Dispongamos el corazón a celebrar y vivir los misterios centrales de nuestra fe. Que El, que pasó de la cruz a la luz, del dolor al amor, de la muerte a la vida, nos tome de la mano y nos haga participes de su Pascua. (P. Edgardo Acosta)
2. La liturgia de
este día tiene
dos partes.
Primero
actualizamos
la entrada
triunfante de
Jesús en
Jerusalén.
Pero en el trasfondo, como en este cuadro,
está la pasión y muerte de Jesús, que se leerá
en el evangelio de la misa.
3. Una vez que se ha hecho la bendición de los ramos y
antes de la procesión, se lee el evangelio relativo a este
acontecimiento.
Lc 19, 28-40
Este año, por
ser ciclo C, el
evangelio es
de san Lucas.
4. En aquel tiempo, Jesús iba hacia Jerusalén, marchando a la
cabeza. Al acercarse a Betfagé y Betania, junto al monte llamado
de los Olivos, mandó a dos discípulos diciéndoles: “Id a la aldea
de enfrente: al entrar encontraréis un borrico atado, que nadie ha
montado todavía. Desatadlo y traedlo. Y si alguien os pregunta:
«¿Por qué lo desatáis?», contestadle: «El Señor lo necesita.» Ellos
fueron y lo encontraron como les había dicho. Mientras desataban
el borrico, los dueños les preguntaron: “¿Por qué desatáis el
borrico?” Ellos contestaron: “El Señor lo necesita”. Se lo llevaron
a Jesús, lo aparejaron con sus mantos, y le ayudaron a montar.
Según iba avanzando, la gente alfombraba el camino con los
mantos. Y cuando se acercaba ya la bajada del monte de los
Olivos, la masa de los discípulos, entusiasmados, se pusieron a
alabar a Dios a gritos por todos los milagros que habían visto,
diciendo: “¡Bendito el que viene como rey, en nombre del Señor!
Paz en el cielo y gloria en lo alto”. Algunos fariseos de entre la
gente le dijeron: “Maestro, reprende a tus discípulos”. El replicó:
“Os digo, que si éstos callan, gritarán las piedras”.
5. Una primera
enseñanza que nos
da Jesús es que iba a
Jerusalén
“marchando a la
cabeza”. Es como si
Jesús tuviera prisa
por sufrir por
nosotros. Tiene prisa
en manifestar a todos
lo profundo de su
amor.
6. Va a entrar como rey.
Jesús, que siempre
se había opuesto a
que le llamaran
mesías o rey, ahora
toma Él la iniciativa y
admite las
aclamaciones. Pero
es un rey manso y
humilde. Por eso
pide un burrito, no
un caballo, ni armas
ni trompetas.
7. San Lucas nos dice que el grupo de discípulos, apóstoles
y otros que recordaban las obras buenas que había hecho
Jesús, comenzaron a clamar:
“Bendito el
que viene
en nombre
del Señor”.
8. Nosotros también en este día alabemos clamando, quizá
con los labios, pero sobre todo con el corazón: Hosanna al
Hijo de David. Bendito el que viene en nombre del Señor.
27. En este día podemos aclamarle externamente con los
ramos. Que sea la expresión de nuestra entrega a Jesús,
que quiere mostrarse lleno de amor y de paz.
Ahora
pide un
pollino o
burrito:
para
manifes-
tarnos
que es rey
de amor.
28. Y la alabanza de nuestro corazón debe ser la expresión de
nuestro fervor y anhelo de bendecir al Señor con los
hechos de nuestra vida, con el ejemplo de nuestras obras.
29. 1) Los que no se cansan de aplaudir y bendecir al Señor.
Son los discípulos que siempre le acompañan y otros
muchos que se sienten entusiasmados por tantas
curaciones hechas por Jesús.
Entre la gente
que
acompaña a
Jesús,
podemos ver
tres clases de
personas:
30. 2) El grupo de personas que le conocen, pero de
forma inquietante, y que están dispuestos a
eliminarle. Estos no gritan, pero quieren que los
discípulos callen. Y así se lo dijeron a Jesús.
La
respuesta
de Jesús
es tajante;
“Si estos
callan,
hasta las
piedras
gritarán”.
31. 3) Hay otro grupo de
personas indiferentes.
