2. Llueve de una manera copiosa allá afuera,
tal vez como un reflejo de mis lágrimas
reprimidas hasta el momento y por
orgullo bien disimuladas,
quisiese levantarme y gritarle unas
cuantas verdades,
pero mantengo la fría e indolente máscara.
3. Nos encontramos en nuestro lugar,
donde antaño compartimos, risas, besos, cigarros y humeantes cafés.
4. La pequeña cafetería se encuentra en un barrio antiguo de la ciudad,
donde se percibe un olor a romanticismo,
a nostalgia y a noches perfumadas de jazmín y gardenias.
Por eso me gustaba tanto frecuentarlo.
5. Los vecinos hicieron a bien poner macetas en los alféizares de sus ventanas con
sendas plantas y flores que impregnan las callejuelas e invitan a recorrerlas
tomados de la mano y escurridizos entre sus pórticos, besarnos,
dando paso a nuestras reprimidas ansias y luego riéndonos de nuestra travesura,
entrar al pequeño local de café a seguir compartiendo charlas interminables,
degustando algún postrecillo con
nuestras tazas, cigarros y libros.
Si hiciera un recuento de las noches que compartimos en ese lugar, podría
escribir un libro o tal vez echarme a llorar en este instante.
6. El silencio se hace cada vez más denso,
seguimos aquí sentados, en esta pequeña mesa de madera junto al ventanal,
que veladamente nos protege de miradas del exterior por
esas hermosas cortinas finamente tejidas;
que la dueña del lugar orgullosamente nos relató pertenecieron a su bisabuela y
fueron un regalo de bodas.
7. Enciendo un cigarrillo.
Él, con una taza de irlandés en la mano, dándole vueltas, se le nota
incómodo, tal vez quisiese estar en otro lugar.
Absorta contemplo mis volutas de humo como se disipan,
así como en este momento veo escurrirse entre mis dedos estás ilusiones que de
antemano nunca debí albergar.
8. Ensimismada observo mi capuccino sin estar segura de hacer esa pregunta.
Pero uno de los dos debe hacerla, sin más preámbulos la suelto.
9. - ¿Estás seguro de está decisión que has tomado?
- Sí, he tenido momentos de dudas, pero hoy sé que no he estado más seguro de
nada en toda mi vida.
- ¿Y qué sucederá después? Quizás te arrepientas, ¿Qué va a ser de nosotros?
- Para mí no hay un “después”, nunca hubo un “nosotros” y eso tú lo sabías.
10. - No sé cómo puedes pretender echar de tu vida a una persona así tan fácil, y no
quiero caer en chantajes emocionales, sabes que no soy así, pero ahora te veo tan
absolutamente egoísta, solamente viendo tu conveniencia y este momento has
decidido que yo, ya no te convengo o encajo en tus planes.
- No pido que lo entiendas, ni siquiera que me comprendas, sólo que lo aceptes.
11. Con esta última frase, se incorporó, busco en su cartera, arrojó unos billetes en la
mesa, y salió por la puerta, dejando como único recuerdo esos dos billetes para
pagar aquel café.
13. Nunca un capuccino había tenido un gusto tan amargo.
En mis labios quedó un ligero sabor entre dolor y odio mezclado con unas gotas
agridulces de melancolía.
14. Espere unos minutos, que a mí se me antojaron horas, tomé su taza de café sin
terminar y pose mis labios donde instantes antes había posado los suyos.
Ami manera era un beso de despedida.
Apuré el amargo trago...
lo acepto, no lo comprendo, pero lo acepto. Ve, ¡sé feliz!
15. imité su gesto,
me levanté, tome mi abrigo y puse otros dos billetes, junto a los suyos…
16. Llueve de una manera copiosa
Montse Rocco
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