1. Imagen y significado
la imagen que el hombre
medieval tenía del mundo
en el que vivía estaba
preñada de miedos e inter-
pretaciones de todo tipo
de fenómenos dándoles
significados simbólicos.
Ninguna cosa, ningun
acontecimiento quedaba
reducido a su simple apa-
riencia. Todo trascendía de
alguna manera al más allá,
fuera al de los santos o al de
los demonios. En la misma
medida en que lo santo
podía aparecerse en casi
todo lo que era perceptible
por los sentidos humanos,
también le era posible
hacerlo a lo diabólico. Y fre-
cuentemente no se hacia
fácil distinguir si lo que
acaecía a los hombres era
obra del Bien o del Mal,
pues Dios siempre era libre
de adoptar cualquier forma
para manifestarse a los
hombres. De ahí que los
símbolos y referencias siem-
pre estuvieran orientados a
156
la forma muy particular con
que interpretaba el mundo
la sociedad medieval.
Como en su comprensión
todo estaba entretejido en
una trama de similitudes, el
hombre del medievo creó
numerosos referentes con
los que podía vincular los
objetos visibles y los fenó-
menos naturales con el
mundo sobrenatural y con
la Verdad suprema.
Muerte de un papa en el
retrete. Con esta l'Slena
escultórica ~e da un ejemrlo
de una muerte dcgradada
por no haberse prep,;rado,
de la que ni t•l Papa quedaba
exento. Semw- en-Brion-
nais, t.lct.1lle del tímpano de
la portada Ol''>IC, igln XII
Cortejo de ángele~ en una
muerte dichosa, l·.lne, lápida
funcrana de la catet.lr.¡l de
Santa l.ufalia
Abajo: Muerte y entierro de
un monje, e u•na t.lE· un
manusuito fram:e~ le tina
le del siglo XI, rroyc,,
Hibl. MunícqMI, . ls ~27:~
Raras veces estos rderentes
eran unívocos, pues según
las circunstancias de su apa-
rición podían transformarse
en cualquier momento en
otro concepto, adoptar una
nueva forma. Pero srempre
estaban en primer término
las cualidades, que se rela-
cionaban unas con otras.
Así, por ejemplo, el azul
claro del zafiro y el azul
claro del cielo despejado
se relacionaban entre sí
de forma tal que la piedra
precios;~ e interpretaba
como símbolo del cielo.
Ahora bien, este srgnrficado
se pod1a ampliar o t.1mbren
transformar rqualment .
Esa forma de pensar espcc·-
ficJmente medieval, que
esencralmente se reduCI, u
una s1mph.• rela(lon socid-
tiva de las formas en que
aparecran las cosas, se
reflejo en el Phys,ologus
("El conocedor dc l<l natu-
raleza"), un manuscrito que
era una e pecie de tempra-
na encitlopedia sobr (-1
mundo dnimal, tantds veces
representado en el arte
románrco En una formd
alegorrca ingenua se aso·
cian las cualidades d los
anrmal s con e¡emplos dE'
formas de vrda crrslranas o
incluso con e1
propro C.risto.
SupuestamentE escrito en
torno al año 200 d C., t:>l
Phyúoloqus fue ampl1ado y
revisado und y otra vez y es
hasta hoy una de Id fuen-
tes más rmpo<tantes para
entender el mundo d( l1s
imagwe~ medievales.
2. La muerte y sus miedos
Riguroso y tem1ble era, sin
duda, lo que el creyente
rned1eval ve1a cuando se
dicoor11.1 a entrar en la casa
de DIOS' antE: SUS OJOS esta-
ba lo que apenas se podía
lrnJqmar, E! f1n del mundo.
De~d ~ tiempos remotos
srgu:a v1va la amenaza de
un D1os vengador reflejada
en el Ant1guo Testamento.
