1. Comentario de un texto de Platón (República, Libro VII)
TEXTO
“Pues bien -dije-, esta imagen hay que aplicarla toda ella, ¡oh amigo Glaucón!, a lo que
se ha dicho antes; hay que comparar la región revelada por medio de la vista con la
vivienda-prisión, y la luz del fuego que hay en ella, con el poder del sol. En cuanto a la
subida al mundo de arriba y a la contemplación de las cosas de éste, si las comparas con
la ascensión del alma hasta la región inteligible no errarás con respecto a mi vislumbre,
que es lo que tú deseas conocer, y que sólo la divinidad sabe si por acaso está en lo
cierto. En fin, he aquí lo que a mi me parece: en el mundo inteligible lo último que se
percibe, y con trabajo, es la idea de bien, pero, una vez percibida, hay que colegir que
ella es la causa de todo lo recto y lo bello que hay en todas las cosas; que, mientras en el
mundo visible ha engendrado la luz y al soberano de esta, en el inteligible es ella la
soberana y productora de verdad y conocimiento, y que tiene por fuerza que verla quien
quiera proceder sabiamente en su vida privada o pública.
-También yo estoy de acuerdo –dijo-, en el grado en que puedo estarlo”
1. DEFINICIÓN DE TÉRMINOS- Debemos asegurarnos del conocimiento de los
términos que aparecen en el texto pues su significado es, a menudo, bastante distinto al
significado del lenguaje común. Esto significa no sólo que tengamos una idea
aproximada, sino que seamos capaces de definir y explicar cada concepto expresando el
significado que tiene para cada pensador.
Alma: Constituye la auténtica esencia o naturaleza del hombre. Es una entidad
inmaterial, distinta y contrapuesta al cuerpo, al que está unido de un modo accidental.
Ésta es un alma prisionera dentro de un cuerpo (sóma) que es también su sepultura.
Platón distingue tres partes o funciones del alma: alma racional, alma irascible y alma
apetitiva a las que corresponden otras tantas virtudes: sabiduría o prudencia, valentía
y templanza. Mediante la educación, el alma racional debe orientarse desde lo sensible
hacia lo inteligible
Idea de Bien: Es la idea que en el mundo inteligible ocupa el primer lugar en cuanto a
su valor. La idea de Bien es causa de todas las cosas buenas que admiramos en el
mundo visible y en el inteligible es la que domina sobre el resto de las ideas. Es pues la
máxima realidad, por tanto esta es la verdadera meta del filósofo. Para alcanzarla es
preciso llevar a cabo una conversión que nos lleve desde nuestra ignorancia hasta la
ciencia suprema o noesis que utiliza la dialéctica como método. Sólo puede ser
verdaderamente sabio quien es capaz de descubrir la idea de Bien.
Mundo visible: Platón distingue dos realidades con características contrapuestas. Por
un lado el mundo inteligible, que constituye la verdadera realidad, la de las esencias o
ideas; por otro el mundo visible o sensible, sujeto a la generación, mundo de la
multiplicidad y el cambio. Este mundo participa o imita el mundo ideal. Dado que está
en continuo cambio y son los sentidos los que nos informan, no podemos poseer una
verdadera ciencia de él, sino sólo opinión.
2. 2. ESQUEMA DEL TEXTO.
TESIS: Partiendo de la distinción de dos mundos contrapuestos, Platón afirma la
ascensión del alma, desde el mundo de las apariencias hasta el mundo de las ideas,
que culmina con la contemplación del Bien, meta del filósofo.
1. Se compara el mundo captado por los sentidos gracias a la luz del sol con una
prisión oscura en la que sólo ilumina un fuego.
2. El ascenso del alma al mundo de las ideas es comparable, a la liberación del
prisionero de sus cadenas y a su salida de la caverna.
3. Nuestra conversión no terminará sino con la contemplación de la idea de Bien que
resulta ser la última y más difícil de aprehender.
3.1. Esta idea es causa de las cosas buenas y bellas que existen. De la luz en el
mundo sensible y de la verdad en el mundo inteligible.
