2. Los fundamentos de la geopolítica
Nota de investigación: Este informe contiene dos análisis fundamentales que nuestros fundamentos geopolíticos.
La filosofía principal de Stratfor es que las tendencias y direcciones globales transformadoras son predecibles a
través de la geopolítica. La geopolítica es la forma en que la geografía y otras limitaciones estructurales moldean a
las personas y a las naciones. Para entender esas limitaciones, debemos comprender en la esencia respecto a cómo
se comportan los seres humanos--y así cómo se comportarán los grupos humanos. Este es un tema que exploramos
en la primera mitad de este informe. Una vez que la geopolítica revele lo que es probable que suceda, podemos
intentar determinar los patrones que influirán a un paíss o región en particular. Pero al hacerlo, también debemos
tener en cuenta la inercia en la predicción geopolítica, tema que exploramos en la segunda mitad de este informe.
El amor por los tuyos y la importancia del lugar
Explicando la Inercia en el Pronóstico Geopolítico
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3. 3STRATFOR •
El estudio de la geopolítica intenta identificar aquel-
las cosas que son eternas, aquellas que son de larga
duración y aquellas que son transitorias. Lo hace
a través del prisma de la geografía y el poder. Más
precisamente, la investigación en riesgo geopolítico
busca no sólo describir sino también predecir lo que
sucederá. Esas predicciones con frecuencia — de
hecho, por lo general — vuelan en la cara del sen-
tido común. La geopolítica es el sentido común de la
próxima generación.
William Shakespeare, nacido 1564 — el siglo en el
que tuvo lugar la conquista europea del mundo—
tuvo a Macbeth diciendo que la historia es un
cuento contado por un idiota, lleno de sonido y
furia, que no significa nada. Si Macbeth tiene razón,
entonces la historia carece de sentido, desprovista
de orden. Cualquier intento de pronosticar el futuro
debe comenzar desafiando a Macbeth, ya que, si la
historia es aleatoria entonces el futuro, por defin-
ición, es impredecible.
La predicción está integrada en la condición hu-
mana. Cada acción que un ser humano toma tiene
la intención de tener un determinado resultado.
El derecho al asumir que el resultado deriva de
cierta cantidad de conocimiento en cómo fun-
cionan las cosas. Dado que este conocimiento es
generalmente imperfecto, la acción a veces tiene
consecuencias inesperadas e imprevistas, pero hay
un enorme abismo entre la incertidumbre de una
predicción y la imposibilidad de una predicción.
Cuando giro la perilla de agua caliente en mi fre-
gadero, es con la expectativa de que saldrá agua
El amor por los tuyos y la importancia del lugar
4. 4STRATFOR •
caliente. Es posible que no tenga una comprensión
completa de por qué el agua sale caliente — y a
veces cuando giro la perilla, no sale — pero en
general, está allí y puedo predecir eso. Una vida se
compone de una estructura de tales expectativas y
predicciones. No hay acción tomada que no se haga
con la expectativa, razonable o no, errónea o no, de
alguna consecuencia predecible.
La búsqueda de la previsibilidad cubre toda la
condición humana. Los estudiantes eligen carreras
tratando de predecir lo que les complacería ser
cuando tengan 30 años más, ver qué sería útil y, por
lo tanto, generarles dinero y así sucesivamente. Las
empresas prevén lo que se puede vender y a quién.
Pronosticamos el clima, los ganadores de las elec-
ciones, las consecuencias de la guerra, etc. El hecho
de que los seres humanos hagan pronósticos sobre
cada aspecto de su existencia significa que deben
encontrar todos los aspectos de su existencia pre-
decibles hasta cierto punto.
Hay profesiones enteras basadas en pronósticos.
El tipo más simple de pronóstico es sobre la natu-
raleza, ya que carece de voluntad y no puede tomar
decisiones. (Saturno no cambiará repentinamente
su órbita) Las cosas más difíciles de predecir son las
cosas que involucran seres humanos. Primero, los
seres humanos tienen opciones como individuos.
En segundo lugar, y lo que es más importante, los
pronosticadores son seres humanos. Sus propios
deseos y prejuicios inevitablemente influyen en
su visión respecto a cómo se comportarán otros
seres humanos.
Sin embargo, existen ciencias enteras para pre-
decir el comportamiento humano. Considera la
econometría, un campo dedicado — con mayor o
menor éxito — para predecir cómo funcionará una
economía nacional. Consideremos la modelización
militar y el juego de guerra, algo que se busca
predecir respecto a cómo se librarán las guerras.
Los analistas de valores tratan de predecir el futuro
de los mercados bursátiles, los analistas laborales
tratan de predecir el futuro de los mercados de
trabajo y así sucesivamente. La previsión impregna
a la sociedad.
Todos estos sistemas de predicción social funcionan
de la misma manera. En lugar de tratar de predecir
lo que cualquier individuo hará, tratan de generar
un modelo estadístico compuesto por muchos
individuos, cuyo objetivo es predecir los patrones
generales de comportamiento social. La economía
y la guerra comparten el hecho de que tratan de
predecir la dirección de muchos actores individuales
que interactúan con la naturaleza y la tecnología.
Nacimiento y Amor
El pronóstico exitoso debe empezar por notar lo
obvio. Las personas inteligentes tienden a pasar
por encima de lo obvio demasiado rápido, saltando
hacia conceptos y principios altamente sofisticados
y buscando cosas que la gente común no notará.
Sus pronósticos flotan en el aire en lugar de estar
firmemente anclados en la realidad. Por lo tanto,
comencemos desde el principio.
Puesto que es la historia humana la que estamos
tratando de pronosticar, debemos comenzar
notando lo obvio sobre los seres humanos. Ahora,
hay muchas cosas que podemos notar, pero quizás
lo más obvio sobre los seres humanos — y sobre
otros animales — es que nacen y luego mueren.
Los seres humanos nacen incapaces de cuidar de sí
mismos. Físicamente, los seres humanos deben ser
alimentados durante al menos cuatro o cinco años,
como mínimo, o morirán. Socialmente, en algunos
países industrializados avanzados, esa crianza
puede durar hasta los treinta años de una persona.
Los seres humanos se protegen y cuidan a sus hijos
formando familias. Sin embargo, es más fácil robar
a los débiles que producir para uno mismo, por lo
que una pequeña familia aislada es vulnerable a
los depredadores humanos, personas que roban,
esclavizan y matan. Con el fin de proteger a las
familias pequeñas, hace total sentido establecer
5. 5STRATFOR •
comunidades más grandes, donde algunos cuiden,
algunos cacen, algunos cultiven, algunos hagan
cosas y otros defiendan a la comunidad. La división
del trabajo es un resultado obvio de la naturaleza
física humana. Después viene la cuestión de con
quién debe aliarse una persona para crear esta
comunidad más grande. Esta pregunta, en teoría, es
misteriosa aún más cuando se sintetiza. En práctica,
la respuesta es obvia: los parientes de sangre--y
por ley--constituyen el medio natural de la división
del trabajo.
