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La homosexualidad según la perspectiva bíblica
Autor: Paulo Arieu
Tremendo problema el de la homosexualidad, cada vez hay más
homosexuales, y cada día se atreven mas a proclamar abiertamente, su libertinaje sexual. Cada
dia que pasa, el espíritu de orgullo y de altivez, hace que en vez de ser los heterosexuales los
normales y los homosexuales anormales, parezcan ser que es al revés ahora, los heterosexuales
son los anormales y los homosexuales los normales. Marchas gays, lobbys gays, reclamos gay ,
asociaciones gay, presiones al cristianismo para que los acepten como si fueran personas
normales, que si bien es verdad que tienen los mismo derechos que cualquier otro ser humano en
esta tierra para vivir, no por eso uno está obligado a aceptar su conducta, ni los ministros
cristianos la obligación de casarlos, ni de emplearlos, etc. Todogay, es hoy en día, una moda, un
furor, un boom homosexual !!
La iglesia cristiana no puede ni debe aceptar la homosexualidad en el ser humano como algo
normal, sino como lo que es, un vicio pecaminoso, una degeneración del ser humano, una
desviación antropológica.
Algunos dicen “La verdad es que no se si cada vez hay más o menos gays. Tu apreciación podría
deberse a que cada vez hay más gays que “salen del armario” y mantienen sus relaciones
sentimentales al descubierto y sin tapujos, gracias a que cada vez hay más tolerancia y la
mentalidad va evolucionando.”
Cada vez hay más homosexuales y cada vez se muestran más, las dos cosas son verdades. Y no
me parece una evolución de la mentalidad positiva, como creen algunos, me parece bien el hecho
de que no los agredan, mientras ellos no agredan, obvio, ni pretendan sodomizar a alguno, me
parece también mal las actitudes machistas que los insultan y se burlan abiertamente de ellos en
las calles de la ciudad, etc , pero me parece malo el libertinaje en nombre de la evolución de la
mentalidad.
Ya pasó esto en la época de los griegos y el derrumbe moral del imperio romano hizo que fuera
una de las razones de su decadencia.
La historia se repite, solo que los seres humanos buscamos otras explicaciones para justificar el
repetir nuestras acciones. Un pueblo que no aprende de sus errores está condenado a volver a
repetirlos, obviamente. Lamentablemente, Occidente olvidó los principios morales y espirituales,
ya no saben qué hacer para que resurjan. Pero como el hombre es un ser moral, sin moral no se
puede vivir,
Si desaparece como valor las formas morales de la cristiandad, serán suplantadas por otras como
el ISLAM, que es totalmente intolerante.
En Brasil, muchísimas jóvenes de vida dudosa, se casan con sirios libaneses, que en toda esta
zona de Latinoamérica sobreabundan; desde Bs.As. , hasta Brasil hay muchísimos musulmanes,
por el simple hecho de ingresar a una familia que les devuelve la honra y les da un sentimiento
de pertenencia no tienen problemas en casarse con ellos.
Me parece excelente a modo de introducción de este artículo, una muy buena reflexión que
encontré al respecto en el blog de jrania, una excelente reflexión, mejor imposible diría yo. Es
sencillo, pero muy claro el razonamiento del autor de este artículo, el señor tresmontes.
Luego, a continuación de esta reflexión, veremos el tema desde su perspectiva bíblica, de un
artículo extraído del Manual de Guerra Espiritual, del Dr. Ed. Murphy, un psiquiatra y pastor
cristiano de nacionalidad norteamericana.
Introducción:
«A partir de las denominadas “luchas por los derechos civiles de los homosexuales”, que se
entrelazaban miserablemente con la revolución sexual, todo Occidente se fue convenciendo,
poco a poco, de la naturaleza anodina de las relaciones sexuales; de ahí que éstas se reduzcan, en
su opinión, nada más que a una cuestión de gustos incensurables, que se pueden satisfacer
libremente en la más absoluta negación de toda naturaleza y/o finalidad de la sexualidad.
El paradigma antropológico, que rige la legitimación de la homosexualidad hasta en sus más
recientes aberraciones jurídicas, morales y religiosas, si bien es unitario en sí, presenta, con todo,
una dicotomía genealógica en dos troncos paralelos y autotélicos (Reforma Protestante y
Revolución Francesa), cuya raíz común puede rastrearse hasta dar con ella en la gnosis; es decir:
tiene por autor, en último análisis, al propio Lucifer. Los frutos venenosos del protestantismo
liberal y del radicalismo libertario muestran tocante a la sodomía, así como respecto a otras
cosas, una unidad esencial.
La sodomía, entendida como «atracción sexual, exclusiva o preponderante, hacia personas del
mismo sexo» (CCC, 2357), es una inclinación objetivamente desordenada en cuanto contraria a
la naturaleza humana (CCC, 2358). ¿Se configura como una patología tal desorden sexual? Si se
atiende al significado general del término, sí. En efecto: enfermedad es toda merma o aberración
de las condiciones psicofísicas normales de un individuo (lo normal viene determinado por la
naturaleza específica). Pero si se quiere, por el contrario, penetrar en el ámbito de la
especialización, se debería hablar de patologías en plural, pues el mismo desorden podría ser
consecuencia de males físicos, perturbaciones psíquicas, alteraciones genéticas, etc. Dejemos a la
ciencia médica, practicada honestamente, la indagación etiológica y patogénica de la sodomía.
Ya fuera ésta causada por factores fisiológicos, psicológicos o por el concurso de ambos, a la
homosexualidad la calificaban unánimemente de patología tanto la neuropsiquiatría cuanto la
psicología clínica, sin olvidar al mismo psicoanálisis, antes de que el dogma de la bondad natural
de aquélla impusiera el reconocimiento de su normalidad. Así, p. ej., la Organización Mundial de
la Salud contaba a la homosexualidad, hasta el 17 de mayo de 1990, entre las patologías
psiquiátricas; sólo la presión de los lobbies pro-gay [los grupos de presión prosodomitas], no
nuevos conocimientos científicos, impuso que se la excluyera de las mismas.»[1]
La homosexualidad según la perspectiva bíblica [2]
Aborrezco mi homosexualidad! Estas palabras estallaron como pequeñas bombas en la
tranquilidad del despacho del pastor. «¡Amo al Señor y quiero servirle! Se que estos deseos
homosexuales no le agradan. ¡Por favor, ayúdeme!» El pastor escuchaba atentamente al apuesto
joven que se paseaba nervioso por su despacho pidiendo ayuda.
«He venido a verle», decía, «porque es usted un pastor evangélico conocido y pensaba que
comprendería mi problema. Cualquier otro me condenaría directamente al infierno. Pero no
necesito la condenación, sino alguien que me ayude a salir del infierno de mi homosexualidad».
Mientras aquel joven derramaba la angustia de su desesperación y frustración, el pastor se movió
ligeramente en la silla.
«He ido al instituto bíblico, pero sencillamente no puedo entrar en el ministerio con esta amenaza
pendiendo sobre mí», y añadió con mirada suplicante. «Por favor, estoy muy confuso, ¿quisiera
usted ayudarme?»
¿Condenó el pastor a aquel joven como otros habían hecho? ¡En absoluto! En lugar de ello,
traicionó por completo sus votos de ordenación y la ética de toda relación consejero-aconsejado
al intentar seducir al atribulado muchacho allí mismo en su despacho!
El joven huyó completamente destrozado. Más tarde, herido terriblemente por aquel incidente y
al borde del pánico, me telefoneó. Le aconsejé lo mejor que pude por teléfono y finalmente
encontró a un consejero cristiano piadoso en su misma ciudad que le está guiando por el camino
de la victoria.
¿Es esto demasiado terrible para ser cierto? No, se trata de una historia real.
El segundo pecado moral mencionado por el apóstol Pablo en Gálatas 5.19 es akatharsía. Fung
dice que significa principalmente «inmundicia», como se ha traducido en la Reina-Valera de
1960. Este término aparece a menudo en el Nuevo Testamento junto a porneia, «fornicación» (2
Corintios 12.21; Efesios 5.3, 5; Colosenses 3.5).
Vine, por su parte, expresa que la palabra griega en este contexto significa «inmundicia,
impureza o suciedad en el sentido moral». Akatharsía abarca una gran variedad de prácticas
sexuales impuras, pero en nuestro estudio me limitaré sólo a dos áreas: la homosexualidad y la
masturbación. Lo hago a causa de la prominencia que tienen en nuestros días entre los creyentes
y los líderes cristianos estas dos prácticas sexuales impuras. Comencemos por la
homosexualidad.
En su perspicaz libro Eros y el pecado sexual, John White proporciona algunas de las enseñanzas
más equilibradas que se hayan publicado sobre los cristianos y los temas sexuales. Su capítulo
acerca de la homosexualidad se titula «Dos mitades no hacen una unidad». Dentro de un
momento volveré a las ideas de White.
La homosexualidad y la Biblia
Las Escrituras consideran pecado toda actividad homosexual y la condenan enérgicamente.
La homosexualidad se menciona por primera vez en relación con las ciudades de Sodoma y
Gomorra en Génesis 19 y es de las prácticas perversas de los habitantes de aquellas dos ciudades
(v. 5s) de donde se deriva la palabra sodomita, utilizada varias veces en la versión Reina-Valera
(Deuteronomio 23.17; 1 Reyes 14.24; 15.12; 22.46; Job 36.14 y 1 Timoteo 1.10). La mayoría de
las referencias tienen que ver con la práctica abominable de la prostitución idolátrica masculina,
corriente entre las naciones paganas que estuvieron en contacto con Israel y, en tiempos de
decadencia espiritual, practicada también por los israelitas (Jueces 19.22; 1 Reyes 14.24; 2 Reyes
23.7).
La homosexualidad fue categóricamente prohibida por Dios en las leyes del Antiguo Testamento
que regulaban la vida sexual de su pueblo (Levítico 18.22; 20.13; Deuteronomio 23.18). Se la
llama «abominación» cinco veces en Levítico 18 (vv. 22, 26, 27, 29–30) y una en Levítico 20.13;
lo cual es coherente con su raíz, que significa «abominar», «detestar», «odiar». Era un pecado
tan abominable a los ojos de Dios que la pena que se infligía a los que lo practicaban era la
lapidación (Levítico 20.13).
El Nuevo Testamento describe este pecado sexual en Romanos 1.18–32 como una de las terribles
consecuencias de la rebelión de la humanidad contra el señorío de Dios. En los versículos 26 al
28, el apóstol Pablo escribe:
Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural
por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso de la
mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres
con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío. Y como ellos no
aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que
no convienen.
La homosexualidad estuvo tan extendida durante los tiempos del Nuevo Testamento como en la
época del Antiguo; por eso, Pablo la refiere en Romanos 1.26–28 y 1 Timoteo 1.9–10.
John White escribe que «la homosexualidad es un problema común a ambos sexos. Homo
significa “semejante” o “igual a”. No se refiere a la masculinidad. El lesbianismo es solamente
una palabra utilizada para describir la homosexualidad femenina».
La actividad homosexual no se origina principalmente en la constitución biológica de ciertos
hombres o mujeres. Es sobre todo una conducta aprendida. Y todo lo que se aprende puede, con
ayuda si es necesario, olvidarse. Por lo tanto, a los homosexuales les es posible abandonar este
comportamiento sexual pecaminoso, del mismo modo que los heterosexuales que se entregan
con persistencia a la inmoralidad pueden hacerlo con el suyo.
La Biblia no trata específicamente la cuestión de los orígenes sociales frente a los orígenes
biológicos de la homosexualidad, sino que simplemente la presenta como pecado y condena su
práctica. Muchas autoridades seculares dejan claro que nadie nace invertido, como afirman buen
número de homosexuales. En un artículo muy completo titulado «The Homosexual in América»
(El homosexual en América), aparecido en la revista Time del 31 de octubre de 1969, el redactor
afirmaba:
La única cosa en la que la mayoría de los expertos coinciden es que la homosexualidad no resulta
de ningún gen pervertido ni de predisposición hormonal alguna, al menos que pueda detectarse
mediante las actuales técnicas[ … ] Los distintos componentes sicológicos de la masculinidad y
la feminidad, «la identidad del rol de género», se aprenden.
«El género es como el lenguaje», dice John Money, sicólogo clínico de la Universidad John
Hopkins. La genética ordena únicamente que se desarrolle la capacidad de hablar, no que se
hable en anhuatl, árabe o inglés.
Esto no significa que la homosexualidad esté latente en todos los seres humanos maduros, como
se ha creído por una mala interpretación de las teorías de Freud. En la cultura americana, el lugar
donde los roles sexuales se determinan con más vigor es la familia, y a una edad tan temprana
(generalmente en los primeros años de la vida) que la identidad sicológica de la mayoría de los
homosexuales, como también de los heterosexuales, se establece antes de que ellos lo sepan.
La homosexualidad no es un estilo de vida aceptable, aunque distinto, para los seres humanos, y
menos aún para los cristianos. A la luz de Mateo 5.27–30, las fantasías homosexuales son
pecaminosas y la pornografía homosexual algo a lo que se debe resistir.