3.2 Una conducta sabia o prudente sólo es posible si llegamos a alcanzar la
idea de Bien.
3. CONTEXTUALIZACIÓN EN LA FILOSOFÍA DEL AUTOR
El presente texto pertenece al libro VII del diálogo República, obra de
madurez. Platón nos presenta a Sócrates en compañía de otros personajes de la época en
una discusión sobre la forma ideal de organización de la pólis pero, además de su teoría
ética y política, aparecen las principales doctrinas platónicas: su teoría del
conocimiento, su doctrina del alma y naturalmente, su teoría de las Ideas que constituye
el auténtico fundamento de su filosofía. Estos temas y otros están expuestos en otros
diálogos platónicos como el Teeteto (conocimiento sensible e inteligible), Timeo
(relación entre los dos mundos fundada en la figura del Demiurgo), Fedón (naturaleza
del alma) o Fedro (donde expone la estructura del alma valiéndose del mito del carro
alado), pero en la República aparecen expuestos de una manera más acabada y
sistemática.
En el libro VII, Platón explica cual es el estado del alma con relación a cada
clase de conocimiento. Para ello se vale de la célebre alegoría de la caverna por la que
concibe esta realidad como un mundo subterráneo, lleno de sombras que los humanos
consideran como la única realidad verdadera. Platón expone su ideal de educación
mostrando que el fin de la misma es formar buenos gobernantes para el Estado, para lo
cual el alma deberá dirigirse al conocimiento de la idea de Bien. El proceso de
educación es costoso y doloroso y necesita de una auténtica conversión de toda el alma.
Platón diseña un currículo por el que debe pasar desde niño cualquier aspirante a
gobernante: se comienza por la música y la gimnasia pero la base de la educación
superior son las matemáticas, preludio de la verdadera ciencia filosófica: la dialéctica.
3. El texto es un ejemplo claro de lo que podemos denominar dualismo metafísico que se
manifiesta tanto en un plano ontológico, como en un plano epistemológico. Además
apunta al plano práctico de la política.
Desde el punto de vista ontológico podemos resaltar la existencia de dos
realidades o mundos de naturaleza completamente diferente: por un lado, nos
encontramos con el que captamos por medio de los sentidos (“Hay que comparar la
región revelada por medio de la vista con la vivienda-prisión, y la luz del fuego que hay
en ella, con el poder del sol”). La realidad de estos objetos es múltiple, cambiante e
imperfecta, están entre el ser y el no ser, constituyendo un pálido reflejo del mundo de
las ideas. A decir verdad, tienen realidad sólo en cuanto que imitan o participan de las
ideas; por otro lado, está el mundo de las ideas (”En cuanto a la subida al mundo de
arriba y a la contemplación de las cosas de éste”) Éstas no son, como puede pensarse en
un principio, conceptos puramente mentales inexistentes fuera de nuestra mente, sino
que son realidades auténticas que habitan un mundo particular. Las ideas (formas o
esencias) son eternas y permanecen siempre inmutables y se relacionan entre sí
conforme a su valor. Destaca entre ellas la idea de Bien, representada alegóricamente
por el Sol. La idea de Bien es causa última de todo lo recto y bello que existe, por lo que
es la verdadera meta del filósofo.
Desde el punto de vista epistemológico diremos que según Platón hay dos
modos generales de conocer que se corresponden con esas realidades.
Así, por su condición de realidad cambiante y múltiple, ningún auténtico conocimiento
se ocupará del mundo visible. Nuestro conocimiento será, a este nivel, pura opinión
(dóxa). La opinión, en realidad, tiene dos grados de conocimiento: la ilusión o
imaginación ( eikasía), grado de conocimiento en el que se encuentra el que toma por
verdadera realidad las sombras o reflejos de las cosas visibles y la creencia (pistis),
situación en la que se encuentra quien toma por verdadera realidad esas mismas cosas
sensibles.
