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Csv filosofía cuarto año guía n°4 el problema de la moral 2014
1. CSV- CUARTOS MEDIOS A Y B – FILOSOFÍA – TERCER TRIMESTRE 2014 – GUÍA DE LECTURA Y REFLEXIÓN
– UNIDAD: EL PROBLEMA MORAL Y LA FUNDAMENTACIÓN ÉTICA.
Antes de partir la lectura, contesta lo siguiente: ¿Cuáles son los valores que hoy nos propone la
sociedad? ¿Cuál es la ética actual?
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1. Un panorama problemático sobre la ética.
¿Quién de nosotros no ha escuchado que nuestra sociedad está en una profunda crisis, casi
al punto del derrumbe total? ¿Y quién no ha escuchado que esa crisis tiene que ver con el
estado de nuestra moral, de la poca ética, de la ausencia de valores? Si éste diagnóstico
fuese correcto… ¿qué podemos hacer? ¿Quién debiese hacer qué? ¿Para qué y en nombre
de qué? E incluso podríamos preguntar antes ¿debemos desear hacer algo? ¿Hay algo que
se pueda hacer? ¿Será una crisis real, o simplemente es la histeria del moralista, del
mojigato, del conservador, es decir, del cartucho?
Muchas veces se dice que la ética tiene que ver con nuestros criterios personalmente
adoptados sobre lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto, o lo justo y lo injusto.
Así cada cual tendría su moral y su ética, aunque hay conductas que reprobamos o
aplaudimos de manera generalizada. Vemos la falta de ética allí en los
comportamientos que no necesariamente van contra la ley, pero sí van en contra de
las creencias morales más arraigadas en sociedad. Apreciamos la ética en los
comportamientos que consideramos ejemplares, que son capaces de oponer lo mejor
al vicio generalizado, acciones que encarnan cualidades o aspectos estimables en las
personas. Así cada cual encarna un tipo de carácter que se revela en sus acciones, y
a su vez, vemos que las acciones de esas personas fueron construyendo un
determinado tipo de carácter. El Che Guevara tenía una ética, Lady Gaga, Juan Pablo II, John Lennon y Muhammad Alí,
también. Incluso, Charles Manson y Adolf Hitler.
Muchos identifican la moral como algo “de curas” o lo relacionan con tabúes y prohibiciones sexuales. Sin embargo, la
moral no sólo es religiosa sino también laica, y en ambos casos se proponen criterios respecto a lo que es una vida buena,
un trato justo con los demás y sobre el sentido de la vida. El evidente problema es que en la sociedad moderna coexisten
muchas morales. Entonces la ética se convierte en el asunto de los individuos y los grupos de decidir cuál, de esas
propuestas, es mejor que otra, en relación a sus principios, normas y consecuencias que se implican. La ética tiene que
ver con saber elegir y no tanto con acatar permisos y prohibiciones.
Actualmente, la ética adquiere relevancia porque el desarrollo de la humanidad nos fuerza a tener que reflexionar sobre
las consecuencias que acarrean nuestras acciones individuales y colectivas. Los cambios que ha traído la modernidad
llevan muchas veces aparejados dilemas que chocan con diversas creencias morales, pues suele pasar muchas que
tenemos el poder para hacer las cosas pero no sabemos si e s correcto llevarlas a cabo. O, en otros casos, hacer
determinadas cosas nos puede traer beneficios pero también insospechadas consecuencias futuras, no sólo a los cercanos
sino a gente que ni conocemos. Decidir en este contexto se ha vuelto complicado.
La ética significa escoger unos criterios de un menú que generalmente se nos ofrece en la sociedad en la que fuimos
criados. Mientras más libres y lúcidos seamos en nuestras elecciones, más autónomos y razonables somos. Mientras
menos reflexionemos estaremos a merced de nuestros impulsos ciegos, de nuestras cambiantes emociones, de las
tentaciones de los fanatismos grupales, del miedo a los poderosos, etc. Mientras más conscientes seamos, quizás podremos
ante esas mismas motivaciones rechazarlas rigurosa y taxativamente, o dejarnos llevar alegremente por ellas sin sentir
culpa o remordimientos.
Ahora bien, nuestra libertad siempre está condicionada por una sociedad, por una historia, por unas condiciones
materiales que no hemos escogido. No obstante, una vez que las reconocemos y medimos conscientemente, podemos elegir
lo que realmente queremos hacer dentro de las alternativas que nos pone nuestro mundo. Ser ético exige una buena dosis
de realismo, pues no podemos autosatisfacernos siempre en nuestras fantasías y ensoñaciones, pero también la ética nos
pide grandes cucharadas de ideas e imaginación, para construir una vida mejor en las circunstancias en que nos hallamos.
FILOSOFÍA – cuarto año medio – guía de lectura y reflexión 1
2. 2. Sociedad y moral.