Sin embargo, al igual que todo otro pecado, la conducta homosexual es totalmente susceptible de
ser perdonada. El Señor Jesús sólo cita un pecado imperdonable y no es la homosexualidad
(Mateo 12.31–32).
Los cristianos con fuertes ataduras de homosexualidad necesitan un grupo de apoyo que les
ayude a liberarse. El trabajo con homosexuales revela esta necesidad. Pocos de ellos, incluso
cristianos, lo conseguirán por sí solos. Necesitan confesar su esclavitud a algún amigo
comprensivo y grupo de apoyo. Las ataduras homosexuales, tanto en la imaginación como en la
práctica, son una de las formas más opresivas de esclavitud sexual que el hombre conozca.
Las ataduras de homosexualidad en los tiempos bíblicos
La homosexualidad era muy común en las épocas tanto del Antiguo como del Nuevo
Testamento. Y aun peor: era respaldada y fomentada por los cultos y las religiones idolátricas de
la madre naturaleza y la fertilidad que practicaban. Dichos cultos, en su forma más «idealista»,
incorporaban la prostitución heterosexual, también actividades homosexuales, la bestialidad y
otras perversiones casi indescriptibles en el terreno del sexo.
John McClintock y James Strong dicen que la palabra hebrea traducida por «sodomita» en la
versión Reina-Valera del Antiguo Testamento:
se empleaba[ … ] para aquellos que practicaban como rito religioso el vicio abominable y
antinatural con el que los habitantes de Sodoma y Gomorra habían definido su duradera infamia[
… ] Esta horrenda «consagración» [de prostituto/prostitutas a los dioses] o, mejor dicho, esta
«profanación», estaba extendida de varias maneras por Fenicia (la tierra de Canaán), Siria,
Frigia, Asiria y Babilonia. Astarot, la griega Astarté, era su objeto principal. También parece
haberse establecido en Roma.
Algunos de los conversos de las religiones paganas en el tiempo de Pablo habían sido
homosexuales practicantes. Escribiendo a la iglesia de Corinto, el apóstol dice:
¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los
idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni
los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. Y
esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido
justificados en el nombre del Señor Jesús y por el Espíritu de nuestro Dios. (1 Corintios 6.9–11).
En este pasaje, Pablo enumera los pecados comunes en el mundo gentil de sus días, que
predominaban de un modo especial en Corinto y otros centros del comercio, así como en
santuarios y templos religiosos paganos. Ellicott escribe lo siguiente:
La mención de los pecados sexuales (fornicación, adulterio y dos palabras para referirse a la
homosexualidad: «los afeminados» y «los que se echan con varones») en relación con los
idólatras, apuntan al hecho de que estaban particularmente asociados con los rituales paganos, lo
cual, naturalmente, intensificaba el peligro contra el cual el apóstol advierte a los corintios.
(Romanos 8.13; Gálatas 5.19–20; 1 Timoteo 1.9–10; Tito 1.12).
La palabra griega malak/”, traducida por «afeminado» ha inquietado a muchos comentaristas.
Todos los hombres afeminados no son homosexuales, como tampoco son lesbianas todas las
mujeres con características masculinas. Sin embargo, su uso en este contexto implica alguna
forma vulgar de pecado sexual y hasta tal vez entrañaría un pecado no heterosexual.
Vine dice que el término se utiliza aquí «no simplemente para indicar a un varón que practica
formas de lascivia, sino de personas en general que son culpables de adicción a los pecados
voluptuosos de la carne». Con esto concuerda G. G. Findlay, quien dice que la palabra en
cuestión significa «adicción general a los pecados de la carne».
F. W. Grosheide asume sin embargo una posición más firme y dice que las palabras «afeminados
y los que abusan de sí mismos con los hombres designan respectivamente a los homosexuales
pasivos y activos».
Sin embargo, según John White, la idea de un papel activo y otro pasivo en la homosexualidad
constituye un estereotipo incompatible con los hechos. Los homosexuales pueden cambiar de
roles a voluntad. Pero aunque no sea posible tener la certeza de que tanto malak/” (afeminados)
como arsenok/itai (los que abusan de sí mismos con los hombres) se refieran a los papeles pasivo
y activo en las relaciones homosexuales, la evidencia apuntaría en esa dirección.
Gordon D. Fee, escribe en su comentario sobre 1 Corintios que la evidencia respalda la posición
de Grosheide. «Afeminados» tal vez se refiera a jóvenes que se vendían a hombres mayores
como sus «queridas» o que adoptaban el papel más pasivo como prostituto/prostitutas religiosos.
Sin importar cómo interpretemos algunas de estas palabras, lo más probable es que en este
versículo (1 Corintios 6.9) se haga referencia a la práctica de la homosexualidad por lo menos
dos veces. Esta lista, junto con la que el apóstol hace en 1 Corintios 5.9–11, formaría el
compendio de las conductas pecaminosas de las cuales eran culpables los corintios antes de
convertirse a Cristo.
William Barclay dice lo siguiente acerca de la palabra porno;, traducida por «fornicarios» en 1
Corintios 6.9: «El término que se emplea para fornicarios es particularmente desagradable y
significa prostituto/prostituta. Debió resultar bastante difícil ser cristiano en la contaminada
atmósfera de Corinto».
Barclay presenta algunas sugerencias interesantes sobre la palabra malak/” traducida por
«afeminados». La traduce al inglés como «sensuales» y hace algunos comentarios perspicaces
sobre «los que abusan de sí mismos con los hombres» (versión King James) y arsenok/itai,
traducida por «homosexuales» en algunas otras versiones, incluso castellanas:
Hemos dejado para lo último el pecado más antinatural: había aquellos que eran homosexuales.
Este era el que se había extendido como un cáncer por toda la cultura griega y que, desde Grecia,
había invadido Roma. Apenas podemos comprender lo plagado que estaba el mundo antiguo.
Incluso un hombre tan grande como Sócrates lo practicaba. El Symposion [Simposio], diálogo de
Platón, considerada como una de las obras más grandes del mundo en cuanto al amor, se ocupa
del amor antinatural y no del natural. Catorce de los quince primeros emperadores romanos
practicaban asimismo el vicio antinatural.
En aquel tiempo, precisamente, el emperador era Nerón, quien había hecho castrar a un
muchacho llamado Esporo y luego se había casado con él con una ceremonia matrimonial.
Después lo había llevado a su palacio en procesión y allí vivía con él como esposa[ … ]
En cuanto a este vicio particular, en los tiempos de la Iglesia primitiva el mundo no tenía
ninguna vergüenza, y apenas cabe duda de que fuera esa una de las principales causas de su
degeneración y del derrumbamiento final de la civilización que habían levantado.
Liberación de la esclavitud homosexual
El apóstol comienza 1 Corintios 6.11 con las palabras: «Y esto erais algunos». Findlay dice que
«kaì tauta tines, etcétera, significa “y estas cosas erais, algunos (de vosotros)”. El neutro tauta es
despectivo: “Esta abominación” erais algunos de vosotros». Ellicott traduce dichas palabras por
«de tal descripción erais algunos».
Pablo antecede las malas noticias a las buenas, al revelar seguidamente el quíntuple poder
transformador de Dios que hace a estas personas libres de la esclavitud de esos terribles pecados
de los versículos 9 y 10.
Primeramente, el apóstol expresa: «Ya habéis sido lavados». Y Matthew Henry interpreta este
lavamiento como refiriéndose a «la sangre de Cristo y al lavamiento de la regeneración, (el cual)
puede quitar toda culpa e inmundicia». Leon Morris, por su parte, coincide con esto diciendo que
aunque muchos comentaristas ven aquí una referencia al bautismo, no hay nada en el contexto
que indique tal relación. Y escribe:
El verbo apeloúsasthe[ … ] está en voz media, con una fuerza parecida a «te lavaste» (como en
Hechos 22.16)[ … ] La palabra puede indicar el tipo de lavamiento que vemos en Apocalipsis
1.5: «Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre». El prefijo apó apunta a una
limpieza completa de los pecados. El tiempo es pretérito y el aoristo se refiere a una acción
conclusa.
En segundo y tercer lugar, Pablo dice: «Ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados».
Mathew Henry llama a esto «un cambio retórico del orden natural» entre justificación y
santificación. Volveré a este punto un poco más adelante.
En cuarto y quinto lugar, el apóstol expresa que su santificación y justificación la recibieron «en
el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios».
El uso de «el nombre» en los tiempos bíblicos era mucho más complejo que en el mundo
occidental moderno. Puede constituirse en un concepto de difícil comprensión. W. C. Kaiser
hijo, necesita siete páginas de la Zondervan Pictorial Encyclopedia of the Bible [Enciclopedia
gráfica de la Biblia], a doble columna, para explicar su utilización en la Escritura y la cultura del
mundo bíblico.
Tal vez por el momento baste con el breve comentario que hace Morris acerca del nombre de
Jesús y del Espíritu Santo. Examinaremos el concepto bíblico del nombre en nuestro estudio de
Hechos.
El nombre nos sugiere todo aquello que va implícito en el carácter del Señor, mientras que el
título completo, el Señor Jesús, destaca la dignidad de Aquel a quien servimos. A esto va unido
el Espíritu de nuestro Dios, quien nos es dado como un poder manifiesto en la vida cristiana, que
no es humano, sino divino.
Resulta curioso que esta referencia siga a la de la santificación. Tal vez Pablo creyera que esta
última requería un énfasis especial[ … ] El Dios que los ha justificado les proporcionará, con
toda certeza, el poder para llevar a cabo su santificación.
El comentario que hace Matthew Henry al respecto resulta inspirador.
Se menciona la santificación antes que la justificación — dice y sin embargo el nombre de
Cristo, por el cual somos justificados, aparece antes que el Espíritu de Dios que nos santifica.
Nuestra justificación se debe a los méritos de Cristo y nuestra santificación a la operación del
Espíritu, sin embargo ambas cosas van juntas. Observe que nadie es limpio de la culpabilidad del
pecado salvo aquellos que son también santificados por el Espíritu. Todos los que han sido
constituidos justos a los ojos de Dios, son también hechos santos por su gracia.
Así que hay esperanza para el homosexual. Aunque la homosexualidad ejerza un terrible poder
incapacitador sobre la vida de innumerables hombres y mujeres, la potencia justificadora,
santificadora y transformadora del nombre del Señor Jesús y del Espíritu de nuestro Dios es
mayor. Concluyo este punto con una hermosa y extensa cita de William Barclay:
La prueba del cristianismo residía en su poder. Podía tomar a la escoria de la humanidad y hacer
de ella hombres. Podía tomar a hombres desvergonzados y hacer de ellos hijos de Dios.
Existe el más absoluto contraste entre la literatura pagana y los escritos cristianos de aquella
época. Séneca, contemporáneo de Pablo, exclama que lo que los hombres quieren es «una mano
que se tienda para levantarlos». «Los hombres —afirma el sabio— están abrumadoramente
conscientes de su debilidad en cuanto a cosas necesarias». «Los hombres aman sus vicios –dice
Séneca con una especie de desesperación— al mismo tiempo que los aborrecen». Se miraba a sí
mismo y se llamaba homo non tolerabilis: hombre intolerable. En aquel mundo consciente de la
marea de decadencia que nada podía detener, entró el poder absolutamente radiante del
cristianismo, que fue en efecto capaz de triunfar y hacer nuevas todas las cosas.
Aun sin minimizar el increíble poder esclavizante de la homosexualidad y de las fantasías
homosexuales, quiero afirmar enfáticamente que el poder de Dios está disponible para todos los
homosexuales practicantes y aquellos que se ven asediados por este tipo de lascivia. El Dios que
convirtió en nuevas criaturas a los homosexuales del tiempo de Pablo todavía sigue regenerando
en nuestros días (2 Corintios 5.17).
Un ejemplo moderno
Una íntima amiga mía recibió a Cristo cuando era lesbiana practicante. Formaba parte de la
cultura callejera que caracterizó a Hollywood durante los años sesenta y había permanecido fiel a
su amante durante cinco años. Este es el relato que me hizo de su conversión y de cómo fue
sanada gradualmente su sexualidad.
«Un grupo de cristianos estaba testificando cerca de la esquina de Hollywood y Vine, y mientras
predicaban el evangelio empecé a anhelar un conocimiento de Dios como el que ellos tenían. Por
primera vez en mi vida comprendí que Dios me amaba. Estaba emocionada. Dios me amaba
incluso a mí; Jesús me quería tanto que había dado su vida en la cruz por mí, por mí
personalmente.
»Recibí a Cristo en el acto y volví a casa llena de paz. Sentía un gran gozo y la realidad de su
amor por mí. Como a la mujer sorprendida en adulterio (Juan 8.1–11), no me condenaba, sino
que me otorgaba su perdón. A mí iban dirigidas aquellas palabras: “Ni yo te condeno; vete, y no
peques más”.
»La gente que me había llevado a Cristo no sabía de mi pareja lesbiana. Nada dijeron en cuanto a
la homosexualidad. Sin embargo, mientras volvía a casa, Dios habló a mi corazón. Supe que
aquella unión era inaceptable para él y que tendría que romperla si quería vivir en su reino.
