2. El primer paso es la definición y delimitación
del problema del modo más claro y objetivo
posible y en términos comportamentales.
Ejemplo:” Durante el recreo, Pedro ha
golpeado a dos compañeros de la clase”, en
lugar de indicar simplemente una conducta
agresiva del alumno.
3. Una vez decidido con exactitud qué
comportamiento del niño deseamos cambiar,
el segundo paso es clasificar los problemas
que las conductas indeseables plantean por
orden de importancia.
Se recomienda comenzar por los problemas
de fácil y rápida solución a fin de que todos
podamos comenzar con sensación de éxito.
4. Los cambios de conducta, tanto en niños
como en adultos, tienden a producirse
lentamente y por etapas. Por ello, tendremos
la modestia de no esperar al principio
grandes logros y alegrarnos por los pequeños
resultados que vayamos consiguiendo,
Igualmente, la paciencia viene exigida al ser
el cambio conductual un proceso de lento
desarrollo y posibles altibajos.
5. Esto exige llegar a un acuerdo sobre el problema, no solo
entre los padres, sino entre todos aquellos que tengan un
trato regular con el niño, tales como profesores y
familiares.
Sin embargo, se exige igualmente la constancia para que
la solución aplicada sea eficaz, ya que se ha visto que se
tiende a abandonar demasiado pronto y los niños lo
saben. En consecuencia, cuando se tome una decisión
sobre cómo tratar un problema, uno no deberá vacilar ni
rendirse.
A mantenerse constante ayuda un registro de los cambios
que se vayan produciendo, con lo que tendremos
constancia de los progresos del niño, por pequeños que
sean. Hay que expresar de forma detallada todas las
circunstancias en que se desarrolla la conducta
inadecuada.
6. Se trata de ver, no solamente los rasgos
negativos de la conducta del niño, sino, y
muy especialmente, los positivos,
gratificándole por ellos y haciéndole ver en
todo momento que se le quiere y aprecia.
7. Es decir, de manera tranquila y con palabras
sencillas, a fin de que el niño comprenda
fácilmente, se le describirá el objetivo que
pretendemos, evitando lo abstracto y
concentrándonos en las cosas concretas.
Por ejemplo, en vez de hacer un llamamiento
a su responsabilidad y espíritu de
cooperación, se le dirá lo que se espera de él:
“A partir de hoy nos vamos a dedicar a que te
acostumbres a recoger tus juguetes y a
meterlos en el cajón”.