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Domingo Delgado Peralta
Orientador, Terapeuta y Mediador Familiar

ANÁLISIS DE LA RUPTURA Y
VIOLENCIA FAMILIAR

I.- Prólogo.

"El Hombre es consciente de sí mismo, de los demás, de su pasado y
de sus posibilidades futuras. Es consciente de su autodeterminación, de la
brevedad de su vida, de que nace sin su consentimiento y perece en contra
de su voluntad, consciente de que morirá antes que aquellos que ama, o
aquellos que ama morirán antes que él. Es consciente de su carácter
separado, de su impotencia ante las fuerzas de la naturaleza y de la
sociedad. Todo esto hace de su existencia solitaria una prisión insoportable.
El hombre sabe que se volvería loco si no pudiera liberarse de esta prisión
y unirse, de alguna forma, a otro ser humano".
(Erich Fromm. "El arte de amar". 1.956).

La unión con otra persona es la necesidad más profunda que sienten
los seres humanos.
El amor es un sentimiento primitivo plasmado en los genes humanos,
un carácter básico y esencial de la humanidad que se manifiesta de las
formas más complejas y sublimes.
En realidad, cada historia de amor es única y su final imprevisible. A
veces el romance es intenso y duradero, mientras que en la mayoría de los
casos la pasión del enamoramiento se transforma en lazos más estables de
cariño y amistad. Pero en bastantes ocasiones, la unión de la pareja debilita
su intensidad, se apaga y es invadida por el resentimiento y el desamor.
Cada era produce su forma única de patología psicosocial. En estos
tiempos, el "narcisismo" es la aflicción que más socava nuestra capacidad
para superar los retos y conflictos que necesariamente nos plantean las
relaciones afectivas. La personalidad narcisista implica sentimientos de
prepotencia y de supremacía moral, la convicción de que el ser humano es
el centro del universo, dueño total de sus actos y poseedor de la verdad.
Los hombres y las mujeres narcisistas están emocionalmente extasiados,
ensimismados, no se pueden unir ni identificar con otra persona porque son
incapaces de suspender su desconfianza e incredulidad en el prójimo, lo
que les permitiría entrar con amor e imaginación en la vida de los demás,
vivenciar genuinamente sus circunstancias y respetar su existencia
independiente.
La accesibilidad a la separación y el divorcio ha coincidido con un
verdadero disparo de las cifras de parejas oficialmente rotas, pero este
hecho no nos explica qué es realmente lo que hace fracasar tantas uniones,
ni tampoco por qué existen tantas parejas desavenidas, que aún contando
con un acceso relativamente fácil a la ruptura, continúan viviendo infelices
en su relación.
La vieja noción de que las parejas desgraciadas deben continuar
unidas por el bien de los hijos está dando paso al nuevo concepto de que
los matrimonios profundamente infelices y sin esperanza de arreglo deben
terminarse precisamente para poder salvar, entre otras cosas, el bienestar
de los hijos. Los niños no suelen percibir la separación de sus padres como
una segunda oportunidad, pues a menudo sienten que su infancia se ha
perdido para siempre, y esto es parte de su sufrimiento. Sin embargo, la
ruptura también ofrece a los hijos nuevas posibilidades de vivir en un hogar
seguro y apacible. Existe amplia evidencia que demuestra que un
matrimonio plagado de conflictos daña a las criaturas y que los pequeños
se benefician de su disolución.
A pesar de que en la mayoría de los países las leyes permiten la
ruptura de mutuo acuerdo, sin necesidad de buscar un culpable, resulta
verdaderamente sorprendente la intensidad de la violencia que muchas
parejas están dispuestas a infligirse el uno al otro. Al mismo tiempo, la
confusión y la soledad que sufren las parejas rotas son tan devastadoras
que la construcción de una nueva vida parece inalcanzable. Los estudios
más recientes al respecto muestran consistentemente que la gran mayoría
supera con éxito este trance y establece relaciones amorosas nuevas,
auténticas, dichosas y duraderas.
La oportunidad que ofrece la ruptura es poder crear una vida nueva,
crecer emocionalmente, restaurar la dignidad y fortalecer la capacidad para
establecer relaciones íntimas felices.
La existencia es una sucesión de retos que se plantean como reflejo
inevitable del continuo progreso de la humanidad. Nunca hemos vivido
mejor, y nunca el hombre y la mujer han dispuesto de una mayor variedad
de opciones y caminos para buscar su bienestar, su realización y su
felicidad. Pero, al mismo tiempo, la vida se torna cada vez más compleja y
las encrucijadas ante nosotros cada vez más difíciles. Sin embargo, las
decisiones espinosas y angustiantes que abordamos, en definitiva nos
enriquecen porque nos fuerzan a conocernos mejor, a elegir entre múltiples
alternativas y, sobre todo, a acercarnos y unirnos a los demás.
En cuanto al otro tema objeto del presente estudio, la violencia, nos
lleva a constatar que la agresión maligna no es instintiva sino que se
adquiere, se aprende. Las semillas de la violencia se siembran en los
primeros años de la vida, se cultivan y desarrollan durante la infancia y
comienzan a dar sus frutos malignos en la adolescencia.

"La única forma de aprender a amar es siendo amado. La única
forma de aprender a odiar es siendo odiado".
(Ashley Montagu. "La agresión humana".- 1.976).

Los seres heredamos rasgos genéticos que influyen en nuestro
carácter. Pero nuestros complejos comportamientos, desde el sadismo al
altruismo, son el producto de un largo proceso evolutivo condicionado por
las fuerzas sociales y la cultura.
La violencia constituye una de las tres fuentes principales del poder
humano, las otras dos son el conocimiento y el dinero.
En la complicada trama de las relaciones amorosas existen dos
situaciones que evidencian con una dureza sorprendente cómo el amor y el
odio se entrelazan en el corazón humano: nos referimos a los celos y a la
ruptura de la pareja.
En el fondo un amargo resentimiento acompaña a la metamorfosis
del amor en odio. Resulta increíble el grado de crueldad y de destrucción
que tantos miembros de parejas rotas están dispuestos a infligirse
mutuamente.
Las pasiones juegan, efectivamente, un papel determinante en
nuestro comportamiento y representan fuerzas más impetuosas y
vehementes que los propios instintos. Los hombres torturan y matan por
venganza, no por instinto. Las pasiones instigan la envidia y la destrucción,
pero también impulsan la autonomía y el amor. Son el combustible de las
tragedias humanas, pero también de los ideales. Las pasiones, por lo tanto,
pueden transformar a los seres humanos tanto en malvados como en
héroes.
La experiencia que más nos predispone a recurrir a la fuerza
despiadada para aliviar nuestras frustraciones es haber sido objeto o
testigo de actos de agresión maligna repetidamente durante la niñez. Con
el tiempo optan por el camino de la agresión para solventar conflictos y,
una vez alcanzada la madurez, reproducen el ciclo de violencia maltratando
a sus propios hijos.
Todo lo anterior, nos lleva a que alimentemos una cultura que
fomente el crecimiento y el desarrollo saludable de los niños, potenciando
una educación en valores humanos, que neutralice las fuerzas sociales
desestabilizadoras y que busque construir una convivencia más generosa,
más justa, más participativa, y más esperanzadora. Porque el sufrimiento,
el desperdicio y el coste humano que ocasiona la violencia son
extraordinarios. Así pues, como conclusión del presente trabajo, se apuesta
por el apoyo a las familias en dificultades y en crisis mediante la
intervención de profesionales expertos en Orientación y Mediación Familiar,
mecanismos actuales de intervención que representa un auténtico antídoto
ante brotes de violencia familiar.

II.- Familia, pareja y ecología psicosocial.

"La familia es la más adaptable de todas las instituciones humanas:
evoluciona y se amolda a cada demanda social. La familia no se rompe en
un huracán, como le sucede al roble o al pino, sino que se dobla ante el
viento como un árbol de bambú en los cuentos orientales, para enderezarse
de nuevo".
(Paul Bohannan, "Todas las familias felices".-1985).

La familia es la institución paradigmática de la humanidad. El medio
singular donde se establecen las relaciones más íntimas, generosas,
seguras y duraderas. Los lazos familiares constituyen el compromiso social
más firme, el pacto más resistente de apoyo mutuo, de protección y de
supervivencia que existe entre un grupo de personas. La organización
familiar se establece y perpetúa sobre la base de profundas necesidades
emocionales, arraigadas costumbres y poderosas fuerzas socioculturales
que se nutren de principios e incentivos económicos, políticos, legales y
religiosos.
No se conoce otro ambiente social tan pródigo en contrastes,
paradojas, conflictos y contradicciones. De hecho, la familia es
simultáneamente el refugio donde el individuo se aleja y protege de las
agresiones del mundo circundante y el grupo con más alto grado de estrés.
El centro insustituible de amor, apoyo, seguridad y comprensión y al mismo
tiempo, el escenario donde más vivamente se representan las hostilidades
y rivalidades entre los sexos, las tensiones intergeneracionales y las más
intensas y violentas pasiones humanas. El hogar es a la vez el foco de la
generosidad y la abnegación, y el núcleo de la mezquindad y el interés.
En cierto sentido, la institución familiar nos ofrece un punto obligado
de referencia, que permite observar y analizar la naturaleza y el
comportamiento humanos, la evolución de los procesos psicológicos y
sociales más básicos y la lucha de la pareja por una mejor calidad de vida,
por su propia realización y supervivencia. Sin embargo, el estudio profundo
de la vida familiar es muy difícil. El hogar constituye una de las esferas más
íntimas, privadas y ocultas de la existencia humana.
A lo largo de la historia, la familia ha evolucionado de acuerdo con
los cambios en las costumbres, normas sociales y valores culturales del
lugar y de la época. Como institución, ha ido transfiriendo poco a poco sus
funciones proverbiales a otros organismos externos especializados que ha
creado la sociedad.
Hasta hace relativamente poco, el matrimonio era una función
necesaria y esencial de la institución familiar. Hoy, sin embargo, se busca
antes que nada la relación amorosa. Los demógrafos constatan que en las
sociedades occidentales, las parejas contraen matrimonio más tarde que
nunca y, cada día, más hombres y mujeres optan por permanecer solteros.
La familia extensa tradicional, constituida por padres, hijos, abuelos,
tíos, primos y sobrinos en cercana convivencia es cada vez menos
frecuente. Como contraste, la familia llamada nuclear, más reducida,
autónoma y migratoria, compuesta solamente de padres y pocos hijos, es
el caso más común - en España representa el 64% de los hogares -. Entre
las nuevas formas de relación familiar en auge se incluyen, además, los
matrimonios sin hijos, las parejas que habitan juntas sin casarse, unas con
hijos, otras sin ellos; los segundos matrimonios de divorciados que agrupan
a niños de orígenes distintos, y los hogares monoparentales de un solo
padre, generalmente la madre, bien sea separada, divorciada, viuda o
soltera. La rápida proliferación de estos nuevos tipos de familia poco
convencionales llama aún más la atención si se tiene en cuenta la lentitud
con que la sociedad, sus gobiernos y sus líderes se adaptan a ellos y la
escasez de infraestructuras y políticas sociales y económicas que los
faciliten.
La familia está inmersa en la ecología psicosocial del momento. Su
esencia y estructura están impregnadas y moldeadas por los valores
culturales de la época. Estos cambios evolutivos dan lugar a que la función
y el carácter de la pareja sean constantemente debatidos y escudriñados.
Los nuevos modelos de relación de pareja se basan en expectativas de
igualdad un tanto idealizadas. Como consecuencia, a la pareja de hoy se le
exige no sólo ser mejores amigos, compañeros íntimos y cónyuges
sexuales, sino la realización profesional o laboral de ambos fuera del hogar
y la mutua participación activa en el cuidado y educación de los hijos.

2.1-

La figura de la madre.

La imagen emblemática de la madre, esa mujer generosa,
omnipresente y resignada, cocinera ideal, ama de casa segura, discreta,
sufrida y siempre rebosante de instinto maternal, está siendo vapuleada
violentamente en el escenario moral donde hoy se debate la nueva
maternidad. Las mujeres occidentales, acosadas por esa figura idealizada
de madre, se sienten a disgusto frente a un papel que, aunque quisieran,
no pueden desempeñar. Atrapadas entre esa ficción maternal imaginaria,
las exigencias de la calidad de vida y las realidades económicas, las
mujeres de hoy buscan desesperadamente y a tientas una nueva definición
de buena madre.
La condición de mujer ha experimentado una asombrosa
evolución en las últimas décadas, impulsada por los cambios en las
actitudes y normas sociales y por las nuevas prioridades femeninas. El
ímpetu feminista y la disponibilidad de métodos de control de natalidad
seguros y efectivos han sido los dos acontecimientos de más peso en esta
transformación. Han dado lugar a una mayor igualdad de oportunidades
entre los sexos y a la liberación sexual femenina. La valoración de la
maternidad no es sólo biológica, sino también cultural. La mayor parte de
las mujeres actuales consideran una desventaja tener muchos hijos, una
carga emocional y económica y, en definitiva, un obstáculo en su camino
hacia la plena realización. De hecho, cada día son más las mujeres
conscientes de la estrecha relación que existe entre procreación y
supervivencia propia, entre el control de su capacidad reproductiva y el
dominio sobre su vida. Hoy día casi todas las mujeres están convencidas de
que para participar en igualdad de condiciones en la vida económica,
política y social de nuestro tiempo es esencial poder controlar su
fecundidad, teniéndose que enfrentar al penoso desafío de compaginar su
misión doméstica de madre con sus intereses o actividades profesionales de
mujer. Dilema que a menudo se torna amargo e inquietante, y que refleja
la complejidad, la confusión y el enorme reto que supone ser madre en los
umbrales del nuevo siglo.
Si bien algunas madres de clase acomodada eligen una
ocupación fuera de casa para realizarse profesionalmente, muchas lo hacen
por imperativos económicos. Con el tiempo, incluso aquellas que se ven
obligadas a trabajar por un salario, descubren beneficios inesperados, un
nuevo sentido de identidad, una mayor participación en la sociedad, un
escape temporal reconfortante de los niños y de las labores domésticas, y
sobre todo, el orgullo de su independencia.
Por otro lado, a un nivel racional, las mujeres que trabajan
generalmente reconocen que el estar en casa todo el día no les convierte
automáticamente en buenas madres.
La situación más penosa y conflictiva se da entre las clases
socioeconómicas bajas, en las que con frecuencia la mujer se ve obligada a
trabajar para subsistir, en tareas monótonas sin iniciativa ni creatividad,
por un sueldo mínimo que ni siquiera le permite asegurar el cuidado de las
criaturas que deja en casa durante la jornada. Estas circunstancias
plantean a cualquier madre uno de los dilemas más difíciles y abrumadores
de su existencia.
Bien por ser madres cabeza de familia, o por no poder contar
con el compañero, muchas mujeres tratan de abordar solas el sin fin de
problemas, tanto prácticos como existenciales que implica el cuidado de los
pequeños y el sacar adelante la familia. Estas mujeres a menudo se
encuentran alienadas y desorientadas en un terreno extraño educando a
sus hijos en un ambiente totalmente diferente de aquel en el que ellas
mismas crecieron. Luchan solas, sin el apoyo de la pareja, sin la ayuda de
la sociedad ni de sus instituciones, y sin guía o mentor que las dirija o
aconseje.
No obstante, hoy se acepta que las mujeres que viven una
relación equilibrada entre la familia y sus ocupaciones, tienen mayores
probabilidades de adoptar una disposición constructiva y optimista con sus
hijos que aquellas que se sienten atrapadas en su papel de madre o
subyugadas en el trabajo.

2.2.- La figura del padre.

El primer desafío que se plantea un padre es elegir su misión,
su papel, la personalidad que va a caracterizar su identidad dentro del
ámbito doméstico. Hay padres que escogen el papel del "hombre cazador
primitivo" que necesita estar totalmente libre de las responsabilidades de la
crianza de los hijos para poder proveer o proteger a la madre y a la prole.
Otros representan el personaje del "·rey mago" que, estando casi siempre
fuera de casa, nunca retorna al hogar sin traer regalos para todos. Ciertos
padres adoptan el modelo del "amigo", del compañero, y no tienen una
presencia real hasta que los hijos no son lo suficientemente mayores como
para hablar con conocimiento de temas que a él le interesan. Otros
desempeñan la misión de "autoridad moral suprema", de gran inquisidor o
de juez que dictamina lo que está bien y lo que está mal, carácter que
confirma la madre abrumada que, al caer la tarde, advierte a sus hijos
traviesos: "cuando llegue vuestro padre os vais a enterar". Aunque estos
papeles pueden diversificarse, superponerse o conjugarse en un solo patrón
de paternidad, todos coinciden en una característica: el ejercicio de la
responsabilidad paterna a distancia.
En la vida cotidiana, el padre es el eslabón débil de la cadena
afectiva que enlaza a los miembros del clan familiar. A lo largo de la
historia del hogar, los padres han brillado, sobre todo por su ausencia.
Cada día hay más niños que son criados solamente por la madre. En
Estados Unidos, un 23% de los menores de 18 años viven actualmente solo
con la madre, el doble que hace veinte años. En España, en 1991 había
242.000 familias monoparentales configuradas principalmente por mujeres
solas con hijos menores de 18 años a su cargo. Por otra parte, estudios
recientes indican que incluso en hogares donde el padre está presente, éste
no pasa con los hijos por término medio más de 1/3 del tiempo que la
madre.
Existen diversas razones de ausencia tangible del padre: la
muerte, la deserción del hogar, la paternidad ilegítima, la separación o el
divorcio. La desaparición del progenitor es siempre traumática para el hijo.
Mientras que la muerte del padre tiene por lo general, un carácter natural o
irremediable inflige penosos sentimientos, de duelo, de pérdida y de
tristeza, la ausencia paterna por otras causas, incluyendo la ruptura de la
pareja, es considerada por los niños un rechazo evitable, y produce
confusión, angustia, culpa, rabia y emociones profundas de desprecio o de
abandono.
En cualquier caso, lo curioso es que las diferentes y múltiples
imágenes paternas tienen mucho en común. No son únicas porque, en el
fondo, todos los padres vistos por sus hijos se parecen. Todos son grandes
de tamaño. Todos presumen ante los hijos de alguna virtud masculina.
Todos imponen una tradición de conducta, de mandamientos, de ritos, y de
prioridades. Todos se distinguen por impartir instrucciones; instrucciones a
través de órdenes, de lecciones o de anécdotas. Todos se caracterizan por
sus conversaciones breves y entrecortadas, diálogos en los que
generalmente se dice poco, sobre todo en el caso de los hijos varones, en
las charlas "de hombre a hombre". Todos, en fin, son sin saberlo, el objeto
de una obsesión silenciada, conflictiva e irresistible en los hijos que a
menudo dura toda la vida. Hasta el padre ya muerto mantiene su poder de
influir a través de los recuerdos. Su imagen se conserva como una foto
congelada que define al hombre, y , en cierto sentido, a la especie humana,
para siempre.
Para el niño y la niña resultan vitales las primeras señales de
aprobación, de reconocimiento y de afecto que les comunica el padre - unas
veces de forma activa y otras meramente con su presencia -, porque
constituyen la fuente más importante de seguridad, de autoestima y de
identificación sexual. En el caso del hijo, entre estas tempranas escenas
idílicas, se entrometen inevitablemente sombras inconscientes e
inexplicables de celos, de competitividad, de resentimiento, y de miedo.
La relación entre el padre y el hijo lleva implícita una gran
carga de sentimientos opuestos, de cariño, y de rivalidad, de confianza y de
temor, de intimidad y de recelo, de amor y de odio.
La relación del padre con la hija, sin embargo, suele tener
menos carga de antagonismo, rivalidad y ambivalencia, por lo que tiende a
ser más facil, cordial y afectuosa. Con todo, la relación es esencial porque
una parte importante del carácter femenino de la niña surge de su
atracción por el padre.
Al amanecer de la edad adulta, los hijos buscan la bendición
paterna, un gesto de potestad simbólico que confirme su madurez, que
apruebe su independencia y que celebre su investidura de las prerrogativas
y derechos que implica la llegada al final del camino tortuoso de la
adolescencia.
En general, los hijos y las hijas necesitan el modelo paterno
para formar su yo, para consolidar su identidad sexual, para desarrollar sus
ideales y sus aspiraciones, y en el caso del hijo varón, para modular la
intensidad de sus instintos y de sus impulsos agresivos. De hecho, muchos
de los males psicosociales que en estos tiempos afligen a tantos jóvenes la desmoralización, la desidia o la desesperanza hacia el futuro -, tienen
frecuentemente un denominador común: la escasez de padre. Esta
necesidad no satisfecha provoca en los hombres y mujeres adultos un
sentimiento crónico de vacío y de pérdida, una gran dificultad para
adaptarse al medio social y para relacionarse de forma grata con figuras
paternales o de autoridad. Estado que no se disipa y que a su vez, ellos
arrastran en silencio a sus relaciones de pareja, o de familia, y transmiten
sin saberlo de una a otra generación.
En cierto sentido, los mitos, y las expectativas de nuestra
cultura han colocado al padre ante una trampa insalvable: para que el
hombre sea considerado "buen padre" tiene ante todo, que satisfacer su
función de proveedor, lo que le obliga a pasar la mayor parte del tiempo
fuera de la casa. Pero, al mismo tiempo, su ausencia del hogar tiende a
producir en los niños problemas de carencia afectiva, confusión de
identidad e inseguridad. Sin embargo, cada día hay más padres que
sinceramente optan por un papel más activo y más tangible en la familia y
sienten que, si fueran libres de escoger entre su ocupación profesional o
dedicarse al hogar, elegirían lo último.
Así pues como conclusión al estudio de la figura materna y
paterna podemos afirmar que mientras las madres se liberan de las
ataduras culturales esclavizantes del pasado, los padres se deshacen poco
a poco de una imagen dura, distante y anticuada, y se convierten en seres
más hogareños, expresivos, afectuosos, vulnerables y, en definitiva, más
humanos.

III.- La alquimia del amor.

