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LA BATALLA DE LOS ARAPILES
   Guerra de la Independencia fue un terrible conflicto que asoló la península Ibérica de 1808 a 1814. La batalla de
La
Los Arapiles o de Salamanca, librada el 22 de julio de 1812, fue uno de sus episodios más destacados, ya que se
saldó con la absoluta derrota del ejército francés al mando del mariscal Marmont. La batalla de Los Arapiles privó a
los franceses de las bases y los arsenales que necesitaban para llevar a cabo la invasión de Portugal, imprescindible
para librarse de la constante amenaza que constitura el ejército aliado comandado por Wellington. Además, la
derrota francesa en Salamanca en 1812 marcará, junto con la desastrosa campaña de Rusia de ese mismo año, el
principio del fin de la Europa napoleónica.

ORDEN DE BATALLA
Los ejércitos acampados en las márgenes del Tormes en la noche del 21 de julio de 1812 tenían más o menos la
misma fuerza en número de hombres. El ejército aliado era un poco mayor: 51.900 oficiales y soldados. De esta cifra
total deberíamos descontar unos 1200 hombres ya sea por las bajas que se produjeron en los combates del día 18 o
a causa de las largas y calurosas marchas que se hicieron en los días previos a la batalla. El número total de
verdaderos combatientes es muy difícil de calcular ya que también habría que descontar a los músicos, los
herradores de caballos, y otros hombres que se limitaban a desempeñar un oficio dentro del ejército y no entraban
en combate.

El ejército francés era un poco más pequeño, con unos 47.000 hombres más o menos en la mañana del día 22 de
julio. También deberíamos descontar aquí a los que causaron baja a causa de las duras marchas o que fueron
heridos o muertos en los combates en el Guareña.

La infantería era el cuerpo dominante en ambos bandos, a diferencia de lo que ocurría en las batallas de Napoleón
en centro Europa en las que la caballería formaba el 15% de un ejército, pero en la Península las condiciones eran
particularmente duras para los caballos.

Marmont tenía 78 cañones mientras que Wellington tenía 62 entre los que se incluía una batería española. En todo
caso ambos lados estaban cortos de artillería para lo habitual en las batallas napoleónicas.
La caballería aliada era claramente superior ya que no estaba muy castigada y contaba con cinco regimientos de
dragones pesados, cuyo propósito principal era lanzar poderosas cargas durante la batalla. Su valor se iba a
demostrar claramente en el ala derecha aliada. En cambio la caballería francesa estaba formada por una mezcla de
dragones y caballería ligera, en general buenos jinetes, capaces de hacer un buen servicio durante una batalla si
surgía una oportunidad favorable, pero con poca capacidad de crear verdaderas oportunidades ofensivas por sí
mismos. Esta falta de caballería inquietaba mucho a los franceses, por lo que podemos leer en las memorias de los
combatientes, donde incluso se apunta que los caballos franceses no tenían el suficiente entrenamiento para
moverse en un caótico campo de batalla.

La diferencia en la cantidad y calidad de las infanterías no era tan marcada. Marmont tenía una fuerza nacional
homogénea, sin una cantidad significativa de elementos foráneos. Wellington tenía un ejército mixto: no solamente
había tropas británicas, portuguesas y españolas, sino que el elemento británico también incluía los regimientos
alemanes de la Legión Alemana del Rey, generalmente muy buenas tropas, y dos regimientos de extranjeros, los
Brunswick Oels y los Chasseurs Britanniques, que inspiraban menos confianza. Las tropas genuinamente británicas
formaban menos de la mitad del ejército, los portugueses eran algo así como un tercio, mientras que había más
alemanes que españoles en el campo de batalla. Si exceptuamos a la pequeña fuerza española (unos 3360
hombres), que además no desempeñó un papel importante en la batalla, el resto de la tropa ya había combatido
duramente y con éxito bajo el mando de Wellington. Los portugueses, que normalmente eran tachados de cobardes
por los británicos, combatieron como cualquiera de las mejores tropas de Wellington.

La mayoría de los hombres de Marmont eran veteranos pero ya no eran las tropas victoriosas de Austerlitz. De sus
veintinueve regimientos de infantería solamente dos habían estado presentes en la suprema victoria de Napoleón (el
17º de infantería ligera de la división de Taupin y el 36º de línea de la división de Sarrut).

El ejército de Marmont estaba organizado en ocho divisiones de infantería y dos de caballería. Cada división de
infantería estaba dividida en una clara jerarquía de brigadas, regimientos, y batallones: dos brigadas para cada
división, uno o dos regimientos para cada brigada y dos o tres batallones para cada regimiento. En total había 29
regimientos y 73 batallones de infantería, teniendo cada batallón una media de 568 hombres incluyendo oficiales.
Las divisiones más fuertes eran las de Clausel (6562 hombres) y Bonnet (6521 hombres); las más débiles las de
Thomières (4543) y Taupin (4558 hombres). Estos totales incluyen la artillería que en cada división normalmente
estaba compuesta por 200 hombres. Los regimientos de la división de Thomières tenían veteranos con muy buena
reputación, habían combatido contra los austriacos en 1809, incluido en Wagram.
EL CAMPO DE BATALLA
El terreno al sur de la ciudad de Salamanca es campo abierto, sin obstáculos de importancia, por tanto estamos
hablando de un terreno muy adecuado para el movimiento de tropas.

Es un terreno ligeramente ondulado que permite que masas de hombres se mantengan escondidas en las laderas
ocultas de las pequeñas colinas. Dos aisladas colinas de cima plana, el Arapil Chico y el Arapil Grande, son una
excepción en el conjunto del terreno. Destacan descaradamente más o menos en el centro del campo de batalla, con
algún extremo rocoso y con un perfil que se observa a distancia.

El Arapil Grande tiene unos 360 m de longitud con una cumbre estrecha y plana. Los extremos son rocosos e
inaccesibles pero las laderas, aunque inclinadas, se pueden escalar más fácilmente.

El Arapil Chico se alza a unos 800 m al norte del Arapil Grande y está más cercano a Salamanca. Es más pequeño,
más redondeado y ligeramente más bajo.

A una milla hacia el oeste del Arapil Chico se encuentra el pueblo de Arapiles, en el que se iba a desarrollar parte de
la lucha.

El terreno al norte del pueblo se eleva formando la colina denominada Teso de San Miguel que llena parte del vacío
que hay entre el Arapil Chico y Arapiles.

Al sur del pueblo de Arapiles hay una ancha extensión de terreno elevado que va de este a oeste ocupando unos 3
km y que se conoce como el Monte de Azán. Continuando hacia el oeste, el lejano extremo del Monte de Azán
termina en una pronunciada elevación conocida como el Pico de Miranda. El pueblo de Miranda de Azán está muy
cerca hacia el suroeste.

Hacia el sur el terreno es más irregular y parcialmente boscoso. Un extenso bosque de encinas se extiende desde el
sur del Arapil Grande hasta Alba de Tormes.

El extremo del bosque próximo al Arapil Grande presenta una ligera elevación conocida por El Sierro que
desempeñó un papel fundamental hacia el final de la batalla.
MANIOBRAS PRELIMINARES Y PRIMERAS ESCARAMUZAS
Una hora antes del amanecer del 22 de julio de 1812 los 100.00 hombres y diez mil caballos de los dos ejércitos
estaban completamente empapados por causa de la tormenta que les había azotado durante toda la noche. Como
los contendientes se encontraban muy cerca el uno del otro tomaron las armas antes de que amaneciera, como
precaución ante un posible ataque sorpresa al romper el día.

La posición aliada se extendía desde el río Tormes en Santa Marta, siendo este su flanco izquierdo, a lo largo de una
cadena de pequeñas alturas en dirección al Arapil Chico. La caballería de D'Urban y la Tercera División de
Pakenham se encontraban vigilando los vados del río Tormes en Cabrerizos.

Marmont ocupaba también una amplia franja de terreno frente a los aliados, extendiéndose desde el Tormes a la
altura de Huerta en el flanco derecho, hasta Calvarrasa de Arriba en el izquierdo.

Como no parecía que se fuera a producir un ataque, y ya comenzaba a salir el sol, los soldados se dispusieron a
limpiar sus armas y a preparar el desayuno, previa búsqueda de leña y agua.

En ese momento Wellington estaba planteándose la posibilidad de retirarse hacia Ciudad Rodrigo, medida que se
resistía a tomar ya que el enemigo estaba en inferioridad numérica y, además, el hecho de renunciar a Salamanca
después de lo sufrido en los fuertes no resultaba en absoluto atractivo ni para sus oficiales ni para sus hombres. Al
final la autoridad y determinación de Wellington se impusieron y el bagaje del ejército (equipajes de los oficiales,
utensilios, etc.), escoltado por un regimiento de dragones portugueses, emprendió el camino de Ciudad Rodrigo.

Mientras tanto en la ciudad la población salmantina estaba dividida entre los que temían la vuelta de los franceses
por haber recibido demasiado efusivamente a los británicos y los pocos que preferían la humillante pero en general
pacífica y rentable presencia francesa.

La escaramuza de Nuestra Señora de la Peña

Con las primeras luces del día 22 de julio, las patrullas de la división de Foy, la unidad más avanzada del ejército
francés, llegaron al pueblo de Calvarrasa de Arriba. Marmont se le unió enseguida, ocupando las tropas ligeras la
formidable posición de los altos de Calvarrasa, una cadena de riscos elevados unos diez metros sobre un valle que
se extiende hacia el oeste. La aislada ermita de Nuestra Señora de la Peña está construida en un amplio escalón del
terreno antes de llegar al punto más alto. Fluyendo hacia el norte y bajo esos altos se encuentra el pequeño arroyo
de Pelagarcía. En las alturas cercanas a la ermita los franceses se encontraron con los puestos avanzados aliados,
formados por la infantería ligera de los Brunswick Oels de la Séptima División de Hope, y entonces comenzó la
primera escaramuza de la Batalla. Los Brunswickers eran soldados francotiradores alemanes conocidos por su
afición a comerse los perros que encontraban, tendencia gastronómica que les empujó a comerse a la mascota del
95 de Rifles en un despiste de éstos últimos.

Ambos comandantes decidieron reforzar a los contendientes, enviando Wellington al 4º de Caçadores de la Brigada
Independiente de Pack y al 68 de infantería de la Séptima División. Mientras tanto la escaramuza se había extendido
hacia el norte a lo largo de las orillas del arroyo de Pelagarcía donde los fusileros de la Legión Alemana del Rey
entraron en acción apoyados por las avanzadas de la caballería británica. Esta escaramuza duró toda la mañana y
parte de la tarde. Los aliados mantuvieron el control de la ermita pero no fueron capaces de expulsar a los franceses
más allá y éste fue un terreno disputado a lo largo de toda la batalla.

Más al norte, la escaramuza entre los franceses y la caballería aliada no era muy dura, aunque la aparición de los
dragones de Boyer hizo que la caballería aliada se retirase, no volviendo a ocupar la posición inicial hasta que la
caballería pesada de Le Marchant vino en su ayuda. Pero en el fondo todo esto no era más que un intercambio de
amenazas y disparos lejanos sin incidencia generalizada.

Lo que los comandantes podían ver

Mientras la infantería ligera comenzaba la escaramuza, Marmont examinaba las líneas aliadas. Delante de él veía
una parte de la Séptima División y la brigada de Pack, que ocupaban la línea de colinas en la parte opuesta del valle
del Pelagarcía, a menos de ochocientos metros hacia el oeste. En la distancia podía ver que algunas tropas aliadas
(la tercera División de Pakenham y los dragones portugueses de D'Urban todavía estaban en la posición de San
Cristóbal en la orilla norte del Tormes. También podía ver movimientos a lo lejos, cerca de Salamanca, era el bagaje
pesado del ejército aliado que se estaba empezando a retirar por el camino de Ciudad Rodrigo.

El resto del ejército aliado estaba escondido aunque muy cerca, en el terreno bajo que hay detrás de Pack y la
Séptima División. En general el ejército aliado ocupaba una línea que iba de norte a sur, de cara hacia el este,
aunque algunas unidades se encontraban más apartadas detrás.
La visión de Wellington también estaba restringida por el terreno. Wellington acompañaba a la Séptima División en
las colinas enfrente de Marmont y los dos comandantes podían verse claramente el uno al otro. La división de Foy y
las tropas enfrentadas en la ermita eran perfectamente visibles y Wellington además sabía que la división de Sarrut
todavía tenía que cruzar el Tormes, pero el resto del ejército francés estaba escondido por el quebrado y boscoso
terreno que había entre Foy y el río Tormes.

Marmont se mueve formando un semicírculo hacia el sur y, luego al oeste

Resistiendo a la tentación de atacar frontalmente al ejército aliado, Marmont dio órdenes de continuar con el
movimiento de los días anteriores que pretendía envolver el flanco derecho aliado extendiendo su propio flanco
izquierdo a unos 3 km escasos del ejército enemigo. En la práctica esto significaba traer a la división de Sarrut desde
el otro lado del Tormes mientras que el resto de las divisiones se movían hacia el sur y luego al oeste en un
semicírculo rodeando la posición de Wellington y siguiendo el lindero del bosque con la división de Bonnet al frente.

Bonnet se dirige hacia el Arapil Grande

El objetivo inmediato de Bonnet era tomar el Arapil Grande ya que podía constituir un fuerte punto alrededor del cual
todo el ejército francés podría pivotar como una puerta sobre sus bisagras. La posesión del Arapil Grande protegería
el flanco de la marcha francesa mientras que si los aliados lo tomaban, el ejército francés tendría que describir un
arco más amplio en su marcha, posiblemente con El Sierro guardando su flanco. No solamente tendrían los
franceses que marchar más lejos sino que tendrían que moverse a través del bosque en vez de bordearlo, lo que
retrasaría considerablemente su marcha en intento de envolver al ejército aliado.

Posición aliada a primeras horas de la mañana

Los aliados habían ocupado el Arapil Chico con un destacamento de la Cuarta División de Cole en las primeras
horas de la mañana. Con las difusas luces del alba, Wellington no se dio cuenta de la importancia estratégica del
Arapil Grande. Solamente cuando vio a las tropas francesas avanzando hacia él, Wellington reaccionó enviando al 7º
de Caçadores portugueses de la Cuarta División para evitar su captura. Los franceses abrieron fuego primero, los
Caçadores, sorprendidos, incluso puede que confundieran a los franceses que se dirigían al Arapil Grande con
españoles, se vinieron abajo y se retiraron.

Ambos bandos consolidaron ahora sus nuevas posiciones. El Arapil Chico era defendido por la Brigada de William
Anson de la Cuarta División con el III/27 sobre la cumbre, junto dos cañones de nueve libras de la batería Sympher
de la Legión Alemana del Rey. El resto de la División Cuarta de Cole ocupaba la colina situada detrás del pueblo de
los Arapiles con la brigada de Pack ocupando el espacio entre las dos alturas.

La línea aliada formaba ahora casi un ángulo recto con el Arapil chico en el vértice. Probablemente a esta hora, o
quizás un poco más tarde, Wellington ordenó a la Tercera División de Pakenham y a la caballería de D'Urban que
cruzaran el Tormes y se reunieran en el pueblo de Aldeatejada a unos 6 km al noroeste de Los Arapiles. Esto estaba
lejos de la línea aliada pero en esta posición estaban muy bien situados para apoyar una posible retirada.

Posición francesa a primera hora de la mañana

Bonnet ocupaba el Arapil con el 12º de infantería en línea, manteniendo el resto de sus regimientos un poco en
retaguardia como apoyo y a la vez protegidos del fuego aliado por la colina. Los franceses decidieron subir varios
cañones al Arapil Grande. Como los caballos no podían subirlos, desmontaron los cañones de sus cureñas y los
granaderos los tuvieron que subir a hombros por la empinada pendiente. La aproximación al Arapil Grande debe
hacerse necesariamente a campo abierto por lo que se podía barrer a las tropas atacantes con fuego de esa
artillería. Además, las baterías sobre el Arapil estaban protegidas de la caballería aliada y podían perfectamente
bombardear al ejército inglés que estaba sobre el Arapil Chico.

Marmont se unió a Bonnet en el Arapil Chico. Desde lo alto del Arapil Grande da la sensación de que se domina todo
el terreno pero nada más lejos de la realidad ya que las ondulaciones del terreno son suficientes para esconder todo
un ejército, como así hizo Wellington. Aunque de todas formas, y a pesar de la lluvia del día anterior, las tropas
empezaban a levantar nubes de polvo. Incluso viendo esto Marmont decidió seguir con su movimiento envolvente,
aunque con considerables precauciones, dada la cercanía de los dos ejércitos. Foy permaneció en Calvarrasa de
Arriba donde ocupaba una fuerte posición guardando el flanco derecho y la retaguardia del ejército, con la división de
Ferey y los dragones de Boyer como apoyo. La División de Sarrut, que acababa de de cruzar el Tormes, también se
unió a Foy por lo que Marmont estaba muy bien posicionado en el caso de que Wellington decidiera emprender una
ofensiva. Otro bastión de fuerza era la División de Bonnet manteniendo el Arapil Grande bajo cuya protección
Marmont fue gradualmente moviendo sus divisiones hacia el suroeste a lo largo del bosque detrás del Arapil Grande
y por la franja de terreno que forma El Sierro. Marmont estableció inmediatamente una poderosa batería de veinte
cañones sobre El Sierro para proteger a las unidades que emergían del bosque y se reorganizaban.
Wellington veía estas maniobras francesas con preocupación ya que si Marmont seguía envolviendo su flanco pronto
se vería forzado a retirarse, siendo ésta una operación muy delicada y llena de riesgos teniendo en cuenta la
posesión francesa del Arapil Grande y la proximidad de los dos ejércitos.

Movimientos de los aliados y ataque cancelado

Wellington contestó a los movimientos franceses con los suyos propios. La Primera División de Campbell se dirigió a
apoyar a la Cuarta de Cole y a Pack, formando una línea que iba desde el Arapil Chico hasta el pueblo de los
Arapiles. La mayoría de la brigada de caballería de Alten, bajo el mando de Arentschild, había sido transferida desde
la lejana ala izquierda a la derecha del ejército donde se desplegó formando al flanco de la infantería que estaba
más allá del pueblo de Arapiles. Pero éstos eran simples movimientos de precaución y no despejaban la necesidad
de una posible retirada que Wellington quería evitar.

A última hora de la mañana, sobre las 11 o las 12, Wellington estuvo a punto de atacar a los franceses que estaban
sobre el Arapil Grande. Incluso mandó a la Primera División avanzar, ocupando la brigada de British Guards el
pueblo de Arapiles pero al final el ataque fue cancelado y las tropas se retiraron dejando solamente a las compañías
ligeras de los Guards para defender el pueblo. Fue Beresford quien aconsejó a Wellington la cancelación del ataque
ya que previamente había estado reconociendo las posiciones francesas y había visto la acumulación de fuerzas en
la retaguardia.