No se puede comprender la problemática ética de la actualidad si no se atienden a los
considerables cambios que han experimentado las sociedades a lo largo de la historia. Un
poco de sociología nos puede enseñar el contexto desde donde han surgido las distintas
formas de entender la moral.
La nuestra es una época que es denominada por muchos autores como posmoderna y
postindustrial. Generalmente, siempre se la define como “pos” algo, aunque no se sabe
muy bien en qué consiste ser “pos” y cómo rayos funciona nuestra sociedad. Se dice, por
ejemplo, que nuestra sociedad es fundamentalmente atea, en el sentido que la religión
tiene cada vez menos peso en la sociedad, y que más bien cada individuo decide por sí
mismo lo que es bueno, justo o correcto para su vida. En este contexto, la ética no sería
ya una cuestión de lo que alguna autoridad, con sotana o sin ella, determina como
“moral”, sino lo que cada cual quiere (y puede) para su vida. A algunos esto les huele
demasiado a relativismo, y temen que sin Dios y sin moral el hombre se desbande en la
búsqueda desenfrenada de placer, en el abuso de poder, en el excesivo amor al dinero,
etc. generando una sociedad corrupta de cínicos, desalmados y manipuladores. Para
otros, en cambio esto representa un nuevo grado de libertad: ¡al fin los individuos podrán
sacarse de encima los deberes impuestos por Dios y la sociedad!
En general, el problema de “decidir” estaba bastante resuelto en las sociedades premodernas. Cada grupo social tenía
deberes y privilegios especiales, ocupando un peldaño social fijo y difícilmente modificable. Lo mismo ocurría con el papel
de hombres y mujeres, o la importancia de niños o ancianos. En general, si no eran los dioses (o el Dios) quienes
determinaban la moral, a través, desde luego, de sacerdotes y templos, era la misma naturaleza la que era consi derada
un modelo para el comportamiento humano. Todo lo que solía ocurrir “por naturaleza” quedaba, siempre, fuera de
cuestionamiento. En gran parte la función de los mitos y la religión fue reproducir ese orden social y moral, que se
caracterizaba por cambiar muy lentamente.
Pero “cambia todo cambia”, diría Violeta. Con la entrada de la modernidad se experimentó una transformación radical de
las sociedades. Dejaron, paulatinamente, de estar fijas a un determinado orden y se convirtieron en sociedades dinámicas,
en constante evolución. Las personas experimentaron un cambio considerable: su vida ya no estaría decidida por la
pertenencia a un estamento o clase social, sino que su identidad dependería más bien de sus propias decisiones, que
serían algo distinto de los apremios sociales, tales como la ley o el trabajo. Dicen los sociólogos que “la crisis de identidad”
aparece históricamente en este momento moderno, pues los individuos empiezan a decidir y aceptar riesgos por sí mismos.
Otro cambio importante es que antes el orden político y el orden económico se sometían a la moral, que en las sociedades
premodernas era controlada por la religión. En la sociedad moderna, en cambio, se transforman en ámbitos o sistemas
que obedecen, cada uno, a sus “propios” dioses y sus propias leyes: en el caso de la política es el poder, para el caso de la
economía, el dinero. En nuestra sociedad moderna se hizo posible que en asuntos de dinero dé lo mismo si uno es el Padre
Hurtado o un terrorista internacional, o, en política, si uno es un tipo intachable o un Berlusconi.
Hoy, se nos dice, estamos en otra situación social, y que, por lo tanto, los problemas morales son otros. ¿Qué ha modificado
tanto nuestra vida? en particular hay que mencionar el impacto de la ciencia y la tecnología en la vida cotidiana. Hoy
producimos infinitamente más que antes, comerciamos mucho más, sabemos cada vez más cosas del universo, podemos
comunicarnos a mayores distancias y con más personas, consumimos y gastamos muchísimos recursos naturales,
viajamos a lugares remotos y nos empapamos de otras culturas. Sin embargo, no todo es miel sobre hojuelas. Este mismo
cambio ha producido nuevos miedos, riesgos e inseguridades. En este mundo así como muchos pueden hacerse ricos en
pocos segundos con un buen negocio, existen muchos que no tienen que comer. Así como nos llenamos de centros
comerciales y compramos cosas cada vez más lindas, los mares están cada vez más contaminados y cada vez quedan
menos árboles. En la misma medida en que crecen tus contactos de facebook, disminuyen las posibilidades de conocer a
tu vecino. Puede que cada vez conozcamos más culturas pero por todos lados estallan conflictos religiosos y étnicos. Y
aunque podamos acceder a volúmenes gigantescos de información, el fanatismo, la ignorancia y el prejuicio están lejos
de ser erradicados de nuestra convivencia. Finalmente es cierto que algunos gozan de mayores libertades, como nunca
antes vistas en la historia, pero lo que elegimos y los valores que nos mueven, muchas veces revelan pura superficialidad,
egoísmo, vanidad, y capricho. Para quien le queden dudas sobre este último punto, le sugiero que vea lo que representan
los personajes que participan en los reality de la televisión.