Todo enamoramiento verdadero implica una transformación
personal importante. Del enamoramiento al amor establecido, del
maravilloso estado de embriaguez a la realidad diaria hay un largo trecho.
El hombre actual ha alcanzado altos niveles científicos y
técnicos; pero en muchos sentidos está perdido sin brújula.
La vida tiene hoy un ritmo trepidante, todo va demasiado
deprisa. En el mundo occidental hemos cambiado más en las últimas
décadas que en todo un siglo. Las transformaciones en las ideas, las
modas, las costumbres y las concepciones sobre la vida se suceden
aceleradamente. Por eso, ante estos vaivenes bruscos, súbitos,
inesperados, el hombre necesita estar al día, reciclarse, lo cual implica
desechar lo que no tiene validez y aceptar lo nuevo, siempre que sea
positivo y favorezca el progreso personal y general. Y esta es una operación
dificil.
Por medio cruza la vida cotidiana, que sigue siendo la gran
cuestión. Lo cotidiano no es nunca banal, ni insignificante, ni puede
descuidarse. En ello se encierra buena parte del secreto de la vida. Las
cosas pequeñas son las importantes; las que hay que cuidar con esmero.
Hay que aprender a descubrir la arqueología de la vida, y el mejor modo es
seguir esa dirección.
Así

pues,

señalaremos

como

ingredientes

del

amor

conyugal:
a)
Sentimiento.- el amor conyugal es, ante todo, un sentimiento.
Pertenece, por tanto, al terreno de la afectividad. Si el amor humano es
algo, es entrega, búsqueda del bien y la felicidad del otro, un constante
acto de dar y recibir.
"Amar es aprobar, dar por buena a esa persona, celebrar que exista".
(Joseph Pieper).
b)
Tendencia.- esta surge de la intimidad y consiste en inclinarse
hacia el otro de modo persistente. Es la consecuencia de la atracción. La
comunicación y el progresivo conocimiento mutuo serán los apoyos o bases
de la pareja y la convivencia.
Esta tendencia psicológica tiene una primera instancia sexual. Por eso este
amor es distinto de la amistad o de otros tipos de amor. El amor conyugal
es sexuado, y en él se van a completar dos psicologías sexualmente
distintas. Pero no conviene perder de vista que amor no es lo mismo que
sexualidad. De lo contrario, estaríamos ante una relación preindividual y
anónima, que no busca el bien ajeno, sino la satisfacción propia. Este
asunto está bastante distorsionado en la actualidad, pues la decadencia del
mundo occidental ha convertido las relaciones sexuales en una especie de
juego trivial, un conjunto de sensaciones sin ningún compromiso. De este
modo la sexualidad se degrada, se trivializa y al final se convierte en algo
catártico o neurotizante. Hay que recuperar el verdadero sentido
antropológico de la sexualidad, que en la vida conyugal revela y esconde a
la vez la profundidad y el misterio de la compenetración de dos personas
que se quieren.
La tendencia es, por tanto, sexual, psicológica, espiritual y cultural. En cada
caso se produce un intercambio de flujos. Si esto no es así, la pareja no se
comunicará, será incapaz de establecer puentes de afinidad, conexiones de
entendimiento, intereses comunes.
El amor debe apoyarse en los valores. Ese será el mejor baluarte para que
el edificio no se derrumbe ante las primeras adversidades serias que,
inevitablemente, llegarán en algún momento.
c)Voluntad.- el amor necesita del ejercicio de la voluntad, porque lo
refuerza, lo afirma, hace que se consolide mediante una conquista diaria
audaz y perseverante. El amor hay que cuidarlo. La confusión, el paso de
los días y las dificultades de la vida erosionan el amor humano. Por eso hay
que estar atento y aplicar la fuerza de la voluntad, que no es otra cosa que
tesón, firmeza que no se doblega, insistencia en los objetivos. Y ello
encaminado a mejorar ese amor. ¿Cómo conseguir acrecentar y perseverar
en el amor?. Corrigiendo, modificando y perfeccionando esa relación
afectiva. En definitiva, enmendando la conducta al compás de la vida en
común, saliendo al paso de sus dificultades, poniéndoles remedio.
d)Inteligencia.- en el amor de la pareja también son clave ciertas dosis
de inteligencia. Su participación aligera la convivencia y permite que la
afectividad de ambos congenie mejor. Inteligencia es conocer al otro y a
uno mismo, saber qué resortes se deben poner en juego.
Aparentemente su concurso quita espontaneidad a esa relación, pero no es
así. Lo que en realidad hace es darle firmeza, consistencia, solidez
arquitectónica.
Cuando el amor es solo sentimiento, puede ocurrir que dependa
exclusivamente de las sensaciones, y se concrete en algo inmaduro,
adolescente. El amor debe recorrer un trayecto adecuado: comenzar siendo
algo puramente emocional y, con el tiempo, ascender a la cabeza, volverse
racional, reflexivo, coherente, pero sin perder la frescura y viveza de sus
primeros pasos. Así se consigue un amor duradero y maduro: con el
corazón y la cabeza.
e) Filosofía o proyecto común.- el amor necesita una filosofía común de
la pareja, una forma similar de entender la existencia, tanto en las
creencias como en las actitudes básicas, pasando por una comprensión
parecida de la realidad. Así se establecen el juego de alianzas de la
compenetración.
La vida en común no se da hecha, hay que realizarla, inventarla,
anticiparse a ella. Y si no se parte de unos criterios relativamente iguales,
aparecerán más tarde las diferencias de interpretación, los puntos de vista
diametralmente opuestos, la dificultad de vivir juntos. Tiene que haber algo
dentro que active y haga funcionar el amor.
f) Compromiso.- el amor conyugal es compromiso. La libertad queda
recortada en el amor humano.
"Amar es elegir, y elegir es seleccionar y renunciar a otras posibilidades".
(Prof. Enrique Rojas).
El compromiso es una especie de obligación que se contrae con el futuro de
otra persona, estableciéndose un acuerdo que es promesa y reserva de
vida afectiva. No hay amor conyugal auténtico si no existe un compromiso
voluntario y responsable. En consecuencia, se exige la libertad del otro.
g) Fluencia y dinamismo.- toda vida humana es dinámica, y también la
conyugal. La pareja ha de saber que, a medida que la vida transcurre, hay
fragmentos de ella que giran, se modifican, avanzan, se orientan de otro
modo.... Esto trae consigo una movilidad que es normal y buena, y que
hace necesarias las sucesivas adaptaciones a las circunstancias personales
y de pareja.
Esta es la alquimia del amor conyugal. Un sentimiento y una tendencia que
necesitan de la voluntad, la inteligencia, el compromiso, la fidelidad..... Su
fondo, ya lo hemos mencionado, entrega y donación a la persona amada.

3.1.- Errores sobre el amor.

Las expectativas son ideas preconcebidas, esperanzas,
ilusiones sobre lo que se entiende a nivel general que debe ser un
determinado asunto.
¿Cuáles son hoy los errores más frecuentes en el manejo
indiscriminado de la palabra amor?.
a)

Divinizar el amor.

b)

Hacer de la otra persona un absoluto.

c)

Pensar que es suficiente con estar enamorado.

d)

Creer que la vida conyugal no necesita ser aprendida.

e)

Ignorar que existen crisis de pareja.

f)

No conocerse a uno mismo antes que a la pareja.

a)

Divinizar el amor.

Elogiar en exceso el amor, absolutizarlo tanto que nos
deslumbre y nos haga pensar que las cosas serán siempre así es un error.
Con la divinización del amor entramos en ese mundo mágico y
excepcional de la poesía, que nos ofrece sólo una parcela de la realidad
sentimental: la mejor, aquella menos compleja, y carente de problemas.

"Beber veneno por licor suave,
olvidar el provecho, amar el daño,
creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño:
esto es amor. Quien lo probó lo sabe".

(Lópe de Vega.- "Soneto varios efectos del amor").

Esto no es divinizar el amor, sino entenderlo en una de sus
inevitables facetas. Su caleidoscopio sensorial oscila y se mueve, pero lo
importante es que la resultante de esos movimientos sea positiva.

b)

Hacer de la otra persona un absoluto.

"Nadie debe absolutizar a otra persona. ¿Por qué?. Porque a lo largo del
tiempo esa percepción cambiará y producirá una fuerte decepción. La vida
es larga y compleja. ¡Qué circunstancias y momentos inesperados y difíciles
tendremos que pasar!. Y de esa otra persona, espectadora de primerísima
fila, observaremos sus reacciones".

(Stendhal.- "Sobre el concepto de cristalización").

Sería como una prolongación del concepto de "cristalización"
que describió Stendhal, pero con más fundamento. Aquí se sitúa al otro en
una posición excesivamente elevada, en un pedestal ideológico. Pero como
la visión que se va a ir teniendo de él es milimétrica, propia de una
convivencia codo a codo, existirán miles de ocasiones en que esta imagen
caiga y se desplome; no de un día a otro, pero sí de forma gradual.
Puede y debe aspirarse a mantener la admiración por el otro,
pero sin llegar al extremo de no ver sus defectos; es decir, hemos de saber
aceptarlos como condición sine qua non de lo que es el ser humano.
Hacer de la otra persona un absoluto es concebirla como parte
fundamental de la felicidad personal. Si bien la felicidad es una operación
compleja, proyectiva, que ha de estar compuesta de amor, trabajo y
cultura; de lo contrario no se consigue que sea sólida y coherente. Los tres
factores tendrán momentos difíciles y atravesarán baches que los pongan a
prueba, cada uno a su nivel. No hay felicidad sin esfuerzos pequeños,
grandes y continuados por enderezar el rumbo de los principales
argumentos, cuando estos se desvían de las rutas adecuadas.
c)

Pensar que es suficiente con estar enamorado.

Ese es el principio, el empujón que activa toda la maquinaria
psicológica de los sentimientos y que en los comienzos tiene una enorme
fuerza y validez. Pero el amor es como un fuego; hay que avivarlo día a
día, si no se apaga. Hay que nutrirlo de detalles pequeños, en apariencia
poco relevantes, necesarios para la tarea de la vida diaria. Cuando éstos se
descuidan, antes o después, la relación se va enfriando y acaba por llevarse
las mejores intenciones.
d)

Creer que la vida conyugal no necesita ser aprendida.

Es de gran inmadurez pensar que una vez que dos personas
deciden compartir su vida todo irá viento en popa sólo porque existe la
voluntad recíproca de que así sea. Es verdad que se necesitan, se
compenetran y están enamorados; que hay un consenso sobre lo básico
bien consolidado. No obstante, a medio plazo todo ello va a ser poco. La
convivencia es un trabajo costoso que exige comprensión y generosidad
constantes; un trabajo en el que no se puede bajar la guardia. En la pareja
los lenguajes son físicos, sexuales, afectivos, intelectuales, económicos,
sociales, culturales, espirituales. La integración de los diversos engranajes,
su acoplamiento y el hecho de que las piezas rueden con cierta fluidez es
una operación en la que hay que poner los mejores esfuerzos.

e)

Ignorar que existen crisis de pareja.

Otra equivocación muy reiterada consiste en desconocer que a
lo largo de cualquier relación conyugal, por estable y positiva que sea, han
de darse algunas crisis psicológicas. Unas serán fisiológicas o normales, es
decir, tránsitos necesarios, por donde hay que pasar sin remedio, que
forman parte de la misma condición humana, en lo que atañe a la
comunicación y la convivencia. Otras relativamente fisiológicas suelen
coincidir con el crecimiento de los hijos, el cambio generacional, las
alternativas psicológicas, familiares y económicas... Ambas deben ser
superadas sin dificultad, salvo que la pareja no encuentre mínimos puntos
de apoyo o se produzca la intervención desafortunada de algunos miembros
de la familia, cuya labor termina por tener un efecto contraproducente.
Más tarde puede darse otra serie de crisis de diversa
significación que necesitarán una lectura acorde con los hechos ocurridos:
por infidelidad, por desgaste de la convivencia de una relación monótona,
rutinaria y vacía en la que el diálogo y el compartir cosas brillan por su
ausencia....
f)

No conocerse a uno mismo antes que a la pareja.
Para que exista una relación estable hay que tener cierto
equilibrio psicológico.
Tener una personalidad bien estructurada es una operación
laboriosa, lenta, de artesanía, en la que uno va talando y podando lo que
no es útil y añadiendo elementos positivos que la irán haciendo más
madura. Cuando se ha tenido un modelo de identidad como inspirador todo
resulta más fácil
ejemplo".

"Lento es enseñar por teorías, pero breve y eficaz por el
(Séneca).

En la forma de ser se reúnen muchos segmentos psicológicos
diversos que forman un mosaico; se alojan parcelas diferentes que es
menester conciliar para conseguir una personalidad sólida y equilibrada.

"En el mapamundi del proyecto de vida, la personalidad es el puente hacia
los tres grandes aspectos: amor, trabajo y cultura".

(Prof. Enrique Rojas)

Para cambiar y corregir algo propio es necesario ser muy
concreto, conocer qué aspecto no está bien estructurado y ponerse manos
a la obra. Siendo pués, primordial "conocerse a uno mismo", observando
aptitudes por un lado, limitaciones por otro y errores pequeños que es
preciso corregir.

3.2.- La erosión del amor.

A menudo la unión
tiempo, se vuelve tediosa, se
sustituida por la indiferencia, la
que poco a poco se comen el
infidelidad o incluso a la ruptura.

de la pareja se debilita con el paso del
embota, su intensidad se apaga o es
inquietud o el desasosiego. Sentimientos
amor y conducen al resentimiento, a la

Cuando el amor fracasa sin remedio, se desfigura y se
convierte en la imagen inversa del enamoramiento. Es realmente
sorprendente la intensa aversión o el asco que muchas parejas rotas
sienten el uno por el otro. Quizá el destino más lamentable y tenebroso
ocurre cuando los sentimientos amorosos desaparecen.
¿Pero cómo se explica ese salto, esa transición de la pasión, la
exuberancia, la reciprocidad, la idealización y de la esperanza que
experimentan los nuevos enamorados, a la resignación, el vacío, el
aburrimiento, la enemistad, la desesperación o al tormento que abruman a
las parejas desencantadas?.
El amor se destruye por diversas circunstancias:
-

Por un cambio en el equilibrio de poder de la pareja.

Por las continuas decepciones que dan lugar al desencanto y la
frustración.
Por la pérdida de armonía o el desgaste de la atracción mútua, con
caída de la vida sexual, de la confianza y de la intimidad afectiva.
Por el transcurso de los años, y según las vicisitudes del
envejecimiento de la pareja:
·

El nacimiento de un hijo.

·

La pérdida de trabajo.

·

El cambio de situación económica.

·

Las enfermedades.

·

Los problemas o exigencias de los padres ancianos.

-

Por la existencia de trastornos psicológicos.

·

Narcisismo.

·

Depresión.

·

Paranoia.

·

Celopatía.

-

Por trastornos físicos que inhiben los sentimientos amorosos.

-

Por la infidelidad.

En USA, el Informe Kinsey calcula que el 37% de los hombres casados y el
29% de las mujeres casadas han tenido relaciones sexuales extramaritales
en algún momento de su vida matrimonial.
(Informe del Instituto Kinsey. USA).
Por las recientes corrientes psico-sociales de individualismo hedonista, que busca la autorrealización inmediata ("aquí y ahora"), la
calidad de vida, su talante laico, relativismo, alta tolerancia y absoluto
pragmatismo, que también parece fomentar la impaciencia que sienten
tantas parejas de hoy ante los primeros brotes de infelicidad.
Además de lo expuesto, existen otras conductas que hacen
muy dificil mantener el amor, como son:
i)

La soberbia y el orgullo.

La soberbia es el origen de casi todos los defectos del hombre. Podemos
definirla como la pasión desenfrenada por el valor de uno mismo; un amor
desordenado que se acompaña de una hipertrofia del yo, fuente y origen de
muchos de los males de la conducta. En definitiva, una actitud que consiste
en la propia adoración, en la idolatría personal.
La soberbia puede ser vivida como pasión o como sentimiento. La primera
es un afecto excesivo, vehemente, ardoroso, que llega a ser tan intenso
que nubla la razón, pudiendo incluso anularla e impidiendo que nos veamos
con una mínima objetividad. En el segundo, todo cursa de forma más
suave, la fuerza se acompasa y la cabeza aún es capaz de captar la
realidad de lo que somos, aunque sólo sea en momentos estelares.
Existe una gradación entre las tres estirpes próximas a este fenómeno:
soberbia, orgullo y vanidad. Entre la soberbia y el orgullo hay matices
diferenciales, aunque el ritornello o común denominador es el mismo: el
apetito desmesurado de la propia excelencia, la tendencia a demostrar
superioridad, categoría, preeminencia.
La soberbia es más intelectual y característica de una persona que,
objetivamente tiene cierta superioridad, que sobresale en alguna faceta de
la vida. No obstante, la deformación de la percepción personal es excesiva
y se desliza hacia la magnificencia. Sus manifestaciones son internas,
privadas, aunque visibles de forma indirecta a través de sus "máscaras". El
soberbio es un ser crecido constantemente. Entre sus rasgos más comunes
cabe destacar: altivez, impertinencia, menosprecio que puede llegar al
desprecio; desconsideración, frialdad en el trato, tendencia a humillar. Su
grado de egocentrismo y engolamiento resulta provocativo.
El orgullo es más emocional, ya que puede incluso referirse a algo valioso
que uno ha hecho como un trabajo o un esfuerzo. Este reconocimiento
resulta negativo cuando es excesivo. Sus síntomas son más visibles, ya que
afectan a la conducta. No es necesario recurrir a una operación psicológica
de introspección o análisis. El orgulloso se encuentra en un escalón inferior
al soberbio de ahí que sea más soportable.
Tanto la soberbia como el orgullo provocan rechazo. En psiquiatría se habla
de un trastorno concreto de la personalidad: "el narcisismo".

ii)

La vanidad.

La vanidad es una pompa hueca elaborada sobre valores mínimos, frívolos
y triviales que se mueven en el ámbito de lo insignificante. Tiene una nota
básica insustancial: la exaltación de uno mismo en cosas futiles y baladíes.
Se necesita constantemente la admiración ajena y el elogio de esas
menudencias: belleza, elegancia, posesión de algún tipo de bienes... Es una
debilidad menor comparada con la soberbia y el orgullo.
Mientras que la soberbia es concéntrica, la vanidad es excéntrica; la
primera tiene su centro de gravedad dentro, en los territorios más
profundos de la arqueología íntima, la segunda es más periférica, se instala
en los aledaños de la personalidad. La soberbia es más grave que la
vanidad, ya que consiste en una cierta ceguera psicológica: uno solo es
capaz de ver lo bueno que tiene y que ha conseguido con su esfuerzo, pero
incapaz de asumir o reconocer los defectos personales en su justa medida.
Al mismo tiempo, no se dirige la mirada hacia los otros, para ver lo valioso
del prójimo, ya que se permanece encerrado en uno mismo, en el propio
mundo.
Respecto de la soberbia podemos encontrar: la soberbia manifiesta,
distinguible con claridad absoluta, y la soberbia enmascarada, la más
habitual que se da en personas inteligentes o de cierta capacidad racional.
El cuadro sintomatológico de esta soberbia enmascarada puede resumirse
de la siguiente forma:
Aire de autosuficiencia.- actitud de bastarse a sí mismo y no
necesitar a los demás. Engreimiento que hace hierático el gesto y lleva al
hábito altanero.
Susceptibilidad casi enfermiza.- se desencadena ante cualquier
crítica fundada en datos observables. Gran dificultad para pasar
desapercibido; tendencia a hablar siempre de uno mismo, pues si no es así
decae el interés de la conservación y la participación en el diálogo con los
demás; desprecio olímpico de cualquier persona cercana que sobresalga en
algún aspecto y de la que se pueda escuchar alguna alabanza.
Débil relación amorosa.- cuando alguien tiene un amor desordenado
por sí mismo, es dificil que se vuelque en otra persona. Necesita
permanentemente el reconocimiento explícito y/o implícito de sus
cualidades y logros, por lo que resulta casi imposible la convivencia: la hace
insufrible, pues reclama pleitesía, sumisión, acatamiento y hasta servilismo.
Falta de limitaciones.- el soberbio no percibe que existen
limitaciones, por ello desconoce muchas restricciones y cortapisas que
tenemos y que surgen cuando realizamos un análisis, frío y objetivo, de
nuestras realidades circundantes: físicas, psicológicas, intelectuales,
sociales y culturales.

iii)

El descuido permanente y sistemático de lo pequeño.

La soberbia, el orgullo, la vanidad se presentan en apariencias
de forma diversa, pero en todos existe el mismo común denominador: el
descuido de los detalles.
El amor atento es el secreto de muchas vidas sosegadas y estables. El
tesoro escondido de la felicidad conyugal se encuentra si se sale a buscar a
diario al otro, olvidándose uno de sí mismo y cuidarle discretamente.

IV.- RECOMENDACIONES PARA RECUPERAR EL AMOR

1.- SIGNIFICADO DE LA PALABRA "AMOR"

"Amor" es una de esas palabras cargadas de los más variados
sentidos. El uso, abuso, falsificación, manipulación y adulteración del
término "amor" exigen un esfuerzo especial de clarificación.
El amor es un tema fundamental en la vida humana, aunque hoy se
ha convertido en producto de la industria de la frivolidad. En español, el
perímetro del vocablo "amor" muestra una gran riqueza: "querer, estima,
cariño, predilección, enamoramiento, propensión, entusiasmo, arrebato,
fervor, admiración, efusión, reverencia.." En todas ellas hay algo que se
repite como una constante: la tendencia basada en la elección de algo que
nos hace desear su compañía y su bien. Esta dimensión de "tender hacia"
no es sino predilección: preferir, seleccionar, escoger entre muchas cosas
una que es válida para esa persona.
Hay una diferencia que conviene hacer ahora, y es la que se
establece entre conocimiento y amor. El primero entraña posesión
intelectual mediante el estudio y el análisis de sus componentes íntimos,
mientras que el segundo tiende a la posesión real de aquello que se ama, a
unirse con él de una forma auténtica y tangible. Amor y conocimiento son
dos formas supremas de trascendencia, de superación de nuestra mera
individualidad, así como de nuestra subjetividad. Amar algo presupone el
deseo de unirse con él: amor y unión son expresiones que se conjugan
recíprocamente. Para desear algo es necesario conocerlo antes, ya que no
se puede amar lo que no se conoce.
Tradicionalmente se ha venido estableciendo una distinción entre
"amor de benevolencia", que lleva a querer el bien de la persona amada, y
"amor de concupiscencia", que conduce a desear y poseer a dicha persona.
El primero representa lo que pudiéramos llamar el amor puro o generoso,
mientras que el segundo debemos denominarlo amor, pasión o egoísta, que
en el fondo es una desviación de la autenticidad de ese afecto.
Descartes propuso sustituir esa división por otra de tres elementos:
a)
La afección, en la cual la relación sujeto - objeto conduce a un mayor
aprecio de uno mismo que de la otra persona.
b)
La amistad, en la que el sujeto ama y estima al objeto en la misma
medida en que lo hace consigo mismo.
c)
La devoción, en la que el otro es sobreestimado, alzado por encima
del propio valor.
Descartes define el amor como "emoción del alma causada por
el movimiento de los espíritus animales, que invita a juntarse de voluntad a
los objetos que le parecen convenientes".
Comte estableció como dos polos opuestos:
- El altruismo.- el amor hacia el otro.
-

El egoísmo.- el amor hacia uno mismo.

El "amor", es pués, una complicada realidad que hace
referencia a múltiples objetos o aspectos de la vida. Podríamos intentar
ordenarlos del siguiente modo:
1.- Relación de amistad o simpatía que se produce hacia otra
persona. El amor de amistad es uno de los mejores regalos de la vida;
gracias a él podemos percibir la relación humana como próxima, cercana y
llena de comprensión.
Laín Entralgo la ha definido como "una peculiar relación
amorosa que implica la donación de sí mismo y la confidencia: la amistad
queda psicológicamente constituida por la sucesión de los actos de
benevolencia, beneficencia y confidencia que dan su materia propia a la
comunicación". En su estudio sobre la amistad, Vazquez de Prada nos trae
algunos ejemplos históricos: David y Jonatán, Cicerón y Atico, Goethe y
Schiller. En todos ellos hay intimidad, confidencia y franqueza, porque la
amistad supone siempre vinculación amorosa.
2.- Amplísima gama de relaciones interpersonales: amor de
los padres a los hijos y viceversa; amor a los familiares, a los vecinos, a los
compañeros de trabajo, etc.
3.- Amor a cosas u objetos inanimados: los muebles antiguos,
al arte medieval, etc.
4.- Amor a cuestiones ideales: la justicia, el derecho, el bien,
la verdad, el orden, etc.
5.- Amor a actividades o formas de vida: la tradición, la vida
en contacto con la naturaleza, el trabajo bien hecho, la riqueza, etc.
6.- Amor al prójimo, entendido en su sentido etimológico y
literal: a las personas que están cerca de nosotros.
7.- Amor entre un hombre y una mujer. El análisis del mismo
nos ayuda a comprender y clarificar el resto de usos amorosos.
8.- Amor a Dios.
trascendencia.

Para el hombre de fe, el resultado es la

2.- LA CONQUISTA AMOROSA.