Por el contrario, del mundo inteligible, formado por esencias eternas, llegamos a
poseer ciencia (episteme). Este se subdivide igualmente en dos grados: al conocimiento
de los objetos matemáticos le corresponde el pensamiento discursivo (dianoia), mientras
que de las ideas se ocupa exclusivamente la ciencia o inteligencia pura (noesis) que
utiliza la dialéctica como método.
A ella se hace referencia en el texto con la “ascensión del alma a la región de lo
inteligible”. El alma, entidad vital y de naturaleza divina que habita accidental y
provisionalmente en la cárcel de nuestro cuerpo (como muestra en el diálogo Fedón),
por su propia naturaleza tiende a elevarse, a abandonar el cuerpo y reencontrarse con el
mundo que anteriormente ya habitó: el mundo de las ideas. En otras palabras, es propio
del pensamiento caminar por el difícil territorio de las ideas con ayuda de la dialéctica.
La dialéctica es el método, el camino que sirve al propósito de ascender de la
multiplicidad de lo sensible a la cima del mundo de las ideas, al Bien en sí, que se
muestra como fundamento de todas las demás. Quien practica la dialéctica y ha
4. alcanzado el conocimiento del Bien debe ser capaz de mostrar qué es el Bien y defender
su exposición con su arte frente a todo intento de refutación. La dialéctica tiene por
tanto una doble dirección:
a) Ascendente: que consiste en la indagación del principio del que dependen
todas las hipótesis o supuestos, en la búsqueda de una realidad que no necesite de
ninguna otra para existir, sino que sea ella misma la causa de la existencia de las demás
realidades y que termina con la visión de tal principio.
b) Descendente: que consiste en extraer las consecuencias de ese principio para poder
vivir de manera justa; sólo los que han contemplado la idea de Bien son capaces de
organizar correctamente su vida y la de los demás.
El enunciado final (“tiene por fuerza que verla quien quiera proceder sabiamente en su
vida privada o pública”) se refiere al aspecto práctico (ético-político) de su filosofía.
En efecto, es esencial al futuro gobernante llegar a contemplar esta idea para dirigir los
asuntos públicos. Los gobernantes, por ser filósofos, no tendrán en cuenta la
consecución de su felicidad particular, no tendrán bienes propios ni familia para que ello
no los aleje de su meta, ni estarán movidos por disputas internas. Por haber sido
formados por el estado deberán promover la armonía en el mismo. Esto se logrará
haciendo que cada una de las clases que existen haga aquello que le es propio, sin
pretender inmiscuirse en funciones que no son las suyas. Así, los productores deberán
proveer al conjunto de la polis de aquello que asegure su supervivencia; los guardianes
o auxiliares la defenderán de sus enemigos externos e internos; y, finalmente, los
gobernantes, en quienes predomina la virtud de la sabiduría o prudencia, deberán dirigir
a las demás clases mostrándoles persuasivamente o por la fuerza la necesidad del
cumplimiento de la ley y prepararán además a los futuros gobernantes.
4. CONTEXTO HISTÓRICO-CULTURAL Y FILOSÓFICO
CONTEXTO HISTÓRICO
El período, de unos cincuenta años, que va desde el final de las Guerras Médicas al
comienzo de la Guerra del Peloponeso se corresponde con la época de mayor esplendor
de Atenas y con el auge de la democracia: es la Época Clásica.
En efecto, la Primera Guerra Médica tiene su origen en la rebelión de algunas colonias
jonias, como Mileto, que eran tributarias del imperio persa y que fueron apoyadas en sus
pretensiones por Atenas y Eritrea. Derrotadas y dominadas de nuevo estas colonias,
Dario I alumbró el plan de someter a toda Grecia bajo su imperio y dirigió su enorme
ejército hacia Atenas. Los atenienses, sin embargo, con unas fuerzas mucho menores y
contra todo pronóstico, lo derrotaron en la llanura de Maratón.