La cuestión ética hoy se vuelve dificultosa, también, porque no sólo ya no queremos ni creemos
necesitar “autoridades” morales sino porque, aunque las llamáramos de vuelta, la mayoría de
los referentes sociales están en crisis: la familia, la educación, la iglesia, los partidos, etc. La
gente hoy día no sabe muchas veces que hacer, y esta situación lejos de sentirse como una
liberación, se experimenta como una angustia. La incertidumbre provoca angustia, la angustia,
inseguridad, y la inseguridad, miedo. El miedo, finalmente, es un gran aliciente para la
violencia. En los años setenta se pensaba que la política podría convertir el mundo en un mejor
lugar, derrotar los miedos y devolver nuestros sueños. Pero la política y las ideologías también
entraron en crisis. Hoy se dice que ya no existen ciudadanos sino puros consumidores, que la
sociedad ya no existe como colectividad sino que somos seres individuales que se mueven por
fines privados. Sin embargo, no han cesado las denuncias, las protestas, las marchas y la
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3. solidaridad contra todo tipo de injusticias, y la indignación hoy no sólo abarca a lo que le pase a los hombres y mujeres
sino también se despierta ante los abusos con los miembros de otras especies no humanas.
3. Éticas heterónomas y autónomas.
Nuestro problema actualmente es que debemos construir nuestra vida, y convertirnos en adultos, con referentes
tradicionales cada vez más débiles y menos claros. Para más remate, debemos elegir ante una oferta aparentemente
superabundante de placeres, felicidades, sentidos de vida y ofertas morales. Sabemos que ya no hay una sola forma de
ser bueno, justo y feliz, sino muchas.
Hubo una época dorada en la cual la sociedad y los individuos se dispensaban de tener que darse la lata de pensar qué
era lo bueno, lo bello y lo justo porque se pensaba qué eso nos quedaba relativamente claro a partir de un orden superior
y no humano al que atenernos. Qué los dioses nos dicen que hagamos esto, que mis antepasados me ordenan seguir
haciendo aquello, qué el Dios único y verdadero me prohíbe hacer tal cosa…etc.
Estas sociedades y estas éticas son denominadas por algunos pensadores como
heterónomas (hetero = otro, nomos= leyes) pues se creía que las normas morales se
apoyaban en algo superior a lo humano: nos caían del cielo, eran regalos de los dioses (o
de los antepasados), que estaban escritas en las estrellas, o se sabían “por naturaleza”.
Quizás una de las éticas más perfectas de éste tipo fueron las éticas de los antiguos
filósofos estoicos, que postulaban que el s entido de nuestra vida se enmarcaba en un
universo armonioso y ordenado, un cosmos que poseían un equilibrio y una justicia
propios ante los que había que enderezar la conducta humana. La acción correcta y la
felicidad consistía en escuchar la orden de la naturaleza hablando en la conciencia del
sabio, que practicaba una vida de total sumisión a ese orden, despreciando las banalidades
y futilidades terrenales, soportando impasiblemente el sufrimiento, perdiendo el miedo a
la muerte o a la desaparición de las cosas que amamos. Vivir abrazando tranquilamente
el presente manteniendo una recta actitud.
No sólo los estoicos tenían en la naturaleza su modelo. Estaban también los cínicos, que fueron una especie de prototipo
de los punks en la antigüedad. La palabra “cínico”, aunque hoy tenga un sentido negativo, aludía para estos filósofos a la
vida de los perros vagabundos, sin posesiones ni hogar. El más conocido de ellos, Diógenes, rechazaba y se burlaba de
todas las normas civilizadas, admiraba la vida sencilla y austera, que despreciaba los bienes materiales y la aceptación
social. Se cuenta que le gustaba provocar a sus conciudadanos y no le tenía mucho respeto a la autoridad. Nunca se sintió
orgulloso de ser griego y se consideraba un ciudadano del mundo. El sabio cínico tenía que ser muy independiente y con
un alto dominio de sí mismo.
Otra escuela moral de los antiguos fueron los epicúreos. Eran una especie de hippies que filosofaban en los jardines en
medio de comidas y carretes. El placer era algo deseable y natural para ellos, por lo tanto consideraban que era el bien
supremo. Su contrario, el sufrimiento era algo que había que evitar, pero su origen estaba en los miedos humanos (a lo
sobrenatural, a la muerte, al sufrimiento y a la insatisfacción de los deseos). Para alcanzar la tranquilidad interior, o la
ataraxia como la llamaban, había que moderarse en los placeres y los deseos, tener fortaleza y dominio de sí mismo, ojalá
vivir solamente con lo necesario y no desear lo que no se puede alcanzar, pensar en la fugacidad de los sufrimientos (“no
hay mal que dure cien años…), filosofar sobre la muerte (cuando morimos no hay conciencia, por lo tanto no puede haber
dolor) y, finalmente, dejar de temerle a los dioses.