Aunque fue una de las cosas más difíciles que he tenido que hacer en mi vida, hice lo que sabía
que era la voluntad de Dios. Mi compañera no comprendió, se le partió el corazón, y a pesar de
que a mí me sucedía lo mismo me fui.
»Me uní al grupo de jóvenes que me había traído el evangelio, pasado el tiempo pude hablarles
de mi problema homosexual. Se convirtieron en mi familia y mi grupo de apoyo. No habría
sobrevivido sin su ayuda. Me enseñaron la Palabra de Dios y cómo orar y testificar de mi
Salvador.
»Durante casi tres años pasé por una tempestad emocional. No conocía cuán fuertes eran en mi
mente, cuerpo, imaginación y en mi mismo ser las emociones homosexuales. Algunas veces no
sabía si podría soportarlo; pero, con la gracia del Señor, lo hice.
»Me abstuve de toda relación sexual. Si el anhelo me invadía, clamaba al Señor pidiéndole su
fuerza, a lo cual me respondía. También compartía mis luchas con mi grupo de apoyo cuando las
tentaciones se hacían casi insoportables.
»Poco a poco Dios empezó a cambiar mi orientación sexual. Esto significaba que tendría que
transformarme por completo, sobre todo en el terreno emocional. Nuestra sexualidad está tan
entretejida con las emociones, la imagen que tenemos de nosotros mismos, nuestra mente,
nuestra voluntad, que dicha transformación llegó hasta la misma raíz de mi personalidad.
»Comprendí que mi orientación sexual no era biológica en su origen, sino ambiental, emocional
y consecuencia de malas decisiones que había tomado a lo largo de un período de tiempo. Por la
gracia de Dios me di cuenta de que podía cambiar para responder sexualmente a los hombres y
no a las mujeres. El cambio pareció pasar por tres etapas que se solapaban entre sí.
»Primeramente empecé a ver a las mujeres de un modo distinto: eran mis hermanas, no mis
amantes. Y poco a poco fui perdiendo mi impulso sexual hacia ellas.
»Luego, por primera vez, comencé a “percibir” a los hombres de una manera nueva. Algunos de
los hermanos eran tan encantadores, como hombres y como amigos íntimos, que empecé a perder
la orientación negativa hacia los varones causada por aquellos que había conocido anteriormente.
»Por último fui sintiéndome poco a poco atraída sexualmente hacia los hombres. Aquello era un
milagro. Antes, el pensamiento de mantener una relación sexual con un varón era tan repugnante
para mí como para un hombre o una mujer heterosexual hacerlo con alguien de su mismo sexo.
»No es que fantaseara con tener relaciones sexuales con cada hombre atractivo que conocía. Eso
también hubiera sido pecado. Pero ahora podía aceptar la idea de casarme algún día con un buen
cristiano, y comencé a esperar con interés, como lo haría cualquier mujer “normal”, aquella
posibilidad.
»Cuando se inició este cambio, supe que era verdaderamente una nueva criatura en Cristo. El
pecado me degradó hasta convertirme en algo que deshonraba a Dios, pero Él me devolvió mi
feminidad, y le amo con todo el corazón por ello».
Pocos homosexuales practicantes son liberados súbitamente de su aberración sexual, prometerles
que eso sucederá es engañarles. La liberación instantánea en este terreno no tiene base bíblica y
es contraria a los dos mil años de experiencia de la iglesia.
Sin embargo hay excepciones a ello, sobre todo cuando en el problema existe una participación
demoníaca directa. No obstante, incluso si el homosexual está endemoniado y se expulsan de su
vida espíritus de homosexualidad, la restauración de su orientación sexual es por lo general un
proceso, no el resultado de unas pocas sesiones de liberación.
Un aspecto importante que destacaba en su testimonio mi querida hermana, es la necesidad que
la persona tiene de un grupo de apoyo para conseguir que se rompa la adicción a la
homosexualidad en su vida.«La adicción prospera con el aislamiento —dice un antiguo
homosexual— pero si establecemos un sistema de apoyo personal y aceptamos la gracia de
Cristo, el poder de cualquier adicción de debilitará, incluso el de la homosexualidad».
Después de su transformación sexual, mi renacida hermana en Cristo vivió durante varios años
como una joven piadosa, y con el tiempo algo asombroso sucedió. Mientras participaba
activamente en un ministerio hacia gente con problemas emocionales, un apuesto cristiano entró
a formar parte de su equipo, y hace algunos años se casaron. Ahora tienen varios niños preciosos.
Ambos siguen siendo utilizados por el Señor para ministrar a personas necesitadas.¡Qué
maravillosa recompensa para la obediencia fiel!
La homosexualidad y el ministerio actual
La guerra contra la homosexualidad es una de las dimensiones más preocupantes del conflicto
espiritual que afecta hoy en día a la iglesia. El denominado Movimiento de Liberación
Homosexual ha pasado a primer plano como una fuerza sociopolítica organizada que trata de
imponer a la sociedad y a la iglesia la aceptación de una homosexualidad declarada.
Como creyentes tenemos que ser justos con los homosexuales y reconocer que su movimiento no
los representa en su totalidad. Aunque sería casi imposible obtener cifras exactas, es muy posible
que haya muchos más homosexuales que se niegan a participar en este movimiento corrupto que
los que lo integran.
La mayoría de los homosexuales o de las personas que luchan con deseos sexuales invertidos, no
tienen interés en hacer gala de su orientación sexual ante los medios de comunicación o las
masas. No se sienten más interesados en desfilar por la calle principal medio desnudos y
cometiendo actos sexuales vergonzosos en público que los heterosexuales. De manera que hay
gente que merece nuestro amor, nuestra compasión y nuestro testimonio cristiano benévolo pero
firme.
Por otro lado, dicho movimiento no es generalmente una influencia beneficiosa para los confusos
homosexuales: se trata de un movimiento demoníaco. Aunque no afirmo que todos los miembros
del movimiento tengan demonios, en muchos casos así es. Tampoco digo que todos ellos sean
mala gente, aunque hay muchos que sí. Y algunos de sus dirigentes tal vez no estén plenamente
comprometidos con el mal moral desenfrenado, pero muchos lo están.
Por último, tampoco niego que algunos miembros de ese movimiento sean personas solícitas,
amables y compasivas. Tal vez en muchos casos así sea, pero no en todos.
Lo que sí afirmo es que todos son pecadores, cuya dañada sexualidad se ha convertido casi por
completo en el punto central de su vida. Son esclavos de sus instintos desviados del mismo modo
que los nazis lo eran de su perversión étnica, la cual les hacía considerarse una raza superior.
Todo esto es muestra de manipulación por parte de las fuerzas demoníacas.
Ronald Fung hace sus comentarios acerca del último de los tres pecados morales mencionados
por Pablo en Gálatas 5.19. Y ya que hay siempre cierta coincidencia cuando se describen los
cuatro grupos de pecados, y como sus palabras son muy apropiadas para la inmoralidad sexual
desenfrenada, característica del Movimiento de Liberación Homosexual, las aplico al tema que
nos ocupa. Fung dice lo siguiente:
El pecado de «indecencia» [como traducen algunas versiones] puede representar y acercarse a la
«fornicación» y a la «impureza» [o «inmundicia»], pues se trata del vicio paseado con flagrante
desvergüenza e insolencia, sin respeto hacia uno mismo, ni consideración por los derechos y
sentimientos de los demás o la decencia pública. Es por esto, precisamente, por lo que … la
indecencia es algo tan terrible. Constituye el comportamiento de una personalidad que ha perdido
aquello que debería ser su mayor defensa: el respeto hacia su propia persona y su sentido del
pudor.
¡Qué fiel retrato de la imagen pública de los organizadores del día de los derechos de los
homosexuales y de los desfiles por los que tratan de comunicar al mundo sus aspiraciones!
Vivo en San José, California, sólo a 65 kilómetros de San Francisco, la «Ciudad al Borde de la
Bahía». San Francisco es físicamente una de las ciudades más encantadoras del mundo. Situada a
orillas de la bahía que lleva su nombre, en la desembocadura del imponente río Sacramento, y
rodeada de preciosas y verdes montañas, cuenta con dos de los puentes más espectaculares que
existen: el grandioso Golden Gate y el espléndido Bay Bridge. La belleza de su horizonte, tanto
de día como de noche, va más allá de toda descripción.
Sin embargo, esta joya de ciudad se ha convertido por desgracia en una de las capitales
mundiales de la liberación homosexual. No sólo algunos de los funcionarios públicos de San
Francisco hacen gala de su homosexualidad ante el mundo, sino que el día de los derechos de los
homosexuales, con su celebración y desfile anual, se ha convertido en una de las exhibiciones
sexuales más repugnantes de los Estados Unidos.
El desfile anual, con su semidesnudez y sus bailes sensuales callejeros ante las cámaras de
televisión, le recuerda a uno a la Sodoma de Génesis 19. La perversidad de sus manifestaciones
sexuales es tan repulsiva que una persona sensible no puede contemplarla sin sentirse física y
emocionalmente enferma, y también triste y airado en lo espiritual.
Si los heterosexuales hicieran en público y por la televisión nacional algunas de las perversidades
que realizan los homosexuales durante esa fecha, tal vez serían arrestados. Pero debido a que esta
minoría descarada y sin pudor está tan afianzada en la cultura de San Francisco, las autoridades
temen su ira. Así que se les permite violar el sentido público de la decencia sin miedo a serias
represalias.
La mayoría del liderazgo y de los miembros del Movimiento de Liberación Homosexual parecen
ser personas que han perdido el «respeto hacia sí mismos», el «sentido del pudor» y toda
«consideración por los derechos y los sentimientos de los demás», como señalaba Fung.
Semejante movimiento, sea cual sea la «causa» de su lucha, debe rechazarse.
Sin embargo, sus miembros individuales son todavía objeto del amor de Dios y por lo tanto
deben serlo también del nuestro. Debemos odiar aquello que representan sin odiarlos a ellos
como personas.
Todos son víctimas de una guerra espiritual de múltiples dimensiones. Están esclavizados por los
deseos de la carne. Son arrastrados por el mundo que, confuso como está acerca del bien y el
mal, los apoya, aplaude su expresión de libertad sexual y alienta su ignominia.
Sin embargo, todos son controlados por el diablo. Los demonios de perversión sexual, rebeldía,
ignominia, autoaborrecimiento, amargura y enfermedad pululan dentro y alrededor de ese
movimiento inspirando alegremente a sus miembros vicios todavía más flagrantes y destructivos
para ellos mismos. Ni siquiera la extendida angustia de muerte que produce el SIDA los detiene
en su loca carrera hacia la autodestrucción.
El presente movimiento homosexual está haciendo un esfuerzo tremendo por infiltrar nuestras
iglesias, e incluso el pastorado. Sus blancos son las iglesias evangélicas conservadoras. Este es
uno de los temas más graves a los que se enfrenta la iglesia hoy en día.
Mientras escribo esto, la Convención Bautista del Sur, la mayor denominación protestante de los
EE.UU., acaba de triunfar en contra de los intentos de algunos de sus líderes para que admitan
cristianos homosexuales en el ministerio. ¡Tres hurras por los bautistas del Sur!
A los episcopales, en cambio, no les ha ido tan bien. En 1990 admitieron al ministerio a una
lesbiana practicante. En una entrevista televisiva emitida en junio de 1991, el presidente George
Bush, episcopal y obviamente también un creyente sincero, expresaba su oposición a este paso.
¡Tres hurras por el presidente Bush! ¡Qué lástima de los obispos episcopales que ordenaron a esa
mujer!
En el momento de escribir este libro (1991), la Iglesia Presbiteriana de Estados Unidos va a
decidir por fin, después de muchos años de controversia, si admite o no los matrimonios
homosexuales y la ordenación de invertidos al ministerio.
Es digna de encomio la Iglesia Luterana Evangélica de América por su valor al expulsar de su
comunión a dos iglesias de San Francisco que, en 1990, desafiaron las normas denominacionales
al ordenar al ministerio pastoral a tres homosexuales practicantes. El Rvdo. Joseph Wagner,
director ejecutivo del Departamento de Ministerio de la denominación dijo que ésta discrepa de
aquellos que argumentan que la ordenación de homosexuales es un asunto de derechos civiles.
Wagner hace una excelente distinción entre los derechos civiles y la responsabilidad <%1>a la
hora de ordenar. En el número del San Jose Mercury News correspondiente al 10 de enero de
1991, expresa: «Esta iglesia<%1> defiende los derechos civiles de todas las personas. Pero la
ordenación no es un derecho civil, sino un privilegio otorgado por la Iglesia<%1> a aquellos que
cumplen los requisitos estipulados». ¡Excelente razonamiento!
Tal vez uno de los mejores resúmenes de la campaña organizada por ciertos «cristianos»
homosexuales para conseguir su plena aceptación como miembros y pastores de las distintas
iglesias sea el aparecido en un número de Pastoral Renewal. Aunque de ello hace ya casi diez
años, lo dicho entonces está aún vigente. El artículo principal del número correspondiente a abril
de 1981 de la mencionada revista se titulaba: «Christian Men and Homosexual Desires» (Los
hombres cristianos y los deseos homosexuales), y una afirmación de este excelente artículo era
referente a la posible dimensión demoníaca de las ataduras homosexuales, un tema que
consideraremos posteriormente en nuestro estudio.
