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Guía roma y la unidad del mundo antiguo
1. GUÍA ROMA Y LA UNIDAD DEL MUNDO ANTIGUO
HISTORIA Y CIENCIAS SOCIALES
Profesor: Juan J. Vela Bruna Curso: 7º básico
Nombre Alumno: Fecha:
Operaciones cognitivas: Conocer, Relacionar, Interpretar, Ubicar
La Monarquía
El año 1200 a. C., arribó a la península Itálica un pueblo de origen indoeuropeo que, genéricamente, ha sido
llamado “Itálico”. De entre quienes inmigraron, se destacan los que habitarían la región del Lacio, a orillas del río
Tíber, lugar en el que, con el correr del tiempo, fundarían la ciudad de Roma.
En su obra La Eneida, el poeta Virgilio relata el origen mitológico de esta urbe: Después de la guerra de
Troya, el héroe troyano Eneas habría arribado al Lacio. Una de sus descendientes, Rea Silvia, tuvo dos hijos
gemelos, Rómulo y Remo, cuyo padre fue el dios Marte. Un pariente de ellos, ambicionando el poder, planeó
deshacerse de los hermanos y los hizo colocar en un canasto, el que fue depositado en las aguas del río
Tíber. Sin embargo, los infantes habrían sido salvados por una loba que los amamantó y crió. Años más
tarde, los gemelos fundaron la ciudad en el mismo lugar en que la loba los había encontrado. Según la
leyenda, esto último ocurrió el 753 a. C. En el mismo relato, se asegura que Rómulo levantó un muro en
torno a la ciudad. Su hermano Remo se burló de tal construcción y en una disputa entre ambos, resultó
muerto.
Como casi todas las leyendas, esta también es una forma de expresión de una realidad. Lo que a ciencia cierta
se sabe, es que los latinos fundaron algunos asentamientos en las colinas que se ubican al sur del río Tíber.
En el siglo VIII, estos se unieron y dieron forma a Roma. El hecho es coincidente con el dominio que, en
esa misma época, empezaron a ejercer en esa región los etruscos, por lo que es altamente probable que los
seis reyes que, según la leyenda, gobernaron la ciudad hayan pertenecido a este último pueblo.
El dominio etrusco convirtió lo que era una aldea en una ciudad, gobernada por un rey que no gozaba de
poderes absolutos, por cuanto estaba limitado por un Senado, integrado por los jefes de familias
terratenientes, y la Asamblea del Pueblo, instituciones de las que formaban parte los miembros de la nobleza,
conocidos como “Patricios”.
GRUPOS SOCIALES
Patricios Eran los descendientes de los fundadores de la ciudad; eran libres y
gozaban de derechos políticos y religiosos.
Plebeyos No tenían derechos y básicamente ejercían labores artesanales. Para
mejorar su situación, debían colocarse bajo la tutela de una familia
patricia, en calidad de “clientes”.
Esclavos En su gran mayoría, eran prisioneros de guerra. Algunas veces
recibían su libertad, pasando a denominarse “libertos”.
2. La República Romana
El último de los reyes etruscos, Tarquino el Soberbio, junto a sus parientes más cercanos, impuso un
gobierno despótico que se ganó el desprecio de los patricios romanos, quienes se levantaron en su contra y lo
depusieron, para luego dar forma a una república, gobernada por las familias patricias, las que se
consideraban representantes del pueblo romano.
La familia era importante en la organización social y política romana. Se trataba de una familia extendida, de
la que formaban parte todos los parientes consanguíneos. Su jefe era el pater familias, quien administraba los
bienes y mantenía el culto a los espíritus de los antepasados. Al ser descendientes de los fundadores de
Roma, el número total de familias se mantenía estable en el tiempo.
Tras el derrocamiento de Tarquino el Soberbio, el año 509 a. C., el poder pasó a manos del Senado,
institución que creó un nuevo orden político, en el que todo quedaba supeditado a los intereses superiores del
Estado y del bien común. Por ello, las altas magistraturas fueron investidas de gran autoridad.
Estructura de gobierno
Consulado Integrado por dos cónsules que eran elegidos anualmente. Entre sus funciones,
se contaba el presidir las demás instituciones, hacer cumplir las leyes y comandar
al ejército. Las decisiones las tomaban en conjunto, evitándose así alguna
tendencia al abuso del poder, pudiendo, además, vetar cualquier decisión
adoptada en forma aislada. En casos excepcionales, como conmociones internas
o ataques exteriores, el poder era entregado a una solo persona que, con el título
de Dictador, gobernaba hasta por un plazo máximo de seis meses.