Wellington se reorganiza para repeler un posible ataque

Entonces Wellington decidió prepararse ante un posible ataque francés: una de las primeras medidas que tomó fue
retirar los dos cañones de la batería Sympher del Arapil Chico sustituyéndolos por dos cañones de seis libras de la
batería de artillería montada asignada a la Séptima División. Esta batería estaba mandada por el capitán Dyneley.
Más tarde a esos cañones se les unieron otros cuatro, y juntos, respondieron al cañoneo francés procedente del
Arapil Grande.

Marmont sigue con su movimiento en el ala izquierda

Marmont observó los preparativos de Wellington para el ataque y se envalentonó mucho cuando vio que se
cancelaba. Ahora estaba seguro de que Wellington se retiraba, lo que se vio confirmado por el hecho de ver tropas
aliadas moviéndose hacia el oeste en la retaguardia aliada y quizás también por el polvo levantado por la división de
Pack y la caballería de D'Urban cuando se movían hacia Aldeatejada.

Pero Marmont no se precipitó, no iba atacar en tanto no estuviera seguro de que el grueso del ejército aliado se
retiraba, y mientras tanto decidió extender su ala izquierda hacia el Monte de Azán, así continuando con su intento
de flanquear y amenazar las comunicaciones aliadas tal y como había hecho con éxito en los días anteriores.

Marmont probablemente dio estas órdenes a eso de la una o dos de la tarde, una hora o dos después de que
Wellington cancelara su ataque.

Maucune, que dirigía la división de vanguardia en el ala izquierda francesa, avanzaría sobre el monte de Azán con la
caballería ligera de Curto actuando de pantalla de protección sobre su flanco. Estaría apoyado por varias baterías de
artillería de la Séptima División de Thomières, mientras que Clausel, con la Segunda División, estaría en reserva y la
Sexta de Taupin ocuparía la franja de terreno elevada de El Sierro en la retaguardia.

Parece que Clausel y Taupin se quedaron rezagados, probablemente se habían visto retrasados dada la dificultad de
la marcha por el bosque de encinas, o quizás es que Clausel estaba esperando al 27º de infantería en línea que
había salido de Alba de Tormes una hora antes. Al mismo tiempo Marmont ordenaba a Boyer que dejara uno de sus
regimientos de dragones para proteger el flaco derecho de Foy y traer al resto de sus tres regimientos de caballería
hacia el centro del ejército. Finalmente destacó al 122º de infantería de línea de la División de Bonnet para ocupar
una ligera elevación a mitad de camino entre el Arapil Grande y el Monte de Azán.

Este movimiento entrañaba cierto riesgo ya que el ejército de Marmont se estaba extendiendo en un ancho arco de
unos 8 km, con el ejército aliado concentrado dentro del arco. El Monte de Azán se encuentra enclavado en campo
abierto y ligeramente elevado, es un terreno que no tiene nada que ver con la fuerte posición defensiva que ocupaba
Foy en los altos de Calvarrasa y además hay que tener en cuenta que maniobrar tan cerca del enemigo es siempre
arriesgado. El avance de Maucune estaba cubierto por la caballería ligera de Curto que pronto entabló una
escaramuza con los húsares alemanes y el 14 de dragones ligeros de la brigada de Alten.



Maucune ataca el pueblo de Arapiles, se retira y sigue hacia el oeste
En sus memorias Marmont afirma que ordenó a Maucune ocupar solamente el extremo cercano al monte de Azán
pero que la impetuosidad de Maucune le lanzó precipitadamente hacia delante, atacando con su infantería ligera a
las tropas aliadas que estaban defendiendo el pueblo Arapiles. Las cosas empezaban a pintar mal para los
franceses. La División de Maucune se había lanzado demasiado lejos hacia delante y demasiado cerca de las
posiciones aliadas sin tener el apoyo adecuado. Había un hueco de casi 1,6 km entre el flanco derecho de Maucune
y el Arapil Grande, que el 122º de infantería en línea no podía cubrir. El pueblo de Arapiles estaba defendido por las
compañías ligeras de los British Guards pertenecientes a Primera División y la brigada de fusileros de la Cuarta
División junto a la compañía de los Brunswick Oels asignada a los Fusileros. Los franceses abandonaron el ataque
al pueblo dada la fuerte resistencia aliada y la repentina aparición de la Quinta División de Leith al norte y al oeste
del pueblo. Maucune abandonó el ataque y siguió avanzando hacia el oeste.

Wellington transfiere más fuerzas a su flanco derecho

Wellington observaba el ataque francés pensando que podía ser el ataque definitivo que le permitiría combatir en su
tan apreciada posición defensiva. Respondió a la repentina aparición de Maucune sobre el Arapil Grande
continuando con una transferencia de fuerzas de la izquierda a la derecha. La Quinta División fue enviada a la línea
del frente junto a la Cuarta, extendiendo la línea hacia el oeste desde detrás del pueblo. La Primera División, excepto
las compañías ligeras que estaban en Arapiles, se concentró detrás del Arapil Chico con la Sexta División a su
derecha en disposición de apoyar a la Cuarta. Un poco después retiraría a la Séptima del lado izquierdo y la haría
formar detrás de la Quinta en el lado derecho, dejando solamente a la División Ligera, a los dragones pesados de la
brigada de Bock y algo de caballería ligera frente a Foy en el ala izquierda.

La brigada portuguesa de Bradford, la División española de Carlos España, la brigada de Le Marchant de caballería
pesada y la caballería ligera de Anson estaban en la reserva, probablemente cerca del pueblo de Las Torres.

Finalmente la Tercera División de Pakenham y los dragones de D'Urban habían casi completado su marcha y se
aproximaban a Aldeatejada.

Los franceses cañonean a las divisiones Cuarta y Quinta

Mientras tanto Maucune estableció una batería de veinte cañones sobre el Monte de Azán, y ésta, combinada con la
artillería situada sobre el Arapil Grande abrieron fuego contra la línea aliada. La Cuarta División estaba protegida por
la mole del Arapil Chico y sufrió relativamente poco pero el terreno situado al oeste de Arapiles, donde estaba
formada en línea la Quinta División, era campo abierto, lo que hizo que esta división tuviera que sufrir estoicamente
el bombardeo que les caía encima. Permanecer pacientemente incluso bajo un cañoneo lejano era una de las tareas
más desagradables y exigentes, pero también una de las obligaciones más comunes de las tropas del soldado
napoleónico en batalla.

Thomiéres adelanta a Maucune y sigue hacia el oeste

Este bombardeo debería haber permitido a los franceses consolidar su posición sobre el Monte de Azán y llenar el
peligroso espacio vacío de sus líneas entre Maucune y Bonnet. En lugar de esto la inconsistente extensión hacia la
izquierda se amplió, lo que resultó desastroso para el ejército francés. Por razones que no están claras, la División
de Thomières, que se debía haber quedado detrás de Maucune, avanzó hacia el oeste por el Monte de Azán,
convirtiéndose en este modo en la vanguardia del ejército francés por la izquierda. Ni Taupin ni Clausel estaban
todavía en posición de de apoyar a Maucune o rellenar el vacío en las líneas a su derecha. En otras palabras,
Maucune y Thomières, que ya estaban peligrosamente aislados del resto del ejército, dejaron incluso de apoyarse el
uno al otro y se desplegaron en un frente muy amplio, careciendo de profundidad y solidez en las líneas.

Marmont es herido y se produce un vacío de poder

Marmont se dio cuenta del peligro y envió órdenes urgentes a Sarrut y Ferey para que se desplazaran desde el ala
izquierda al centro y para que Taupin avanzara en apoyo de la izquierda en cuanto su división se reorganizara.
Luego se dispuso a montar su caballo para supervisar el avance de Thomières en persona y contener su arriesgado
avance, pero justo cuando se disponía a montar, aproximadamente entre las 15:30 y las 16:15, fue gravemente
herido en el brazo derecho por un proyectil lanzado por las baterías de Dyneley en el Arapil Chico. Se le llevó a la
retaguardia, donde los cirujanos pretendieron cortarle el brazo: el se negó y sufrió mucho pero finalmente se
recuperó y volvió a luchar para Napoleón en Alemania y Francia en 1813 y 1814.

En ausencia de Marmont el mando recaía en Clausel pero cuando los mensajeros alcanzaron a la Segunda División
se encontraron con que Clausel también había sido herido. Estos hechos convirtieron a Bonnet en comandante en
jefe del ejército francés aunque sólo durante unos instantes porque fue herido gravemente en el muslo.
Afortunadamente la herida de Clausel no era muy grave y fue capaz de montar su caballo y dirigirse al Arapil
Grande. Pero esta cadena de desgracias dejó al ejército francés sin un mando efectivo durante una hora crucial.
Wellington ve la oportunidad

En todo caso el daño era prácticamente irreparable si Wellington se daba cuenta de que Marmont, encorajinado por
el ataque británico cancelado, se había convencido de que el enemigo se estaba retirando y no teniendo en cuenta
la posibilidad ser atacado había hecho avanzar precipitadamente a su ala izquierda, urgiendo a las divisiones a
avanzar tan pronto como salían del bosque, sin darles tiempo de reorganizarse.

Wellington, que había organizado cuidadosamente a su ejército a lo largo de toda la mañana, vio la oportunidad al
ver el ala izquierda francesa extendida y vulnerable. No fue una decisión repentina, veinte años de inteligente
experiencia militar y cuidadosa observación estaban detrás de la decisión de cancelar el ataque por la mañana y
lanzar un nuevo ataque cuatro horas después.

Una vez que Wellington se decidió a atacar, su plan era simple, pero solamente porque sus tropas estaban
cuidadosamente desplegadas. Otro general hubiera retirado a su ejército horas antes o hubiera visto en el
movimiento hacia la izquierda de Thomières simplemente una amenaza para sus líneas de comunicación y no una
oportunidad para atacar.

La división de Pakenham, apoyada por los dragones portugueses de D'Urban, avanzaría a cubierto por las
ondulaciones del terreno desde su base en Aldeatejada hacia el extremo oeste del Monte Azán y luego se llevarían
por delante a los franceses que avanzaban descuidadamente por la meseta.

Al mismo tiempo que Pakenham atacaba el flanco izquierdo de Thomières y Maucune, éstos serían atacados en el
centro por la caballería aliada de Le Marchant y Anson y por la infantería de la Quinta División de Leith apoyada por
la Brigada portuguesa de Bradford, los españoles de Carlos España y la Séptima división.

La Cuarta División avanzaría por el centro apoyada por la Sexta División, mientras que la brigada portuguesa de
Pack podría amenazar, o si surgiera la oportunidad, atacar el Arapil Grande.

La Primera División se quedaría en reserva detrás del Arapil Chico, mientras que a la izquierda la División Ligera y
los dragones de Bock contendrían a Foy y al ala derecha francesa.

Los ejércitos estaban tan cerca, que si todo iba bien, el ala izquierda francesa sería destruida antes de que sus
reservas pudieran ir a apoyarla y por lo tanto el ejército francés quedaría hecho pedazos en esa ala. Era un plan
excelente pero quedaba ver cómo funcionaría en la práctica, y sobre todo, cómo el ejército aliado actuaba en su
inacostumbrado papel de atacante.
Pakenham y Thomières

Tan pronto como Wellington se decidió a atacar, se lanzó al galope para dar órdenes a D'Urban y Pakenham de
iniciar la batalla. Haciendo esto en persona minimizaba el riesgo de ser malinterpretado, así podía indicar
exactamente dónde quería que se produjera el ataque.

Pakenham tenía que apoderarse del Pico de Miranda, la altura en el extremo oeste del Monte de Azán, envolviendo
el flanco izquierdo francés, y luego debía avanzar a lo largo de la meseta llevándose por delante a la división de
Thomières. Los dos regimientos de dragones portugueses de D'Urban, apoyados por el 1º de Húsares de la Legión
Alemana del Rey y el 14º de Dragones Ligeros comandados por Arentschild, protegerían el flanco de la infantería del
peligro que suponía la caballería de Curto.

Al mismo tiempo que Pakenham empujaba a los franceses a lo largo del Monte de Azán, La Quinta División de Leith
y la caballería pesada de Le Marchant atacarían a los franceses por el centro cogiéndolos así entre dos fuegos.

Pakenham obedeció las órdenes rápidamente. Las pesadas ollas de campaña en las que los soldados estaban
cocinando se vaciaron y empaquetaron para que las mulas las llevaran a retaguardia. Los regimientos de infantería
desplegaron sus banderas y comprobaron sus mosquetes.

Pakenham dispuso su división en cuatro columnas, las dos más exteriores estaban formadas por la caballería de
D'Urban, la tercera por las brigadas de Wallace y Power y la cuarta por la brigada de Campbell. La división marchaba
en columnas de líneas, una formación que, llegado el momento, les permitiría formar en línea sin necesidad de
detenerse.

El avance de Pakenham, de unos 4 km, no podía ser visto por los franceses ya que estaba oculto de la vista del
enemigo por una larga cadena de colinas cubiertas de bosque. Thomières ignoraba el avance de Pakenham y no
tomó la elemental precaución de proteger su columna con la caballería. De hecho, la caballería ligera de Curto que
iba con él, marchaba en el centro de la columna en vez de en el flanco o en cabeza.

D'Urban se adelantó con dos ayudas de campo y, atisbando a través de unos árboles, vio a la cabeza de la División
de Thomières pasar por delante del flanco derecho de la División de Pakenham, que estaba marchando
oblicuamente hacia Thomières. D'Urban volvió hacia atrás y, reuniendo a sus tres escuadrones portugueses de
caballería, el 11º Portugués y dos escuadrones del 14º de Dragones Ligeros como apoyo, salió de la cobertura que
le daban los árboles y cargó sobre la compañía francesa que iba en cabeza. Dos escuadrones de dragones
portugueses sufrieron considerablemente a causa del fuego francés, pero el tercer escuadrón, avalanzándose sobre
el desordenado flanco izquierdo de la columna francesa, cargó con cierto éxito y acabó con un batallón completo.

El ataque hizo que la cabeza de la columna francesa chocara en su retirada con las filas subsiguientes, pero, más
significativamente, alertó a Thomières de la peligrosa, por no decir fatal, situación en la que de repente se
encontraba.

La División de Thomières se extendía unos 3 km hacia el oeste a lo largo de las alturas que terminan en el Pico de
Miranda. Su división tenía tres regimientos. El 101º, el 62º y el 1º, con un total de ocho batallones, marchando uno
detrás de otro pero con peligrosos intervalos entre ellos. Si la repentina aparición de la caballería de D'Urban en su
flanco no fue suficiente para despertar el pánico, a Thomières se le debió helar la sangre cuando vio aparecer a la
tercera División de Pakenham, la más temida del ejército de Wellington.

Los hombres de Pakenham surgieron de los árboles frente al Pico de Miranda a unos 800 m. El avance oblicuo de
los hombres de Pakenham, realizado en tres columnas, les permitió desplegarse sin tener que detenerse. Solamente
tenían que irse desplazando hacia la derecha y en pocos momentos habían formado una línea a partir de la columna
abierta, con la brigada de Wallace al frente.

Tan pronto como Thomières y sus hombres se recuperaron del choque con la caballería aliada, el comandante
mandó que se trajeran veinte cañones y que apuntaran hacia el avance de la División de Pakenham. La metralla y
las balas empezaron a causar bajas entre los hombres de Pakenham. Al mismo tiempo la caballería de Curto
entraba en acción, cargando sobre el flanco derecho de la línea de Pakenham. Afortunadamente los húsares de
Arentschild se lanzaron al combate, golpeando duramente a los franceses y haciéndoles retirar sobre sus propias
líneas.

Fue entonces cuando los escaramuzadores británicos empezaron a subir la colina camino de la cumbre del Pico de
Miranda donde se encontraron con una enorme línea de escaramuzadores franceses. Los cañones de Thomières se
cobraron muchas víctimas entre la infantería aliada, aunque este fuego de artillería se vio contestado por la batería
de Douglas de la Tercera División que empezó a disparar por encima de la colina contra la derecha francesa.

Los escaramuzadores franceses se tuvieron que retirar muy tocados, cayendo sobre el grueso de la columna
francesa que luchaba por desplegarse sobre la cresta del Pico de Miranda, una tarea que se iba haciendo más difícil
según la brigada de Wallace avanzaba con determinación hacia ellos. Sin embargo los franceses se las arreglaron
para disparar y con una oleada de disparos acabaron con docenas de Connaught Rangers. Pero la determinación
del 88º aliado consiguió desanimar a las filas francesas. Cuando el mayor Murphy, comandante del 88º, fue herido
de muerte delante de sus hombres, no hubo nada que les parara. El 88º hizo pagar cara la muerte de su oficial

Tal fue la furia del ataque del 88º que la División de Thomières se desmoronó rápidamente. El mismo Thomières
resultó muerto y todos sus cañones capturados.

Los destrozados restos de división francesa llevaban entonces ya tiempo huyendo despavoridamente hacia el este,
cayendo sobre la división de Maucune, que pronto iba a ser también hecha pedazos.


Leith y Maucune
A eso de las 16:15, unos 45 minutos después de que Pakenham hubiera comenzado su ataque, la Quinta División
de Leith se situó detrás del Teso de San Miguel con la intención de comenzar el ataque. Los soldados recibieron con
alivio la orden de avanzar ya que estaban hartos de esperar quietos soportando el cañoneo francés. De hecho, el
mismo Leith se había pasado parte de la tarde yendo arriba y abajo animando a los hombres que recibían con
resignación el cañoneo. Pero los hombres de Leith no podían empezar a avanzar hasta que la brigada portuguesa
de Bradford no se uniera a ellos en su flanco derecho. Finalmente llegó Bradford y el ataque pudo comenzar. Los
hombres de la Quinta División avanzaron por el pueblo de Arapiles formando dos líneas. Cuando la larga línea de la
infantería aliada avanzaba hacia las posiciones francesas sobre la cresta que dominaba el pueblo, el mismo
Wellington cabalgó con los soldados antes de dejar finalmente el mando a Leith.

Los británicos avanzaban frente al incesante fuego de la artillería y los escaramuzadores franceses. Los
escaramuzadores de Leith se lanzaron hacia delante logrando que la artillería y los escaramuzadores franceses se
retiraran desde las laderas hasta la misma cresta. Maucune entonces hizo que sus tropas se retiraran hacia la ladera
oculta. Allí, la columna de Maucune formó un cuadro, quizás porque los oficiales a caballo habían visto a la
caballería pesada de Le Marchant y temían un ataque de la misma.

Los cuadros de infantería franceses esperaban a unos diez metros detrás de la cresta de la colina, nerviosos, con el
dedo en el gatillo y escuchando el sonido del avance aliado que venía del otro lado.

Por fin la infantería aliada apareció en la cresta de la colina y comenzó el intercambio de disparos. El choque fue
tremendo. El mismo Leith fue gravemente herido y docenas de hombres cayeron bajo el fuego de los mosquetes. A
pesar de la inicial resistencia francesa, el resultado del encuentro se iba a decidir a favor de los aliados con una
aterradora carga con bayoneta que hizo que los franceses se disolvieran en una masa de hombres presa del pánico.