Es importante, decía el artículo, orar con el hombre [homosexual]. Y en particular por su
liberación de la influencia de espíritus malos. Satanás está muy activo en este terreno. La
liberación, por lo general, no produce un cambio en los deseos, pero ayuda al hombre que la
experimenta a no ser dominado por ellos.
Ahora debemos dejar atrás la repulsa al Movimiento de Liberación Homosexual y volver con
compasión a aquellos que luchan contra los deseos homosexuales o han caído en experiencias de
ese tipo.
Aunque la iglesia se emociona con el testimonio de adúlteros, ladrones e incluso asesinos que se
convierten a Cristo, cuando un homosexual sale a la luz a menudo la reacción no es la misma.
Quiera Dios que aprendamos a amar a los homosexuales con el amor de Jesús: un amor
comprensivo y compasivo dirigido a pecadores como todos nosotros.
Debo repetir que no todos los que han estado o están mezclados en la homosexualidad son
necesariamente homosexuales. El Dr. John White destaca esto en su franca confesión acerca de
sus propias experiencias homosexuales cuando era niño. La fijación homosexual que resultó de
ellas le acompañó durante años; sin embargo, jamás fue homosexual, como tampoco lo son
muchas personas que participan en esa clase de actividades durante la niñez o juventud.
Por lo general, dichas personas fueron introducidas a tales prácticas por adultos respetados o por
amigos con los cuales experimentaban sexualmente. Con frecuencia esos individuos tienen temor
de ser homosexuales o bisexuales cuando no lo son.
Hace poco mi esposa y yo aconsejamos a una joven encantadora que se preparaba para ir al
campo misionero y sentía mucha inquietud acerca de una breve relación homosexual que había
tenido hacía poco tiempo. La joven se encontraba trabajando en un puesto misionero de ultramar,
y un descuidado administrador de la misión le había asignado una tarea de oficina que superaba
su capacidad o su experiencia. Por lo tanto, ella trabajaba desde el alba hasta la caída de la
noche, luchando fielmente por cumplir con sus responsabilidades. Pronto quedó física y
emocionalmente exhausta, y empezó a sentirse sola y muy vulnerable.
Una mujer mayor de la misión que trabajaba con ella solía ir a su habitación durante las primeras
horas de la noche, cabe suponer que para animarla en cuanto a su difícil tarea, y pronto aquella
mujer empezó a tomarla de la mano y a abrazarla presumiblemente preocupada por su bienestar.
Al principio la joven no sabía lo que sucedía, pero cuando los abrazos se volvieron cada vez más
sensuales, intentó rechazar las proposiciones de la otra mujer.
Cierta noche estaba tan fatigada, confusa y emocionalmente alterada por su difícil labor que no
resistió a las caricias de su acompañante. Antes de poder darse cuenta de lo que pasaba se
encontró realizando un acto homosexual. Sabía que aquello estaba mal, pero una vez exitada
sexualmente ya no hubo vuelta atrás. Tenía demasiada necesidad de amor tierno y cariñoso como
para frenarlo.
Aquello continuó sucediendo cada noche durante algún tiempo, hasta que un día la joven partió
de la base misionera para descansar y reflexionar. Con horror y vergüenza «volvió en sí», según
sus propias palabras, y comprendió la perversidad de la relación en la que estaba involucrada
según el punto de vista de Dios. Confesó su pecado y se arrepintió delante del Señor con
lágrimas en los ojos y volvió a consagrar su vida, su cuerpo y todos sus miembros —incluyendo
su sexualidad— al señorío de Cristo.
La vergüenza y el asco hacia sí misma la abrumaban, de modo que fue a ver a la otra mujer y le
dijo que se mantuviera alejada de ella. Cuando se negó e insistió en continuar la relación, la
joven no tuvo más remedio que acudir a uno de los líderes de la organización misionera, confesar
su pecado y pedir protección de aquella agresiva mujer.
Esta última fue expulsada de la misión y la joven la abandonó por voluntad propia, pues no se
sentía apta para seguir como misionera. Las cicatrices emocionales y la vergüenza continuaron
haciéndola sufrir durante algún tiempo, hasta que el Señor se encontró con ella de una forma
maravillosa y le aseguró que estaba perdonada.
Con el tiempo la joven solicitó el ingreso en otra misión como misionera a tiempo completo, y
sintió que debía poner a sus jefes en antecedentes de su pecado y confiar en Dios para el futuro.
Uno de los directores de la misión, que sabía de mi ministerio con personas atribuladas, me pidió
que hablara con ella. Pedí permiso para que mi mujer fuera conmigo y me lo concedieron.
No fue difícil comprobar que la joven no era homosexual. En realidad se sentía atraída de una
forma natural por los hombres y la repelía incluso el recuerdo de su breve relación homosexual.
Se trataba de una encantadora cristiana llena del Espíritu y deseosa de agradar al Señor que,
aunque oraba para que algún día Dios mandase a su vida a un hombre piadoso, había aceptado su
celibato al momento. Como fuera, la joven había aprendido importantes lecciones gracias a su
experiencia pasada.
Esto sucedió hace varios años y ahora progresa como misionera célibe. Forma parte de un sólido
grupo de apoyo en el que algunas de sus necesidades de amor y amistad están satisfechas. El
hecho de haber quedado atrapada en una breve relación homosexual con una mujer mayor
agresiva no la convirtió en homosexual. Y lo mismo sucede con otras muchas personas que han
caído en la misma trampa.
Si el lector compasivo quiere conocer aun con mayor profundidad la lucha que puede
experimentar un cristiano homosexual hasta encontrar la restauración en Cristo, lea el
sorprendente relato de Don Baker, publicado en 1985, Beyond Rejection: The Church,
Homosexuality and Hope [Detrás del rechazo, la Iglesia: esperanza para la homosexualidad].
Para dar una idea más clara de lo que trata dicho libro, cito directamente de su prefacio:
«Los homosexuales no pueden cambiar».
Esta es una mentira que ha impregnado nuestra sociedad y que muchas iglesias aceptan como un
hecho. Pero lo más trágico de todo es que muchos cristianos que luchan con la homosexualidad
la han recibido también como algo real.
Sin embargo, el núcleo del evangelio es la esperanza de vida nueva para todos los que la buscan,
incluso para los homosexuales. Esta es la historia de cómo un hombre consiguió adoptar esa
nueva forma de vida.
Frank Worthen, director de Love in Action [Amor en acción] y autor de este prefacio, describe la
historia que cuenta el libro como un relato de increíble desaliento y derrota, de una esposa
amante aferrada a la esperanza, de amigos que se sacrifican y, finalmente, de «un hombre sacado
de una enmarañada red de pecado por el poder y la gracia de Dios. Ojalá este libro –añade– sea
un faro de esperanza para los miles de hombres y mujeres que han sido derrotados por la
homosexualidad, pero que saben en su fuero interno que Jesucristo puede liberarlos».
Por desgracia, los instintos homosexuales se cuentan entre aquellos peor comprendidos y
tolerados por la iglesia.
Ella tiene que amar a los menos queridos. Sin embargo, a los ojos de muchos creyentes, los
homosexuales (y los que abusan de los niños) deben ser detestados. Esta actitud deleita a Satanás
y a sus espíritus malos. Durante años éstos han dicho a las personas dañadas que luchan con
problemas de homosexualidad que la iglesia los aborrece y no los recibirá. Su trabajo no es en
absoluto difícil. Muchos cristianos se convierten en sus ingenuos aliados, al repetir como loros la
mentira del diablo de que los homosexuales deben ser objeto de burla y de rechazo.
En octubre de 1962, la revista Eternity [Eternidad] publicó un artículo titulado «Homosexuality»
[La homosexualidad], del Dr. Lars I. Granberg, Profesor de sicología y sicólogo clínico en Hope
College. El tema era tan polémico que a los editores sólo les faltó pedir perdón por haberlo
publicado.
Hace varios meses –escribieron– un joven cristiano nos mandó una carta donde hablaba de su
problema de homosexualidad. Poco tiempo después, otro nos escribió sobre el mismo tema. Y
más tarde todavía, un misionero que luchaba con este problema se dirigió también a nosotros.
Poco a poco nos fuimos dando cuenta que se trataba de un problema más extendido de lo que
nosotros habíamos imaginado … Nos habíamos refrenado durante algún tiempo de abordar la
cuestión, e incluso ahora somos conscientes de que se nos acusará de sensacionalismo o de
crudeza al hacerlo. Sin embargo, el problema de la homosexualidad –incluso en círculos
evangélicos– no puede negarse.
Aunque la receptividad de los creyentes y los líderes cristianos al tema de la homosexualidad
ciertamente ha progresado bastante desde 1962, todavía nos queda mucho camino por andar.
Como consecuencia de ello miles de homosexuales sin iglesia evitan nuestras congregaciones
evangélicas como si fueran la peste y los creyentes con tendencias confusas a la homosexualidad
permanecen encerrados en sus prisiones de culpabilidad e impotencia al no saber a dónde acudir
en busca de ayuda.
Aunque sería inexacto afirmar, como han hecho algunos hermanos, que todos los homosexuales
practicantes están endemoniados, la actividad demoníaca en el movimiento homosexual es muy
fuerte. Muchos individuos homosexuales son afligidos por demonios y algunos gravemente,
incluso entre los cristianos. Todos tienen una necesidad desesperada de encontrar esa libertad
completa que es su herencia en Cristo. Quiera Dios que seamos fieles en cuanto a amarlos con el
amor de Jesús, ganar su confianza y guiarles a Cristo, para después ayudarles a encontrar grupos
de apoyo dentro de nuestras iglesias.
Conclución:
A modo de conclusión de este artículo, debo reconocer como comenta la web
católica radioconvicion, que «la humanidad conocía el pecado de sodo mía desde los tiempos del
santo patriarca Abraham. Dicho pecado provocaba la justa ira de Dios -«propter quod ira Dei
venit in filios diffidentiae» [«por el cual cayó la ira de Dios sobre quienes le desafiaban»]
(enPrae-cepta antiquae diócesis rotomagensis [Car tas pastorales de la antigua diócesis de
Rouen])-, destructora de las ciudades co rrompidas (Gn 18,16-33; 19,1-29). No le corresponde,
pues, a la modernidad la triste glo ria de haber alumbrado el pecado inmundo; pero, en cambio,
es propia de nuestra época la negación más radical que darse pueda de la ley natural, una
negación que llega hasta a ha cer caso omiso de la perversión homosexual.»[3]
Y Pablo escribe apostólicamente a una iglesia cristiana, la de Roma, que impregnada como
estaba de la cultura grecorromana, se harían las mismas preguntas quizás com olas hacen muchos
cristianos de hoy sobre este tema, y lo aclara con su autoridad, dejando bien en claro cual es su
opinión y la del Señor que lo llamó a predicar el evangelio. Y esta misma convicción sobre este
tema, es la que debe permanecer en nuestras mentes, pero supuesto, evitando el tema de la
homofobia, que no es correcta ni es indicada por el Señor en la palabra.
“Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres
que detienen con injusticia la verdad; porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues
Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen
claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas
hechas, de modo que no tienen excusa. Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a
Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue
entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios
incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de
reptiles. Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus
corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de
Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es
bendito por los siglos. Amén. Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus
mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los
hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros,
cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución
debida a su extravío. Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una
mente reprobada, para hacer cosas que no convienen; estando atestados de toda injusticia,
fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y
malignidades; murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos,
inventores de males, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural,
implacables, sin misericordia; quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que
practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con
los que las practican.” (Romanos cap. 1:18-32)
«La naturaleza humana se halla determina da sexualmente como macho o como hem bra, y tal
diferencia sustancial se manifiesta primariamente como relación de complementariedad, la cual
se echa de ver en grado sumo en la unión matrimonial. Ningún acto volitivo puede cancelar esta
bipolaridad sexual («Opi namos que todo homosexual es, en realidad, un heterosexual latente»:
Irving Bieber y otros, Omosessualitá, II Pensiero Scientifico Editore, 1997, p. 241), la cual atañe,
en la uni dad del comportamiento humano, tanto al cuerpo (caracteres sexuales somáticos) cuan
to al alma, de arte que el sexo, el cual se de termina en la concepción, queda fijado por toda la
eternidad e implica, como tal, una in clinación relacional precisa hacia el sexo opuesto (nadie es
un homosexual por natura leza). Sin embargo, la humanidad, herida por el pecado de los
protoparentes, está expues ta a la perversión de sus inclinaciones naturales, inclusive la sexual, la
cual, aunque se regula por la complementariedad en el seno del matrimonio y tiene por finalidad
la procrea ción, puede, con eso y todo, volverse tam bién hacia fines distintos del natural, con lo
que se generan esas graves patologías psiquiátricas que se denominan “necrofilia”, “pedofilia”,
“zoofilia” y “homosexualidad”.
