıticas no son posibles m´s a que en el marco de las relaciones capitalistas: ((Los acuerdos econ´micos desempe˜an un o n doble papel en la promoci´n de una sociedad libre. Por un lado, la libertad de establecer o acuerdos econ´micos es un componente de la libertad entendida en un sentido amplio, o a pesar de que la libertad econ´mica es un fin en s´ misma; por otro lado, la libertad o ı econ´mica es un medio indispensable para la realizaci´n de la libertad pol´ o o ıtica)) (p. 8). Pero admite tambi´n que el capitalismo, por s´ mismo, no asegura la libertad: ((La historia e ı sugiere tan s´lo que el capitalismo es una condici´n necesaria para la libertad pol´ o o ıtica. Claramente, no es una condici´n suficiente. La Italia y la Espa˜a fascistas, la Alemania o n en distintos momentos de los ultimos 70 a˜os, Jap´n antes de ambas guerras mundiales, ´ n o 18
  • 19. Evidentemente, ser´ poco realista no tener en cuenta estos tres pilares ıa justificativos centrales del capitalismo –progreso material, eficacia y eficiencia en la satisfaci´n de las necesidades, modo de organizaci´n social favorable o o al ejercicio de las libertades econ´micas y compatible con reg´ o ımenes pol´ ıticos liberales– en el esp´ ıritu del capitalismo. Pero precisamente a causa de su car´cter excesivamente general y estaa ble en el tiempo, estos elementos26 no bastan para obtener el compromiso de las personas ordinarias en las circunstancias concretas de la vida y, en particular, de la vida en el trabajo, para facilitarles recursos argumentativos que les permitan hacer frente a las denuncias o a las cr´ ıticas que puedan serles dirigidas personalmente. Es poco probable que un trabajador asalariado se regocije verdaderamente de que su trabajo sirva para incrementar el PIB de la naci´n, de que permita mejorar el bienestar de los consumidores, o o de que est´ inserto en un sistema que garantiza la libertad de empresa, e de venta y de compra, porque posiblemente le cueste establecer un v´ ınculo entre estas ventajas generales y las condiciones de vida y de trabajo propias y de sus allegados. A menos que se haya enriquecido directamente sacando partido de la libre empresa –algo que est´ reservado a un reducido n´mero a u de personas– o de que haya obtenido, gracias al trabajo elegido libremente, una holgura financiera suficiente como para aprovecharse plenamente de las posibilidades de consumo que ofrece el capitalismo, le faltar´n demasiadas a mediaciones para que la propuesta de adhesi´n que le es hecha pueda alimeno tar su imaginaci´n27 y encarnarse en hechos y gestos en la vida cotidiana. o Frente a lo que podr´ ıamos denominar –parafraseando a M.Weber– el capitalismo de c´tedra, un capitalismo que repite desde arriba el dogma a liberal, las expresiones del esp´ ıritu del capitalismo que nos interesan deben incorporarse en descripciones lo suficientemente consistentes y detalladas, as´ como comportar los suficientes asideros, como para sensibilizar a aquellos ı a los que se dirige, es decir, ser capaces, simultaneamente, de aproximarse a su experiencia moral de la vida cotidiana y proponerles modelos de acci´n en o los que puedan apoyarse. Veremos c´mo el discurso de la gesti´n empresarial, o o discurso que pretende ser a la vez formal e hist´rico, global y situado, que o la Rusia zarista antes de la Primera Guerra Mundial, son todas ellas sociedades que no podemos describir como pol´ ıticamente libres. Sin embargo, en cada una de ellas, la empresa privada era la forma predominante de organizaci´n econ´mica. Por lo tanto, es posible que o o se produzcan simultaneamente acuerdos econ´micos de tipo capitalista y acuerdos pol´ o ıticos contrarios a la libertad)) (p. 10). 26 Es probable que este aparato justificativo baste para implicar a los capitalistas y sea movilizado cada vez que la discusi´n alcance un nivel de generalidad muy alto (el o porqu´ del sistema y no el porqu´ de tal o cual acci´n o decisi´n), as´ como cuando no e e o o ı se encuentra ninguna justificaci´n m´s pr´xima a la disputa, lo que suele ocurrir, desde o a o nuestro punto de vista, cuando el esp´ ıritu del capitalismo es d´bil. e 27 Las ideolog´ ıas, para poder servir a la acci´n, han de estar incorporadas en formas o discursivas que comprendan mediaciones lo suficientemente numerosas y lo suficientemente diversas como para alimentar la imaginaci´n frente a las situaciones concretas de la vida; o en este sentido, v´ase Boltanski (1993), pp. 76-87. e 19