Las tropas portuguesas de Bradford habían avanzado mientras tanto hacia la cresta a la derecha de Leith, y
entrando en acción contra el flanco izquierdo de las tropas de Maucune, se habían librado del castigo que la Quinta
División había sufrido durante su avance. De hecho Bradford sólo se había encontrado con una ligera oposición y
simplemente se unió a la persecución de la aterrada infantería de Maucune.

Más lejos, en el ala derecha aliada se podía ver a la triunfante Tercera División de Pakenham que estaba arrollando
a los restos de la División de Thomières.



Le Marchant y la destrucción del ala izquierda francesa
Los cuadros franceses habían sido destruidos por la infantería de Leith y precisamente era ahora cuando las tropas
de Maucune habrían necesitado formar en cuadro y no antes, frente a la infantería. Sobre la cresta de la colina,
rugiendo como una tormenta, venía la peor pesadilla de una infantería en desorden y retirándose: la caballería
enemiga. Y lo que era peor, estos jinetes, unos 1000 en total, eran los hombres de la brigada de caballería pesada
de Le Marchant, el 5º de dragones de la Guardia y el 3º y 4º de dragones. Estaban armados con las largas espadas
rectas capaces de infligir terribles heridas en la infantería enemiga; en ninguna otra batalla se mostró tan claramente
el poder de la espada de caballería pesada modelo 1796 como en la de Los Arapiles.

Los hombres de Le Marchant habían estado esperando pacientemente en los alrededores del pueblo de Las Torres
donde habían recibido órdenes del mismo Wellington para que cargaran en cuanto la infantería de Leith se hubiera
enzarzado con los franceses en la cresta de la colina.

Cuando Le Marchant apareció, los franceses hicieron un desesperado intento de defenderse pero nada pudieron
hacer frente a la marea de destrucción que se les venía encima. Muchos franceses cayeron bajo el peso de las
espadas, otros tiraron sus armas y se rindieron, mientras que otros huían hacia los bosques al sureste.
La División de Brennier se lanzó en ayuda de Maucune lanzando una carga de mosquete contra el escuadrón que
encabezaba la caballería de Le Marchant. A pesar de los disparos, los dragones no se pararon y una vez más
arremetieron contra la infantería francesa. La devastadora carga de los dragones británicos, iba, no obstante, a
terminar en tragedia. Le Marchant, con sólo medio escuadrón de dragones, decidió ir detrás de los franceses
fugitivos hasta el lindero del bosque, uno de los cuales levantó su mosquete y disparó matando a Le Marchant. De
este modo el ejército británico se veía privado de uno de los pocos oficiales de caballería que conocía su oficio. Su
brigada había cumplido con su trabajo; habían destruido ocho batallones de infantería francesa.

La Quinta División hizo 1500 prisioneros franceses mientras que el 4º de dragones capturó cinco cañones. El
teniente Pearce del regimiento 44º East Essex capturó el águila del 62º de línea, lo que suponía una de las máximas
humillaciones para un regimiento francés, ya que estas águilas eran entregadas por el mismo emperador Napoleón.

El lado oeste del campo de batalla era una masa desordenada de hombres y caballos. Los aliados veían como los
miles de franceses derrotados huían hacia los bosques al sureste. Las Divisiones Tercera y Quinta barrieron el
campo de batalla, llevándose por delante a los restos de las divisiones de Thomières, Maucune y Brennier mientras
que las caballerías de D'Urban y Arentschild cargaban una y otra vez contra los pocos franceses que intentaban
resistir.


Colapso y recuperación en el centro de la batalla

Con el ala izquierda francesa totalmente destruida, Wellington podía quizás pensar que la victoria era suya. Sin
embargo en el centro del campo de batalla las cosas no iban tan bien para los aliados. De hecho, los franceses casi
consiguieron darle la vuelta a la tortilla. Unos 20 minutos después de que la Quinta División de Leith hubiera
comenzado su avance, la Cuarta División de Cole avanzó por el valle con la intención de atacar a la División de
Clausel. La Cuarta avanzó con la brigada de Ellis a la derecha, la de Stubb a la izquierda y con el 7º de caçadores
actuando como una gruesa línea de escaramuzadores. Al igual que ocurrió con la Quinta División, los hombres de
Cole sufrieron mucho bajo la artillería enemiga, pero pronto estaban ascendiendo por la colina sobre la que los
hombres de Clausel estaban alineados. Cinco batallones franceses se enfrentaban a cinco batallones británicos y
portugueses y en pocos minutos ambos lados se vieron enfrentados a una tormenta de disparos que a los veteranos
fusileros de la brigada de Ellis seguro que les recordó a la matanza de Albuera.

Los franceses retrocedieron unos 40 metros pero los hombres de Cole de repente se encontraron peligrosamente
expuestos ya que su ataque perdió ímpetu y además Cole resultó herido. Esta situación tan peligrosa se debía
principalmente al fallido ataque de Pack sobre el Arapil Grande en el flanco izquierdo de Cole.

El frustrado ataque de Pack al Arapil Grande

Pack tomó la decisión de atacar el Arapil Grande cuando se dio cuenta de que el flanco izquierdo de Cole estaba
expuesto a un ataque de Bonnet que a su vez estaba a la espera al pie del Arapil Grande. Pack lanzó al 4º de
caçadores para que entablara una escaramuza mientras que los portugueses del 1º y el 16º de línea le seguían
detrás formando dos columnas. Pack había decidido atacar directamente las laderas del norte del Arapil Grande. Los
portugueses luchaban bien he hicieron retroceder a los escaramuzadores franceses que se les oponían.

Continuaron su marcha subiendo por las laderas del Arapil hacia la cumbre pero solamente a unos pocos metros de
la misma su avance se vio interrumpido por una cornisa rocosa de algo más de metro y medio de altura que primero
habría que sortear. La infantería portuguesa soltó los mosquetes y empezó a trepar por la cornisa, sobre la que los
franceses del regimiento 120º les estaban esperando. Los infantes franceses dieron un par de pasos hacia delante y
descargaron sus mosquetes sobre los infortunados portugueses que no estaban en posición de defenderse. Los
hombres de Pack fueron arrojados del Arapil Grande y tuvieron que bajar por la ladera perseguidos por los
franceses. Unos 386 portugueses murieron en diez minutos en su intento por ayudar a la Cuarta División de Cole.

Con la brigada de Pack retirándose hacia el Arapil Chico, el ala izquierda de Cole y la retaguardia se veían
amenazadas por tres regimientos franceses. Además el 7º de caçadores, que actuaba como pantalla protectora, tuvo
que retirarse frente a la oleada de franceses que amenazaba a la Cuarta División.


Clausel ataca

La División de Cole se vio atacada por la División de Clausel en el centro y por los tres regimientos de Bonnet en el
flanco izquierdo. Estos tres regimientos eran tropas de refresco que se encontraron con una Cuarta División
demasiado agotada como para soportar un ataque. Pronto las dos brigadas de la Cuarta División estaban en
completa retirada por el valle al pie del Arapil Chico.
Era éste un punto crítico de la batalla, el centro aliado tenía una enorme brecha y Clausel lanzó contra ella a su
división apoyada por los regimientos de Bonnet y tres regimientos de dragones de Boyer.

El terreno al oeste del Arapil Grande pronto se llenó de una masa de franceses lanzada por Clausel con la intención
de salvar a su ejército de la derrota. Enfrente de esa masa en marcha, la división de Cole se retiraba hacia el Arapil
Chico mientras que la destrozada brigada de Pack iba detrás de ellos. La brigada de Ellis fue rechazada y también
se retiró hacia el Arapil Chico mientras que la brigada de Stubb tuvo que formar un cuadro para protegerse de los
dragones franceses. De hecho algo de caballería francesa llegó hasta la Sexta División que era la línea de reserva
aliada y que había sido enviada hacia delante en apoyo de la Cuarta División.

El contrataque de Clausel era el último y desesperado intento de salvar la batalla. Pero había que confiar en el genio
militar de Wellington.

Wellington despliega sus divisiones de reserva

A las 17:30 Wellington lanzó a la Sexta División que estaba intacta ya que no había participado en ninguno de los
ataques del día. La División de Clausel fue atacada frontalmente no sólo por la Sexta de Clinton, sino también por la
brigada portuguesa de Spry que el mariscal Beresford había separado de la Quinta División y que se dirigía
diagonalmente hacia el flanco izquierdo de Clausel. Beresford de hecho fue herido en este ataque que detuvo a la
División de Clausel.

Mientras tanto la Sexta de Clinton continuó su avance desplegada en una larga línea que sobrepasaba ambos
extremos de la División de Clausel.

Los tres regimientos de Bonnet se vieron enfrentados a una línea de fuego muy superior y se retiraron cayendo
sobre el grueso de la División de Clausel sufriendo ambas formaciones numerosas bajas. La derrota de Bonnet dejó
expuesto el flanco derecho de Clausel, y viendo Wellington la oportunidad lanzó a la Primera División como una cuña
entre Foy y el Arapil Grande, un movimiento que dejaría a Foy aislado del ejército francés.

El avance de la Primera División de Campbell convenció a los franceses que estaban sobre el Arapil Grande de que
la retirada era lo más conveniente y descendieron del Arapil uniéndose a la marea de hombres que huía hacia el
sureste.

El intento de Clausel había fracasado.




Ferey y la última posición francesa

Habiendo fracasado el valiente contraataque de Clausel, la batalla de Los Arapiles entraba en su fase final. La
división de Foy se estaba moviendo lenta y cautelosamente detrás del Arapil Grande, amenazada en todo momento
por las divisiones Primera y Ligera; La división de Sarrut estaba intentando detener el implacable avance de las
divisiones Tercera y Quinta, mientras que la división de Ferey se situaba en lo alto de una protuberancia del terreno
al sureste del Arapil Grande. Ferey era la última línea de la resistencia francesa mientras que el resto del ejército se
retiraba dirigiéndose hacia él. Más allá de las masas de franceses huyendo se veían las nubes de polvo que
levantaban las triunfantes divisiones de Wellington.

A lo lejos, al oeste, las divisiones Tercera y Quinta avanzaban con los portugueses de Bradford y la Séptima a su
izquierda. Escuadrones de caballería británica y portuguesa rondaban por el campo de batalla, reuniendo a la
infantería enemiga que se rendía y matando a los que se resistían. Más allá del Arapil Grande las divisiones Ligera y
Primera avanzaban, pero la amenaza más próxima para los franceses era la Sexta división de Clinton que venía
hacia ellos. Ferey debía cubrir la retirada desde el terreno elevado en el que se encontraba su división, posición
ventajosa para él, ya que al estar el terreno inclinado los franceses de la segunda línea podrían disparar por encima
de sus compañeros de la primera línea y así conseguir una gran potencia de fuego. Ferey formó siete de sus
batallones en línea con un cuadro en cada flanco para protegerse de la caballería y cuando los hombres de Clinton
estaban a unos 40 m de la posición francesa Ferey dio la orden de abrir fuego. Docenas de polvorientos casacas
rojas cayeron bajo el fuego francés. Los hombres de Clinton se pararon para cargar y disparar y ambos bandos
comenzaron un mortal duelo de disparos de mosquete, comparable al de la batalla de Albuera, y que duró durante
casi una hora.

Los británicos de la Sexta división se llevaron la peor parte en este enfrentamiento y los portugueses tuvieron que
entrar en acción ya que los hombres de Clinton no podían hacer nada más. La artillería aliada también entró en
juego en ese momento y, Ferey, alcanzado por una bala de cañón, fue partido literalmente en dos. Un triste final
para un valiente soldado que había causado grandes bajas a la división de Clinton. Incluso con Ferey muerto sus
hombres continuaron resistiendo e incluso rechazaron a la brigada portuguesa de Rezende hasta que la Quinta
división avanzó hacia ellos.

Las tropas de Leith cayeron sobre el flanco izquierdo francés, diluyendo en puro pánico el 70º regimiento francés. El
ejército francés se había estado retirando y luchando hasta ese momento, pero cuando el 70º se rompió y huyó, el
pánico se extendió por todo el ejército que huía ahora desordenadamente hacia el gran bosque que se encontraba al
sureste del campo de batalla. Solamente el 31º de infantería ligera se mantuvo combatiendo mientras el caos
reinaba a su alrededor.

La división de Foy se retiró con cierto orden, seguida de cerca por las divisiones Primera y Ligera, hasta que los
hombres de Foy también alcanzaron la seguridad que les ofrecía el bosque.


El puente de Alba de Tormes

La batalla terminó con las tropas de Wellington demasiado exhaustas como para perseguir al enemigo a través del
denso bosque de encinas a través del cual miles de franceses rotos por el pánico huían para salvar sus vidas.

Wellington creía que no tenía sentido enviar a sus tropas a perseguir a los franceses ya que estaba seguro de que
una fuerza española al mando de Carlos España estaba defendiendo el único punto por el que los franceses podían
cruzar el río en su huída: el puente de Alba de Tormes. Los españoles estaban guardando el puente cuando
Wellington marchó hacia el norte de Salamanca al principio de la campaña pero por lo visto D. Carlos España temió
ver a sus fuerzas aisladas en tal posición y se retiró sin ni si quiera informar a Wellington.

Por lo tanto, un exasperado y furioso Wellington vio como en vez de tener a los derrotados franceses clavados en la
orilla izquierda del Tormes, éstos huían hacia Peñaranda marchando por el puente y los vados adyacentes.



Garcihernández

La caballería de Wellington, con la excepción de la de la Legión Alemana del Rey, nunca tuvo muy buena prensa con
respecto a su actuación en la Península. Sin embargo, en la batalla de los Arapiles se vio una caballería de lo más
efectiva con la completa destrucción del centro del ejército francés por parte de los jinetes de Le Marchant. Además,
el 23 de julio de 1812, se produjo un acontecimiento inusual en el pueblo salmantino de Garcihernández: la
caballería logró romper los cuadros de infantería.

El ejército francés se retiró del campo de batalla de los Arapiles atravesando el frondoso bosque de encinas al sur
del Arapil Grande y luego el puente de Alba de Tormes, que le conducía camino de Peñaranda, para así huir
finalmente hacia Valladolid y Burgos.

Wellington acompañó a la caballería de Anson en persecución de la retaguardia francesa. Detrás de las tropas de
Anson iban las divisiones Primera y Ligera, que estaban bastante frescas por no haberse visto involucradas en los
combates más duros del día anterior. También perseguía a los franceses la brigada de Bock de la Legión Alemana
del Rey, el 1º y 2º regimientos de dragones de la Legión Alemana del Rey, regimientos éstos últimos que iban a
desempeñar el papel protagonista el día 23 de julio.

Los escuadrones de Anson alcanzaron a la retaguardia francesa en el pequeño pueblo de Garcihernández, en el
camino de Peñaranda. Las tropas en la retaguardia francesa eran las de la Primera división de Foy que casi no
había combatido el día anterior. Con ellas estaban los Cazadores de Curto y una batería de artillería. Cuando
aparecieron los hombres de Anson los Cazadores franceses se detuvieron al este de García Hernández, mientras
que la infantería comenzaba su retirada por el camino de Peñaranda. Wellington vio primero a los Cazadores y a la
infantería marchando en la distancia. Anson recibió órdenes de atacar inmediatamente con dos escuadrones del 11º
y el 16º de dragones ligeros respectivamente.

Los dragones ligeros formaron en línea para iniciar la carga y a ellos se les unieron los escuadrones más avanzados
de la brigada de Bock de la Legión Alemana del Rey. Los Cazadores de Curto huyeron y el 1º de dragones pesados
de la Legión Alemana del Rey les persiguió. Los alemanes cabalgaban en persecución cuando de repente se vieron
sorprendidos por una descarga de mosquetes proveniente de un cuerpo de infantería francés que había estado
esperando en cuadro en el flanco izquierdo de los alemanes. Eran tres batallones franceses con unos 2400
hombres. La descarga provenía concretamente de un cuadro formado por el 76º de Línea que rápidamente se
convirtió en el objetivo de la caballería alemana.
Los primeros dragones que cargaron contra el cuadro del 76º fueron los del escuadrón del capitán Von der Decken
que estaban en el flanco izquierdo de la brigada. Los hombres de Decken habían sido alcanzados por la descarga de
mosquetes inicial cuando estaban a una distancia de 16 m. A pesar de recibir la descarga desde una distancia tan
corta las bajas fueron pocas. Una segunda descarga mucho más devastadora alcanzó al escuadrón a unos 8 m.
Irónicamente lo que en principio debía ser más perjudicial para los alemanes se convirtió por una casualidad en la
destrucción de los franceses. El mismo Von der Decken, que había sido herido en la primera descarga, se las arregló
para mantenerse sobre su silla de montar. La segunda descarga hirió de muerte a Von der Decken cuyo caballo se
precipitó violentamente contra el cuadro francés llevándose por delante todo lo que encontró. El resultado fue un
hueco en el cuadro francés, correspondiente al espacio ocupado por ocho hombres, por el cual los dragones
pudieron penetrar en el cuadro y cargar con sus temibles espadas largas de hoja recta. El cuadro francés se
convirtió en un caos de hombres muriendo o tirando sus armas y rindiéndose.

El resto de escuadrones de dragones pesados pasó de largo de esta dantesca escena y cargó contra los dos
batallones del 6º Ligero que estaban intentando alcanzar unas alturas en el camino a Peñaranda. El segundo
escuadrón del 1º de dragones de la Legión Alemana del rey estaba comandado por el capitán Von Reizenstein que
dirigió a sus hombres contra el batallón más retrasado del 6º Ligero, todavía a cierta distancia de las alturas
nombradas anteriormente. Mientras el batallón se esforzaba por llegar a lo alto, dos compañías, comandadas por el
capitán Philippe, se dieron la vuelta e hicieron fuego contra los dragones alemanes. Los hombres de Von
Reizenstein no se detuvieron y cuando alcanzaron a los franceses repartieron tajos a diestro y siniestro. Acabaron
con los dos batallones pero la resistencia que los franceses habían ofrecido permitió al resto del regimiento alcanzar
las alturas donde se reunieron con el segundo batallón del 6º Ligero que había alcanzado la cumbre unos minutos
antes. Aquí, los dos batallones podrían haber sido protegidos por un escuadrón de cazadores de Curto pero, una vez
más, la caballería francesa huyó dejando a su suerte a la infantería.

El 6º formó un cuadro muy precario que desde luego no aguantó la carga del 2º de dragones de la Legión Alemana
de Rey. El cuadro se disolvió en un instante, cientos de hombres tiraron sus mosquetes y otros huyeron alcanzando
la protección de cuatro batallones del 39º y 69º de Línea que estaban formando en cuadro en el camino a
Peñaranda. El mismo Foy, que comandaba la retaguardia francesa, estaba en uno de esos cuadros.

