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Revista Complutense de Educación 158N: 1130-2496
[999, vol. 10, u.’ 1:289-304
La familia y su implicación en el desarrollo infantil
CovÁDONGÁ Ruiz DE MIGUEL
Departamento de Métodos de Investigación y Diaguóstico en Educación
Facultad de Educación
Universidad Complutense
RESUMEN
Con este artículo se pretende dar una visión de lo que hasta el momento se ha
investigado sobre el tema de la familia y su relación con el desarrollo cognitivo,
personal, emocional y socloafectivo en la etapa de educación infantil. A través de
una revisión de Jas investigaciones realizadas sobre el tema se puede ir observando
cómo diversos autores coinciden en afirmar cuáles son y de que manera influyen
ciertos aspectos de la vida familiar en el desarrollo infantil.
ABSTRACT
With this anide we are trying to give a view of the investigation about the fa-
mUy and it relation with the personal development of preschool children. Through
a revision of Use bibliography, ‘we can see how the diferents authors agree when
they say wich are, and how the influence on the chilfrens’ development, certain as-
pects of the family life.
Introducción
Durante los primeros años de la vida del niño, y en los comienzos de su
escolaridad. la familia constituye uno de los ámbitos que más influye en su
desarrollo cognitivo, personal, emocional y socio-afectivo. La influencia
familiar se mantiene a lo largo de toda la escolaridad, pero es en estos pri-
meros años cuando juega un papel fundamental porque el grupo familiar
proporciona al niño todas las señales iniciales de afecto, valoración, acep-
tación o rechazo, éxito o fracaso (Burns, 1990). Como es en estos primeros
años cuando gran parte de los niños se escolarizarán por primera vez, fami-
lia y escuela compartirán la responsabilidad educativa (Palacios y Moreno,
1994). por lo que la coherencia de criterios educativos será necesaria para
lograr buenos resultados infantiles en esta etapa.
289
(o vadotiga Ruiz de Miguel Lafamilia y su implicación en el desarrollo infantil
Padres y educadores deben esforzarse por proporcionar al niño una edu-
cación de calidad, que facilite el desarrollo óptimo de su personalidad, su
identidad, su modo de integrar el mundo que le rodea y su forma de apren-
der (Escayola, 1994). El niño se integrará y se desarrollará mejor en una es-
cuela que coincida con los valores culturales familiares (Moreno y Cubero,
1990) por lo que la escuela no puede ser ajena a las necesidades y caracte-
rísticas relacionadas con las familias.
La importancia del papel que juega la familia en la educación de los ni-
ños en la primera etapa del sistema educativo es reconocida por la legisla-
ción en la que se establece la necesidad de que los centros cooperen estre-
chamente con los padres (LOGSE, 1990). De hecho, la escuela debe
orientar a las jiunilias y responsahilizarse del cambio de acritudes, infor-
mación sobre el desarrollo individual yJormación de su tarea educadora
(García, 1991); desde este punto de vista, la función educativa de los cen-
tros se considera complementaria de la que ejerce la familia (Decreto del
Curriculum de la Educación Infantil, Real Decreto 1333/1991, de 6 de sep-
tiembre). En todos los objetivos formulados para la Educación Infantil, apa-
rece la responsabilidad familiar en mayor o menor grado, como ámbito so-
cializador en unos casos, y como marco insustituible para el desarrollo
personal en otros.
Actualmente podemos definir a la familia como “el grupo humano in-
tegrado por miembros relacionados por vínculos de afecto y sangre y en el
que se hace posible la maduración de la persona humana a través de en-
cuentros, contactos e interacciones comunicativas que hacen posible la ad-
quisición de una estabilidad personal, una cohesión interna y unas posibi-
lidades de progreso según las necesidades profundas de cada uno de sus
miembros” (Ríos, 1998). Una de las finalidades que persigue la familia es
socializar al niño y fomentar el desarrollo de su identidad, para ello debe
proporcionarle un ambiente que le permita desarrollar habilidades y con-
seguir objetivos individuales, estimulándole para que sea capaz de conse-
guir objetivos socialmente valorados y proporcionándole un modelo váli-
do de conducta social (Amato, 1987). Pero no todas las familias son
iguales ni proporcionan un ambiente optimizante. Según pone en eviden-
cia la investigación, el clima familiar y el estilo educativo se relaciona con
el grado de desarrollo y aprendizaje alcanzado, a la vez que éstos se rela-
cionan con el tipo de estructura y estatus familiar. La familia, factor social
destacado en múltiples modelos de aprendizaje escolar y que suponemos
por lo dicho, de mayor peso en Educación Infantil, incluye aspectos tales
como la estructura, las características psicológicas y el estatus familiar
(Fraser, 1987).
290 Revista Complutense de Educación
¡999, vol. 10, u.’ 1:289-304
(ovadonga Ruiz de Miguel La familia y su implicación en el desarrollo infantil
FAMILIA
El objetivo de este artículo es sintetizar los resultados de las investiga-
ciones que se han centrado en la influencia de la familia en el desarrollo y
aprendizaje de los niños menores de 6 años, contemplando aquellas subdi-
mensiones que más frecuentemente se han analizado, consideradas de for-
ma aislada en la presentación, pero siendo conscientes de su fuerte interre-
lación (González et al, 1998). Estas subdimensiones son la estructura
familiar, haciendo referencia a la tipología familiar, su estructura física, so-
cial, económica y cultural; clima familiar que engloba aspectos de su tipo-
logía, el conflicto y la cohesión familiar y la cantidad de tiempo que el ni-
ño pasa en ese clima familiar; y el estilo educativo paterno, dentro del que
se analizarán las consecuencias que tiene para el desarrollo infantil el esti-
lo de los padres, así como variables que hacen referencia a su implicación
y cooperación con el centro al que acude el niño.
DESARROLLO
INFANTIL
Afectivo
Social
Cognitivo
Aprendizaie
Las primeras investigaciones operativízaron estructura familiar como
número de miembros o tamaño de la familia. Pero la sociedad ha sufrido
grandes cambios en los últimos años, repercutiendo directamente en modi-
Revista Complutense de Educación
1999, val. lO, u.’ 1:289-304
Estructura familiar y desarrollo infantil
291
Covadonga Ruiz de Miguel La ,fa,,zilia y su implicación en el desarrollo infantil
ficaciones experimentadas por la estructura familiar: el incremento del di-
vorcio y su incidencia en Ja famiiia monoparental, la incorporación de la
mujer al mundo laboral, la “normalización” de las parejas de hecho, pare-
jas del mismo sexo; es decir, la tipología de estructura familiar ha aumen-
tado considerablemente.
Por estas razones, lo que nos interesa de la estructura familiar no es tan-
to el número de componentes de la familia (como simple reflejo de las per-
sonas que viven en casa) sino la repercusión de esa estructura en la posibi-
lidad de interacción del niño con otros niños y adultos dentro del hogar
(Connolly & Smith, 1985). De hecho, variables como el tamaño familiar o
la presencia de ambos progenitores parece que tienen poca relación con los
resultados infantiles (Gray, Ramsey & Kraus, 1982), en cambio, lo que pa-
rece influir principalmente es la calidad de las relaciones interpersonales
que se producen entre los miembros, calidad que no parece ser exclusiva de
una estructura familiar concreta. De hecho, algunos estudios ponen en evi-
dencia que salirse de la norma con vencional de estructura Pm//lar no re-
sulta perjudicial para los niños; es decir, personalidades psicológicamente
sanas pueden desarrollarse en un contexto de gran van edad de agrupacio-
nes (madre sola, familias de contrato social, familias que viven en comunas
y familias tradicionales de padre y madre) (Lamb, 1982), y que la adapta-
ción y el desarrollo parece independiente del tipo de familia (Elduson,
1982). Diferentes estudios ponen asimismo de manifiesto que las relaciones
entre los miembros de familias monoparentales no son necesariamente pe-
ores que las que se establecen en las tradicionales (Moreno, 1995), sino que
dependen de cómo se haya llegado a esa situación (Marqués, 1995); viude-
dad, separación, divorcio, abandono, opción de madre/padre soltero, etc.
dan lugar a diferentes relaciones entre padres e hijos. Existe evidencia em-
pírica de que una familia con un sólo padre no tiene porqué influir de ffir-
ma negativa en la autoestima de los niños (Cooper, 1983).
