1. nternet
Una pequeña luz parpadeante reclama
tu atención. Está pidiéndote desde la dis-
tancia que cojas tu teléfono móvil por-
que algo espera a ser leído. Quizás sea un
mensaje de Whatsapp, una mención en
Twitter, un comentario en Facebook o, ya
raramente, una llamada. A veces, a la luz
se le suma una irritante notificación sono-
ra o una vibración. Así durante cientos de
veces al día. O quizás más, porque según
un estudio1
publicado en PLOS one por
un equipo de psicólogos, usamos el mó-
vil casi el doble de lo que reconocemos
o creemos. En la investigación se analizó
el comportamiento de personas con eda-
des comprendidas entre 18 y 33 años, a
las que primero se les hizo una encues-
ta pidiéndoles que calcularan el tiempo
que pasaban utilizándolo. Posteriormente
se les instaló una aplicación que recogía
cualquier interacción, durante dos sema-
nas. El resultado arrojó que lo empleaban
unas 5 horas de media al día con aproxi-
madamente 85 interacciones diferentes,
siendo este dato el doble de lo que habían
estimado inicialmente. Nosotros mismos
podemos hacer este experimento gracias
a apps como Checky (disponible para An-
droid e iOS), que responde a una simple
pregunta: ¿cuántas veces comprobamos
nuestro móvil diariamente?
Y es que para muchas personas, su
smartphone se ha convertido casi en una
extensión de su cuerpo, siendo lo último
que consulta antes de acostarse y lo pri-
mero según se levanta. Incluso le hemos
puesto nombre al miedo incontrolable a
salir de casa sin él o quedarnos sin bate-
ría: nomofobia (abreviatura de la expre-
sión inglesa no-mobile-phone phobia). He-
mos desarrollado una nueva habilidad
para andar por las calles esquivando per-
sonas y no despegando nuestra mirada
de la pantalla, cosa que también tiene su
propia nomenclatura: smombie o zombie
del smartphone. Ciudades como la china
Chongqing o la belga Antwerp, ya cuen-
tan con su propio carril-móvil para evitar
accidentes, y las alemanas Augsburg y
Colonia han puesto semáforos incrusta-
dos en el pavimento para esta nueva tri-
bu de cabezas que miran hacia abajo. He-
mos sido víctimas en alguna ocasión del
phubbing, un término inglés compuesto
por las palabras phone (teléfono) y snub-
bing (despreciar) que nace para describir
la situación en la que una persona resta
atención a sus acompañantes para de-
dicársela a su teléfono. Y en casos extre-
mos, incluso hemos empezado a sufrir
vibraciones fantasma. Es decir, que te-
nemos el dispositivo en nuestro bolsillo
y nos parece que ha temblado, no sien-
do así para nuestra frustración y disgusto.
Esta hiper-conexión, tiene muchas ven-
tajas, pero también puede ser una fuen-
te generadora de ansiedad en nuestras
vidas, modelando además nuevos com-
portamientos: acelerar nuestros ritmos,
limitar nuestra capacidad de atención y
concentración o incluso empeorar nues-
tra relaciones sociales. Así que no es
de extrañar que algunas personas estén
empezando a decir basta. Se les deno-
mina «exconectados». Enric Puig Pun-
yet, Doctor en Filosofía, ha publicado
este mismo año el libro La gran adicción.
Cómo sobrevivir sin internet y no aislar-
se del mundo, donde relata diez testimo-
nios de personas que, deseosas de recu-
perar el contacto directo con los demás
y consigo mismas, han optado, con éxi-
to, por apagar Internet. Y no lo han he-
cho huyendo al campo, que sería nues-
tro primer pensamiento. Tampoco eran
personas mayores que tenían poco en-
raizamiento con la tecnología, que sería
nuestro segundo pensamiento. Lo más
sorprendente de esos relatos es que su
proceso de desconexión no les ha su-
puesto ningún problema adicional, sino
que han podido seguir viviendo con nor-
malidad en sus ciudades y ejerciendo
sus respectivos trabajos. Toda una ha-
zaña hoy en día, dado que en la mayoría
de ámbitos laborales se exige una cone-
xión más allá del horario de oficina, y en
la mayoría de ámbitos personales, las re-
des e información se retroalimentan de
aplicaciones como WhatsApp, quedan-
do aislados si no estamos ahí.
Si tú también te planteas un uso más
racional de internet, aunque sin llegar a
los extremos de la desconexión, tienes
herramientas a tu alcance como la app
FaceUp2
. Su nombre puede ser un jue-
go con dos significados: el verbo inglés
to face up, que significa «enfrentar algo»
o la suma de dos palabras, face (cara) y
up (arriba), una invitación a levantar la
vista de la pantalla. Sé que es un oxímo-
ron que para desengancharte del móvil
uses una herramienta del propio teléfo-
no pero, en ocasiones, la mejor estrate-
gia es destruir al enemigo desde dentro.
Para cerrar este artículo, te lanzaré una
pregunta: ¿has conseguido terminarlo sin
echar un vistazo, aunque sea furtivo, a tu
teléfono móvil? Te reto a dejarlo de lado
unos cuantos días. Porque como dice la
frase que ilustra la web de FaceUp: la vida
es lo que pasa mientras miras la pantalla
de tu smartphone. Levanta la vista y disfru-
ta de lo que ocurre a tu alrededor.
Lorena Fernández
www.loretahur.net
[1] http://journals.plos.org/plo-
sone/article?id=10.1371/journal.
pone.0139004
[2] http://www.faceup-app.com
i
49
Exconectados