  • 20. mezcla preceptos generales y ejemplos paradigm´ticos, constituye hoy la a forma por excelencia en la que el esp´ ıritu del capitalismo se materializa y se comparte. Este tipo de discurso se dirige ante todo a los cuadros, cuya adhesi´n al o capitalismo es particularmente indispensable para la buena marcha de las empresas y para la formaci´n de beneficios. El problema, sin embargo, es que o el alto nivel de compromiso exigido no puede obtenerse por pura coacci´n, a o la vez que, en la medida en que est´n menos sometidos a la necesidad que los a obreros, pueden oponer una resistencia pasiva, comprometerse con reticencias, o incluso minar el orden capitalista critic´ndolo desde dentro. Existe a tambi´n el peligro con los hijos de la burgues´ que constituyen el vivero e ıa, casi natural de reclutamiento de los cuadros y pueden iniciar un movimiento de defecci´n, por emplear la expresi´n de A. Hirschman (1972), dirigi´ndose o o e hacia profesiones menos integradas en el juego capitalista (profesiones liberales, arte y ciencia, servicio p´blico) o incluso retirarse parcialmente del u mercado de trabajo, posibilidades todas ellas tanto m´s probables cuanto a m´s numerosa sea su posesi´n de recursos diversificados (escolares, patrimoa o niales y sociales). As´ pues, el capitalismo debe complementar su aparato justificativo, en ı un primer momento, en direcci´n a los cuadros o de los futuros cuadros. o Si, en el transcurso normal de su vida profesional, ´stos son convencidos en e su mayor´ de adherirse al sistema capitalista, ya sea por razones financieıa ras (miedo al paro principalmente, sobre todo si est´n endeudados y con a cargas familiares) o por dispositivos cl´sicos de sanciones y recompensas a (dinero, ventajas diversas, esperanzas de promoci´n. . . ), podemos pensar o que las exigencias de justificaci´n se desarrollar´n particularmente en los o a periodos caracterizados, como ocurre en la actualidad, por un lado, por un fuerte crecimiento num´rico de los cuadros, con la llegada a las empresas e de numerosos cuadros j´venes provenientes del sistema educativo, escasao mente motivados y en b´squeda de incitaciones normativas28 y, por otro, u 28 El n´mero de cuadros ha crecido de forma importante entre el censo de 1982 y el u de 1990. La categor´ de ((cuadros administrativos y comerciales)) ha ganado m´s de ıa a 189.000 personas, la de ((ingenieros y cuadros t´cnicos de empresa)) m´s de 220.000, la e a de ((profesiones intermedias administrativas y comerciales de empresa)) m´s de 423.000. a Una parte de los efectivos que aseguran el crecimiento de estas subcategor´ provienen ıas de capas sociales tradicionalemente m´s distantes, inclusive hostiles al capitalismo, como a es el caso de los hijos del profesorado que est´n particularmente bien preparados para a superar las pruebas escolares que abren las puertas a la ense˜anza superior y a las grandes n escuelas, pero peor preparados normativamente que los hijos de la burgues´ de negocios ıa para el ejercicio de un poder jer´rquico o econ´mico. Como demuestran numerosos estua o dios, el crecimiento del n´mero de diplomados no s´lo tiene consecuencias num´ricas, sino u o e que modifica tambi´n las caracter´ e ısticas de aquellos que poseen tales t´ ıtulos, a resultas de un cambio en su origen social por el efecto de la democratizaci´n del acceso a la ense˜anza o n superior. El efecto de ((se˜alizaci´n)) de los diplomas (Spence, 1973) se ve perturbado. En n o realidad, el diploma no aporta tan s´lo informaci´n sobre el tipo de conocimientos supueso o tamente adquiridos, sino tambi´n sobre el tipo de cultura, en el sentido antropol´gico del e o 20