De ahí que los hombres
e~tL1v1eran dornmados por
u!1 profundo temor a una
muert!;; súbita sin t1empo
para hacer el acto de contri-
cien y CJicanzar f'l perdón de
sus pecados. As1, mcluso un
papa podía ser sorprendido
por la muerte en el lugar
más despreciable -sentado
en la letrina· ; mientras su
alma con forma de niño le
es arrancada de la boca por
tres diablos cornudos para
llevársela a los infiernos, su
trono popal queda detrás
desierto (ilustr. pág. 156
IZquierda).
En una epoca con tasas de
mortandad infantil enorme-
mente elevadas, debido
sobre todo a las numerosas
enfermedades y epidem1as,
y con una esperanza de
v1da promedio de apenas
35 años, la muerte era un
poderoso y omnipresente
acompañante de la vida.
Así, a los hombres de la
Edad Medía no les quedaba
más remedio que conside-
rar toda su vida desde la
perspectiva de la muerte. Y
cómo podía terminar una
vida sin penitencia estaba
descrito de forma asaz drás-
tica en las muchas escenas
del juicio Final que decora-
ban las portadas de las nue-
vas iglesias. Especialmente
all1 donde las representacio-
nes de los tormentos del
Infierno ocupaban grandes
espacios, por ejemplo en
Autun o en Conques-en-
Rouergue, ante las personas
que todavía no estaban
acostumbradas a enfrentar-
se con ese nuevo estilo de
imágenes surgía un escena-
rio amenazador que apenas
era posible soportar: en las
balanzas del juicio Final,
tras pesarlas, se decidiría a
cuál de los dos mundos del
más allá irían las almas. Y
son tan impresionantes y
naturalistas que ningún
observador podía sustraerse
a ellas sin echar de inmedia-
to una mirada temerosa a
su propia vida. Cómo podía
ser ésta, se muestra en un
relieve en Moissac, en el
que el alma de un viejo rico
avaro es atormentada por
los demonios (ilustr. izquier-
da). Pero también existen
imágenes de difuntos que
El alma de un rico es ator-
mentada al morir, Moissac,
antigua iglesia abacial de
San Pedro, atrio de la porta-
da sur, detalle de la pared
oeste. 1120-1 135
El alma de una santa
subiendo al cielo,
Riesenbeck/'l'ecklenburg,
San Calixto, I.ípida de
Reinhilda, hacia 1130/1135
han muerto en estado de
gracia. Así, por ejemplo, en
una lápida funeraria de la
localidad de Elne, en el
Rosellón, se representa el
gisant, el cuerpo a la vez
yaciente y erguido del
difunto, que sube al cielo
acompañado por dos ánge-
les (ilustr. pág. 156 dere-
cha). En ella no se represen-
ta al difunto ni como vivo ni
como muerto. Philippe
Aries observa en él la repre-
sentación de un "bienaven-
turado".
157
3. El juicio Final:
Cielo, Infierno y Purgatorio
En el med1evo, el miedo a
la muerte era sobre todo
un temor de carácter reli-
gioso que estaba muy
profundamente arraigado.
Como la vida, segun la
doctrina de los dos mun-
dos, continuaría en el más
alla, la muerte no significa-
ba el final de la existencia.
Por esa razón, cada mortal
tenía la agobiante incerti-
dumbre de si moriría en
estado de gracia y si sería
merecedor de la Reden-
ción, o si bien tendría que
asarse a fuego lento en el
Infierno por toda la eterni-
dad. Al final de los tiempos,
es decir, en el día del juicio
Final, se decidiría sobre el
asunto. Ése era el juicio
Final tantas veces narrado
en las esculturas que deco-
ran portadas y fachadas de
las iglesias, sobre ese tím-
pano que, además de las
arquivoltas y los muros que
lo rodean, fue uno de los
grandes inventos del
Románico como superficie
de representación escultóri-
ca. En ellas, en el centro de
la escena del juicio Final,
está siempre el trono de
Dios, el juez supremo del
mundo del Nuevo Testa-
mento, rodeado por una
multitud de bienaventura-
dos y redimidos, mientras
que enfrente de ellos, al
otro lado y representados
con frecuencia de manera
Autun, catedral de San
Lázaro, tímpano de la
portada prinopal: el juicio
rinaL l U0-11-+S
158
extremadamente drástica,
se escenifican los tormentos
que padecen los condena-
dos en el infierno.