En las últimas dos décadas han sido frecuentes los estudios que han in-
corporado como categoría de la estructura familiar el divorcio, seguramen-
te debido a su incremento en los últimos años. Diferentes trabajos sobre el
tema permiten llegar a las mismas conclusiones: en primer lugar parece
que, no siendo una experiencia deseable para nadie, sus consecuencias no
son necesariamente perjudiciales para los niños; en segundo Jugar parece
que se aprecian diferencias significativas en la forma y duración de la reac-
ción ante el divorcio de los padres en función del género y de la edad, cam-
biando la respuesta con el paso del tiempo; y en tercer lugar parece que las
reacciones más agudas se atenúan a medida que el niño se va adaptando a
la nueva situación. Esta adaptación parece relacionarse con factores fami-
Rcvisp~ CO,u/,lutense de Educocióo
999. vol, lO. u,’ 1:289-304
292
Covadonga Ruiz de Miguel La fronilia y su implicación en el desarrollo infantil
liares como el status sociqeconómico en el que queda la familia, la relación
con el progenitor que no tiene la custodia. la llegada de un nuevo padre/ma-
dre y la aceptación del mismo (Emery, 1982; Hetherington, Cox & Cox,
1982; Wallerstein & Kelly, 1981).
Como apoyo a esta tesis Block (1986) aporta un interesante descubri-
miento, y es que la inadaptación psicológica que se encuentra en un niño
que ha pasado por una situación de divorcio, se origina antes de que éste se
produzca, como consecuencia, seguramente, de la relación hostil que se vi-
ve en casa. De hecho, en muchas ocasiones los niños no definen el divorcio
como una catástrofe, sino que opinan que es la mejor opción para solucio-
nar problemas emocionales y de adaptación psicológica (independiente-
mente de los momentos en los que lamenten la falta del padre/madre) Berg
(1997). La conclusión fundamental que se deriva de estos estudios es que el
divorcio no tiene que suponer necesariamente una tragedia para los hijos (ni
para los padres>
Otro elemento que sigue interesando en los últimos años, también debi-
do al incremento de su aparición, es la ausencia/presencia de la madre aso-
ciada a su incorporación al mercado laboral. Cuando se comparan niños con
madres que trabajan fuera de casa y niños cuyas madres se dedican a las ta-
reas del hogar, no se encuentran diferencias respecto al desarrollo psicoló-
gico (Hoffman, 1984; Learner y Galambok, 1986), excepto en niños meno-
res de un año (Belsky & Ravine, 1988), en estos casos puede aparecer
alguna implicación negativa, en el sentido de un apego menor, en el desa-
rrollo del vínculo con la madre cuando se comparte el cuidado de los hijos
con otras personas que no son los padres. Lo que parece importante es te-
ner en cuenta dos dimensiones asociadas a la persona que se ocupa del ni-
ño, por un lado, la estabilidad en el cuidado (una misma persona y un mis-
mo espacio) y por otro, la calidad de la relación (que satisfaga y se adecue
a las necesidades del niño), si se dan estas dos condiciones, los hijos de ma-
di-es trabajadoras pueden resultar beneficiados y superar incluso en ciertos
aspectos el desarrollo de otros niños (Clarke-Steward, 1982) Es decir, no
hay indicios de los que pueda derivarse que la maternidad sea una actividad
que deba ocupar las 24 horas del día. Estos resultados nos hacen suponer
que la calidad de la relación, más que la cantidad, es lo que cuenta en el de-
sarrollo infantil.
Otra variable incluida en los estudios realizados es el desempleo de los
padres. El problema es que en el progenitor desempleado suele producirse
un cambio en el comportamiento que repercute en el desarrollo de los nínos
es una variable que suele afectar al desarrollo de Jos niños (Viguer y Sena,
1996) principalmente porque suele producirse un cambio en el comporta-
293 Revisto Complutense de Educación
1999, vol. 10, u.’ 1:289-304
Covadonga Ruiz de Miguel Lo [amiha —esu imp>>coció,, en e> desarrollo ~nfa,iti>
miento y disposición del progenitor parado; se muestra deprimido, angus-
tiado, irritable, tenso, y esto puede provocar en el niño problemas socioe-
mocionales; el niño se muestra solitario, deprimido, desconfiado, excluido,
disminuye su autoestima y son menos capaces de hacer frente al estrés
(McLoyd, 1989)
La clase social, determinada por la ocupación profesional del padre se
relaciona con los sistemas de valores, creencias y estilos de vida, relacio-
nada a su vez con las prácticas educativas de los padres (Hoffman, 1995).
En general, parece que los alumnos de clase social más baja obtienen peo-
res resultados escolares, asimismo, los padres de clase media muestt-an un
mayor interés en la educación de sus hijos, asisten a las reuniones del cole-
gio y cumplen las funciones escolares, mientras que los de clase obrera evi-
tan este tipo de contactos (Hoffman, 1995).
En cualquier caso, el nivel socioeconóníico es una variable que parece
mediatizar entre características familiares y resultados educativos (De Mi-
guel, 1988; Fernández Enguita, 1990; Martín Izquierdo, 1984; Sánchez Re-
dondo, 1991; Martínez, 1992). Sin embargo, cada vez se apoya más la idea
de que el nivel socioeconómico no es tan determinante en el desarrollo de
los hijos como los valores familiares, las actitudes, las aspiraciones educa-
tivas y los factores culturales presentes en las prácticas familiares en rela-
ción con la educación de éstos (Chrispeels, 1996), aunque algunos autores
afirma que un mayor nivel socioeconómico corresponde con mayor calidad
en el ambiente familiar (Viguer y Serra, 1996; Barajas y Clemente, 1991),
sobre todo por las opciones de educación que los padres pueden dar a sus
hijos, así como las inversiones en formación extraescolar, materiales y equi-
pamientos que, en general, facilitan el aprendizaje (Marchesi y Martín,
1998; Alberdi, (996; González Anleo, 1985; Jiménez, 1988; Martín Iz-
quierdo, 1984).
Clima familiar y desarrollo infantil
Se puede definir el clima familiar como el conjunto de factores am-
bientales que configuran el grado de confort emocional que propicia una si-
tuación (Lautey, 1985); es decir, es el fruto de la suma de las aportaciones
personales de cada miembro de la familia, traducidas en algo que propor-
ciona emoción, y se enrarece o se mejora en la medida en que se establecen
relaciones duales entre los diferentes componentes. EL clima parece condi-
cionar la conducta infantil al seleccionar los estímulos a los que va a estar
sometido el niño, aunque la conducta del niño no sea la copia exacta del en-
294 Revista Complutense de Educación
1999. vol. lO, u,’ 1: 289-304
CovadongaRuiz de Miguel Lafamilia y su implicación en el desarrollo infantil
torno sino fruto de una elaboración personal. El ambiente proporciona la
materia prima, el niño interpreta y edifica.
El clima familiar ideal está definido por conductas de apoyo, afectivi-
dad y razonamiento, que fomenta la autonomía personal, frente al clima fa-
miliar adverso, definido por conductas agresivas y autoritarias, y fomenta-
dor de trastornos de la personalidad. La solidaridad, el acercamiento, los
vínculos de afecto y el cariño son atributos clave de las relaciones familia-
res, que las distingue de otros marcos sociales más superficiales (Wish et
al., 1976). Por otro lado, la evitación, el abandono y la separación son la an-
títesis de la cohesión familiar y suponen una gran amenaza para el mante-
nimiento de las relaciones familiares (Roman y Musitu, 1985). Lo más im-
portante del clima familiar es que de él depende el estado de ánimo
colectivo y en buena medida, el estado de ánimo individual. Un clima fa-
miliar estable y afectivo proporcionará a sus miembros lazos de seguridad
y afecto, indispensables para un buen funcionamiento y desarrollo psicoló-
gico a estas edades (Musitu et al., 1988). Igualmente, se establece una rela-
ción positiva entre el nivel de autoestima del niño y el nivel de armonía fa-
miliar, y una relación negativa entre ésta y el nivel de ansiedad infantil
(Scott, Scott & McCabe, 1991).
El clima familiar se ha asociado frecuentemente al autoconcepto infan-
til, así Estarelles (1997), observa que un clima de cohesión, la percepción
de tolerancia, respeto y aceptación materna, así como un control moderado,
incide fuertemente en la adaptación del niño y en su autoaceptación y faci-
lita las relaciones interpersonales. Estos buenos resultados se asocian a un
clima familiar positivo, es decir aquel que se caracteriza fundamentalmen-
te por afecto y apoyo parental, cohesión familiar, ausencia de conflicto y, en
menor medida, control parental.
De las investigaciones que relacionan el ambiente familiar con los lo-
gros escolares de los alumnos se puede concluir que ya desde la etapa pre-
escolar, diferentes dimensiones de este ambiente (orientación intelectual,
presión para el logro y aprobación parental) están positivamente relaciona-
das con inteligencia, logro escolar, agrado y ajuste escolar, motivación de
logro, competencia cognitivo-emocional y adecuado desarrollo socioemoti-
yo (Musitu, et al., 1996).
Esto enlazaría con otro de los temas objeto de numerosas investigacio-
nes sobre clima familiar: el conflicto y la tensión familiar. La experiencia
de conflicto dentro de la familia representaría el extremo opuesto a la bue-
na calidad de las relaciones interpersonales (Garmezy, 1981; Rutter, 1981).
