1. AZUCENA
Eran los juegos en Olimpia, desesperada porque llegaran me presenté dos
semanas antes. Al apuntarme en los juegos tuve que convencer a los jueces de que tenía
que ir vestido porque Apolo, dios del sol, me había echado una especie de maldición por
deshonrarlo ¡Uy, perdón!, no me he presentado. Soy Alejandra y desde el día que
presenté a los juegos me he convertido en Alfeo, sí, como el río, en esos momentos te
pones muy nerviosa y no sabes qué nombre decir.
Una vez presentada, voy a seguir con
mi historia: no fue fácil convencer a los
jueces de que tenía que ir tapada, pero,
bueno, todo sea por los dioses.
Voy a participar en las carreras a pie
y en las carreras de carros (bigas); fue muy
duro integrarse con los demás compañeros y
parecerse a un hombre era mucho más
difícil: escupían, se tiraban eruptos,
desagradable.
Llegó el primer día de los juramentos, y el segundo las competiciones de
jóvenes. En el tercer día, mi gran día, participaba en la carrera de carros. Estaba muy
nerviosa pero segura porque era muy buena. Cuando dieron la salida me quedé un poco
en shock, pero arranqué y, esquivo tras esquivo, llegué al primer puesto y gané. Estaba
eufórica y feliz de haber logrado una de mis mayores metas, se me olvidó por completo
de que el verdadero triunfo era para el dueño de los caballos, pero no me importó, yo
había ganado.
En el cuarto día era la hecatombe en honor a Zeus, conocí a mucha gente, en
especial a un joven llamado Marco, me quedé muy impresionada porque no era como
los demás, y desde ese instante me enamoré por completo de él. Tenía que sacármelo de
la cabeza porque al siguiente día tenía la competición de la carrera a pie.
Al siguiente día, era el quinto, tenía mi gran carrera a pie, para mí la más dura,
pero le eché valor y salí ahí fuera a por todas. Dieron la
salida y salí disparada, no me lo pensé dos veces, siempre
me mantuve durante la carrera en los primeros puestos y en
el esprin final, aceleré lo que pude y gané.
Llegó el sexto día, la entrega de premios y mi
nombre lo pronunciaron dos veces para entregarme los
premios; estaba contenta.
Al terminar los juegos todos vinieron a felicitarme, y
también, por supuesto, Marco, pero a él en especial tenía
que decirle la verdad. Me armé de valor y se lo dije, me dijo
que desde un principio él lo sabía, entonces no contó nada y
me ayudó.
Después de todo eso nos casamos y tuvimos dos hijos, los
cuales participaron en otros juegos.