En la conquista amorosa se produce una especie de juego
ambivalente: aproximarse y alejarse, ofrecer y negar, estar interesado e
indiferente a la vez. Es un ejercicio de exploración entre dos personas,
marcado por sentimientos de atracción recíproca, que pretende bucear en
el otro con el fin de ver qué hay dentro. Lo que aquí va a suceder es una
especie de asedio, de acometimiento, con el fin de entablar una batalla,
una auténtica guerra, para ver quién es capaz e adueñarse del otro.
En éste periodo, el amor no ha aparecido todavía de una forma
auténtica y verdadera, sino que se está ensayando, probándose, para
observar qué sucede y qué posibilidades tiene de triunfar, de dominar, de
vencer y colonizar el corazón de la otra persona.
Los mecanismos que aquí se utilizan son los de "seducción".
Seducir es arrastrar hacia uno a esa otra persona mediante una atrayente
fascinación multicolor que, en sus comienzos, pretende deslumbrar. De ahí
que al principio sea una diversión desafiante y placentera ligada a las
apariencias. Los primeros momentos está dominados por lo artificial. Se
juega con las palabras, con los gestos, con sus giros y variaciones. La nota
placentera a la que aludíamos es simplemente goce, de satisfacción al ir
andando esa travesía burlona. Cuando lo que se intercambia es sexualidad,
el tema cambia por completo; las relaciones ya nacen sobre una base
sensual: se busca y se persigue la relación sexual por encima de todo, y se
acepta la posibilidad de que más adelante todo se convierta en algo "más
personal", más humano y menos físico.
En toda conquista amorosa hay siempre una cierta pasión por
el riesgo y el peligro. No suele faltar un sofisticado coqueteo que lleva a un
cierto triunfo de la técnico psicológica. Es la imagen del Don Juan. El
hombre experimenta emociones dulces e intensas que son dificiles de
expresar la gran mayoría de las veces; pero, por paradójico y extraño que
parezca, prefiere luchar, encontrar dificultades, y ser capaz de trazar unas
líneas logísticas, unas maniobras guerreras que faciliten su triunfo final. Por
eso el arte de la seducción suele estar tejido por las intrigas. Así volvemos
a la noción antes citada: el amor como juego, como diversión y rivalidad, a
ver quién puede más.
La seducción tiene una parte inconfesable, negativa, de puro
amor propio, de absoluta búsqueda de uno mismo, pero también otra
porción positiva, generalmente más pequeña y de menos envergadura:
calibrar si esa persona es o no adecuada para uno, aunque esto sea tan
sólo el telón de fondo.
Por eso el seductor persigue sobre todo la propia satisfacción,
y lo suyo se convierte en un "amor narcisista".
Cuando dos personas llegan a conocerse bien y se entienden,
se complementan, se saben el uno para el otro, es cuando se alcanza una
súbita certeza de que se ha encontrado lo que se buscaba. A la larga no
hay ninguna otra relación humana tan importante como ésta, que arranca
de ese interés inicial que la mujer despierta en el hombre y viceversa.
Vivencia de revelación, puesto que nos descubre la grandeza de la otra
persona. Pasamos así del juego de las apariencias, que es la coquetería, al
momento de las realidades. El amor es el fin del hombre y el principio de la
felicidad.
La revelación pone al descubierto la vida personal: con su
pasado, con la fugacidad del presente y empapado de porvenir. La
revelación amorosa es una experiencia extraordinaria que trae una
promesa de felicidad, de paz , de alegría. Aquí no hay ya sólo ideas,
concepciones de la vida, argumentos, sino otra persona que se sitúa en el
primer plano de nuestra existencia y la llena. Es un gran momento: el de la
decisión de elegir a la persona amada para compartir la vida.
No hay verdadero amor sin elección.
Elegir es, ante todo, ser capaz de seleccionar un cierto tipo
humano, un perfil aproximado de esas cuatro notas que muestran el
concierto de cada individuo: lo físico, lo psicológico, lo cultural y lo
espiritual.
El auténtico amor es selectivo necesariamente, incluso cuando
se produce el flechazo. Es preciso detenerse, y otear el horizonte para
saber qué está pasando dentro de nosotros y para no dejarnos llevar
absolutamente por la corriente veritiginosa de la pasión; poder, en medio
de la embriaguez amorosa, estudiar la conveniencia o no de que ese
encuentro dual siga adelante o sea frenado.
Ahora bien, conviene poner de manifiesto que la elección
amorosa no es muy frecuente. En bastantes casos todo sigue un curso
rápido, impulsivo, inmediato, en el que la atracción reside en el encanto
físico; por ello, aplicar la cabeza, pensar en la conveniencia o no del mismo
va a ser dificil. Esa forma de obrar es, en mi opinión, errónea; y lo es
porque una de las consecuencias más dolorosas del amor sin elección
obedece a lo que podríamos llamar "errores sentimentales".
No obstante, existe lo que pudiéramos llamar la "recuperación
del amor", que consiste en ir hacia él de un modo nuevo, original,
distinto..., siempre que haya existido un cierto grado de error en la
elección.
Aunque una persona se
porcentaje, eso puede y debe tener
formularse de nuevo, buscando sus
sacrificando algunos aspectos y dándole

haya equivocado en un cierto
remedio. ¿Cómo?. El amor debe
raíces en la profundidad, quizá
primacía a otros.

S. Juan de la Cruz decía : "Donde no hay amor, pon amor y
recibirás amor".

3.- ENAMORARSE.

Se trata de un estado emocional surcado por la alegría y la
satisfacción de encontrar a otra persona que es capaz de comprender y
compartir tantas cosas como trae consigo la vida. Es una forma de amor,
pero no es una forma cualquiera, es la más sublime que puede tener un ser
humano a nivel natural.
Es un encuentro singular entre un hombre y una mujer que se
detienen el uno frente al otro para ver si pueden compartir juntos una vida.
En dicho estado se observan los siguientes síntomas:
a)Trastorno de la atención.
Ortega desdobla el fenómeno: sentirse absorbido por un lado,
y sentirse encantado por otro. El primero es más intelectual, el segundo es
más efectivo.
b)Cristalización.
Es un concepto de Stendhal que significa: atribuir a la persona
amada todo un conjunto de cosas buenas, positivas y nobles que pueden
existir.
d)

Admiración.

Puede ser de diverso tipo: de la personalidad, de la simpatía,
de la sencillez, de la fortaleza, del espíritu de lucha, etc.
Admirar a alguien es apreciar lo que es como persona y no lo
que tiene.
Aflora así el deseo y la tendencia a estar con la persona que se
empieza a amar. Se traduce en la necesidad de estar juntos, de
comunicarse, de hablar, de comentar pequeños y grandes incidentes de la
vida. ("La dolencia de amor sólo se cura con la presencia y la figura").
Progresivamente la comunicación se hace más rica e intensa, y se
desarrolla en cuatro vertientes: física, psíquica, espiritual y cultural.
La comunicación física es antes que nada sentirse atraído
por lo externo, por lo primero que nos entra por los ojos (encanto, gracia,
estilo, figura, facciones de la cara, los ojos, la boca, las manos, la
exquisitez, el trato, la forma de hablar, la sonrisa, etc).
La comunicación psicológica, va referida a un doble
aspecto:
-

Vida emocional (sentimientos, pasiones, motivaciones).

-

Personalidad (manera de ser, de funcionar humanamente).

La comunicación social y cultural, va a ser decisiva, pués
es fundamental que ambos pertenezcan a niveles parecidos. Una parecida
visión de la vida.
La comunicación espiritual, que es mirar juntos en una
misma dirección, por encima de cada uno de los dos. Buscar y conseguir
objetivos comunes. Tener unas creencias sobrenaturales coherentes.

4.- EL AMOR: SENTIDO DE LA VIDA.
El hombre no puede vivir sin amor. La necesidad de amar es
esencial y está inscrita en su corazón. Es el primer impulso natural, que se
encamina hacia la entrega y la acogida. Es una relación misteriosa y
fecunda que afecta a la profundidad del hombre y mediante la cual ninguno
pierde su propia identidad personal, a la vez que ambos salen enriquecidos.
Un amor profundo y duradero no es fácil de conseguir, porque
exige una serie de capacidades que, en la cultura de éste final del S. XX,
parece que no abunda. Es cierto que el amor es lo que da sentido a la vida,
pero es menester perseguir un amor maduro, hondo y estable. Pero
para eso hemos de considerar una cuestión de principio: "para estar con
alguien es necesario antes estar con uno mismo". Es imposible compartir la
vida, dar y recibir amor, si antes uno no se posee a sí mismo.
La vocación del hombre en la vida no es otra que la felicidad, y
ésta tiene al amor como elemento principal. Esa felicidad va a consistir en
una relación mutua regida por la atracción, es decir, la puerta de entrada
hacia la elección de otra persona. Porque el amor auténtico, maduro,
completo, aquel que conduce a la felicidad, tiene y debe ser comprometido,
exige la donación entera con notas de eternidad.
Existe una felicidad fisiológica elemental y primaria de
aquel que tiene cubiertas sus necesidades básicas. En el otro extremo de la
balanza, podemos decir que existe otra felicidad densa, compacta, rica,
propia del hombre que lucha por vencerse a sí mismo y por desarrollarse
del mejor modo posible. Entre ambas hay una diferencia abismal como la
que puede existir entre dos tipos de amor. Se trata de no falsificar el amor
y acomodarlo a un mero movimiento emocional que va y viene como el
viento. El corazón sabe distinguir cuando un amor tiene peso y cuando es
ligero, cuando es profundo y cuando epidérmico, cuando es puro
pasatiempo, y cuando es biográfico.
Pero la felicidad tiene una estructura paradójica. El hombre es
más feliz cuando da que cuando recibe. Así amar es darse, entregarse,
regalar lo mejor de uno, buscar el bien del otro, olvidando el egoísmo y la
preocupación por uno mismo. Esto implica una actitud interior que no es
común y que se produce como consecuencia de años de entrenamiento en
la lucha con uno mismo. Es incapaz de dar quien no tiene nada dentro o
quien se aferra a lo que posee sólo para sí mismo. Y es notable, ya que el
hombre no es feliz cuando sólo se recrea en sí mismo. La felicidad se vive
siempre al compartir, al participar, y lo mejor que uno puede compartir con
otra persona es lo más íntimo, lo que está más adentro, su interioridad.
Dar lo mejor de nosotros nos enriquece.
Conocer a alguien es saber qué piensa, qué criterios articulan
su existencia, qué carácter tiene, cómo es su vida sentimental, qué
motivaciones profundas recorren su mundo interior; conocer es meterse en
la vida de ese alguien buscando la llave maestra para descubrir sus
secretos. Todo conocimiento de otra persona tiene dos notas básicas:
a)

Aproximación reflexiva.
b)

La reciprocidad.

Conocer es no sólo saber del otro, sino entenderlo,
comprender sus pasos, ver con buenos ojos su biografía, disculparlo y no
ser severo al contemplarlo.
La vida es dramática porque es drástica, radical, seria, dificil,
compleja, conmovedora, llena de luchas. Esto es lo que observamos cuando
nos metemos en otra persona y desmenuzamos su vida parte a parte.
Siendo condición esencial para enamorarse tener un cierto grado de
admiración hacia esa persona, deseando el conocimiento y la proximidad de
la persona amada. Compartir la vida con ella, envejecer juntos.

5.- LOS INGREDIENTES DEL AMOR CONYUGAL.

Antes de adentrarnos en los componentes del amor conyugal,
hay que decir que pasamos de la borrachera del enamoramiento a la vida
habitual de ese amor que termina por institucionalizarse. Cambiamos de
coordenadas. Se varía pués, de un nivel eufórico y de exaltación de las
fases iniciales del encuentro amoroso a otro orden de hechos más calmados
y permanentes. La vida, entonces, se acompasa, se vuelve serena y
objetiva, se reduce el entusiasmo inicial y se aterriza en la verdad de ese
amor, que no es otra cosa que la aceptación recíproca de las virtudes y los
defectos de uno y otro, de lo positivo y lo negativo.
Desde la orilla de un amor maduro hay que rehabilitar la
grandeza de la vida diaria, maravillosa aventura en la que ponemos lo
mejor que tenemos.
El amor es una forma excelente de conocimiento que hace que
la búsqueda culmine en encuentro: es la satisfacción de haber dado con
una persona que ilumina el panorama personal presente y futuro.
La vida conyugal ya establecida hace cambiar el color rosa de
los momentos iniciales por una amplia tonalidad de coloridos muy diversos,
como la vida misma.
El amor es una conducta de atracción recíproca, rica y
compleja. El amor auténtico disuelve y alivia las tensiones que se deslizan y
navegan dentro del hombre y cura sus principales heridas.
No hay amor maduro y perseverante sin renuncia ni sacrificio
escondido.
El amor se vive como tendencia a estar con la persona amada.
De ahí se derivará el "cariño", esa forma particular de afectividad que se
produce como consecuencia del trato humano, del roce, del hecho de
compartir. La comunicación y el conocimiento progresivo serán las mejores
velas que empujarán esta nave afectiva.
Los dos componentes iniciales del amor son el sentimiento y
la tendencia; constituyen los esbozos del principio. Más tarde se irán
añadiendo otros que darán su verdadera dimensión.
El amor conyugal es necesariamente sexual, porque ambas
personas son sexualmente distintas y, por tanto, buscan complementarse.
Es un movimiento de fusión físico que constituye la diferencia respecto a
otras clases de amor. He ahí su complejidad: concierto entre sentimientos,
impulsos, sexualidad y convivencia. Para que ese amor sobreviva es
necesaria una relación de armonía entre todos ellos. Reducir el amor a
mera relación sexual es falsificarlo y, lo que es más grave, desnaturalizarlo,
suprimir ese juego de elementos compartidos que constituyen su misma
esencia. La calidad del amor conyugal sólo se alcanza cuando, tras
repetidos esfuerzos, sus distintos componentes viven en un equilibrio
proporcionado. El amor auténtico perfecciona al hombre, amplía su
horizonte existencial y se caracteriza por la entrega, la donación y la
generosidad. Tiene siempre un valor moral. Se convierte de este modo, en
una escuela donde se aprende lo mejor de la vida: dar y recibir amor;
además uno se educa por tener un comportamiento íntegro, coherente y
ético. Es pués, esencial que la arquitectura sentimental tenga unas bases
consistentes. Así nacerá un amor pétreo, granítico, fibroso, hecho de los
materiales humanos más nobles, inquebrantable, acorazado.
El amor debe apoyarse en unas creencias comunes, es
importante que parta de un sistema común de referencia, de unas
creencias parecidas. Dichas creencias dan firmeza a la unión conyugal.
Ayudan en momentos de calma, pero sobre todo en los de crisis, ya que
esas ideas arraigadas y su doctrina hacen entender el valor que tiene la
renuncia y el buscar soluciones.
Las creencias son la base de cualquier hombre. Lo importante
es que éstas sean trascendentes, le superen, estén por encima de sus
meros intereses circunstanciales.
El amor conyugal requiere voluntad, porque su presencia
afirma y refuerza ese amor a través de una conquista diaria, tenaz,
perseverante, llena de audacia. Hay que cultivar el amor día a día; si no, se
evapora, se enfría, se pierde.
Amar es complacer, regalar, darse, satisfacer a la otra
persona; pero también es pedir, solicitar, demandar.
El amor conyugal, como proyecto de vida en común necesita
de la voluntad. Supone querer, insistir, poner los medios adecuados para
conseguir algo y superar las dificultades de dentro y de fuera.
Todo amor que descuida o desconoce el papel de la voluntad
nace herido de muerte. Si bien, un amor pleno, denso, rico y frondoso no
se alcanza de hoy para mañana; no se consigue así porque sí. Necesita
repetidos esfuerzos de la voluntad que se empeña en mejorarlo. En la
convivencia conyugal, el ejercicio de la voluntad es decisivo para acrecentar
y preservar el amor.
El valor de la voluntad está estrechamente relacionado con la
libertad. La voluntad debe quedar comprometida al máximo con el amor, y
un compromiso libre de la voluntad sólo se lleva a cabo partiendo de la
verdad.
Los sentimientos tienden a ser, por sí mismos, inconstantes,
volátiles, movedizos; no pueden ser los determinantes de un amor
duradero. Es preciso echar mano de medios que los fijen, que los hagan
más seguros, y el mejor camino es el de la voluntad.
A su vez, el amor entre un hombre y una mujer debe ser un
acto inteligente, pués se da a la vida afectiva las raices que necesitará con
el paso del tiempo.
Inteligencia es capacidad para distinguir lo accesorio de lo
fundamental; facultad para resumir la situación propia y la ajena;
comprensión lógica de lo que sucede para obrar en consecuencia.
Aparentemente le quita espontaneidad al amor, pero no es así; lo que la
inteligencia hace en realidad es darle a ese amor consistencia, solidez,
arquitectura y firmeza.
Gracias a la introducción de la inteligencia en el terreno
sentimental se hace un acto reflexivo, de detención y análisis. Nos
detenemos a pensar en la manera de ensayar y enfocar adecuadamente el
desarrollo de ese amor día a día, y captamos sus rasgos, sus matices y
recovecos. Así se aprende a vivir, se descubre el jeroglífico que es vivir con
otra persona compartiéndolo todo.
El amor, como tendencia de la voluntad hacia algo bueno,
asume e integra el sentimiento y se hace personal gracias a que es
meditado y razonado.
A ésta noción de amor se contrapone la otra cara de la
moneda: "el amor inmaduro", que puede definirse a base de sus elementos
principales: es superficial, epidérmico, se fija sólo en las apariencias, está
lleno de frivolidad, de tópicos y lugares comunes, y no conoce lo que vale el
esfuerzo diario por troquelar y mejorar esa relación.
El amor es grande porque es comprometido. Conlleva un
acuerdo, una obligación con la persona amada, de estar con ella siempre,
de acompañarla, de vivir con y para ella.
No hay amor auténtico si no existe un compromiso voluntario
mediante el cual uno se hace cargo de cuidar y atender a la persona
amada. De éste modo, la libertad de cada uno queda comprometida por el
amor.
Compromiso, responsabilidad, fidelidad; es la secuencia que
conduce a la felicidad. La fidelidad es un imperativo del amor que se logra
día a día a base de esfuerzos pequeños, concretos, particulares y bien
delimitados. La fidelidad se sustenta en continuas y pequeñas lealtades
para conseguir así perseverar en el amor. La fidelidad hace que el hombre
viva con integridad, con coherencia, y éste es el camino para ser feliz.
Cuando en una sociedad como la actual, está muy al alcance
de la mano cualquier fórmula de ruptura - separación, divorcio, unión con
otra persona -, ya ni se plantea el luchar o el poner la voluntad al servicio
de ese amor, sino que se escoge el camino más fácil. El amor así entendido
se interpreta como algo pasajero que puede durar, es decir, no se le niega
la posibilidad de ser eterno, pero no pasa nada si no funciona: se recurre a
los mecanismos jurídicos vigentes que ayudan a disolverlo. Así las cosas, se
parte de un concepto de amor transitorio y relativo, depende de las
circunstancias. Se alcanza así un subproducto amoroso, una especie de
"amor light": amor sin compromiso, sin voluntad; sin cabeza y sin esfuerzo;
amor sólo sujeto a los vientos que vengan, los cuales indicarán su
orientación definitiva. Formas de pseudoamor, mercancía de productos en
una sociedad que ha comercializado casi todo, intercambio de productos
afectivos degradados en todo, menos en su nombre.
El amor es un proceso dinámico, no estático; esto quiere
decir que cambia, oscila, se modifica, pero mantiene sus puntos
primordiales, la esencia con la que nació. Este es el subsuelo del amor que
permanece. Así el amor es siempre una
aventura dulce y amarga,
transparente y opaca, con luces y sombras como la vida misma, pero con
capacidad suficiente para dejarse la vida ahí, sin falsos idealismos, con
autenticidad, sabiendo que el amor conyugal y familiar sólo puede
conservarse y perfeccionarse con espíritu de sacrificio y de renuncia.
Un amor bien pertrechado, maduro, rico y compacto, hace al
hombre más libre. La verdadera liberación es la superación del hedonismo,
del materialismo, de la egolatría, de la permisividad a ultranza, y la
entronización del relativismo (este camino no es provechoso ni conduce a
meta alguna que no sea nihilista). El objetivo de la libertad es el bien. La
verdad y el amor hacen al hombre libre.
El amor se puede perfeccionar, pero también es susceptible de
empeorar; es perfectible y defectible. El mejor amor es aquel que lo da
todo, que no se guarda nada y que busca el bien y la felicidad de la otra
persona. El peor amor, por su parte, es aquel que está lleno de egoísmos,
intrascendencia, frivolidad, y es voluble, irresponsable, mudable, alocado,
caprichoso. Entre estos dos polos se sitúa una gama intermedia de posibles
formas de amor, unas más densas y otras más ligeras.

6.- LAS RUPTURAS CONYUGALES: ENTRE LA ESPERANZA
Y LA DECEPCION.
Los tiempos cambian y traen consigo nuevas esperanzas y
crisis con un sello particular e infrecuente hasta esos momentos. Tal es el
caso de lo que sucede hoy con los problemas conyugales: se han vuelto
epidémicos.
Sus quiebras, rupturas y separaciones van a incidir sobre la
comunidad, a la par que producirán un efecto negativo y desestabilizador
que tenderá a multiplicarse o a seguir el mismo derrotero siempre que
afloran dificultades.
Muy a menudo observamos parejas trazadas con unos
presupuestos psicológicos endebles y pensamos que, en un tiempo no muy
lejano, serán historias sin futuro.
De las crisis conyugales, podemos
clasificación, siguiendo al prof. Enrique Rojas:
a)

hacer

la

siguiente

Crisis conyugales normales o fisiológicas.

En toda relación de pareja sobrevienen crisis o momentos
dificiles que son completamente normales y que se inscriben dentro del
proceso de maduración de la vida conyugal. En su curso lo que hace falta
es un mínimo de espíritu de lucha y un poco de orden de ideas de cada
uno.
La vida conyugal tiene una serie de etapas bastante
estandarizadas que pueden llevar a situaciones de riesgo para la pareja.
Son crisis de crecimiento, de maduración y compenetración de la pareja.
Apuntan hacia la consecución de un vínculo más fuerte, de un conocimiento
más fino de la otra persona y , sobre todo, de un saber llevar
adecuadamente el carácter y la psicología del cónyuge.
El matrimonio no es un estado fijo, sino un proceso en
movimiento. De ahí la necesidad de adaptarse a sus oscilaciones naturales
y lógicas. Esos periodos los podemos clasificar del siguiente modo:
i)

Etapa de formación de la estabilidad de la pareja.- corresponde a
sus primeros años, a través de los cuales se busca la identidad del nosotros
y se descubren las posibilidades y los límites que deben enmarcar a esa
pareja.
ii)
solidez.

Etapa de afirmación.- la pareja avanza ya a una paulatina

Es un periodo en que ambas personalidades se van haciendo más maduras
a través de los sucesivos cambios, la renovación de ilusiones y la
superación de dificultades y momentos áridos.
Este proceso de adaptación es costoso y necesita de sucesivas superaciones
que van de lo general a lo concreto. La lucha por el poder conyugal suele
ser uno de los peligros que más seriamente amenazan a la pareja. Es
menester buscar un equilibrio inteligente en el cual el papel de cada uno
esté relativamente bien dibujado, con áreas de confluencia en las que
compartir lo mejor de sí mismos.

iii)

Etapa de la mitad de la vida.examen retrospectivo.

periodo de balance biográfico, de

Un análisis minucioso de la vida es siempre doloroso, por eso es bueno ser
ecuánime y analizar reposadamente, sin dramatizar, las dificultades,
errores, problemas y aspectos que de un modo u otro habrán pasado por
esa vida en común.
Aquí se recoge lo que se ha sembrado.

iv)

Etapa de vejez.- la pareja que se ha mantenido firme se une más
estrechamente y el amor se hace más dulce y tierno, más auténtico,
comprensivo y sólido.

b)

Crisis por desgaste de la convivencia.

Estas crisis son también naturales, aunque aquí es preciso que
haya habido ya un cierto rodaje.
La vida se va erosionando con el paso de los años, es lo
normal y es menester saber que el tiempo trasforma los caracteres, aunque
se mantengan los principales rasgos psicológicos.
En la personalidad hay dos ingredientes:
-

El carácter.- influido por los estímulos exteriores.

-

El temperamento.- componente genético, más rocoso y profundo.
Una condición básica de la pareja madura es amar al otro con
sus cosas positivas y negativas, buenas y malas, pero después de haber
intentado suprimir los ingredientes negativos que más afectan a la armonía
conyugal.

c)

Crisis de identidad.