La presencia del conflicto crea una atmósfera de inseguridad que dificulta
el desarrollo de la autonomía y del sentimiento de confianza en el niño. Los
295 Revista Complutense de Educación
1999, vol. 10, u.’ 1:289-304
(o~adonga Ruiz de Miguel Lo lánjilia y s~t inlplicacion en cl dcsorrollo in>=a,til
conflictos paternos se asocian con una baja autoestima en el niño, y los cas-
tigos y rechazo paternos provocados por estos conflictos se traducen en an-
siedad, agresividad y de nuevo baja autoestima (Scott, Scott & McCabe,
1991). La investigación de Kaila & Tsambarli (1997) se basa en la afirma-
ción de que el conflicto familiar es uno de los mayores causantes de pato-
logias en los niños. Una discordancia constante entre los progenitores, tal
como comentamos en el apanado de estructura familiar, coínporta para los
niños consecuencias peores que la ruptura total en la relación con uno de
sus progenitores. El conflicto suele producirse entre los padres, pero es el
niño el espectador involucrado que ve cómo se desintegra una relación en-
tre dos personas que son, precisamente, la guía de su relación afectiva. Pa-
ra que el conflicto familiar suponga una influencia negativa en el niño, de-
be ser permanente; en todas las familias aparecen conflictos puntuales, el
problema surge cuando se hace crónico y la atmósfera de tensión y discor-
dia es constante para el niño, es ésto precisamente lo que afecta al desarro-
lío adecuado de su personalidad.
Una serie de estudios ha tratado de comprobar si el ambiente escolar
puede actuar como un mediador del ambiente familiar (y viceversa) con
respecto a la autoestima escolar y familiar Rutier el al. (1979) y Nelson
(1984) afirman que los efectos negativos de una familia caracterizada por
el conflicto y el control rígido (factores que correlacionan, como heínos vis-
to, con bajos niveles de autoestima. adaptación y logro escolar), pueden eh-
mínarse (o incrementarse) en un ambiente escolar que sea respectivamente
alto o bajo en apoyo y estructura.
Como hemos visto, otra dimensión del clima es la cohesión, entendida
como la percepción de los hijos sobre la proximidad entre padres y herma-
nos, a partir de las interacciones de la familia. Cooper (1983) identifica cin-
co categorías de familia según su nivel de cohesión: a) familias con gran co-
hesión entre los padres; b) familias en las que se percibe cohesión respecto
a un sólo padre; c) familias en las que los hijos se sienten aislados del res-
to de los miembros; d) familias donde los niños perciben división entre sus
padres; y e) la familia de coalición. Parece que los hijos perciben distintos
niveles de proximidad y apoyo según el tipo de familia en el que vive. La
mayor intimidad y apoyo se percibe en familias con un nivel elevado de co-
hesión entre ambos padres (tipo a), y en menor medida (aunque también al-
to)en las familias cohesivas con un sólo padre (tipo b). Los hijos de fami-
lias divididas (tipo d), y particularmente los niños aislados (tipo c), son los
que se sienten más ajenos a su ambiente familiar En el estudio de Farrel &
Barnes (1993) se analiza la relación entre el apoyo social (la afirmación del
autoconcepto. relación de confianza, expresividad. compañerismo y ayuda
296 Rcvistu (‘tun1>!utensc cl,’
999. vol, lO, u,’ ¡ : 289 304
Covodonga Ruiz de Miguel Lafantilia y su implicación en el desarrollo infóntil
en la solución de problemas), la cohesión (nivel de unión y grado de auto-
nomía en las experiencias familiares) y la adaptabilidad (grado en que la
familia impulsa roles y pautas de comunicación rígidas o cambiables) y la
depresión, ansiedad, individualidad, autoestima, desadaptación y comuni-
cación padres-hijo, llegando a la conclusión de que la familia más cohesiva
presenta un mejor funcionamiento entre sus miembros, mayor comunica-
ción padres-hijos, mayor consenso marital y mejores resultados conductua-
les en los niños. Además, cuando la cohesión familiar es evaluada a través
de las percepciones del niño se encuentran relaciones significativas con el
desarrollo de la autoestima infantil, así cuando los niños perciben conflicto
entre los padres o entre ellos y sus padres, podríamos predecir una autoes-
tima más baja (Coopei, 1983)
Una variable que mediaría entre clima y desarrollo infantil es el tiempo
que los niños pasan con los padres. Parece que cuando se relaciona con un
clima familiar positivo, repercute en la autoestima, el logro y la satisfacción
familiar (Nelson, 1984). Así, parece que la calidad de la relación entre pa-
dres e hijos es más importante para generar una buena autoestima que la
cantidad de horas de permanencia en común (Burns, 1990) pero que los ni-
ños que pertenecen a familias con climas muy positivos, es decir indepen-
dientes y tbmentadores de la autonomía personal, pueden no beneficiarse de
él si permanecen poco tiempo en el mismo (Nelson, ¡984).
Estilo educativo paterno y desarrollo infantil
El estilo educativo paterno se refiere a los esquemas prácticos de con-
ducta que reducen las múltiples y minuciosas pautas educativas paternas a
unas pocas dimensiones básicas que, cruzadas entre sí, dan lugar a diversos
tipos habituales de educación familiar (Quintana, 1993). La clasificación de
los estilos educativos propuesta por Maccoby y Martín (1983) (basada en
las diínensiones de exigencia y disponibilidad paternas para la respuesta de
Baumrind, 1971), identifica cuatro estilos diferentes, que van desde el au-
toritario recíproco hasta el permisivo negligente, pasando por el autoritario
represivo y el permisivo indulgente. Es el primero de estos estilos el que pa-
rece producir los mejores efectos en el desarrollo infantil: autoconcepto rea-
lista, coherente y positivo; autoestima y autoconfianza; equilibrio entre
obediencia e iniciativa personal: responsabilidad y fidelidad a compromisos
personales; competencia social y prosocial dentro y fuera de casa; disminu-
ción en frecuencia-intensidad de conflictos padres-hijos; y elevada motiva-
ción de logro, que se refleja en alto rendimiento escolar Otros estudios re-
Revista Complutense de Educación
[999,val. lO, u,’ 1:289-304
297
Covadonga Ruiz de Miguel La fa~niliu y su implicación en el desarrollo infantil
fuerzan esta hipótesis, como el realizado por Burns (1990) del que se
concluye que las prácticas educativas basadas en el respeto. el afecto y la
aceptación, junto con una disciplina firme y consistente y con estándares
elevados de realizaciones, identificado con el primero de los estilos educa-
tivos paternos citados, el autoritario recíproco, facilitan altos niveles de auto-
estima.
La implicación de los padres en la educación de sus hijos es un punto a
incluir dentro del estilo educativo porque podríamos considerarlo una ma-
nifestación del grado de interés de los padres por la educación de sus hijos,
además de la necesidad de que padres y educadores completen mutuamen-
te su acción educativa en esta etapa (López, 1995: Palacios y Paniagua,
1992). Podría definirse la implicación de los padres como el grado en que
el padre/madre se compromete con su papel y fomenta el óptimo desarrollo
del niño (Maccoby y Martin, 1983), y suele relacionarse con la cantidad de
esfuerzo puesto en el niño en detrimento de otras actividades (Pulkkinen,
1982). Puede decirse que es una manifestación de un estilo educativo cen-
trado en el niño, preocupado por lo que acontece en el marco escolar Grol-
nick & Slowiaczek (1994) apuestan por una conceptualización de la impli-
cación que integre aspectos educativos y de desarrollo porque cuanto más
cercanos están los padres de la educación de sus hijos, mayor será el im-
pacto en su desarrollo y en su progreso educativo (Fullan, 1991). Aunque
suele ser mayor la implicación de las madres, Grolnick & Slowiaczek
(1994) observan una correlación significativa entre la implicación de las
madres y la de sus parejas correspondientes. Esta implicación suele cen-
trarse en una actividad específica y comunes como acudir a actividades y
eventos en el centro (Becker & Epstein, 1982; Stevenson y Baker, 1987),
ayudar con los deberes, o el número de contacto establecidos entre la es-
cuela y la familia (Iverson, Brownlee y Walberg, 1981).
La colaboración de los padres con la escuela favorece la participación
de los padres en el proceso educativo de sus hijos (Kellaghan et al, 1993) y
permite reducir las diferencias culturales entre determinados medios fami-
liares y la estructura escolar (Sánchez Villalba, 1997). La investigación ha
puesto de manifiesto que las experiencias educativas que se emprendan van
a tener un éxito mayor y unos efectos más beneficiosos., más perdurables en
el tiempo en los niños, silos padres se han implicado, colaborando, a lo lar-
go del proceso escolar. Concretamente, la implicación de los padres se re-
laciona con un buen desarrollo del ego (Block & Block, 1980) y de la au-
toestima positiva (Gordon, Nowicki & Wickerm, 1981).
