Matriz de integración de tecnologías- Paola Carvajal.docx
La eternidad aumentada
1. 51
eustopía Internet
D
La eternidad aumentada
E
n el aula, para trabajar el im-
pacto de la digitalización en
la sociedad, suelo hacer una
práctica con el alumnado:
plantear historias distópicas narradas
por la ciencia ficción a través de rela-
tos, películas o series (normalmente
allá por los años 60) y preguntar si se
pueden cumplir o no en la actualidad.
¿Os apetece jugar también aquí?
La que os traigo en esta publicación es
bastante reciente, porque se trata de un
capítulo de 2013 de la inquietante serie
de televisión británica Black Mirror: «Be
Right Back». En él se relata la historia de
una joven cuya pareja muere en un acci-
dente de tráfico. Para afrontar la pérdi-
da, decide adquirir un software de inteli-
gencia artificial en forma de chatbot que
es capaz de generar nuevas conversacio-
nes, basadas en las publicaciones que su
novio compartió a través de las redes so-
ciales y el correo electrónico. ¿Posible o
no? Pues como imaginaréis por el título
del artículo, es ya real como la vida mis-
ma (sutil juego de palabras cuando nos
estamos refiriendo a la muerte).
En 2015, al padre del escritor y periodis-
ta estadounidense James Vlahos le diag-
nosticaron cáncer de pulmón. Estaba ya
en fase terminal, así que sus últimos días
se centraron en idear una forma de man-
tener la relación tras su fallecimiento. Ja-
mes hizo más de una docena de entrevistas
a su progenitor, rescatando sus recuerdos y
grabando todos y cada uno de los diálogos
que mantuvieron. Nada más y nada menos
que 91.970 palabras tras hacer la transcrip-
ción de los mismos. Y fue en ese momen-
to cuando James recordó cómo en 1982,
con tan solo 11 años, le había sorprendi-
do enormemente un proyecto del MIT: Eli-
za, el primer bot conversacional de la histo-
ria. Este programa desarrollado por Joseph
Weizenbaum en 1966, pretendía ser capaz
de confundir a los seres humanos hacién-
doles pensar que estaban hablando con
otra persona a través de una pantalla. Se
decía además de Eliza que era un bot psicó-
logo, porque su mecanismo de engaño era
precisamente reconocer palabras y pregun-
tar por ellas. Por ejemplo, si alguien men-
cionaba el término «hermana» en la frase,
Eliza le pedía que le hablara más de su fa-
milia. Vlahos había estado trabajando no
hacía mucho en un artículo para el New
York Times Magazine sobre el chatbot que
la empresa PullString había desarrollado
años atrás para la muñeca Barbie. Así que
uniendo los hilos y sus propias conexiones
con las personas de la empresa, se puso
en contacto con el CEO de la organización,
Oren Jacob. Al contarle la historia, Jacob re-
conoció que una de las líneas de trabajo
que barajaban era precisamente crear una
tecnología para tener conversaciones con
personajes que no existieran en el mundo
físico, bien por ser ficticios, como Buzz Ligh-
tyear o por estar muertos, como Martin Lu-
ther King. Y así es como se puso en marcha
el proyecto Dadbot 1
.
Si esta historia os resulta inquietante, es-
perad… que hay más. La fundadora de la
empresa de inteligencia artificial Replika,
Eugenia Kuyda, resucitó también a su me-
jor amigo, atropellado por un coche, res-
catando todas sus conversaciones de chat,
correos y comentarios en redes. Creó una
app denominada Roman Mazurenko (el
nombre de su amigo) que cualquiera se
puede descargar para su iPhone y, por tan-
to, conversar con el difunto.
También un grupo mixto del MIT y la
Ryerson University de Canadá, con el in-
vestigador Hossein Rahnama a la cabe-
za, trabaja desde hace tiempo en esta in-
mortalidad no biológica, que consiste en
la elaboración de un clon digital a partir
del archivo digital que deja una persona
cuando fallece: correos electrónicos, tex-
tos, tuits, etc. Pero ahí no queda la cosa,
porque lo que plantean es que esa con-
ciencia digital siga aprendiendo y evolu-
cionando tras nuestra propia muerte.
Y es que el Internet post mortem ha lle-
gado para quedarse. Nuestro legado digi-
tal queda almacenado en la nube para la
posteridad. Según un estudio de la Uni-
versidad de Oxford, cada semana mueren
en el mundo unos sesenta mil usuarios
de Facebook y en 2098 habrá más perfi-
les de personas muertas que vivas. ¿Qué
haremos con tantas tumbas digitales?
Por de pronto, mi recomendación es que
activéis la opción de «contacto de lega-
do», decidiendo qué persona de confian-
za gestionará vuestro perfil cuando no
estéis. O también existe una opción más
radical: solicitar que Facebook la elimine
definitivamente el día fatídico.
Benjamin Franklin decía aquello de que
«en este mundo nada es seguro, excep-
to la muerte y los impuestos». Pues me
temo que ya solo nos queda la parte de
tributar…
[1] http://bit.ly/dadbot
Lorena Fernández Álvarez
www.loretahur.net
Deusto 137