Brota como una especie de "balance existencial". En su curso
se formulan preguntas fundamentales: ¿Quién soy yo?, ¿ cómo llevo mi
vida familiar?, ¿qué hago en la vida?, ¿cómo va mi vida profesional?, ¿estoy
a gusto con mi personalidad y mi forma de ser?.
Las crisis de identidad suelen ser dolorosas, a veces incluso
patéticas. Dejan al descubierto flancos demasiado negativos, proyectos que
quedaron a medio camino, pequeñas promesas que no se han cumplido o
metas relativamente accesibles que se han abandonado. De ahí que su
exploración esté llena de dureza y amargura.
La tarea necesaria es la de "diseñar puentes de aproximación"
que ayuden a clarificar que está teniendo lugar, un análisis de los distintos
segmentos biográficos.
Se trata de volver sobre uno mismo y encontrarse, dar de
nuevo con el modelo personal que se ha ido perdiendo o extraviando.

d)

Crisis conyugales por infidelidad.

Por regla general, este tipo de crisis son graves y suelen
deslizarse hacia la ruptura; están teñidas de fuertes tensiones emocionales
y de un acentuado deterioro de la vida en común.
La fidelidad se alcanza con actitudes de respeto y
consideración hacia la otra persona, gracias a pequeños y continuados
ejercicios de lealtad, de amistad veraz y de confianza recíproca. Las
corrientes hedonistas y permisivas arrasan estos presupuestos y los dejan
de lado. Los resultados conducen a heridas familiares serias y de
consecuencias dramáticas que van a persistir en varias generaciones.

e)

Crisis por intromisión de la familia política.

Lo que suele suceder en estos casos es que la actuación
desacertada e inoportuna de alguna parte de la familia política provoca una
situación dificil y cargada de tensiones psicológicas.
f)

Crisis por hipertrofia profesional.

Habitualmente, este "amor desordenado al trabajo" esconde
un excesivo amor a uno mismo, que no es otra cosa que una forma sutil de
soberbia y egolatría.
La estabilidad sentimental es parte esencial del equilibrio de la
personalidad y, en buena medida, se alcanza cuando uno sabe lo que
quiere y conoce aquello a lo que tiene que renunciar.
g)

Crisis conyugales por enfermedad psíquica de uno de ellos.
La fisonomía de estas crisis suele variar según la enfermedad
psíquica de uno de los cónyuges sea transitoria - depresión, trastorno por
ansiedad, etc - o tenga unas consecuencias casi irreversibles, y por ende,
haga imposible la convivencia.
En ellas late una incapacidad para asumir las obligaciones del
matrimonio, de ahí que se consideren nulos desde el punto de vista del
Derecho Canónico.
h)

La monotonía.

La vida se vuelve insípida, uniforme, aburrida, insustancial,
sosa; le van faltando esos alicientes que son tan necesarios y que
consiguen que ésta se experimente anticipadamente con una buena dosis
de ilusión y de entusiasmo.
Falta poner en esa vida en común imaginación, gracia,
pequeños objetivos, gratificaciones recíprocas y planes compartidos. Lo
notable aquí es que no hay grandes problemas humanos, lo que falta son
recursos para evitar la rutina, la caida tediosa y gris.
Su pronóstico desprende cierto pesimismo si no se ponen con
cierta urgencia los medios adecuados para evitar el hundimiento plural y la
ruptura.

i) Crisis por ascenso profesional no compartido.
Se genera ante el desnivel habido entre los cónyuges en los
casos en que uno ha tenido un importante ascenso profesional en breve
espacio de tiempo, y no lo han vivido juntos. Lo que genera que
trayectorias de vida paralelas con pocos puntos de contacto suelen
desembocar en la ruptura.

i)

Crisis sin salida: inmadurez de ambos cónyuges.

La personalidad inmadura es una pieza psicológica muy usual
en la sociedad actual.
Los avances ingentes en el campo de la ciencia y la tecnología
no se han visto acompañados de una humanización paralela; por el
contrario, la vertiente humanística se ha ido erosionando.
El hombre actual está bastante desorientado. No sabe a qué
atenerse, no tiene las ideas claras sobre sí mismo y la realidad circundante.
Está minuciosamente informado, pero no sabe qué hacer con esa
información que no es formativa, ni enriquecedora, ni ayuda a desplegar lo
mejor de uno mismo; antes al contrario, su sesgo marcadamente negativo
le deja inerme, sin fuerzas, pesimista, sin capacidad para descubrir los
ángulos y los segmentos positivos que hay a su alrededor.
La civilización actual se tambalea precisamente por falta de
criterios positivos, sólidos y auténticos. Se está anunciando un nuevo
diagnóstico social: "la socialización de la inmadurez".
La persona inmadura no sabe lo que quiere, es cambiante, ha
crecido sin modelo de identidad, no se conoce bien a sí misma, tiene una
frágil filosofía de la vida que se mueve al son de los vientos que corren,
está llena de contradicciones internas y muestra una escasa
responsabilidad. Tal situación le va a impedir asumir las tareas de la vida
conyugal y la convivencia.

7.- REMEDIOS PARA EL DESAMOR.

El amor conyugal está en crisis porque los resortes del hombre
contemporáneo se han vuelto frágiles. Se vive sin asideros, sin soportes
sólidos, en una existencia que tiende al vacío, o a la superficialidad o al
ritmo vertiginoso de vida, pero sin rumbo. Muchas vidas carecen de
sentido: en ella ondea la bandera del absurdo y del nihilismo. Desde ellas
se hace dificil y costoso entender que el amor - darlo y recibirlo - se
aprende y que necesitas, además de esfuerzos, renuncias y sacrificios.
No hay auténtico progreso humano que no tenga un fondo
moral. El vacío de ideales constituye la más amarga de las carencias. Deja
al hombre flotando en un nihilismo, en las proximidades del tedio, la apatía,
la dejadez, el abandono, la deriva; hombre deshabitado que tira por la
borda su proyecto vital.
Es mucho más dificil mantener un amor que conquistarlo.
Conseguir un amor duradero hoy implica ante todo conocer la metodología
del amor para que éste se vuelva amable y penetre paulatinamente en el
interior de uno, saber que el amor no se agota en el sentimiento, sino que
se completa y se engrandece por la voluntad, la inteligencia y el
compromiso.

Primer remedio: borrón y cuenta nueva.

Para empezar a arreglar una situación conyugal dificil es
necesario esforzarse por asumir y digerir el pasado.
La incapacidad para superar un pasado dificil y / o traumático
es la llave que abre la puerta de la neurosis. Concluyendo en un cuadro
semiobsesivo de dificil arreglo.
Un sujeto psicológicamente sano debe tener resortes
suficientes para digerir el pasado, aceptarlo y mirar hacia el futuro. Una
personalidad frágil, endeble, inconsistente, incapaz de sobreponerse a los
avatares previstos e imprevistos que habrá de atravesar una vida, suele
terminar mal e interpretar la vida desde un ángulo imposible.
La facultad de mirar a lo lejos le hace al hombre escoger
posiciones moderadas y conciliadoras, que a la larga, le engrandecen.
Se suele utilizar la "técnica de la neutralización discursiva", por
la que se enumeran los puntos biográficos conflictivos a superar, y se
refuerzan con mensajes positivos "convertirme en una persona rencorosa
es mal camino", "todos los amargados viven recuerdos dolorosos", "veo
claro que se inicia una nueva etapa: libro en blanco, ahora empiezo a pesar
de todo...".

agravios.

Segundo remedio:

Esforzarse por no sacar la lista de

La lista de agravios es ese inventario de pequeños y grandes
errores, fallos, defectos, y fracasos que se acumulan tras la convivencia.
Suele dificultar seriamente el diálogo.
son:
1)

Las razones que se podrían dar para evitar la lista de agravios

No es constructivo.

2)

Hace vivir el pasado en el presente de modo recurrente, lo que impide
mirar hacia delante.

3)

Es neurotizante: vuelve
acomplejadas, tensas, etc.

4)

Puede hacer que alguien quede seriamente impedido para establecer
una futura convivencia.

a

las

personas

complicadas,

heridas,

Tercer remedio: El respeto mutuo en tres direcciones.
El respeto quiebra por tres flancos distintos pero
complementarios: palabra, obra y gestos. Los tres tienen una raíz común:
la consideración en el trato debe basarse en el aprecio y la dignidad de la
persona.
-El respeto de palabra tiene una gran fuerza: aprender a
controlarse, ser dueño de uno mismo y no perder la calma.
En las crisis conyugales graves o en aquellas otras crónicas
con gran deterioro de la convivencia, las palabras duras, fuertes, hirientes,
venenosas, cargadas de acusaciones y descalificantes van a dejar una
honda huella en quien las recibe.
-El respeto de obra, el maltrato o sevicias: trato cruel, con
ensañamiento, salvaje, indigno de un ser humano.
La conducta cruel descalifica al que la practica lo deja al
descubierto.
-El respeto de los gestos. Gestos de desprecio, caras largas,
aspavientos sistemáticos de desaprobación, maneras desafiantes, modales
estereotipados negativos, posturas de hastío, etc, ahogan cualquier posible
reconciliación. El daño que ocasiona suele ser mayor que las palabras más
fuertes y descalificantes.

Cuarto remedio:
primero con uno mismo.

para estar con alguien hay que estar

Hay vidas cuyo eje, cuya constante de desarrollo ha sido la
inestabilidad afectiva, lo que denota inmadurez. De ahí que la terapia a
aplicar sea el replanteamiento de las principales características de la propia
personalidad y el deseo operativo de cambiar. Ya que aquella persona que
no sabe lo que quiere, que no tiene las ideas claras sobre los temas
capitales de la vida, inestable, con criterios cambiantes, que se apunta a lo
último que conoce, o que oye o que le llega como novedad; persona con
gran facilidad para perder el control, poco realista con sus posibilidades
(quiere demasiadas cosas a la vez, estar en muchas empresas humanas al
mismo tiempo) y siempre insatisfecha.
Este sería su perfil psicológico. La síntesis de este sujeto,
llevado a un punto extremo, sería: "No me aguanto a mí mismo, me
desprecio como persona, no me soporto...."

Quinto
argumental.

remedio:

la

vida

conyugal

tiene

que

ser
El aburrimiento es uno de los grandes enemigos de las parejas
modernas.
La vida humana tiene que ser argumental: ha de tener unos
objetivos, un programa, unos proyectos, ilusiones y motivos para andar
juntos.

Sexto remedio: evitar discusiones innecesarias.

De las fuertes discusiones no surge la verdad ni la
aproximación de la pareja, por lo cual es importante saber callar en ciertos
momentos dificiles.
Hay que distinguir: diálogo, diferencia de criterios y discusión.
Dialogar
es conversar,
intercambiar experiencias y opiniones.

hablar

de

uno

y

mil

temas,

Diferencia de criterio se da cuando nuestras propias ideas se
matizan, se refuerzan o debilitan según los argumentos recíprocos.
Discusión supone un fondo de desacuerdo, que se intenta
vencer por la fuerza o por la habilidad de la descalificación.

Séptimo remedio: tener una vida sexual sana, positiva y
centrada en la comunicación.
Por sexualidad sana debemos entender aquella que se
desarrolla lejos de conductas patológicas como el sadismo, la satiriasis, el
onanismo, o el masoquismo; aquella que se mueve en las coordenadas de
la comunicación afectivo - sexual, con la variabilidad y plasticidad de todo
comportamiento, pero siempre dentro del marco de la dignidad humana. Lo
contrario degrada, no conduce a constituir una comunidad de amor por
mucho que se utilice esa palabra y convierte a la pareja en depravada.
Por ello es preciso alcanzar una educación sexual que sea a la
vez educación de los sentimientos y de todo lo que se mueve a su
alrededor, y así conducir su desarrollo dentro de los parámetros de la
dignidad humana. Actualmente el tema cobra unos matices muy complejos
por la vía de la permisividad que está haciendo estragos en el mundo
moderno. Se ha distorsionado tanto la libertad que en su nombre el ser
humano se ve arrastrado a situaciones insólitamente degradantes. Desde
ahí tiene un largo trecho hasta recobrar su calidad y grandeza como
hombre.
El tema de la sexualidad es interminable, siendo preciso insistir
en que se viva con espontaneidad, naturalmente, dentro de una atmósfera
de comunicación.

Octavo remedio: hacer repetidos esfuerzos de voluntad
por mejorar y pulir las dificultades de la convivencia.

Hay que llevar a cabo una "educación de la voluntad".
La voluntad es energía, decidida disposición, empeño, tesón,
firmeza, tenacidad, insistencia que no se doblega ante las dificultades, que
es capaz de crecerse ante los obstáculos. Facultad que conduce hacia lo
mejor, aunque en principio signifique una renuncia costosa.
El que lucha está siempre alegre, porque nunca da batallas por
perdidas.
Quien no tiene voluntad, o quien la tiene frágil y quebradiza,
de algún modo nos recuerda a la imagen del "niño mimado", que al no
tener educada la voluntad se convierte en una marioneta de las
circunstancias, traído y llevado por un sinfín de estímulos que le llevan de
acá para allá. El resultado nos muestra una persona caprichosa,
inconstante, voluble, frívola, mudable, irresponsable, con poco contenido,
que solo hace lo que le apetece, mal criada, echada a perder. Con éstas
alforjas no llegará muy lejos, ni en el amor ni en ninguna otra empresa
grande y seria.

Noveno remedio:

echarle a la vida sentido del humor.

Hay parejas que se pasan la vida dramatizando, que han
aprendido a agrandar los sucesos y a sacarlos de su perspectiva real. Viven
la vida de forma trágica, y la convivencia llega a hacerse insoportable, pués
siempre todo está destilando infortunio, desastre.
Hay que girar en sentido contrario. Cultivar el sentido del
humor no es otra cosa que ver el lado divertido de la vida; hay que
ejercitar la risa, la ironía, y la gracia para poder tomarse las cosas con
filosofía y desdramatizar las pequeñas y grandes incidencias de la vida.
Estas estrategias combaten eficazmente el desaliento.
Cuando se tiene sentido del humor se domina la vida y se
pueden superar las adversidades. Su carencia, vuelve a las personas
suspicaces, hipersensibles, etc.
Décimo remedio: aprender a remontar momentos, días
o situaciones difíciles.
También aquí rigen las leyes del aprendizaje: se necesita
tiempo para adquirir ciertas destrezas; todo entrenamiento sigue un
camino de ida y vuelta, de avances y retrocesos. Es la ley del efecto de
Thorndike: toda respuesta se fortalece si aplicamos estímulos
"satisfactores" y se debilita por estímulos "perturbadores".
Para que la comunicación sea efectiva se requiere que sus
componentes verbales y no verbales sean congruentes, que el mensaje
emitido sea claro, nítido, sin ambigüedades y que los contenidos no
verbales apoyen a los verbales. Se pueden y deben decir cosas fuertes pero
cuidando los modales.

Undécimo remedio: saber escuchar, aprender a dialogar
y adquirir habilidades en la comunicación.

Toda comunicación está basada en un juego subterráneo de
transacciones; es un intercambio de comportamientos verbales y no
verbales, de sentimientos y reacciones vivenciales.
Para mejorar la comunicación, el terapeuta puede diseñar una
"guía de discusión" según el siguiente esquema:
1)

Cada comunicante es a la vez emisor y receptor de mensajes.

2)

Hay que conseguir que el mensaje sea claro, concreto y reconocible.

3)

Hay que partir de un principio: querer buscar una solución.

4)

Aprender a eludir las áreas sensibles.

5)

Aprender a centrarse en el tema.
Duodécimo remedio: saber utilizar la mano izquierda.

Se refiere a la diplomacia, habilidad en el trato, artesanía de
las relaciones humanas, cortesía, tacto, saber callar a tiempo y conocer
cuándo se debe hablar.
A veces evitar ir de frente y escoger un camino colateral puede
ser muy beneficioso para que la convivencia fluya mejor.

Decimotercer remedio:

los días rosas.

Se trata de que uno de los cónyuges un día cada dos semanas
o al mes procure hacer todo lo posible por agradar a la otra persona;
esforzándose al máximo. Es pués un mecanismo de refuerzo de conducta,
empezando por lo que es más facil, y siempre una vez superados los serios
problemas entre ambos.
Los días rosas se contraponen a esa tendencia a centrarse en
lo negativo, en vertientes destructivas, sobre todo cuando existe cierta
inundación de conflictos que se disparan ante el más pequeño estímulo.

pasivo.

Decimocuarto remedio: saber que la vida tiene activo y

Cualquier evolución biográfica sola y / o compartida tiene
notas positivas y negativas, luces y sombras, transparencias y opacidades,
bonanzas y oleajes.
Las personas muy apasionadas, con tendencia a dramatizar o
con una visión sesgada y escotomizada de su vida son incapaces de
reconocer todo lo bueno que ha circulado por ellos, y se detienen
especialmente en los apartados dolorosos y se recrean muchas veces en
sus contenidos.
En algún caso puede ser interesante "hacer balance" con cada
uno para ilustrar el pasado y llevar a cabo cierta educación retrospectiva
que enseñe a valorar sus segmentos y sus parcelas.
Decimoquinto remedio: frenar la tendencia a controlar
vigilar e inspeccionar al cónyuge.

Por lo general suele tratarse de una crítica menuda, poco
importante, pero persistente, casi diaria, que se acompaña de
enfrentamientos paulatinos. Lo más grave es que conduce a sentirse
observado y, por tanto, mantenerse en guardia, perdiendo espontaneidad.
La conducta se autoanaliza moviéndose en base a bloqueos
intermitentes. Por esta línea sólo va a haber naturalidad cuando no se esté
junto al cónyuge, quien fiscaliza todo su funcionamiento y mecanismos
psicológicos. Este hecho, en apaciencia insignificante, se va convirtiendo en
una verdadera tortura, que puede llevar a un final imposible y sin salida si
no se arbitran unas medidas a tiempo.
La capacidad para respetar la libertad de acción refleja un
espíritu liberal en quien lo practica y una aceptación del otro tal como es;
aceptación que comporta ayudarle a mejorar, pero de otro modo, con otros
resortes, con más tacto, usando la delicadeza como pieza intermedia.

Decimosexto
negativo del cónyuge.

remedio:

frenar

el

lenguaje

interior

La ""psicología cognitiva" se ocupa del procesamiento de la
información a nivel cerebral. Sus principales estructuras son la atención, la
memoria, las imágenes de la mente, las representaciones, el pensamiento y
todos los procesos intelectuales complejos.
En nuestro cerebro se van archivando imágenes y esquemas
de nuestras experiencias, desarrollados a partir de hechos anteriores. En
una pareja en crisis o con dificultades intermitentes es relativamente
frecuente que se vayan elaborando "estructuras cognitivas del cónyuge
críticas",
negativas,
acusatorias......,
algo
así
como
opiniones
progresivamente peyorativas que van dañando la imagen de la otra
persona, aunque tengan un derrotero casi exclusivamente interior.
¿Cómo se fabrican esos conceptos distorsionados?.
1)

Tendencia a hacer generalizaciones negativas continuas.

2)

Centrarse en un detalle negativo y agrandarlo, sacándolo de contexto.
3)

Maximalización y minimación.

4)

Pensamiento absolutista dicotómico.

5)

Adelantarse en negativo.

De esas ideas, pensamientos y recuerdos marcados por la
hipercrítica del otro van a ir emergiendo sentimientos negativos que
modificarán la vida afectiva en esa línea. Se genera un "modelo de
esquema" del otro malo, pobre, al que se le escamotea todo plano positivo.

8.- CONCLUSION.

Como epílogo a lo anteriormente expuesto podemos sintetizar
una serie de conductas y actitudes que a modo de decálogo faciliten la
convivencia conyugal, según el siguiente esquema que nos sugiere el prof.
Enrique Rojas:

a)

Decálogo para la convivencia conyugal:

1.

Estar siempre dispuesto a dar y recibir amor.

2.

Tener muy en cuenta que lo importante es lo pequeño.

3.

Luchar por no ser tan hipersensible en la convivencia.

4.

Procurar evitar discusiones innecesarias.

5.

Tener capacidad de reacción tras momentos/ratos/días difíciles.

6.

Cuidar el lenguaje verbal y no verbal; atendiendo al respeto,
comprensión y delicadeza.

7.

Poner el máximo empeño para que no salga la "lista de agravios".

8.

Tener el don de la oportunidad.

9.

Todo comportamiento necesita de un cierto aprendizaje.

10. Es necesario adquirir habilidades para la comunicación.
b)

Diez conductas "verbales" positivas.

1.

Lenguaje habitual claro: emisor -> mensaje -> receptor.

2.

Tener siempre una visión positiva de la vida conyugal.

3.
4.

Gratificaciones orales frecuentes: pequeños elogios, palabras amables,
comentarios positivos, etc.
Procurar que exista un buen número de conductas asertivas.

5.

Evitar fórmulas categóricas, tajantes: nunca, jamás, intolerable,
inaguantable, etc.

6.

Expresar más y mejor los sentimientos de afecto, y hacerlo de forma
tácita y explícita.

7.

Sinceridad, pero evitando la crudeza.

8.

Aprender a no dramatizar, a no convertir las dificultades en asuntos
insalvables. Cuidar el volumen de la voz y el tono.

9.

Que los hijos reciban siempre de sus padre los mismos códigos de
conducta (consecuencia de que están de acuerdo en la forma en que han
de ser educados).

10. Respetar a los hijos también de palabra, obra y gestos.

c)

Diez conductas "no verbales" positivas.

1.

Aprender a poner buena cara, a tener gestos faciales positivos.

2.

Cuidar expresiones faciales de afecto: caras tranquilas, sonrisas
acogedoras, miradas simpáticas.

3.

Después de un enfado, situación de tensión o disgusto, evitar silencios
muy prolongados.

4.
5.

Es conveniente realizar algún gesto de aproximación.
Acompañar el diálogo y el seguimiento del discurso del otro con gestos
de atención y aprobación.
6.

Cuidar el aspecto físico, desde la higiene personal al vestido.

7.

Frenar los hábitos cognitivos negativos.

8.
9.

Procurar que exista siempre una estrecha relación entre estímulo ->
respuesta.
Tener el don de la oportunidad.

10. Tener un esquema psicológico y biográfico de la otra persona adecuado a
la realidad.

V.- CUANDO LA VIOLENCIA SE INSTALA EN LA FAMILIA Y EN LA
PAREJA.

"La agresión maligna no es instintiva sino que se adquiere, se
aprende. Las semillas de la violencia se siembran en los primeros años de
la vida, se cultivan y desarrollan durante la infancia y comienzan a dar sus
frutos malignos en la adolescencia. Estas simientes se nutren y crecen
estimuladas por los ingredientes crueles del medio, hasta llegar a formar
una parte inseparable del carácter del adulto".
(Luís Rojas Marcos)

1.-Objetivo - hipótesis.

El presente trabajo pretende profundizar en las causas de la
violencia, y más concretamente en los factores que influyen en el
aprendizaje de una pautas de comportamiento basadas en el abuso de
poder y cómo se desarrolla la violencia, sobre todo la violencia hacia la
mujer en el recinto del hogar.
Esto nos ha puesto en la pista del hecho que ha llevado a un
numeroso número de mujeres a acudir a los dispositivos de ayuda de la
Administración Pública, en concreto, el puesto en marcha por la Dirección
General de la Mujer de la Comunidad Autónoma de Murcia, a través del
dispositivo de urgencias del 061. Todo ello con la finalidad de conocer los
factores de riesgo que desembocan en agresión familiar, para en su caso,
poder sugerir medidas sociales que resulten paliativas, a través de un
posible programa de prevención de la violencia familiar y más
concretamente de la violencia que tiene por víctima a la mujer, o incluso a
los hijos.
Al aproximarnos al tema de la mujer maltratada, podríamos
plantearnos la siguiente cuestión respecto del problema objeto de estudio:
¿ qué tienen en común, qué condiciones comparten estas mujeres?.
Lo que nos ha llevado a formular la siguiente hipótesis: "La
mayor dependencia de la mujer de su pareja, es determinante de los malos
tratos".
Entendemos por "dependencia" la falta de autonomía de la
mujer respecto de su pareja, tanto en el aspecto económico, laboral,
cultural y emocional.
De la anterior hipótesis formulada se pueden deducir:
-

Variable independiente: la dependencia de la mujer.