Como vemos, la implicación paterna es una manifestación de la coope-
ración familia-escuela, imprescindible en esta etapa. La base de la relación
298 Revista Ca~uplutense de Educación
1999, val. [O,u.’ 1: 289-304
Ciovadonga Ruiz de Miguel Lt,fantiliet y su implicación en el desarrollo infántil
familia-escuela debe ser el respeto mutuo (Escayola, 1994), basado en el
conocimiento mutuo en cuanto a necesidades, expectativas e intereses de
ambos contextos, que si bien son diferentes, tienen un objetivo común: la
educación del niño y el desarrollo de todas sus potencialidades. Se debe
llegar a un punto de autonomía-cooperación en la relación, cada ámbito
tiene su papel particular y específico, pero al mismo tiempo deben com-
partir la función de educar al niño. La colaboración ideal sólo será posible
cuando en el centro exista acuerdo entre padres y profesores acerca de los
valores que se estiman como básicos durante la etapa infantil (Palacios,
1992).
Las dificultades que se encuentran más a menudo y que impiden la co-
laboración y participación de los padres suelen ser la falta de disponibilidad
de tiempo y el temor a una falta de preparación, por parte de los padres. y
la falta de interés de éstos percibida por los profesores, etc. Pero no sólo se
encuentran dificultades por parte de los padres, en muchas ocasiones es el
centro el que no posibilita esta colaboración. En cualquier caso, debería ser
el centro el que posibilitara y fomentara la colaboración en esta etapa.
Conclusiones
La literatura revisada pone de manifiesto el peso que la familia tiene en
el desarrollo infantil, resumiéndolo de la siguiente manera: No parece que
exista un modelo de estructura familiar mejor para el óptimo desarrollo del
niño, parece que tienen mayor peso las relaciones interpersonales que se es-
tablecen en la familia. El desarrollo infantil deseado puede darse tanto si el
niño crece en una familia compuesta por madre y padre, como si falta uno
de ellos, como sí vive con otras personas ajenas al círculo familiar Respec-
to al clima familiar, el que mayor peso parece tener de las dimensiones fa-
miliares analizadas, podríamos recomendar un clima en el que se fomente la
autonomía personal, definido por conductas de apoyo, afectividad y razo-
namiento, y en el que el conflicto no sea la tónica general de la vida fami-
liar. Este clima proporcionará las bases necesarias para un buen funciona-
miento y desarrollo psicológico El estilo educativo de los padres, entendido
como la forma que tienen de educar a sus hijos, que más parece contribuir a
la formación de una personalidad madura es el autoritario recíproco, más
conocido como “centrado en los hijos”, y caracterizado por un control pa-
terno firme, consistente y razonado, donde los padres ejercen consciente y
responsablemente la autoridad y el liderazgo de una forma dialogada y ra-
zonada.
299 Revisto Complutense de Eduiación
1999, vol, lO, u,’ 1:289-304
Covodonga Ruiz de Miguel Lajomilio y su i~nplicac.ión en el desarrollo infantil
Pero la escuela no es ajena a ese buen desarrollo, parece que la escuela
puede modificar y potenciar los efectos de la familia, de ahí la importancia
de la cooperación familia-escuela en la etapa infantil. Es necesario que exis-
ta una comunicación bidireccional, fluida y estable entre padres y profeso-
res; esta comunicación y la implicación de los padres en el proceso educa-
tivo va a contribuir a la unidad de criterios educativos en el centro y en el
hogar, lo que facilitará al niño la interiorización de patrones de conducta,
permitirá a los padres conocer lo que hace el niño en el centro, y que los
profesores estén al corriente de las prácticas educativas de los padres para
mediar convenientemente.
Las investigaciones que se han revisado sobre la familia se han centra-
do sobre todo en el impacto sobre aspectos del desarrollo personal infantil;
es decir, tratan de ver las consecuencias que la estructura familiar, el clima
y los diferentes estilos educativos paternos tienen sobre el desarrollo de la
autonomía, adaptación, autoestima, etc. de sus hijos, sin estudiar el efecto
sobre otras dimensiones asociadas al desarrollo cognitivo y social del niño.
La gran cantidad de investigaciones centradas exclusivamente en aspectos
relacionados con el desarrollo personal, dejando de lado el ámbito cogniti-
yo puede deberse a la creencia, todavía vigente, de que es la escuela la que
debe centrarse en el desarrollo intelectual y social del niño, dejando a la fa-
milia poco margen de intervención en este campo y limitando su labor al
desarrollo en el niño de los aspectos señalados: la autonomía, la autoestima,
la adaptación, etc.
Pero se encuentra también en la revisión de la literatura un grupo de in-
vestigaciones que relaciona la familia con el desarrollo cognitivo de los ni-
nos (revisión en López, 1995). Los resultados obtenidos parten de las con-
clusiones de Yela (1981), según el cual podemos encontrar una relación
sistemática y creciente entre aspectos familiares (nivel social, educativo y
cultural) y el CI de los niños. También Vasgird (1983) encuentra diferencias
en el tipo de inteligencia de los niños, en función de la clase social de las
familias; los niños de clase media y media-alta son superiores en inteligen-
cia analítica a los de clase baja, mientras que en inteligencia asociativa, o
no hay diferencias, o es superior en los niños de clase baja y alta frente a
los de clase media. Respecto a la inteligencia integrativa, el nivel es supe-
rior el los niños de las clases extremas (alta y baja). En el contexto escolar,
el tipo de inteligencia que más se manifiesta es el analítico, siendo el nivel
inferior en los alumnos de clase baja o ambiente no culto.
Además de en la inteligencia, también se encuentran diferencias en
otras variables cognitivas verbales y no verbales (razonamiento verbal, ra-
zonamiento numérico, razonamiento abstracto, atención>; cuanto mayor es
Reii.~tu C¿>nzí>lutciisc de Edutación
1999. vol. 10, u.’ 1:289-304
300
covadonga Ruiz de Miguel La familia y su implicación en el desarrollo infantil
el nivel de instrucción de los padres, mayor es el desarrollo de las habilida-
des de los hijos (López, 1982), así como en los aspectos de desarrollo del
lenguaje; desde edades tempranas, parece que los niños de clase media-al-
ta se expresan mejor (con mayor cantidad de palabras y mayor precisión)
(López, 1995).
Dado que parece que las investigaciones se centran exclusivamente en
uno u otro aspecto (desarrollo personal del niño o desarrollo cognitivo), de-
bería abrirse una línea de trabajo centrada en el impacto que las diferentes
estructuras, climas familiares y estilos educativos desarrollados por los pa-
dres tienen sobre el desarrollo integral del niño, en todos sus aspectos, y en
cómo la colaboración con la escuela media en dichos resultados.