La homosexualidad no muda la naturaleza del individuo (p. ej., la ceguera priva al ciego de la
vista, pero no cancela su naturaleza de vidente, en el sentido de que el ser humano está hecho
para ver): los gustos y los hábitos homosexuales le parecen connaturales al in vertido a causa de
su patología, no ya por que tales actos y hábitos dejen de ser objetivamente antinaturales. La
teología confirma lo que la razón demuestra al denunciar como herética la proposición «el
pecado contra na tura (…) aunque es contrario a la naturaleza de la especie, con todo, no se
opone a la natu raleza del individuo [homosexual]» (Etienne Tempier, Opiniones 219
condemnatae [219 opiniones condenadas]).»[4]
Pero debemos dejar bien en claro que no son mas pecadores que cualquier otro,ni mas ni menos,
sino igual de pecadores y es tambien igual sus necesidades espirituales de redención y
transformación:
“por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados
gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso
como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber
pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo
su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús. ¿Dónde, pues,
está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la
fe. Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley. ¿Es Dios
solamente Dios de los judíos? ¿No es también Dios de los gentiles? Ciertamente, también de los
gentiles. Porque Dios es uno, y él justificará por la fe a los de la circuncisión, y por medio de la
fe a los de la incircuncisión. ¿Luego por la fe invalidamos la ley? En ninguna manera, sino que
confirmamos la ley.” (Romanos cap. 3:23-31)
«Lo que se ha dicho da a entender cómo juzgaba a la homosexualidad el sentido co mún de los
gentiles, que se parece al de los paganos actuales, que miran la sodomía (especialmente la
pasiva) con desprecio y re probación.
La inmoralidad de la sodomía es de una claridad tan patente, que la misma moderni dad, aunque
atea y sorda a la ley natural, no ha llegado a afirmar la bondad moral de aqué lla sino en los
últimos decenios, es decir, des pués de que cayeran también, en la casi totalidad de los países
occidentales, los pocos baluartes intelectuales de la conciencia recta que habían sobrevivido a las
devastaciones precedentes. Dado que la obra popular divulgativa italiana por excelencia, bien
que de clara matriz iluminista, define la voz “homosexuali dad” como “aberración sexual”
(Enciclope dia Garzanti Universale, 1962/69), y dado también que la misma cultura marxista-
leninista catalogó a la sodomía entre los vicios antisociales, por no hablar de Freud, quien,
aunque era hostil a la fe y a la moral, se cen tró, con todo, en la cura psiquiátrica de los
invertidos, no puede uno dejar de reconocer, como conclusión, en estos testimonios de los
enemigos de la verdad, la obviedad del juicio moral sobre los actos homosexuales, una obviedad
tal, que incluso quien negaba a Dios y negaba la realidad no osaba, so pena de caer en el ridículo,
afirmar lo contrario.»[5]
Notas bibliograficas
[1] http://www.conviccionradio.cl/es/Formacion/NeoMarxismo/La-Legitimacion-de-la-
Sodomia.html –
[2] Obtenido de “Murphy, Dr. Ed, Manual de Guerra Espiritual, (Nashville, TN: Editorial Caribe
Inc.) 2000, 1994.”
[3] La Legitimación de la Sodomia ,(conviccionradio.cl)
[4] Ibid
[5] Ibid

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La homosexualidad según la perspectiva bíblica

  • 1. La homosexualidad según la perspectiva bíblica Autor: Paulo Arieu Tremendo problema el de la homosexualidad, cada vez hay más homosexuales, y cada día se atreven mas a proclamar abiertamente, su libertinaje sexual. Cada dia que pasa, el espíritu de orgullo y de altivez, hace que en vez de ser los heterosexuales los normales y los homosexuales anormales, parezcan ser que es al revés ahora, los heterosexuales son los anormales y los homosexuales los normales. Marchas gays, lobbys gays, reclamos gay , asociaciones gay, presiones al cristianismo para que los acepten como si fueran personas normales, que si bien es verdad que tienen los mismo derechos que cualquier otro ser humano en esta tierra para vivir, no por eso uno está obligado a aceptar su conducta, ni los ministros cristianos la obligación de casarlos, ni de emplearlos, etc. Todogay, es hoy en día, una moda, un furor, un boom homosexual !! La iglesia cristiana no puede ni debe aceptar la homosexualidad en el ser humano como algo normal, sino como lo que es, un vicio pecaminoso, una degeneración del ser humano, una desviación antropológica.
  • 2. Algunos dicen “La verdad es que no se si cada vez hay más o menos gays. Tu apreciación podría deberse a que cada vez hay más gays que “salen del armario” y mantienen sus relaciones sentimentales al descubierto y sin tapujos, gracias a que cada vez hay más tolerancia y la mentalidad va evolucionando.” Cada vez hay más homosexuales y cada vez se muestran más, las dos cosas son verdades. Y no me parece una evolución de la mentalidad positiva, como creen algunos, me parece bien el hecho de que no los agredan, mientras ellos no agredan, obvio, ni pretendan sodomizar a alguno, me parece también mal las actitudes machistas que los insultan y se burlan abiertamente de ellos en las calles de la ciudad, etc , pero me parece malo el libertinaje en nombre de la evolución de la mentalidad. Ya pasó esto en la época de los griegos y el derrumbe moral del imperio romano hizo que fuera una de las razones de su decadencia. La historia se repite, solo que los seres humanos buscamos otras explicaciones para justificar el repetir nuestras acciones. Un pueblo que no aprende de sus errores está condenado a volver a repetirlos, obviamente. Lamentablemente, Occidente olvidó los principios morales y espirituales, ya no saben qué hacer para que resurjan. Pero como el hombre es un ser moral, sin moral no se puede vivir, Si desaparece como valor las formas morales de la cristiandad, serán suplantadas por otras como el ISLAM, que es totalmente intolerante. En Brasil, muchísimas jóvenes de vida dudosa, se casan con sirios libaneses, que en toda esta zona de Latinoamérica sobreabundan; desde Bs.As. , hasta Brasil hay muchísimos musulmanes, por el simple hecho de ingresar a una familia que les devuelve la honra y les da un sentimiento de pertenencia no tienen problemas en casarse con ellos.
  • 3. Me parece excelente a modo de introducción de este artículo, una muy buena reflexión que encontré al respecto en el blog de jrania, una excelente reflexión, mejor imposible diría yo. Es sencillo, pero muy claro el razonamiento del autor de este artículo, el señor tresmontes. Luego, a continuación de esta reflexión, veremos el tema desde su perspectiva bíblica, de un artículo extraído del Manual de Guerra Espiritual, del Dr. Ed. Murphy, un psiquiatra y pastor cristiano de nacionalidad norteamericana. Introducción: «A partir de las denominadas “luchas por los derechos civiles de los homosexuales”, que se entrelazaban miserablemente con la revolución sexual, todo Occidente se fue convenciendo, poco a poco, de la naturaleza anodina de las relaciones sexuales; de ahí que éstas se reduzcan, en su opinión, nada más que a una cuestión de gustos incensurables, que se pueden satisfacer libremente en la más absoluta negación de toda naturaleza y/o finalidad de la sexualidad. El paradigma antropológico, que rige la legitimación de la homosexualidad hasta en sus más recientes aberraciones jurídicas, morales y religiosas, si bien es unitario en sí, presenta, con todo, una dicotomía genealógica en dos troncos paralelos y autotélicos (Reforma Protestante y Revolución Francesa), cuya raíz común puede rastrearse hasta dar con ella en la gnosis; es decir: tiene por autor, en último análisis, al propio Lucifer. Los frutos venenosos del protestantismo liberal y del radicalismo libertario muestran tocante a la sodomía, así como respecto a otras cosas, una unidad esencial. La sodomía, entendida como «atracción sexual, exclusiva o preponderante, hacia personas del mismo sexo» (CCC, 2357), es una inclinación objetivamente desordenada en cuanto contraria a la naturaleza humana (CCC, 2358). ¿Se configura como una patología tal desorden sexual? Si se
  • 4. atiende al significado general del término, sí. En efecto: enfermedad es toda merma o aberración de las condiciones psicofísicas normales de un individuo (lo normal viene determinado por la naturaleza específica). Pero si se quiere, por el contrario, penetrar en el ámbito de la especialización, se debería hablar de patologías en plural, pues el mismo desorden podría ser consecuencia de males físicos, perturbaciones psíquicas, alteraciones genéticas, etc. Dejemos a la ciencia médica, practicada honestamente, la indagación etiológica y patogénica de la sodomía. Ya fuera ésta causada por factores fisiológicos, psicológicos o por el concurso de ambos, a la homosexualidad la calificaban unánimemente de patología tanto la neuropsiquiatría cuanto la psicología clínica, sin olvidar al mismo psicoanálisis, antes de que el dogma de la bondad natural de aquélla impusiera el reconocimiento de su normalidad. Así, p. ej., la Organización Mundial de la Salud contaba a la homosexualidad, hasta el 17 de mayo de 1990, entre las patologías psiquiátricas; sólo la presión de los lobbies pro-gay [los grupos de presión prosodomitas], no nuevos conocimientos científicos, impuso que se la excluyera de las mismas.»[1] La homosexualidad según la perspectiva bíblica [2] Aborrezco mi homosexualidad! Estas palabras estallaron como pequeñas bombas en la tranquilidad del despacho del pastor. «¡Amo al Señor y quiero servirle! Se que estos deseos homosexuales no le agradan. ¡Por favor, ayúdeme!» El pastor escuchaba atentamente al apuesto joven que se paseaba nervioso por su despacho pidiendo ayuda. «He venido a verle», decía, «porque es usted un pastor evangélico conocido y pensaba que comprendería mi problema. Cualquier otro me condenaría directamente al infierno. Pero no necesito la condenación, sino alguien que me ayude a salir del infierno de mi homosexualidad». Mientras aquel joven derramaba la angustia de su desesperación y frustración, el pastor se movió ligeramente en la silla.
  • 5. «He ido al instituto bíblico, pero sencillamente no puedo entrar en el ministerio con esta amenaza pendiendo sobre mí», y añadió con mirada suplicante. «Por favor, estoy muy confuso, ¿quisiera usted ayudarme?» ¿Condenó el pastor a aquel joven como otros habían hecho? ¡En absoluto! En lugar de ello, traicionó por completo sus votos de ordenación y la ética de toda relación consejero-aconsejado al intentar seducir al atribulado muchacho allí mismo en su despacho! El joven huyó completamente destrozado. Más tarde, herido terriblemente por aquel incidente y al borde del pánico, me telefoneó. Le aconsejé lo mejor que pude por teléfono y finalmente encontró a un consejero cristiano piadoso en su misma ciudad que le está guiando por el camino de la victoria. ¿Es esto demasiado terrible para ser cierto? No, se trata de una historia real. El segundo pecado moral mencionado por el apóstol Pablo en Gálatas 5.19 es akatharsía. Fung dice que significa principalmente «inmundicia», como se ha traducido en la Reina-Valera de 1960. Este término aparece a menudo en el Nuevo Testamento junto a porneia, «fornicación» (2 Corintios 12.21; Efesios 5.3, 5; Colosenses 3.5). Vine, por su parte, expresa que la palabra griega en este contexto significa «inmundicia, impureza o suciedad en el sentido moral». Akatharsía abarca una gran variedad de prácticas sexuales impuras, pero en nuestro estudio me limitaré sólo a dos áreas: la homosexualidad y la masturbación. Lo hago a causa de la prominencia que tienen en nuestros días entre los creyentes y los líderes cristianos estas dos prácticas sexuales impuras. Comencemos por la homosexualidad.
  • 6. En su perspicaz libro Eros y el pecado sexual, John White proporciona algunas de las enseñanzas más equilibradas que se hayan publicado sobre los cristianos y los temas sexuales. Su capítulo acerca de la homosexualidad se titula «Dos mitades no hacen una unidad». Dentro de un momento volveré a las ideas de White. La homosexualidad y la Biblia Las Escrituras consideran pecado toda actividad homosexual y la condenan enérgicamente. La homosexualidad se menciona por primera vez en relación con las ciudades de Sodoma y Gomorra en Génesis 19 y es de las prácticas perversas de los habitantes de aquellas dos ciudades (v. 5s) de donde se deriva la palabra sodomita, utilizada varias veces en la versión Reina-Valera (Deuteronomio 23.17; 1 Reyes 14.24; 15.12; 22.46; Job 36.14 y 1 Timoteo 1.10). La mayoría de las referencias tienen que ver con la práctica abominable de la prostitución idolátrica masculina, corriente entre las naciones paganas que estuvieron en contacto con Israel y, en tiempos de decadencia espiritual, practicada también por los israelitas (Jueces 19.22; 1 Reyes 14.24; 2 Reyes 23.7). La homosexualidad fue categóricamente prohibida por Dios en las leyes del Antiguo Testamento que regulaban la vida sexual de su pueblo (Levítico 18.22; 20.13; Deuteronomio 23.18). Se la llama «abominación» cinco veces en Levítico 18 (vv. 22, 26, 27, 29–30) y una en Levítico 20.13; lo cual es coherente con su raíz, que significa «abominar», «detestar», «odiar». Era un pecado tan abominable a los ojos de Dios que la pena que se infligía a los que lo practicaban era la lapidación (Levítico 20.13).