Pues según la vis1on que
tuvo San Mateo del juicio
Final, Cristo apartana a las
ovejas a su derecha y a los
cabritos a su izquierda
(Mt 25,33); con gestos que
senalan a sus lados, el juez
Supremo separa el mundo
del más o~llá en el Paraíso a
su derec.ha, y el Infierno a
su izquierda. Con ello que-
daba hecha tdmbi ., una
división de este mundo
entre el b1en y el mal, diVI-
~ion aue no oto ha domi
nado el mundo mE.'diE.'v<JI.
su1o quf ha s 'guido vig ntc
hastd ICJ actualidad marcan-
do nuestr¡¡ cultura. De
hecho, rd 1fin de los
t1ernpo lo que se anuncia-
ba en los t1mpanos con es
4. Pn 1qu ya no er· fK'Stbl
retrot der ni urr pentm .
!' ro, como n Congu, -en
Rouergu~, tampoco la
repr nl ctón 1 , lnfoo•rno
dE'Jd lu1Jar ,1 e p <.uldu n
1lguna pu• df 1•.~ pu rtc1
dei Av me som,m las f.1u-
cr>s b Prtd~ d 11t!vlcJtar¡,
que engulle v •c11mente a
lo condenc~dc> Detrás, el
D mon1o pre~1de ~u propto
tnbw al111femal
M1 ·ntras ll crPenn,, popu·
lc~r ya c.onodct el Purgatorio
d sde rnvy dirás, tl c.on
cepc.lón teologica apenas
~e fonnul<l en los siglo XII
y XIII Se con 1bio un "tPr
Cf-r luq r" (Lutero) entre el
1 lo y t 1nfierno. n 1que
w 1ma 11naba a lo~ pecc~do·
res expu('sto a un fuego
purtflc.ddor; •ba c1sooado d
1 esp •r mzll d quE' no
1 1cf S habf~ dE 1d1rl0
futuro entrP el momento
de la rnuert y t'l ju1cio
~Jn<ll n 1 que aun pod1an
cnmend, rse. Y ·e !l~·m¡ o
d pn~t.:bd pod1an 1c ort rfo
1 S VIV 1S C(ill SUS Ofi!(IOrleS
y .os santo
~ton anl D1 As1 pu s, en
1Purgatorto, como en la
li , r 1, no E' i.!lna s1n espe-
runza, pUI::s 1empre er
pOSibl j, salVciCIOn.
wb.t· utun, <.tlL•dr.tl dl'
.tn 1.tL.tro, JHJrt.ld 1 prmu
p l tJlllp.tr1 : jwc1ü (¡na/.
Ju 1/ma on 1uprmdn
11 ~~ 114 rd Jlll'l
159
5. Sexo y pecado
La demonización de lo carnal
En u:1a r-poc<~ d rechazo
moral}' r liqrO>O a tod•l lo
corporal y a ~u expre~ro!