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  • 1. Revista Complutense de Educación 158N: 1130-2496 [999, vol. 10, u.’ 1:289-304 La familia y su implicación en el desarrollo infantil CovÁDONGÁ Ruiz DE MIGUEL Departamento de Métodos de Investigación y Diaguóstico en Educación Facultad de Educación Universidad Complutense RESUMEN Con este artículo se pretende dar una visión de lo que hasta el momento se ha investigado sobre el tema de la familia y su relación con el desarrollo cognitivo, personal, emocional y socloafectivo en la etapa de educación infantil. A través de una revisión de Jas investigaciones realizadas sobre el tema se puede ir observando cómo diversos autores coinciden en afirmar cuáles son y de que manera influyen ciertos aspectos de la vida familiar en el desarrollo infantil. ABSTRACT With this anide we are trying to give a view of the investigation about the fa- mUy and it relation with the personal development of preschool children. Through a revision of Use bibliography, ‘we can see how the diferents authors agree when they say wich are, and how the influence on the chilfrens’ development, certain as- pects of the family life. Introducción Durante los primeros años de la vida del niño, y en los comienzos de su escolaridad. la familia constituye uno de los ámbitos que más influye en su desarrollo cognitivo, personal, emocional y socio-afectivo. La influencia familiar se mantiene a lo largo de toda la escolaridad, pero es en estos pri- meros años cuando juega un papel fundamental porque el grupo familiar proporciona al niño todas las señales iniciales de afecto, valoración, acep- tación o rechazo, éxito o fracaso (Burns, 1990). Como es en estos primeros años cuando gran parte de los niños se escolarizarán por primera vez, fami- lia y escuela compartirán la responsabilidad educativa (Palacios y Moreno, 1994). por lo que la coherencia de criterios educativos será necesaria para lograr buenos resultados infantiles en esta etapa. 289
  • 2. (o vadotiga Ruiz de Miguel Lafamilia y su implicación en el desarrollo infantil Padres y educadores deben esforzarse por proporcionar al niño una edu- cación de calidad, que facilite el desarrollo óptimo de su personalidad, su identidad, su modo de integrar el mundo que le rodea y su forma de apren- der (Escayola, 1994). El niño se integrará y se desarrollará mejor en una es- cuela que coincida con los valores culturales familiares (Moreno y Cubero, 1990) por lo que la escuela no puede ser ajena a las necesidades y caracte- rísticas relacionadas con las familias. La importancia del papel que juega la familia en la educación de los ni- ños en la primera etapa del sistema educativo es reconocida por la legisla- ción en la que se establece la necesidad de que los centros cooperen estre- chamente con los padres (LOGSE, 1990). De hecho, la escuela debe orientar a las jiunilias y responsahilizarse del cambio de acritudes, infor- mación sobre el desarrollo individual yJormación de su tarea educadora (García, 1991); desde este punto de vista, la función educativa de los cen- tros se considera complementaria de la que ejerce la familia (Decreto del Curriculum de la Educación Infantil, Real Decreto 1333/1991, de 6 de sep- tiembre). En todos los objetivos formulados para la Educación Infantil, apa- rece la responsabilidad familiar en mayor o menor grado, como ámbito so- cializador en unos casos, y como marco insustituible para el desarrollo personal en otros. Actualmente podemos definir a la familia como “el grupo humano in- tegrado por miembros relacionados por vínculos de afecto y sangre y en el que se hace posible la maduración de la persona humana a través de en- cuentros, contactos e interacciones comunicativas que hacen posible la ad- quisición de una estabilidad personal, una cohesión interna y unas posibi- lidades de progreso según las necesidades profundas de cada uno de sus miembros” (Ríos, 1998). Una de las finalidades que persigue la familia es socializar al niño y fomentar el desarrollo de su identidad, para ello debe proporcionarle un ambiente que le permita desarrollar habilidades y con- seguir objetivos individuales, estimulándole para que sea capaz de conse- guir objetivos socialmente valorados y proporcionándole un modelo váli- do de conducta social (Amato, 1987). Pero no todas las familias son iguales ni proporcionan un ambiente optimizante. Según pone en eviden- cia la investigación, el clima familiar y el estilo educativo se relaciona con el grado de desarrollo y aprendizaje alcanzado, a la vez que éstos se rela- cionan con el tipo de estructura y estatus familiar. La familia, factor social destacado en múltiples modelos de aprendizaje escolar y que suponemos por lo dicho, de mayor peso en Educación Infantil, incluye aspectos tales como la estructura, las características psicológicas y el estatus familiar (Fraser, 1987). 290 Revista Complutense de Educación ¡999, vol. 10, u.’ 1:289-304
  • 3. (ovadonga Ruiz de Miguel La familia y su implicación en el desarrollo infantil FAMILIA El objetivo de este artículo es sintetizar los resultados de las investiga- ciones que se han centrado en la influencia de la familia en el desarrollo y aprendizaje de los niños menores de 6 años, contemplando aquellas subdi- mensiones que más frecuentemente se han analizado, consideradas de for- ma aislada en la presentación, pero siendo conscientes de su fuerte interre- lación (González et al, 1998). Estas subdimensiones son la estructura familiar, haciendo referencia a la tipología familiar, su estructura física, so- cial, económica y cultural; clima familiar que engloba aspectos de su tipo- logía, el conflicto y la cohesión familiar y la cantidad de tiempo que el ni- ño pasa en ese clima familiar; y el estilo educativo paterno, dentro del que se analizarán las consecuencias que tiene para el desarrollo infantil el esti- lo de los padres, así como variables que hacen referencia a su implicación y cooperación con el centro al que acude el niño. DESARROLLO INFANTIL Afectivo Social Cognitivo Aprendizaie Las primeras investigaciones operativízaron estructura familiar como número de miembros o tamaño de la familia. Pero la sociedad ha sufrido grandes cambios en los últimos años, repercutiendo directamente en modi- Revista Complutense de Educación 1999, val. lO, u.’ 1:289-304 Estructura familiar y desarrollo infantil 291
  • 4. Covadonga Ruiz de Miguel La ,fa,,zilia y su implicación en el desarrollo infantil ficaciones experimentadas por la estructura familiar: el incremento del di- vorcio y su incidencia en Ja famiiia monoparental, la incorporación de la mujer al mundo laboral, la “normalización” de las parejas de hecho, pare- jas del mismo sexo; es decir, la tipología de estructura familiar ha aumen- tado considerablemente. Por estas razones, lo que nos interesa de la estructura familiar no es tan- to el número de componentes de la familia (como simple reflejo de las per- sonas que viven en casa) sino la repercusión de esa estructura en la posibi- lidad de interacción del niño con otros niños y adultos dentro del hogar (Connolly & Smith, 1985). De hecho, variables como el tamaño familiar o la presencia de ambos progenitores parece que tienen poca relación con los resultados infantiles (Gray, Ramsey & Kraus, 1982), en cambio, lo que pa- rece influir principalmente es la calidad de las relaciones interpersonales que se producen entre los miembros, calidad que no parece ser exclusiva de una estructura familiar concreta. De hecho, algunos estudios ponen en evi- dencia que salirse de la norma con vencional de estructura Pm//lar no re- sulta perjudicial para los niños; es decir, personalidades psicológicamente sanas pueden desarrollarse en un contexto de gran van edad de agrupacio- nes (madre sola, familias de contrato social, familias que viven en comunas y familias tradicionales de padre y madre) (Lamb, 1982), y que la adapta- ción y el desarrollo parece independiente del tipo de familia (Elduson, 1982). Diferentes estudios ponen asimismo de manifiesto que las relaciones entre los miembros de familias monoparentales no son necesariamente pe- ores que las que se establecen en las tradicionales (Moreno, 1995), sino que dependen de cómo se haya llegado a esa situación (Marqués, 1995); viude- dad, separación, divorcio, abandono, opción de madre/padre soltero, etc. dan lugar a diferentes relaciones entre padres e hijos. Existe evidencia em- pírica de que una familia con un sólo padre no tiene porqué influir de ffir- ma negativa en la autoestima de los niños (Cooper, 1983). En las últimas dos décadas han sido frecuentes los estudios que han in- corporado como categoría de la estructura familiar el divorcio, seguramen- te debido a su incremento en los últimos años. Diferentes trabajos sobre el tema permiten llegar a las mismas conclusiones: en primer lugar parece que, no siendo una experiencia deseable para nadie, sus consecuencias no son necesariamente perjudiciales para los niños; en segundo Jugar parece que se aprecian diferencias significativas en la forma y duración de la reac- ción ante el divorcio de los padres en función del género y de la edad, cam- biando la respuesta con el paso del tiempo; y en tercer lugar parece que las reacciones más agudas se atenúan a medida que el niño se va adaptando a la nueva situación. Esta adaptación parece relacionarse con factores fami- Rcvisp~ CO,u/,lutense de Educocióo 999. vol, lO. u,’ 1:289-304 292