  • 7. El Nuevo Testamento describe este pecado sexual en Romanos 1.18–32 como una de las terribles consecuencias de la rebelión de la humanidad contra el señorío de Dios. En los versículos 26 al 28, el apóstol Pablo escribe: Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío. Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen. La homosexualidad estuvo tan extendida durante los tiempos del Nuevo Testamento como en la época del Antiguo; por eso, Pablo la refiere en Romanos 1.26–28 y 1 Timoteo 1.9–10. John White escribe que «la homosexualidad es un problema común a ambos sexos. Homo significa “semejante” o “igual a”. No se refiere a la masculinidad. El lesbianismo es solamente una palabra utilizada para describir la homosexualidad femenina». La actividad homosexual no se origina principalmente en la constitución biológica de ciertos hombres o mujeres. Es sobre todo una conducta aprendida. Y todo lo que se aprende puede, con ayuda si es necesario, olvidarse. Por lo tanto, a los homosexuales les es posible abandonar este comportamiento sexual pecaminoso, del mismo modo que los heterosexuales que se entregan con persistencia a la inmoralidad pueden hacerlo con el suyo. La Biblia no trata específicamente la cuestión de los orígenes sociales frente a los orígenes biológicos de la homosexualidad, sino que simplemente la presenta como pecado y condena su
  • 8. práctica. Muchas autoridades seculares dejan claro que nadie nace invertido, como afirman buen número de homosexuales. En un artículo muy completo titulado «The Homosexual in América» (El homosexual en América), aparecido en la revista Time del 31 de octubre de 1969, el redactor afirmaba: La única cosa en la que la mayoría de los expertos coinciden es que la homosexualidad no resulta de ningún gen pervertido ni de predisposición hormonal alguna, al menos que pueda detectarse mediante las actuales técnicas[ … ] Los distintos componentes sicológicos de la masculinidad y la feminidad, «la identidad del rol de género», se aprenden. «El género es como el lenguaje», dice John Money, sicólogo clínico de la Universidad John Hopkins. La genética ordena únicamente que se desarrolle la capacidad de hablar, no que se hable en anhuatl, árabe o inglés. Esto no significa que la homosexualidad esté latente en todos los seres humanos maduros, como se ha creído por una mala interpretación de las teorías de Freud. En la cultura americana, el lugar donde los roles sexuales se determinan con más vigor es la familia, y a una edad tan temprana (generalmente en los primeros años de la vida) que la identidad sicológica de la mayoría de los homosexuales, como también de los heterosexuales, se establece antes de que ellos lo sepan. La homosexualidad no es un estilo de vida aceptable, aunque distinto, para los seres humanos, y menos aún para los cristianos. A la luz de Mateo 5.27–30, las fantasías homosexuales son pecaminosas y la pornografía homosexual algo a lo que se debe resistir.
  • 9. Sin embargo, al igual que todo otro pecado, la conducta homosexual es totalmente susceptible de ser perdonada. El Señor Jesús sólo cita un pecado imperdonable y no es la homosexualidad (Mateo 12.31–32). Los cristianos con fuertes ataduras de homosexualidad necesitan un grupo de apoyo que les ayude a liberarse. El trabajo con homosexuales revela esta necesidad. Pocos de ellos, incluso cristianos, lo conseguirán por sí solos. Necesitan confesar su esclavitud a algún amigo comprensivo y grupo de apoyo. Las ataduras homosexuales, tanto en la imaginación como en la práctica, son una de las formas más opresivas de esclavitud sexual que el hombre conozca. Las ataduras de homosexualidad en los tiempos bíblicos La homosexualidad era muy común en las épocas tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. Y aun peor: era respaldada y fomentada por los cultos y las religiones idolátricas de la madre naturaleza y la fertilidad que practicaban. Dichos cultos, en su forma más «idealista», incorporaban la prostitución heterosexual, también actividades homosexuales, la bestialidad y otras perversiones casi indescriptibles en el terreno del sexo. John McClintock y James Strong dicen que la palabra hebrea traducida por «sodomita» en la versión Reina-Valera del Antiguo Testamento: se empleaba[ … ] para aquellos que practicaban como rito religioso el vicio abominable y antinatural con el que los habitantes de Sodoma y Gomorra habían definido su duradera infamia[ … ] Esta horrenda «consagración» [de prostituto/prostitutas a los dioses] o, mejor dicho, esta «profanación», estaba extendida de varias maneras por Fenicia (la tierra de Canaán), Siria,
  • 10. Frigia, Asiria y Babilonia. Astarot, la griega Astarté, era su objeto principal. También parece haberse establecido en Roma. Algunos de los conversos de las religiones paganas en el tiempo de Pablo habían sido homosexuales practicantes. Escribiendo a la iglesia de Corinto, el apóstol dice: ¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús y por el Espíritu de nuestro Dios. (1 Corintios 6.9–11). En este pasaje, Pablo enumera los pecados comunes en el mundo gentil de sus días, que predominaban de un modo especial en Corinto y otros centros del comercio, así como en santuarios y templos religiosos paganos. Ellicott escribe lo siguiente: La mención de los pecados sexuales (fornicación, adulterio y dos palabras para referirse a la homosexualidad: «los afeminados» y «los que se echan con varones») en relación con los idólatras, apuntan al hecho de que estaban particularmente asociados con los rituales paganos, lo cual, naturalmente, intensificaba el peligro contra el cual el apóstol advierte a los corintios. (Romanos 8.13; Gálatas 5.19–20; 1 Timoteo 1.9–10; Tito 1.12). La palabra griega malak/”, traducida por «afeminado» ha inquietado a muchos comentaristas. Todos los hombres afeminados no son homosexuales, como tampoco son lesbianas todas las mujeres con características masculinas. Sin embargo, su uso en este contexto implica alguna forma vulgar de pecado sexual y hasta tal vez entrañaría un pecado no heterosexual.
  • 11. Vine dice que el término se utiliza aquí «no simplemente para indicar a un varón que practica formas de lascivia, sino de personas en general que son culpables de adicción a los pecados voluptuosos de la carne». Con esto concuerda G. G. Findlay, quien dice que la palabra en cuestión significa «adicción general a los pecados de la carne». F. W. Grosheide asume sin embargo una posición más firme y dice que las palabras «afeminados y los que abusan de sí mismos con los hombres designan respectivamente a los homosexuales pasivos y activos». Sin embargo, según John White, la idea de un papel activo y otro pasivo en la homosexualidad constituye un estereotipo incompatible con los hechos. Los homosexuales pueden cambiar de roles a voluntad. Pero aunque no sea posible tener la certeza de que tanto malak/” (afeminados) como arsenok/itai (los que abusan de sí mismos con los hombres) se refieran a los papeles pasivo y activo en las relaciones homosexuales, la evidencia apuntaría en esa dirección. Gordon D. Fee, escribe en su comentario sobre 1 Corintios que la evidencia respalda la posición de Grosheide. «Afeminados» tal vez se refiera a jóvenes que se vendían a hombres mayores como sus «queridas» o que adoptaban el papel más pasivo como prostituto/prostitutas religiosos. Sin importar cómo interpretemos algunas de estas palabras, lo más probable es que en este versículo (1 Corintios 6.9) se haga referencia a la práctica de la homosexualidad por lo menos dos veces. Esta lista, junto con la que el apóstol hace en 1 Corintios 5.9–11, formaría el compendio de las conductas pecaminosas de las cuales eran culpables los corintios antes de convertirse a Cristo.
  • 12. William Barclay dice lo siguiente acerca de la palabra porno;, traducida por «fornicarios» en 1 Corintios 6.9: «El término que se emplea para fornicarios es particularmente desagradable y significa prostituto/prostituta. Debió resultar bastante difícil ser cristiano en la contaminada atmósfera de Corinto». Barclay presenta algunas sugerencias interesantes sobre la palabra malak/” traducida por «afeminados». La traduce al inglés como «sensuales» y hace algunos comentarios perspicaces sobre «los que abusan de sí mismos con los hombres» (versión King James) y arsenok/itai, traducida por «homosexuales» en algunas otras versiones, incluso castellanas: Hemos dejado para lo último el pecado más antinatural: había aquellos que eran homosexuales. Este era el que se había extendido como un cáncer por toda la cultura griega y que, desde Grecia, había invadido Roma. Apenas podemos comprender lo plagado que estaba el mundo antiguo. Incluso un hombre tan grande como Sócrates lo practicaba. El Symposion [Simposio], diálogo de Platón, considerada como una de las obras más grandes del mundo en cuanto al amor, se ocupa del amor antinatural y no del natural. Catorce de los quince primeros emperadores romanos practicaban asimismo el vicio antinatural. En aquel tiempo, precisamente, el emperador era Nerón, quien había hecho castrar a un muchacho llamado Esporo y luego se había casado con él con una ceremonia matrimonial. Después lo había llevado a su palacio en procesión y allí vivía con él como esposa[ … ] En cuanto a este vicio particular, en los tiempos de la Iglesia primitiva el mundo no tenía ninguna vergüenza, y apenas cabe duda de que fuera esa una de las principales causas de su degeneración y del derrumbamiento final de la civilización que habían levantado.
  • 13. Liberación de la esclavitud homosexual El apóstol comienza 1 Corintios 6.11 con las palabras: «Y esto erais algunos». Findlay dice que «kaì tauta tines, etcétera, significa “y estas cosas erais, algunos (de vosotros)”. El neutro tauta es despectivo: “Esta abominación” erais algunos de vosotros». Ellicott traduce dichas palabras por «de tal descripción erais algunos». Pablo antecede las malas noticias a las buenas, al revelar seguidamente el quíntuple poder transformador de Dios que hace a estas personas libres de la esclavitud de esos terribles pecados de los versículos 9 y 10. Primeramente, el apóstol expresa: «Ya habéis sido lavados». Y Matthew Henry interpreta este lavamiento como refiriéndose a «la sangre de Cristo y al lavamiento de la regeneración, (el cual) puede quitar toda culpa e inmundicia». Leon Morris, por su parte, coincide con esto diciendo que aunque muchos comentaristas ven aquí una referencia al bautismo, no hay nada en el contexto que indique tal relación. Y escribe: El verbo apeloúsasthe[ … ] está en voz media, con una fuerza parecida a «te lavaste» (como en Hechos 22.16)[ … ] La palabra puede indicar el tipo de lavamiento que vemos en Apocalipsis 1.5: «Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre». El prefijo apó apunta a una limpieza completa de los pecados. El tiempo es pretérito y el aoristo se refiere a una acción conclusa. En segundo y tercer lugar, Pablo dice: «Ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados». Mathew Henry llama a esto «un cambio retórico del orden natural» entre justificación y santificación. Volveré a este punto un poco más adelante.
  • 14. En cuarto y quinto lugar, el apóstol expresa que su santificación y justificación la recibieron «en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios». El uso de «el nombre» en los tiempos bíblicos era mucho más complejo que en el mundo occidental moderno. Puede constituirse en un concepto de difícil comprensión. W. C. Kaiser hijo, necesita siete páginas de la Zondervan Pictorial Encyclopedia of the Bible [Enciclopedia gráfica de la Biblia], a doble columna, para explicar su utilización en la Escritura y la cultura del mundo bíblico. Tal vez por el momento baste con el breve comentario que hace Morris acerca del nombre de Jesús y del Espíritu Santo. Examinaremos el concepto bíblico del nombre en nuestro estudio de Hechos. El nombre nos sugiere todo aquello que va implícito en el carácter del Señor, mientras que el título completo, el Señor Jesús, destaca la dignidad de Aquel a quien servimos. A esto va unido el Espíritu de nuestro Dios, quien nos es dado como un poder manifiesto en la vida cristiana, que no es humano, sino divino. Resulta curioso que esta referencia siga a la de la santificación. Tal vez Pablo creyera que esta última requería un énfasis especial[ … ] El Dios que los ha justificado les proporcionará, con toda certeza, el poder para llevar a cabo su santificación. El comentario que hace Matthew Henry al respecto resulta inspirador. Se menciona la santificación antes que la justificación — dice y sin embargo el nombre de Cristo, por el cual somos justificados, aparece antes que el Espíritu de Dios que nos santifica. Nuestra justificación se debe a los méritos de Cristo y nuestra santificación a la operación del
  • 15. Espíritu, sin embargo ambas cosas van juntas. Observe que nadie es limpio de la culpabilidad del pecado salvo aquellos que son también santificados por el Espíritu. Todos los que han sido constituidos justos a los ojos de Dios, son también hechos santos por su gracia. Así que hay esperanza para el homosexual. Aunque la homosexualidad ejerza un terrible poder incapacitador sobre la vida de innumerables hombres y mujeres, la potencia justificadora, santificadora y transformadora del nombre del Señor Jesús y del Espíritu de nuestro Dios es mayor. Concluyo este punto con una hermosa y extensa cita de William Barclay: La prueba del cristianismo residía en su poder. Podía tomar a la escoria de la humanidad y hacer de ella hombres. Podía tomar a hombres desvergonzados y hacer de ellos hijos de Dios. Existe el más absoluto contraste entre la literatura pagana y los escritos cristianos de aquella época. Séneca, contemporáneo de Pablo, exclama que lo que los hombres quieren es «una mano que se tienda para levantarlos». «Los hombres —afirma el sabio— están abrumadoramente conscientes de su debilidad en cuanto a cosas necesarias». «Los hombres aman sus vicios –dice Séneca con una especie de desesperación— al mismo tiempo que los aborrecen». Se miraba a sí mismo y se llamaba homo non tolerabilis: hombre intolerable. En aquel mundo consciente de la marea de decadencia que nada podía detener, entró el poder absolutamente radiante del cristianismo, que fue en efecto capaz de triunfar y hacer nuevas todas las cosas. Aun sin minimizar el increíble poder esclavizante de la homosexualidad y de las fantasías homosexuales, quiero afirmar enfáticamente que el poder de Dios está disponible para todos los homosexuales practicantes y aquellos que se ven asediados por este tipo de lascivia. El Dios que convirtió en nuevas criaturas a los homosexuales del tiempo de Pablo todavía sigue regenerando en nuestros días (2 Corintios 5.17).