Son insensibles,
indiferentes ante
Jesús. Son los que
toman la religión
como algo de
curiosidad. Muchos
que hoy, por seguir la
corriente, gritan
“hosanna”; pero el
viernes santo gritarán:
“Crucifícale”.
32. Y que
pongamos ante
Él nuestros
mantos, como
disposición de
entregarle lo
que somos y
tenemos,
cantándole:
“Gloria,
alabanza y
honor”.
Nosotros en este día seamos como los discípulos que
alabemos al Señor, pero con entusiasmo del corazón.
37. Hoy la misa cambia de tono al pensar en todo lo
que Jesús sufrió. El evangelio es la lectura de la
Pasión. Este año, por ser el ciclo C, es también
según el evangelista Lucas.
Esta alabanza
y honor se lo
debemos a
Jesús, porque
murió por
nosotros.
38. Cada evangelista, al ser
también catequista, lo
escribe según su
manera de enfoque por
lo que siente y por los
principales
destinatarios. San
Lucas es el evangelista
de la misericordia y se
nota en la manera de
contar la Pasión.
39. Evita el dramatismo sangrante de ciertos momentos de la
pasión, como la flagelación, la coronación de espinas y
los gritos desgarradores de Jesús en la cruz. Quizá lo
creyó conveniente al dirigirse a los griegos y no a los
israelitas.
40. Quizá sabía lo que habían escrito Marcos y Mateo
y, siendo Lucas médico, creyó propio el testificar
las consecuencias de una tristeza y dolor tan
grande.
Sin
embargo
es el único
que habla
del sudor
de sangre
en
Getsemaní.
41. Lo característico
de la pasión, según
san Lucas, es ver a
Jesús
misericordioso y
paciente. Con
paciencia cura a
Malco la herida en
la oreja que le
había causado san
Pedro.
42. Cuando Pedro le ha
negado, al pasar cerca,
Jesús le mira con
misericordia, significando
el perdón.
Pedro sale
fuera y llora
su pecado.
43. Podría haberse
limitado a agradecer
o hasta irritarse por
tanto lamento inútil;
pero les dice que
lloren por ellas y
especialmente por
sus hijos.
En el camino hacia
el Calvario consuela
a aquellas mujeres
que lloran por él.
44. Y aparece la
misericordia de
Jesús, cuando le
clavan en la cruz,
pidiendo a su Padre
el perdón hacia sus
mismos verdugos,
disculpándolos,
porque “no saben
lo que hacen”.
45. Ese perdón y
misericordia
lo expresa
Jesús de una
manera
concreta
perdonando
y
prometiendo
el Paraíso al
buen ladrón.
46. Y muere Jesús entregando su espíritu al Padre.
Es la entrega total, dándonos a nosotros al fin
de su vida un ejemplo de amor, de perdón y de
entrega.
47. La Pasión y Muerte de Jesús es un misterio de amor, un
misterio de despojamiento de Dios, que se hace hombre
por nuestro amor; pero luego resucita para ser glorificado.
Filipenses 2, 6-11
Hoy nos lo dice san Pablo
en la segunda lectura.
48. Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde
de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de
su rango y tomó la condición de esclavo, pasando
por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre
cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la
muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo
levantó sobre todo y le concedió el "Nombre-sobre-
todo-nombre"; de modo que al nombre de Jesús
toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el
abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es
Señor, para gloria de Dios Padre.
49. Jesús se rebajó
hasta la muerte de
cruz para que
nosotros podamos
subir con Él a la
gloria. No ha venido
del cielo a destruir a
los hombres, sino a
superar sus miserias
y hacerles más
hombres.
50. Jesús entrando triunfante en Jerusalén se mues-
tra como rey de paz, no de las violencias huma-
nas. Dios no es violento, es respetuoso, es amigo
de la vida, no de los que provocan la muerte.
51. Es sobre todo el triunfo del amor sobre los odios
humanos. Donde está Dios hay manos abiertas y
corazón abierto.
Esta entrada
de Jesús en
Jerusalén es
el triunfo de
la alegría
sobre las
tristezas y
pesimismos
humanos.
52. Que estas aclamaciones nuestras, en particular
o en grupo, sirvan para suavizar la Pasión a
Jesús, esa pasión que sigue en tantos hermanos
nuestros quizá sufriendo por nuestra causa.
Digamos la
expresión que
más dirían a
Jesús sus
amigos ese
día:
HOSANNA.