Y esto, a su vez, plantea la pregunta más
importante: ¿Por qué debe usted con-
fiar en un pariente más que en un
extraño? Este es el núcleo excén-
trico de nuestro problema. Es
la cuestión de los tuyos. Es
una cuestión que está en
el corazón de cualquier
comprensión de cómo
se comportan los seres
humanos y si ese com-
portamiento se puede
predecir. También con-
trasta fuertemente con
una visión competitiva del
amor: el amor a las cosas
adquiridas, una tensión que
define los últimos 500 años de
historia europea y mundial.
La idea de que este amor adquirido, que
incluye el amor romántico, debe adelantarse
al amor por los tuyos, introduce una nueva dinámica
radical de la historia, en la que el individuo y la elec-
ción sustituyen a la comunidad y a la obligación.
Comencemos en un lugar extraño: Romeo y Julieta
de Shakespeare. El tema de la obra es la relación
entre estos dos tipos de amor. Romeo y Julieta
nacen de diferentes familias, diferentes clanes.
Estos clanes están en guerra entre sí. Romeo y
Julieta se enamoran. La pregunta de la obra es ésta:
¿Qué amor es preeminente? ¿Es el amor al que na-
ciste — tu familia, tu religión y tu tradición. ¿El amor
a los tuyos? ¿O es el amor adquirido y escogido, el
que has elegido porque te agrada como individuo?
En la mayor parte de la historia humana y en la
mayoría de las sociedades humanas, se organiza-
ron matrimonios. Uno se casaría por amor — pero
no necesariamente el amor por su prometido.
Más bien, se casaba por el amor y sentido del
deber hacia los padres. El Quinto Mandamiento
del Decálogo exige que uno honre a su madre y
padre. No se trata de llamar a casa. Se trata de
esto: Su Dios es tu Dios, sus amigos
son tus amigos, sus deudas son
tus deudas, sus enemigos son
tus enemigos y su destino es
tu destino.
Shakespeare yuxtapone
ese tipo de amor con el
amor romántico. El amor
romántico es amor ad-
quirido. Un niño nace de
sus tradiciones. Un bebé
no puede enamorarse.
La idea de que el amor
romántico debe adelan-
tarse al amor a los tuyos
introduce una nueva y radical
dinámica de la historia, en la
que el individuo y la elección susti-
tuyen a la comunidad y a la obligación.
Eleva las cosas adquiridas a través de la
elección como superior a las cosas con las
que uno nace.
Esta noción está incrustada en la Declaración de
Independencia Americana, que eleva la vida, la lib-
ertad y la búsqueda de la felicidad por encima de la
obligación. De hecho, la Europa moderna en general
introdujo una idea extraordinaria con el surgimiento
del protestantismo revolucionario y su mutación
en la Ilustración europea, una idea paralela al con-
cepto de amor romántico: la noción de ideología. La
ideología es un valor adquirido. Ningún niño puede
6. 6STRATFOR •
ser un Jeffersoniano o un estalinista. Eso sólo se
puede elegir después de la edad de la razón, junto
con los cónyuges románticamente adquiridos.
El protestantismo eleva la conciencia al pináculo
de las facultades humanas y la conciencia dicta
elección. Cuando la Ilustración unió la elección con
la razón, creó la idea de que en todas las cosas —
en particular en la vida política— el individuo está
ligado no por lo que se le enseñó a creer sino por lo
que su propia razón le dice que es justo y apropiado.
La tradición es reemplazada por la razón y el antiguo
régimen reemplazado por regímenes artificiales
construidos en la revolución.
Para apreciar plenamente esta paradoja, considere
lo siguiente. Soy americano. También soy ciudadano
de los Estados Unidos. América es una entidad
natural, un lugar y un pueblo. Eres americano en
el momento del nacimiento. Es la forma en que se
identifica con el resto del mundo. Luego están los
Estados Unidos. Es imposible, linguisticamente, para
un ciudadano norteamericano, referirse a si mismo
como “estadounidense”. No tiene sentido. Puedes
referirte a ti mismo como ciudadano de los Estados
Unidos. Como ciudadano, tienes una relación con
una construcción artificial, la constitución, a la cual
juras tu lealtad. Es una relación racional y, en última
instancia, una relación electiva. No importa cuánto
trate uno, nunca se puede dejar de ser un estadoun-
idense. Uno puede, como cuestión de elección, dejar
de ser un ciudadano de los Estados Unidos. Del
mismo modo, uno puede elegir convertirse en un
ciudadano de los Estados Unidos. Eso no, en el sen-
tido más completo de la palabra, te hace un ameri-
cano. La ciudadanía y la alienación están integradas
en el sistema.
Es muy fácil ser un americano. Naciste para ello.
Por el lenguaje, por la cultura, por todas las cosas
apenas conscientes que te hacen un americano, eres
un americano. Para convertirte en ciudadano de
los Estados Unidos, en el sentido más amplio de la
palabra, debes comprender y aceptar libremente las
obligaciones y los derechos de la ciudadanía. Amar
a América es simple y natural. Amar a los Estados
Unidos es complejo y artificial. Esto no es sólo sobre
los Estados Unidos, aunque el problema lingüístico
es el más llamativo. Consideremos la Unión
Soviética y sus naciones constituyentes, o Francia en
contraposición a la República Francesa.
La Iluminación Moderna celebró el amor adquirido
y denigró el amor a los tuyos. De hecho, la moderni-
dad es el enemigo del nacimiento en general. Los
regímenes revolucionarios modernos derrocaron
los antiguos regímenes precisamente porque los
regímenes antiguos distribuían derechos basados
en el nacimiento. Para los regímenes modernos, el
nacimiento es un accidente que no da autoridad a
nadie. La autoridad deriva del logro individual. Se
basa en la virtud demostrada, no en la virtud asum-
ida al nacer.
La lucha entre el amor a los tuyos y el amor ad-
quirido ha sido el sello distintivo de los últimos
500 años. Ha sido una lucha entre sociedades
tradicionales en las que las obligaciones derivan del
nacimiento y son impuestas por un amor natural,
simple e irreflexivo de las sociedades propias y
revolucionarias, en las que las obligaciones derivan
de la elección y de un amor complejo y autoconsci-
ente de las cosas que son adquiridas — amantes
o regímenes.
En la sociedad tradicional, tú sabías quién eras y
eso, a su vez, te dijo quién serías para el resto de tu
vida. En la sociedad posrevolucionaria, tú podrías
saber quién eras, pero eso de ninguna manera de-
terminó en quién te convertirías. Esa fue tu elección,
tu tarea, tu obligación. La sociedad tradicional era
infinitamente más limitada pero infinitamente más
natural. Amar a los padres y el hogar es la emoción
más simple y primera. Es mucho más fácil amar y
odiar las cosas, que amas y odias, a que ir al mundo
y elegir qué más hay que amar y odiar.
Esto nos lleva al nacionalismo o, más ampliamente,
al amor y a la obligación hacia la comunidad en la
que naciste, sea un pequeño grupo de nómadas o un
7. 7STRATFOR •
vasto estado-nación. El impulso de amar a los tuyos
es casi abrumador. Casi, pero no del todo, ya que,
en la modernidad, el amor a los tuyos y el amor a las
cosas adquiridas se celebra mientras que el amor
por uno mismo se pone en sospecha. Este último
es un accidente. El primero es una expresión de sí
mismo y por tanto más auténtico.