  • 16. Un ejemplo moderno Una íntima amiga mía recibió a Cristo cuando era lesbiana practicante. Formaba parte de la cultura callejera que caracterizó a Hollywood durante los años sesenta y había permanecido fiel a su amante durante cinco años. Este es el relato que me hizo de su conversión y de cómo fue sanada gradualmente su sexualidad. «Un grupo de cristianos estaba testificando cerca de la esquina de Hollywood y Vine, y mientras predicaban el evangelio empecé a anhelar un conocimiento de Dios como el que ellos tenían. Por primera vez en mi vida comprendí que Dios me amaba. Estaba emocionada. Dios me amaba incluso a mí; Jesús me quería tanto que había dado su vida en la cruz por mí, por mí personalmente. »Recibí a Cristo en el acto y volví a casa llena de paz. Sentía un gran gozo y la realidad de su amor por mí. Como a la mujer sorprendida en adulterio (Juan 8.1–11), no me condenaba, sino que me otorgaba su perdón. A mí iban dirigidas aquellas palabras: “Ni yo te condeno; vete, y no peques más”. »La gente que me había llevado a Cristo no sabía de mi pareja lesbiana. Nada dijeron en cuanto a la homosexualidad. Sin embargo, mientras volvía a casa, Dios habló a mi corazón. Supe que aquella unión era inaceptable para él y que tendría que romperla si quería vivir en su reino. Aunque fue una de las cosas más difíciles que he tenido que hacer en mi vida, hice lo que sabía que era la voluntad de Dios. Mi compañera no comprendió, se le partió el corazón, y a pesar de que a mí me sucedía lo mismo me fui.
  • 17. »Me uní al grupo de jóvenes que me había traído el evangelio, pasado el tiempo pude hablarles de mi problema homosexual. Se convirtieron en mi familia y mi grupo de apoyo. No habría sobrevivido sin su ayuda. Me enseñaron la Palabra de Dios y cómo orar y testificar de mi Salvador. »Durante casi tres años pasé por una tempestad emocional. No conocía cuán fuertes eran en mi mente, cuerpo, imaginación y en mi mismo ser las emociones homosexuales. Algunas veces no sabía si podría soportarlo; pero, con la gracia del Señor, lo hice. »Me abstuve de toda relación sexual. Si el anhelo me invadía, clamaba al Señor pidiéndole su fuerza, a lo cual me respondía. También compartía mis luchas con mi grupo de apoyo cuando las tentaciones se hacían casi insoportables. »Poco a poco Dios empezó a cambiar mi orientación sexual. Esto significaba que tendría que transformarme por completo, sobre todo en el terreno emocional. Nuestra sexualidad está tan entretejida con las emociones, la imagen que tenemos de nosotros mismos, nuestra mente, nuestra voluntad, que dicha transformación llegó hasta la misma raíz de mi personalidad. »Comprendí que mi orientación sexual no era biológica en su origen, sino ambiental, emocional y consecuencia de malas decisiones que había tomado a lo largo de un período de tiempo. Por la gracia de Dios me di cuenta de que podía cambiar para responder sexualmente a los hombres y no a las mujeres. El cambio pareció pasar por tres etapas que se solapaban entre sí. »Primeramente empecé a ver a las mujeres de un modo distinto: eran mis hermanas, no mis amantes. Y poco a poco fui perdiendo mi impulso sexual hacia ellas.
  • 18. »Luego, por primera vez, comencé a “percibir” a los hombres de una manera nueva. Algunos de los hermanos eran tan encantadores, como hombres y como amigos íntimos, que empecé a perder la orientación negativa hacia los varones causada por aquellos que había conocido anteriormente. »Por último fui sintiéndome poco a poco atraída sexualmente hacia los hombres. Aquello era un milagro. Antes, el pensamiento de mantener una relación sexual con un varón era tan repugnante para mí como para un hombre o una mujer heterosexual hacerlo con alguien de su mismo sexo. »No es que fantaseara con tener relaciones sexuales con cada hombre atractivo que conocía. Eso también hubiera sido pecado. Pero ahora podía aceptar la idea de casarme algún día con un buen cristiano, y comencé a esperar con interés, como lo haría cualquier mujer “normal”, aquella posibilidad. »Cuando se inició este cambio, supe que era verdaderamente una nueva criatura en Cristo. El pecado me degradó hasta convertirme en algo que deshonraba a Dios, pero Él me devolvió mi feminidad, y le amo con todo el corazón por ello». Pocos homosexuales practicantes son liberados súbitamente de su aberración sexual, prometerles que eso sucederá es engañarles. La liberación instantánea en este terreno no tiene base bíblica y es contraria a los dos mil años de experiencia de la iglesia. Sin embargo hay excepciones a ello, sobre todo cuando en el problema existe una participación demoníaca directa. No obstante, incluso si el homosexual está endemoniado y se expulsan de su vida espíritus de homosexualidad, la restauración de su orientación sexual es por lo general un proceso, no el resultado de unas pocas sesiones de liberación.
  • 19. Un aspecto importante que destacaba en su testimonio mi querida hermana, es la necesidad que la persona tiene de un grupo de apoyo para conseguir que se rompa la adicción a la homosexualidad en su vida.«La adicción prospera con el aislamiento —dice un antiguo homosexual— pero si establecemos un sistema de apoyo personal y aceptamos la gracia de Cristo, el poder de cualquier adicción de debilitará, incluso el de la homosexualidad». Después de su transformación sexual, mi renacida hermana en Cristo vivió durante varios años como una joven piadosa, y con el tiempo algo asombroso sucedió. Mientras participaba activamente en un ministerio hacia gente con problemas emocionales, un apuesto cristiano entró a formar parte de su equipo, y hace algunos años se casaron. Ahora tienen varios niños preciosos. Ambos siguen siendo utilizados por el Señor para ministrar a personas necesitadas.¡Qué maravillosa recompensa para la obediencia fiel! La homosexualidad y el ministerio actual La guerra contra la homosexualidad es una de las dimensiones más preocupantes del conflicto espiritual que afecta hoy en día a la iglesia. El denominado Movimiento de Liberación Homosexual ha pasado a primer plano como una fuerza sociopolítica organizada que trata de imponer a la sociedad y a la iglesia la aceptación de una homosexualidad declarada. Como creyentes tenemos que ser justos con los homosexuales y reconocer que su movimiento no los representa en su totalidad. Aunque sería casi imposible obtener cifras exactas, es muy posible que haya muchos más homosexuales que se niegan a participar en este movimiento corrupto que los que lo integran. La mayoría de los homosexuales o de las personas que luchan con deseos sexuales invertidos, no tienen interés en hacer gala de su orientación sexual ante los medios de comunicación o las
  • 20. masas. No se sienten más interesados en desfilar por la calle principal medio desnudos y cometiendo actos sexuales vergonzosos en público que los heterosexuales. De manera que hay gente que merece nuestro amor, nuestra compasión y nuestro testimonio cristiano benévolo pero firme. Por otro lado, dicho movimiento no es generalmente una influencia beneficiosa para los confusos homosexuales: se trata de un movimiento demoníaco. Aunque no afirmo que todos los miembros del movimiento tengan demonios, en muchos casos así es. Tampoco digo que todos ellos sean mala gente, aunque hay muchos que sí. Y algunos de sus dirigentes tal vez no estén plenamente comprometidos con el mal moral desenfrenado, pero muchos lo están. Por último, tampoco niego que algunos miembros de ese movimiento sean personas solícitas, amables y compasivas. Tal vez en muchos casos así sea, pero no en todos. Lo que sí afirmo es que todos son pecadores, cuya dañada sexualidad se ha convertido casi por completo en el punto central de su vida. Son esclavos de sus instintos desviados del mismo modo que los nazis lo eran de su perversión étnica, la cual les hacía considerarse una raza superior. Todo esto es muestra de manipulación por parte de las fuerzas demoníacas. Ronald Fung hace sus comentarios acerca del último de los tres pecados morales mencionados por Pablo en Gálatas 5.19. Y ya que hay siempre cierta coincidencia cuando se describen los cuatro grupos de pecados, y como sus palabras son muy apropiadas para la inmoralidad sexual desenfrenada, característica del Movimiento de Liberación Homosexual, las aplico al tema que nos ocupa. Fung dice lo siguiente:
  • 21. El pecado de «indecencia» [como traducen algunas versiones] puede representar y acercarse a la «fornicación» y a la «impureza» [o «inmundicia»], pues se trata del vicio paseado con flagrante desvergüenza e insolencia, sin respeto hacia uno mismo, ni consideración por los derechos y sentimientos de los demás o la decencia pública. Es por esto, precisamente, por lo que … la indecencia es algo tan terrible. Constituye el comportamiento de una personalidad que ha perdido aquello que debería ser su mayor defensa: el respeto hacia su propia persona y su sentido del pudor. ¡Qué fiel retrato de la imagen pública de los organizadores del día de los derechos de los homosexuales y de los desfiles por los que tratan de comunicar al mundo sus aspiraciones! Vivo en San José, California, sólo a 65 kilómetros de San Francisco, la «Ciudad al Borde de la Bahía». San Francisco es físicamente una de las ciudades más encantadoras del mundo. Situada a orillas de la bahía que lleva su nombre, en la desembocadura del imponente río Sacramento, y rodeada de preciosas y verdes montañas, cuenta con dos de los puentes más espectaculares que existen: el grandioso Golden Gate y el espléndido Bay Bridge. La belleza de su horizonte, tanto de día como de noche, va más allá de toda descripción. Sin embargo, esta joya de ciudad se ha convertido por desgracia en una de las capitales mundiales de la liberación homosexual. No sólo algunos de los funcionarios públicos de San Francisco hacen gala de su homosexualidad ante el mundo, sino que el día de los derechos de los homosexuales, con su celebración y desfile anual, se ha convertido en una de las exhibiciones sexuales más repugnantes de los Estados Unidos. El desfile anual, con su semidesnudez y sus bailes sensuales callejeros ante las cámaras de televisión, le recuerda a uno a la Sodoma de Génesis 19. La perversidad de sus manifestaciones
  • 22. sexuales es tan repulsiva que una persona sensible no puede contemplarla sin sentirse física y emocionalmente enferma, y también triste y airado en lo espiritual. Si los heterosexuales hicieran en público y por la televisión nacional algunas de las perversidades que realizan los homosexuales durante esa fecha, tal vez serían arrestados. Pero debido a que esta minoría descarada y sin pudor está tan afianzada en la cultura de San Francisco, las autoridades temen su ira. Así que se les permite violar el sentido público de la decencia sin miedo a serias represalias. La mayoría del liderazgo y de los miembros del Movimiento de Liberación Homosexual parecen ser personas que han perdido el «respeto hacia sí mismos», el «sentido del pudor» y toda «consideración por los derechos y los sentimientos de los demás», como señalaba Fung. Semejante movimiento, sea cual sea la «causa» de su lucha, debe rechazarse. Sin embargo, sus miembros individuales son todavía objeto del amor de Dios y por lo tanto deben serlo también del nuestro. Debemos odiar aquello que representan sin odiarlos a ellos como personas. Todos son víctimas de una guerra espiritual de múltiples dimensiones. Están esclavizados por los deseos de la carne. Son arrastrados por el mundo que, confuso como está acerca del bien y el mal, los apoya, aplaude su expresión de libertad sexual y alienta su ignominia. Sin embargo, todos son controlados por el diablo. Los demonios de perversión sexual, rebeldía, ignominia, autoaborrecimiento, amargura y enfermedad pululan dentro y alrededor de ese movimiento inspirando alegremente a sus miembros vicios todavía más flagrantes y destructivos
  • 23. para ellos mismos. Ni siquiera la extendida angustia de muerte que produce el SIDA los detiene en su loca carrera hacia la autodestrucción. El presente movimiento homosexual está haciendo un esfuerzo tremendo por infiltrar nuestras iglesias, e incluso el pastorado. Sus blancos son las iglesias evangélicas conservadoras. Este es uno de los temas más graves a los que se enfrenta la iglesia hoy en día. Mientras escribo esto, la Convención Bautista del Sur, la mayor denominación protestante de los EE.UU., acaba de triunfar en contra de los intentos de algunos de sus líderes para que admitan cristianos homosexuales en el ministerio. ¡Tres hurras por los bautistas del Sur! A los episcopales, en cambio, no les ha ido tan bien. En 1990 admitieron al ministerio a una lesbiana practicante. En una entrevista televisiva emitida en junio de 1991, el presidente George Bush, episcopal y obviamente también un creyente sincero, expresaba su oposición a este paso. ¡Tres hurras por el presidente Bush! ¡Qué lástima de los obispos episcopales que ordenaron a esa mujer! En el momento de escribir este libro (1991), la Iglesia Presbiteriana de Estados Unidos va a decidir por fin, después de muchos años de controversia, si admite o no los matrimonios homosexuales y la ordenación de invertidos al ministerio. Es digna de encomio la Iglesia Luterana Evangélica de América por su valor al expulsar de su comunión a dos iglesias de San Francisco que, en 1990, desafiaron las normas denominacionales al ordenar al ministerio pastoral a tres homosexuales practicantes. El Rvdo. Joseph Wagner, director ejecutivo del Departamento de Ministerio de la denominación dijo que ésta discrepa de aquellos que argumentan que la ordenación de homosexuales es un asunto de derechos civiles.