Un segundo intento lo llevó a cabo su hijo Jerjes, quien con un plan ambicioso inició la
Segunda Guerra Médica. No obstante superar la defensa de las Termópilas y llegar,
incluso, a incendiar Atenas, tuvo que desistir de su plan de conquista tras las victorias
griegas de Salamina y Platea.
5. Atenas aprovechó en su favor la superioridad marítima adquirida durante la guerra y
tuteló el tesoro de Delos, aportación de muchas polis griegas con vistas a la defensa
común contra los persas. Se gestará aquí la supremacía naval, comercial y cultural de
Atenas, lo cual provocará recelos en su vecina Esparta y conducirá, finalmente, a su
mutuo enfrentamiento en la Guerra del Peloponeso.
Se cree que Aristocles, llamado después Platón (quizá por sus anchas espaldas o su
frente) nació en el año 427 a. C. en el seno de una familia aristocrática de Atenas,
ciudad que era por entonces centro cultural del mundo griego. Su juventud transcurre en
la época de la Guerra del Peloponeso (404 a. C.) que marca el fin del esplendor del siglo
de Pericles. Platón recibió una esmerada educación (tal y como correspondía a los
jóvenes atenienses de su categoría social). Una clave importante de su formación fue,
probablemente, la familiaridad que desde muy pronto tuvo con la creación literaria de su
pueblo (Homero, Píndaro, la tragedia y la comedia áticas). Parece que él mismo se
dedicó en un tiempo a escribir poesías y tragedias, cosa que dejó de hacer tras conocer
-con dieciocho años- a Sócrates, a quien Platón debe su despertar a la vida intelectual y
la dirección que siguió en su vida, siendo el más fiel y entusiasta discípulo suyo durante
ocho años. Con su maestro compartirá -frente al escepticismo y relativismo de los
sofistas- la creencia en la posibilidad de un conocimiento objetivo.
Como miembro de una ilustre familia, los destinos de Platón parecen unidos a la
política, lo cual el tiempo no desdijo del todo ya que, si bien nunca llegó a ser un
profesional de la política a causa, fundamentalmente, de las graves decepciones
sufridas, sí fue un entusiasta teórico de la misma, como relata especialmente en sus
cartas.
Así, el ya anciano Platón, explica en su Carta VII como, siendo aún joven, le tocó vivir
la citada derrota de Atenas frente a Esparta que tuvo como consecuencia la implantación
en Atenas del llamado Gobierno de los Treinta Tiranos, que se encargó de reformar la
constitución cambiándola de democrática en oligárquica con el beneplácito de los
vencedores espartanos y de la nobleza ateniense. Algunos de los Treinta eran parientes
suyos y estaban también relacionados con Sócrates (Critias, Cármides). Su juventud y el
propio peso de la tradición familiar (recordemos su origen aristocrático), impidieron a
Platón comprender en su justa medida la naturaleza del cambio político. Por eso, en un
principio, pensó que tal cambio iba a ser beneficioso para la ciudad. Pero, poco a poco,
las acciones del nuevo gobierno hicieron parecer buenas a sus ojos las injusticias del
régimen democrático anterior por lo que, no obstante sus inclinaciones políticas
conservadoras, se alegró cuando el Régimen de los Treinta cayó. Éste fue sustituido por
un nuevo régimen democrático. Sin embargo, con ser éste mucho más benévolo,
tampoco los nuevos gobernantes demostraron mayor aptitud para dirigir la polis y, por
el contrario, tuvieron, a ojos de Platón, el enorme error de condenar a muerte a Sócrates
(399 a.C.). Esto causó una gran amargura a Platón y una profunda decepción y aversión
hacia la democracia que, en los siguientes años, le llevará a concebir que tan sólo los
gobernantes que sean filósofos serán capaces de dirigir a buen término la nave del
Estado.