La acción duró unos cuarenta minutos, pero en un período de tiempo tan corto ocurrió uno los ataques más famosos
de las guerras napoleónicas. Es por esto por lo que el nombre de Garcihernández es conocido por muchas personas
en todo el mundo. Los dragones alemanes perdieron 127 hombres entre muertos y heridos de los 700 que
participaron en la acción pero infligieron unas 1100 bajas a los franceses que se retiraban.

El ejército aliado estaba demasiado exhausto como para perseguir a los franceses que se retiraron a gran velocidad
por Peñaranda. Los aliados detuvieron la persecución en Flores de Ávila el 25 de julio. La campaña de Salamanca
había terminado.



La víctoria

Hacia más de una década que un ejército francés no sufría una derrota como la de Los Arapiles. Otras derrotas se
habían cobrado menos bajas, como por ejemplo, la capitulación de Bailén o la fallida invasión de Portugal de
Massena. La última vez que un ejército francés de casi cincuenta mil hombres sufrió tal derrota en una batalla
campal fue en los oscuros días de 1799. Del mismo modo podemos decir que fue la victoria británica más
espectacular, no solamente de la Guerra Peninsular sino de todas las guerras napoleónicas hasta la fecha. Algunos
incluso afirman que fue la victoria más grande del ejército británico desde los tiempos de Marlborough.

No hay una estadística precisa de las bajas francesas, pero parece ser que el ejército de Marmont perdió unos
12.500 hombres entre muertos, heridos o prisioneros en la batalla, más o menos un cuarto de sus fuerzas. A veces
se da la cifra de 14.000 bajas pero ésta incluye los combates en el Guareña y Garcihernández.) Lógicamente el
mayor número de bajas se produjo en el ala izquierda donde la división de Thomières perdió el 50 por ciento de sus
fuerzas, la de Maucune casi el 35 por ciento y la de Taupin casi el 30 por ciento. Cuatro regimientos del ejército
francés perdieron más de la mitad de sus efectivos:

El 66º de Línea en la división de Maucune sufrió un 50,3% de bajas.
El 22º de Línea en la división de Taupin un 60%.
El 62º de Línea en la división de Thomières un 77,3%.
El 101º de Línea en la división de Thomières un 81,8%.

Los cuatro regimientos estaban situados en el ala izquierda y es probable que su excesivo número de bajas se
debiera, al menos en parte, a la carga de la caballería de Le Marchant.

La dura lucha en el centro también se cobró su precio: la división de Clausel sufrió un 26 por ciento de bajas, la de
Bonnet un 23 por ciento y la de Ferey un 17 por ciento. La caballería francesa no tuvo un papel relevante en la
batalla pero aun así sufrió más de 400 bajas. Las únicas divisiones del ejército francés que tuvieron menos de un
10% de bajas fueron las de Sarrut (un 8 por ciento) y la de Foy (quizás un 4 por ciento); aunque la artillería tampoco
salió del todo mal parada con unas 150 bajas, solamente un 4 por ciento.

El ejército de Wellington tuvo unas 5.220 bajas en la batalla: 694 muertos, 4.270 heridos y 256 desaparecidos. Los
británicos sufrieron casi un 61 por ciento de estas bajas (3.176 oficiales y soldados), los portugueses un 39 por
ciento (2.038 oficiales y soldados), mientras que la división española tuvo solamente 6 bajas.

El mayor número de bajas de los aliados se produjo en la Sexta división. La Cuarta división también sufrió
considerablemente salvo el regimiento 3/27º que estuvo de reserva en el Arapil Chico y que perdió solamente un
oficial y siete hombres heridos de una fuerza total de 600 hombres. La brigada de Pack perdió un 18 por ciento de
sus fuerzas, sobre todo a causa de su intento de asalto al Arapil Grande. La caballería aliada sólo tuvo unas 200
bajas. Más de la mitad de estas bajas se dieron en la brigada de le Marchant, que perdió 105 hombres, una cifra muy
pequeña teniendo en cuenta el importante papel que esta brigada desempeñó en la batalla. El resto de bajas de la
caballería se produjo entre los portugueses de D'Urban y los húsares de Víctor Alten. La artillería sólo tuvo 15 bajas.

La batalla se cobró un precio muy alto entre los oficiales de alto rango. Marmont y Bonnet fueron gravemente
heridos, Ferey y Thomières murieron y Clausel fue herido leve.

Entre los aliados Beresford, Cotton, Leith y Cole fueron heridos y le Marchant murió. El ejército aliado capturó entre
unos 5.000 y 6.000 prisioneros, muchos de los cuales eran heridos y otros simplemente habían tirado sus armas y se
habían rendido ante el avance de la caballería de le Marchant.

Los informes británicos suelen atribuirse la captura de 20 cañones franceses aunque lo más probable es que sólo
fuera una docena ya que algunas unidades se atribuyeron la captura de un mismo cañón.

Otros trofeos capturados fueron dos águilas francesas, seis banderas de batallón francesas y muchos otros premios
como el quot;Jingling Johnnyquot; (un estandarte del que colgaban multitud de campanillas) capturado por el 88º Connaught
Rangers y un tambor profusamente decorado tomado por el 40º. Estos objetos tenían un considerable valor
simbólico como el sargento Lawrence deja claro en sus memorias:

quot;Nuestro regimiento capturó en la famosa batalla de Salamanca un magnífico tambor que debía valer unas 50 libras
y que nos vino realmente bien, ya que el que teníamos nosotros era muy viejo y estaba completamente roto porque
había sido capturado a los franceses en Holanda, teniendo como comandante al Duque de York.quot;

Los franceses capturaron el quot;King's Colourquot; (el estandarte del rey) del 2/53º y posiblemente otra bandera aliada.



Después de la batalla

Unos días después de la batalla los dos ejércitos se alejaban de Salamanca en dirección noreste mientras los
prisioneros franceses hacían lo mismo pero hacia el oeste; los heridos se recuperaban lentamente o morían en los
hospitales mientras que los cadáveres de los muertos en combate todavía permanecían en el campo de batalla. Los
habitantes locales hicieron todo lo que pudieron para solucionar el problema pero no era una tarea fácil enterrar o
quemar tantos restos. Un oficial británico, que visitó el campo de batalla de Los Arapiles unas pocas semanas más
tarde, cuenta en su diario:

quot;Vi una larga línea de buitres en el campo de batalla; estos pájaros de mal agüero se posaban erguidamente, y a distancia se
podían confundir con un regimiento formado en una sola línea. Era un lugar magnífico para ellos; los cuerpos de hombres y
caballos, que se habían intentado incinerar, estaban amontonados por todas partes, medio quemados. Después de la batalla se
amontonaron juntos los restos de los animales y soldados y se cubrieron con ramas tan verdes que no hicieron un fuego capaz de
convertir en cenizas todo aquello. Había un hedor insoportable y la escena era repugnante. Un gran número de cerdos, traídos
por los campesinos, deambulaban por la zona y compartían el festejo con los buitres.quot;

Tres días después de la batalla el sargento Richard Davey, de los conductores de la Artillería Real Británica, escribió
a su mujer e hijos:

quot;La lucha empezó a ser muy violenta. Como los cañones se disparaban sin parar, decidí llevar más munición al frente y lo que vi
fue horrible: el campo estaba plagado de cabezas, brazos, piernas, caballos. Los heridos chillaban y sangraban, las mujeres
gritaban y lloraban por sus maridos muertos, los cañones rugían y las balas volaban por encima de nuestras cabezas pero Dios
cuidó de mí una vez más.quot;

La descripción de Davey nos recuerda que incluso una victoria rápida y decisiva como la de Salamanca implicaba
una lucha brutal, salvaje y horrible. Los soldados lo sabían muy bien, pero bien se cuidaban de comentarlo en sus
misivas para no preocupar a sus seres queridos, por lo que esta carta puede considerarse una excepción.

Cuando la batalla terminó los soldados británicos estaban agotados pero al mismo tiempo estimulados por la victoria:
el capitán Tomkinson dice de los hombres de la Sexta división quot;estaban tan cansados que les hicieron detenerse
porque no hubieran podido ir más lejos, pero aún así se pasaron toda la noche hablando de la batalla, contándose
las anécdotas de la jornadaquot;.

La vida de un soldado de la época no se caracterizaba por ser precisamente escrupulosa, y el soldado Wheeler no
se avergüenza de contar que la noche después de la batalla él y sus camaradas recogieron todos los cadáveres a su
alrededor e hicieron una especie de pared para protegerse del viento con ellos. Dice que hicieron esto para no
resfriarse ya que estaban cubiertos de sudor.

El sargento Douglas de los Royal Scots nos habla de los problemas de intendencia después del combate:

quot;Pasamos la noche en el terreno que el enemigo había ocupado durante la batalla. Los hombres que enviamos a por agua
tuvieron que andar cinco millas hasta que la encontraron, y cuando lo hicieron, estaba tan verde como la que puedes ver en una
charca estancada en pleno verano. Sin embargo nos la bebimos con sumo placer. Lo único que mi compañero y yo pudimos
saquear fue una pierna de cordero que encontramos en la mochila de un francés.quot;

La sed después de una batalla era horrible ya que además del calor, el humo causado por los mosquetes y el tener
que abrir los cartuchos con los dientes producían una intensa sequedad de boca. El teniente Grattam del 88º
recordaba que las partidas que se enviaron a por agua todavía no habían vuelto a las dos de la mañana cuando los
hombres se despertaron al oír llegar a unas mulas que transportaban ron. Inevitablemente, los hombres muertos de
sed se bebieron todo el ron por lo que muchos causaron baja por la deshidratación aumentada por la ingesta de
alcohol.

El soldado Green del 68º nos habla de otro aspecto típico después de la batalla: el saqueo. Hay que aclarar aquí que
al ejército británico le seguía una enorme procesión de personas: esposas (muchos soldados se casaban con
portuguesas o españolas que encontraban por el camino e incluso algunas esposas embarcaban con el ejército en
Inglaterra), prostitutas, ladrones y pícaros de todo tipo, comerciantes y artesanos etc.

quot;Acampamos en una parte del terreno donde la lucha había sido feroz. Había muertos y moribundos por todas partes.
Inmediatamente enviamos a seis hombres de cada compañía para recoger a los heridos y enviarlos a un pequeño pueblo donde
los cirujanos habían montado un pequeño hospital en la iglesia. Era horrible el sonido de los lloros y quejidos de los
moribundos cuyo sufrimiento se veía aumentado por los saqueadores portugueses que les desnudaban para quedarse con sus
ropas. Recogimos a un pobre francés al que un portugués sin escrúpulos había desnudado completamente y lo llevamos al
hospital.quot;

El teniente Frederic Monro, que se habían incorporado al ejército sólo unas semanas antes, se quedó aterrado ante
lo que vio y también culpa a los portugueses:

quot;Me encontraba rodeado de muertos y moribundos desnudos. Esos malditos demonios en forma mortal, los crueles y cobardes
portugueses que seguían al ejército les habían quitado hasta la ropaquot;.

Pero no solamente los portugueses saqueaban a los muertos: T. H. Browne escribe sobre las viudas de los soldados
británicos, que a pesar de las órdenes y de los sufrimientos que tenían que pasar, habían insistido en seguir al
ejército:

quot;Toda idea de moralidad o decencia había desaparecido. El saqueo y el libertinaje eran sus únicos objetivos. Los soldados
apreciaban a sus mujeres en proporción a su dedicación a estos vicios. En cuanto acababa el combate, estas arpías cubrían el
campo de batalla, saqueando a los enemigos y a nuestros soldados por igual. Muchos heridos eran asesinados para acallar sus
quejas. Se dice que al mayor Offley del 23º regimiento le cortaron la garganta unas mujeres para robarle unas monedas.quot;

En realidad no eran los portugueses los únicos que saqueaban a los muertos y heridos, hay evidencias abundantes,
de ésta y otras batallas, de que muchos soldados de todas las nacionalidades recorrían el campo de batalla en
busca de botín. Es éste un asunto por el que se puede sentir indignación o repugnancia en el confortable espacio de
la habitación donde tienes tu ordenador pero que se justifica en cierto modo si hacemos un análisis un poco más
profundo. Solamente alguien que no comprendiera lo que era la guerra en aquella época culparía a los hambrientos,
sedientos soldados por robar las cantimploras o comida de los muertos, ya fueran compañeros o enemigos, al final
de un día en el que las provisiones podían tardar horas en llegar si es que llegaban. ¿Sería realista esperar que
dejaran el dinero en los bolsillos de un muerto? Ciertamente hay una gran diferencia entre usar la cantimplora de un
compañero caído y recorrer el campo por la noche, desnudando a los heridos y asesinando a los que se resistían
pero nosotros no hemos vivido ni, con suerte, viviremos nada como una batalla napoleónica y por eso es mejor que
lo dejemos estar.
Después de estos horrores es agradable recordar que muchos soldados cuentan cómo los habitantes de Salamanca
se acercaron al campo de batalla para regalar fruta fresca y agua a los soldados victoriosos. Una vez que vaciaron
sus carros cargaron en ellos a los heridos que dejaron en los hospitales o se llevaron a sus propias casas para
curarlos.

Las estadísticas son inciertas pero parece probable que en Los Arapiles murieran unos 2000 hombres y que
aproximadamente 12.000 o 13.000 fueran heridos. Unos 5000 o 6000 franceses heridos se las arreglaron para huir
con su ejército, dejando detrás unos 8000 heridos de todas las nacionalidades para que les atendieran en
Salamanca o en los pueblos cercanos.



Consecuencias

La batalla de Los Arapiles tuvo como consecuencias inmediatas que el rey José Bonaparte, que acudía en tardío
auxilio de Marmont, se volviera a Madrid; que Soult levantara el sitio de Cádiz; que el 10 de agosto el rey intruso
abandonara la capital y marchara a Valencia a donde llegó el día 31, y que los aliados entraran el 12 de agosto en
Madrid, cuya guarnición capituló el 14, entregando gran cantidad de armas y municiones y ciento ochenta piezas de
artillería.

Sin embargo el victorioso año de 1812 no terminó bien para los aliados ya que tuvieron que retirarse de nuevo hacia
la frontera portuguesa en los alrededores de Ciudad Rodrigo. En octubre de 1812 Wellington fracasó en el asedio a
Burgos, su único desastre real en esta guerra, y se produjo una retirada que algunos describen como más caótica
incluso que la de Moore en 1808-1809 hacia La Coruña.

En la primavera de 1813 el ejército aliado ya estaba recuperado y reforzado con soldados recién llegados de
Inglaterra por lo que estaba preparado de nuevo para avanzar una vez más por la Península, pero esta vez hasta la
frontera francesa, sin retirada, victorioso y derrocando al invencible Napoleón. Quizás el futuro de Europa cambió
porque miles de hombres murieron en las estepas rusas y en el campo de Salamanca en 1812.

No obstante, cien años después Europa entera volvía a estar empapada en sangre.
El campo de batalla hoy

El campo de batalla de los Arapiles es uno de los mejor conservados de las guerras napoleónicas. Wellington lo
reconocería inmediatamente si pudiera verlo en pleno año 2008. Está situado a unos 6 km al sur de Salamanca y su
centro es el pequeño pueblo de Arapiles. Este pueblo estuvo en poder de las compañías ligeras de los Coldstream y
del 3º de Foot Guards, y aunque los franceses lograron acercarse a las afueras del pueblo, éste fue posesión
británica durante toda la batalla. Lo que más llama la atención en el campo de batalla es, desde luego, los Arapiles,
dos colinas de forma peculiar y que parece que han caído del cielo. Es bastante fácil ascender al Arapil Chico, que
estuvo en manos de los hombres de Wellington durante la batalla, y desde su cumbre, si miramos hacia el norte,
detrás de la colina, podemos imaginarnos cual era la posición inicial de los dos ejércitos que se extendía de norte a
sur.

Desde el Arapil Chico y mirando hacia el este podemos ver la pequeña ermita donde se produjo la primera
escaramuza de la batalla. Es lo que se conoce como la Peña de Calvarrasa de Arriba, un lugar fantástico para
observar el perfil de los dos Arapiles y que es especialmente bonito cuando los campos de trigo están verdes en
primavera. Para llegar a él lo mejor es coger desde Salamanca la carretera de Alba de Tormes y al llegar a
Calvarrasa coger un camino que sale a la derecha nada más entrar en el pueblo.

Cruzando el valle se encuentra el Arapil Grande, que fue ocupado por Marmont durante la batalla, y lejos, hacia al
oeste del Arapil Chico, está el pueblo de Arapiles con el Teso de San Miguel detrás de él. Desde este alto Wellington
observó los primeros movimientos de la batalla. Mirando más lejos hacia el oeste desde el Arapil Chico, cruzando la
carretera nacional en dirección a Béjar (N630) podemos ver el pueblo de Miranda de Azán, que se encuentra a 1 km
de esta carretera. Lo mejor es que empecemos nuestro recorrido en este lugar, porque es aquí donde la Tercera
división de Pakenham se encontró con las tropas de Thomières. Es posible seguir la ruta de Pakenham a lo largo del
camino que va de Aldeatejada a Miranda aunque los bosques que ocultaron a Pakenham de los franceses ya no
existen. Las laderas por las que marchó la Tercera división están tal cual estaban en 1812.

Desde Miranda de Azán dirígete a Arapiles y coge un camino que sale en dirección sur desde el pueblo hacia la
ladera por la que comenzó el ataque de la Quinta división de Leith. Desde lo alto puedes mirar abajo hacia el valle e
imaginarte a la división de Maucune con la división de Clausel a su derecha, y a la caballería de Le Marchant
comenzando su carga desde detrás del pueblo de Arapiles. Desde aquí vuelve hacia el pueblo, gira a la derecha en
dirección este y camina hacia el Arapil Grande primero por la carretera asfaltada y después por un camino de tierra a
la derecha. Es una subida más empinada que la del Arapil Chico pero desde aquí podrás observar la ciudad de
Salamanca y el área donde las divisiones de Wellington estaban formadas en reserva.

Mirando hacia el oeste desde el Arapil Grande, es fácil seguir los ataques que hicieron Leith y Le Marchant, y
apreciar la gran distancia que los derrotados soldados de Thomières tuvieron que recorrer antes de llegar al amparo
del bosque de encinas que se extiende hacia el sureste del campo de batalla. También es fácil seguir el ataque de la
Cuarta división de Cole, cuyos batallones avanzaron por el terreno que hay entre el Arapil Chico y el pueblo de
Arapiles. Siguiendo con la vista un pequeño riachuelo podemos ver la posición que ocupaba la brigada de Stubb
cuando atacó. Mientras Cole avanzaba, Pack lanzó a su brigada portuguesa como apoyo, haciéndola subir por las
laderas del Arapil Grande que también se mantienen como entonces. La cornisa rocosa que hizo que los soldados
tuvieran que soltar sus mosquetes para superarla es fácilmente perceptible.