4. Éticas autónomas: Kant.
Existieron casos en la antigüedad, y algunos más en la época moderna, de sociedades que tenían clara conciencia de que
las leyes morales son una creación humana, que el destino de los seres humanos no es una predestinación sino la propia
obra de individuos y pueblos. De que si bien estamos acechados inevitablemente por la muerte, en lo que respecta a
nuestros valores y criterios morales podemos interrogarnos libremente, defenderlos y criticarlos, afirmarlos o negarlos,
conservarlos o destruirlos. En estos casos esas éticas se denominaron autónomas (auto = por sí mismo, Nomos= ley).
Caso ejemplar de ésta ética fue lo propuesto por el filósofo Immanuel Kant. A diferencia de los estoicos
(y de casi toda la filosofía antigua) sostenía que una acción absolutame nte buena no podía basarse
en escuchar la voz de naturaleza, tampoco en hacer algo útil por sí mismo o por los demás, ni que
tampoco podía consistir en la búsqueda del bienestar, el placer o la felicidad. Kant sostuvo que lo
correcto moralmente tenía que ser una acción absolutamente desinteresada, hecha por libre voluntad
sin pero seguir nuestro egoísmo.
Kant sostenía que lo que nos separaba de los animales era que teníamos una voluntad libre y racional,
que, dado el caso, podía ir contra la naturaleza. La razón da la posibilidad al hombre de escoger
libremente hacer lo correcto sin importar nuestras inclinaciones o de quién se trate (ya sea un
completo desconocido o mi peor enemigo). Kant llamó a esto el deber. Y ese deber, esa ley moral,
tampoco debía hacer diferencias respecto de quién resulta afectado o beneficiado por nuestra acción,
o sea, debía ser universal, es decir, válida para toda la humanidad. Siendo el ser humano un ser
valioso porque es libre y racional, todos los seres humanos son dignos de respeto, y por lo tanto tienen
igual valor moral.
FILOSOFÍA – cuarto año medio – guía de lectura y reflexión 3
4. Kant formuló su ética mediante ciertas formulas o imperativos que debían cumplirse sí o sí (por eso los llamó categóricos).
Uno de esos imperativos categóricos dice: “trata a las personas como un fin en sí mismo, no como un medio”.
Kant es el filósofo de la dignidad humana, pues le concede al ser humano un valor absoluto, infinito e inexpugnable, que
se halla presente en igual medida en cada miembro de nuestra especie. De aquí que defienda que nadie debe ser utilizado
por otro como un instrumento para propósitos ajenos. O, también, que sostenga que cada uno es, y debe ser, el dueño y
responsable de su propia vida, y merecedor de su propia felicidad. En tanto seamos adultos, elegir y actuar es una cuestión
de cada uno, que tiene como límite únicamente el respetar la libertad, dignidad y vida de cualquier otro ser humano.
Sobre la base de este pensamiento es que Kant es un antecedente muy importante para la idea de los derechos humanos,
pues éstos no se pueden pensar si no se reconoce que los seres humanos poseemos un estatuto especial que deriva de
nuestra libertad y capacidad de ser autónomos.
5. La ética es social e histórica
Volvamos a la ética. Si captamos adonde apuntan los estoicos o Kant (más allá de que califiquemos sus éticas de
heterónomas o autónomas) veremos que se trata de lograr una suerte de vida acorde a un determinado orden, ya sea
natural o creado por el propio ser humano. En ambos casos se ve la ética como una cuestión personal que sólo
secundariamente puede tener que ver con lo que le pase a los otros. Esto último es justamente el énfasis de filósofos como
Aristóteles, Hegel o la llamada corriente utilitarista.
Efectivamente el ser humano es un ser intrínsecamente social, Aristóteles ya lo sabía. Llega a ser lo que es gracias a vivir
con otros bajo instituciones, leyes y valores comunes. Elegimos, por lo tanto, en un contexto y con otros. ¡No existen
formulas abstractas y solitarias para la moral! protestaría Aristóteles contra Kant; en cada cas o elegimos entre opciones
que no están fijas de antemano, buscando un equilibrio entre los extremos (que nos llevan al vicio o a la represión),
tratando mediante el hábito de hallar un punto intermedio que nos lleve a la mejor versión de nosotros mismos, o sea la
virtud o excelencia. En lo moral, más que una certeza matemática o una orden racional, necesitamos de la moderación y
la prudencia, afinando el ojo mediante la práctica. El hombre, sabio, el hombre feliz, es aquél que logra ser virtuosos
gracias a los actos y hábitos que realzan la mejor parte de su ser, que es la parte racional del alma.