  • 21. por profundas transformaciones que obligan a los cuadros m´s veteranos a a reciclarse, algo que les resultar´ m´s sencillo si logran dar un sentido a los a a cambios de orientaci´n que les son impuestos y vivirlos como fruto de la o libre elecci´n. o Los cuadros, en la medida en que son al mismo tiempo asalariados y portavoces del capitalismo, constituyen, por su posici´n –sobre todo si los o comparamos con otros miembros de las empresas–, un objetivo prioritario de la cr´ ıtica –en particular de la efectuada por sus subordinados–, una cr´ ıtica a la que a menudo ellos mismos est´n dispuestos tambi´n a prestar un o´ a e ıdo atento. No les basta tan s´lo con las ventajas materiales que se les conceden, o sino que deben tambi´n disponer de argumentos para justificar su posici´n e o y, de forma m´s general, los procedimientos de selecci´n de los que son proa o ducto o que ellos mismos han puesto en marcha. Una de sus necesidades de justificaci´n es el mantenimiento de una separaci´n culturalmente tolerable o o entre su propia condici´n y la de los trabajadores que tienen a sus ´rdenes o o (como muestran, por ejemplo, en el punto de inflexi´n hist´rico de la d´cada o o e de 1970, las reticencias de numerosos j´venes ingenieros de las grandes eso cuelas, formados de manera m´s permisiva que las generaciones anteriores, a a mandar sobre los O.S. [obrero descualificado]29 , asignados a tareas muy repetitivas y sometidos a una severa disciplina de f´brica). a Las justificaciones del capitalismo que aqu´ nos interesan no ser´n, por lo ı a tanto, aquellas que los capitalistas o los economistas universitarios puedan desarrollar de cara al exterior y, en particular, de cara al mundo pol´ ıtico, sino las justificaciones destinadas prioritariamente a los cuadros e ingenieros. Ahora bien, las justificaciones en t´rminos de bien com´n que necesitan dee u ben apoyarse en espacios de c´lculo locales para poder ser eficaces. Sus juicios a hacen referencia, en primer lugar, a la empresa en la que trabajan y al grado en que las decisiones tomadas en su nombre son defendibles en cuanto a sus consecuencias sobre el bien com´n de los asalariados empleadas en la misma u y, secundariamente, respecto al bien com´n de la colectividad geogr´fica y u a pol´ ıtica en la cual est´ inserta. A diferencia de los dogmas liberales, estas a justificaciones situadas est´n sujetas al cambio, debiendo vincular las preoa t´rmino y, finalmente, sobre el tipo de seres humanos. El mero conocimiento de la posesi´n e o de un diploma ya no proporciona las informaciones t´citas y laterales que permit´ a ıan, en una etapa anterior, ((hacerse una idea)) intuitiva –es decir, fundada sobre la experiencia social ordinaria– del tipo de persona ((a la que nos enfrent´bamos)), porque los titulares de a un mismo diploma pueden diferir fuertemente unos de otros en el resto de aspectos (sobre todo con respecto a las generaciones anteriores poseedoras del mismo diploma). 29 Ouvrier Sp´cialis´: obrero descualificado. T´rmino acu˜ado en la sociolog´ del trabajo e e e n ıa francesa, figura caracter´ ıstica del capitalismo de la producci´n en cadena de la gran f´brica o a fordista. El O.S. conformaba un trabajador asignado a una tarea repetitiva dentro de la cadena de montaje en la que se insertaba como una simple extensi´n de la m´quina. o a Los O.S., durante mucho tiempo la fuerza hegem´nica del movimiento obrero, fueron los o protagonistas del importante ciclo de luchas que tuvo su momento ´lgido a lo largo de la a d´cada de 1960 [N. del T.]. e 21
  • 22. cupaciones expresadas en t´rminos de justicia con las pr´cticas ligadas a e a las diferentes etapas hist´ricas del capitalismo y con las formas espec´ o ıficas de obtener beneficios caracter´ ısticas de una ´poca. Al mismo tiempo, estas e justificaciones deben suscitar disposiciones a la acci´n y proporcionar la seo guridad de que las acciones emprendidas son moralmente aceptables. De este modo, en cada momento hist´rico, el esp´ o ıritu del capitalismo se manifiesta indisociablemente en las evidencias de las que disponen los cuadros en lo que respecta a las ((buenas)) acciones que han de realizar para obtener beneficios y a la legitimidad de estas acciones. Adem´s de las justificaciones en t´rminos de bien com´n, necesarias a e u para responder a la cr´ ıtica y explicarse frente a los dem´s, los cuadros, a en particular los cuadros j´venes, necesitan tambi´n, como los empresarios o e weberianos, encontrar motivos personales para el compromiso. Para que el compromiso valga la pena, para que les resulte atractivo, el capitalismo debe presentarse ante ellos en actividades que, en comparaci´n con oportunidades o alternativas, pueden ser calificadas de ((excitantes)), es decir, portadoras, con variaciones seg´n las ´pocas, de posibilidades de