artrstica, a los e~cultore del
Románico SP les concedro
sorprendenlf:ment' murha
1bertJd vespaov parct
rerresentar la~ formc~s
stultorrca~ del hombre
desnudo Y pr Ci~tlmentc
ese desprecro por 1cuerpo
!es hrzo desarrollar un arte
ambiv rle11tc que Jdemas lo
escenr'icaron rn luq.ue'
muy destac<Jdos de la a''4UI·
tecturc.~. Es famosd la Lu¡urra
de Morssac. que en un
11nprrsionante modrlado
nQs muestra ~u desnudez
femenr 1a. Su sen•·r. li lad,
162
acentuada por el caoel o
lrrqo y ond·J rdo," ce d"
ella rl paradigm, dP Id lu,
n.1, dunque es d asrd del
brdZo p r un de m{"'' o ton
una Cclr ta: ¡ ssu q, •,m o
mas brPn ~E;• el qLI la ca,tr·
que? Hdcr ndo refE:, enea a
ese dr~prHro, lds ~erprE'I1
t s, 1
cl rcp• sr ntacioP omnr
pr ~entE- del mal, 1 'ln
mordrdo su) pecho~ Inclu-
so en su ..rctual estado de
dd rioro debrdo a la mte rn
pene, estas 1máqen s
~rq.rel' exhibiendo Jquel
dram..rtismo amenazador
con el que se mostrab,m al
hombre medieval ~¡los
órganos genrta E:s llegan a
aparee( r inclu o en las .rqu
ra~. ~·J de,.noniz, eron pare-
ce en extr mo tosca, rdya r
en la deformdc: m grotescd.
fn Jo< <dn€Cillo~ de Id rqlr~ra
di' ').m Martm, Ul la loe ali
da·l pi:lnr.:a d Frómbt,r
dp.!rec n t-ombrE , y mu¡e
rb ton lo; e:,, ')a ·os Qf.· :ta-
l ~ a Id v td ponrPndo (.,
vrdPnc id lo qu €" l e nd
na 1 • E. extra lrdrr,clria y
tod<J u. l mcoqr1rta parJ
llUP~ ro r-_t ndrm1 nto
c1qu ,',¡ nu er 1 os•• ndo
Id vulv1 n la io<aild u
rnq' ~a U( Krl¡rec. , •Jbra que
se lOilS!df·,¡¡.,sp rJdc~ !"n
los er"'mpru ~ ~pdnnle; del
gemro. E~J frg-. ;¡ grotesc:c1
y rnuy .reo' t..rdd de ,nedid-
do~ dE:'! ~iq't'l XII parece mJs
dE'monraca qu f nenina.
on los bra..os cru ·a lo~
bdjO las pr rllGI , Er Sf.na la
vu'vd abr rt, ton 'U~
m,.nos Aunq•Je s·as rcprc-
s ntacro, s st> remon•an
hdsta la E:d,ld de Predrd, su
dl'nomr11Jc ron "~hl'ei 1 na
grq" quiere dnir alqo .!Sr
comtJ "leo rc·.no El peca-
de/'. E.r la huopa roma1 ea,
rna~ pJrecen ref cj..r las
ob>e ;ion s d la t")JO< a y no
solo de 1115 monje;, pues la
vu:va se !1SOC ,Jb..r con el
miedo d ser dEvorados por
bE tr 1s y dEmonios. Y preci-
SJrnente la entrada , la
cueva dellnfrerno eran las
fdLKCs clel demonto, srem·
pre t~socradJs con l.:t "bo~a
de la vulvcl"
Co. e-1 pavor a un mundo
tt:rrrb e y, c.or!'o te1on de
lzqtw'rda Moissac. antigua
iglesi abacial de San Pedro,
p.utct du atr•o del portdl <ur.
dttal' l' ~>ur~ •nto la
LU:L·T- J, 112U·I, ~'i
I'Iba dt:l ha. Fromlsta,
San Martrn, · p:tl.'i hombre
U'' lll . h' 1· 11t~R/QO
rrl>.r· Kilpcck St. M ry,
<.••p1t t ··'ir·
m((i.ad
rag 1óO 1ó 1 Antun, cate-
dral di:' 'ian Lazaro, 1 ,,
dmtd d• lllld ntrgt•J n h.:TIJ
r,ortc dd ·~"'' ptu, ¡, 11 O,
utur., f.J co t • n
6. fondo, la certidumbre de
cual ra Ja ab rtura por la
qu s venra a mundo, se
q nefe~lizó el rmedo ha~ta
tdl gr<~do que e considero
co:no d moniaco todo lo
rPI C.IOilddo con el ~exo
Y e< no IJ vulva era le~ cúspt-
dP del d ~eo maw..:ino,
p ro som ttda a1" autono
m1a fE'rr"n:,,, s ; .puso
un profw do miedo a la vul-
va, que se refl •o en las lma-
g nes d ere~ devorados
E~ am naza cast arquetlpl-
ca trae •u'lados tambten
a)p c.tos '1lorales o rel<lcio-
nados con la muerte.