-

Variable dependiente: los malos tratos.
Para responder a esta pregunta formulada, y verificar en la
realidad la hipótesis enunciada, hemos hecho un estudio bibliométrico de
diversos autores de diferente ideología que tratan este tema y nos servirá
de fundamento para dar luz al mismo y extraer conclusiones.

2.-Muestra de sujetos.

Con el pertinente permiso, pudimos acceder a la estadística del
Servicio de Atención a la Mujer Maltratada de Murcia (061), de donde
pudimos deducir el siguiente perfil de las mujeres que demandaron
asistencia del servicio en un tramo temporal correspondiente al primer
semestre del año en curso, siendo sus características las siguientes:
-

Poseen edades comprendidas entre los 25 y 40 años.

-

Nivel de estudios básicos.

-

Situación de desempleo. Sólo trabajo doméstico.

-

Nivel socio-económico bajo.

-

Procedencia urbana, con especial incidencia de personas domiciliadas
en Murcia, y su periferia metropolitana.

-

Estado civil casadas, con casos de ausencia de vínculo conyugal.

-

La mayoría sin hijos, si bien aproximadamente 1/3 con hijos.

-

Motivaba su demanda un maltrato físico y psicológico.
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Domingo Delgado. Análisis de la ruptura y violencia familiar

  • 1. Domingo Delgado Peralta Orientador, Terapeuta y Mediador Familiar ANÁLISIS DE LA RUPTURA Y VIOLENCIA FAMILIAR I.- Prólogo. "El Hombre es consciente de sí mismo, de los demás, de su pasado y de sus posibilidades futuras. Es consciente de su autodeterminación, de la brevedad de su vida, de que nace sin su consentimiento y perece en contra de su voluntad, consciente de que morirá antes que aquellos que ama, o aquellos que ama morirán antes que él. Es consciente de su carácter separado, de su impotencia ante las fuerzas de la naturaleza y de la sociedad. Todo esto hace de su existencia solitaria una prisión insoportable. El hombre sabe que se volvería loco si no pudiera liberarse de esta prisión y unirse, de alguna forma, a otro ser humano". (Erich Fromm. "El arte de amar". 1.956). La unión con otra persona es la necesidad más profunda que sienten los seres humanos. El amor es un sentimiento primitivo plasmado en los genes humanos, un carácter básico y esencial de la humanidad que se manifiesta de las formas más complejas y sublimes. En realidad, cada historia de amor es única y su final imprevisible. A veces el romance es intenso y duradero, mientras que en la mayoría de los casos la pasión del enamoramiento se transforma en lazos más estables de cariño y amistad. Pero en bastantes ocasiones, la unión de la pareja debilita su intensidad, se apaga y es invadida por el resentimiento y el desamor. Cada era produce su forma única de patología psicosocial. En estos tiempos, el "narcisismo" es la aflicción que más socava nuestra capacidad para superar los retos y conflictos que necesariamente nos plantean las relaciones afectivas. La personalidad narcisista implica sentimientos de
  • 2. prepotencia y de supremacía moral, la convicción de que el ser humano es el centro del universo, dueño total de sus actos y poseedor de la verdad. Los hombres y las mujeres narcisistas están emocionalmente extasiados, ensimismados, no se pueden unir ni identificar con otra persona porque son incapaces de suspender su desconfianza e incredulidad en el prójimo, lo que les permitiría entrar con amor e imaginación en la vida de los demás, vivenciar genuinamente sus circunstancias y respetar su existencia independiente. La accesibilidad a la separación y el divorcio ha coincidido con un verdadero disparo de las cifras de parejas oficialmente rotas, pero este hecho no nos explica qué es realmente lo que hace fracasar tantas uniones, ni tampoco por qué existen tantas parejas desavenidas, que aún contando con un acceso relativamente fácil a la ruptura, continúan viviendo infelices en su relación. La vieja noción de que las parejas desgraciadas deben continuar unidas por el bien de los hijos está dando paso al nuevo concepto de que los matrimonios profundamente infelices y sin esperanza de arreglo deben terminarse precisamente para poder salvar, entre otras cosas, el bienestar de los hijos. Los niños no suelen percibir la separación de sus padres como una segunda oportunidad, pues a menudo sienten que su infancia se ha perdido para siempre, y esto es parte de su sufrimiento. Sin embargo, la ruptura también ofrece a los hijos nuevas posibilidades de vivir en un hogar seguro y apacible. Existe amplia evidencia que demuestra que un matrimonio plagado de conflictos daña a las criaturas y que los pequeños se benefician de su disolución. A pesar de que en la mayoría de los países las leyes permiten la ruptura de mutuo acuerdo, sin necesidad de buscar un culpable, resulta verdaderamente sorprendente la intensidad de la violencia que muchas parejas están dispuestas a infligirse el uno al otro. Al mismo tiempo, la confusión y la soledad que sufren las parejas rotas son tan devastadoras que la construcción de una nueva vida parece inalcanzable. Los estudios más recientes al respecto muestran consistentemente que la gran mayoría supera con éxito este trance y establece relaciones amorosas nuevas, auténticas, dichosas y duraderas. La oportunidad que ofrece la ruptura es poder crear una vida nueva, crecer emocionalmente, restaurar la dignidad y fortalecer la capacidad para establecer relaciones íntimas felices. La existencia es una sucesión de retos que se plantean como reflejo inevitable del continuo progreso de la humanidad. Nunca hemos vivido mejor, y nunca el hombre y la mujer han dispuesto de una mayor variedad de opciones y caminos para buscar su bienestar, su realización y su felicidad. Pero, al mismo tiempo, la vida se torna cada vez más compleja y las encrucijadas ante nosotros cada vez más difíciles. Sin embargo, las decisiones espinosas y angustiantes que abordamos, en definitiva nos enriquecen porque nos fuerzan a conocernos mejor, a elegir entre múltiples alternativas y, sobre todo, a acercarnos y unirnos a los demás.
  • 3. En cuanto al otro tema objeto del presente estudio, la violencia, nos lleva a constatar que la agresión maligna no es instintiva sino que se adquiere, se aprende. Las semillas de la violencia se siembran en los primeros años de la vida, se cultivan y desarrollan durante la infancia y comienzan a dar sus frutos malignos en la adolescencia. "La única forma de aprender a amar es siendo amado. La única forma de aprender a odiar es siendo odiado". (Ashley Montagu. "La agresión humana".- 1.976). Los seres heredamos rasgos genéticos que influyen en nuestro carácter. Pero nuestros complejos comportamientos, desde el sadismo al altruismo, son el producto de un largo proceso evolutivo condicionado por las fuerzas sociales y la cultura. La violencia constituye una de las tres fuentes principales del poder humano, las otras dos son el conocimiento y el dinero. En la complicada trama de las relaciones amorosas existen dos situaciones que evidencian con una dureza sorprendente cómo el amor y el odio se entrelazan en el corazón humano: nos referimos a los celos y a la ruptura de la pareja. En el fondo un amargo resentimiento acompaña a la metamorfosis del amor en odio. Resulta increíble el grado de crueldad y de destrucción que tantos miembros de parejas rotas están dispuestos a infligirse mutuamente. Las pasiones juegan, efectivamente, un papel determinante en nuestro comportamiento y representan fuerzas más impetuosas y vehementes que los propios instintos. Los hombres torturan y matan por venganza, no por instinto. Las pasiones instigan la envidia y la destrucción, pero también impulsan la autonomía y el amor. Son el combustible de las tragedias humanas, pero también de los ideales. Las pasiones, por lo tanto, pueden transformar a los seres humanos tanto en malvados como en héroes. La experiencia que más nos predispone a recurrir a la fuerza despiadada para aliviar nuestras frustraciones es haber sido objeto o testigo de actos de agresión maligna repetidamente durante la niñez. Con el tiempo optan por el camino de la agresión para solventar conflictos y, una vez alcanzada la madurez, reproducen el ciclo de violencia maltratando a sus propios hijos. Todo lo anterior, nos lleva a que alimentemos una cultura que fomente el crecimiento y el desarrollo saludable de los niños, potenciando
  • 4. una educación en valores humanos, que neutralice las fuerzas sociales desestabilizadoras y que busque construir una convivencia más generosa, más justa, más participativa, y más esperanzadora. Porque el sufrimiento, el desperdicio y el coste humano que ocasiona la violencia son extraordinarios. Así pues, como conclusión del presente trabajo, se apuesta por el apoyo a las familias en dificultades y en crisis mediante la intervención de profesionales expertos en Orientación y Mediación Familiar, mecanismos actuales de intervención que representa un auténtico antídoto ante brotes de violencia familiar. II.- Familia, pareja y ecología psicosocial. "La familia es la más adaptable de todas las instituciones humanas: evoluciona y se amolda a cada demanda social. La familia no se rompe en un huracán, como le sucede al roble o al pino, sino que se dobla ante el viento como un árbol de bambú en los cuentos orientales, para enderezarse de nuevo". (Paul Bohannan, "Todas las familias felices".-1985). La familia es la institución paradigmática de la humanidad. El medio singular donde se establecen las relaciones más íntimas, generosas, seguras y duraderas. Los lazos familiares constituyen el compromiso social más firme, el pacto más resistente de apoyo mutuo, de protección y de supervivencia que existe entre un grupo de personas. La organización familiar se establece y perpetúa sobre la base de profundas necesidades emocionales, arraigadas costumbres y poderosas fuerzas socioculturales que se nutren de principios e incentivos económicos, políticos, legales y religiosos. No se conoce otro ambiente social tan pródigo en contrastes, paradojas, conflictos y contradicciones. De hecho, la familia es simultáneamente el refugio donde el individuo se aleja y protege de las agresiones del mundo circundante y el grupo con más alto grado de estrés. El centro insustituible de amor, apoyo, seguridad y comprensión y al mismo tiempo, el escenario donde más vivamente se representan las hostilidades y rivalidades entre los sexos, las tensiones intergeneracionales y las más intensas y violentas pasiones humanas. El hogar es a la vez el foco de la generosidad y la abnegación, y el núcleo de la mezquindad y el interés. En cierto sentido, la institución familiar nos ofrece un punto obligado de referencia, que permite observar y analizar la naturaleza y el comportamiento humanos, la evolución de los procesos psicológicos y
  • 5. sociales más básicos y la lucha de la pareja por una mejor calidad de vida, por su propia realización y supervivencia. Sin embargo, el estudio profundo de la vida familiar es muy difícil. El hogar constituye una de las esferas más íntimas, privadas y ocultas de la existencia humana. A lo largo de la historia, la familia ha evolucionado de acuerdo con los cambios en las costumbres, normas sociales y valores culturales del lugar y de la época. Como institución, ha ido transfiriendo poco a poco sus funciones proverbiales a otros organismos externos especializados que ha creado la sociedad. Hasta hace relativamente poco, el matrimonio era una función necesaria y esencial de la institución familiar. Hoy, sin embargo, se busca antes que nada la relación amorosa. Los demógrafos constatan que en las sociedades occidentales, las parejas contraen matrimonio más tarde que nunca y, cada día, más hombres y mujeres optan por permanecer solteros. La familia extensa tradicional, constituida por padres, hijos, abuelos, tíos, primos y sobrinos en cercana convivencia es cada vez menos frecuente. Como contraste, la familia llamada nuclear, más reducida, autónoma y migratoria, compuesta solamente de padres y pocos hijos, es el caso más común - en España representa el 64% de los hogares -. Entre las nuevas formas de relación familiar en auge se incluyen, además, los matrimonios sin hijos, las parejas que habitan juntas sin casarse, unas con hijos, otras sin ellos; los segundos matrimonios de divorciados que agrupan a niños de orígenes distintos, y los hogares monoparentales de un solo padre, generalmente la madre, bien sea separada, divorciada, viuda o soltera. La rápida proliferación de estos nuevos tipos de familia poco convencionales llama aún más la atención si se tiene en cuenta la lentitud con que la sociedad, sus gobiernos y sus líderes se adaptan a ellos y la escasez de infraestructuras y políticas sociales y económicas que los faciliten. La familia está inmersa en la ecología psicosocial del momento. Su esencia y estructura están impregnadas y moldeadas por los valores culturales de la época. Estos cambios evolutivos dan lugar a que la función y el carácter de la pareja sean constantemente debatidos y escudriñados. Los nuevos modelos de relación de pareja se basan en expectativas de igualdad un tanto idealizadas. Como consecuencia, a la pareja de hoy se le exige no sólo ser mejores amigos, compañeros íntimos y cónyuges sexuales, sino la realización profesional o laboral de ambos fuera del hogar y la mutua participación activa en el cuidado y educación de los hijos. 2.1- La figura de la madre. La imagen emblemática de la madre, esa mujer generosa, omnipresente y resignada, cocinera ideal, ama de casa segura, discreta, sufrida y siempre rebosante de instinto maternal, está siendo vapuleada
  • 6. violentamente en el escenario moral donde hoy se debate la nueva maternidad. Las mujeres occidentales, acosadas por esa figura idealizada de madre, se sienten a disgusto frente a un papel que, aunque quisieran, no pueden desempeñar. Atrapadas entre esa ficción maternal imaginaria, las exigencias de la calidad de vida y las realidades económicas, las mujeres de hoy buscan desesperadamente y a tientas una nueva definición de buena madre. La condición de mujer ha experimentado una asombrosa evolución en las últimas décadas, impulsada por los cambios en las actitudes y normas sociales y por las nuevas prioridades femeninas. El ímpetu feminista y la disponibilidad de métodos de control de natalidad seguros y efectivos han sido los dos acontecimientos de más peso en esta transformación. Han dado lugar a una mayor igualdad de oportunidades entre los sexos y a la liberación sexual femenina. La valoración de la maternidad no es sólo biológica, sino también cultural. La mayor parte de las mujeres actuales consideran una desventaja tener muchos hijos, una carga emocional y económica y, en definitiva, un obstáculo en su camino hacia la plena realización. De hecho, cada día son más las mujeres conscientes de la estrecha relación que existe entre procreación y supervivencia propia, entre el control de su capacidad reproductiva y el dominio sobre su vida. Hoy día casi todas las mujeres están convencidas de que para participar en igualdad de condiciones en la vida económica, política y social de nuestro tiempo es esencial poder controlar su fecundidad, teniéndose que enfrentar al penoso desafío de compaginar su misión doméstica de madre con sus intereses o actividades profesionales de mujer. Dilema que a menudo se torna amargo e inquietante, y que refleja la complejidad, la confusión y el enorme reto que supone ser madre en los umbrales del nuevo siglo. Si bien algunas madres de clase acomodada eligen una ocupación fuera de casa para realizarse profesionalmente, muchas lo hacen por imperativos económicos. Con el tiempo, incluso aquellas que se ven obligadas a trabajar por un salario, descubren beneficios inesperados, un nuevo sentido de identidad, una mayor participación en la sociedad, un escape temporal reconfortante de los niños y de las labores domésticas, y sobre todo, el orgullo de su independencia. Por otro lado, a un nivel racional, las mujeres que trabajan generalmente reconocen que el estar en casa todo el día no les convierte automáticamente en buenas madres. La situación más penosa y conflictiva se da entre las clases socioeconómicas bajas, en las que con frecuencia la mujer se ve obligada a trabajar para subsistir, en tareas monótonas sin iniciativa ni creatividad, por un sueldo mínimo que ni siquiera le permite asegurar el cuidado de las criaturas que deja en casa durante la jornada. Estas circunstancias plantean a cualquier madre uno de los dilemas más difíciles y abrumadores de su existencia. Bien por ser madres cabeza de familia, o por no poder contar con el compañero, muchas mujeres tratan de abordar solas el sin fin de
  • 7. problemas, tanto prácticos como existenciales que implica el cuidado de los pequeños y el sacar adelante la familia. Estas mujeres a menudo se encuentran alienadas y desorientadas en un terreno extraño educando a sus hijos en un ambiente totalmente diferente de aquel en el que ellas mismas crecieron. Luchan solas, sin el apoyo de la pareja, sin la ayuda de la sociedad ni de sus instituciones, y sin guía o mentor que las dirija o aconseje. No obstante, hoy se acepta que las mujeres que viven una relación equilibrada entre la familia y sus ocupaciones, tienen mayores probabilidades de adoptar una disposición constructiva y optimista con sus hijos que aquellas que se sienten atrapadas en su papel de madre o subyugadas en el trabajo. 2.2.- La figura del padre. El primer desafío que se plantea un padre es elegir su misión, su papel, la personalidad que va a caracterizar su identidad dentro del ámbito doméstico. Hay padres que escogen el papel del "hombre cazador primitivo" que necesita estar totalmente libre de las responsabilidades de la crianza de los hijos para poder proveer o proteger a la madre y a la prole. Otros representan el personaje del "·rey mago" que, estando casi siempre fuera de casa, nunca retorna al hogar sin traer regalos para todos. Ciertos padres adoptan el modelo del "amigo", del compañero, y no tienen una presencia real hasta que los hijos no son lo suficientemente mayores como para hablar con conocimiento de temas que a él le interesan. Otros desempeñan la misión de "autoridad moral suprema", de gran inquisidor o de juez que dictamina lo que está bien y lo que está mal, carácter que confirma la madre abrumada que, al caer la tarde, advierte a sus hijos traviesos: "cuando llegue vuestro padre os vais a enterar". Aunque estos papeles pueden diversificarse, superponerse o conjugarse en un solo patrón de paternidad, todos coinciden en una característica: el ejercicio de la responsabilidad paterna a distancia. En la vida cotidiana, el padre es el eslabón débil de la cadena afectiva que enlaza a los miembros del clan familiar. A lo largo de la historia del hogar, los padres han brillado, sobre todo por su ausencia. Cada día hay más niños que son criados solamente por la madre. En Estados Unidos, un 23% de los menores de 18 años viven actualmente solo con la madre, el doble que hace veinte años. En España, en 1991 había 242.000 familias monoparentales configuradas principalmente por mujeres solas con hijos menores de 18 años a su cargo. Por otra parte, estudios recientes indican que incluso en hogares donde el padre está presente, éste no pasa con los hijos por término medio más de 1/3 del tiempo que la madre. Existen diversas razones de ausencia tangible del padre: la muerte, la deserción del hogar, la paternidad ilegítima, la separación o el
  • 8. divorcio. La desaparición del progenitor es siempre traumática para el hijo. Mientras que la muerte del padre tiene por lo general, un carácter natural o irremediable inflige penosos sentimientos, de duelo, de pérdida y de tristeza, la ausencia paterna por otras causas, incluyendo la ruptura de la pareja, es considerada por los niños un rechazo evitable, y produce confusión, angustia, culpa, rabia y emociones profundas de desprecio o de abandono. En cualquier caso, lo curioso es que las diferentes y múltiples imágenes paternas tienen mucho en común. No son únicas porque, en el fondo, todos los padres vistos por sus hijos se parecen. Todos son grandes de tamaño. Todos presumen ante los hijos de alguna virtud masculina. Todos imponen una tradición de conducta, de mandamientos, de ritos, y de prioridades. Todos se distinguen por impartir instrucciones; instrucciones a través de órdenes, de lecciones o de anécdotas. Todos se caracterizan por sus conversaciones breves y entrecortadas, diálogos en los que generalmente se dice poco, sobre todo en el caso de los hijos varones, en las charlas "de hombre a hombre". Todos, en fin, son sin saberlo, el objeto de una obsesión silenciada, conflictiva e irresistible en los hijos que a menudo dura toda la vida. Hasta el padre ya muerto mantiene su poder de influir a través de los recuerdos. Su imagen se conserva como una foto congelada que define al hombre, y , en cierto sentido, a la especie humana, para siempre. Para el niño y la niña resultan vitales las primeras señales de aprobación, de reconocimiento y de afecto que les comunica el padre - unas veces de forma activa y otras meramente con su presencia -, porque constituyen la fuente más importante de seguridad, de autoestima y de identificación sexual. En el caso del hijo, entre estas tempranas escenas idílicas, se entrometen inevitablemente sombras inconscientes e inexplicables de celos, de competitividad, de resentimiento, y de miedo. La relación entre el padre y el hijo lleva implícita una gran carga de sentimientos opuestos, de cariño, y de rivalidad, de confianza y de temor, de intimidad y de recelo, de amor y de odio. La relación del padre con la hija, sin embargo, suele tener menos carga de antagonismo, rivalidad y ambivalencia, por lo que tiende a ser más facil, cordial y afectuosa. Con todo, la relación es esencial porque una parte importante del carácter femenino de la niña surge de su atracción por el padre. Al amanecer de la edad adulta, los hijos buscan la bendición paterna, un gesto de potestad simbólico que confirme su madurez, que apruebe su independencia y que celebre su investidura de las prerrogativas y derechos que implica la llegada al final del camino tortuoso de la adolescencia. En general, los hijos y las hijas necesitan el modelo paterno para formar su yo, para consolidar su identidad sexual, para desarrollar sus ideales y sus aspiraciones, y en el caso del hijo varón, para modular la intensidad de sus instintos y de sus impulsos agresivos. De hecho, muchos
  • 9. de los males psicosociales que en estos tiempos afligen a tantos jóvenes la desmoralización, la desidia o la desesperanza hacia el futuro -, tienen frecuentemente un denominador común: la escasez de padre. Esta necesidad no satisfecha provoca en los hombres y mujeres adultos un sentimiento crónico de vacío y de pérdida, una gran dificultad para adaptarse al medio social y para relacionarse de forma grata con figuras paternales o de autoridad. Estado que no se disipa y que a su vez, ellos arrastran en silencio a sus relaciones de pareja, o de familia, y transmiten sin saberlo de una a otra generación. En cierto sentido, los mitos, y las expectativas de nuestra cultura han colocado al padre ante una trampa insalvable: para que el hombre sea considerado "buen padre" tiene ante todo, que satisfacer su función de proveedor, lo que le obliga a pasar la mayor parte del tiempo fuera de la casa. Pero, al mismo tiempo, su ausencia del hogar tiende a producir en los niños problemas de carencia afectiva, confusión de identidad e inseguridad. Sin embargo, cada día hay más padres que sinceramente optan por un papel más activo y más tangible en la familia y sienten que, si fueran libres de escoger entre su ocupación profesional o dedicarse al hogar, elegirían lo último. Así pues como conclusión al estudio de la figura materna y paterna podemos afirmar que mientras las madres se liberan de las ataduras culturales esclavizantes del pasado, los padres se deshacen poco a poco de una imagen dura, distante y anticuada, y se convierten en seres más hogareños, expresivos, afectuosos, vulnerables y, en definitiva, más humanos. III.- La alquimia del amor. Todo enamoramiento verdadero implica una transformación personal importante. Del enamoramiento al amor establecido, del maravilloso estado de embriaguez a la realidad diaria hay un largo trecho. El hombre actual ha alcanzado altos niveles científicos y técnicos; pero en muchos sentidos está perdido sin brújula. La vida tiene hoy un ritmo trepidante, todo va demasiado deprisa. En el mundo occidental hemos cambiado más en las últimas décadas que en todo un siglo. Las transformaciones en las ideas, las modas, las costumbres y las concepciones sobre la vida se suceden aceleradamente. Por eso, ante estos vaivenes bruscos, súbitos, inesperados, el hombre necesita estar al día, reciclarse, lo cual implica desechar lo que no tiene validez y aceptar lo nuevo, siempre que sea positivo y favorezca el progreso personal y general. Y esta es una operación dificil.