autorrealizaci´n y de u e o espacios de libertad para la acci´n. o Sin embargo, como veremos a continuaci´n con mayor detalle, este anhelo o de autonom´ suele encontrarse con otra demanda con la que suele entrar en ıa tensi´n: la b´squeda de seguridad.. En efecto, el capitalismo debe ser capaz o u de inspirar a los cuadros la confianza en la posibilidad de beneficiarse del bienestar que les promete de forma duradera para ellos mismos (de forma al menos tan duradera, si no m´s, que en las situaciones sociales alternativas a a las cuales han renunciado con su adhesi´n al capitalismo) y de garantizar o a sus hijos el acceso a posiciones que les permitan conservar los mismos privilegios. El esp´ ıritu del capitalismo propio de cada ´poca debe proporcionar, en e t´rminos hist´ricamente variables, elementos capaces de apaciguar la inquiee o tud suscitada por las tres siguientes cuestiones: ¿De qu´ manera puede el compromiso con el proceso de acumulaci´n e o capitalista ser una fuente de entusiasmo incluso para aquellos que no ser´n los primeros en aprovecharse de los beneficios realizados? a ¿Hasta qu´ punto aquellos que se implican en el cosmos capitalista e pueden tener la garant´ de una seguridad m´ ıa ınima para ellos y para sus hijos? ¿C´mo justificar, en t´rminos de bien com´n, la participaci´n en la o e u o empresa capitalista y defender, frente a las acusaciones de injusticia, la forma en que es animada y gestionada? 22
  • 23. Las diferentes etapas hist´ricas del esp´ o ıritu del capitalismo Las transformaciones del esp´ ıritu del capitalismo que se perfilan en la actualidad –y a las cuales est´ consagrado este libro– no son, desde luea go, las primeras que ha conocido. Adem´s de esa especie de reconstrucci´n a o arqueol´gica del ethos inspirador del capitalismo original que encontramos o en la obra de Weber, disponemos al menos de dos descripciones estilizadas o tipificadas del esp´ ıritu del capitalismo. Cada una de ellas especifica los diferentes componentes se˜alados m´s arriba e indica, para su momento n a hist´rico, el tipo de gran aventura dinamizadora que pudo representar el o capitalismo, los s´lidos cimientos que eran necesarios de cara al futuro y las o respuestas al ansia de una sociedad justa que el capitalismo pudo representar. Son estas diferentes combinaciones entre autonom´ seguridad y bien ıa, com´n las que recordaremos ahora de forma muy esquem´tica. u a La primera descripci´n, llevada a cabo a finales del siglo XIX –tanto o en la novela como en las ciencias sociales propiamente dichas– coloca su epicentro en la figura del burgu´s emprendedor y en la descripci´n de los e o valores burgueses. La figura del emprendedor, del capit´n de industria, del a conquistador (Sombart, 1928, p. 55), concentra los elementos heroicos de la descripci´n30 , haciendo ´nfasis en el juego, la especulaci´n, el riesgo y la o e o innovaci´n. A un nivel m´s general, para categor´ m´s numerosas, la aveno a ıas a tura capitalista significa en primer lugar la liberaci´n, ante todo espacial o o geogr´fica, posibilitada por el desarrollo de los medios de comunicaci´n y a o el avance del trabajo asalariado, que permiten a los j´venes emanciparse de o las comunidades locales, del sometimiento a la tierra y del arraigo familiar, y posibilitan la huida del pueblo, del gueto y de las formas tradicionales de dependencia personal. En contrapartida, la figura del burgu´s y de la moral e burguesa aportan los elementos de seguridad gracias a una combinaci´n orio ginal que a˜ade a las disposiciones econ´micas innovadoras (avaricia, esp´ n o ıritu de ahorro, tendencia a racionalizar la vida cotidiana en todos sus aspectos, desarrollo de las capacidades necesarias para la contabilidad, el c´lculo y la a previsi´n), disposiciones dom´sticas tradicionales: la importancia otorgada o e a la familia, al linaje, al patrimonio, a la castidad de las hijas para evitar las uniones desafortunadas y la dilapidaci´n del capital; el car´cter familiar o a o patriarcal de las relaciones mantenidas con los empleados (Braudel, 1979, pp. 526-527) –que ser´ denunciado como paternalismo– donde las formas a de subordinaci´n contin´an siendo de tipo personal, en el seno de empresas o u generalmente de reducido tama˜o; el papel concedido a la caridad como alin vio del sufrimiento de los pobres, etc. (Procacchi, 1993). Las justificaciones de mayor generalidad que hacen referencia a formulaciones del bien com´n, u tendr´ menos que ver con la referencia al liberalismo econ´mico, al merıan o 30 V´ase, por ejemplo, el libro de Charles Moraz´ (1957), Les Bourgeois conqu´rants, e e e sobre todo el pr´logo y la parte consagrada a los ferrocarriles (pp. 205-216). o 23