Aristóteles tuvo un importante seguidor en la modernidad, un oscuro sucesor
y crítico de Immanuel Kant, cuyo pensamiento fue muy importante durante el
siglo XIX: Jorge Guillermo Federico Hegel. Hegel fue el filósofo que pensó la
historia, e intentó articular todo el saber humano en un gran sistema, donde
aparecerían, unidos y ordenados, todos los temas que había pensado la
filosofía: la naturaleza, la vida, la psicología, la sociedad, la moral, la religión
etc. La historia era el despliegue paulatino de ese sistema, que se iba
reconociendo poco a poco por el espíritu humano, que iba transitando hacia
formas de vida más racionales y más libres. Aunque la historia s e presentara
como una serie de hechos violentos e irracionales, Hegel afirmaba que su
avance o progreso se producía, justamente, por esas contradicciones y luchas,
cuyo movimiento y resultados finales eran, generalmente, efectos
incomprensibles para los individuos de cada época.
Así mismo, la moral y la libertad no son sólo algo abstracto y estático sino asuntos muy concretos e históricos. A través
de la historia, Hegel cree ver cómo va avanzando dialécticamente la libertad, y va descubriendo en la religió n, la familia,
la sociedad civil, el derecho y el estado, formas nuevas y más universales de libertad. La libertad que vale es la real, o sea,
la que es reconocida por los otros de forma recíproca. No hay libertad sin reconocimiento, que se logra a través de
instituciones, normas y valores compartidos por una comunidad. A la legalidad, que es algo meramente formal y externo,
y a la moral, que es un contenido personal y subjetivo, Hegel opone la eticidad que es la libertad vivida bajo ciertos valores
morales y en comunidades concretas; sea en familia, una empresa o el Estado. Podemos decir que una moral que no se
comparta con otros libremente es como una religión impuesta, que no hace palpitar los corazones ni enorgullece la
inteligencia. Por eso, Hegel admiraba la vida de los griegos en la antigua Atenas: esa mezcla de libertad y compromiso con
la comunidad. La ética social, o “eticidad” como la llamaba Hegel, es histórica, vale decir, evoluciona y cambia a medida
que nuestras maneras de pensar se van transformando.
Por su parte, los utilitaristas del siglo diecinueve enfatizaron que la ética no puede estar separada de las consecuencias
de las acciones. A su vez, esas consecuencias se miden a través de su utilidad que es la cantidad y la calidad de place r o
bienestar que puedo obtener para mí, así como del sufrimiento que me evito. Los utilitaristas pensaban que si bien cada
uno debe tener las libertades suficientes para perseguir su interés propio, las acciones no serían morales a menos que se
consideren los intereses de los demás. El utilitarismo está basado en la búsqueda de buenas relaciones, respeto y simpatía
hacia los sentimientos de los otros.
La mayor y mejor felicidad para la mayor cantidad es el lema utilitarista. No sólo importa la justicia sino también el
bienestar, los placeres, la felicidad. Como los antiguos epicúreos (misma época de los estoicos) ya habían dicho, no se
trata de arrojarse a los goces sin control alguno, pues no se trata de ser un depravado, sino buscar un equilibrio que nos
permita llevar una vida serena y sin grandes sobresaltos. A esto, los utilitaristas añadirán que no se trata de ser un egoísta
autosatisfecho sino que debemos buscar una moral que nos enaltezca como individuos y a la sociedad entera (mejor un
Sócrates insatisfecho que un cerdo satisfecho).
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5. 6. La crisis filosófica de la modernidad: los maestros de la sospecha.
Si hacemos un recuento histórico, los más grandes nombres y corrientes de la filosofía nunca pusieron en cuestión que
existía algo así como un bien en sí mismo, ni tampoco negaron la posibilidad de que determinásemos unos criterios
morales firmes, ya sea recurriendo a ideas metafísicas (el cosmos o la naturaleza en el caso de los estoicos) o a criterios
puramente racionales (Kant) o empíricos (utilitaristas).
Esta crisis sobrevendría con el avance de la modernidad, y con
un puñado de filósofos que empezó a cuestionar severamente las
ideas de la modernidad, desde Descartes en adelante. Estos
Jinetes del Apocalipsis filosófico son Freud, Marx, Kierkegaard
y Nietzsche. Cada uno es un padre a su manera, el mundo que
vivimos hoy ha sido construido con sus hijos y sus nietos.