La victoria de Wellington se produjo gracias a la aparición de la Sexta división de Clinton avanzando desde detrás
del Teso de San Miguel. Lejos, hacia el sureste, se encuentra el bosque de encinas por donde los franceses se
retiraron. El bosque es menos espeso ahora y la altura desde donde los hombres de Ferey dispararon por encima de
las cabezas de sus compañeros es claramente visible.

El puente de Alba de Tormes por el que cruzaron los franceses en retirada todavía está en perfecto estado.
Cruzando este puente y dirigiéndose hacia el este está el pueblo de Garcihernández que está dominado por las
alturas de La Serna. Podemos observar como tres desfiladeros, todos con carreteras que pasan por su parte
superior, así que es difícil marcar el punto exacto en el que los jinetes de Bock rompieron los cuadros de la infantería
de Foy.

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La Batalla De Los Arapiles

  • 1. LA BATALLA DE LOS ARAPILES Guerra de la Independencia fue un terrible conflicto que asoló la península Ibérica de 1808 a 1814. La batalla de La Los Arapiles o de Salamanca, librada el 22 de julio de 1812, fue uno de sus episodios más destacados, ya que se saldó con la absoluta derrota del ejército francés al mando del mariscal Marmont. La batalla de Los Arapiles privó a los franceses de las bases y los arsenales que necesitaban para llevar a cabo la invasión de Portugal, imprescindible para librarse de la constante amenaza que constitura el ejército aliado comandado por Wellington. Además, la derrota francesa en Salamanca en 1812 marcará, junto con la desastrosa campaña de Rusia de ese mismo año, el principio del fin de la Europa napoleónica. ORDEN DE BATALLA Los ejércitos acampados en las márgenes del Tormes en la noche del 21 de julio de 1812 tenían más o menos la misma fuerza en número de hombres. El ejército aliado era un poco mayor: 51.900 oficiales y soldados. De esta cifra total deberíamos descontar unos 1200 hombres ya sea por las bajas que se produjeron en los combates del día 18 o a causa de las largas y calurosas marchas que se hicieron en los días previos a la batalla. El número total de verdaderos combatientes es muy difícil de calcular ya que también habría que descontar a los músicos, los herradores de caballos, y otros hombres que se limitaban a desempeñar un oficio dentro del ejército y no entraban en combate. El ejército francés era un poco más pequeño, con unos 47.000 hombres más o menos en la mañana del día 22 de julio. También deberíamos descontar aquí a los que causaron baja a causa de las duras marchas o que fueron heridos o muertos en los combates en el Guareña. La infantería era el cuerpo dominante en ambos bandos, a diferencia de lo que ocurría en las batallas de Napoleón en centro Europa en las que la caballería formaba el 15% de un ejército, pero en la Península las condiciones eran particularmente duras para los caballos. Marmont tenía 78 cañones mientras que Wellington tenía 62 entre los que se incluía una batería española. En todo caso ambos lados estaban cortos de artillería para lo habitual en las batallas napoleónicas. La caballería aliada era claramente superior ya que no estaba muy castigada y contaba con cinco regimientos de dragones pesados, cuyo propósito principal era lanzar poderosas cargas durante la batalla. Su valor se iba a demostrar claramente en el ala derecha aliada. En cambio la caballería francesa estaba formada por una mezcla de dragones y caballería ligera, en general buenos jinetes, capaces de hacer un buen servicio durante una batalla si surgía una oportunidad favorable, pero con poca capacidad de crear verdaderas oportunidades ofensivas por sí mismos. Esta falta de caballería inquietaba mucho a los franceses, por lo que podemos leer en las memorias de los combatientes, donde incluso se apunta que los caballos franceses no tenían el suficiente entrenamiento para moverse en un caótico campo de batalla. La diferencia en la cantidad y calidad de las infanterías no era tan marcada. Marmont tenía una fuerza nacional homogénea, sin una cantidad significativa de elementos foráneos. Wellington tenía un ejército mixto: no solamente había tropas británicas, portuguesas y españolas, sino que el elemento británico también incluía los regimientos alemanes de la Legión Alemana del Rey, generalmente muy buenas tropas, y dos regimientos de extranjeros, los Brunswick Oels y los Chasseurs Britanniques, que inspiraban menos confianza. Las tropas genuinamente británicas formaban menos de la mitad del ejército, los portugueses eran algo así como un tercio, mientras que había más alemanes que españoles en el campo de batalla. Si exceptuamos a la pequeña fuerza española (unos 3360 hombres), que además no desempeñó un papel importante en la batalla, el resto de la tropa ya había combatido duramente y con éxito bajo el mando de Wellington. Los portugueses, que normalmente eran tachados de cobardes por los británicos, combatieron como cualquiera de las mejores tropas de Wellington. La mayoría de los hombres de Marmont eran veteranos pero ya no eran las tropas victoriosas de Austerlitz. De sus veintinueve regimientos de infantería solamente dos habían estado presentes en la suprema victoria de Napoleón (el 17º de infantería ligera de la división de Taupin y el 36º de línea de la división de Sarrut). El ejército de Marmont estaba organizado en ocho divisiones de infantería y dos de caballería. Cada división de infantería estaba dividida en una clara jerarquía de brigadas, regimientos, y batallones: dos brigadas para cada división, uno o dos regimientos para cada brigada y dos o tres batallones para cada regimiento. En total había 29 regimientos y 73 batallones de infantería, teniendo cada batallón una media de 568 hombres incluyendo oficiales. Las divisiones más fuertes eran las de Clausel (6562 hombres) y Bonnet (6521 hombres); las más débiles las de Thomières (4543) y Taupin (4558 hombres). Estos totales incluyen la artillería que en cada división normalmente estaba compuesta por 200 hombres. Los regimientos de la división de Thomières tenían veteranos con muy buena reputación, habían combatido contra los austriacos en 1809, incluido en Wagram.
  • 2. EL CAMPO DE BATALLA El terreno al sur de la ciudad de Salamanca es campo abierto, sin obstáculos de importancia, por tanto estamos hablando de un terreno muy adecuado para el movimiento de tropas. Es un terreno ligeramente ondulado que permite que masas de hombres se mantengan escondidas en las laderas ocultas de las pequeñas colinas. Dos aisladas colinas de cima plana, el Arapil Chico y el Arapil Grande, son una excepción en el conjunto del terreno. Destacan descaradamente más o menos en el centro del campo de batalla, con algún extremo rocoso y con un perfil que se observa a distancia. El Arapil Grande tiene unos 360 m de longitud con una cumbre estrecha y plana. Los extremos son rocosos e inaccesibles pero las laderas, aunque inclinadas, se pueden escalar más fácilmente. El Arapil Chico se alza a unos 800 m al norte del Arapil Grande y está más cercano a Salamanca. Es más pequeño, más redondeado y ligeramente más bajo. A una milla hacia el oeste del Arapil Chico se encuentra el pueblo de Arapiles, en el que se iba a desarrollar parte de la lucha. El terreno al norte del pueblo se eleva formando la colina denominada Teso de San Miguel que llena parte del vacío que hay entre el Arapil Chico y Arapiles. Al sur del pueblo de Arapiles hay una ancha extensión de terreno elevado que va de este a oeste ocupando unos 3 km y que se conoce como el Monte de Azán. Continuando hacia el oeste, el lejano extremo del Monte de Azán termina en una pronunciada elevación conocida como el Pico de Miranda. El pueblo de Miranda de Azán está muy cerca hacia el suroeste. Hacia el sur el terreno es más irregular y parcialmente boscoso. Un extenso bosque de encinas se extiende desde el sur del Arapil Grande hasta Alba de Tormes. El extremo del bosque próximo al Arapil Grande presenta una ligera elevación conocida por El Sierro que desempeñó un papel fundamental hacia el final de la batalla.
  • 3. MANIOBRAS PRELIMINARES Y PRIMERAS ESCARAMUZAS Una hora antes del amanecer del 22 de julio de 1812 los 100.00 hombres y diez mil caballos de los dos ejércitos estaban completamente empapados por causa de la tormenta que les había azotado durante toda la noche. Como los contendientes se encontraban muy cerca el uno del otro tomaron las armas antes de que amaneciera, como precaución ante un posible ataque sorpresa al romper el día. La posición aliada se extendía desde el río Tormes en Santa Marta, siendo este su flanco izquierdo, a lo largo de una cadena de pequeñas alturas en dirección al Arapil Chico. La caballería de D'Urban y la Tercera División de Pakenham se encontraban vigilando los vados del río Tormes en Cabrerizos. Marmont ocupaba también una amplia franja de terreno frente a los aliados, extendiéndose desde el Tormes a la altura de Huerta en el flanco derecho, hasta Calvarrasa de Arriba en el izquierdo. Como no parecía que se fuera a producir un ataque, y ya comenzaba a salir el sol, los soldados se dispusieron a limpiar sus armas y a preparar el desayuno, previa búsqueda de leña y agua. En ese momento Wellington estaba planteándose la posibilidad de retirarse hacia Ciudad Rodrigo, medida que se resistía a tomar ya que el enemigo estaba en inferioridad numérica y, además, el hecho de renunciar a Salamanca después de lo sufrido en los fuertes no resultaba en absoluto atractivo ni para sus oficiales ni para sus hombres. Al final la autoridad y determinación de Wellington se impusieron y el bagaje del ejército (equipajes de los oficiales, utensilios, etc.), escoltado por un regimiento de dragones portugueses, emprendió el camino de Ciudad Rodrigo. Mientras tanto en la ciudad la población salmantina estaba dividida entre los que temían la vuelta de los franceses por haber recibido demasiado efusivamente a los británicos y los pocos que preferían la humillante pero en general pacífica y rentable presencia francesa. La escaramuza de Nuestra Señora de la Peña Con las primeras luces del día 22 de julio, las patrullas de la división de Foy, la unidad más avanzada del ejército francés, llegaron al pueblo de Calvarrasa de Arriba. Marmont se le unió enseguida, ocupando las tropas ligeras la formidable posición de los altos de Calvarrasa, una cadena de riscos elevados unos diez metros sobre un valle que se extiende hacia el oeste. La aislada ermita de Nuestra Señora de la Peña está construida en un amplio escalón del terreno antes de llegar al punto más alto. Fluyendo hacia el norte y bajo esos altos se encuentra el pequeño arroyo de Pelagarcía. En las alturas cercanas a la ermita los franceses se encontraron con los puestos avanzados aliados, formados por la infantería ligera de los Brunswick Oels de la Séptima División de Hope, y entonces comenzó la primera escaramuza de la Batalla. Los Brunswickers eran soldados francotiradores alemanes conocidos por su afición a comerse los perros que encontraban, tendencia gastronómica que les empujó a comerse a la mascota del 95 de Rifles en un despiste de éstos últimos. Ambos comandantes decidieron reforzar a los contendientes, enviando Wellington al 4º de Caçadores de la Brigada Independiente de Pack y al 68 de infantería de la Séptima División. Mientras tanto la escaramuza se había extendido hacia el norte a lo largo de las orillas del arroyo de Pelagarcía donde los fusileros de la Legión Alemana del Rey entraron en acción apoyados por las avanzadas de la caballería británica. Esta escaramuza duró toda la mañana y parte de la tarde. Los aliados mantuvieron el control de la ermita pero no fueron capaces de expulsar a los franceses más allá y éste fue un terreno disputado a lo largo de toda la batalla. Más al norte, la escaramuza entre los franceses y la caballería aliada no era muy dura, aunque la aparición de los dragones de Boyer hizo que la caballería aliada se retirase, no volviendo a ocupar la posición inicial hasta que la caballería pesada de Le Marchant vino en su ayuda. Pero en el fondo todo esto no era más que un intercambio de amenazas y disparos lejanos sin incidencia generalizada. Lo que los comandantes podían ver Mientras la infantería ligera comenzaba la escaramuza, Marmont examinaba las líneas aliadas. Delante de él veía una parte de la Séptima División y la brigada de Pack, que ocupaban la línea de colinas en la parte opuesta del valle del Pelagarcía, a menos de ochocientos metros hacia el oeste. En la distancia podía ver que algunas tropas aliadas (la tercera División de Pakenham y los dragones portugueses de D'Urban todavía estaban en la posición de San Cristóbal en la orilla norte del Tormes. También podía ver movimientos a lo lejos, cerca de Salamanca, era el bagaje pesado del ejército aliado que se estaba empezando a retirar por el camino de Ciudad Rodrigo. El resto del ejército aliado estaba escondido aunque muy cerca, en el terreno bajo que hay detrás de Pack y la Séptima División. En general el ejército aliado ocupaba una línea que iba de norte a sur, de cara hacia el este, aunque algunas unidades se encontraban más apartadas detrás.
  • 4. La visión de Wellington también estaba restringida por el terreno. Wellington acompañaba a la Séptima División en las colinas enfrente de Marmont y los dos comandantes podían verse claramente el uno al otro. La división de Foy y las tropas enfrentadas en la ermita eran perfectamente visibles y Wellington además sabía que la división de Sarrut todavía tenía que cruzar el Tormes, pero el resto del ejército francés estaba escondido por el quebrado y boscoso terreno que había entre Foy y el río Tormes. Marmont se mueve formando un semicírculo hacia el sur y, luego al oeste Resistiendo a la tentación de atacar frontalmente al ejército aliado, Marmont dio órdenes de continuar con el movimiento de los días anteriores que pretendía envolver el flanco derecho aliado extendiendo su propio flanco izquierdo a unos 3 km escasos del ejército enemigo. En la práctica esto significaba traer a la división de Sarrut desde el otro lado del Tormes mientras que el resto de las divisiones se movían hacia el sur y luego al oeste en un semicírculo rodeando la posición de Wellington y siguiendo el lindero del bosque con la división de Bonnet al frente. Bonnet se dirige hacia el Arapil Grande El objetivo inmediato de Bonnet era tomar el Arapil Grande ya que podía constituir un fuerte punto alrededor del cual todo el ejército francés podría pivotar como una puerta sobre sus bisagras. La posesión del Arapil Grande protegería el flanco de la marcha francesa mientras que si los aliados lo tomaban, el ejército francés tendría que describir un arco más amplio en su marcha, posiblemente con El Sierro guardando su flanco. No solamente tendrían los franceses que marchar más lejos sino que tendrían que moverse a través del bosque en vez de bordearlo, lo que retrasaría considerablemente su marcha en intento de envolver al ejército aliado. Posición aliada a primeras horas de la mañana Los aliados habían ocupado el Arapil Chico con un destacamento de la Cuarta División de Cole en las primeras horas de la mañana. Con las difusas luces del alba, Wellington no se dio cuenta de la importancia estratégica del Arapil Grande. Solamente cuando vio a las tropas francesas avanzando hacia él, Wellington reaccionó enviando al 7º de Caçadores portugueses de la Cuarta División para evitar su captura. Los franceses abrieron fuego primero, los Caçadores, sorprendidos, incluso puede que confundieran a los franceses que se dirigían al Arapil Grande con españoles, se vinieron abajo y se retiraron. Ambos bandos consolidaron ahora sus nuevas posiciones. El Arapil Chico era defendido por la Brigada de William Anson de la Cuarta División con el III/27 sobre la cumbre, junto dos cañones de nueve libras de la batería Sympher de la Legión Alemana del Rey. El resto de la División Cuarta de Cole ocupaba la colina situada detrás del pueblo de los Arapiles con la brigada de Pack ocupando el espacio entre las dos alturas. La línea aliada formaba ahora casi un ángulo recto con el Arapil chico en el vértice. Probablemente a esta hora, o quizás un poco más tarde, Wellington ordenó a la Tercera División de Pakenham y a la caballería de D'Urban que cruzaran el Tormes y se reunieran en el pueblo de Aldeatejada a unos 6 km al noroeste de Los Arapiles. Esto estaba lejos de la línea aliada pero en esta posición estaban muy bien situados para apoyar una posible retirada. Posición francesa a primera hora de la mañana Bonnet ocupaba el Arapil con el 12º de infantería en línea, manteniendo el resto de sus regimientos un poco en retaguardia como apoyo y a la vez protegidos del fuego aliado por la colina. Los franceses decidieron subir varios cañones al Arapil Grande. Como los caballos no podían subirlos, desmontaron los cañones de sus cureñas y los granaderos los tuvieron que subir a hombros por la empinada pendiente. La aproximación al Arapil Grande debe hacerse necesariamente a campo abierto por lo que se podía barrer a las tropas atacantes con fuego de esa artillería. Además, las baterías sobre el Arapil estaban protegidas de la caballería aliada y podían perfectamente bombardear al ejército inglés que estaba sobre el Arapil Chico. Marmont se unió a Bonnet en el Arapil Chico. Desde lo alto del Arapil Grande da la sensación de que se domina todo el terreno pero nada más lejos de la realidad ya que las ondulaciones del terreno son suficientes para esconder todo un ejército, como así hizo Wellington. Aunque de todas formas, y a pesar de la lluvia del día anterior, las tropas empezaban a levantar nubes de polvo. Incluso viendo esto Marmont decidió seguir con su movimiento envolvente, aunque con considerables precauciones, dada la cercanía de los dos ejércitos. Foy permaneció en Calvarrasa de Arriba donde ocupaba una fuerte posición guardando el flanco derecho y la retaguardia del ejército, con la división de Ferey y los dragones de Boyer como apoyo. La División de Sarrut, que acababa de de cruzar el Tormes, también se unió a Foy por lo que Marmont estaba muy bien posicionado en el caso de que Wellington decidiera emprender una ofensiva. Otro bastión de fuerza era la División de Bonnet manteniendo el Arapil Grande bajo cuya protección Marmont fue gradualmente moviendo sus divisiones hacia el suroeste a lo largo del bosque detrás del Arapil Grande y por la franja de terreno que forma El Sierro. Marmont estableció inmediatamente una poderosa batería de veinte cañones sobre El Sierro para proteger a las unidades que emergían del bosque y se reorganizaban.