  • 24. cado31 o a la econom´ cient´ ıa ıfica –cuya difusi´n continuaba siendo bastante o limitada– que con la creencia en el progreso, en el futuro, en la ciencia, en la t´cnica o en las ventajas de la industria. Se trataba de un utilitarismo vulgar e que pretend´ justificar los sacrificios que exig´ el avance del progreso. Preıa ıa cisamente esta amalgama de disposiciones y valores muy diferentes e incluso incompatibles –sed de beneficios y moralismo, avaricia y caridad, cientificismo y tradicionalismo familiar– que constituye el eje principal de la divisi´n o de los burgueses entre s´ mismos de la que habla Fran¸ois Furet (1995, pp. ı c 19-35), explica lo que ser´ denunciado m´s un´nime y duraderamente en el a a a esp´ ıritu burgu´s: su hipocres´ e ıa. Una segunda caracterizaci´n del esp´ o ıritu del capitalismo encuentra su pleno desarrollo entre la d´cada de 1930 y la de 1960. En este caso el ´nfae e sis apunta no tanto al empresario individual, sino a la organizaci´n. Esta o segunda caracterizaci´n gira en torno al desarrollo –a principios del siglo o XX– de la gran empresa industrial centralizada y burocratizada, fascinada por el gigantismo. Este segundo esp´ ıritu del capitalismo tiene como figura heroica al director32 quien, a diferencia del accionista que busca aumentar su riqueza personal, se encuentra atravesado por la voluntad de hacer crecer sin l´ ımites el tama˜o de la empresa que tiene a su cargo, de manera que n pueda llevarse a cabo una producci´n en masa que encontrar´ su raz´n de o ıa o ser en las econom´ de escala, en la estandarizaci´n de los productos, en la ıas o organizaci´n racional del trabajo y en las nuevas t´cnicas de extensi´n de o e o los mercados (marketing). Para los j´venes diplomados resultaban particuo larmente ((excitantes)) las oportunidades que ofrec´ las organizaciones de ıan acceder a posiciones de poder desde las que poder cambiar el mundo y, para la gran mayor´ de conseguir liberarse del reino de la necesidad, logrando ıa, la realizaci´n de los deseos gracias a la producci´n en masa y a su corolario, o o el consumo de masas. En esta versi´n, la dimensi´n securitaria queda garantizada por la fe o o puesta en la racionalidad y la planificaci´n a largo plazo –tarea prioritaria o de los dirigentes– y, sobre todo, por el gigantismo mismo de las organizaciones, las cuales se convierten en ambientes protectores que ofrecen no s´lo o oportunidades de hacer carrera, sino que tambi´n intervienen en la vida coe tidiana (vivienda oficial, centros de vacaciones, organismos de formaci´n...) o siguiendo el modelo del ej´rcito (tipo de organizaci´n del que IBM fue el e o paradigma durante los a˜os 1950-1960). n La referencia al bien com´n est´ asegurada no s´lo por su imbricaci´n u a o o 31 Hablando del liberalismo econ´mico, tal y como lo encontramos en la econom´ pol´ o ıa ıtica inglesa del siglo XIX, en particular en Adam Smith, P. Rosanvallon escribe : ((La sociedad industrial del siglo XIX dio forma a un mundo opuesto por completo a esta representaci´n)) o (Rosanvallon, 1979, p. 222). 32 V´ase Bearl and Means (1932) y Burnham (1941) para una primera descripci´n, e o Chandler (1977) para un trabajo hist´rico m´s reciente sobre el advenimiento de los dio a rectivos empresariales asalariados. 24
  • 25. con un ideal de orden industrial encarnado por los ingenieros –creencia en el progreso, esperanza puesta en la ciencia y la t´cnica, la productividad e y la eficacia– m´s rico de significados a´n que en la anterior versi´n, sino a u o tambi´n a trav´s de un ideal que podr´ e e ıamos calificar de c´ ıvico, en la medida en que hace hincapi´ en la solidaridad institucional, la socializaci´n de la e o producci´n, de la distribuci´n y del consumo, as´ como en la colaboraci´n o o ı o entre las grandes firmas y del Estado en una perspectiva de justicia social. La existencia de directores asalariados y el desarrollo de las categor´ de ıas t´cnicos, de ((organizadores)), la constituci´n, en Francia, de la categor´ de e o ıa los cuadros (Boltanski, 1982), la multiplicaci´n de propietarios constituidos o por personas morales m´s que por personas f´ a ısicas o las limitaciones a la propiedad privada de la empresa a causa del desarrollo de los derechos de los asalariados y de la existencia de reglas burocr´ticas que restringen las a prerrogativas patronales en materia de gesti´n de personal, son interpreo tadas como muestras de un cambio en profundidad del capitalismo que se caracterizar´ por una atenuaci´n de la lucha de clases, por una disociaci´n ıa o o de la propiedad del capital y del control sobre la empresa (que es transferido a la ((tecnoestructura))) (Galbraith, 1952, 1968) y por la aparici´n de o un nuevo capitalismo animado por un esp´ ıritu de justicia social. Tendremos ocasi´n de volver una y otra vez sobre las especificidades de este ((segundo)) o esp´ ıritu del capitalismo. Las transformaciones del esp´ ıritu del capitalismo acompa˜an por conn siguiente a las profundas modificaciones de las condiciones de vida y de trabajo, as´ como a los cambios en los anhelos –para ellos o para sus hijos– ı de los trabajadores, que dentro de las empresas pasan a desempe˜ar un pan pel significativo en los procesos de acumulaci´n capitalista, sin llegar a ser o los beneficiarios m´s privilegiados de estos. Hoy, la seguridad proporcionada a por los diplomas ha disminuido, las jubilaciones se encuentran amenazadas y posibilidades de promoci´n no est´n aseguradas. La potencia de movilio a zaci´n del ((segundo esp´ o ıritu)) est´ en cuesti´n, mientras que las formas de a o acumulaci´n se han visto de nuevo profundamente transformadas. o Una de las evoluciones ideol´gicas de la situaci´n actual que puede cono o siderarse como m´s probable, en la medida en que parte de las capacidades a de supervivencia del sistema y se limita a plantear simples reorganizaciones dentro del marco del r´gimen del capital –del que, por el momento, tras el e fin de la ilusi´n comunista, no se ven v´ de salida practicables–, consistir´ o ıas ıa, siguiendo nuestro an´lisis, en la formaci´n en los pa´ desarrollados de un a o ıses esp´ ıritu del capitalismo m´s movilizador (y, por lo tanto, tambi´n m´s oriena e a tado hacia la justicia y el bienestar social) que intentase volver a movilizar a los trabajadores y, como m´ ınimo, a la clase media. El ((primer)) esp´ ıritu del capitalismo, asociado como hemos visto a la figura del burgu´s, estaba vinculado a las modalidades del capitalismo, b´sie a camente de tipo familiar, de una ´poca en la que no se buscaba el gigantismo, e salvo casos excepcionales. Los propietarios o patrones eran conocidos per25
  • 26. sonalmente por sus empleados, el destino y la vida de la empresa estaban fuertemente relacionados con los de una familia. El ((segundo)) esp´ ıritu del capitalismo, que se organiza en torno a la figura central del director (o dirigente asalariado) y de los cuadros, est´ ligado a un capitalismo de grandes a empresas, lo suficientemente importantes ya como para que la burocratizaci´n y la amplia utilizaci´n de cuadros cada vez m´s diplomados sean o o a elementos centrales. No obstante, s´lo algunas de entre ellas (una minor´ o ıa) podr´n ser calificadas como multinacionales. El accionariado se ha vuelto a m´s an´nimo, y numerosas empresas se han deshecho del nombre y del desa o tino de una familia en particular. El ((tercer)) esp´ ıritu deber´ ser isomorfo a a un capitalismo ((mundializado)) que se sirve de nuevas tecnolog´ por no ıas, citar m´s que los dos aspectos m´s frecuentemente mencionados para definir a a al capitalismo contempor´neo. a Las diferentes modalidades de salida de la crisis ideol´gica que comenzao ron a ponerse en marcha en la segunda mitad de la d´cada de 1930 –momento e en el que comienza a perder fuerza el primer esp´ ıritu– no pod´ haber sido ıan previstas. Algo similar ocurre en la actualidad. La necesidad de volver a dar un sentido al proceso de acumulaci´n y de vincularlo a las exigencias de o justicia social choca, en particular, con la tensi´n existente entre el inter´s o e colectivo de los capitalistas en tanto que clase y sus intereses particulares en tanto que operadores atomizados en competencia en el mercado (Wallerstein, 1985, p. 17). Ning´n