  • 10. Por medio cruza la vida cotidiana, que sigue siendo la gran cuestión. Lo cotidiano no es nunca banal, ni insignificante, ni puede descuidarse. En ello se encierra buena parte del secreto de la vida. Las cosas pequeñas son las importantes; las que hay que cuidar con esmero. Hay que aprender a descubrir la arqueología de la vida, y el mejor modo es seguir esa dirección. Así pues, señalaremos como ingredientes del amor conyugal: a) Sentimiento.- el amor conyugal es, ante todo, un sentimiento. Pertenece, por tanto, al terreno de la afectividad. Si el amor humano es algo, es entrega, búsqueda del bien y la felicidad del otro, un constante acto de dar y recibir. "Amar es aprobar, dar por buena a esa persona, celebrar que exista". (Joseph Pieper). b) Tendencia.- esta surge de la intimidad y consiste en inclinarse hacia el otro de modo persistente. Es la consecuencia de la atracción. La comunicación y el progresivo conocimiento mutuo serán los apoyos o bases de la pareja y la convivencia. Esta tendencia psicológica tiene una primera instancia sexual. Por eso este amor es distinto de la amistad o de otros tipos de amor. El amor conyugal es sexuado, y en él se van a completar dos psicologías sexualmente distintas. Pero no conviene perder de vista que amor no es lo mismo que sexualidad. De lo contrario, estaríamos ante una relación preindividual y anónima, que no busca el bien ajeno, sino la satisfacción propia. Este asunto está bastante distorsionado en la actualidad, pues la decadencia del mundo occidental ha convertido las relaciones sexuales en una especie de juego trivial, un conjunto de sensaciones sin ningún compromiso. De este modo la sexualidad se degrada, se trivializa y al final se convierte en algo catártico o neurotizante. Hay que recuperar el verdadero sentido antropológico de la sexualidad, que en la vida conyugal revela y esconde a la vez la profundidad y el misterio de la compenetración de dos personas que se quieren. La tendencia es, por tanto, sexual, psicológica, espiritual y cultural. En cada caso se produce un intercambio de flujos. Si esto no es así, la pareja no se comunicará, será incapaz de establecer puentes de afinidad, conexiones de entendimiento, intereses comunes. El amor debe apoyarse en los valores. Ese será el mejor baluarte para que el edificio no se derrumbe ante las primeras adversidades serias que, inevitablemente, llegarán en algún momento. c)Voluntad.- el amor necesita del ejercicio de la voluntad, porque lo refuerza, lo afirma, hace que se consolide mediante una conquista diaria audaz y perseverante. El amor hay que cuidarlo. La confusión, el paso de los días y las dificultades de la vida erosionan el amor humano. Por eso hay
  • 11. que estar atento y aplicar la fuerza de la voluntad, que no es otra cosa que tesón, firmeza que no se doblega, insistencia en los objetivos. Y ello encaminado a mejorar ese amor. ¿Cómo conseguir acrecentar y perseverar en el amor?. Corrigiendo, modificando y perfeccionando esa relación afectiva. En definitiva, enmendando la conducta al compás de la vida en común, saliendo al paso de sus dificultades, poniéndoles remedio. d)Inteligencia.- en el amor de la pareja también son clave ciertas dosis de inteligencia. Su participación aligera la convivencia y permite que la afectividad de ambos congenie mejor. Inteligencia es conocer al otro y a uno mismo, saber qué resortes se deben poner en juego. Aparentemente su concurso quita espontaneidad a esa relación, pero no es así. Lo que en realidad hace es darle firmeza, consistencia, solidez arquitectónica. Cuando el amor es solo sentimiento, puede ocurrir que dependa exclusivamente de las sensaciones, y se concrete en algo inmaduro, adolescente. El amor debe recorrer un trayecto adecuado: comenzar siendo algo puramente emocional y, con el tiempo, ascender a la cabeza, volverse racional, reflexivo, coherente, pero sin perder la frescura y viveza de sus primeros pasos. Así se consigue un amor duradero y maduro: con el corazón y la cabeza. e) Filosofía o proyecto común.- el amor necesita una filosofía común de la pareja, una forma similar de entender la existencia, tanto en las creencias como en las actitudes básicas, pasando por una comprensión parecida de la realidad. Así se establecen el juego de alianzas de la compenetración. La vida en común no se da hecha, hay que realizarla, inventarla, anticiparse a ella. Y si no se parte de unos criterios relativamente iguales, aparecerán más tarde las diferencias de interpretación, los puntos de vista diametralmente opuestos, la dificultad de vivir juntos. Tiene que haber algo dentro que active y haga funcionar el amor. f) Compromiso.- el amor conyugal es compromiso. La libertad queda recortada en el amor humano. "Amar es elegir, y elegir es seleccionar y renunciar a otras posibilidades". (Prof. Enrique Rojas). El compromiso es una especie de obligación que se contrae con el futuro de otra persona, estableciéndose un acuerdo que es promesa y reserva de vida afectiva. No hay amor conyugal auténtico si no existe un compromiso voluntario y responsable. En consecuencia, se exige la libertad del otro. g) Fluencia y dinamismo.- toda vida humana es dinámica, y también la conyugal. La pareja ha de saber que, a medida que la vida transcurre, hay fragmentos de ella que giran, se modifican, avanzan, se orientan de otro
  • 12. modo.... Esto trae consigo una movilidad que es normal y buena, y que hace necesarias las sucesivas adaptaciones a las circunstancias personales y de pareja. Esta es la alquimia del amor conyugal. Un sentimiento y una tendencia que necesitan de la voluntad, la inteligencia, el compromiso, la fidelidad..... Su fondo, ya lo hemos mencionado, entrega y donación a la persona amada. 3.1.- Errores sobre el amor. Las expectativas son ideas preconcebidas, esperanzas, ilusiones sobre lo que se entiende a nivel general que debe ser un determinado asunto. ¿Cuáles son hoy los errores más frecuentes en el manejo indiscriminado de la palabra amor?. a) Divinizar el amor. b) Hacer de la otra persona un absoluto. c) Pensar que es suficiente con estar enamorado. d) Creer que la vida conyugal no necesita ser aprendida. e) Ignorar que existen crisis de pareja. f) No conocerse a uno mismo antes que a la pareja. a) Divinizar el amor. Elogiar en exceso el amor, absolutizarlo tanto que nos deslumbre y nos haga pensar que las cosas serán siempre así es un error. Con la divinización del amor entramos en ese mundo mágico y excepcional de la poesía, que nos ofrece sólo una parcela de la realidad sentimental: la mejor, aquella menos compleja, y carente de problemas. "Beber veneno por licor suave, olvidar el provecho, amar el daño, creer que un cielo en un infierno cabe,
  • 13. dar la vida y el alma a un desengaño: esto es amor. Quien lo probó lo sabe". (Lópe de Vega.- "Soneto varios efectos del amor"). Esto no es divinizar el amor, sino entenderlo en una de sus inevitables facetas. Su caleidoscopio sensorial oscila y se mueve, pero lo importante es que la resultante de esos movimientos sea positiva. b) Hacer de la otra persona un absoluto. "Nadie debe absolutizar a otra persona. ¿Por qué?. Porque a lo largo del tiempo esa percepción cambiará y producirá una fuerte decepción. La vida es larga y compleja. ¡Qué circunstancias y momentos inesperados y difíciles tendremos que pasar!. Y de esa otra persona, espectadora de primerísima fila, observaremos sus reacciones". (Stendhal.- "Sobre el concepto de cristalización"). Sería como una prolongación del concepto de "cristalización" que describió Stendhal, pero con más fundamento. Aquí se sitúa al otro en una posición excesivamente elevada, en un pedestal ideológico. Pero como la visión que se va a ir teniendo de él es milimétrica, propia de una convivencia codo a codo, existirán miles de ocasiones en que esta imagen caiga y se desplome; no de un día a otro, pero sí de forma gradual. Puede y debe aspirarse a mantener la admiración por el otro, pero sin llegar al extremo de no ver sus defectos; es decir, hemos de saber aceptarlos como condición sine qua non de lo que es el ser humano. Hacer de la otra persona un absoluto es concebirla como parte fundamental de la felicidad personal. Si bien la felicidad es una operación compleja, proyectiva, que ha de estar compuesta de amor, trabajo y cultura; de lo contrario no se consigue que sea sólida y coherente. Los tres factores tendrán momentos difíciles y atravesarán baches que los pongan a prueba, cada uno a su nivel. No hay felicidad sin esfuerzos pequeños, grandes y continuados por enderezar el rumbo de los principales argumentos, cuando estos se desvían de las rutas adecuadas.
  • 14. c) Pensar que es suficiente con estar enamorado. Ese es el principio, el empujón que activa toda la maquinaria psicológica de los sentimientos y que en los comienzos tiene una enorme fuerza y validez. Pero el amor es como un fuego; hay que avivarlo día a día, si no se apaga. Hay que nutrirlo de detalles pequeños, en apariencia poco relevantes, necesarios para la tarea de la vida diaria. Cuando éstos se descuidan, antes o después, la relación se va enfriando y acaba por llevarse las mejores intenciones. d) Creer que la vida conyugal no necesita ser aprendida. Es de gran inmadurez pensar que una vez que dos personas deciden compartir su vida todo irá viento en popa sólo porque existe la voluntad recíproca de que así sea. Es verdad que se necesitan, se compenetran y están enamorados; que hay un consenso sobre lo básico bien consolidado. No obstante, a medio plazo todo ello va a ser poco. La convivencia es un trabajo costoso que exige comprensión y generosidad constantes; un trabajo en el que no se puede bajar la guardia. En la pareja los lenguajes son físicos, sexuales, afectivos, intelectuales, económicos, sociales, culturales, espirituales. La integración de los diversos engranajes, su acoplamiento y el hecho de que las piezas rueden con cierta fluidez es una operación en la que hay que poner los mejores esfuerzos. e) Ignorar que existen crisis de pareja. Otra equivocación muy reiterada consiste en desconocer que a lo largo de cualquier relación conyugal, por estable y positiva que sea, han de darse algunas crisis psicológicas. Unas serán fisiológicas o normales, es decir, tránsitos necesarios, por donde hay que pasar sin remedio, que forman parte de la misma condición humana, en lo que atañe a la comunicación y la convivencia. Otras relativamente fisiológicas suelen coincidir con el crecimiento de los hijos, el cambio generacional, las alternativas psicológicas, familiares y económicas... Ambas deben ser superadas sin dificultad, salvo que la pareja no encuentre mínimos puntos de apoyo o se produzca la intervención desafortunada de algunos miembros de la familia, cuya labor termina por tener un efecto contraproducente. Más tarde puede darse otra serie de crisis de diversa significación que necesitarán una lectura acorde con los hechos ocurridos: por infidelidad, por desgaste de la convivencia de una relación monótona, rutinaria y vacía en la que el diálogo y el compartir cosas brillan por su ausencia.... f) No conocerse a uno mismo antes que a la pareja.
  • 15. Para que exista una relación estable hay que tener cierto equilibrio psicológico. Tener una personalidad bien estructurada es una operación laboriosa, lenta, de artesanía, en la que uno va talando y podando lo que no es útil y añadiendo elementos positivos que la irán haciendo más madura. Cuando se ha tenido un modelo de identidad como inspirador todo resulta más fácil ejemplo". "Lento es enseñar por teorías, pero breve y eficaz por el (Séneca). En la forma de ser se reúnen muchos segmentos psicológicos diversos que forman un mosaico; se alojan parcelas diferentes que es menester conciliar para conseguir una personalidad sólida y equilibrada. "En el mapamundi del proyecto de vida, la personalidad es el puente hacia los tres grandes aspectos: amor, trabajo y cultura". (Prof. Enrique Rojas) Para cambiar y corregir algo propio es necesario ser muy concreto, conocer qué aspecto no está bien estructurado y ponerse manos a la obra. Siendo pués, primordial "conocerse a uno mismo", observando aptitudes por un lado, limitaciones por otro y errores pequeños que es preciso corregir. 3.2.- La erosión del amor. A menudo la unión tiempo, se vuelve tediosa, se sustituida por la indiferencia, la que poco a poco se comen el infidelidad o incluso a la ruptura. de la pareja se debilita con el paso del embota, su intensidad se apaga o es inquietud o el desasosiego. Sentimientos amor y conducen al resentimiento, a la Cuando el amor fracasa sin remedio, se desfigura y se convierte en la imagen inversa del enamoramiento. Es realmente sorprendente la intensa aversión o el asco que muchas parejas rotas
  • 16. sienten el uno por el otro. Quizá el destino más lamentable y tenebroso ocurre cuando los sentimientos amorosos desaparecen. ¿Pero cómo se explica ese salto, esa transición de la pasión, la exuberancia, la reciprocidad, la idealización y de la esperanza que experimentan los nuevos enamorados, a la resignación, el vacío, el aburrimiento, la enemistad, la desesperación o al tormento que abruman a las parejas desencantadas?. El amor se destruye por diversas circunstancias: - Por un cambio en el equilibrio de poder de la pareja. Por las continuas decepciones que dan lugar al desencanto y la frustración. Por la pérdida de armonía o el desgaste de la atracción mútua, con caída de la vida sexual, de la confianza y de la intimidad afectiva. Por el transcurso de los años, y según las vicisitudes del envejecimiento de la pareja: · El nacimiento de un hijo. · La pérdida de trabajo. · El cambio de situación económica. · Las enfermedades. · Los problemas o exigencias de los padres ancianos. - Por la existencia de trastornos psicológicos. · Narcisismo. · Depresión. · Paranoia. · Celopatía. - Por trastornos físicos que inhiben los sentimientos amorosos. - Por la infidelidad. En USA, el Informe Kinsey calcula que el 37% de los hombres casados y el 29% de las mujeres casadas han tenido relaciones sexuales extramaritales en algún momento de su vida matrimonial.
  • 17. (Informe del Instituto Kinsey. USA). Por las recientes corrientes psico-sociales de individualismo hedonista, que busca la autorrealización inmediata ("aquí y ahora"), la calidad de vida, su talante laico, relativismo, alta tolerancia y absoluto pragmatismo, que también parece fomentar la impaciencia que sienten tantas parejas de hoy ante los primeros brotes de infelicidad. Además de lo expuesto, existen otras conductas que hacen muy dificil mantener el amor, como son: i) La soberbia y el orgullo. La soberbia es el origen de casi todos los defectos del hombre. Podemos definirla como la pasión desenfrenada por el valor de uno mismo; un amor desordenado que se acompaña de una hipertrofia del yo, fuente y origen de muchos de los males de la conducta. En definitiva, una actitud que consiste en la propia adoración, en la idolatría personal. La soberbia puede ser vivida como pasión o como sentimiento. La primera es un afecto excesivo, vehemente, ardoroso, que llega a ser tan intenso que nubla la razón, pudiendo incluso anularla e impidiendo que nos veamos con una mínima objetividad. En el segundo, todo cursa de forma más suave, la fuerza se acompasa y la cabeza aún es capaz de captar la realidad de lo que somos, aunque sólo sea en momentos estelares. Existe una gradación entre las tres estirpes próximas a este fenómeno: soberbia, orgullo y vanidad. Entre la soberbia y el orgullo hay matices diferenciales, aunque el ritornello o común denominador es el mismo: el apetito desmesurado de la propia excelencia, la tendencia a demostrar superioridad, categoría, preeminencia. La soberbia es más intelectual y característica de una persona que, objetivamente tiene cierta superioridad, que sobresale en alguna faceta de la vida. No obstante, la deformación de la percepción personal es excesiva y se desliza hacia la magnificencia. Sus manifestaciones son internas, privadas, aunque visibles de forma indirecta a través de sus "máscaras". El soberbio es un ser crecido constantemente. Entre sus rasgos más comunes cabe destacar: altivez, impertinencia, menosprecio que puede llegar al desprecio; desconsideración, frialdad en el trato, tendencia a humillar. Su grado de egocentrismo y engolamiento resulta provocativo. El orgullo es más emocional, ya que puede incluso referirse a algo valioso que uno ha hecho como un trabajo o un esfuerzo. Este reconocimiento resulta negativo cuando es excesivo. Sus síntomas son más visibles, ya que afectan a la conducta. No es necesario recurrir a una operación psicológica
  • 18. de introspección o análisis. El orgulloso se encuentra en un escalón inferior al soberbio de ahí que sea más soportable. Tanto la soberbia como el orgullo provocan rechazo. En psiquiatría se habla de un trastorno concreto de la personalidad: "el narcisismo". ii) La vanidad. La vanidad es una pompa hueca elaborada sobre valores mínimos, frívolos y triviales que se mueven en el ámbito de lo insignificante. Tiene una nota básica insustancial: la exaltación de uno mismo en cosas futiles y baladíes. Se necesita constantemente la admiración ajena y el elogio de esas menudencias: belleza, elegancia, posesión de algún tipo de bienes... Es una debilidad menor comparada con la soberbia y el orgullo. Mientras que la soberbia es concéntrica, la vanidad es excéntrica; la primera tiene su centro de gravedad dentro, en los territorios más profundos de la arqueología íntima, la segunda es más periférica, se instala en los aledaños de la personalidad. La soberbia es más grave que la vanidad, ya que consiste en una cierta ceguera psicológica: uno solo es capaz de ver lo bueno que tiene y que ha conseguido con su esfuerzo, pero incapaz de asumir o reconocer los defectos personales en su justa medida. Al mismo tiempo, no se dirige la mirada hacia los otros, para ver lo valioso del prójimo, ya que se permanece encerrado en uno mismo, en el propio mundo. Respecto de la soberbia podemos encontrar: la soberbia manifiesta, distinguible con claridad absoluta, y la soberbia enmascarada, la más habitual que se da en personas inteligentes o de cierta capacidad racional. El cuadro sintomatológico de esta soberbia enmascarada puede resumirse de la siguiente forma: Aire de autosuficiencia.- actitud de bastarse a sí mismo y no necesitar a los demás. Engreimiento que hace hierático el gesto y lleva al hábito altanero. Susceptibilidad casi enfermiza.- se desencadena ante cualquier crítica fundada en datos observables. Gran dificultad para pasar desapercibido; tendencia a hablar siempre de uno mismo, pues si no es así decae el interés de la conservación y la participación en el diálogo con los demás; desprecio olímpico de cualquier persona cercana que sobresalga en algún aspecto y de la que se pueda escuchar alguna alabanza. Débil relación amorosa.- cuando alguien tiene un amor desordenado por sí mismo, es dificil que se vuelque en otra persona. Necesita permanentemente el reconocimiento explícito y/o implícito de sus
  • 19. cualidades y logros, por lo que resulta casi imposible la convivencia: la hace insufrible, pues reclama pleitesía, sumisión, acatamiento y hasta servilismo. Falta de limitaciones.- el soberbio no percibe que existen limitaciones, por ello desconoce muchas restricciones y cortapisas que tenemos y que surgen cuando realizamos un análisis, frío y objetivo, de nuestras realidades circundantes: físicas, psicológicas, intelectuales, sociales y culturales. iii) El descuido permanente y sistemático de lo pequeño. La soberbia, el orgullo, la vanidad se presentan en apariencias de forma diversa, pero en todos existe el mismo común denominador: el descuido de los detalles. El amor atento es el secreto de muchas vidas sosegadas y estables. El tesoro escondido de la felicidad conyugal se encuentra si se sale a buscar a diario al otro, olvidándose uno de sí mismo y cuidarle discretamente. IV.- RECOMENDACIONES PARA RECUPERAR EL AMOR 1.- SIGNIFICADO DE LA PALABRA "AMOR" "Amor" es una de esas palabras cargadas de los más variados sentidos. El uso, abuso, falsificación, manipulación y adulteración del término "amor" exigen un esfuerzo especial de clarificación. El amor es un tema fundamental en la vida humana, aunque hoy se ha convertido en producto de la industria de la frivolidad. En español, el perímetro del vocablo "amor" muestra una gran riqueza: "querer, estima, cariño, predilección, enamoramiento, propensión, entusiasmo, arrebato, fervor, admiración, efusión, reverencia.." En todas ellas hay algo que se repite como una constante: la tendencia basada en la elección de algo que nos hace desear su compañía y su bien. Esta dimensión de "tender hacia"
  • 20. no es sino predilección: preferir, seleccionar, escoger entre muchas cosas una que es válida para esa persona. Hay una diferencia que conviene hacer ahora, y es la que se establece entre conocimiento y amor. El primero entraña posesión intelectual mediante el estudio y el análisis de sus componentes íntimos, mientras que el segundo tiende a la posesión real de aquello que se ama, a unirse con él de una forma auténtica y tangible. Amor y conocimiento son dos formas supremas de trascendencia, de superación de nuestra mera individualidad, así como de nuestra subjetividad. Amar algo presupone el deseo de unirse con él: amor y unión son expresiones que se conjugan recíprocamente. Para desear algo es necesario conocerlo antes, ya que no se puede amar lo que no se conoce. Tradicionalmente se ha venido estableciendo una distinción entre "amor de benevolencia", que lleva a querer el bien de la persona amada, y "amor de concupiscencia", que conduce a desear y poseer a dicha persona. El primero representa lo que pudiéramos llamar el amor puro o generoso, mientras que el segundo debemos denominarlo amor, pasión o egoísta, que en el fondo es una desviación de la autenticidad de ese afecto. Descartes propuso sustituir esa división por otra de tres elementos: a) La afección, en la cual la relación sujeto - objeto conduce a un mayor aprecio de uno mismo que de la otra persona. b) La amistad, en la que el sujeto ama y estima al objeto en la misma medida en que lo hace consigo mismo. c) La devoción, en la que el otro es sobreestimado, alzado por encima del propio valor. Descartes define el amor como "emoción del alma causada por el movimiento de los espíritus animales, que invita a juntarse de voluntad a los objetos que le parecen convenientes". Comte estableció como dos polos opuestos: - El altruismo.- el amor hacia el otro. - El egoísmo.- el amor hacia uno mismo. El "amor", es pués, una complicada realidad que hace referencia a múltiples objetos o aspectos de la vida. Podríamos intentar ordenarlos del siguiente modo: 1.- Relación de amistad o simpatía que se produce hacia otra persona. El amor de amistad es uno de los mejores regalos de la vida; gracias a él podemos percibir la relación humana como próxima, cercana y llena de comprensión.
  • 21. Laín Entralgo la ha definido como "una peculiar relación amorosa que implica la donación de sí mismo y la confidencia: la amistad queda psicológicamente constituida por la sucesión de los actos de benevolencia, beneficencia y confidencia que dan su materia propia a la comunicación". En su estudio sobre la amistad, Vazquez de Prada nos trae algunos ejemplos históricos: David y Jonatán, Cicerón y Atico, Goethe y Schiller. En todos ellos hay intimidad, confidencia y franqueza, porque la amistad supone siempre vinculación amorosa. 2.- Amplísima gama de relaciones interpersonales: amor de los padres a los hijos y viceversa; amor a los familiares, a los vecinos, a los compañeros de trabajo, etc. 3.- Amor a cosas u objetos inanimados: los muebles antiguos, al arte medieval, etc. 4.- Amor a cuestiones ideales: la justicia, el derecho, el bien, la verdad, el orden, etc. 5.- Amor a actividades o formas de vida: la tradición, la vida en contacto con la naturaleza, el trabajo bien hecho, la riqueza, etc. 6.- Amor al prójimo, entendido en su sentido etimológico y literal: a las personas que están cerca de nosotros. 7.- Amor entre un hombre y una mujer. El análisis del mismo nos ayuda a comprender y clarificar el resto de usos amorosos. 8.- Amor a Dios. trascendencia. Para el hombre de fe, el resultado es la 2.- LA CONQUISTA AMOROSA. En la conquista amorosa se produce una especie de juego ambivalente: aproximarse y alejarse, ofrecer y negar, estar interesado e indiferente a la vez. Es un ejercicio de exploración entre dos personas, marcado por sentimientos de atracción recíproca, que pretende bucear en el otro con el fin de ver qué hay dentro. Lo que aquí va a suceder es una especie de asedio, de acometimiento, con el fin de entablar una batalla, una auténtica guerra, para ver quién es capaz e adueñarse del otro. En éste periodo, el amor no ha aparecido todavía de una forma auténtica y verdadera, sino que se está ensayando, probándose, para observar qué sucede y qué posibilidades tiene de triunfar, de dominar, de vencer y colonizar el corazón de la otra persona.