El liberalismo moderno y el socialismo no saben qué
hacer con el nacionalismo. Por un lado, parece ser
un impulso atávico, irracional e injustificable. Los
economistas — que son los pensadores modernos
por excelencia— asumen con su maestro Adam
Smith que el propósito primordial de los individ-
uos es maximizar su propio interés en un sentido
material para adquirir riqueza. Para decirlo simple-
mente, adquirir riqueza. Argumentan que esto no
es sólo algo que deben hacer sino algo que todos
los hombres harán naturalmente si se dejan a sus
propios mecanismos.
Para los economistas, el interés por
los tuyos es un impulso natural.
Pero si es un impulso natural, es
uno extraño, pues se pueden
ver ejemplos generalizados
de seres humanos que no lo
practican. Consideremos la
tensión entre la idea de que
Estados Unidos fue creado
con el propósito de “la vida,
la libertad y la búsqueda de
la felicidad”, y la decisión de
un soldado de ir a la guerra
e incluso entregar voluntaria-
mente su vida. ¿Cómo conciliar
la presencia constante del
auto-sacrificio con la comuni-
dad — y la exigencia de auto
absorción de la comunidad—
con la afirmación empírica
de que los hombres buscan
adquirir bienes que les den
felicidad? La guerra es un
acontecimiento común en la
modernidad y los soldados van a la guerra continua-
mente. ¿Cómo puede un régimen dedicado a la vida,
la libertad y la búsqueda de la felicidad exigir que
sus ciudadanos se pongan voluntariamente entre el
hogar y la desolación de la guerra?
Obviamente esto sucede. El nacionalismo es hoy
en día un factor crítico, lo que significa que el amor
por uno mismo sigue siendo un factor crítico. Morir
por un régimen dedicado a la búsqueda de la felici-
dad no tiene sentido. Morir por el amor a los tuyos
hace mucho sentido. Pero la comprensión moderna
del hombre tiene dificultades para lidiar con esta
idea. En cambio, quiere abolir la guerra, desterrar la
guerra como un atavismo o al menos promocionar
la guerra como primitiva y antinatural. Esto puede
ser cierto, pero hay que señalar que la guerra sim-
plemente no desaparecerá. Tampoco el amor a uno
mismo y todo lo que de él se desprende.
Hay una paradoja importante en todo esto. Los
regímenes liberales modernos celebran la doctrina
de la autodeterminación nacional, el derecho de un
“pueblo” de elegir su propio camino. Dejando aparte
la asombrosa confusión sobre qué hacer con una
nación que elige un curso iliberal, tú tienes la perple-
jidad de precisamente qué es una nación y por qué
esta tiene el derecho de determinar cualquier cosa.
Históricamente, la aparición de la doctrina de la
autodeterminación nacional tenía que ver con la
dinámica política de las revoluciones de Europa
y América. Europa había sido gobernada por di-
nastías que gobernaban naciones por derecho de
nacimiento. Romper esos regímenes fue el objetivo
de los revolucionarios europeos. El impulso que
empujó a las masas europeas no era una teoría de
los derechos naturales, sino un amor a sus propias
comunidades y naciones y un odio a la dominación
extranjera. La combinación de los principios morales
revolucionarios con el concepto de la nación creó la
doctrina de la autodeterminación nacional como un
principio que coincidió con los derechos del hombre.
Ahora bien, el hecho de que el derecho del individuo
y el derecho de la nación — por muy democrática-
8. 8STRATFOR •
mente gobernado que pudiera ser —en oposición
directa entre sí, no disuadía a los revolucionarios.
En el caso de los fundadores estadounidenses, que
habían actuado en nombre de la autodeterminación
nacional, crearon una Declaración de Derechos y
esperaban que la historia clasificara la contradicción
entre la nación, el Estado y el individuo.
En la raíz de la sociedad liberal moderna, el corazón
excéntrico de la condición humana sigue golpeando
— el amor a los tuyos. Su excentricidad se puede
ver claramente ahora. ¿Por qué debemos amar
esas cosas a las que hemos nacido simplemente
porque nacemos para ellas? ¿Por qué deberían los
estadounidenses amar a Estados Unidos, los iraníes
amar a Irán y los chinos amar a China? ¿Por qué, a
pesar de todas las opciones (y el hecho de que se-
guramente hay muchos que se ganan la vida al amar
las cosas adquiridas) el amor por los tuyos continúa
impulsando a los hombres?
Andre Malraux escribió una vez que los hombres
abandonan su país de una manera muy nacional.
Un expatriado estadounidense sigue siendo un
estadounidense y muy diferente de un expatriado
mongol. Dondequiera que uno elija ir, cualquier
identidad que uno elija reclamar, al final, no puedes
escapar de quien eres. Puedes adquirir tantos
amores como puedas, pero al final, si amas a los
tuyos o no, eres lo que has nacido. Tu espacio de
maniobra es mucho menor de lo que podrías haber
pensados. Un hombre puede haber renunciado a
su hogar, pero su hogar no ha renunciado a él. Tú
puedes rechazar tus obligaciones —puedes dejar de
amar — pero los tuyos siguen siendo los tuyos.
Para la gran mayoría de la humanidad, esto no es
sólo la condición humana, sino que es una condición
en la que no hay agonía. Nacer siendo un ameri-
cano o un ucraniano o japonés y seguir siendo uno
no es no sólo un esfuerzo, es una comodidad. Te
dice quién eres, a dónde perteneces y qué debes
hacer. Te libera de la elección, pero te da libertad a
actuar. Hay aquellos para quienes esto es una carga
y han moldeado nuestra comprensión de nosotros
mismos. Tanto como Ernest Hemingway odiaba su
ciudad natal, él siguió siendo, hasta el momento
de su muerte, un hombre de una pequeña ciudad
americana. La única diferencia entre Hemingway y
el empleado en la farmacia de su ciudad natal era
que el empleado estaba contento con quién era y
Hemingway murió desesperadamente tratando de
escapar de sí mismo. Al final no pudo.
No hay escapatoria del amor propio, al menos no de
la masa de la humanidad. El Quinto Mandamiento
sigue siendo el más humano y fácil del Decálogo.
Nietzsche hablaba de horizontes. Un horizonte es
una ilusión óptica, pero es una ilusión reconfortante.
Te da la sensación de que el mundo es manejable en
lugar de enormemente mayor que tú. El horizonte te
da una sensación de lugar que te enmarca a ti y a tu
comunidad. Te libera de la carga de pensar sobre la
inmensidad de las cosas. Te da un lugar manejable,
y el lugar, después del amor, define quién eres más.
En términos prácticos, esto significa que el nacio-
nalismo — la forma moderna del amor a las cosas
en las que naciste— sigue siendo la fuerza motriz
de la humanidad. Ha habido muchas predicciones
de que la interdependencia significa el declive del
estado-nación, el declive de la exclusividad religiosa,
el declive de la guerra. Para que esto sea verdad,
habría que superar el impulso básico de amar a los
propios, de amar las cosas en las que uno nació.
Ciertamente, el interés económico propio es una
fuerza poderosa, pero no hay evidencia empírica
de que el egoísmo económico socave la intensidad
del nacionalismo.