El primer jinete es Sigmund Freud, padre del psicoanálisis y
descubridor del inconsciente. Fue el primero que cuestionó
aquello de que podemos conocer con claridad lo que pasa en
nuestra vida psíquica y que dirigimos nuestras acciones con
plena conciencia de lo que queremos. Sostuvo, en cambio, que nuestra mente está poblada de contenidos reprimidos,
ansiedades infantiles y experiencias traumáticas que provienen de nuestro más remoto pasado y que afloran como
incoherencias en la conducta, como obsesiones irracionales, fantasías desbordadas y sueños estrambóticos. La moral, por
lo tanto, no puede ser fruto de una conciencia tan descontrolada sino que más bien es una imposición neurótica de la
sociedad, que se instala dentro de nosotros, reprimiendo ese inconsciente peligroso y generando una personalidad
normalizada, cortesía de los padres.
Allí donde Freud veía una represión internalizada, Marx, el profeta del comunismo y abuelo de la Teoría Crítica, veía en
la moral los intereses y la ideología de una clase dominante que a fuerza de convencernos de nuestra propia inmoralidad,
nos hacía identificarnos con sus valores e intereses y reproducir un sistema que es injusto socialmente. Kierkegaard, el
padre del existencialismo, se revolcaba contra las imposiciones y grandes sistemas filosófi cos señalando cada ética como
un asunto existencial, intransferible y difícilmente comunicable. La vida como una opción sin valores o referentes
absolutos, viviendo el vértigo de tener que elegir bajo nuestra propia responsabilidad y en el vacío (o la conf ianza absoluta)
de que sólo tenemos de nuestro lado la fe en que hacemos lo correcto.
Nietzsche es caso aparte y merece detenimiento en tanto que él fue quien planteó de manera bastante radical las preguntas
que enunciamos al principio. Nietzsche tuvo una vida malograda (murió soltero, solitario, y sumido en la locura por sífilis)
pero su pensamiento fue sumamente explosivo, provocador, rebelde. Esas características lo pusieron muy de moda, claro
que póstumamente como él había predicho. También su manera aforística y carismática de escribir hicieron pensar que
él era el inspirador de la doctrina nacionalsocialista y del antisemitismo, cosa que sus mismos escritos desmienten. Si
debemos colocar a Nietzsche en algún podio filosófico, éste es el del más grande antimetafísico, antiplatónico, el crítico
más duro de la racionalidad moderna, el perro rabioso que olfateó tras la moral moderna las huellas del cristianismo y el
platonismo, aquél loco que con su poderoso martillo echó abajo todos los ídolos y falsas utopías con que nos habíamos
conformado, y nos invitó a vivir la vida bajo otro punto de vista.
7. Nietzsche, el filósofo dinamita.
Nietzsche es el inspirador de muchas de las llamadas filosofías posmodernas, básicamente porque
sospecha del humanismo y el racionalismo moderno, esas ideas que de Descartes en adelante se
instalaron en la cultura occidental. Según Nietzsche, el humanismo no llevó la secularización de la
sociedad lo suficientemente lejos: mantuvo viejas creencias religiosas y metafísicas encubiertas bajo
las ropas del racionalismo moderno. Lo que era antes para Platón, la diferencia entre el mundo de
las ideas y el mundo de las apariencias, se afirmó en la modernidad como ideales y valores laicos
situados por encima de la vida: el progreso, los derechos humanos, la ciencia, la democracia, el
socialismo, la patria, la revolución, etc. Básicamente lo que la Ilustración había generado es una
religión sin Dios. Esos ídolos vacíos son el blanco de sus martillazos filosóficos.
¿Y por qué hacer eso? Porque, nos advierte Nietzsche, estamos sumidos en el nihilismo (otra de sus
geniales ideas filosóficas). Nihil significa nada, vacío pero también negación. Vacío de los ideales
supuestamente elevados que siguen la ciencia, la política, la psicología, etc. Pero también negación
y condena de la vida misma. ¿Por qué debemos vivir en pos de una ideología política, de una falsa
solidaridad entre creyentes, o perseguir el amor romántico? Todos los ideales y utopías nos hacen
negar los que somos y nos sitúan en un más allá. Pero, dice Nietzsche, ese “más allá” no existe; todo lo que existe es la
vida misma.
Nietzsche ve en la vida humana drama pero también mucha alegría y juego. La vida es cambio, devenir, música y jugueteo.
Es más parecida a un caos de sensaciones que un bello orden. Son fuerzas que nos llevan de allá para acá, intensidades,
impulsos, deseos que brotan en el cuerpo, en las emociones, en el arte. Nietzsche aprendió de otro filósofo, Arthur
Schopenhauer, que la vida no es racional sino que es una voluntad ciega de vivir que se manifiesta como infinitos deseos
que nunca dejan de acosarnos. A la luz de eso, el yo o la razón son meras palabras y creencias, ficciones que hemos
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6. aceptado como realidades, suplantando la verdadera realidad. Sin embargo no hay razón para ser un pesimista como
Schopenhauer (la realidad siempre va a frustrar nuestros deseos) sino que hay que afirmar alegreme nte el revoloteo de
la vida.