  • 5. Covadonga Ruiz de Miguel La fronilia y su implicación en el desarrollo infantil liares como el status sociqeconómico en el que queda la familia, la relación con el progenitor que no tiene la custodia. la llegada de un nuevo padre/ma- dre y la aceptación del mismo (Emery, 1982; Hetherington, Cox & Cox, 1982; Wallerstein & Kelly, 1981). Como apoyo a esta tesis Block (1986) aporta un interesante descubri- miento, y es que la inadaptación psicológica que se encuentra en un niño que ha pasado por una situación de divorcio, se origina antes de que éste se produzca, como consecuencia, seguramente, de la relación hostil que se vi- ve en casa. De hecho, en muchas ocasiones los niños no definen el divorcio como una catástrofe, sino que opinan que es la mejor opción para solucio- nar problemas emocionales y de adaptación psicológica (independiente- mente de los momentos en los que lamenten la falta del padre/madre) Berg (1997). La conclusión fundamental que se deriva de estos estudios es que el divorcio no tiene que suponer necesariamente una tragedia para los hijos (ni para los padres> Otro elemento que sigue interesando en los últimos años, también debi- do al incremento de su aparición, es la ausencia/presencia de la madre aso- ciada a su incorporación al mercado laboral. Cuando se comparan niños con madres que trabajan fuera de casa y niños cuyas madres se dedican a las ta- reas del hogar, no se encuentran diferencias respecto al desarrollo psicoló- gico (Hoffman, 1984; Learner y Galambok, 1986), excepto en niños meno- res de un año (Belsky & Ravine, 1988), en estos casos puede aparecer alguna implicación negativa, en el sentido de un apego menor, en el desa- rrollo del vínculo con la madre cuando se comparte el cuidado de los hijos con otras personas que no son los padres. Lo que parece importante es te- ner en cuenta dos dimensiones asociadas a la persona que se ocupa del ni- ño, por un lado, la estabilidad en el cuidado (una misma persona y un mis- mo espacio) y por otro, la calidad de la relación (que satisfaga y se adecue a las necesidades del niño), si se dan estas dos condiciones, los hijos de ma- di-es trabajadoras pueden resultar beneficiados y superar incluso en ciertos aspectos el desarrollo de otros niños (Clarke-Steward, 1982) Es decir, no hay indicios de los que pueda derivarse que la maternidad sea una actividad que deba ocupar las 24 horas del día. Estos resultados nos hacen suponer que la calidad de la relación, más que la cantidad, es lo que cuenta en el de- sarrollo infantil. Otra variable incluida en los estudios realizados es el desempleo de los padres. El problema es que en el progenitor desempleado suele producirse un cambio en el comportamiento que repercute en el desarrollo de los nínos es una variable que suele afectar al desarrollo de Jos niños (Viguer y Sena, 1996) principalmente porque suele producirse un cambio en el comporta- 293 Revisto Complutense de Educación 1999, vol. 10, u.’ 1:289-304
  • 6. Covadonga Ruiz de Miguel Lo [amiha —esu imp>>coció,, en e> desarrollo ~nfa,iti> miento y disposición del progenitor parado; se muestra deprimido, angus- tiado, irritable, tenso, y esto puede provocar en el niño problemas socioe- mocionales; el niño se muestra solitario, deprimido, desconfiado, excluido, disminuye su autoestima y son menos capaces de hacer frente al estrés (McLoyd, 1989) La clase social, determinada por la ocupación profesional del padre se relaciona con los sistemas de valores, creencias y estilos de vida, relacio- nada a su vez con las prácticas educativas de los padres (Hoffman, 1995). En general, parece que los alumnos de clase social más baja obtienen peo- res resultados escolares, asimismo, los padres de clase media muestt-an un mayor interés en la educación de sus hijos, asisten a las reuniones del cole- gio y cumplen las funciones escolares, mientras que los de clase obrera evi- tan este tipo de contactos (Hoffman, 1995). En cualquier caso, el nivel socioeconóníico es una variable que parece mediatizar entre características familiares y resultados educativos (De Mi- guel, 1988; Fernández Enguita, 1990; Martín Izquierdo, 1984; Sánchez Re- dondo, 1991; Martínez, 1992). Sin embargo, cada vez se apoya más la idea de que el nivel socioeconómico no es tan determinante en el desarrollo de los hijos como los valores familiares, las actitudes, las aspiraciones educa- tivas y los factores culturales presentes en las prácticas familiares en rela- ción con la educación de éstos (Chrispeels, 1996), aunque algunos autores afirma que un mayor nivel socioeconómico corresponde con mayor calidad en el ambiente familiar (Viguer y Serra, 1996; Barajas y Clemente, 1991), sobre todo por las opciones de educación que los padres pueden dar a sus hijos, así como las inversiones en formación extraescolar, materiales y equi- pamientos que, en general, facilitan el aprendizaje (Marchesi y Martín, 1998; Alberdi, (996; González Anleo, 1985; Jiménez, 1988; Martín Iz- quierdo, 1984). Clima familiar y desarrollo infantil Se puede definir el clima familiar como el conjunto de factores am- bientales que configuran el grado de confort emocional que propicia una si- tuación (Lautey, 1985); es decir, es el fruto de la suma de las aportaciones personales de cada miembro de la familia, traducidas en algo que propor- ciona emoción, y se enrarece o se mejora en la medida en que se establecen relaciones duales entre los diferentes componentes. EL clima parece condi- cionar la conducta infantil al seleccionar los estímulos a los que va a estar sometido el niño, aunque la conducta del niño no sea la copia exacta del en- 294 Revista Complutense de Educación 1999. vol. lO, u,’ 1: 289-304
  • 7. CovadongaRuiz de Miguel Lafamilia y su implicación en el desarrollo infantil torno sino fruto de una elaboración personal. El ambiente proporciona la materia prima, el niño interpreta y edifica. El clima familiar ideal está definido por conductas de apoyo, afectivi- dad y razonamiento, que fomenta la autonomía personal, frente al clima fa- miliar adverso, definido por conductas agresivas y autoritarias, y fomenta- dor de trastornos de la personalidad. La solidaridad, el acercamiento, los vínculos de afecto y el cariño son atributos clave de las relaciones familia- res, que las distingue de otros marcos sociales más superficiales (Wish et al., 1976). Por otro lado, la evitación, el abandono y la separación son la an- títesis de la cohesión familiar y suponen una gran amenaza para el mante- nimiento de las relaciones familiares (Roman y Musitu, 1985). Lo más im- portante del clima familiar es que de él depende el estado de ánimo colectivo y en buena medida, el estado de ánimo individual. Un clima fa- miliar estable y afectivo proporcionará a sus miembros lazos de seguridad y afecto, indispensables para un buen funcionamiento y desarrollo psicoló- gico a estas edades (Musitu et al., 1988). Igualmente, se establece una rela- ción positiva entre el nivel de autoestima del niño y el nivel de armonía fa- miliar, y una relación negativa entre ésta y el nivel de ansiedad infantil (Scott, Scott & McCabe, 1991). El clima familiar se ha asociado frecuentemente al autoconcepto infan- til, así Estarelles (1997), observa que un clima de cohesión, la percepción de tolerancia, respeto y aceptación materna, así como un control moderado, incide fuertemente en la adaptación del niño y en su autoaceptación y faci- lita las relaciones interpersonales. Estos buenos resultados se asocian a un clima familiar positivo, es decir aquel que se caracteriza fundamentalmen- te por afecto y apoyo parental, cohesión familiar, ausencia de conflicto y, en menor medida, control parental. De las investigaciones que relacionan el ambiente familiar con los lo- gros escolares de los alumnos se puede concluir que ya desde la etapa pre- escolar, diferentes dimensiones de este ambiente (orientación intelectual, presión para el logro y aprobación parental) están positivamente relaciona- das con inteligencia, logro escolar, agrado y ajuste escolar, motivación de logro, competencia cognitivo-emocional y adecuado desarrollo socioemoti- yo (Musitu, et al., 1996). Esto enlazaría con otro de los temas objeto de numerosas investigacio- nes sobre clima familiar: el conflicto y la tensión familiar. La experiencia de conflicto dentro de la familia representaría el extremo opuesto a la bue- na calidad de las relaciones interpersonales (Garmezy, 1981; Rutter, 1981). La presencia del conflicto crea una atmósfera de inseguridad que dificulta el desarrollo de la autonomía y del sentimiento de confianza en el niño. Los 295 Revista Complutense de Educación 1999, vol. 10, u.’ 1:289-304
