El documento resume la epidemia de Ébola de 2014 en África Occidental y argumenta que es necesario fortalecer los sistemas de salud locales a largo plazo para prevenir futuras epidemias. Aunque la epidemia de Ébola causó alrededor de 1,000 muertes, enfermedades como la malaria matan a más de medio millón de personas al año en África. El autor sostiene que se debe trabajar para ganar la confianza de las comunidades locales y que la salud mundial debe ser un bien global priorizado por encima de
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Ébola en África: Una herida abierta en su salud
1. Articulo de opinión sobre el Ébola, del
doctor Carlos Mediano, de
medicusmundi
Publicamos el artículo de opinión en el que el doctor Carlos Mediano, técnico
de investigación de medicusmundi, aporta las claves para entender por qué el
Ébola es otra herida más abierta en la salud de África:
EL VIRUS DE ÉBOLA: OTRA HERIDA MÁS EN LA SALUD DE ÁFRICA
Este verano estamos mirando de reojo a África Occidental con motivo de la aparición
de una epidemia, otra más, debida al Ébola. Y miramos, porque este virus preocupa por
varios motivos: primero y fundamental porque es una enfermedad con una alta
mortalidad, el 60% de los enfermos mueren, y segundo porque no tiene cura conocida.
Si a esto le sumamos que tiene una alta capacidad de contagio entre las personas y
que ha aparecido en una zona de África donde antes no se había dado, la cosa se
complica.
La comunidad internacional ha respondido rápidamente y está haciendo frente a esta
enfermedad infecciosa junto a los frágiles sistemas locales de salud, intentando atajar
su expansión. Pero desde marzo hasta la fecha alrededor de 1.000 personas han
muerto, y da la sensación de que su control tardará al menos unos meses más.
Bien, hasta aquí lo normal cuando se trata de una epidemia que se desata en un país
“pobre”, lo diferente en esta ocasión ha sido que, sorprendentemente, en los países
“ricos”, también llamados países del Norte, se ha generado una alarma social
desproporcionada respecto a la incidencia real que está teniendo este virus en África.
Quizás sea porque en esta ocasión nos hemos dado cuenta de que la enfermedad
puede “viajar” a otros países y regiones y sobre todo por el miedo a la posibilidad de
que nos afecte. Y es que las enfermedades nos recuerdan constantemente que no
tienen fronteras, y más en un mundo tan globalizado como el nuestro.
No obstante, sí que podemos denominar a la de 2014 como la peor epidemia por el
virus Ébola hasta el momento, pero nada que ver si comparamos las cifras de muertos
con otras enfermedades como la malaria, que mata a más de medio millón de personas
al año, la mayoría niños y niñas, pero que no copan las portadas de los medios de
comunicación de nuestros países, seguramente por no ser una amenaza presente para
nuestra salud. Lo que está claro es que es urgente que se disponga de todos los
medios materiales y humanos necesarios para que el Ébola no llegue a ser una nueva
plaga que asole África.
Pero cuando acabe esta epidemia, deberemos reflexionar sobre la importancia que le
damos a la salud mundial, entendida como un todo. Hemos de recordar que desde que
se descubrió este virus en 1976 ha habido unas 24 epidemias de Ébola, y sin embargo,
parece que no hemos puesto el suficiente interés para luchar contra ésta u otras
enfermedades hemorrágicas. Pero tampoco sería la solución plantear una lucha
enfermedad por enfermedad si no tenemos sistemas locales de salud lo
suficientemente eficaces que sustenten a estos programas, sería imposible que
tuviéramos éxito.
2. Ahora es el Ébola, pero ¿y mañana? África tiene los peores indicadores de salud del
mundo. Su salud es una herida abierta, muy grande, enorme, una herida por dónde se
desangra, y no podemos curarla poniendo tiritas -una tirita para cada enfermedad- cada
vez que consideremos que empeora la herida, o que esa “infección” puede trasladarse
a otros continentes. Eso no es eficaz, no es eficiente, y genera un gran desgaste a
todos los implicados.
La solución es a medio y largo plazo: todos los países deberían tener un sistema de
salud fuerte, con adecuados sistemas de vigilancia epidemiológica que puedan
responder rápidamente ante cualquier eventualidad sanitaria. Sin embargo, sigue
habiendo demasiados sistemas sanitarios frágiles en el mundo, con muy pocos
recursos humanos, materiales y económicos en cantidad y calidad suficiente para
poder hacer frente a las necesidades de salud de su población.
Pero si queremos que estos sistemas sean efectivos, no solamente debemos ponerlos
cerca de la población sino que ésta debe usarlo. Y para ello las comunidades locales
deben de participar en la definición de las prioridades de salud. Parece que en esta
epidemia ha habido por parte de ciertas comunidades un rechazo a ser tratados,
creyendo que en vez de curar, la ayuda pretendía propagar la enfermedad.
Y este rechazo a la ayuda sanitaria no es la primera vez que pasa. Pero en mitad de
una epidemia es prácticamente imposible poder integrar los patrones sociales y
culturales en las estrategias de lucha contra la enfermedad, porque estas acciones
requieren tiempo. Y por lo tanto es una labor que los sistemas de salud deben hacer a
medio y largo plazo: ganarse la confianza de esa población.
Necesitamos acabar no solo con la epidemia, sino que sobre todo necesitamos prevenir
nuevas amenazas a la salud mundial. Y esto solamente se conseguirá si trabajamos la
salud como un bien global en todo el mundo, anteponiendo los intereses de salud a
otros como puedan ser los económicos o políticos, y apostando, en estos momentos en
los que se está poniendo en duda su necesidad, por una cooperación sanitaria eficaz,
eficiente y con impacto a largo plazo a través de los refuerzos de los sistemas de salud.
La herida en la salud africana debe cerrarse, y está en nuestras manos. En las de
todos.