8. De dionisiacos y apolíneos, y la trampa de la moral de los esclavos.
Ese aspecto de la vida ya estaba floridamente retratado en la cultura griega, en lo que
Nietzsche denominó el principio dionisiaco de la vida, es decir la embriaguez, la pasión, el
desenfreno, la locura que nos hacen sentir que estamos vivos. A ese principio se opuso
otro: lo apolíneo, que representaba el bello orden, la armonía y la compostura de las
pasiones. Esta fuerza se vuelve dominante gracias a Sócrates, señalando un camino de
metafísica y religión que infectará toda la cultura. El platonismo – cristianismo es el sentido
oculto de la historia moderna, pero que lleva en sí mismo el germen de su decadencia: los
valores irán perdiendo fuerza, se irán agotando quedando como gestos e instituciones
vacías. Finalmente declarará Nietzsche, “Dios ha muerto”. Los grandes ideales están
marchitándose poco a poco. La solución no será volver a los viejos valores de la antigüedad
o la modernidad. Nietzsche ensayará algo diferente.
Nietzsche se declara un genealogista. Rastrea orígenes y raíces a través del follaje ideológico hacia el tronco cultural.
Rehaciendo la historia, denuncia el engaño. Para ver la historia hay que colocarse fuera de ella y contra ella. Eso significa
afirmar que no existe ningún sentido trascendente, ningún bien o valor objetivo, ninguna verdad universal que descubrir.
Todo es interpretación, interpretaciones que se colocan como verdades impersonales y eternas, estrategia que esconde el
hecho de que no hay verdad o moral desinteresada. En la genealogía de la moral, Nietzsche desenmascara una trampa
contenida en nuestra manera de entender la moral. La trampa tiene su origen en el resentimiento de los débiles que han
dejado a los fuertes, a los arrogantes y los brillantes como los “malos de la película”. Los valores de los débiles, es decir,
la humildad, el desinterés, la igualdad, el sacrificio, la renuncia, disminuyen las fuerzas de la vida. Consecuentemente se
ha instalado el nihilismo. Todo altruismo es en el fondo un egoísmo y un interés oculto.
Nietzsche se vuelve anticristiano (habla de la “moral del rebaño” y la “moral de los esclavos”) quiere recuperar una noción
aristocrática de lo superior, pasar de una moral del “debes” a una moral del “quiero”. Individuos que más allá de la
manada, sepan vivir intensamente, con arrojo, con decisión, sin contemplaciones. Eso es lo que él denomina el
“superhombre”, idea que según algunos inspiró al fascismo y nacionalsocialismo. Este superhombre pasa por tres etapas:
el camello que en sus jorobas soporta la ley moral, el león que lucha contra dioses y valores en decadencia, y finalmente,
el niño que ya no lucha, sino que crea y goza. Eso exige una inversión de todos los valores, es decir colocar lo superior en
el lugar que le corresponde. Eso significa el despliegue de la voluntad de poder, otro concept o clave en la filosofía de
Nietzsche.
9. Una nueva moral: desear el instante, el superhombre como un artista de sí mismo.
La voluntad de poder no significa el gusto del poder por el poder, sino decir que “sí” a las múltiples
fuerzas y deseos que animan la vida. Es un deseo profundo de llevar una vida creativa, autónoma,
libre, intensa y sin culpas. Nietzsche no va a proponer una moral, sino un “gran estilo” de la
elegancia de vivir, lo opuesto de la mediocridad, vulgaridad y del conformismo del individuo de la
masa. El superhombre comprende el eterno retorno: lo que vale la pena en la vida es aquello que
desearíamos repetir eternamente, esos instantes gloriosos que elevan nuestro espíritu. Esta es la
fórmula para liberarnos del pasado que nos encadena y de las promesas ilusorias del futuro,
viviendo en un inocente devenir sin culpas.
Nietzsche merece ser escuchado porque diagnostica bien nuestra situación moral. Tras la muerte
de Dios, el individuo se siente a la deriva experimentando cómo cada uno de los “ídolos” modernos
pierde su valor y se convierten meramente en un poder de manipular la realidad, como en el caso de la ciencia, o un poder
de manipular a las masas, como en la política o la psicología. Las filosofías posmodernas aprenderán de él que hay que
desconfiar de los grandes relatos que le han dado el sentido a la historia occidental: el relato cristiano que dice que el
mundo avanza hacia la venida del reino de Dios, el relato liberal que dice que el mundo avanza hacia una democracia más
plena y libre, el relato revolucionario que dice que el mundo avanza hacia una sociedad sin clases, el relato científico que
dice que vamos hacia un mundo más eficiente. Cada una de esas narraciones resultó ser desmentida, no sólo por la
filosofía sino por los resultados de la misma historia del siglo XX: guerras mundiales, matanzas, hambruna, dictaduras
de izquierdas y derechas, crisis medioambiental, individualismo, adicciones, etc.