  • 5. Wellington veía estas maniobras francesas con preocupación ya que si Marmont seguía envolviendo su flanco pronto se vería forzado a retirarse, siendo ésta una operación muy delicada y llena de riesgos teniendo en cuenta la posesión francesa del Arapil Grande y la proximidad de los dos ejércitos. Movimientos de los aliados y ataque cancelado Wellington contestó a los movimientos franceses con los suyos propios. La Primera División de Campbell se dirigió a apoyar a la Cuarta de Cole y a Pack, formando una línea que iba desde el Arapil Chico hasta el pueblo de los Arapiles. La mayoría de la brigada de caballería de Alten, bajo el mando de Arentschild, había sido transferida desde la lejana ala izquierda a la derecha del ejército donde se desplegó formando al flanco de la infantería que estaba más allá del pueblo de Arapiles. Pero éstos eran simples movimientos de precaución y no despejaban la necesidad de una posible retirada que Wellington quería evitar. A última hora de la mañana, sobre las 11 o las 12, Wellington estuvo a punto de atacar a los franceses que estaban sobre el Arapil Grande. Incluso mandó a la Primera División avanzar, ocupando la brigada de British Guards el pueblo de Arapiles pero al final el ataque fue cancelado y las tropas se retiraron dejando solamente a las compañías ligeras de los Guards para defender el pueblo. Fue Beresford quien aconsejó a Wellington la cancelación del ataque ya que previamente había estado reconociendo las posiciones francesas y había visto la acumulación de fuerzas en la retaguardia. Wellington se reorganiza para repeler un posible ataque Entonces Wellington decidió prepararse ante un posible ataque francés: una de las primeras medidas que tomó fue retirar los dos cañones de la batería Sympher del Arapil Chico sustituyéndolos por dos cañones de seis libras de la batería de artillería montada asignada a la Séptima División. Esta batería estaba mandada por el capitán Dyneley. Más tarde a esos cañones se les unieron otros cuatro, y juntos, respondieron al cañoneo francés procedente del Arapil Grande. Marmont sigue con su movimiento en el ala izquierda Marmont observó los preparativos de Wellington para el ataque y se envalentonó mucho cuando vio que se cancelaba. Ahora estaba seguro de que Wellington se retiraba, lo que se vio confirmado por el hecho de ver tropas aliadas moviéndose hacia el oeste en la retaguardia aliada y quizás también por el polvo levantado por la división de Pack y la caballería de D'Urban cuando se movían hacia Aldeatejada. Pero Marmont no se precipitó, no iba atacar en tanto no estuviera seguro de que el grueso del ejército aliado se retiraba, y mientras tanto decidió extender su ala izquierda hacia el Monte de Azán, así continuando con su intento de flanquear y amenazar las comunicaciones aliadas tal y como había hecho con éxito en los días anteriores. Marmont probablemente dio estas órdenes a eso de la una o dos de la tarde, una hora o dos después de que Wellington cancelara su ataque. Maucune, que dirigía la división de vanguardia en el ala izquierda francesa, avanzaría sobre el monte de Azán con la caballería ligera de Curto actuando de pantalla de protección sobre su flanco. Estaría apoyado por varias baterías de artillería de la Séptima División de Thomières, mientras que Clausel, con la Segunda División, estaría en reserva y la Sexta de Taupin ocuparía la franja de terreno elevada de El Sierro en la retaguardia. Parece que Clausel y Taupin se quedaron rezagados, probablemente se habían visto retrasados dada la dificultad de la marcha por el bosque de encinas, o quizás es que Clausel estaba esperando al 27º de infantería en línea que había salido de Alba de Tormes una hora antes. Al mismo tiempo Marmont ordenaba a Boyer que dejara uno de sus regimientos de dragones para proteger el flaco derecho de Foy y traer al resto de sus tres regimientos de caballería hacia el centro del ejército. Finalmente destacó al 122º de infantería de línea de la División de Bonnet para ocupar una ligera elevación a mitad de camino entre el Arapil Grande y el Monte de Azán. Este movimiento entrañaba cierto riesgo ya que el ejército de Marmont se estaba extendiendo en un ancho arco de unos 8 km, con el ejército aliado concentrado dentro del arco. El Monte de Azán se encuentra enclavado en campo abierto y ligeramente elevado, es un terreno que no tiene nada que ver con la fuerte posición defensiva que ocupaba Foy en los altos de Calvarrasa y además hay que tener en cuenta que maniobrar tan cerca del enemigo es siempre arriesgado. El avance de Maucune estaba cubierto por la caballería ligera de Curto que pronto entabló una escaramuza con los húsares alemanes y el 14 de dragones ligeros de la brigada de Alten. Maucune ataca el pueblo de Arapiles, se retira y sigue hacia el oeste
  • 6. En sus memorias Marmont afirma que ordenó a Maucune ocupar solamente el extremo cercano al monte de Azán pero que la impetuosidad de Maucune le lanzó precipitadamente hacia delante, atacando con su infantería ligera a las tropas aliadas que estaban defendiendo el pueblo Arapiles. Las cosas empezaban a pintar mal para los franceses. La División de Maucune se había lanzado demasiado lejos hacia delante y demasiado cerca de las posiciones aliadas sin tener el apoyo adecuado. Había un hueco de casi 1,6 km entre el flanco derecho de Maucune y el Arapil Grande, que el 122º de infantería en línea no podía cubrir. El pueblo de Arapiles estaba defendido por las compañías ligeras de los British Guards pertenecientes a Primera División y la brigada de fusileros de la Cuarta División junto a la compañía de los Brunswick Oels asignada a los Fusileros. Los franceses abandonaron el ataque al pueblo dada la fuerte resistencia aliada y la repentina aparición de la Quinta División de Leith al norte y al oeste del pueblo. Maucune abandonó el ataque y siguió avanzando hacia el oeste. Wellington transfiere más fuerzas a su flanco derecho Wellington observaba el ataque francés pensando que podía ser el ataque definitivo que le permitiría combatir en su tan apreciada posición defensiva. Respondió a la repentina aparición de Maucune sobre el Arapil Grande continuando con una transferencia de fuerzas de la izquierda a la derecha. La Quinta División fue enviada a la línea del frente junto a la Cuarta, extendiendo la línea hacia el oeste desde detrás del pueblo. La Primera División, excepto las compañías ligeras que estaban en Arapiles, se concentró detrás del Arapil Chico con la Sexta División a su derecha en disposición de apoyar a la Cuarta. Un poco después retiraría a la Séptima del lado izquierdo y la haría formar detrás de la Quinta en el lado derecho, dejando solamente a la División Ligera, a los dragones pesados de la brigada de Bock y algo de caballería ligera frente a Foy en el ala izquierda. La brigada portuguesa de Bradford, la División española de Carlos España, la brigada de Le Marchant de caballería pesada y la caballería ligera de Anson estaban en la reserva, probablemente cerca del pueblo de Las Torres. Finalmente la Tercera División de Pakenham y los dragones de D'Urban habían casi completado su marcha y se aproximaban a Aldeatejada. Los franceses cañonean a las divisiones Cuarta y Quinta Mientras tanto Maucune estableció una batería de veinte cañones sobre el Monte de Azán, y ésta, combinada con la artillería situada sobre el Arapil Grande abrieron fuego contra la línea aliada. La Cuarta División estaba protegida por la mole del Arapil Chico y sufrió relativamente poco pero el terreno situado al oeste de Arapiles, donde estaba formada en línea la Quinta División, era campo abierto, lo que hizo que esta división tuviera que sufrir estoicamente el bombardeo que les caía encima. Permanecer pacientemente incluso bajo un cañoneo lejano era una de las tareas más desagradables y exigentes, pero también una de las obligaciones más comunes de las tropas del soldado napoleónico en batalla. Thomiéres adelanta a Maucune y sigue hacia el oeste Este bombardeo debería haber permitido a los franceses consolidar su posición sobre el Monte de Azán y llenar el peligroso espacio vacío de sus líneas entre Maucune y Bonnet. En lugar de esto la inconsistente extensión hacia la izquierda se amplió, lo que resultó desastroso para el ejército francés. Por razones que no están claras, la División de Thomières, que se debía haber quedado detrás de Maucune, avanzó hacia el oeste por el Monte de Azán, convirtiéndose en este modo en la vanguardia del ejército francés por la izquierda. Ni Taupin ni Clausel estaban todavía en posición de de apoyar a Maucune o rellenar el vacío en las líneas a su derecha. En otras palabras, Maucune y Thomières, que ya estaban peligrosamente aislados del resto del ejército, dejaron incluso de apoyarse el uno al otro y se desplegaron en un frente muy amplio, careciendo de profundidad y solidez en las líneas. Marmont es herido y se produce un vacío de poder Marmont se dio cuenta del peligro y envió órdenes urgentes a Sarrut y Ferey para que se desplazaran desde el ala izquierda al centro y para que Taupin avanzara en apoyo de la izquierda en cuanto su división se reorganizara. Luego se dispuso a montar su caballo para supervisar el avance de Thomières en persona y contener su arriesgado avance, pero justo cuando se disponía a montar, aproximadamente entre las 15:30 y las 16:15, fue gravemente herido en el brazo derecho por un proyectil lanzado por las baterías de Dyneley en el Arapil Chico. Se le llevó a la retaguardia, donde los cirujanos pretendieron cortarle el brazo: el se negó y sufrió mucho pero finalmente se recuperó y volvió a luchar para Napoleón en Alemania y Francia en 1813 y 1814. En ausencia de Marmont el mando recaía en Clausel pero cuando los mensajeros alcanzaron a la Segunda División se encontraron con que Clausel también había sido herido. Estos hechos convirtieron a Bonnet en comandante en jefe del ejército francés aunque sólo durante unos instantes porque fue herido gravemente en el muslo. Afortunadamente la herida de Clausel no era muy grave y fue capaz de montar su caballo y dirigirse al Arapil Grande. Pero esta cadena de desgracias dejó al ejército francés sin un mando efectivo durante una hora crucial.
  • 7. Wellington ve la oportunidad En todo caso el daño era prácticamente irreparable si Wellington se daba cuenta de que Marmont, encorajinado por el ataque británico cancelado, se había convencido de que el enemigo se estaba retirando y no teniendo en cuenta la posibilidad ser atacado había hecho avanzar precipitadamente a su ala izquierda, urgiendo a las divisiones a avanzar tan pronto como salían del bosque, sin darles tiempo de reorganizarse. Wellington, que había organizado cuidadosamente a su ejército a lo largo de toda la mañana, vio la oportunidad al ver el ala izquierda francesa extendida y vulnerable. No fue una decisión repentina, veinte años de inteligente experiencia militar y cuidadosa observación estaban detrás de la decisión de cancelar el ataque por la mañana y lanzar un nuevo ataque cuatro horas después. Una vez que Wellington se decidió a atacar, su plan era simple, pero solamente porque sus tropas estaban cuidadosamente desplegadas. Otro general hubiera retirado a su ejército horas antes o hubiera visto en el movimiento hacia la izquierda de Thomières simplemente una amenaza para sus líneas de comunicación y no una oportunidad para atacar. La división de Pakenham, apoyada por los dragones portugueses de D'Urban, avanzaría a cubierto por las ondulaciones del terreno desde su base en Aldeatejada hacia el extremo oeste del Monte Azán y luego se llevarían por delante a los franceses que avanzaban descuidadamente por la meseta. Al mismo tiempo que Pakenham atacaba el flanco izquierdo de Thomières y Maucune, éstos serían atacados en el centro por la caballería aliada de Le Marchant y Anson y por la infantería de la Quinta División de Leith apoyada por la Brigada portuguesa de Bradford, los españoles de Carlos España y la Séptima división. La Cuarta División avanzaría por el centro apoyada por la Sexta División, mientras que la brigada portuguesa de Pack podría amenazar, o si surgiera la oportunidad, atacar el Arapil Grande. La Primera División se quedaría en reserva detrás del Arapil Chico, mientras que a la izquierda la División Ligera y los dragones de Bock contendrían a Foy y al ala derecha francesa. Los ejércitos estaban tan cerca, que si todo iba bien, el ala izquierda francesa sería destruida antes de que sus reservas pudieran ir a apoyarla y por lo tanto el ejército francés quedaría hecho pedazos en esa ala. Era un plan excelente pero quedaba ver cómo funcionaría en la práctica, y sobre todo, cómo el ejército aliado actuaba en su inacostumbrado papel de atacante.
  • 8. Pakenham y Thomières Tan pronto como Wellington se decidió a atacar, se lanzó al galope para dar órdenes a D'Urban y Pakenham de iniciar la batalla. Haciendo esto en persona minimizaba el riesgo de ser malinterpretado, así podía indicar exactamente dónde quería que se produjera el ataque. Pakenham tenía que apoderarse del Pico de Miranda, la altura en el extremo oeste del Monte de Azán, envolviendo el flanco izquierdo francés, y luego debía avanzar a lo largo de la meseta llevándose por delante a la división de Thomières. Los dos regimientos de dragones portugueses de D'Urban, apoyados por el 1º de Húsares de la Legión Alemana del Rey y el 14º de Dragones Ligeros comandados por Arentschild, protegerían el flanco de la infantería del peligro que suponía la caballería de Curto. Al mismo tiempo que Pakenham empujaba a los franceses a lo largo del Monte de Azán, La Quinta División de Leith y la caballería pesada de Le Marchant atacarían a los franceses por el centro cogiéndolos así entre dos fuegos. Pakenham obedeció las órdenes rápidamente. Las pesadas ollas de campaña en las que los soldados estaban cocinando se vaciaron y empaquetaron para que las mulas las llevaran a retaguardia. Los regimientos de infantería desplegaron sus banderas y comprobaron sus mosquetes. Pakenham dispuso su división en cuatro columnas, las dos más exteriores estaban formadas por la caballería de D'Urban, la tercera por las brigadas de Wallace y Power y la cuarta por la brigada de Campbell. La división marchaba en columnas de líneas, una formación que, llegado el momento, les permitiría formar en línea sin necesidad de detenerse. El avance de Pakenham, de unos 4 km, no podía ser visto por los franceses ya que estaba oculto de la vista del enemigo por una larga cadena de colinas cubiertas de bosque. Thomières ignoraba el avance de Pakenham y no tomó la elemental precaución de proteger su columna con la caballería. De hecho, la caballería ligera de Curto que iba con él, marchaba en el centro de la columna en vez de en el flanco o en cabeza. D'Urban se adelantó con dos ayudas de campo y, atisbando a través de unos árboles, vio a la cabeza de la División de Thomières pasar por delante del flanco derecho de la División de Pakenham, que estaba marchando oblicuamente hacia Thomières. D'Urban volvió hacia atrás y, reuniendo a sus tres escuadrones portugueses de caballería, el 11º Portugués y dos escuadrones del 14º de Dragones Ligeros como apoyo, salió de la cobertura que le daban los árboles y cargó sobre la compañía francesa que iba en cabeza. Dos escuadrones de dragones portugueses sufrieron considerablemente a causa del fuego francés, pero el tercer escuadrón, avalanzándose sobre el desordenado flanco izquierdo de la columna francesa, cargó con cierto éxito y acabó con un batallón completo. El ataque hizo que la cabeza de la columna francesa chocara en su retirada con las filas subsiguientes, pero, más significativamente, alertó a Thomières de la peligrosa, por no decir fatal, situación en la que de repente se encontraba. La División de Thomières se extendía unos 3 km hacia el oeste a lo largo de las alturas que terminan en el Pico de Miranda. Su división tenía tres regimientos. El 101º, el 62º y el 1º, con un total de ocho batallones, marchando uno detrás de otro pero con peligrosos intervalos entre ellos. Si la repentina aparición de la caballería de D'Urban en su flanco no fue suficiente para despertar el pánico, a Thomières se le debió helar la sangre cuando vio aparecer a la tercera División de Pakenham, la más temida del ejército de Wellington. Los hombres de Pakenham surgieron de los árboles frente al Pico de Miranda a unos 800 m. El avance oblicuo de los hombres de Pakenham, realizado en tres columnas, les permitió desplegarse sin tener que detenerse. Solamente tenían que irse desplazando hacia la derecha y en pocos momentos habían formado una línea a partir de la columna abierta, con la brigada de Wallace al frente. Tan pronto como Thomières y sus hombres se recuperaron del choque con la caballería aliada, el comandante mandó que se trajeran veinte cañones y que apuntaran hacia el avance de la División de Pakenham. La metralla y las balas empezaron a causar bajas entre los hombres de Pakenham. Al mismo tiempo la caballería de Curto entraba en acción, cargando sobre el flanco derecho de la línea de Pakenham. Afortunadamente los húsares de Arentschild se lanzaron al combate, golpeando duramente a los franceses y haciéndoles retirar sobre sus propias líneas. Fue entonces cuando los escaramuzadores británicos empezaron a subir la colina camino de la cumbre del Pico de Miranda donde se encontraron con una enorme línea de escaramuzadores franceses. Los cañones de Thomières se cobraron muchas víctimas entre la infantería aliada, aunque este fuego de artillería se vio contestado por la batería de Douglas de la Tercera División que empezó a disparar por encima de la colina contra la derecha francesa. Los escaramuzadores franceses se tuvieron que retirar muy tocados, cayendo sobre el grueso de la columna
  • 9. francesa que luchaba por desplegarse sobre la cresta del Pico de Miranda, una tarea que se iba haciendo más difícil según la brigada de Wallace avanzaba con determinación hacia ellos. Sin embargo los franceses se las arreglaron para disparar y con una oleada de disparos acabaron con docenas de Connaught Rangers. Pero la determinación del 88º aliado consiguió desanimar a las filas francesas. Cuando el mayor Murphy, comandante del 88º, fue herido de muerte delante de sus hombres, no hubo nada que les parara. El 88º hizo pagar cara la muerte de su oficial Tal fue la furia del ataque del 88º que la División de Thomières se desmoronó rápidamente. El mismo Thomières resultó muerto y todos sus cañones capturados. Los destrozados restos de división francesa llevaban entonces ya tiempo huyendo despavoridamente hacia el este, cayendo sobre la división de Maucune, que pronto iba a ser también hecha pedazos. Leith y Maucune A eso de las 16:15, unos 45 minutos después de que Pakenham hubiera comenzado su ataque, la Quinta División de Leith se situó detrás del Teso de San Miguel con la intención de comenzar el ataque. Los soldados recibieron con alivio la orden de avanzar ya que estaban hartos de esperar quietos soportando el cañoneo francés. De hecho, el mismo Leith se había pasado parte de la tarde yendo arriba y abajo animando a los hombres que recibían con resignación el cañoneo. Pero los hombres de Leith no podían empezar a avanzar hasta que la brigada portuguesa de Bradford no se uniera a ellos en su flanco derecho. Finalmente llegó Bradford y el ataque pudo comenzar. Los hombres de la Quinta División avanzaron por el pueblo de Arapiles formando dos líneas. Cuando la larga línea de la infantería aliada avanzaba hacia las posiciones francesas sobre la cresta que dominaba el pueblo, el mismo Wellington cabalgó con los soldados antes de dejar finalmente el mando a Leith. Los británicos avanzaban frente al incesante fuego de la artillería y los escaramuzadores franceses. Los escaramuzadores de Leith se lanzaron hacia delante logrando que la artillería y los escaramuzadores franceses se retiraran desde las laderas hasta la misma cresta. Maucune entonces hizo que sus tropas se retiraran hacia la ladera oculta. Allí, la columna de Maucune formó un cuadro, quizás porque los oficiales a caballo habían visto a la caballería pesada de Le Marchant y temían un ataque de la misma. Los cuadros de infantería franceses esperaban a unos diez metros detrás de la cresta de la colina, nerviosos, con el dedo en el gatillo y escuchando el sonido del avance aliado que venía del otro lado. Por fin la infantería aliada apareció en la cresta de la colina y comenzó el intercambio de disparos. El choque fue tremendo. El mismo Leith fue gravemente herido y docenas de hombres cayeron bajo el fuego de los mosquetes. A pesar de la inicial resistencia francesa, el resultado del encuentro se iba a decidir a favor de los aliados con una aterradora carga con bayoneta que hizo que los franceses se disolvieran en una masa de hombres presa del pánico. Las tropas portuguesas de Bradford habían avanzado mientras tanto hacia la cresta a la derecha de Leith, y entrando en acción contra el flanco izquierdo de las tropas de Maucune, se habían librado del castigo que la Quinta División había sufrido durante su avance. De hecho Bradford sólo se había encontrado con una ligera oposición y simplemente se unió a la persecución de la aterrada infantería de Maucune. Más lejos, en el ala derecha aliada se podía ver a la triunfante Tercera División de Pakenham que estaba arrollando a los restos de la División de Thomières. Le Marchant y la destrucción del ala izquierda francesa Los cuadros franceses habían sido destruidos por la infantería de Leith y precisamente era ahora cuando las tropas de Maucune habrían necesitado formar en cuadro y no antes, frente a la infantería. Sobre la cresta de la colina, rugiendo como una tormenta, venía la peor pesadilla de una infantería en desorden y retirándose: la caballería enemiga. Y lo que era peor, estos jinetes, unos 1000 en total, eran los hombres de la brigada de caballería pesada de Le Marchant, el 5º de dragones de la Guardia y el 3º y 4º de dragones. Estaban armados con las largas espadas rectas capaces de infligir terribles heridas en la infantería enemiga; en ninguna otra batalla se mostró tan claramente el poder de la espada de caballería pesada modelo 1796 como en la de Los Arapiles. Los hombres de Le Marchant habían estado esperando pacientemente en los alrededores del pueblo de Las Torres donde habían recibido órdenes del mismo Wellington para que cargaran en cuanto la infantería de Leith se hubiera enzarzado con los franceses en la cresta de la colina. Cuando Le Marchant apareció, los franceses hicieron un desesperado intento de defenderse pero nada pudieron hacer frente a la marea de destrucción que se les venía encima. Muchos franceses cayeron bajo el peso de las espadas, otros tiraron sus armas y se rindieron, mientras que otros huían hacia los bosques al sureste.