Platón hizo varios viajes, casi siempre motivados por intereses políticos. Destacan los
que hizo a distintas ciudades griegas del sur de Italia y de Sicilia a partir del 388 a.C.; en
6. primer lugar, para conocer la filosofía pitagórica de primera mano (el pitagorismo fue,
junto a la de Sócrates y la de Parménides, una influencia notable en su filosofía) y,
posteriormente, para tratar de poner en práctica sus ideas políticas en la Corte de
Siracusa, propósito en el que fracasó por completo: en efecto, animado por sus amigos
se le permite tratar de organizar la ciudad de acuerdo con sus ideas, pero el resultado no
fue otro que su venta como esclavo por Dionisio I , el tirano de Siracusa.
Rescatado por un amigo, vuelve a Atenas donde funda la Academia (387 a.C.) lugar en
el que se reunían jóvenes de muchas ciudades griegas para dedicarse al estudio de la
filosofía, de las matemáticas, de la astronomía y otras disciplinas (Aristóteles, fue
discípulo suyo). Muerto el tirano, aún volverá a Siracusa en otras dos ocasiones para
intentar llevar a la práctica su proyecto político, pero las luchas internas se lo impedirán.
Volverá a Atenas, a la Academia, y allí se dedicará a impartir clases y a escribir hasta su
muerte, que se produce en el año 347 a.C.
CONTEXTO FILOSÓFICO
En la filosofía griega se pueden diferenciar, a grandes rasgos, tres etapas o períodos:
1º) Período presocrático. Reúne a un conjunto amplio de filósofos de cuyas obras, en
general, se conservan sólo fragmentos y algunos testimonios. Son los denominados
filósofos presocráticos, preocupados sobre todo por problemas cosmológicos. Se suele
incluir aquí también a los sofistas que, en realidad, tanto cronológicamente como por
sus temas de preocupación pertenecen más bien a la segunda etapa.
2º) Período clásico. Se inicia con Sócrates, que es el maestro de Platón e iniciador,
junto a los sofistas, del giro antropológico. Se inicia la construcción de los grandes
sistemas filosóficos, de Platón y Aristóteles, que marcará una influencia decisiva en la
filosofía posterior, que tendrá a estos dos autores como referencia.
3º) Período helenístico. Está constituido, fundamentalmente, por las tres grandes
escuelas filosóficas de la antigüedad: estoica, epicúrea y escéptica, así como por el
desarrollo de la ciencia alejandrina. La Academia y el Liceo prosiguen también sus
enseñanzas.
A la filosofía platónica se le pueden encontrar los siguientes antecedentes o influencias
(ya señalados por su discípulo Aristóteles):
En primer lugar, y por lo que se refiere a la distinción de dos realidades distintas (la
realidad inteligible y la realidad sensible) y dos opuestos modos de conocer (la ciencia y
la opinión), pueden señalarse como antecedentes de Platón a Heráclito quien afirmaba
que los sentidos nos muestran una realidad inestable, que cambia constantemente,
siendo, por tanto, malos testigos para quien no hace uso de la razón (logos). Platón
conocía su filosofía a través de Cratilo que fue maestro suyo; mayor fue la influencia de
Parménides, quien postula que sólo existe una única realidad inteligible: el Ser (tò ón),
y que “solamente éste puede pensarse”, dejando en el terreno de lo opinable, es decir, de
7. lo inseguro, el conjunto de los fenómenos que devienen y, en consecuencia, no tienen
más que una falsa realidad.
En segundo lugar, podemos señalar la filosofía pitagórica que Platón conoció
directamente debido a los viajes realizados a la Magna Grecia. Estos filósofos
enseñaban que el verdadero principio de las cosas no es ningún elemento físico, de
naturaleza material, sino formal: el número. La estabilidad de los objetos matemáticos
funda la posibilidad de un conocimiento seguro a diferencia de los objetos cambiantes
de la naturaleza.
Es también innegable la influencia de esta escuela en la doctrina platónica del alma:
Platón utiliza la creencia en la metempsicosis para mostrar que el alma conoció las ideas
eternas con anterioridad a su coexistencia con el cuerpo.