  • 22. Los mecanismos que aquí se utilizan son los de "seducción". Seducir es arrastrar hacia uno a esa otra persona mediante una atrayente fascinación multicolor que, en sus comienzos, pretende deslumbrar. De ahí que al principio sea una diversión desafiante y placentera ligada a las apariencias. Los primeros momentos está dominados por lo artificial. Se juega con las palabras, con los gestos, con sus giros y variaciones. La nota placentera a la que aludíamos es simplemente goce, de satisfacción al ir andando esa travesía burlona. Cuando lo que se intercambia es sexualidad, el tema cambia por completo; las relaciones ya nacen sobre una base sensual: se busca y se persigue la relación sexual por encima de todo, y se acepta la posibilidad de que más adelante todo se convierta en algo "más personal", más humano y menos físico. En toda conquista amorosa hay siempre una cierta pasión por el riesgo y el peligro. No suele faltar un sofisticado coqueteo que lleva a un cierto triunfo de la técnico psicológica. Es la imagen del Don Juan. El hombre experimenta emociones dulces e intensas que son dificiles de expresar la gran mayoría de las veces; pero, por paradójico y extraño que parezca, prefiere luchar, encontrar dificultades, y ser capaz de trazar unas líneas logísticas, unas maniobras guerreras que faciliten su triunfo final. Por eso el arte de la seducción suele estar tejido por las intrigas. Así volvemos a la noción antes citada: el amor como juego, como diversión y rivalidad, a ver quién puede más. La seducción tiene una parte inconfesable, negativa, de puro amor propio, de absoluta búsqueda de uno mismo, pero también otra porción positiva, generalmente más pequeña y de menos envergadura: calibrar si esa persona es o no adecuada para uno, aunque esto sea tan sólo el telón de fondo. Por eso el seductor persigue sobre todo la propia satisfacción, y lo suyo se convierte en un "amor narcisista". Cuando dos personas llegan a conocerse bien y se entienden, se complementan, se saben el uno para el otro, es cuando se alcanza una súbita certeza de que se ha encontrado lo que se buscaba. A la larga no hay ninguna otra relación humana tan importante como ésta, que arranca de ese interés inicial que la mujer despierta en el hombre y viceversa. Vivencia de revelación, puesto que nos descubre la grandeza de la otra persona. Pasamos así del juego de las apariencias, que es la coquetería, al momento de las realidades. El amor es el fin del hombre y el principio de la felicidad. La revelación pone al descubierto la vida personal: con su pasado, con la fugacidad del presente y empapado de porvenir. La revelación amorosa es una experiencia extraordinaria que trae una promesa de felicidad, de paz , de alegría. Aquí no hay ya sólo ideas, concepciones de la vida, argumentos, sino otra persona que se sitúa en el primer plano de nuestra existencia y la llena. Es un gran momento: el de la decisión de elegir a la persona amada para compartir la vida. No hay verdadero amor sin elección.
  • 23. Elegir es, ante todo, ser capaz de seleccionar un cierto tipo humano, un perfil aproximado de esas cuatro notas que muestran el concierto de cada individuo: lo físico, lo psicológico, lo cultural y lo espiritual. El auténtico amor es selectivo necesariamente, incluso cuando se produce el flechazo. Es preciso detenerse, y otear el horizonte para saber qué está pasando dentro de nosotros y para no dejarnos llevar absolutamente por la corriente veritiginosa de la pasión; poder, en medio de la embriaguez amorosa, estudiar la conveniencia o no de que ese encuentro dual siga adelante o sea frenado. Ahora bien, conviene poner de manifiesto que la elección amorosa no es muy frecuente. En bastantes casos todo sigue un curso rápido, impulsivo, inmediato, en el que la atracción reside en el encanto físico; por ello, aplicar la cabeza, pensar en la conveniencia o no del mismo va a ser dificil. Esa forma de obrar es, en mi opinión, errónea; y lo es porque una de las consecuencias más dolorosas del amor sin elección obedece a lo que podríamos llamar "errores sentimentales". No obstante, existe lo que pudiéramos llamar la "recuperación del amor", que consiste en ir hacia él de un modo nuevo, original, distinto..., siempre que haya existido un cierto grado de error en la elección. Aunque una persona se porcentaje, eso puede y debe tener formularse de nuevo, buscando sus sacrificando algunos aspectos y dándole haya equivocado en un cierto remedio. ¿Cómo?. El amor debe raíces en la profundidad, quizá primacía a otros. S. Juan de la Cruz decía : "Donde no hay amor, pon amor y recibirás amor". 3.- ENAMORARSE. Se trata de un estado emocional surcado por la alegría y la satisfacción de encontrar a otra persona que es capaz de comprender y compartir tantas cosas como trae consigo la vida. Es una forma de amor, pero no es una forma cualquiera, es la más sublime que puede tener un ser humano a nivel natural. Es un encuentro singular entre un hombre y una mujer que se detienen el uno frente al otro para ver si pueden compartir juntos una vida. En dicho estado se observan los siguientes síntomas: a)Trastorno de la atención.
  • 24. Ortega desdobla el fenómeno: sentirse absorbido por un lado, y sentirse encantado por otro. El primero es más intelectual, el segundo es más efectivo. b)Cristalización. Es un concepto de Stendhal que significa: atribuir a la persona amada todo un conjunto de cosas buenas, positivas y nobles que pueden existir. d) Admiración. Puede ser de diverso tipo: de la personalidad, de la simpatía, de la sencillez, de la fortaleza, del espíritu de lucha, etc. Admirar a alguien es apreciar lo que es como persona y no lo que tiene. Aflora así el deseo y la tendencia a estar con la persona que se empieza a amar. Se traduce en la necesidad de estar juntos, de comunicarse, de hablar, de comentar pequeños y grandes incidentes de la vida. ("La dolencia de amor sólo se cura con la presencia y la figura"). Progresivamente la comunicación se hace más rica e intensa, y se desarrolla en cuatro vertientes: física, psíquica, espiritual y cultural. La comunicación física es antes que nada sentirse atraído por lo externo, por lo primero que nos entra por los ojos (encanto, gracia, estilo, figura, facciones de la cara, los ojos, la boca, las manos, la exquisitez, el trato, la forma de hablar, la sonrisa, etc). La comunicación psicológica, va referida a un doble aspecto: - Vida emocional (sentimientos, pasiones, motivaciones). - Personalidad (manera de ser, de funcionar humanamente). La comunicación social y cultural, va a ser decisiva, pués es fundamental que ambos pertenezcan a niveles parecidos. Una parecida visión de la vida. La comunicación espiritual, que es mirar juntos en una misma dirección, por encima de cada uno de los dos. Buscar y conseguir objetivos comunes. Tener unas creencias sobrenaturales coherentes. 4.- EL AMOR: SENTIDO DE LA VIDA.
  • 25. El hombre no puede vivir sin amor. La necesidad de amar es esencial y está inscrita en su corazón. Es el primer impulso natural, que se encamina hacia la entrega y la acogida. Es una relación misteriosa y fecunda que afecta a la profundidad del hombre y mediante la cual ninguno pierde su propia identidad personal, a la vez que ambos salen enriquecidos. Un amor profundo y duradero no es fácil de conseguir, porque exige una serie de capacidades que, en la cultura de éste final del S. XX, parece que no abunda. Es cierto que el amor es lo que da sentido a la vida, pero es menester perseguir un amor maduro, hondo y estable. Pero para eso hemos de considerar una cuestión de principio: "para estar con alguien es necesario antes estar con uno mismo". Es imposible compartir la vida, dar y recibir amor, si antes uno no se posee a sí mismo. La vocación del hombre en la vida no es otra que la felicidad, y ésta tiene al amor como elemento principal. Esa felicidad va a consistir en una relación mutua regida por la atracción, es decir, la puerta de entrada hacia la elección de otra persona. Porque el amor auténtico, maduro, completo, aquel que conduce a la felicidad, tiene y debe ser comprometido, exige la donación entera con notas de eternidad. Existe una felicidad fisiológica elemental y primaria de aquel que tiene cubiertas sus necesidades básicas. En el otro extremo de la balanza, podemos decir que existe otra felicidad densa, compacta, rica, propia del hombre que lucha por vencerse a sí mismo y por desarrollarse del mejor modo posible. Entre ambas hay una diferencia abismal como la que puede existir entre dos tipos de amor. Se trata de no falsificar el amor y acomodarlo a un mero movimiento emocional que va y viene como el viento. El corazón sabe distinguir cuando un amor tiene peso y cuando es ligero, cuando es profundo y cuando epidérmico, cuando es puro pasatiempo, y cuando es biográfico. Pero la felicidad tiene una estructura paradójica. El hombre es más feliz cuando da que cuando recibe. Así amar es darse, entregarse, regalar lo mejor de uno, buscar el bien del otro, olvidando el egoísmo y la preocupación por uno mismo. Esto implica una actitud interior que no es común y que se produce como consecuencia de años de entrenamiento en la lucha con uno mismo. Es incapaz de dar quien no tiene nada dentro o quien se aferra a lo que posee sólo para sí mismo. Y es notable, ya que el hombre no es feliz cuando sólo se recrea en sí mismo. La felicidad se vive siempre al compartir, al participar, y lo mejor que uno puede compartir con otra persona es lo más íntimo, lo que está más adentro, su interioridad. Dar lo mejor de nosotros nos enriquece. Conocer a alguien es saber qué piensa, qué criterios articulan su existencia, qué carácter tiene, cómo es su vida sentimental, qué motivaciones profundas recorren su mundo interior; conocer es meterse en la vida de ese alguien buscando la llave maestra para descubrir sus secretos. Todo conocimiento de otra persona tiene dos notas básicas: a) Aproximación reflexiva.
  • 26. b) La reciprocidad. Conocer es no sólo saber del otro, sino entenderlo, comprender sus pasos, ver con buenos ojos su biografía, disculparlo y no ser severo al contemplarlo. La vida es dramática porque es drástica, radical, seria, dificil, compleja, conmovedora, llena de luchas. Esto es lo que observamos cuando nos metemos en otra persona y desmenuzamos su vida parte a parte. Siendo condición esencial para enamorarse tener un cierto grado de admiración hacia esa persona, deseando el conocimiento y la proximidad de la persona amada. Compartir la vida con ella, envejecer juntos. 5.- LOS INGREDIENTES DEL AMOR CONYUGAL. Antes de adentrarnos en los componentes del amor conyugal, hay que decir que pasamos de la borrachera del enamoramiento a la vida habitual de ese amor que termina por institucionalizarse. Cambiamos de coordenadas. Se varía pués, de un nivel eufórico y de exaltación de las fases iniciales del encuentro amoroso a otro orden de hechos más calmados y permanentes. La vida, entonces, se acompasa, se vuelve serena y objetiva, se reduce el entusiasmo inicial y se aterriza en la verdad de ese amor, que no es otra cosa que la aceptación recíproca de las virtudes y los defectos de uno y otro, de lo positivo y lo negativo. Desde la orilla de un amor maduro hay que rehabilitar la grandeza de la vida diaria, maravillosa aventura en la que ponemos lo mejor que tenemos. El amor es una forma excelente de conocimiento que hace que la búsqueda culmine en encuentro: es la satisfacción de haber dado con una persona que ilumina el panorama personal presente y futuro. La vida conyugal ya establecida hace cambiar el color rosa de los momentos iniciales por una amplia tonalidad de coloridos muy diversos, como la vida misma. El amor es una conducta de atracción recíproca, rica y compleja. El amor auténtico disuelve y alivia las tensiones que se deslizan y navegan dentro del hombre y cura sus principales heridas. No hay amor maduro y perseverante sin renuncia ni sacrificio escondido. El amor se vive como tendencia a estar con la persona amada. De ahí se derivará el "cariño", esa forma particular de afectividad que se produce como consecuencia del trato humano, del roce, del hecho de
  • 27. compartir. La comunicación y el conocimiento progresivo serán las mejores velas que empujarán esta nave afectiva. Los dos componentes iniciales del amor son el sentimiento y la tendencia; constituyen los esbozos del principio. Más tarde se irán añadiendo otros que darán su verdadera dimensión. El amor conyugal es necesariamente sexual, porque ambas personas son sexualmente distintas y, por tanto, buscan complementarse. Es un movimiento de fusión físico que constituye la diferencia respecto a otras clases de amor. He ahí su complejidad: concierto entre sentimientos, impulsos, sexualidad y convivencia. Para que ese amor sobreviva es necesaria una relación de armonía entre todos ellos. Reducir el amor a mera relación sexual es falsificarlo y, lo que es más grave, desnaturalizarlo, suprimir ese juego de elementos compartidos que constituyen su misma esencia. La calidad del amor conyugal sólo se alcanza cuando, tras repetidos esfuerzos, sus distintos componentes viven en un equilibrio proporcionado. El amor auténtico perfecciona al hombre, amplía su horizonte existencial y se caracteriza por la entrega, la donación y la generosidad. Tiene siempre un valor moral. Se convierte de este modo, en una escuela donde se aprende lo mejor de la vida: dar y recibir amor; además uno se educa por tener un comportamiento íntegro, coherente y ético. Es pués, esencial que la arquitectura sentimental tenga unas bases consistentes. Así nacerá un amor pétreo, granítico, fibroso, hecho de los materiales humanos más nobles, inquebrantable, acorazado. El amor debe apoyarse en unas creencias comunes, es importante que parta de un sistema común de referencia, de unas creencias parecidas. Dichas creencias dan firmeza a la unión conyugal. Ayudan en momentos de calma, pero sobre todo en los de crisis, ya que esas ideas arraigadas y su doctrina hacen entender el valor que tiene la renuncia y el buscar soluciones. Las creencias son la base de cualquier hombre. Lo importante es que éstas sean trascendentes, le superen, estén por encima de sus meros intereses circunstanciales. El amor conyugal requiere voluntad, porque su presencia afirma y refuerza ese amor a través de una conquista diaria, tenaz, perseverante, llena de audacia. Hay que cultivar el amor día a día; si no, se evapora, se enfría, se pierde. Amar es complacer, regalar, darse, satisfacer a la otra persona; pero también es pedir, solicitar, demandar. El amor conyugal, como proyecto de vida en común necesita de la voluntad. Supone querer, insistir, poner los medios adecuados para conseguir algo y superar las dificultades de dentro y de fuera. Todo amor que descuida o desconoce el papel de la voluntad nace herido de muerte. Si bien, un amor pleno, denso, rico y frondoso no se alcanza de hoy para mañana; no se consigue así porque sí. Necesita
  • 28. repetidos esfuerzos de la voluntad que se empeña en mejorarlo. En la convivencia conyugal, el ejercicio de la voluntad es decisivo para acrecentar y preservar el amor. El valor de la voluntad está estrechamente relacionado con la libertad. La voluntad debe quedar comprometida al máximo con el amor, y un compromiso libre de la voluntad sólo se lleva a cabo partiendo de la verdad. Los sentimientos tienden a ser, por sí mismos, inconstantes, volátiles, movedizos; no pueden ser los determinantes de un amor duradero. Es preciso echar mano de medios que los fijen, que los hagan más seguros, y el mejor camino es el de la voluntad. A su vez, el amor entre un hombre y una mujer debe ser un acto inteligente, pués se da a la vida afectiva las raices que necesitará con el paso del tiempo. Inteligencia es capacidad para distinguir lo accesorio de lo fundamental; facultad para resumir la situación propia y la ajena; comprensión lógica de lo que sucede para obrar en consecuencia. Aparentemente le quita espontaneidad al amor, pero no es así; lo que la inteligencia hace en realidad es darle a ese amor consistencia, solidez, arquitectura y firmeza. Gracias a la introducción de la inteligencia en el terreno sentimental se hace un acto reflexivo, de detención y análisis. Nos detenemos a pensar en la manera de ensayar y enfocar adecuadamente el desarrollo de ese amor día a día, y captamos sus rasgos, sus matices y recovecos. Así se aprende a vivir, se descubre el jeroglífico que es vivir con otra persona compartiéndolo todo. El amor, como tendencia de la voluntad hacia algo bueno, asume e integra el sentimiento y se hace personal gracias a que es meditado y razonado. A ésta noción de amor se contrapone la otra cara de la moneda: "el amor inmaduro", que puede definirse a base de sus elementos principales: es superficial, epidérmico, se fija sólo en las apariencias, está lleno de frivolidad, de tópicos y lugares comunes, y no conoce lo que vale el esfuerzo diario por troquelar y mejorar esa relación. El amor es grande porque es comprometido. Conlleva un acuerdo, una obligación con la persona amada, de estar con ella siempre, de acompañarla, de vivir con y para ella. No hay amor auténtico si no existe un compromiso voluntario mediante el cual uno se hace cargo de cuidar y atender a la persona amada. De éste modo, la libertad de cada uno queda comprometida por el amor.
  • 29. Compromiso, responsabilidad, fidelidad; es la secuencia que conduce a la felicidad. La fidelidad es un imperativo del amor que se logra día a día a base de esfuerzos pequeños, concretos, particulares y bien delimitados. La fidelidad se sustenta en continuas y pequeñas lealtades para conseguir así perseverar en el amor. La fidelidad hace que el hombre viva con integridad, con coherencia, y éste es el camino para ser feliz. Cuando en una sociedad como la actual, está muy al alcance de la mano cualquier fórmula de ruptura - separación, divorcio, unión con otra persona -, ya ni se plantea el luchar o el poner la voluntad al servicio de ese amor, sino que se escoge el camino más fácil. El amor así entendido se interpreta como algo pasajero que puede durar, es decir, no se le niega la posibilidad de ser eterno, pero no pasa nada si no funciona: se recurre a los mecanismos jurídicos vigentes que ayudan a disolverlo. Así las cosas, se parte de un concepto de amor transitorio y relativo, depende de las circunstancias. Se alcanza así un subproducto amoroso, una especie de "amor light": amor sin compromiso, sin voluntad; sin cabeza y sin esfuerzo; amor sólo sujeto a los vientos que vengan, los cuales indicarán su orientación definitiva. Formas de pseudoamor, mercancía de productos en una sociedad que ha comercializado casi todo, intercambio de productos afectivos degradados en todo, menos en su nombre. El amor es un proceso dinámico, no estático; esto quiere decir que cambia, oscila, se modifica, pero mantiene sus puntos primordiales, la esencia con la que nació. Este es el subsuelo del amor que permanece. Así el amor es siempre una aventura dulce y amarga, transparente y opaca, con luces y sombras como la vida misma, pero con capacidad suficiente para dejarse la vida ahí, sin falsos idealismos, con autenticidad, sabiendo que el amor conyugal y familiar sólo puede conservarse y perfeccionarse con espíritu de sacrificio y de renuncia. Un amor bien pertrechado, maduro, rico y compacto, hace al hombre más libre. La verdadera liberación es la superación del hedonismo, del materialismo, de la egolatría, de la permisividad a ultranza, y la entronización del relativismo (este camino no es provechoso ni conduce a meta alguna que no sea nihilista). El objetivo de la libertad es el bien. La verdad y el amor hacen al hombre libre. El amor se puede perfeccionar, pero también es susceptible de empeorar; es perfectible y defectible. El mejor amor es aquel que lo da todo, que no se guarda nada y que busca el bien y la felicidad de la otra persona. El peor amor, por su parte, es aquel que está lleno de egoísmos, intrascendencia, frivolidad, y es voluble, irresponsable, mudable, alocado, caprichoso. Entre estos dos polos se sitúa una gama intermedia de posibles formas de amor, unas más densas y otras más ligeras. 6.- LAS RUPTURAS CONYUGALES: ENTRE LA ESPERANZA Y LA DECEPCION.
  • 30. Los tiempos cambian y traen consigo nuevas esperanzas y crisis con un sello particular e infrecuente hasta esos momentos. Tal es el caso de lo que sucede hoy con los problemas conyugales: se han vuelto epidémicos. Sus quiebras, rupturas y separaciones van a incidir sobre la comunidad, a la par que producirán un efecto negativo y desestabilizador que tenderá a multiplicarse o a seguir el mismo derrotero siempre que afloran dificultades. Muy a menudo observamos parejas trazadas con unos presupuestos psicológicos endebles y pensamos que, en un tiempo no muy lejano, serán historias sin futuro. De las crisis conyugales, podemos clasificación, siguiendo al prof. Enrique Rojas: a) hacer la siguiente Crisis conyugales normales o fisiológicas. En toda relación de pareja sobrevienen crisis o momentos dificiles que son completamente normales y que se inscriben dentro del proceso de maduración de la vida conyugal. En su curso lo que hace falta es un mínimo de espíritu de lucha y un poco de orden de ideas de cada uno. La vida conyugal tiene una serie de etapas bastante estandarizadas que pueden llevar a situaciones de riesgo para la pareja. Son crisis de crecimiento, de maduración y compenetración de la pareja. Apuntan hacia la consecución de un vínculo más fuerte, de un conocimiento más fino de la otra persona y , sobre todo, de un saber llevar adecuadamente el carácter y la psicología del cónyuge. El matrimonio no es un estado fijo, sino un proceso en movimiento. De ahí la necesidad de adaptarse a sus oscilaciones naturales y lógicas. Esos periodos los podemos clasificar del siguiente modo: i) Etapa de formación de la estabilidad de la pareja.- corresponde a sus primeros años, a través de los cuales se busca la identidad del nosotros y se descubren las posibilidades y los límites que deben enmarcar a esa pareja. ii) solidez. Etapa de afirmación.- la pareja avanza ya a una paulatina Es un periodo en que ambas personalidades se van haciendo más maduras a través de los sucesivos cambios, la renovación de ilusiones y la superación de dificultades y momentos áridos. Este proceso de adaptación es costoso y necesita de sucesivas superaciones que van de lo general a lo concreto. La lucha por el poder conyugal suele ser uno de los peligros que más seriamente amenazan a la pareja. Es
  • 31. menester buscar un equilibrio inteligente en el cual el papel de cada uno esté relativamente bien dibujado, con áreas de confluencia en las que compartir lo mejor de sí mismos. iii) Etapa de la mitad de la vida.examen retrospectivo. periodo de balance biográfico, de Un análisis minucioso de la vida es siempre doloroso, por eso es bueno ser ecuánime y analizar reposadamente, sin dramatizar, las dificultades, errores, problemas y aspectos que de un modo u otro habrán pasado por esa vida en común. Aquí se recoge lo que se ha sembrado. iv) Etapa de vejez.- la pareja que se ha mantenido firme se une más estrechamente y el amor se hace más dulce y tierno, más auténtico, comprensivo y sólido. b) Crisis por desgaste de la convivencia. Estas crisis son también naturales, aunque aquí es preciso que haya habido ya un cierto rodaje. La vida se va erosionando con el paso de los años, es lo normal y es menester saber que el tiempo trasforma los caracteres, aunque se mantengan los principales rasgos psicológicos. En la personalidad hay dos ingredientes: - El carácter.- influido por los estímulos exteriores. - El temperamento.- componente genético, más rocoso y profundo. Una condición básica de la pareja madura es amar al otro con sus cosas positivas y negativas, buenas y malas, pero después de haber intentado suprimir los ingredientes negativos que más afectan a la armonía conyugal. c) Crisis de identidad. Brota como una especie de "balance existencial". En su curso se formulan preguntas fundamentales: ¿Quién soy yo?, ¿ cómo llevo mi