  • 10. La División de Brennier se lanzó en ayuda de Maucune lanzando una carga de mosquete contra el escuadrón que encabezaba la caballería de Le Marchant. A pesar de los disparos, los dragones no se pararon y una vez más arremetieron contra la infantería francesa. La devastadora carga de los dragones británicos, iba, no obstante, a terminar en tragedia. Le Marchant, con sólo medio escuadrón de dragones, decidió ir detrás de los franceses fugitivos hasta el lindero del bosque, uno de los cuales levantó su mosquete y disparó matando a Le Marchant. De este modo el ejército británico se veía privado de uno de los pocos oficiales de caballería que conocía su oficio. Su brigada había cumplido con su trabajo; habían destruido ocho batallones de infantería francesa. La Quinta División hizo 1500 prisioneros franceses mientras que el 4º de dragones capturó cinco cañones. El teniente Pearce del regimiento 44º East Essex capturó el águila del 62º de línea, lo que suponía una de las máximas humillaciones para un regimiento francés, ya que estas águilas eran entregadas por el mismo emperador Napoleón. El lado oeste del campo de batalla era una masa desordenada de hombres y caballos. Los aliados veían como los miles de franceses derrotados huían hacia los bosques al sureste. Las Divisiones Tercera y Quinta barrieron el campo de batalla, llevándose por delante a los restos de las divisiones de Thomières, Maucune y Brennier mientras que las caballerías de D'Urban y Arentschild cargaban una y otra vez contra los pocos franceses que intentaban resistir. Colapso y recuperación en el centro de la batalla Con el ala izquierda francesa totalmente destruida, Wellington podía quizás pensar que la victoria era suya. Sin embargo en el centro del campo de batalla las cosas no iban tan bien para los aliados. De hecho, los franceses casi consiguieron darle la vuelta a la tortilla. Unos 20 minutos después de que la Quinta División de Leith hubiera comenzado su avance, la Cuarta División de Cole avanzó por el valle con la intención de atacar a la División de Clausel. La Cuarta avanzó con la brigada de Ellis a la derecha, la de Stubb a la izquierda y con el 7º de caçadores actuando como una gruesa línea de escaramuzadores. Al igual que ocurrió con la Quinta División, los hombres de Cole sufrieron mucho bajo la artillería enemiga, pero pronto estaban ascendiendo por la colina sobre la que los hombres de Clausel estaban alineados. Cinco batallones franceses se enfrentaban a cinco batallones británicos y portugueses y en pocos minutos ambos lados se vieron enfrentados a una tormenta de disparos que a los veteranos fusileros de la brigada de Ellis seguro que les recordó a la matanza de Albuera. Los franceses retrocedieron unos 40 metros pero los hombres de Cole de repente se encontraron peligrosamente expuestos ya que su ataque perdió ímpetu y además Cole resultó herido. Esta situación tan peligrosa se debía principalmente al fallido ataque de Pack sobre el Arapil Grande en el flanco izquierdo de Cole. El frustrado ataque de Pack al Arapil Grande Pack tomó la decisión de atacar el Arapil Grande cuando se dio cuenta de que el flanco izquierdo de Cole estaba expuesto a un ataque de Bonnet que a su vez estaba a la espera al pie del Arapil Grande. Pack lanzó al 4º de caçadores para que entablara una escaramuza mientras que los portugueses del 1º y el 16º de línea le seguían detrás formando dos columnas. Pack había decidido atacar directamente las laderas del norte del Arapil Grande. Los portugueses luchaban bien he hicieron retroceder a los escaramuzadores franceses que se les oponían. Continuaron su marcha subiendo por las laderas del Arapil hacia la cumbre pero solamente a unos pocos metros de la misma su avance se vio interrumpido por una cornisa rocosa de algo más de metro y medio de altura que primero habría que sortear. La infantería portuguesa soltó los mosquetes y empezó a trepar por la cornisa, sobre la que los franceses del regimiento 120º les estaban esperando. Los infantes franceses dieron un par de pasos hacia delante y descargaron sus mosquetes sobre los infortunados portugueses que no estaban en posición de defenderse. Los hombres de Pack fueron arrojados del Arapil Grande y tuvieron que bajar por la ladera perseguidos por los franceses. Unos 386 portugueses murieron en diez minutos en su intento por ayudar a la Cuarta División de Cole. Con la brigada de Pack retirándose hacia el Arapil Chico, el ala izquierda de Cole y la retaguardia se veían amenazadas por tres regimientos franceses. Además el 7º de caçadores, que actuaba como pantalla protectora, tuvo que retirarse frente a la oleada de franceses que amenazaba a la Cuarta División. Clausel ataca La División de Cole se vio atacada por la División de Clausel en el centro y por los tres regimientos de Bonnet en el flanco izquierdo. Estos tres regimientos eran tropas de refresco que se encontraron con una Cuarta División demasiado agotada como para soportar un ataque. Pronto las dos brigadas de la Cuarta División estaban en completa retirada por el valle al pie del Arapil Chico.
  • 11. Era éste un punto crítico de la batalla, el centro aliado tenía una enorme brecha y Clausel lanzó contra ella a su división apoyada por los regimientos de Bonnet y tres regimientos de dragones de Boyer. El terreno al oeste del Arapil Grande pronto se llenó de una masa de franceses lanzada por Clausel con la intención de salvar a su ejército de la derrota. Enfrente de esa masa en marcha, la división de Cole se retiraba hacia el Arapil Chico mientras que la destrozada brigada de Pack iba detrás de ellos. La brigada de Ellis fue rechazada y también se retiró hacia el Arapil Chico mientras que la brigada de Stubb tuvo que formar un cuadro para protegerse de los dragones franceses. De hecho algo de caballería francesa llegó hasta la Sexta División que era la línea de reserva aliada y que había sido enviada hacia delante en apoyo de la Cuarta División. El contrataque de Clausel era el último y desesperado intento de salvar la batalla. Pero había que confiar en el genio militar de Wellington. Wellington despliega sus divisiones de reserva A las 17:30 Wellington lanzó a la Sexta División que estaba intacta ya que no había participado en ninguno de los ataques del día. La División de Clausel fue atacada frontalmente no sólo por la Sexta de Clinton, sino también por la brigada portuguesa de Spry que el mariscal Beresford había separado de la Quinta División y que se dirigía diagonalmente hacia el flanco izquierdo de Clausel. Beresford de hecho fue herido en este ataque que detuvo a la División de Clausel. Mientras tanto la Sexta de Clinton continuó su avance desplegada en una larga línea que sobrepasaba ambos extremos de la División de Clausel. Los tres regimientos de Bonnet se vieron enfrentados a una línea de fuego muy superior y se retiraron cayendo sobre el grueso de la División de Clausel sufriendo ambas formaciones numerosas bajas. La derrota de Bonnet dejó expuesto el flanco derecho de Clausel, y viendo Wellington la oportunidad lanzó a la Primera División como una cuña entre Foy y el Arapil Grande, un movimiento que dejaría a Foy aislado del ejército francés. El avance de la Primera División de Campbell convenció a los franceses que estaban sobre el Arapil Grande de que la retirada era lo más conveniente y descendieron del Arapil uniéndose a la marea de hombres que huía hacia el sureste. El intento de Clausel había fracasado. Ferey y la última posición francesa Habiendo fracasado el valiente contraataque de Clausel, la batalla de Los Arapiles entraba en su fase final. La división de Foy se estaba moviendo lenta y cautelosamente detrás del Arapil Grande, amenazada en todo momento por las divisiones Primera y Ligera; La división de Sarrut estaba intentando detener el implacable avance de las divisiones Tercera y Quinta, mientras que la división de Ferey se situaba en lo alto de una protuberancia del terreno al sureste del Arapil Grande. Ferey era la última línea de la resistencia francesa mientras que el resto del ejército se retiraba dirigiéndose hacia él. Más allá de las masas de franceses huyendo se veían las nubes de polvo que levantaban las triunfantes divisiones de Wellington. A lo lejos, al oeste, las divisiones Tercera y Quinta avanzaban con los portugueses de Bradford y la Séptima a su izquierda. Escuadrones de caballería británica y portuguesa rondaban por el campo de batalla, reuniendo a la infantería enemiga que se rendía y matando a los que se resistían. Más allá del Arapil Grande las divisiones Ligera y Primera avanzaban, pero la amenaza más próxima para los franceses era la Sexta división de Clinton que venía hacia ellos. Ferey debía cubrir la retirada desde el terreno elevado en el que se encontraba su división, posición ventajosa para él, ya que al estar el terreno inclinado los franceses de la segunda línea podrían disparar por encima de sus compañeros de la primera línea y así conseguir una gran potencia de fuego. Ferey formó siete de sus batallones en línea con un cuadro en cada flanco para protegerse de la caballería y cuando los hombres de Clinton estaban a unos 40 m de la posición francesa Ferey dio la orden de abrir fuego. Docenas de polvorientos casacas rojas cayeron bajo el fuego francés. Los hombres de Clinton se pararon para cargar y disparar y ambos bandos comenzaron un mortal duelo de disparos de mosquete, comparable al de la batalla de Albuera, y que duró durante casi una hora. Los británicos de la Sexta división se llevaron la peor parte en este enfrentamiento y los portugueses tuvieron que entrar en acción ya que los hombres de Clinton no podían hacer nada más. La artillería aliada también entró en juego en ese momento y, Ferey, alcanzado por una bala de cañón, fue partido literalmente en dos. Un triste final
  • 12. para un valiente soldado que había causado grandes bajas a la división de Clinton. Incluso con Ferey muerto sus hombres continuaron resistiendo e incluso rechazaron a la brigada portuguesa de Rezende hasta que la Quinta división avanzó hacia ellos. Las tropas de Leith cayeron sobre el flanco izquierdo francés, diluyendo en puro pánico el 70º regimiento francés. El ejército francés se había estado retirando y luchando hasta ese momento, pero cuando el 70º se rompió y huyó, el pánico se extendió por todo el ejército que huía ahora desordenadamente hacia el gran bosque que se encontraba al sureste del campo de batalla. Solamente el 31º de infantería ligera se mantuvo combatiendo mientras el caos reinaba a su alrededor. La división de Foy se retiró con cierto orden, seguida de cerca por las divisiones Primera y Ligera, hasta que los hombres de Foy también alcanzaron la seguridad que les ofrecía el bosque. El puente de Alba de Tormes La batalla terminó con las tropas de Wellington demasiado exhaustas como para perseguir al enemigo a través del denso bosque de encinas a través del cual miles de franceses rotos por el pánico huían para salvar sus vidas. Wellington creía que no tenía sentido enviar a sus tropas a perseguir a los franceses ya que estaba seguro de que una fuerza española al mando de Carlos España estaba defendiendo el único punto por el que los franceses podían cruzar el río en su huída: el puente de Alba de Tormes. Los españoles estaban guardando el puente cuando Wellington marchó hacia el norte de Salamanca al principio de la campaña pero por lo visto D. Carlos España temió ver a sus fuerzas aisladas en tal posición y se retiró sin ni si quiera informar a Wellington. Por lo tanto, un exasperado y furioso Wellington vio como en vez de tener a los derrotados franceses clavados en la orilla izquierda del Tormes, éstos huían hacia Peñaranda marchando por el puente y los vados adyacentes. Garcihernández La caballería de Wellington, con la excepción de la de la Legión Alemana del Rey, nunca tuvo muy buena prensa con respecto a su actuación en la Península. Sin embargo, en la batalla de los Arapiles se vio una caballería de lo más efectiva con la completa destrucción del centro del ejército francés por parte de los jinetes de Le Marchant. Además, el 23 de julio de 1812, se produjo un acontecimiento inusual en el pueblo salmantino de Garcihernández: la caballería logró romper los cuadros de infantería. El ejército francés se retiró del campo de batalla de los Arapiles atravesando el frondoso bosque de encinas al sur del Arapil Grande y luego el puente de Alba de Tormes, que le conducía camino de Peñaranda, para así huir finalmente hacia Valladolid y Burgos. Wellington acompañó a la caballería de Anson en persecución de la retaguardia francesa. Detrás de las tropas de Anson iban las divisiones Primera y Ligera, que estaban bastante frescas por no haberse visto involucradas en los combates más duros del día anterior. También perseguía a los franceses la brigada de Bock de la Legión Alemana del Rey, el 1º y 2º regimientos de dragones de la Legión Alemana del Rey, regimientos éstos últimos que iban a desempeñar el papel protagonista el día 23 de julio. Los escuadrones de Anson alcanzaron a la retaguardia francesa en el pequeño pueblo de Garcihernández, en el camino de Peñaranda. Las tropas en la retaguardia francesa eran las de la Primera división de Foy que casi no había combatido el día anterior. Con ellas estaban los Cazadores de Curto y una batería de artillería. Cuando aparecieron los hombres de Anson los Cazadores franceses se detuvieron al este de García Hernández, mientras que la infantería comenzaba su retirada por el camino de Peñaranda. Wellington vio primero a los Cazadores y a la infantería marchando en la distancia. Anson recibió órdenes de atacar inmediatamente con dos escuadrones del 11º y el 16º de dragones ligeros respectivamente. Los dragones ligeros formaron en línea para iniciar la carga y a ellos se les unieron los escuadrones más avanzados de la brigada de Bock de la Legión Alemana del Rey. Los Cazadores de Curto huyeron y el 1º de dragones pesados de la Legión Alemana del Rey les persiguió. Los alemanes cabalgaban en persecución cuando de repente se vieron sorprendidos por una descarga de mosquetes proveniente de un cuerpo de infantería francés que había estado esperando en cuadro en el flanco izquierdo de los alemanes. Eran tres batallones franceses con unos 2400 hombres. La descarga provenía concretamente de un cuadro formado por el 76º de Línea que rápidamente se convirtió en el objetivo de la caballería alemana.
  • 13. Los primeros dragones que cargaron contra el cuadro del 76º fueron los del escuadrón del capitán Von der Decken que estaban en el flanco izquierdo de la brigada. Los hombres de Decken habían sido alcanzados por la descarga de mosquetes inicial cuando estaban a una distancia de 16 m. A pesar de recibir la descarga desde una distancia tan corta las bajas fueron pocas. Una segunda descarga mucho más devastadora alcanzó al escuadrón a unos 8 m. Irónicamente lo que en principio debía ser más perjudicial para los alemanes se convirtió por una casualidad en la destrucción de los franceses. El mismo Von der Decken, que había sido herido en la primera descarga, se las arregló para mantenerse sobre su silla de montar. La segunda descarga hirió de muerte a Von der Decken cuyo caballo se precipitó violentamente contra el cuadro francés llevándose por delante todo lo que encontró. El resultado fue un hueco en el cuadro francés, correspondiente al espacio ocupado por ocho hombres, por el cual los dragones pudieron penetrar en el cuadro y cargar con sus temibles espadas largas de hoja recta. El cuadro francés se convirtió en un caos de hombres muriendo o tirando sus armas y rindiéndose. El resto de escuadrones de dragones pesados pasó de largo de esta dantesca escena y cargó contra los dos batallones del 6º Ligero que estaban intentando alcanzar unas alturas en el camino a Peñaranda. El segundo escuadrón del 1º de dragones de la Legión Alemana del rey estaba comandado por el capitán Von Reizenstein que dirigió a sus hombres contra el batallón más retrasado del 6º Ligero, todavía a cierta distancia de las alturas nombradas anteriormente. Mientras el batallón se esforzaba por llegar a lo alto, dos compañías, comandadas por el capitán Philippe, se dieron la vuelta e hicieron fuego contra los dragones alemanes. Los hombres de Von Reizenstein no se detuvieron y cuando alcanzaron a los franceses repartieron tajos a diestro y siniestro. Acabaron con los dos batallones pero la resistencia que los franceses habían ofrecido permitió al resto del regimiento alcanzar las alturas donde se reunieron con el segundo batallón del 6º Ligero que había alcanzado la cumbre unos minutos antes. Aquí, los dos batallones podrían haber sido protegidos por un escuadrón de cazadores de Curto pero, una vez más, la caballería francesa huyó dejando a su suerte a la infantería. El 6º formó un cuadro muy precario que desde luego no aguantó la carga del 2º de dragones de la Legión Alemana de Rey. El cuadro se disolvió en un instante, cientos de hombres tiraron sus mosquetes y otros huyeron alcanzando la protección de cuatro batallones del 39º y 69º de Línea que estaban formando en cuadro en el camino a Peñaranda. El mismo Foy, que comandaba la retaguardia francesa, estaba en uno de esos cuadros. La acción duró unos cuarenta minutos, pero en un período de tiempo tan corto ocurrió uno los ataques más famosos de las guerras napoleónicas. Es por esto por lo que el nombre de Garcihernández es conocido por muchas personas en todo el mundo. Los dragones alemanes perdieron 127 hombres entre muertos y heridos de los 700 que participaron en la acción pero infligieron unas 1100 bajas a los franceses que se retiraban. El ejército aliado estaba demasiado exhausto como para perseguir a los franceses que se retiraron a gran velocidad por Peñaranda. Los aliados detuvieron la persecución en Flores de Ávila el 25 de julio. La campaña de Salamanca había terminado. La víctoria Hacia más de una década que un ejército francés no sufría una derrota como la de Los Arapiles. Otras derrotas se habían cobrado menos bajas, como por ejemplo, la capitulación de Bailén o la fallida invasión de Portugal de Massena. La última vez que un ejército francés de casi cincuenta mil hombres sufrió tal derrota en una batalla campal fue en los oscuros días de 1799. Del mismo modo podemos decir que fue la victoria británica más espectacular, no solamente de la Guerra Peninsular sino de todas las guerras napoleónicas hasta la fecha. Algunos incluso afirman que fue la victoria más grande del ejército británico desde los tiempos de Marlborough. No hay una estadística precisa de las bajas francesas, pero parece ser que el ejército de Marmont perdió unos 12.500 hombres entre muertos, heridos o prisioneros en la batalla, más o menos un cuarto de sus fuerzas. A veces se da la cifra de 14.000 bajas pero ésta incluye los combates en el Guareña y Garcihernández.) Lógicamente el mayor número de bajas se produjo en el ala izquierda donde la división de Thomières perdió el 50 por ciento de sus fuerzas, la de Maucune casi el 35 por ciento y la de Taupin casi el 30 por ciento. Cuatro regimientos del ejército francés perdieron más de la mitad de sus efectivos: El 66º de Línea en la división de Maucune sufrió un 50,3% de bajas. El 22º de Línea en la división de Taupin un 60%. El 62º de Línea en la división de Thomières un 77,3%. El 101º de Línea en la división de Thomières un 81,8%. Los cuatro regimientos estaban situados en el ala izquierda y es probable que su excesivo número de bajas se debiera, al menos en parte, a la carga de la caballería de Le Marchant. La dura lucha en el centro también se cobró su precio: la división de Clausel sufrió un 26 por ciento de bajas, la de