Así, hd ta nu ~tros dtt~s ha
pe-rman cido incierta la
interprelacion de la 1mag n
de aqueiiJ mu¡er que, en el
t•mpa'lo de la Pul'rta de las
Plat€'11as d la catedral de
SanttClgo dE' Compo~te1d,
sosti nE una calavera 1su
regazo Hasta ahora ealifica-
da como una "adultera con
ICI cabezJ desCcJrnadd de su
amantE"', tambiér> se ha
propuesto ver en elld a fvd
ba¡o la forma de la "madre
de la mue te ' por su prota-
gonr~mo n el Pecado
Oriq. , 1 P ro su r pres n
tacón corporal y s"n ua•,
con el cab~llo la•go y 1 ves-
ttmt'nta a.mspar nte, manr
h td como a ¡,¡ condena
d 1ma podta tamb •n
em nar su fuerLil de atrac-
C.Ior f.Jt l. Los per(qnnos,
obl1gados sin cxcepnón a
en1r ntdrs~ a su tm.Jqen,
ten an qu sent~rs agitado
E tre el fT'Iedo y el esp<!nto
No obstante, el efecto de la
mt ncic; apotropaKa de
Aulnay-de-Salntognc,
antigua colegiata de
St-Pierre-de-laTour, <.apitl•l
dt:InO 10 l.Oll lllH daJ.,r,¡ ,
pn!H.I!11U d 1'1gl.1 ll
aquellos den1onios la rados
en p1edra apena~ podna
venficdre, pues en la m•s-
ma medida qu le~s rrJ9e-
11"S pret ndieron condenar
todo lo sexudl, la scul•ura
alcalizo una hberac•on en
extremo fantastic.a median-
te lcl c.orwmcente represen
t cion del me l.
Sus recursos e t1. stJOS
parece que contnbuyeron
mas J la distensión que a
desterrar un mal que s1n
duda drb•a nldntenersE'
eternamente alejado. La
la'llo~a Eva de Autun da
buen test1momo de ello
Santiago de Compostela,
Catedral, Puerta de las
?1 terías, tnnp.mo .zquwnlc ·
1d adultf'ra u ell'cc.Jdo Ori 1·
11.11 .! dccada cid Sl.!¡l(• XII
(•lustr. pags 160 161 ). Su
ensualidad y dotes s duc
toras so un casen 1a•t
ro"Ylán1c.o. Y, l1qual que 1
erpumte, se ondul c.omo
atr<IV sando el¡ rd n del
E.den. M1 ntr dmg sus
susurros al Ad n 'loy p di-
do, suq.ri r,dole hacer lo
qu< el' ya habta hecho,
dirige su m.,no JLqui ·reJa
llac•a la manza 1a qu le
ofrec.l.' la za pa del seductor
El torz do qiro con au
muestra su tórax al obs rva-
dor 1:1ten 1f1c.a notablemen-
te ta preserc1a d su femi-
neia,td Esta Eva const1luye
el cl1max de una epoca del
arte europeo 1, n, de fanta-
Sia, en la que la e wltura
fue> dotJdJ c..on un lenguaJe
d vibrc~nte expr sividad
porunosartUasqued
nmguna t'llJnera quedaron
sum1dos en el .mo•umato.
163