Senado Compuesto por trescientos miembros, era el eje del gobierno romano, puesto que
autorizaba la inversión de los fondos públicos, la formación de los ejércitos, la
declaración de guerra, los tratados de paz y se encargaba de las relaciones
exteriores. En el fondo, era un elemento de continuidad en una república en la
que el poder ejecutivo se cambiaba cada año.
Comicios
Centuriados
Asamblea del Pueblo, autorizaba las leyes propuestas por el Senado.
Todas estas instituciones estaban en manos de los patricios. Sin embargo, la política exterior de expansión, en
la que los plebeyos participaron en los ejércitos, obligó a darles cabida en ellas, aunque esto no fuese
aceptado por los patricios. El año 494 a.C., los plebeyos manifestaron su desagrado con su falta de
participación en la vida política, mediante un movimiento que ha sido denominado “Secesión”, es decir, una
retirada al monte Sacro, lo que obligó a crear la institución de los Tribunos de la plebe, quienes eran elegidos
anualmente por la Asamblea de la plebe para que actuaran en la defensa de sus propios intereses.
Los tribunos tenían derecho a veto sobre los actos de las otras magistraturas y de hecho, se convirtieron en
verdaderos líderes de los plebeyos en los conflictos que los enfrentaban a los patricios.
Sin embargo, las diferencias entre ambos grupos se mantuvieron, pero como los plebeyos resultaran
imprescindibles en materias tributarias y militares, paulatinamente fueron consiguiendo grados mayores de
igualdad. Así, el año 455 a.C. se dictó la Ley Canuleya, que daba validez a los matrimonios mixtos (entre
patricios y plebeyos); el 450 a. C. se nombró a los “decenviros”, los que recibieron el encargo de codificar el
derecho vigente, lo que se expresó en 12 tablas. El 367 a. C., se promulgaron las leyes Licinias-sextias, que
establecieron que uno de los dos cónsules debía ser plebeyo. A partir del 356 a. C., tuvieron acceso a la
dictadura y desde el 337 a. C., a la Praetura (cargo de pretor).
Paulatinamente, fue apareciendo una nueva aristocracia, la nobilitas, a la que se integraron los plebeyos
enriquecidos. Si bien este proceso fue poniendo fin a las disputas entre los dos grupos, la suerte de los
plebeyos más pobres no mejoró, lo que sería causa de nuevas luchas.
La nueva aristocracia, a medida que se enriquecía, fue transformándose en un grupo caracterizado por la
arrogancia y la propensión al lujo. Paralelamente, al concentrarse en pocas manos la tenencia de las tierras,
los pequeños propietarios campesinos fueron desapareciendo, lo que, a su vez, provocó la aparición de un
proletariado urbano, cuya opinión política no era considerada. Dos tribunos de la plebe, que además eran
hermanos, Tiberio y Cayo Graco, realizaron esfuerzos por aliviar la situación de estos ciudadanos.
3. El año 133 a. C., Tiberio Graco propuso la realización de una reforma agraria, que se implementaría
mediante una ley agraria, pero esto fue rechazado por el Senado, ya que afectaba los intereses de los grupos
acomodados. Diez años después, su hermano Cayo Graco trató de lograr la aprobación de la ley
“frumentaria”, con la que perseguía establecer el reparto gratuito de trigo a los ciudadanos más necesitados.
Ambos intentos acabaron de igual modo, rechazados y sus impulsores, asesinados.
La expansión romana continuaba, y en ella, la ciudad contaba con la ayuda de una serie de comunidades
itálicas que empezaron a pedir una recompensa a los sacrificios realizados. Como sus reclamos no fueran
satisfechos, se rebelaron contra el poder romano. Este conflicto ha sido denominado por algunos autores
como “Guerra Social”. Los itálicos fueron derrotados, pero consiguieron, al menos, que se les otorgara la
ciudadanía.
El año 87 a. C., estalló una nueva guerra externa, y también lo hizo el conflicto entre Cayo Mario, líder del
partido popular, y Lucio Cornelio Sila, dirigente del partido aristocrático. Sila marchó sobre Roma e ingresó
a la ciudad, la que hasta entonces no había visto la entrada de sus propias fuerzas militares. Mario la
abandonó, dejando el campo libre a su rival, quien impuso una serie de medidas arbitrarias antes de partir a la
guerra. En su ausencia, Mario, que había vuelto desde África, se alió con Lucio Cornelio Cinna y juntos
ocuparon el consulado el 86 a. C. Ese mismo año, Mario falleció. El 84 a. C., Sila regresó desde Asia Menor
y terminó por derrotar al partido popular, proscribió a sus enemigos, confiscó sus tierras y las entregó a sus
propios hombres.