operador del mercado quiere ser el primero u en ofrecer una ((buena vida)) a quienes contrata, porque sus costes de producci´n se ver´ incrementados, lo cual supondr´ una desventaja para la o ıan ıa competencia que le enfrenta a sus iguales. Sin embargo, a la clase capitalista en su conjunto le interesa que las pr´cticas generales, sobre todo en lo que a respecta a los cuadros, permitan conservar la adhesi´n de aquellos de los que o depende la realizaci´n del beneficio. Podemos pensar que la formaci´n de o o un tercer esp´ ıritu del capitalismo y su encarnaci´n en diferentes dispositivos o depender´, en gran medida, del inter´s que tenga para las multinacionales, a e hoy dominantes, el mantenimiento de una zona pacificada en el centro del sistema-mundo dentro de la cual los cuadros encuentren un espacio donde poder formarse, criar a sus hijos y vivir con seguridad. El origen de las justificaciones incorporadas al esp´ ıritu del capitalismo Hemos llamado la atenci´n sobre la importancia que reviste para el cao pitalismo la posibilidad de apoyarse en un aparato justificativo ajustado a las formas concretas adoptadas por la acumulaci´n del capital en una ´poo e ca determinada, lo que significa que el esp´ ıritu del capitalismo incorpora otros esquemas diferentes de los heredados de la teor´ econ´mica. Aunque ıa o ´stos ultimos permiten –ajenos a toda especificidad hist´rica33 – defender el e ´ o 33 Cabe destacar como la microeconom´ en su corriente dominante, no se preocupa en ıa, absoluto de la historia y de las transformaciones sociales. Por otro lado, precisamente en contraposici´n a Carl Menger y a la Escuela austr´ o ıaca se constituy´, animada por Gustav o Schmoller, la Escuela hist´rica alemana, a la cual pertenec´ Werner Sombart y Max o ıan 26
  • 27. principio mismo de la acumulaci´n, no poseen suficiente poder movilizador. o El capitalismo, sin embargo, no puede encontrar en s´ mismo ning´n ı u recurso que le permita proporcionar razones para el compromiso y, m´s a en concreto, para formular argumentos orientados hacia una exigencia de justicia. El capitalismo es, sin lugar a dudas, la principal forma hist´rica o organizadora de las pr´cticas colectivas que se encuentra absolutamente alea jada de la esfera moral, en la medida que encuentra su finalidad en s´ misma ı (la acumulaci´n de capital como un fin en s´ sin apelar, no ya a un bien o ı) com´n, sino incluso a los intereses de un ser colectivo como pudiera ser el u pueblo, el Estado o la clase social. La justificaci´n del capitalismo implica o referencias a construcciones de otro orden del que se desprenden exigencias completamente diferentes de las que impone la b´squeda de beneficios. u As´ pues, para mantener su poder de movilizaci´n, el capitalismo deı o be incorporar recursos que no se encuentran en su interior, acercarse a las creencias que disfrutan, en una ´poca determinada, de un importante poe der de persuasi´n, y tomar en consideraci´n las ideolog´ m´s importantes o o ıas a –incluidas aquellas que le son hostiles– que se encuentran inscritas en el contexto cultural en el cual se desarrolla. De este modo, el esp´ ıritu que, en un momento determinado de la historia, posibilita el proceso de acumulaci´n, se encuentra impregnado por producciones culturales contempor´neas o a a ´l, pero que han sido desarrolladas en la mayor´ de los casos, con fines e ıa totalmente ajenos a la justificaci´n del capitalismo34 . o El capitalismo, enfrentado a una exigencia de justificaci´n, moviliza algo o ((que ya est´ ah´ algo cuya legitimidad se encuentra ya garantizada y a a ı)), lo cual dar´ un nuevo sentido asoci´ndolo a la exigencia de acumulaci´n de a a o capital. Ser´ in´til tratar de separar las construcciones ideol´gicas impuras, ıa u o destinadas a servir para la acumulaci´n capitalista, de las ideas puras y o libres de todo compromiso que permitir´ criticarla, pues a menudo son los ıan mismos paradigmas los que se ven implicados a la par en la denuncia y en la justificaci´n de lo denunciado. o Podemos comparar el proceso a trav´s del cual se incorporan al capitalise mo ideas que, en principio, le eran ajenas, cuando no hostiles, con el proceso Weber. Lo que preocupaba a estos economistas-soci´logos era articular una posici´n ino o terpretativa que se ubicase entre el empirismo