2. La imaginada, un caserío tropical donde el
calor, la humedad y el canto de las serpientes
ponen la sangre alegre y jacarandosa, una
mezcla de Beirut y Cuba donde los papagayos
vuelan de palmera en palmera y duermen en
los techitos de paja. Chocitas bañadas de
sopor dulce en la capital irrisoria de un país
latinoamericano cerca al África. Las
hamacas quietas en la modorra del medio día,
donde duermen parientes parecidos a Juan
Valdez y a Celia Cruz, mientras alrededor
juegan niños barrigones desnuditos y barren
bichos los indígenas en taparrabos. Aquella
Bogotá mítica que se sueñan los extranjeros
que llegan en chancletas después de ver las
pocas imágenes en el noticiero donde se
arrulla una guerra tal vez al rumor del mar
virgen y manso pero ladino. La Bogotá que
nace en la mente de primer mundo luego de
ver películas de mafia gringas en las que
duermen tigrillos en el patio como mascotas
junto a las matas de coca que cuida la
abuela. Las riñas a machetazos, bala de
carabina e injurias entre familias se
denominan guerrilla y su sentido es clamar
con tamboras himnos al atardecer por la
libertad de un pueblo.
3. De ese lugar piensan que
venimos los bogotanos
cuando nos conocen en el
extranjero. Esperan caritas
sonrientes de rasgos
raciales bien marcados y
animados por el colorido
vivaz de nuestras prendas
autóctonas con un monito
pícaro al hombro
4. En la realidad Bogotá no es menos fabulosa y
exótica que aquella que esconde el tesoro
del Dorado. Es aquel dragón inimaginable
donde siempre es otoño, lluviosa y de cielos
purpúreos donde la gente se viste todo el año
de gris y siempre lleva paraguas. La Bogotá
increíble que vive paralela y feliz, con altos
grados de civilización en cuanto a cultura
ciudadana, a un dolor que se supera
rápidamente e incluso se olvida. La bella cuyo
punto de referencia son las montañas, no una
estrella, un río, o un rascacielos, encaramada
en los Andes. Por supuesto, oh sorpresa, no
hay mar. No hay estaciones, siempre otoño.
No se almuerza coca en ensalada sino
corrientazo. En este lugar fantástico,
conviven los tiempos en una sola mega ciudad
de siete millones de habitantes, rápida, brava
y donde funcionan proyectos urbanísticos de
alto pensamiento y eventos culturales de
participación masiva, junto con los carros
tirados por burros por ejemplo, las escenas de
miseria medieval de niños que viven debajo de
una piedra, o una vaquita pastando en un
potrero en un barrio urbanizado.
5. Bogotá maravillosa, coctelera
donde estamos todos mestizados
tras cinco siglos de revolvernos
entre sangre española, indígena,
negra, tal vez un poco árabe y de
otras Europas y que dio como
resultado un pueblo de risa fácil.
Venimos de la ciudad más
visitada por las deidades, la
predilecta del Niño Dios y la
Virgen María, la que está
nuevecita y por estrenar en
plena construcción.
Nadie se imagina lo bonita que
es y lo buena que está