Corolario de todo esto fue que la constitución republicana, no escrita, y en el fondo, la existencia de la
república, quedaba en manos de quien tuviese el apoyo militar más fuerte.
Con el apoyo del ejército, Sila asumió como dictador. Los tribunos de la plebe perdieron sus privilegios y los
cónsules vieron sus atribuciones reducidas. Tras su abdicación (79 a. C.), el Senado recuperó el poder, pero
la situación no era auspiciosa. Los seguidores de Mario se habían rebelado en España, y se habían producido
otros movimientos en Asia Menor, problemas a los que se sumaba la actividad del partido popular.
Entonces, surgieron tres personajes que se transformarían en decisivos para la suerte de la república romana:
Cneo Pompeyo, Licinio Craso y Cayo Julio César, quienes el 60 a. C., dieron forma al primer triunvirato y en
conjunto, asumieron la administración. Julio César partió a la Galia y Craso a Siria; Pompeyo, por su parte,
debía encargarse de España.
Craso falleció al poco tiempo. Mientras tanto, Julio César obtenía brillantes éxitos militares que incluso lo
llevaron a incursionar hasta Germania, tras atravesar el río Rin, y también en una dirección opuesta, hacia
Inglaterra. César contó con el apoyo incondicional de sus legiones, pero estos triunfos despertaron la
enemistad en Pompeyo quien, tras aliarse con el Senado, logró que se le designara como cónsul único y que
el año 49 a. C., se ordenara a César el licenciamiento de sus tropas y regresar a Roma. Éste desobedeció las
órdenes y colocándose a la cabeza de sus fuerzas, cruzó el río Rubicón, es decir, la frontera entre Galia e
Italia. La fortuna se inclinó en su favor y posteriormente, se impuso sobre sus enemigos en Grecia, Egipto,
España, Siria, Asia Menor y Africa.
El senado debió otorgarle amplios poderes y los romanos, ya cansados de guerras civiles, veían en él a la
persona que los llevaría a la paz que tanto anhelaban. Nombrado dictador vitalicio, inició una serie de
reformas, tales como la repartición de tierras entre la plebe y los soldados, la confiscación de bienes de los
patricios para destinarlos a obras públicas, y la incorporación de tierras no explotadas al sistema productivo.
Al mismo tiempo, procuró engrandecer su propio prestigio, confiriéndose atributos divinos, además del
título de Padre de la Patria. También se hizo levantar monumentos y se ataviaba con una toga púrpura y una
corona de laureles. En el fondo, se transformó en un monarca, e incluso, pidió ser coronado con derecho a
designar a su sucesor. Todo esto despertó profundos recelos, y se veía que la república llegaba a su fin. Para
evitarlo, un grupo de conspiradores le dio muerte el año 44 a. C., pero no fueron capaces de asumir la
conducción política.
Para reemplazar a César, se conformó un segundo triunvirato integrado por su hijo adoptivo, Octavio, Marco
Antonio y Lépido. España y Roma quedaron a cargo de Octavio, África en manos de Lépido, mientras que
Marco Antonio gobernaría en Oriente. Éste último se trasladó a Egipto, donde fue cautivado por la reina
Cleopatra, transformándose en un verdadero gobernante oriental, lo que causó indignación entre los romanos,
quienes lo declararon enemigo público. Octavio logró que el Senado revocara su nombramiento y que se le
declarara la guerra, la que se decidió en la batalla naval de Accio (31 a. C.). Derrotados, Marco Antonio y
Cleopatra optaron por quitarse la vida.
El poder de Octavio se consolidaba, y Lépido decidió retirarse de la escena.
La Expansión Romana
Después de adoptar la república como sistema de gobierno, los romanos iniciaron el proceso que los llevó a
convertirse en uno de los más grandes imperios del mundo antiguo.
El primer paso dado en este sentido fue obtener el dominio sobre la península itálica. Luego, vino la disputa
por el control del mar Mediterráneo (al que los romanos terminarían denominando Mare Nostrum), lo que
enfrentaría a Roma con Cartago en las Guerras Púnicas.
4. La primera guerra púnica, entre los años 264 y 241 a. C. tuvo su origen en el interés romano por lograr el
dominio de la isla de Sicilia. Su rival, una verdadera potencia marítima, logró en un principio detener el
impulso de Roma, pero esta, tras construir su propia flota, pudo finalmente imponerse y obtener, como botín
de guerra, las islas de Córcega, Cerdeña y Sicilia.