  • 32. vida familiar?, ¿qué hago en la vida?, ¿cómo va mi vida profesional?, ¿estoy a gusto con mi personalidad y mi forma de ser?. Las crisis de identidad suelen ser dolorosas, a veces incluso patéticas. Dejan al descubierto flancos demasiado negativos, proyectos que quedaron a medio camino, pequeñas promesas que no se han cumplido o metas relativamente accesibles que se han abandonado. De ahí que su exploración esté llena de dureza y amargura. La tarea necesaria es la de "diseñar puentes de aproximación" que ayuden a clarificar que está teniendo lugar, un análisis de los distintos segmentos biográficos. Se trata de volver sobre uno mismo y encontrarse, dar de nuevo con el modelo personal que se ha ido perdiendo o extraviando. d) Crisis conyugales por infidelidad. Por regla general, este tipo de crisis son graves y suelen deslizarse hacia la ruptura; están teñidas de fuertes tensiones emocionales y de un acentuado deterioro de la vida en común. La fidelidad se alcanza con actitudes de respeto y consideración hacia la otra persona, gracias a pequeños y continuados ejercicios de lealtad, de amistad veraz y de confianza recíproca. Las corrientes hedonistas y permisivas arrasan estos presupuestos y los dejan de lado. Los resultados conducen a heridas familiares serias y de consecuencias dramáticas que van a persistir en varias generaciones. e) Crisis por intromisión de la familia política. Lo que suele suceder en estos casos es que la actuación desacertada e inoportuna de alguna parte de la familia política provoca una situación dificil y cargada de tensiones psicológicas. f) Crisis por hipertrofia profesional. Habitualmente, este "amor desordenado al trabajo" esconde un excesivo amor a uno mismo, que no es otra cosa que una forma sutil de soberbia y egolatría. La estabilidad sentimental es parte esencial del equilibrio de la personalidad y, en buena medida, se alcanza cuando uno sabe lo que quiere y conoce aquello a lo que tiene que renunciar. g) Crisis conyugales por enfermedad psíquica de uno de ellos.
  • 33. La fisonomía de estas crisis suele variar según la enfermedad psíquica de uno de los cónyuges sea transitoria - depresión, trastorno por ansiedad, etc - o tenga unas consecuencias casi irreversibles, y por ende, haga imposible la convivencia. En ellas late una incapacidad para asumir las obligaciones del matrimonio, de ahí que se consideren nulos desde el punto de vista del Derecho Canónico. h) La monotonía. La vida se vuelve insípida, uniforme, aburrida, insustancial, sosa; le van faltando esos alicientes que son tan necesarios y que consiguen que ésta se experimente anticipadamente con una buena dosis de ilusión y de entusiasmo. Falta poner en esa vida en común imaginación, gracia, pequeños objetivos, gratificaciones recíprocas y planes compartidos. Lo notable aquí es que no hay grandes problemas humanos, lo que falta son recursos para evitar la rutina, la caida tediosa y gris. Su pronóstico desprende cierto pesimismo si no se ponen con cierta urgencia los medios adecuados para evitar el hundimiento plural y la ruptura. i) Crisis por ascenso profesional no compartido. Se genera ante el desnivel habido entre los cónyuges en los casos en que uno ha tenido un importante ascenso profesional en breve espacio de tiempo, y no lo han vivido juntos. Lo que genera que trayectorias de vida paralelas con pocos puntos de contacto suelen desembocar en la ruptura. i) Crisis sin salida: inmadurez de ambos cónyuges. La personalidad inmadura es una pieza psicológica muy usual en la sociedad actual. Los avances ingentes en el campo de la ciencia y la tecnología no se han visto acompañados de una humanización paralela; por el contrario, la vertiente humanística se ha ido erosionando. El hombre actual está bastante desorientado. No sabe a qué atenerse, no tiene las ideas claras sobre sí mismo y la realidad circundante. Está minuciosamente informado, pero no sabe qué hacer con esa información que no es formativa, ni enriquecedora, ni ayuda a desplegar lo mejor de uno mismo; antes al contrario, su sesgo marcadamente negativo
  • 34. le deja inerme, sin fuerzas, pesimista, sin capacidad para descubrir los ángulos y los segmentos positivos que hay a su alrededor. La civilización actual se tambalea precisamente por falta de criterios positivos, sólidos y auténticos. Se está anunciando un nuevo diagnóstico social: "la socialización de la inmadurez". La persona inmadura no sabe lo que quiere, es cambiante, ha crecido sin modelo de identidad, no se conoce bien a sí misma, tiene una frágil filosofía de la vida que se mueve al son de los vientos que corren, está llena de contradicciones internas y muestra una escasa responsabilidad. Tal situación le va a impedir asumir las tareas de la vida conyugal y la convivencia. 7.- REMEDIOS PARA EL DESAMOR. El amor conyugal está en crisis porque los resortes del hombre contemporáneo se han vuelto frágiles. Se vive sin asideros, sin soportes sólidos, en una existencia que tiende al vacío, o a la superficialidad o al ritmo vertiginoso de vida, pero sin rumbo. Muchas vidas carecen de sentido: en ella ondea la bandera del absurdo y del nihilismo. Desde ellas se hace dificil y costoso entender que el amor - darlo y recibirlo - se aprende y que necesitas, además de esfuerzos, renuncias y sacrificios. No hay auténtico progreso humano que no tenga un fondo moral. El vacío de ideales constituye la más amarga de las carencias. Deja al hombre flotando en un nihilismo, en las proximidades del tedio, la apatía, la dejadez, el abandono, la deriva; hombre deshabitado que tira por la borda su proyecto vital. Es mucho más dificil mantener un amor que conquistarlo. Conseguir un amor duradero hoy implica ante todo conocer la metodología del amor para que éste se vuelva amable y penetre paulatinamente en el interior de uno, saber que el amor no se agota en el sentimiento, sino que se completa y se engrandece por la voluntad, la inteligencia y el compromiso. Primer remedio: borrón y cuenta nueva. Para empezar a arreglar una situación conyugal dificil es necesario esforzarse por asumir y digerir el pasado.
  • 35. La incapacidad para superar un pasado dificil y / o traumático es la llave que abre la puerta de la neurosis. Concluyendo en un cuadro semiobsesivo de dificil arreglo. Un sujeto psicológicamente sano debe tener resortes suficientes para digerir el pasado, aceptarlo y mirar hacia el futuro. Una personalidad frágil, endeble, inconsistente, incapaz de sobreponerse a los avatares previstos e imprevistos que habrá de atravesar una vida, suele terminar mal e interpretar la vida desde un ángulo imposible. La facultad de mirar a lo lejos le hace al hombre escoger posiciones moderadas y conciliadoras, que a la larga, le engrandecen. Se suele utilizar la "técnica de la neutralización discursiva", por la que se enumeran los puntos biográficos conflictivos a superar, y se refuerzan con mensajes positivos "convertirme en una persona rencorosa es mal camino", "todos los amargados viven recuerdos dolorosos", "veo claro que se inicia una nueva etapa: libro en blanco, ahora empiezo a pesar de todo...". agravios. Segundo remedio: Esforzarse por no sacar la lista de La lista de agravios es ese inventario de pequeños y grandes errores, fallos, defectos, y fracasos que se acumulan tras la convivencia. Suele dificultar seriamente el diálogo. son: 1) Las razones que se podrían dar para evitar la lista de agravios No es constructivo. 2) Hace vivir el pasado en el presente de modo recurrente, lo que impide mirar hacia delante. 3) Es neurotizante: vuelve acomplejadas, tensas, etc. 4) Puede hacer que alguien quede seriamente impedido para establecer una futura convivencia. a las personas complicadas, heridas, Tercer remedio: El respeto mutuo en tres direcciones.
  • 36. El respeto quiebra por tres flancos distintos pero complementarios: palabra, obra y gestos. Los tres tienen una raíz común: la consideración en el trato debe basarse en el aprecio y la dignidad de la persona. -El respeto de palabra tiene una gran fuerza: aprender a controlarse, ser dueño de uno mismo y no perder la calma. En las crisis conyugales graves o en aquellas otras crónicas con gran deterioro de la convivencia, las palabras duras, fuertes, hirientes, venenosas, cargadas de acusaciones y descalificantes van a dejar una honda huella en quien las recibe. -El respeto de obra, el maltrato o sevicias: trato cruel, con ensañamiento, salvaje, indigno de un ser humano. La conducta cruel descalifica al que la practica lo deja al descubierto. -El respeto de los gestos. Gestos de desprecio, caras largas, aspavientos sistemáticos de desaprobación, maneras desafiantes, modales estereotipados negativos, posturas de hastío, etc, ahogan cualquier posible reconciliación. El daño que ocasiona suele ser mayor que las palabras más fuertes y descalificantes. Cuarto remedio: primero con uno mismo. para estar con alguien hay que estar Hay vidas cuyo eje, cuya constante de desarrollo ha sido la inestabilidad afectiva, lo que denota inmadurez. De ahí que la terapia a aplicar sea el replanteamiento de las principales características de la propia personalidad y el deseo operativo de cambiar. Ya que aquella persona que no sabe lo que quiere, que no tiene las ideas claras sobre los temas capitales de la vida, inestable, con criterios cambiantes, que se apunta a lo último que conoce, o que oye o que le llega como novedad; persona con gran facilidad para perder el control, poco realista con sus posibilidades (quiere demasiadas cosas a la vez, estar en muchas empresas humanas al mismo tiempo) y siempre insatisfecha. Este sería su perfil psicológico. La síntesis de este sujeto, llevado a un punto extremo, sería: "No me aguanto a mí mismo, me desprecio como persona, no me soporto...." Quinto argumental. remedio: la vida conyugal tiene que ser
  • 37. El aburrimiento es uno de los grandes enemigos de las parejas modernas. La vida humana tiene que ser argumental: ha de tener unos objetivos, un programa, unos proyectos, ilusiones y motivos para andar juntos. Sexto remedio: evitar discusiones innecesarias. De las fuertes discusiones no surge la verdad ni la aproximación de la pareja, por lo cual es importante saber callar en ciertos momentos dificiles. Hay que distinguir: diálogo, diferencia de criterios y discusión. Dialogar es conversar, intercambiar experiencias y opiniones. hablar de uno y mil temas, Diferencia de criterio se da cuando nuestras propias ideas se matizan, se refuerzan o debilitan según los argumentos recíprocos. Discusión supone un fondo de desacuerdo, que se intenta vencer por la fuerza o por la habilidad de la descalificación. Séptimo remedio: tener una vida sexual sana, positiva y centrada en la comunicación. Por sexualidad sana debemos entender aquella que se desarrolla lejos de conductas patológicas como el sadismo, la satiriasis, el onanismo, o el masoquismo; aquella que se mueve en las coordenadas de la comunicación afectivo - sexual, con la variabilidad y plasticidad de todo comportamiento, pero siempre dentro del marco de la dignidad humana. Lo contrario degrada, no conduce a constituir una comunidad de amor por mucho que se utilice esa palabra y convierte a la pareja en depravada. Por ello es preciso alcanzar una educación sexual que sea a la vez educación de los sentimientos y de todo lo que se mueve a su alrededor, y así conducir su desarrollo dentro de los parámetros de la dignidad humana. Actualmente el tema cobra unos matices muy complejos por la vía de la permisividad que está haciendo estragos en el mundo moderno. Se ha distorsionado tanto la libertad que en su nombre el ser humano se ve arrastrado a situaciones insólitamente degradantes. Desde ahí tiene un largo trecho hasta recobrar su calidad y grandeza como hombre.
  • 38. El tema de la sexualidad es interminable, siendo preciso insistir en que se viva con espontaneidad, naturalmente, dentro de una atmósfera de comunicación. Octavo remedio: hacer repetidos esfuerzos de voluntad por mejorar y pulir las dificultades de la convivencia. Hay que llevar a cabo una "educación de la voluntad". La voluntad es energía, decidida disposición, empeño, tesón, firmeza, tenacidad, insistencia que no se doblega ante las dificultades, que es capaz de crecerse ante los obstáculos. Facultad que conduce hacia lo mejor, aunque en principio signifique una renuncia costosa. El que lucha está siempre alegre, porque nunca da batallas por perdidas. Quien no tiene voluntad, o quien la tiene frágil y quebradiza, de algún modo nos recuerda a la imagen del "niño mimado", que al no tener educada la voluntad se convierte en una marioneta de las circunstancias, traído y llevado por un sinfín de estímulos que le llevan de acá para allá. El resultado nos muestra una persona caprichosa, inconstante, voluble, frívola, mudable, irresponsable, con poco contenido, que solo hace lo que le apetece, mal criada, echada a perder. Con éstas alforjas no llegará muy lejos, ni en el amor ni en ninguna otra empresa grande y seria. Noveno remedio: echarle a la vida sentido del humor. Hay parejas que se pasan la vida dramatizando, que han aprendido a agrandar los sucesos y a sacarlos de su perspectiva real. Viven la vida de forma trágica, y la convivencia llega a hacerse insoportable, pués siempre todo está destilando infortunio, desastre. Hay que girar en sentido contrario. Cultivar el sentido del humor no es otra cosa que ver el lado divertido de la vida; hay que ejercitar la risa, la ironía, y la gracia para poder tomarse las cosas con filosofía y desdramatizar las pequeñas y grandes incidencias de la vida. Estas estrategias combaten eficazmente el desaliento. Cuando se tiene sentido del humor se domina la vida y se pueden superar las adversidades. Su carencia, vuelve a las personas suspicaces, hipersensibles, etc.
  • 39. Décimo remedio: aprender a remontar momentos, días o situaciones difíciles. También aquí rigen las leyes del aprendizaje: se necesita tiempo para adquirir ciertas destrezas; todo entrenamiento sigue un camino de ida y vuelta, de avances y retrocesos. Es la ley del efecto de Thorndike: toda respuesta se fortalece si aplicamos estímulos "satisfactores" y se debilita por estímulos "perturbadores". Para que la comunicación sea efectiva se requiere que sus componentes verbales y no verbales sean congruentes, que el mensaje emitido sea claro, nítido, sin ambigüedades y que los contenidos no verbales apoyen a los verbales. Se pueden y deben decir cosas fuertes pero cuidando los modales. Undécimo remedio: saber escuchar, aprender a dialogar y adquirir habilidades en la comunicación. Toda comunicación está basada en un juego subterráneo de transacciones; es un intercambio de comportamientos verbales y no verbales, de sentimientos y reacciones vivenciales. Para mejorar la comunicación, el terapeuta puede diseñar una "guía de discusión" según el siguiente esquema: 1) Cada comunicante es a la vez emisor y receptor de mensajes. 2) Hay que conseguir que el mensaje sea claro, concreto y reconocible. 3) Hay que partir de un principio: querer buscar una solución. 4) Aprender a eludir las áreas sensibles. 5) Aprender a centrarse en el tema.
  • 40. Duodécimo remedio: saber utilizar la mano izquierda. Se refiere a la diplomacia, habilidad en el trato, artesanía de las relaciones humanas, cortesía, tacto, saber callar a tiempo y conocer cuándo se debe hablar. A veces evitar ir de frente y escoger un camino colateral puede ser muy beneficioso para que la convivencia fluya mejor. Decimotercer remedio: los días rosas. Se trata de que uno de los cónyuges un día cada dos semanas o al mes procure hacer todo lo posible por agradar a la otra persona; esforzándose al máximo. Es pués un mecanismo de refuerzo de conducta, empezando por lo que es más facil, y siempre una vez superados los serios problemas entre ambos. Los días rosas se contraponen a esa tendencia a centrarse en lo negativo, en vertientes destructivas, sobre todo cuando existe cierta inundación de conflictos que se disparan ante el más pequeño estímulo. pasivo. Decimocuarto remedio: saber que la vida tiene activo y Cualquier evolución biográfica sola y / o compartida tiene notas positivas y negativas, luces y sombras, transparencias y opacidades, bonanzas y oleajes. Las personas muy apasionadas, con tendencia a dramatizar o con una visión sesgada y escotomizada de su vida son incapaces de reconocer todo lo bueno que ha circulado por ellos, y se detienen especialmente en los apartados dolorosos y se recrean muchas veces en sus contenidos. En algún caso puede ser interesante "hacer balance" con cada uno para ilustrar el pasado y llevar a cabo cierta educación retrospectiva que enseñe a valorar sus segmentos y sus parcelas.
  • 41. Decimoquinto remedio: frenar la tendencia a controlar vigilar e inspeccionar al cónyuge. Por lo general suele tratarse de una crítica menuda, poco importante, pero persistente, casi diaria, que se acompaña de enfrentamientos paulatinos. Lo más grave es que conduce a sentirse observado y, por tanto, mantenerse en guardia, perdiendo espontaneidad. La conducta se autoanaliza moviéndose en base a bloqueos intermitentes. Por esta línea sólo va a haber naturalidad cuando no se esté junto al cónyuge, quien fiscaliza todo su funcionamiento y mecanismos psicológicos. Este hecho, en apaciencia insignificante, se va convirtiendo en una verdadera tortura, que puede llevar a un final imposible y sin salida si no se arbitran unas medidas a tiempo. La capacidad para respetar la libertad de acción refleja un espíritu liberal en quien lo practica y una aceptación del otro tal como es; aceptación que comporta ayudarle a mejorar, pero de otro modo, con otros resortes, con más tacto, usando la delicadeza como pieza intermedia. Decimosexto negativo del cónyuge. remedio: frenar el lenguaje interior La ""psicología cognitiva" se ocupa del procesamiento de la información a nivel cerebral. Sus principales estructuras son la atención, la memoria, las imágenes de la mente, las representaciones, el pensamiento y todos los procesos intelectuales complejos. En nuestro cerebro se van archivando imágenes y esquemas de nuestras experiencias, desarrollados a partir de hechos anteriores. En una pareja en crisis o con dificultades intermitentes es relativamente frecuente que se vayan elaborando "estructuras cognitivas del cónyuge críticas", negativas, acusatorias......, algo así como opiniones progresivamente peyorativas que van dañando la imagen de la otra persona, aunque tengan un derrotero casi exclusivamente interior. ¿Cómo se fabrican esos conceptos distorsionados?. 1) Tendencia a hacer generalizaciones negativas continuas. 2) Centrarse en un detalle negativo y agrandarlo, sacándolo de contexto.
  • 42. 3) Maximalización y minimación. 4) Pensamiento absolutista dicotómico. 5) Adelantarse en negativo. De esas ideas, pensamientos y recuerdos marcados por la hipercrítica del otro van a ir emergiendo sentimientos negativos que modificarán la vida afectiva en esa línea. Se genera un "modelo de esquema" del otro malo, pobre, al que se le escamotea todo plano positivo. 8.- CONCLUSION. Como epílogo a lo anteriormente expuesto podemos sintetizar una serie de conductas y actitudes que a modo de decálogo faciliten la convivencia conyugal, según el siguiente esquema que nos sugiere el prof. Enrique Rojas: a) Decálogo para la convivencia conyugal: 1. Estar siempre dispuesto a dar y recibir amor. 2. Tener muy en cuenta que lo importante es lo pequeño. 3. Luchar por no ser tan hipersensible en la convivencia. 4. Procurar evitar discusiones innecesarias. 5. Tener capacidad de reacción tras momentos/ratos/días difíciles. 6. Cuidar el lenguaje verbal y no verbal; atendiendo al respeto, comprensión y delicadeza. 7. Poner el máximo empeño para que no salga la "lista de agravios". 8. Tener el don de la oportunidad. 9. Todo comportamiento necesita de un cierto aprendizaje. 10. Es necesario adquirir habilidades para la comunicación.
  • 43. b) Diez conductas "verbales" positivas. 1. Lenguaje habitual claro: emisor -> mensaje -> receptor. 2. Tener siempre una visión positiva de la vida conyugal. 3. 4. Gratificaciones orales frecuentes: pequeños elogios, palabras amables, comentarios positivos, etc. Procurar que exista un buen número de conductas asertivas. 5. Evitar fórmulas categóricas, tajantes: nunca, jamás, intolerable, inaguantable, etc. 6. Expresar más y mejor los sentimientos de afecto, y hacerlo de forma tácita y explícita. 7. Sinceridad, pero evitando la crudeza. 8. Aprender a no dramatizar, a no convertir las dificultades en asuntos insalvables. Cuidar el volumen de la voz y el tono. 9. Que los hijos reciban siempre de sus padre los mismos códigos de conducta (consecuencia de que están de acuerdo en la forma en que han de ser educados). 10. Respetar a los hijos también de palabra, obra y gestos. c) Diez conductas "no verbales" positivas. 1. Aprender a poner buena cara, a tener gestos faciales positivos. 2. Cuidar expresiones faciales de afecto: caras tranquilas, sonrisas acogedoras, miradas simpáticas. 3. Después de un enfado, situación de tensión o disgusto, evitar silencios muy prolongados. 4. 5. Es conveniente realizar algún gesto de aproximación. Acompañar el diálogo y el seguimiento del discurso del otro con gestos de atención y aprobación.
  • 44. 6. Cuidar el aspecto físico, desde la higiene personal al vestido. 7. Frenar los hábitos cognitivos negativos. 8. 9. Procurar que exista siempre una estrecha relación entre estímulo -> respuesta. Tener el don de la oportunidad. 10. Tener un esquema psicológico y biográfico de la otra persona adecuado a la realidad. V.- CUANDO LA VIOLENCIA SE INSTALA EN LA FAMILIA Y EN LA PAREJA. "La agresión maligna no es instintiva sino que se adquiere, se aprende. Las semillas de la violencia se siembran en los primeros años de la vida, se cultivan y desarrollan durante la infancia y comienzan a dar sus frutos malignos en la adolescencia. Estas simientes se nutren y crecen estimuladas por los ingredientes crueles del medio, hasta llegar a formar una parte inseparable del carácter del adulto". (Luís Rojas Marcos) 1.-Objetivo - hipótesis. El presente trabajo pretende profundizar en las causas de la violencia, y más concretamente en los factores que influyen en el aprendizaje de una pautas de comportamiento basadas en el abuso de poder y cómo se desarrolla la violencia, sobre todo la violencia hacia la mujer en el recinto del hogar. Esto nos ha puesto en la pista del hecho que ha llevado a un numeroso número de mujeres a acudir a los dispositivos de ayuda de la Administración Pública, en concreto, el puesto en marcha por la Dirección General de la Mujer de la Comunidad Autónoma de Murcia, a través del dispositivo de urgencias del 061. Todo ello con la finalidad de conocer los factores de riesgo que desembocan en agresión familiar, para en su caso, poder sugerir medidas sociales que resulten paliativas, a través de un posible programa de prevención de la violencia familiar y más concretamente de la violencia que tiene por víctima a la mujer, o incluso a los hijos.
  • 45. Al aproximarnos al tema de la mujer maltratada, podríamos plantearnos la siguiente cuestión respecto del problema objeto de estudio: ¿ qué tienen en común, qué condiciones comparten estas mujeres?. Lo que nos ha llevado a formular la siguiente hipótesis: "La mayor dependencia de la mujer de su pareja, es determinante de los malos tratos". Entendemos por "dependencia" la falta de autonomía de la mujer respecto de su pareja, tanto en el aspecto económico, laboral, cultural y emocional. De la anterior hipótesis formulada se pueden deducir: - Variable independiente: la dependencia de la mujer. - Variable dependiente: los malos tratos. Para responder a esta pregunta formulada, y verificar en la realidad la hipótesis enunciada, hemos hecho un estudio bibliométrico de diversos autores de diferente ideología que tratan este tema y nos servirá de fundamento para dar luz al mismo y extraer conclusiones. 2.-Muestra de sujetos. Con el pertinente permiso, pudimos acceder a la estadística del Servicio de Atención a la Mujer Maltratada de Murcia (061), de donde pudimos deducir el siguiente perfil de las mujeres que demandaron asistencia del servicio en un tramo temporal correspondiente al primer semestre del año en curso, siendo sus características las siguientes: - Poseen edades comprendidas entre los 25 y 40 años. - Nivel de estudios básicos. - Situación de desempleo. Sólo trabajo doméstico. - Nivel socio-económico bajo. - Procedencia urbana, con especial incidencia de personas domiciliadas en Murcia, y su periferia metropolitana. - Estado civil casadas, con casos de ausencia de vínculo conyugal. - La mayoría sin hijos, si bien aproximadamente 1/3 con hijos. - Motivaba su demanda un maltrato físico y psicológico.