hist´rico puro y la abstracci´n marginalista o o para ((poder tratar los hechos econ´micos desde el ´ngulo de una teor´ es decir, tratando o a ıa, de descubrir, con la ayuda de conceptos y de tipos ideales construidos a partir de material hist´rico, los principios mismos de los sistemas y de los procesos econ´micos)) (H. Bruhns, o o 1997, pp. 95-120). Podemos rastrear las huellas de este proyecto intelectual que trata de conciliar la perspectiva te´rica y la hist´rica, en la econom´ de la regulaci´n y en la ecoo o ıa o nom´ de las convenciones, lo que explica, por otro lado, el hecho de que estas corrientes ıa se vean marginadas por las modalidades predominantes de la microeconom´ ıa. 34 Seguimos aqu´ la actitud adoptada por Weber: ((debemos contar con que los efectos ı de la Reforma sobre la cultura, en gran medida –por no decir preponderantemente– hayan constituido consecuencias no previstas, no queridas, de la obra de los reformadores, consecuencias a menudo muy alejadas de todo aquello que se hab´ propuesto alcanzar, ıan a veces incluso en contradicci´n con estos fines)) (Weber, 1964, pp. 101-102). o 27
  • 28. de aculturaci´n descrito por Dumont (1991), que se˜ala c´mo la ideolog´ o n o ıa moderna dominante del individualismo se difundi´ forjando compromisos o con las culturas preexistentes. Del encuentro entre dos conjuntos de ideasvalores y de su conflicto, nacen nuevas representaciones que son ((una especie de s´ ıntesis, [. . . ] m´s o menos radical, algo as´ como una alianza de dos tipos a ı de ideas y de valores: unos, de inspiraci´n holista y aut´ctonos, otros too o mados prestados a la configuraci´n individualista predominante)) (Dumont, o 1991, p. 29). Un efecto notable de este proceso de aculturaci´n consiste en o que ((las representaciones individualistas no s´lo no se diluyen ni se edulcoo ran a trav´s de las combinaciones que las recorren, sino que, al contrario, e extraen de estas asociaciones con sus contrarios, por un lado, una adaptabilidad superior, y, por otro, una mayor fuerza)) (Dumont, 1991, p. 30). Si trasladamos este an´lisis al estudio del capitalismo (cuyo principio de a acumulaci´n est´ de hecho ligado a la modernidad individualista), veremos o a c´mo el esp´ o ıritu que le anima posee dos caras, una ((vuelta hacia dentro)), como dice Dumont, es decir, hacia el proceso de acumulaci´n que se ve leo gitimado, y otra orientada a las ideolog´ de las que se ha impregnado y ıas que le aportan, precisamente, aquello que el capitalismo no puede ofrecer: razones para participar en el proceso de acumulaci´n ancladas en la realio dad cotidiana y en contacto con los valores y preocupaciones de aquellos a quienes le conviene movilizar 35 . En el an´lisis de Louis Dumont, los miembros de una cultura holista cona frontados a la cultura individualista son cuestionados y sienten la necesidad de defenderse y justificarse, frente a lo que les parece una cr´ ıtica y un cuestionamiento de su identidad. En otros aspectos, sin embargo, pueden sentirse atra´ ıdos por los nuevos valores y por las perspectivas de liberaci´n individual o y de igualdad que ofrecen. De este proceso de seducci´n-resistencia-b´squeo u da de autojustificaci´n nacen las nuevas representaciones capaces de generar o compromiso. Pueden hacerse las mismas observaciones a prop´sito del esp´ o ıritu del ´ capitalismo. Este se transforma para responder a la necesidad de justificaci´n de las personas comprometidas, en un momento determinado, en el o proceso de acumulaci´n capitalista. Sin embargo, sus valores y representao ciones, recibidos como herencia cultural, est´n todav´ asociados a formas a ıa de acumulaci´n anteriores, vinculados a la sociedad tradicional en el caso o del nacimiento del ((primer esp´ ıritu)) o a un esp´ ıritu precedente en el caso del paso a los esp´ ıritus del capitalismo posteriores. Lo fundamental ser´ lograr a que resulten seductoras las nuevas formas de acumulaci´n (la dimensi´n exo o citante que requiere todo esp´ ıritu), pero teniendo en cuenta su necesidad de autojustificaci´n (apoy´ndose en la referencia a un bien com´n) y leo a u ((Estas nuevas representaciones tienen dos caras: una girada hacia adentro, principalmente de tipo autojustificador, y la otra vuelta hacia la cultura dominante, universalista)) (Dumont, 1991, p. 29). 35 28