Como Cartago quedase debilitada territorialmente hablando, bajo el mando de Amilcar Barca inició un
proceso expansivo en la península Ibérica, logrando imponer su control en ese territorio. Tras su muerte,
Amilcar Barca fue reemplazado por su hijo Aníbal, quien amplió la zona dominada. La segunda guerra
púnica, entre el 218 y el 201 a.C., comenzó cuando Aníbal invadió la península Itálica tras cruzar los Alpes,
expedición en la que participaron alrededor de 59.000 hombres y en la que también se utilizaron elefantes.
Esta empresa ha sido considerada como una de las más notables operaciones militares de la historia.
En sucesivas batallas, Aníbal logró derrotar a los romanos, siendo la más importante de ellas la de Cannas
(216 a. C.) y durante varios años, permaneció en el sur de la península itálica.
Roma decidió asumir una actitud más activa y pasó a la ofensiva. Ello implicó que el Cónsul Escipión, a
quien se apodó “El Africano”, desembarcara en el norte de África, donde el año 202 a. C., logró una gran
victoria en la batalla de Zama. Cartago debió entregar a Roma todos sus dominios en España. Como
consecuencia, Roma afianzó su dominio en el Mediterráneo.
Sin embargo, los romanos consideraban que Cartago aún era un peligro. Entre los años 149 y 146 a. C., se
desarrolló la tercera guerra púnica, que resultó en la destrucción total de Cartago, e incluso en la
esclavización de sus habitantes. Sus dominios africanos pasaron a formar parte del territorio controlado por
Roma, la que poco tiempo después logró, además, ocupar el resto de la península ibérica.
Paralelamente, Roma también se expandía en el Mediterráneo oriental, zona donde se enfrentó con
Macedonia, logrando derrotar a Filipo V el año 197 a. C. A continuación, siguió el turno de Antíoco, rey de
Siria (190 a. C.) y posteriormente, el de Perseo, sucesor de Filipo de Macedonia, quien organizó la
resistencia contra el dominio romano. Estos tres conflictos son conocidos como las guerras macedónicas.
A lo largo de 31 años, Roma había creado un verdadero imperio que abarcaba desde España hasta Siria.
Auge y Decadencia del Imperio Romano
Una vez que Octavio alcanzó el poder, empezó la construcción de un sistema político bastante especial por
cuanto, a pesar de conservarse formalmente las instituciones republicanas, el poder civil, militar y religioso
se concentró en su persona, reservándose, además, la facultad de proponer a los candidatos que elegiría la
Asamblea Popular. Incluso el Senado le confirió el nombre de Augusto, lo que resultó, al anteponer el
nombre de César, a la denominación de César Augusto.
Con Octavio (o Augusto), se inició la primera dinastía que gobernó sobre el imperio, la Julio-Claudia, que lo
administró hasta el año 68 d. C. A pesar de la gran concentración de poder que detentaba, Octavio lo ejerció
en beneficio de Roma. Dividió las provincias entre las “Senatoriales” y las “Imperiales”. Generalmente, las
primeras eran aquellas ya pacificadas y eran administradas por el Senado, quien recaudaba los tributos
correspondientes. Las segundas tributaban al emperador.
Si bien los romanos, dentro de esta estructura, mantuvieron la exclusividad sobre los cargos públicos,
contribuyeron al desarrollo de los territorios bajo su administración, construyendo caminos, acueductos,
obras de regadío, etc. Por otra parte, su política exterior se caracterizó más por el interés en consolidar lo que
ya se tenía que por iniciar nuevas expansiones. Esta orientación de la política exterior romana queda
claramente demostrada en el hecho que, durante su gobierno, Octavio cerró tres veces el templo de Jano, el
dios de la guerra, y proclamó la “Paz de Augusto”, la que permitió un interesante florecimiento cultural.
5. Es complejo dilucidar las razones de la decadencia del imperio romano, la que durante mucho tiempo se
atribuyó exclusivamente a la invasión de los pueblos bárbaros que, el año 476 d. C. terminó con el imperio de
occidente. Sin embargo, otras interpretaciones más modernas atribuyen la caída del imperio a una conjunción
de factores de orden interno que habrían debilitado al imperio, facilitándose así el efecto de las invasiones.
Estos factores habrían sido la corrupción política, las tensiones sociales, las deficiencias en el aparato
productivo, la pérdida de la austeridad, la introducción de nuevas costumbres e ideas, especialmente desde
oriente.