Todo lo contrario. Durante el siglo XX, al mismo
tiempo que crecía la interdependencia económica,
el nacionalismo se hacía cada vez más intenso. De
hecho, se volvió más refinado a medida que grupos
más pequeños reivindicaban identidad y derechos
nacionales. La historia del siglo XX fue la intensi-
ficación simultánea del racionalismo económico y
la intensificación del nacionalismo. Nada se puede
entender sobre el futuro que no entienda la necesi-
dad y permanencia esenciales del nacionalismo
9. 9STRATFOR •
como un compromiso que con frecuencia trasciende
los intereses económicos individuales.
Lugar y Miedo
Las comunidades — ciudades, naciones, incluso
nómadas — existen en lugares. Sepáralos de sus lu-
gares y su naturaleza cambia. Ciertamente, hay algo
como la cultura: el lenguaje, la religión, los modales
en la mesa, etc., que no se reduce simplemente
al lugar de donde venimos. Al mismo tiempo, hay
características que sólo pueden atribuirse al lugar,
entendido en el sentido más amplio. Si decimos que
el lugar donde naces importa, entonces la geo-
política enseña que donde naces también importa.
Comienza con el hecho más simple. Un esquimal
experimenta el mundo de manera diferente a un
neoyorquino. Eso no requiere explicación. Un esqui-
mal, particularmente en su vida tradicional, antes
del contacto con los europeos, se enfrentaba a la
naturaleza directamente. Comía lo que capturaba
o encontraba. Lo que capturaba o encontraba es-
taba determinado por dónde estaba. La forma en
que capturaba o encontraba estas cosas estaba
determinada por lo que eran y las herramientas que
tenía a mano y que, a su vez, estaba determinado
por el lugar. Ciertamente, la cultura no puede ser
vista simplemente como la expresión de esta lucha.
Los seres humanos son demasiado complejos para
reducirse a esto. Al mismo tiempo, alguien que nace
en ese lugar particular a esas personas particulares
experimenta la vida de una manera particular.
Considera a un neoyorquino. La mayoría de los
neoyorquinos estarían tan desconcertados en la
costa del Océano Ártico como un esquimal estaría
en Manhattan. Un neoyorquino se gana la vida de
maneras extraordinariamente diferentes que un
esquimal. El propósito aquí no es ahondar en la
esotérica de la vida urbana americana, sino simple-
mente señalar lo obvio, que es que vivir como un
neoyorquino es tan idiosincrático como vivir en los
desechos árticos.
No vamos a entrar en las formas en que la geografía
forma la cultura de una nación. Tucídides señaló la
diferencia entre una ciudad costera y una ciudad
interior. Discutió la diferencia entre las ciudades
grandes y las pequeñas, las ciudades con recursos
suficientes para construir muros y aldeas que care-
cían de los recursos para construir muros y, por lo
tanto, nunca se convirtieron realmente en ciudades.
Es fácil considerar la diferencia entre nacer en
Singapur y nacer en Ulan Bator, Mongolia.
Pero hay un concepto fundamentalmente impor-
tante que introducir en relación con la importancia
de un lugar: la idea del miedo. Dondequiera que
vivas, siempre hay miedo de la otra nación, de la
otra comunidad. Dos comunidades, viviendo lado a
lado, viven siempre en el miedo mutuo. El origen del
miedo es la intención desconocida del otro. Nadie
puede saber lo que otra persona realmente quiere.
En las relaciones casuales, donde el costo del error
de cálculo es algo trivial, eres libre de asumir lo
mejor de la gente. Donde lo único que está en juego
es tu propia vida y tu propia libertad, las consecuen-
cias de un error de cálculo pueden ser soportadas.
Pero cuando están en juego la vida y la libertad de
tus hijos, tu cónyuge, tus padres y todo lo que es
querido para ti, entonces tu derecho a tomar riesgos
disminuye drásticamente. En este punto, la necesi-
dad de asumir el peor caso tiene prioridad.
Como Thomas Hobbes explicó detalladamente en
“Leviatán”, las guerras se originan mucho menos de
la codicia que de miedo. Es la intención y la capaci-
dad desconocidas las que hacen que los vecinos
desconfíen unos de otros. Saber que las propias
intenciones son benignas no significa nada con-
cerniente a tu vecino. Su apetito por la conquista es
el gran desconocido. Esto lleva a una comunidad a
algo más que a la defensa. Los conduce a la prefer-
encia. Si el enemigo desea lo peor, entonces mejor
golpear primero. En un universo de espejos, donde
el alma del otro está permanentemente protegida,
la lógica obliga a actuar vigorosamente y en el peor
de los casos.
10. 10STRATFOR •
Y por estas razones, el lugar en donde nacemos
determina la naturaleza de una comunidad. Impulsa
la forma en que los seres humanos ganan la vida,
cómo ellos llevan y crían a los niños, cómo enve-
jecen. Determina quiénes harán guerras, contra
quiénes harán guerras y quién ganará. Lugar define
enemigos, temores, acciones y, sobre todo, límites.
Los mejores estadistas nacidos en Islandia tendrán
menos impacto en el mundo que el político más
pobre nacido en los Estados Unidos. Islandia es un
país pequeño y aislado donde los recursos y las
opciones son limitados. Estados Unidos es un vasto
país con acceso al mundo. Aunque su poder es
limitado, no obstante, es grande. Lugar determina la
vida de campesinos y presidentes.
El lugar impone capacidades. También impone vul-
nerabilidades. Considera a una nación como Polonia,
emparedada entre dos países mucho más grandes,
Alemania y Rusia. Carece de posiciones defensivas
naturales: ríos, montañas, desiertos. A lo largo de
su historia ha sido ya sea extremadamente agresiva,
empujando sus fronteras (raro, dado sus recursos),
o una víctima (su condición habitual). En gran me-
dida, el lugar que ocupa el pueblo polaco determina
la historia de Polonia.
Es más profundo que eso. El lugar también deter-
mina la vida económica. Alemania dependía en gran
medida del mineral de hierro francés para alimentar
su vida económica. Los japoneses dependían en
gran medida de Estados Unidos para el acero y el
petróleo para operar sus industrias. Ni Alemania
ni Japón podían controlar el comportamiento es-
tadounidense. Tanto Francia como Estados Unidos
intentaron usar la dependencia alemana y japonesa
para controlar su comportamiento. Alemania y
Japón estaban aterrorizados de que fueran estran-
gulados. ¿Cómo podían conocer las intenciones de
los demás? ¿Tenían derecho a apostar su futuro en
la buena voluntad de los países con los que tenían
otros desacuerdos?
Si el acero francés estuviera situado a cien millas al
este o si Japón tuviera petróleo y otros minerales
cerca y bajo su control, la historia podría haber evolu-
cionado de manera diferente. Pero el lugar era lugar,
y las minas de hierro estaban al oeste de Alemania
y el petróleo estaba a miles de kilómetros de Japón.
Ambos países fueron impulsados por dos cosas. La
primera fue la interdependencia, el hecho de que no
eran autosuficientes creaba vulnerabilidad. El se-
gundo era el temor de que el país del que dependían
aprovechara esa vulnerabilidad para aplastarlos.