  • 14. Bonnet un 23 por ciento y la de Ferey un 17 por ciento. La caballería francesa no tuvo un papel relevante en la batalla pero aun así sufrió más de 400 bajas. Las únicas divisiones del ejército francés que tuvieron menos de un 10% de bajas fueron las de Sarrut (un 8 por ciento) y la de Foy (quizás un 4 por ciento); aunque la artillería tampoco salió del todo mal parada con unas 150 bajas, solamente un 4 por ciento. El ejército de Wellington tuvo unas 5.220 bajas en la batalla: 694 muertos, 4.270 heridos y 256 desaparecidos. Los británicos sufrieron casi un 61 por ciento de estas bajas (3.176 oficiales y soldados), los portugueses un 39 por ciento (2.038 oficiales y soldados), mientras que la división española tuvo solamente 6 bajas. El mayor número de bajas de los aliados se produjo en la Sexta división. La Cuarta división también sufrió considerablemente salvo el regimiento 3/27º que estuvo de reserva en el Arapil Chico y que perdió solamente un oficial y siete hombres heridos de una fuerza total de 600 hombres. La brigada de Pack perdió un 18 por ciento de sus fuerzas, sobre todo a causa de su intento de asalto al Arapil Grande. La caballería aliada sólo tuvo unas 200 bajas. Más de la mitad de estas bajas se dieron en la brigada de le Marchant, que perdió 105 hombres, una cifra muy pequeña teniendo en cuenta el importante papel que esta brigada desempeñó en la batalla. El resto de bajas de la caballería se produjo entre los portugueses de D'Urban y los húsares de Víctor Alten. La artillería sólo tuvo 15 bajas. La batalla se cobró un precio muy alto entre los oficiales de alto rango. Marmont y Bonnet fueron gravemente heridos, Ferey y Thomières murieron y Clausel fue herido leve. Entre los aliados Beresford, Cotton, Leith y Cole fueron heridos y le Marchant murió. El ejército aliado capturó entre unos 5.000 y 6.000 prisioneros, muchos de los cuales eran heridos y otros simplemente habían tirado sus armas y se habían rendido ante el avance de la caballería de le Marchant. Los informes británicos suelen atribuirse la captura de 20 cañones franceses aunque lo más probable es que sólo fuera una docena ya que algunas unidades se atribuyeron la captura de un mismo cañón. Otros trofeos capturados fueron dos águilas francesas, seis banderas de batallón francesas y muchos otros premios como el quot;Jingling Johnnyquot; (un estandarte del que colgaban multitud de campanillas) capturado por el 88º Connaught Rangers y un tambor profusamente decorado tomado por el 40º. Estos objetos tenían un considerable valor simbólico como el sargento Lawrence deja claro en sus memorias: quot;Nuestro regimiento capturó en la famosa batalla de Salamanca un magnífico tambor que debía valer unas 50 libras y que nos vino realmente bien, ya que el que teníamos nosotros era muy viejo y estaba completamente roto porque había sido capturado a los franceses en Holanda, teniendo como comandante al Duque de York.quot; Los franceses capturaron el quot;King's Colourquot; (el estandarte del rey) del 2/53º y posiblemente otra bandera aliada. Después de la batalla Unos días después de la batalla los dos ejércitos se alejaban de Salamanca en dirección noreste mientras los prisioneros franceses hacían lo mismo pero hacia el oeste; los heridos se recuperaban lentamente o morían en los hospitales mientras que los cadáveres de los muertos en combate todavía permanecían en el campo de batalla. Los habitantes locales hicieron todo lo que pudieron para solucionar el problema pero no era una tarea fácil enterrar o quemar tantos restos. Un oficial británico, que visitó el campo de batalla de Los Arapiles unas pocas semanas más tarde, cuenta en su diario: quot;Vi una larga línea de buitres en el campo de batalla; estos pájaros de mal agüero se posaban erguidamente, y a distancia se podían confundir con un regimiento formado en una sola línea. Era un lugar magnífico para ellos; los cuerpos de hombres y caballos, que se habían intentado incinerar, estaban amontonados por todas partes, medio quemados. Después de la batalla se amontonaron juntos los restos de los animales y soldados y se cubrieron con ramas tan verdes que no hicieron un fuego capaz de convertir en cenizas todo aquello. Había un hedor insoportable y la escena era repugnante. Un gran número de cerdos, traídos por los campesinos, deambulaban por la zona y compartían el festejo con los buitres.quot; Tres días después de la batalla el sargento Richard Davey, de los conductores de la Artillería Real Británica, escribió a su mujer e hijos: quot;La lucha empezó a ser muy violenta. Como los cañones se disparaban sin parar, decidí llevar más munición al frente y lo que vi fue horrible: el campo estaba plagado de cabezas, brazos, piernas, caballos. Los heridos chillaban y sangraban, las mujeres gritaban y lloraban por sus maridos muertos, los cañones rugían y las balas volaban por encima de nuestras cabezas pero Dios cuidó de mí una vez más.quot; La descripción de Davey nos recuerda que incluso una victoria rápida y decisiva como la de Salamanca implicaba
  • 15. una lucha brutal, salvaje y horrible. Los soldados lo sabían muy bien, pero bien se cuidaban de comentarlo en sus misivas para no preocupar a sus seres queridos, por lo que esta carta puede considerarse una excepción. Cuando la batalla terminó los soldados británicos estaban agotados pero al mismo tiempo estimulados por la victoria: el capitán Tomkinson dice de los hombres de la Sexta división quot;estaban tan cansados que les hicieron detenerse porque no hubieran podido ir más lejos, pero aún así se pasaron toda la noche hablando de la batalla, contándose las anécdotas de la jornadaquot;. La vida de un soldado de la época no se caracterizaba por ser precisamente escrupulosa, y el soldado Wheeler no se avergüenza de contar que la noche después de la batalla él y sus camaradas recogieron todos los cadáveres a su alrededor e hicieron una especie de pared para protegerse del viento con ellos. Dice que hicieron esto para no resfriarse ya que estaban cubiertos de sudor. El sargento Douglas de los Royal Scots nos habla de los problemas de intendencia después del combate: quot;Pasamos la noche en el terreno que el enemigo había ocupado durante la batalla. Los hombres que enviamos a por agua tuvieron que andar cinco millas hasta que la encontraron, y cuando lo hicieron, estaba tan verde como la que puedes ver en una charca estancada en pleno verano. Sin embargo nos la bebimos con sumo placer. Lo único que mi compañero y yo pudimos saquear fue una pierna de cordero que encontramos en la mochila de un francés.quot; La sed después de una batalla era horrible ya que además del calor, el humo causado por los mosquetes y el tener que abrir los cartuchos con los dientes producían una intensa sequedad de boca. El teniente Grattam del 88º recordaba que las partidas que se enviaron a por agua todavía no habían vuelto a las dos de la mañana cuando los hombres se despertaron al oír llegar a unas mulas que transportaban ron. Inevitablemente, los hombres muertos de sed se bebieron todo el ron por lo que muchos causaron baja por la deshidratación aumentada por la ingesta de alcohol. El soldado Green del 68º nos habla de otro aspecto típico después de la batalla: el saqueo. Hay que aclarar aquí que al ejército británico le seguía una enorme procesión de personas: esposas (muchos soldados se casaban con portuguesas o españolas que encontraban por el camino e incluso algunas esposas embarcaban con el ejército en Inglaterra), prostitutas, ladrones y pícaros de todo tipo, comerciantes y artesanos etc. quot;Acampamos en una parte del terreno donde la lucha había sido feroz. Había muertos y moribundos por todas partes. Inmediatamente enviamos a seis hombres de cada compañía para recoger a los heridos y enviarlos a un pequeño pueblo donde los cirujanos habían montado un pequeño hospital en la iglesia. Era horrible el sonido de los lloros y quejidos de los moribundos cuyo sufrimiento se veía aumentado por los saqueadores portugueses que les desnudaban para quedarse con sus ropas. Recogimos a un pobre francés al que un portugués sin escrúpulos había desnudado completamente y lo llevamos al hospital.quot; El teniente Frederic Monro, que se habían incorporado al ejército sólo unas semanas antes, se quedó aterrado ante lo que vio y también culpa a los portugueses: quot;Me encontraba rodeado de muertos y moribundos desnudos. Esos malditos demonios en forma mortal, los crueles y cobardes portugueses que seguían al ejército les habían quitado hasta la ropaquot;. Pero no solamente los portugueses saqueaban a los muertos: T. H. Browne escribe sobre las viudas de los soldados británicos, que a pesar de las órdenes y de los sufrimientos que tenían que pasar, habían insistido en seguir al ejército: quot;Toda idea de moralidad o decencia había desaparecido. El saqueo y el libertinaje eran sus únicos objetivos. Los soldados apreciaban a sus mujeres en proporción a su dedicación a estos vicios. En cuanto acababa el combate, estas arpías cubrían el campo de batalla, saqueando a los enemigos y a nuestros soldados por igual. Muchos heridos eran asesinados para acallar sus quejas. Se dice que al mayor Offley del 23º regimiento le cortaron la garganta unas mujeres para robarle unas monedas.quot; En realidad no eran los portugueses los únicos que saqueaban a los muertos y heridos, hay evidencias abundantes, de ésta y otras batallas, de que muchos soldados de todas las nacionalidades recorrían el campo de batalla en busca de botín. Es éste un asunto por el que se puede sentir indignación o repugnancia en el confortable espacio de la habitación donde tienes tu ordenador pero que se justifica en cierto modo si hacemos un análisis un poco más profundo. Solamente alguien que no comprendiera lo que era la guerra en aquella época culparía a los hambrientos, sedientos soldados por robar las cantimploras o comida de los muertos, ya fueran compañeros o enemigos, al final de un día en el que las provisiones podían tardar horas en llegar si es que llegaban. ¿Sería realista esperar que dejaran el dinero en los bolsillos de un muerto? Ciertamente hay una gran diferencia entre usar la cantimplora de un compañero caído y recorrer el campo por la noche, desnudando a los heridos y asesinando a los que se resistían pero nosotros no hemos vivido ni, con suerte, viviremos nada como una batalla napoleónica y por eso es mejor que lo dejemos estar.
  • 16. Después de estos horrores es agradable recordar que muchos soldados cuentan cómo los habitantes de Salamanca se acercaron al campo de batalla para regalar fruta fresca y agua a los soldados victoriosos. Una vez que vaciaron sus carros cargaron en ellos a los heridos que dejaron en los hospitales o se llevaron a sus propias casas para curarlos. Las estadísticas son inciertas pero parece probable que en Los Arapiles murieran unos 2000 hombres y que aproximadamente 12.000 o 13.000 fueran heridos. Unos 5000 o 6000 franceses heridos se las arreglaron para huir con su ejército, dejando detrás unos 8000 heridos de todas las nacionalidades para que les atendieran en Salamanca o en los pueblos cercanos. Consecuencias La batalla de Los Arapiles tuvo como consecuencias inmediatas que el rey José Bonaparte, que acudía en tardío auxilio de Marmont, se volviera a Madrid; que Soult levantara el sitio de Cádiz; que el 10 de agosto el rey intruso abandonara la capital y marchara a Valencia a donde llegó el día 31, y que los aliados entraran el 12 de agosto en Madrid, cuya guarnición capituló el 14, entregando gran cantidad de armas y municiones y ciento ochenta piezas de artillería. Sin embargo el victorioso año de 1812 no terminó bien para los aliados ya que tuvieron que retirarse de nuevo hacia la frontera portuguesa en los alrededores de Ciudad Rodrigo. En octubre de 1812 Wellington fracasó en el asedio a Burgos, su único desastre real en esta guerra, y se produjo una retirada que algunos describen como más caótica incluso que la de Moore en 1808-1809 hacia La Coruña. En la primavera de 1813 el ejército aliado ya estaba recuperado y reforzado con soldados recién llegados de Inglaterra por lo que estaba preparado de nuevo para avanzar una vez más por la Península, pero esta vez hasta la frontera francesa, sin retirada, victorioso y derrocando al invencible Napoleón. Quizás el futuro de Europa cambió porque miles de hombres murieron en las estepas rusas y en el campo de Salamanca en 1812. No obstante, cien años después Europa entera volvía a estar empapada en sangre.
  • 17. El campo de batalla hoy El campo de batalla de los Arapiles es uno de los mejor conservados de las guerras napoleónicas. Wellington lo reconocería inmediatamente si pudiera verlo en pleno año 2008. Está situado a unos 6 km al sur de Salamanca y su centro es el pequeño pueblo de Arapiles. Este pueblo estuvo en poder de las compañías ligeras de los Coldstream y del 3º de Foot Guards, y aunque los franceses lograron acercarse a las afueras del pueblo, éste fue posesión británica durante toda la batalla. Lo que más llama la atención en el campo de batalla es, desde luego, los Arapiles, dos colinas de forma peculiar y que parece que han caído del cielo. Es bastante fácil ascender al Arapil Chico, que estuvo en manos de los hombres de Wellington durante la batalla, y desde su cumbre, si miramos hacia el norte, detrás de la colina, podemos imaginarnos cual era la posición inicial de los dos ejércitos que se extendía de norte a sur. Desde el Arapil Chico y mirando hacia el este podemos ver la pequeña ermita donde se produjo la primera escaramuza de la batalla. Es lo que se conoce como la Peña de Calvarrasa de Arriba, un lugar fantástico para observar el perfil de los dos Arapiles y que es especialmente bonito cuando los campos de trigo están verdes en primavera. Para llegar a él lo mejor es coger desde Salamanca la carretera de Alba de Tormes y al llegar a Calvarrasa coger un camino que sale a la derecha nada más entrar en el pueblo. Cruzando el valle se encuentra el Arapil Grande, que fue ocupado por Marmont durante la batalla, y lejos, hacia al oeste del Arapil Chico, está el pueblo de Arapiles con el Teso de San Miguel detrás de él. Desde este alto Wellington observó los primeros movimientos de la batalla. Mirando más lejos hacia el oeste desde el Arapil Chico, cruzando la carretera nacional en dirección a Béjar (N630) podemos ver el pueblo de Miranda de Azán, que se encuentra a 1 km de esta carretera. Lo mejor es que empecemos nuestro recorrido en este lugar, porque es aquí donde la Tercera división de Pakenham se encontró con las tropas de Thomières. Es posible seguir la ruta de Pakenham a lo largo del camino que va de Aldeatejada a Miranda aunque los bosques que ocultaron a Pakenham de los franceses ya no existen. Las laderas por las que marchó la Tercera división están tal cual estaban en 1812. Desde Miranda de Azán dirígete a Arapiles y coge un camino que sale en dirección sur desde el pueblo hacia la ladera por la que comenzó el ataque de la Quinta división de Leith. Desde lo alto puedes mirar abajo hacia el valle e imaginarte a la división de Maucune con la división de Clausel a su derecha, y a la caballería de Le Marchant comenzando su carga desde detrás del pueblo de Arapiles. Desde aquí vuelve hacia el pueblo, gira a la derecha en dirección este y camina hacia el Arapil Grande primero por la carretera asfaltada y después por un camino de tierra a la derecha. Es una subida más empinada que la del Arapil Chico pero desde aquí podrás observar la ciudad de Salamanca y el área donde las divisiones de Wellington estaban formadas en reserva. Mirando hacia el oeste desde el Arapil Grande, es fácil seguir los ataques que hicieron Leith y Le Marchant, y apreciar la gran distancia que los derrotados soldados de Thomières tuvieron que recorrer antes de llegar al amparo del bosque de encinas que se extiende hacia el sureste del campo de batalla. También es fácil seguir el ataque de la Cuarta división de Cole, cuyos batallones avanzaron por el terreno que hay entre el Arapil Chico y el pueblo de Arapiles. Siguiendo con la vista un pequeño riachuelo podemos ver la posición que ocupaba la brigada de Stubb cuando atacó. Mientras Cole avanzaba, Pack lanzó a su brigada portuguesa como apoyo, haciéndola subir por las laderas del Arapil Grande que también se mantienen como entonces. La cornisa rocosa que hizo que los soldados tuvieran que soltar sus mosquetes para superarla es fácilmente perceptible. La victoria de Wellington se produjo gracias a la aparición de la Sexta división de Clinton avanzando desde detrás del Teso de San Miguel. Lejos, hacia el sureste, se encuentra el bosque de encinas por donde los franceses se retiraron. El bosque es menos espeso ahora y la altura desde donde los hombres de Ferey dispararon por encima de las cabezas de sus compañeros es claramente visible. El puente de Alba de Tormes por el que cruzaron los franceses en retirada todavía está en perfecto estado. Cruzando este puente y dirigiéndose hacia el este está el pueblo de Garcihernández que está dominado por las alturas de La Serna. Podemos observar como tres desfiladeros, todos con carreteras que pasan por su parte superior, así que es difícil marcar el punto exacto en el que los jinetes de Bock rompieron los cuadros de la infantería de Foy.