  • 8. (o~adonga Ruiz de Miguel Lo lánjilia y s~t inlplicacion en cl dcsorrollo in>=a,til conflictos paternos se asocian con una baja autoestima en el niño, y los cas- tigos y rechazo paternos provocados por estos conflictos se traducen en an- siedad, agresividad y de nuevo baja autoestima (Scott, Scott & McCabe, 1991). La investigación de Kaila & Tsambarli (1997) se basa en la afirma- ción de que el conflicto familiar es uno de los mayores causantes de pato- logias en los niños. Una discordancia constante entre los progenitores, tal como comentamos en el apanado de estructura familiar, coínporta para los niños consecuencias peores que la ruptura total en la relación con uno de sus progenitores. El conflicto suele producirse entre los padres, pero es el niño el espectador involucrado que ve cómo se desintegra una relación en- tre dos personas que son, precisamente, la guía de su relación afectiva. Pa- ra que el conflicto familiar suponga una influencia negativa en el niño, de- be ser permanente; en todas las familias aparecen conflictos puntuales, el problema surge cuando se hace crónico y la atmósfera de tensión y discor- dia es constante para el niño, es ésto precisamente lo que afecta al desarro- lío adecuado de su personalidad. Una serie de estudios ha tratado de comprobar si el ambiente escolar puede actuar como un mediador del ambiente familiar (y viceversa) con respecto a la autoestima escolar y familiar Rutier el al. (1979) y Nelson (1984) afirman que los efectos negativos de una familia caracterizada por el conflicto y el control rígido (factores que correlacionan, como heínos vis- to, con bajos niveles de autoestima. adaptación y logro escolar), pueden eh- mínarse (o incrementarse) en un ambiente escolar que sea respectivamente alto o bajo en apoyo y estructura. Como hemos visto, otra dimensión del clima es la cohesión, entendida como la percepción de los hijos sobre la proximidad entre padres y herma- nos, a partir de las interacciones de la familia. Cooper (1983) identifica cin- co categorías de familia según su nivel de cohesión: a) familias con gran co- hesión entre los padres; b) familias en las que se percibe cohesión respecto a un sólo padre; c) familias en las que los hijos se sienten aislados del res- to de los miembros; d) familias donde los niños perciben división entre sus padres; y e) la familia de coalición. Parece que los hijos perciben distintos niveles de proximidad y apoyo según el tipo de familia en el que vive. La mayor intimidad y apoyo se percibe en familias con un nivel elevado de co- hesión entre ambos padres (tipo a), y en menor medida (aunque también al- to)en las familias cohesivas con un sólo padre (tipo b). Los hijos de fami- lias divididas (tipo d), y particularmente los niños aislados (tipo c), son los que se sienten más ajenos a su ambiente familiar En el estudio de Farrel & Barnes (1993) se analiza la relación entre el apoyo social (la afirmación del autoconcepto. relación de confianza, expresividad. compañerismo y ayuda 296 Rcvistu (‘tun1>!utensc cl,’ 999. vol, lO, u,’ ¡ : 289 304
  • 9. Covodonga Ruiz de Miguel Lafantilia y su implicación en el desarrollo infóntil en la solución de problemas), la cohesión (nivel de unión y grado de auto- nomía en las experiencias familiares) y la adaptabilidad (grado en que la familia impulsa roles y pautas de comunicación rígidas o cambiables) y la depresión, ansiedad, individualidad, autoestima, desadaptación y comuni- cación padres-hijo, llegando a la conclusión de que la familia más cohesiva presenta un mejor funcionamiento entre sus miembros, mayor comunica- ción padres-hijos, mayor consenso marital y mejores resultados conductua- les en los niños. Además, cuando la cohesión familiar es evaluada a través de las percepciones del niño se encuentran relaciones significativas con el desarrollo de la autoestima infantil, así cuando los niños perciben conflicto entre los padres o entre ellos y sus padres, podríamos predecir una autoes- tima más baja (Coopei, 1983) Una variable que mediaría entre clima y desarrollo infantil es el tiempo que los niños pasan con los padres. Parece que cuando se relaciona con un clima familiar positivo, repercute en la autoestima, el logro y la satisfacción familiar (Nelson, 1984). Así, parece que la calidad de la relación entre pa- dres e hijos es más importante para generar una buena autoestima que la cantidad de horas de permanencia en común (Burns, 1990) pero que los ni- ños que pertenecen a familias con climas muy positivos, es decir indepen- dientes y tbmentadores de la autonomía personal, pueden no beneficiarse de él si permanecen poco tiempo en el mismo (Nelson, ¡984). Estilo educativo paterno y desarrollo infantil El estilo educativo paterno se refiere a los esquemas prácticos de con- ducta que reducen las múltiples y minuciosas pautas educativas paternas a unas pocas dimensiones básicas que, cruzadas entre sí, dan lugar a diversos tipos habituales de educación familiar (Quintana, 1993). La clasificación de los estilos educativos propuesta por Maccoby y Martín (1983) (basada en las diínensiones de exigencia y disponibilidad paternas para la respuesta de Baumrind, 1971), identifica cuatro estilos diferentes, que van desde el au- toritario recíproco hasta el permisivo negligente, pasando por el autoritario represivo y el permisivo indulgente. Es el primero de estos estilos el que pa- rece producir los mejores efectos en el desarrollo infantil: autoconcepto rea- lista, coherente y positivo; autoestima y autoconfianza; equilibrio entre obediencia e iniciativa personal: responsabilidad y fidelidad a compromisos personales; competencia social y prosocial dentro y fuera de casa; disminu- ción en frecuencia-intensidad de conflictos padres-hijos; y elevada motiva- ción de logro, que se refleja en alto rendimiento escolar Otros estudios re- Revista Complutense de Educación [999,val. lO, u,’ 1:289-304 297
  • 10. Covadonga Ruiz de Miguel La fa~niliu y su implicación en el desarrollo infantil fuerzan esta hipótesis, como el realizado por Burns (1990) del que se concluye que las prácticas educativas basadas en el respeto. el afecto y la aceptación, junto con una disciplina firme y consistente y con estándares elevados de realizaciones, identificado con el primero de los estilos educa- tivos paternos citados, el autoritario recíproco, facilitan altos niveles de auto- estima. La implicación de los padres en la educación de sus hijos es un punto a incluir dentro del estilo educativo porque podríamos considerarlo una ma- nifestación del grado de interés de los padres por la educación de sus hijos, además de la necesidad de que padres y educadores completen mutuamen- te su acción educativa en esta etapa (López, 1995: Palacios y Paniagua, 1992). Podría definirse la implicación de los padres como el grado en que el padre/madre se compromete con su papel y fomenta el óptimo desarrollo del niño (Maccoby y Martin, 1983), y suele relacionarse con la cantidad de esfuerzo puesto en el niño en detrimento de otras actividades (Pulkkinen, 1982). Puede decirse que es una manifestación de un estilo educativo cen- trado en el niño, preocupado por lo que acontece en el marco escolar Grol- nick & Slowiaczek (1994) apuestan por una conceptualización de la impli- cación que integre aspectos educativos y de desarrollo porque cuanto más cercanos están los padres de la educación de sus hijos, mayor será el im- pacto en su desarrollo y en su progreso educativo (Fullan, 1991). Aunque suele ser mayor la implicación de las madres, Grolnick & Slowiaczek (1994) observan una correlación significativa entre la implicación de las madres y la de sus parejas correspondientes. Esta implicación suele cen- trarse en una actividad específica y comunes como acudir a actividades y eventos en el centro (Becker & Epstein, 1982; Stevenson y Baker, 1987), ayudar con los deberes, o el número de contacto establecidos entre la es- cuela y la familia (Iverson, Brownlee y Walberg, 1981). La colaboración de los padres con la escuela favorece la participación de los padres en el proceso educativo de sus hijos (Kellaghan et al, 1993) y permite reducir las diferencias culturales entre determinados medios fami- liares y la estructura escolar (Sánchez Villalba, 1997). La investigación ha puesto de manifiesto que las experiencias educativas que se emprendan van a tener un éxito mayor y unos efectos más beneficiosos., más perdurables en el tiempo en los niños, silos padres se han implicado, colaborando, a lo lar- go del proceso escolar. Concretamente, la implicación de los padres se re- laciona con un buen desarrollo del ego (Block & Block, 1980) y de la au- toestima positiva (Gordon, Nowicki & Wickerm, 1981). Como vemos, la implicación paterna es una manifestación de la coope- ración familia-escuela, imprescindible en esta etapa. La base de la relación 298 Revista Ca~uplutense de Educación 1999, val. [O,u.’ 1: 289-304
  • 11. Ciovadonga Ruiz de Miguel Lt,fantiliet y su implicación en el desarrollo infántil familia-escuela debe ser el respeto mutuo (Escayola, 1994), basado en el conocimiento mutuo en cuanto a necesidades, expectativas e intereses de ambos contextos, que si bien son diferentes, tienen un objetivo común: la educación del niño y el desarrollo de todas sus potencialidades. Se debe llegar a un punto de autonomía-cooperación en la relación, cada ámbito tiene su papel particular y específico, pero al mismo tiempo deben com- partir la función de educar al niño. La colaboración ideal sólo será posible cuando en el centro exista acuerdo entre padres y profesores acerca de los valores que se estiman como básicos durante la etapa infantil (Palacios, 1992). Las dificultades que se encuentran más a menudo y que impiden la co- laboración y participación de los padres suelen ser la falta de disponibilidad de tiempo y el temor a una falta de preparación, por parte de los padres. y la falta de interés de éstos percibida por los profesores, etc. Pero no sólo se encuentran dificultades por parte de los padres, en muchas ocasiones es el centro el que no posibilita esta colaboración. En cualquier caso, debería ser el centro el que posibilitara y fomentara la colaboración en esta etapa. Conclusiones La literatura revisada pone de manifiesto el peso que la familia tiene en el desarrollo infantil, resumiéndolo de la siguiente manera: No parece que exista un modelo de estructura familiar mejor para el óptimo desarrollo del niño, parece que tienen mayor peso las relaciones interpersonales que se es- tablecen en la familia. El desarrollo infantil deseado puede darse tanto si el niño crece en una familia compuesta por madre y padre, como si falta uno de ellos, como sí vive con otras personas ajenas al círculo familiar Respec- to al clima familiar, el que mayor peso parece tener de las dimensiones fa- miliares analizadas, podríamos recomendar un clima en el que se fomente la autonomía personal, definido por conductas de apoyo, afectividad y razo- namiento, y en el que el conflicto no sea la tónica general de la vida fami- liar. Este clima proporcionará las bases necesarias para un buen funciona- miento y desarrollo psicológico El estilo educativo de los padres, entendido como la forma que tienen de educar a sus hijos, que más parece contribuir a la formación de una personalidad madura es el autoritario recíproco, más conocido como “centrado en los hijos”, y caracterizado por un control pa- terno firme, consistente y razonado, donde los padres ejercen consciente y responsablemente la autoridad y el liderazgo de una forma dialogada y ra- zonada. 299 Revisto Complutense de Eduiación 1999, vol, lO, u,’ 1:289-304