El resultado fue la guerra. Los alemanes, ya sea
bajo Bismarck, el Kaiser o Hitler, trataron de
transformar la situación imponiendo su volun-
tad a los franceses. Los rusos, aterrorizados
de una Alemania que era poderosa y segura
en su flanco occidental, no querían ver a
Francia derrotada. Alemania, sabiendo de
los temores rusos, comprendió que, si
Francia y Rusia atacaban a Alemania
simultáneamente, en un momento
y manera de su propia elección,
Alemania sería derrotada.
Temiendo esto, Alemania intentó
en tres ocasiones resolver su
problema golpeando primero.
Cada vez falló.
Lo importante aquí es sólo esto:
las naciones y otras comunidades
actúan por temor mucho más
de lo que actúan por codicia o
amor. El temor a la catástrofe
impulsa la política exterior de las
tribus nómadas y los estados-na-
ción modernos. Ese miedo, a su vez, es impulsado
por el lugar. La geografía define las oportunidades;
También define vulnerabilidades y debilidades. El
miedo a la dependencia y la destrucción impulsa a
las naciones, un miedo que en última instancia está
arraigado en el lugar.
Tiempo y Resistencia
Cualquier modelo de comportamiento de las
comunidades que asume que una comunidad se
11. 11STRATFOR •
comporta como si fuese un solo organismo está
obviamente equivocado. Una comunidad está llena
de numerosas sub-comunidades, divididas de mu-
chas maneras. Puede contener una gama de grupos
étnicos, distinciones religiosas o castas socialmente
determinadas. Pero la distinción más importante,
por supuesto, es la diferencia entre ricos y pobres.
La diferencia en la vida de un campesino pobre
sin tierra y un hombre rico es cualitativamente
diferente en todos los aspectos excepto los hechos
fundamentales del nacimiento y la muerte. Viven
de manera diferente y ganan sus vidas de manera
diferente. Pueden agruparse por la manera en que
viven y ganarse su vida en clases de hombres.
Nadie que haya pensado en la vida política ha
dejado de perderse la presencia e importancia de
la clase social y económica. En los siglos XIX y XX,
pensadores como Karl Marx elevaron la importancia
de la clase social hasta que se consideró más impor-
tante que cualquier otro atributo humano. Nación,
familia, religión — todos se volvieron no sólo menos
importantes que la clase, sino también simplemente
la manifestación de clase. Los socialistas elevaban
la clase de la misma manera que el liberalismo
económico elevaba al individuo aislado a la esencia
de ser humano.
Es interesante observar que los liberales económi-
cos y los marxistas, enemigos mortales de la
superficie, compartían una sola opinión común
de que la nación, entendida como una comunidad
unitaria que hacía posibles todas las demás cosas,
era en el mejor de los casos una conveniencia y en
el peor una prisión. Ambos esperaban que la nación
y otras comunidades se marchitaran, una a través
del transnacionalismo del capital, la otra a través del
transnacionalismo de la clase obrera.
Para los ricos y los intelectuales, a menudo surge
una ilusión óptica: que el nacionalismo realmente
no importa. Las personas más ricas del mundo,
capaces de colocar capas de tecnología y criados
entre sus mismos grupos, naturalmente tienen otras
experiencias, llenas de oportunidades en sus vidas,
a diferencia de sus propios compatriotas. El lugar les
importa menos que a otros. Consideremos las famil-
ias reales de Europa en la primera época mundial.
Cuanto más exitosos se hicieron menos diferencia-
dos eran unos de otros y más diferenciados eran de
sus compatriotas. Es la naturaleza de la tecnología
que no sólo domina la naturaleza, sino que tam-
bién coloca capas de separación entre la condición
humana y la naturaleza. Por lo tanto, de manera
obvia, cuanto más avanzada sea la tecnología de una
comunidad, menos importante se convierte el lugar
- o parece convertirse en. Un banquero estadoun-
idense, por ejemplo, tiene mucho más en común con
su contraparte alemana o china que con muchos de
sus propios compatriotas. La riqueza parece disolv-
erse. Lo mismo ocurre con agencias de inteligencia,
que tienen más en común entre sí que con los
ciudadanos que sirven la comida en la universidad.
Se podría pensar que una universalización similar del
interés se produciría entre las personas más po-
bres. Karl Marx argumentó que los trabajadores no
tienen país y que sienten solidaridad transnacional
con otros trabajadores. Los banqueros no tendrían
ningún país y los intelectuales podrían imaginar que
los trabajadores no tienen país, pero no hay la menor
evidencia empírica de que los trabajadores o camp-
esinos hayan sentido que no tienen país o, al menos,
comunidad. Ciertamente, el siglo XX ha sido el
cementerio de las fantasías intelectuales sobre la in-
diferencia de las clases bajas ante el interés nacional.
En dos guerras mundiales, fueron las clases media
y baja las que desgarraron las entrañas. En los
Estados Unidos, fueron las clases media y baja
las que apoyaron la guerra en Vietnam. Cualquier
discusión de la geopolítica debe comenzar con una
explicación de esto, ya que lo normal, que es que los
pobres son manipulados por los ricos para ser guer-
reros, tiene poco sentido. Después de todo, los ricos
suelen oponerse a las guerras como malas para los
negocios y — mucho más importante — los pobres
no son tan estúpidos como los intelectuales piensan
que son. Tienen buenas razones para comportarse
como lo hacen.
12. 12STRATFOR •
Comienza con el principio del destino compar-
tido. Piensa en dos ejes. Primero, piensa en el
tamaño de una nación o comunidad. Considera
a Israel, que es un país pequeño. Todo lo que
sucede a Israel le sucede a todo el mundo. Si
Israel es invadido, ningún israelí está inmune a las
consecuencias posiblemente profundas o incluso
catastróficas. En las naciones más grandes, partic-
ularmente en las naciones que son menos vulner-
ables, es fácil formular hipótesis — o fantasear
— circunstancias en las cuales las consecuencias
para la comunidad no afectarán a un individuo.
Los americanos pueden imaginar que la seguridad
nacional no es de consecuencia personal para
ellos. Ninguna hipótesis de este tipo es creíble en
naciones más pequeñas en riesgo directo, y tal
fantasía no puede sostenerse.
El segundo eje es la clase. Es más fácil para los ricos
protegerse de un destino compartido con su co-
munidad de lo que es para los ciudadanos de clase
media y baja. Los ricos pueden almacenar dinero en
otros países, tienen aviones privados a su espera,
son capaces de enviar a sus hijos a vivir en países
extranjeros y así sucesivamente. No existen tales
opciones para aquellos que no son ricos. Su destino
está mucho más íntimamente ligado al destino de
su nación. Este es el caso de asuntos que van desde
la guerra hasta el movimiento de la población y el
comercio liberalizado. Los ricos pueden protegerse
de las consecuencias — o incluso beneficiarse de
esas consecuencias. El resto no puede.
Se deduce lógicamente que las clases bajas tienden
a ser mucho más conservadoras en los riesgos que
desean que su país tome en un espectro de rela-
ciones internacionales. Teniendo menos margen de
maniobra, más que perder en relación con lo que
tienen y menos beneficios de un riesgo exitoso, la
persona promedio es adversa al riesgo, desconfía
de las intenciones de los países extranjeros y más
sospechosa de las afirmaciones más extravagantes
de los ricos e intelectuales sobre los beneficios de
trascender el nacionalismo.