Finalmente, y sobre todo, hay que señalar la temprana influencia de Sócrates que fue
maestro suyo durante ocho años y que es presentado en diferentes diálogos en búsqueda
de definiciones universales. En la medida en que buscar la definición de algo supone el
intento de encontrar lo inmutable, lo esencial de cada noción, se puede pensar que aquí
está prefigurada la Doctrina de las Ideas. Las ideas son realidades objetivas que podrán
servir de fundamento a leyes justas, válidas de un modo absoluto (frente a los sofistas
que considerarán las leyes como puramente convencionales y con un valor relativo,
pues cada pueblo tiene leyes y usos diversos).
Platón, por su parte, influirá directamente sobre su discípulo Aristóteles, quien lleva
a cabo una crítica de la filosofía de su maestro: elimina el jorismos existente entre
mundo sensible e inteligible y da un papel distinto a las ideas (o formas). Éstas se
convierten en el sistema de Aristóteles en una parte inseparable de la materia formando
la verdadera realidad que no es otra que la sustancia primera, un compuesto hilemórfico.
No obstante, estará de acuerdo con Platón en que el conocimiento sólo puede ser de lo
universal. La forma será la que, conocida por un proceso de abstracción, dará
estabilidad y universalidad al conocimiento.
5. RELACIÓN DEL TEXTO CON LA FILOSOFÍA O ACONTECIMIENTOS DE
OTRAS ÉPOCAS
Aquí se trata de destacar las más importantes influencias que Platón ha podido ejercer
sobre otros posteriores, es decir, debemos referirnos a la trascendencia o proyección
histórica de sus ideas.
Ya hemos mencionado las influencias que en la antigüedad tiene la filosofía platónica.
Ya en la época medieval podemos destacar a Agustín de Hipona. Este pensador
desarrolla una filosofía original integrando el mensaje cristiano con elementos
platónicos, o más bien neoplatónicos que proceden de Plotino. El proceso de
interiorización y autotrascendimiento junto con su doctrina de la Iluminación nos
recuerda el ascenso que lleva a cabo el filósofo en busca de las ideas y, especialmente,
la idea de Bien que ilumina el resto de las ideas (“la subida al mundo de arriba y la
contemplación de las cosas de este…”). Una gran diferencia con Platón estriba en que
8. Agustín de Hipona sitúa las ideas en la mente divina. Por otro lado, el concepto
platónico de participación es utilizado por este filósofo para explicar la relación entre el
ser creador y sus criaturas. A través del pensamiento agustinista esta noción de
participación llegará a Tomás de Aquino (aunque este pensador sea fundamentalmente
aristotélico).
En la Época Moderna, Descartes encuentra en Platón un claro antecedente,
especialmente en la confianza que ponen en la razón como fuente de conocimiento
seguro, frente a la desconfianza que a este pensador le inspiran los sentidos. Descartes
afirma que poseemos ciertas ideas innatas que nos permitirán construir una ciencia
segura. También acepta el dualismo de cuerpo y alma que, a diferencia de Platón,
entiende como sustancias independientes entre sí.
La teoría de la polis ideal de Platón ya presente en obras de pensadores renacentistas
como Moro (Utopía) y Campanella (“La ciudad del Sol”), la podemos encontrar en
diferentes formas del pensamiento utópico de la época moderna y contemporánea. De
los socialistas utópicos a Marx encontramos un pensamiento político que plantea la
necesidad de una mejora radical de la sociedad, si bien este último filósofo lo presenta
en términos materialistas, muy alejado de todo planteamiento idealista. Muchos han
visto en la propiedad común de los guardianes y gobernantes de la polis un claro
precedente del comunismo de Marx y Engels.
En un sentido muy distinto, podemos mencionar la radical crítica de Nietzsche a la
filosofía platónica. La afirmación de la razón como facultad distintiva y privilegiada del
ser humano, junto con la afirmación de un mundo ideal separado de este mundo del
cambio (compartida por la religión cristiana) es el mayor error de la civilización
occidental, la causa de su decadencia.
Finalmente, Popper (al igual que Arendt) critica su doctrina política al considerarlo el
precedente de los sistemas totalitarios, enemigos de las sociedades abiertas
democráticas.