  • 12. Covodonga Ruiz de Miguel Lajomilio y su i~nplicac.ión en el desarrollo infantil Pero la escuela no es ajena a ese buen desarrollo, parece que la escuela puede modificar y potenciar los efectos de la familia, de ahí la importancia de la cooperación familia-escuela en la etapa infantil. Es necesario que exis- ta una comunicación bidireccional, fluida y estable entre padres y profeso- res; esta comunicación y la implicación de los padres en el proceso educa- tivo va a contribuir a la unidad de criterios educativos en el centro y en el hogar, lo que facilitará al niño la interiorización de patrones de conducta, permitirá a los padres conocer lo que hace el niño en el centro, y que los profesores estén al corriente de las prácticas educativas de los padres para mediar convenientemente. Las investigaciones que se han revisado sobre la familia se han centra- do sobre todo en el impacto sobre aspectos del desarrollo personal infantil; es decir, tratan de ver las consecuencias que la estructura familiar, el clima y los diferentes estilos educativos paternos tienen sobre el desarrollo de la autonomía, adaptación, autoestima, etc. de sus hijos, sin estudiar el efecto sobre otras dimensiones asociadas al desarrollo cognitivo y social del niño. La gran cantidad de investigaciones centradas exclusivamente en aspectos relacionados con el desarrollo personal, dejando de lado el ámbito cogniti- yo puede deberse a la creencia, todavía vigente, de que es la escuela la que debe centrarse en el desarrollo intelectual y social del niño, dejando a la fa- milia poco margen de intervención en este campo y limitando su labor al desarrollo en el niño de los aspectos señalados: la autonomía, la autoestima, la adaptación, etc. Pero se encuentra también en la revisión de la literatura un grupo de in- vestigaciones que relaciona la familia con el desarrollo cognitivo de los ni- nos (revisión en López, 1995). Los resultados obtenidos parten de las con- clusiones de Yela (1981), según el cual podemos encontrar una relación sistemática y creciente entre aspectos familiares (nivel social, educativo y cultural) y el CI de los niños. También Vasgird (1983) encuentra diferencias en el tipo de inteligencia de los niños, en función de la clase social de las familias; los niños de clase media y media-alta son superiores en inteligen- cia analítica a los de clase baja, mientras que en inteligencia asociativa, o no hay diferencias, o es superior en los niños de clase baja y alta frente a los de clase media. Respecto a la inteligencia integrativa, el nivel es supe- rior el los niños de las clases extremas (alta y baja). En el contexto escolar, el tipo de inteligencia que más se manifiesta es el analítico, siendo el nivel inferior en los alumnos de clase baja o ambiente no culto. Además de en la inteligencia, también se encuentran diferencias en otras variables cognitivas verbales y no verbales (razonamiento verbal, ra- zonamiento numérico, razonamiento abstracto, atención>; cuanto mayor es Reii.~tu C¿>nzí>lutciisc de Edutación 1999. vol. 10, u.’ 1:289-304 300
  • 13. covadonga Ruiz de Miguel La familia y su implicación en el desarrollo infantil el nivel de instrucción de los padres, mayor es el desarrollo de las habilida- des de los hijos (López, 1982), así como en los aspectos de desarrollo del lenguaje; desde edades tempranas, parece que los niños de clase media-al- ta se expresan mejor (con mayor cantidad de palabras y mayor precisión) (López, 1995). Dado que parece que las investigaciones se centran exclusivamente en uno u otro aspecto (desarrollo personal del niño o desarrollo cognitivo), de- bería abrirse una línea de trabajo centrada en el impacto que las diferentes estructuras, climas familiares y estilos educativos desarrollados por los pa- dres tienen sobre el desarrollo integral del niño, en todos sus aspectos, y en cómo la colaboración con la escuela media en dichos resultados. Bibliografía Alberdi, 1. el al. (1995). Informe sobre la situación de la familia en España. Madrid: Ministerio de Asuntos Sociales. Amato, P. (1987). Family processes in one-parent, stepparent, and intact families: the child’s point of view. iournal of Marriage an d the Faniily, 49, pp. 327- 337. Barajas, M. C. y Clemente, R. A. (1991). Ambiente familiar y desarrollo evolutivo. La evaluación de la atención en el hogar. En: 1 Congreso Internacional Infancia y Sociedad. Bienestar y Derechos Sociales de la Infancia. Madrid, Noviembre, 1989. Ministerio de Asuntos Sociales Baumrind, D. (1971). Currents patterns of parental authority. DevelopmentalPsych. Monogr. 4, 1, Patrones de respuesta. 1-102. Becker, H. J. & Epstein, J. L. (1982). Parent involvement: A study of teachers prac- tices. Elementary School Journal, 83, 85-102. Berg, L. E. (1997). Father and Child on Pan-Time. Jdentily Developmant in Non Custodial Father and Their Children. Paper presented to 7”’ European Confe- rence on the Quality in Early Chilhood Education. “Childhood in a Changing Society”. Munich. Block, 1. 1-1. & Block, J. (1980). The role of egocontrol and egoresilency in the or- ganization of behavior. In: W. A. Collins (Ed.), Development of cognitive affect and social relations. Minnesota Symposium on Child Psychology (vol. 13). Hilísdale, NJ: Erlbaum. Burus. R. B. (1990). El auloconcepto: Teoría, Medición, Desarrollo y Comporta- miento. Bilbao: EGA. Clarke-Steward, A. (1997). Day Care and Child Development: Results of NICHD Study of Early Child Care. Paper presented to 7th European Conference on the 301 Revista Caniplutense de Educacton 1999, vol. lO, u,’ 1:289-304
  • 14. Coradonga Ruiz de Miguel La familia y su implicación en el desarrollo infantil Quality in Early Chilhood Education. “Childhood in a Changing Society”. Mu- nich. Cooper, J. E. et aL (1983). Self esteem and family cohesion: The child’s perspecti- ve and adjustement. Journal of Marriage and Use Eamily, febrero, 153-158. Chrispels, J. (1996). Effective schools zmnd home —school-community partnership ro- les: A framework for parent involvement. School Effectiveness and School Im- provement, 7 (4), 297-323. Escayola, E. (1994). Padres y educadores. Un encuentro singular. Aula de Innova- ción Educativa, 28-29. Estarelles, R. (1987). Clima familiar y autoconcepto en la adolescencia. Valencia: Universidad de Valencia. Farrel, M. P. & Barnes, O. M. (1993). Family Systemn and Social Support: A test of the Effects of Cohesion and Adaptability on ihe Functioning Parents and Ado- lescenis. Jaurnal of Marriage and Use Family, 55, 1, 133-145. Fraser, B. J. et al. (1987). ldentifying the salient facets of a model of student lear- ning: A synthesis of meta-analilyses. En: B.J. Fraser et al.: Syníhesis f educa- tional product¿vi¡y research. International Journal of Educational Research, vol. II: 2, cap. 4, pp. 187-212. Fuljan, M. (1991). The new meaning of educational change. Londres: Caselí. García, Nt (1991). El Diseño Curricular Base en Educación Infantil. Madrid: ITE- CECE. González, M. M., Hidalgo, M. y. y Moreno, M. C. (1998). La vida en familia. Cua- demos de Pedagogía, 274, 50-55. Gordon, D., Nowicki, 5 & Wichern, E. (1981). Observed maternal and child beha- vior in a dependency-producing task as afunction of children’s loculs of control orientation. Merrill-Palmer Quarteriv, 27, 43-51. Gray, J. W, Ramsey, B. K. & Klaus. R. A. (1982). J<’rotn 3 to 20: The Early Trai- ning Project Baltimore: University Park Press. Grolnick, W. 5. & Slowiaczek, M. L. (1994). Parents’ lnvolvement in Children’s Schooling: A Multidensional Conceptualization and Motivational Model. ChUd Development, 65, 237-252. Hoffman, L. (1995). Psicología del desarrollo hoy. Madrid: McGraw Hill. Iverson, B. K., Brownlee, G. D. & Walberg, H. J. (1981). Pareut-teacher contacts and studentlearning. Joumnal of Educational Research, 74, 394-396. Kaila, M. & Tsambarli, L. (1997). Family Conflict and Child Developmení. A Case Study. Paper presented to 7tE Furopean Conference on the Quality in Early Chil- hood Education. “Childhood in a Changing Society”. Munich. Revista Complutense de Educ.a<ió,¡ 1999, vol. lO. u.’ 1: 289-304 302
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