Si el amor es la primera emoción que los hombres
experimentan, entonces el miedo es la segunda.
El amor a los tuyos es seguido rápidamente por el
miedo al otro. Cuanto más débil sea la persona,
menos recursos tendrá y más dependerá de la co-
munidad en la que habita. Cuanto más dependiente
esté, más cauto estará en asumir riesgos. Cuanto
más sospechoso sea acerca de los riesgos que
arriesgan sus compatriotas más ricos, más dudoso
será de cualquier cosa que ponga en riesgo su co-
munidad o que diluya su autonomía y, por lo tanto,
debilite aún más su vida. Los ricos y poderosos son
libres de ser avariciosos y codiciosos. Son libres
de asumir riesgos y de ser aventureros. El hombre
común vive su vida en el miedo — y no es en abso-
luto irracional en hacerlo.
En una era democrática, la lucha de clases no es
como Marx la imaginó. Es una lucha entre los in-
ternacionalistas ricos y los nacionalistas comunes.
El internacionalista, teniendo margen de maniobra,
argumenta que, a largo plazo, las aventuras transna-
cionales (OMC, FMI, UE, NAFTA) beneficiarán a la
sociedad en su conjunto. Sus compatriotas más po-
bres no lo niegan, pero no comparten el largo plazo.
Si pierden su trabajo, sus nietos pueden prosperar,
pero sus propias vidas están destrozadas. El largo
plazo es real, pero es una perspectiva que sólo los
ricos pueden disfrutar.
El individuo puramente egoísta existe, pero es más
difícil de encontrar de lo que se podría pensar. El
Estado-nación comprometido únicamente con el
desarrollo económico es igualmente difícil de en-
contrar. Hay una razón bastante obvia: La búsqueda
del crecimiento económico sin considerar el peligro
del crecimiento puro es suicida. Cuanto más rico
seas, mayor será la tentación de otros de robar
esa riqueza. Defender la riqueza es tan importante
como aumentarla. Pero la defensa de la riqueza va
en contra de la construcción de riqueza, tanto en
términos de gasto y cultural. Al final, una sociedad
es mucho más compleja que un motor de crec-
imiento económico y por lo tanto es más que un
escenario para las clases económicas.
13. 13STRATFOR •
Hay un aspecto más profundo de esto. El crec-
imiento económico, del tipo que podría transformar
a los Estados Unidos de una nación agraria apenas
establecida en un gigante industrial y tecnológico,
lleva generaciones. Esas generaciones requie-
ren sacrificio y austeridad para alcanzar metas.
Requieren una disciplina social en la que, como un
solo ejemplo, los padres inmigrantes viven vidas
más empobrecidas de lo necesario para criar a los
niños que puedan vivir mejor. La voluntad de un
padre de sacrificar no sólo su vida, sino también
su consuelo, sus esperanzas y aspiraciones para
que sus hijos tengan éxito en la vida, no sólo es el
fundamento del desarrollo económico, sino también
una refutación de cualquier modelo que considere al
individuo como el auto-obsesionado instrumento de
la historia. Simplemente no funciona.
Escenarios como este no juegan en el vacío,
sin embargo. Considere el siguiente ejemplo.
Supongamos que se demostró claramente que
beneficiaría enormemente a los Estados Unidos si
China asumiera toda la producción de equipo elec-
trónico. Supongamos que en 30 años significaría la
duplicación del PIB y el nivel de vida en los Estados
Unidos. Desde el punto de vista de la sociedad en su
conjunto, podría ser una buena idea.
Sin embargo, míralo desde el punto de vista de un
ingeniero informático estadounidense de 30 años
de edad con un niño. Esos 30 años cubrirían su vida
productiva. No podría practicar su profesión elegida,
y también la inversión masiva en su educación no
pagaría. Entre las edades de 30 y 60, cuando la
recompensa social debe venir, él viviría una vida
muy diferente de la que esperaba y sería, con toda
probabilidad, sustancialmente menos cómodo.
Las sociedades y la gente corren en relojes difer-
entes. Una sociedad cuenta en términos de gener-
aciones y siglos. Un hombre cuenta en términos de
años y décadas. Lo que constituye una mera fase
pasajera en la historia de América, en un pequeño
segmento de la economía, constituye para ese
individuo el grueso de su vida. Esta es la tensión
fundamental entre una nación y un individuo. Las
naciones operan en un reloj diferente que las perso-
nas. En la mayoría de las circunstancias, cuando los
individuos afectados son pocos y desorganizados,
la nación mata al individuo. En aquellos casos en
que el individuo entiende que sus hijos pueden dar
un salto significativo hacia adelante, el individuo
puede aceptar. Pero cuando los individuos afectados
forman un bloque sustancial, y cuando incluso la
duplicación de una economía podría no hacer una
diferencia significativa en la felicidad de los niños,
podrían resistirse.
El punto importante aquí es centrarse en el reloj, en
las diferentes escalas de tiempo y en cómo cambian
las cosas. □
14. 14STRATFOR •
La geopolítica, al menos en el sentido que la
practicamos, no es determinante en su manera de
entender a las naciones y sus interacciones, ni es un
simple sinónimo de eventos actuales o relaciones in-
ternacionales. En su nivel más básico, la geopolítica
es una disciplina que busca explicar la intersección
entre lugar y personas o, más específicamente,
entre lugar y nación, y el impacto que tiene una
sobre la otra. Los practicantes evalúan geografía,
política, economía, seguridad, historia y exclusiv-
idad social para construir un entendimiento más
profundo de las naciones, sub naciones, regiones
y el mundo.
Restricciones, Compulsiones
y Circunstancias
La geopolítica nos enseña cómo identificar y eval-
uar las compulsiones y restricciones que sufren
las naciones y sus principales actores; las fuerzas
conductoras y limitantes que dan forma al com-
portamiento y dirección de las naciones y su inter-
acción. El balance entre “compulsiones” (lo que se
debe hacer y “restricciones” (lo que no se puede
hacer )— una tensión que induce o restringe ciertos
comportamientos, acciones y direcciones — cambia
con diferentes “circunstancias” o el estado actual
de actuar doméstica, regional o internacionalmente
en algún momento en el tiempo. Por ende, algunas
compulsiones pueden existir por años o décadas,
pero sólo bajo un set muy especial de circunstan-
cias, pueden realmente inducir acción.
Al identificar estas restricciones y compulsiones,
las limitaciones de los actores sociales y políticos
se vuelven más aparentes, lo que permite predecir
patrones y acciones. Si la historia explica el pasado
con un ojo en el presente, la geopolítica explica el
presente con un ojo en el futuro. El propósito no
es solo entender las presiones bajo las que están
las naciones y sus líderes , sino también predecir
sus respuestas futuras, y por tanto proveer ti-
empo para prepararse, disuadir o contrarrestar las
acciones de otro.