La vida pierde su sentido, se llena de decadencia y aburrimiento, de consumo supuestamente individualizado pero que
uniforma al fin y al cabo. Hoy vivimos una sociedad plural en cuanto a los valores pero aún extrañamos un suelo firme,
certidumbres y referentes claros para no sentirnos tan solos, con tanta desorientación. Nietzsche nos propone volvernos
artistas de nuestra propia vida, amar lo que somos con la determinación de quién sabe que no se reduce a ser pura masa
social.
FILOSOFÍA – cuarto año medio – guía de lectura y reflexión 6
7. Trabajo: mapas mentales. Integrantes: cuatro personas.
Materiales: cartulina grande, lápices de colores, recortes, guía de
estudio, revistas, papel lustre, etc.
Acabas de leer un texto que te inicia en los autores y posiciones
fundamentales de la filosofía moral. A continuación te pediremos
que utilices toda tu creatividad y talento artístico para construir un
mapa mental que explique lo que acabas de leer. El mapa mental
se diferencia del mapa conceptual porque, arrancando de un
concepto (en este caso el concepto de “moral” o “ética”) las
asociaciones que se establecen son menos jerárquicas y más libres.
Además, en el mapa mental se pueden utilizar otros elementos
gráficos para hacerlo llamativo, como pequeños dibujos, muchos
colores, recortes, etc. para guiarte puedes mirar el ejemplo que
colocamos a continuación.
FILOSOFÍA – cuarto año medio – guía de lectura y reflexión 7
8. ¿CÓMO ELABORAR EL MAPA MENTAL?
a). Se inicia con un nódulo, centro o núcleo del tema en estudio.
Sobre este nódulo se coloca la palabra clave del tema.
Se puede colocar una imagen que represente sin lugar a dudas el tema.
Puede dársele la forman que sea más significativa para el autor del mapa.
No olvidar el color que también puede ser significativo.
Si el tema es sobre la naturaleza, puede ser verde.
Si el tema es sobre el aparato circulatorio, podrá ser rojo.
b). A partir del centro elaborado, las clasificaciones o divisiones que sigan en importancia en el tema en estudio, serán los que formen las
líneas que salen del nódulo.
Estas líneas podrán simular raíces gruesas que salen del centro o núcleo y que se vuelven angostas al final donde se dividirán
en otros subtemas.
Estas líneas deberán hacerse de diferentes colores para que nuestra mente relacione las clasificaciones por los colores utilizados.
Ejemplo:
Si seguimos con el tema de la naturaleza y pasamos a las flores, la línea podría ser multicolora o rosa, amarilla, etc.
El nombre del concepto, clasificación o división, deberá ir sobre esta línea y se recomienda que la línea sea del tamaño de la
palabra o por qué no, la palabra del tamaño de la línea para hacerlas de tamaño uniforme, dado que tienen la misma importancia
dentro del tema.
c). Siguiendo con el tema que estamos trabajando, las primeras clasificaciones a su vez se dividen en temas y éstos a su vez en subtemas,
y así sucesivamente, hasta donde el tema lo requiera.
Partiendo de las líneas del inciso b), iniciamos raíces o líneas menos gruesas pero en cantidad suficiente para que cada subtema
tenga una línea.
El colorido de estos subtemas puede cambiar a un tono diferente al de la línea madre y las raíces subsecuentes a éstas, también
llevarán un color diferente pero tal vez siguiendo los tonos.
La cromatografía es muy importante para el aprendizaje, ya que la
mente recordará esta imagen con colores, situaciones, figuras y
hasta formas, todo será significativo para recordarlo.
d). Siguiendo estos pasos hasta agotar el tema, terminaremos
nuestro mapa mental y podemos colocar dibujos para aumentar las
posibilidades de material significativo a la hora de recordar.
Las posibilidades de incluir imágenes en un mapa de estudio, forman
uno de los atractivos de esta estrategia para los alumnos.
Recortar figuras pequeñas de revistas o dibujarlas ellos mismos,
propicia el gusto por elaborar este trabajo que deberán conservar
hasta que incorporen a su conocimiento este tema.
EVALUACIÓN: Los aspectos que serán
evaluados son: trabajo en equipo,
puntualidad, manejo de los conceptos, calidad de la comprensión de textos, organización
visual, exhaustividad, presentación, creatividad, uso de recursos cromáticos,
autoevaluación.
Cada ítem, se evaluará del 1,0 al 7,0. La nota final corresponde a un promedio de los 8
ítems.
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