2. LA VOZ Y EL ECO No sé si tengo la palabra, si mi existencia tiene voz. La grito arriba, en la montaña que eleva su cima en mi pecho, mas sólo para silenciosas formas de nubes tiene oídos. Será la cima sima un día, sima profunda y respetuosa. No será mi voz, será el eco de mi palabra vacilante lo que devuelva ese vacío. Quizá lo escuche al vuelo un pájaro que está construyendo su nido.
3. Esta inmovilidad, que apenas se siente en acordes que el viento distorsiona, tiene algo de molesto, no proporciona paz, sino que aviva la inquietud que bulle en mis entrañas. Esta inmovilidad es engañosa. Vibra en su centro la montaña y tiemblan en mi pluma sinsabores hundidos en el silencio de los siglos. No se deja escribir esta inmovilidad, no muestra complacencia a la palabra hermana, que en mi ánimo insufle un soplo de sosiego. De esta belleza inmóvil entre el lento despliegue de los cirros, ¡es tan perturbadora su indolencia…! PEÑA PRIETA
4. LA SOLEDAD Y EL SILENCIO Sólo en presencia de mi acompañante, la soledad, habla el silencio. Atemperan mi carne rumores en la hoguera. Yo no digo palabra, no hay nadie que la atienda. Soledad que es fiel cómplice del frío firmamento. Silencio que no calla: la llama le responde.
5. ABSOLUTOS No me hacen más fuerte tus caricias ni más seguridad me dan tus besos. Sólo sabe mi cuerpo sus efectos sobre su carne y sus adentros, sin que mi yo se altere, como no ignora la montaña que la acarician los nublados y el rayo la penetra, sin que su ser se debilite o dude. Tal la montaña, yo: pareja de absolutos, complementarios cómplices, que las apariencias esconden: con falda su ser firme, mi frágil condición con pantalones.
6. CARA A CARA La muerte de mi cuerpo es la otra cara de mi espíritu. No sabré nunca cómo es, como tampoco nada sé de la otra cara de la luna. Nadie podrá saberlo nunca: no mandará mi alma señales que animen aventuras imposibles, y es demasiado caro el viaje. Sólo se mirará en mi cara oculta la cara oculta de la tierra, mi adversaria, mi cómplice, y reconocerá su propio rostro. Encuentro a solas, a salvo, será un momento de dulzura eterno, de regreso al origen compartido, después de cierto tiempo para la vida siempre incierto. (Los mares y los bosques podrán vivir sin mis cenizas, que vaya usted a saber de quién son)
7. EL PESO DE LA SOMBRA Me pregunto con qué parte de mí se queda esta montaña que me mira después de haberme visto tantas veces. ¿Qué sabe esta montaña de mí que yo no sepa? De sí misma olvidada, ¿alberga en su memoria mis olvidos y es ella garantía de mi supervivencia? Cuando el trueno conmueva sus entrañas, ¿el rayo grabará sobre su piel mis huellas sin pisada que no borrará el viento? De sí misma olvidada, quizá sólo recuerde el peso de mi sombra, cuando las sombras caigan sobre mí. Todo el peso de las sombras.