En cierto modo, la geopolítica elimina el impacto del
individualismo humano, puesto a que cada individuo
se diluye en la totalidad, sumado de alguna manera
por las fuerzas del trabajo; llámese, las restricciones
más amplias y las compulsiones que forman y
limitan opciones y decisiones. Los individuos por su
propia naturaleza son altamente variables, viéndose
afectados por numerosos elementos no visibles en
algún momento determinado. Considere, por ejem-
plo, la reflexión de John Lewis Gaddis en “El Paisaje
de la Historia” sobre la probabilidad de que una
pulga le haya causado a Napoleón comezón en la
zona de su ropa interior, lo que lo llevó a su pérdida
en Waterloo. Mientras que los individuos son relati-
vamente impredecibles en un corto plazo, su com-
portamiento colectivo, sus decisiones mientras dan
forma a la dirección de naciones, es menos variable
y más forzado o restringido. En consecuencia, al ir
más allá del individuo, la geopolítica presenta un
marco para pronosticar y un método que puede ser
enseñado y comprobado.
La relación entre las restricciones y las compul-
siones es un constante estado fluido que es influ-
enciado por las circunstancias. Evaluar estos tres
factores presenta opciones bastante limitadas
y que, al reducir posibilidades, deja un pequeño
número de direcciones posibles para acciones
futuras. Esto permite a los geopolíticos servir como
un punto de inicio para el pronóstico. Sin embargo,
frecuentemente un patrón direccional que parece
Explicando la Inercia en el Pronóstico Geopolítico
15. 15STRATFOR •
obvio desde el punto de vista y pronóstico geo-
político llega a no suceder dentro del espacio de
tiempo esperado, o una dinámica que puede pare-
cer altamente restringida repentinamente sucede
mucho antes de lo pronosticado.
Tres Estudios de Caso
Como un caso puntual, veamos la crisis europea
actual. Casi desde el principio de nuestra existencia,
Stratfor claramente ha visto e identificado las re-
stricciones basada en la unidad europea, y en par-
ticular de la creación de la moneda común europea.
Nuestro pronóstico 1995-2005 afirmó:
El disfrute de este período de la Unión Europea será algo
limitado debido a los actuales problemas digestivos de
Alemania — la absorción de la antigua Alemania del
Este — y la incapacidad de crear una Unión Monetaria.
Por un lado, la reticencia de las grandes potencias a
abdicar la soberanía a Bruselas dificulta las negocia-
ciones y la hace propensa a colapsar y descomponerse.
Por otro lado, el hecho de que la UE contenga naciones
tanto acreedoras netas como deudoras, hace que la
creación de una única política fiscal integrada — la
condición previa para la unión monetaria — sea difí-
cil de imaginar. La idea de que Grecia o Portugal y
Noruega o los Países Bajos compartirán estrategias
fiscales es un poco difícil de imaginar. A medida que
la UEM se deshilache, se cuestionará la integración
europea en general. La gran inversión de 1997 resonará
por toda la próxima década.
Nuestro pronóstico del cuarto periodo de 1998
continuó esperando el fracaso de la UEM:
Seguimos creyendo que la UEM será un fracaso desde
su concepción. La UEM es un coloso económico con-
struido sobre una base de arena política. Cada elección
europea ahora tiene el potencial de socavar todo el edi-
ficio. Incluso si esta elección alemana no lo hace, alguna
otra lo hará. La UEM, como Rusia y Asia, va a encon-
trarse con la oscura cara de la política más pronto de
lo que pensamos. Este último trimestre de 1998 puede
destruir a la UEM, posponerla, o más probablemente,
permita que se siga adelante con las restricciones políti-
cas que garantizan su fracaso.
Las políticas aplicadas claramente mostraban que la
UEM y el euro tenían fallas inherentes. Asumimos
que, si estas leyes parecían obvias para nosotros, lo
serían para los europeos. También creímos que los
europeos serían incapaces de desarrollar la nueva
moneda, incluso si no reconocían conscientemente
las mismas restricciones que nosotros habíamos
identificado. Pero no solo se creó el euro, sino que
por un tiempo fue una moneda mundial muy poder-
osa. En nuestro Pronóstico Anual 1999, admitimos:
“Claramente estábamos equivocados cuando espe-
ramos que el euro fallará. El euro está aquí y parece
que funciona a corto plazo”.
Sin embargo, hoy la Unión
Europea se ve obstaculizada
por muchas de las mismas
restricciones que recono-
cimos hace dos décadas.
Mientras que una política
fiscal integrada puede
haber funcionado rela-
tivamente bien durante
épocas de prosperidad
económica, en tiempos de
crisis, les quitó a algunos
países las herramientas
necesarias para responder,
trayendo una creciente
tensión política dentro de
los países miembros y hacia
el experimento europeo completo.
Esto es así porque, sencillamente, los muy
diferentes modelos económicos de Europa del Norte
y del Sur requieren más que un set de herramientas
económicas que “sirva para todos”. Mientras que
los geopolítologos expusieron esas restricciones,
fallamos al inicialmente predecir que bloquearían la
formación de la UEM y el euro o dar pie a una unión
monetaria tan políticamente cerrada la cual estaría
destinada a fracasar desde su concepción. El error
16. 16STRATFOR •
no estuvo en el reconocimiento de las restricciones,
sino en entender cómo se aplicaban y en qué peri-
odo de tiempo.
Ahora considere nuestro antiguo pronóstico de una
crisis económica en China como “el milagro chino”
que sobrevivió a sus crecientes contradicciones
internas. Durante más de una década, identificamos
las restricciones que podrían traer fin al milagro y
llevar a una crisis política mientras China buscaba
manejar las consecuencias sociales de reducir el
crecimiento. Muchos de los problemas que identifi-
camos ya son generalmente aceptados como obvios
precursores a la lentitud económica de China, la cual
fue puesta en marcha debido a la crisis financiera
europea. Aunque lo que para muchos ahora es obvio
para nosotros lo fue hace mucho tiempo, igualmente
fallamos en pronosticar el momento de la crisis.
La reciente acción de Rusia en Ucrania cumple un
patrón similar. Identificamos los estreses en las rela-
ciones entre Rusia, EE. UU. y Europa, la sensación de
malestar sentida por Rusia al ver su periferia erosio-
nada, y las posibles ubicaciones de una respuesta
rusa para reafirmar los intereses de su seguridad
nacional. Y, aún así, fallamos al pronosticar el mo-
mento de la crisis en Ucrania. En este caso, no fue
un problema de llegar muy temprano, sino de llegar
muy tarde. Aunque es muy difícil de establecer, el
factor tiempo en un pronóstico es crítico: el mejor
pronóstico con un componente de tiempo incorrecto
tiene un valor limitado.
Revisando casi dos décadas de pronósticos inex-
actos, particularmente aquellos que erraban en
el tiempo del pronóstico, tres factores básicos
surgieron. El primero es una brecha de inteligencia,
donde la información clave necesaria para hacer
un pronóstico correcto no está, ha sido ignorada
o interpretada incorrectamente. El segundo es
una básica falla analítica, no adherirnos a nuestra
metodología debido a complacencias, permitiendo
que las suposiciones se conviertan en “hechos”. El
tercero es lo que llamamos “inercia”. En la física,
la inercia es el principio que dice que un objeto en
movimiento en una dirección particular tenderá a
continuar moviéndose en esa dirección en particular
a menos que un factor o fuerza actúe sobre él, o que
un objeto en descanso se mantendrá en descanso
a menos que un factor o fuerza actúe sobre él. En
resumen, los objetos tienden a continuar haciendo
lo que están haciendo a menos que algo los haga
caer de su centro.
