1. Mi mamá es bruja.
Mi mamá es una bruja una bruja sin arrugas, sin
narizota, con medias y con botas, pero bruja, bruja,
requetebruja.
Mi mamá tiene un enorme sombrero puntiagudo, pero
no lo usa nunca porque dice que es muy feo y que
para volar en escoba lo mejor es el casco, por si los
coscorrones y tal.
En la cocina, junto al microondas, guarda una olla
muy gorda donde prepara pociones con ojos de
escorpiones y alas de mosquito, y una sopa muy rica
cuando estoy malito.
Mi mamá es bruja rebruja, una bruja de las de
verdad verdadera, que lanza hechizos que son la
repera.
Eso les dije hoy a mis amigos… pero ninguno se
sorprendió.
-¡He dicho que mi mamá es una bruja! -repetí por si no
me habían escuchado.
Y Adriana dijo:
-Pfff…. ¡Vaya cosa! Mi mamá también es bruja: todas las
noches asusta a los monstruos que se esconden en mi
armario.
Y Mario dijo:
-¡Bah! Mi mamá también es bruja: me cura todas, pero
todas las heridas sólo con darme un beso.
Y Lucía dijo:
-Mi mamá también hace magia: en un pispas convierte
trapos y papeles en unas muñecas preciosas.
Y Daniel dijo:
2. -Pues la mía sabe cómo encontrar todo, absolutamente todo
lo que se pierde y todo, absolutamente todo lo que nadie
encuentra.
Yo bufé y rebufé. Eso no podía ser:
-¡Que no, que mi mamá
varita y gato granuja!
es
bruja
pituja
y
rebruja,
con
Pero mis amigos seguían dale que dale, que si mi
mamá también es bruja, que si mi mamá también
hace magia, que si mi mamá hace esto, que si mi
mamá hace lo otro, que si mi mamá hace aquello…
Yo entonces me callé y pensé, repensé y seguí
pensando. Y tras mucho pensar dije:
-Entonces, ¿todas las mamás son brujas?
-¡Claro! -dijeron todos mis amigos.
Y yo volví a pensar otro rato. Un rato muy largo
porque a mí me gusta mucho pensar. Y cuando pasó
ese rato dije:
-Bueno, si vosotros lo decís… ¡Pero que quede bien clarito
que de todas las brujas mamás mi mamá es la más bruja
y la más especial!
Y seguí jugando con mis amigos hasta que mi mamá
vino a buscarme volando en su escoba.
3. La Bruja que no sabía decir mentiras
Érase
una
vez,
una bruja que
no
podía
parar
de
decir lo que pensaba. Era la bruja con más sinceridad
de todos los tiempos.
Para la bruja sincera, esto sólo suponía problemas. Por
ejemplo,
un
día
cuando
iba
a
hechizar
a
un
monstruo malo, le dijo:
-“Estate quieto monstruo, que para hechizarte y encerrarte
en una cueva necesito que no te muevas…”
Y claro, el monstruo al oír esto, salió corriendo y la
bruja sincera no volvió a verle el pelo…
Y esto le pasaba muchas veces, …que cuando iba a
hacer
un
conjuro
a
alguien,
antes
de
realizarlo
le
contaba lo que iba a hacerle, y claro, todo el mundo
salía corriendo, y así no se puede embrujar a nadie.
La bruja sincera estaba preocupada, porque no podía
realizar su trabajo sin que la gente saliera corriendo…
Un día, después de viajar con su escoba durante toda
la
noche
para
reflexionar,
llegó
al
castillo
brujas y les dijo a todas sus compañeras:
de
las
4. -“No puedo más, no valgo para ser bruja…”.
Y a continuación se echó a llorar…
La bruja superiora se acercó a ella y le dijo:
-“Tengo una idea: tú, la bruja sincera, a partir de ahora
serás nuestra entrenadora personal...”
La bruja sincera dejó de llorar, y se quedó extrañada
porque no sabía a qué se refería la bruja superiora,
así que esperó a que ésta siguiera hablando…
La bruja superiora prosiguió:
-“Bruja sincera, ¿acaso no eres la mejor de nosotras en
decir la verdad sin tapujos? Pues eso es una gran virtud,
a
partir
de
ahora,
todos
los
días,
todas
las
brujas
tendremos una reunión una a una contigo, para que nos
digas en qué cosas podemos mejorar. Y como tú nos dirás
la verdad, todas mejoraremos poco a poco. Serás nuestra
entrenadora personal”.
A partir de ese día, la bruja sincera tuvo un nuevo
trabajo,
en
el
que
ejercía
más,
de
sincera
que
de
bruja, y todas las brujas del castillo mejoraron mucho
gracias a la súper bruja sincera.
FIN