El Rol de la Inercia en la Geopolítica
Aplicada a la geopolítica y a los pronósticos, la in-
ercia es a menudo vista como un actor en contra de
un cambio en una dirección determinada, pero sin
restringirla completamente. La inercia, entonces, es
un factor clave en el entendimiento del componente
tiempo del pronóstico geopolítico. Con un cambio en
las circunstancias, una compulsión puede requerir
una nueva acción determinada y una restricción
puede mitigar en contra de continuar con una acción
existente, pero la inercia puede significativamente
retrasar el cambio en ejecución.
Las restricciones que trabajaron en contra de la
formación o del éxito del euro eran reales, pero
fueron inicialmente vencidas por la inercia insti-
tucional de una Europa que había considerado y se
había lanzado a un camino de unión, inicialmente
puesto en marcha para balancear los intereses y
competencias entre Alemania y Francia, con el fin
de reducir la probabilidad de otra guerra europea.
Las compulsiones que ahora parecen dirigir la otra
nueva división en Europa están siendo retrasadas
por la inercia de la creencia de que el experimento
europeo debería continuar como está.
Los factores inerciales pueden ser institucionales
(la estructura del gobierno, por ejemplo), fiscales
(el método presupuestario y de gastos), social
(la naturaleza de la sociedad y la población), o se
pueden manifestar, en el mismo modo, en otros
subsistemas. Independientemente, la inercia debe
ser evaluada y entendida para agregar una mayor
exactitud temporal al pronóstico. Lo que la geo-
17. 17STRATFOR •
política hace aparentemente sencillo y claro, se
vuelve complicado y turbio por la inercia.
Sabemos que una gran embarcación es difícil de cru-
zar rápidamente y se sigue moviendo hacia adelante
mucho después de que el timón es girado. Una
embarcación de estado es mucho más grande, y su
dirección es más difícil de alterar, incluso después
de que se reconoce y se actúa sobre un momento de
crisis. También sabemos que los efectos económi-
cos de ciertas políticas, o de cambiar las circun-
stancias y por eso mismo, a menudo, dichos efectos
no se sienten completamente hasta que el próximo
liderazgo está en su lugar. Consecuentemente y con
bastante frecuencia hace que la reparación no se
haga sentir hasta mucho después de que las circun-
stancias han mejorado. La inercia es el factor que da
forma a estos retrasos y, como tal, evidentemente
complica el factor tiempo en el pronóstico.
¿Cuáles son las entradas para medir la inercia?
¿Cómo se diferencia la inercia de las restricciones,
o debería considerarse dentro de las restricciones?
¿Y los factores inerciales son universales o situa-
cionales? Cuando observamos diferentes grupos de
personas, de diferentes nacionalidades y sub nacio-
nalidades, con bastante frecuencia hay característi-
cas comunes en la manera en cómo dichas naciones
actúan y reaccionan. De alguna manera, hay formas
francesas, americanas y chinas de actuar. Los
estereotipos existen por una razón: son exagera-
ciones de las características nacionales. Esto no dice
que todos los individuos son iguales, o que no hay
diferencias dentro de culturas y naciones, sino que
los lugares segregan ciertas fuerzas en el desarrollo
de una persona a través del tiempo, lo que eventual-
mente produce características comunes.
Lo que ha formado la mentalidad del liderazgo de
Japón a través el tiempo es muy diferente a lo que
ha formado la mentalidad del liderazgo del Congo.
La geografía presenta ciertas restricciones, fomenta
ciertos comportamientos y, con el tiempo, construye
un set de características de pensamiento y respues-
tas típicas generalmente identificables. Estas son,
en su núcleo, condicionadas por la geografía, por el
lugar. De alguna manera, este es un paso en lo que
llamamos “análisis empático”; es decir, entender
los factores que forman el panorama de los líderes
individuales. Aunque la geopolítica a menudo va
más allá del individuo, mientras más sesgado sea el
lapso de tiempo y más discreto sea el alcance, más
importa lo individual y su manera de ver el mundo.
Restricciones tales como el poder político, controles
políticos, actividad económica y recursos naturales
pueden ser compartidas por todos, pero de igual
manera son expresadas de diferentes maneras
en distintos lugares, y el significado relativo que
tiene uno con el otro, cambia. El análisis empático,
nuestro término para el proceso de entrar al
pensamiento de los actores geopolíticos, nos dice
que veamos a las restricciones a partir del área
geográfica, sistema y momento en particular. Si
las restricciones fuesen comunes para todos los
espacios geográficos y momentos, entonces no
habría necesidad del análisis empático; aplicar un
paradigma propio sería suficiente para evaluar el
paradigma de otro. Pero ya que claramente ese no
es el caso, debe existir algo conocido como carac-
terística nacional, culminación de historia, cultura,
actividad económica y factores sociales en un área
geográfica particular formada, guiada y restringida
por las realidades de su geografía.
Si la geopolítica ayuda a revelar esta característica
nacional, tal vez la inercia, factores y balances
a considerar también tengan características na-
cionales, como también elementos únicos a ubi-
caciones específicas en un momento específico.
Generalmente, los factores de inercia pueden ser
comunes en diferentes ubicaciones, pero ejercen un
balance diferente sobre las fuerzas, basado particu-
larmente en la importancia del lugar y la ubicación.
¿Cuáles son los factores obligatorios que dirigen
el comportamiento? Tal vez sea el estrés externo,
las economías, políticas, demografías domésticas,
etc. El balance entre estos factores puede cambiar
con diferentes circunstancias, una siendo más
18. 18STRATFOR •
importante en algún momento, mientras que otra
lo es en otro momento. ¿Cuál es el tiempo de re-
spuesta a estas presiones, a estas compulsiones?
¿Siempre es consciente, es casi inevitable a veces,
y está la respuesta limitada a estas restricciones?
Podría parecer que la inercia puede considerarse un
componente importante que determina el tiempo
de retraso entre el estímulo y la acción/reacción.
La inercia puede ser bastante elástica, ejerciendo
una resistencia lenta, pero de ninguna manera es
insuperable; en cambio, causa retrasos constantes
en las líneas de tiempo de los resultados esperados.
La inercia también puede ser bastante inelástica,
ejerciendo una fuerte resistencia hasta que, de
una vez por todas, se supera en un momento de
ruptura masiva.
Entender las fuerzas aplicables de la inercia en un
lugar y momento determinados es crucial para me-
jorar la exactitud de los pronósticos, ya que causa
un impacto en el crítico componente tiempo del
pronóstico. El tiempo en los pronósticos es casi tan
importante como la exactitud y separar lo signifi-
cante de lo insignificante. Pero el tiempo requiere
un entendimiento más completo del balance entre
compulsión, restricción, circunstancias y la resisten-
cia de la inercia. La inercia ejerce una fuerte resis-
tencia en el factor tiempo de un pronóstico que, de
otra manera, parece bastante obvio y es producido
por la evaluación general de restricciones, compul-
siones y circunstancias. Dado lo que hemos apren-
dido a través de los años, la inercia será elevada
como una variable en nuestra práctica. □
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