  • 24. Wagner hace una excelente distinción entre los derechos civiles y la responsabilidad <%1>a la hora de ordenar. En el número del San Jose Mercury News correspondiente al 10 de enero de 1991, expresa: «Esta iglesia<%1> defiende los derechos civiles de todas las personas. Pero la ordenación no es un derecho civil, sino un privilegio otorgado por la Iglesia<%1> a aquellos que cumplen los requisitos estipulados». ¡Excelente razonamiento! Tal vez uno de los mejores resúmenes de la campaña organizada por ciertos «cristianos» homosexuales para conseguir su plena aceptación como miembros y pastores de las distintas iglesias sea el aparecido en un número de Pastoral Renewal. Aunque de ello hace ya casi diez años, lo dicho entonces está aún vigente. El artículo principal del número correspondiente a abril de 1981 de la mencionada revista se titulaba: «Christian Men and Homosexual Desires» (Los hombres cristianos y los deseos homosexuales), y una afirmación de este excelente artículo era referente a la posible dimensión demoníaca de las ataduras homosexuales, un tema que consideraremos posteriormente en nuestro estudio. Es importante, decía el artículo, orar con el hombre [homosexual]. Y en particular por su liberación de la influencia de espíritus malos. Satanás está muy activo en este terreno. La liberación, por lo general, no produce un cambio en los deseos, pero ayuda al hombre que la experimenta a no ser dominado por ellos. Ahora debemos dejar atrás la repulsa al Movimiento de Liberación Homosexual y volver con compasión a aquellos que luchan contra los deseos homosexuales o han caído en experiencias de ese tipo. Aunque la iglesia se emociona con el testimonio de adúlteros, ladrones e incluso asesinos que se convierten a Cristo, cuando un homosexual sale a la luz a menudo la reacción no es la misma.
  • 25. Quiera Dios que aprendamos a amar a los homosexuales con el amor de Jesús: un amor comprensivo y compasivo dirigido a pecadores como todos nosotros. Debo repetir que no todos los que han estado o están mezclados en la homosexualidad son necesariamente homosexuales. El Dr. John White destaca esto en su franca confesión acerca de sus propias experiencias homosexuales cuando era niño. La fijación homosexual que resultó de ellas le acompañó durante años; sin embargo, jamás fue homosexual, como tampoco lo son muchas personas que participan en esa clase de actividades durante la niñez o juventud. Por lo general, dichas personas fueron introducidas a tales prácticas por adultos respetados o por amigos con los cuales experimentaban sexualmente. Con frecuencia esos individuos tienen temor de ser homosexuales o bisexuales cuando no lo son. Hace poco mi esposa y yo aconsejamos a una joven encantadora que se preparaba para ir al campo misionero y sentía mucha inquietud acerca de una breve relación homosexual que había tenido hacía poco tiempo. La joven se encontraba trabajando en un puesto misionero de ultramar, y un descuidado administrador de la misión le había asignado una tarea de oficina que superaba su capacidad o su experiencia. Por lo tanto, ella trabajaba desde el alba hasta la caída de la noche, luchando fielmente por cumplir con sus responsabilidades. Pronto quedó física y emocionalmente exhausta, y empezó a sentirse sola y muy vulnerable. Una mujer mayor de la misión que trabajaba con ella solía ir a su habitación durante las primeras horas de la noche, cabe suponer que para animarla en cuanto a su difícil tarea, y pronto aquella mujer empezó a tomarla de la mano y a abrazarla presumiblemente preocupada por su bienestar. Al principio la joven no sabía lo que sucedía, pero cuando los abrazos se volvieron cada vez más sensuales, intentó rechazar las proposiciones de la otra mujer.
  • 26. Cierta noche estaba tan fatigada, confusa y emocionalmente alterada por su difícil labor que no resistió a las caricias de su acompañante. Antes de poder darse cuenta de lo que pasaba se encontró realizando un acto homosexual. Sabía que aquello estaba mal, pero una vez exitada sexualmente ya no hubo vuelta atrás. Tenía demasiada necesidad de amor tierno y cariñoso como para frenarlo. Aquello continuó sucediendo cada noche durante algún tiempo, hasta que un día la joven partió de la base misionera para descansar y reflexionar. Con horror y vergüenza «volvió en sí», según sus propias palabras, y comprendió la perversidad de la relación en la que estaba involucrada según el punto de vista de Dios. Confesó su pecado y se arrepintió delante del Señor con lágrimas en los ojos y volvió a consagrar su vida, su cuerpo y todos sus miembros —incluyendo su sexualidad— al señorío de Cristo. La vergüenza y el asco hacia sí misma la abrumaban, de modo que fue a ver a la otra mujer y le dijo que se mantuviera alejada de ella. Cuando se negó e insistió en continuar la relación, la joven no tuvo más remedio que acudir a uno de los líderes de la organización misionera, confesar su pecado y pedir protección de aquella agresiva mujer. Esta última fue expulsada de la misión y la joven la abandonó por voluntad propia, pues no se sentía apta para seguir como misionera. Las cicatrices emocionales y la vergüenza continuaron haciéndola sufrir durante algún tiempo, hasta que el Señor se encontró con ella de una forma maravillosa y le aseguró que estaba perdonada. Con el tiempo la joven solicitó el ingreso en otra misión como misionera a tiempo completo, y sintió que debía poner a sus jefes en antecedentes de su pecado y confiar en Dios para el futuro.
  • 27. Uno de los directores de la misión, que sabía de mi ministerio con personas atribuladas, me pidió que hablara con ella. Pedí permiso para que mi mujer fuera conmigo y me lo concedieron. No fue difícil comprobar que la joven no era homosexual. En realidad se sentía atraída de una forma natural por los hombres y la repelía incluso el recuerdo de su breve relación homosexual. Se trataba de una encantadora cristiana llena del Espíritu y deseosa de agradar al Señor que, aunque oraba para que algún día Dios mandase a su vida a un hombre piadoso, había aceptado su celibato al momento. Como fuera, la joven había aprendido importantes lecciones gracias a su experiencia pasada. Esto sucedió hace varios años y ahora progresa como misionera célibe. Forma parte de un sólido grupo de apoyo en el que algunas de sus necesidades de amor y amistad están satisfechas. El hecho de haber quedado atrapada en una breve relación homosexual con una mujer mayor agresiva no la convirtió en homosexual. Y lo mismo sucede con otras muchas personas que han caído en la misma trampa. Si el lector compasivo quiere conocer aun con mayor profundidad la lucha que puede experimentar un cristiano homosexual hasta encontrar la restauración en Cristo, lea el sorprendente relato de Don Baker, publicado en 1985, Beyond Rejection: The Church, Homosexuality and Hope [Detrás del rechazo, la Iglesia: esperanza para la homosexualidad]. Para dar una idea más clara de lo que trata dicho libro, cito directamente de su prefacio: «Los homosexuales no pueden cambiar».
  • 28. Esta es una mentira que ha impregnado nuestra sociedad y que muchas iglesias aceptan como un hecho. Pero lo más trágico de todo es que muchos cristianos que luchan con la homosexualidad la han recibido también como algo real. Sin embargo, el núcleo del evangelio es la esperanza de vida nueva para todos los que la buscan, incluso para los homosexuales. Esta es la historia de cómo un hombre consiguió adoptar esa nueva forma de vida. Frank Worthen, director de Love in Action [Amor en acción] y autor de este prefacio, describe la historia que cuenta el libro como un relato de increíble desaliento y derrota, de una esposa amante aferrada a la esperanza, de amigos que se sacrifican y, finalmente, de «un hombre sacado de una enmarañada red de pecado por el poder y la gracia de Dios. Ojalá este libro –añade– sea un faro de esperanza para los miles de hombres y mujeres que han sido derrotados por la homosexualidad, pero que saben en su fuero interno que Jesucristo puede liberarlos». Por desgracia, los instintos homosexuales se cuentan entre aquellos peor comprendidos y tolerados por la iglesia. Ella tiene que amar a los menos queridos. Sin embargo, a los ojos de muchos creyentes, los homosexuales (y los que abusan de los niños) deben ser detestados. Esta actitud deleita a Satanás y a sus espíritus malos. Durante años éstos han dicho a las personas dañadas que luchan con problemas de homosexualidad que la iglesia los aborrece y no los recibirá. Su trabajo no es en absoluto difícil. Muchos cristianos se convierten en sus ingenuos aliados, al repetir como loros la mentira del diablo de que los homosexuales deben ser objeto de burla y de rechazo.
  • 29. En octubre de 1962, la revista Eternity [Eternidad] publicó un artículo titulado «Homosexuality» [La homosexualidad], del Dr. Lars I. Granberg, Profesor de sicología y sicólogo clínico en Hope College. El tema era tan polémico que a los editores sólo les faltó pedir perdón por haberlo publicado. Hace varios meses –escribieron– un joven cristiano nos mandó una carta donde hablaba de su problema de homosexualidad. Poco tiempo después, otro nos escribió sobre el mismo tema. Y más tarde todavía, un misionero que luchaba con este problema se dirigió también a nosotros. Poco a poco nos fuimos dando cuenta que se trataba de un problema más extendido de lo que nosotros habíamos imaginado … Nos habíamos refrenado durante algún tiempo de abordar la cuestión, e incluso ahora somos conscientes de que se nos acusará de sensacionalismo o de crudeza al hacerlo. Sin embargo, el problema de la homosexualidad –incluso en círculos evangélicos– no puede negarse. Aunque la receptividad de los creyentes y los líderes cristianos al tema de la homosexualidad ciertamente ha progresado bastante desde 1962, todavía nos queda mucho camino por andar. Como consecuencia de ello miles de homosexuales sin iglesia evitan nuestras congregaciones evangélicas como si fueran la peste y los creyentes con tendencias confusas a la homosexualidad permanecen encerrados en sus prisiones de culpabilidad e impotencia al no saber a dónde acudir en busca de ayuda. Aunque sería inexacto afirmar, como han hecho algunos hermanos, que todos los homosexuales practicantes están endemoniados, la actividad demoníaca en el movimiento homosexual es muy fuerte. Muchos individuos homosexuales son afligidos por demonios y algunos gravemente, incluso entre los cristianos. Todos tienen una necesidad desesperada de encontrar esa libertad
  • 30. completa que es su herencia en Cristo. Quiera Dios que seamos fieles en cuanto a amarlos con el amor de Jesús, ganar su confianza y guiarles a Cristo, para después ayudarles a encontrar grupos de apoyo dentro de nuestras iglesias. Conclución: A modo de conclusión de este artículo, debo reconocer como comenta la web católica radioconvicion, que «la humanidad conocía el pecado de sodo mía desde los tiempos del santo patriarca Abraham. Dicho pecado provocaba la justa ira de Dios -«propter quod ira Dei venit in filios diffidentiae» [«por el cual cayó la ira de Dios sobre quienes le desafiaban»] (enPrae-cepta antiquae diócesis rotomagensis [Car tas pastorales de la antigua diócesis de Rouen])-, destructora de las ciudades co rrompidas (Gn 18,16-33; 19,1-29). No le corresponde, pues, a la modernidad la triste glo ria de haber alumbrado el pecado inmundo; pero, en cambio, es propia de nuestra época la negación más radical que darse pueda de la ley natural, una negación que llega hasta a ha cer caso omiso de la perversión homosexual.»[3] Y Pablo escribe apostólicamente a una iglesia cristiana, la de Roma, que impregnada como estaba de la cultura grecorromana, se harían las mismas preguntas quizás com olas hacen muchos cristianos de hoy sobre este tema, y lo aclara con su autoridad, dejando bien en claro cual es su opinión y la del Señor que lo llamó a predicar el evangelio. Y esta misma convicción sobre este tema, es la que debe permanecer en nuestras mentes, pero supuesto, evitando el tema de la homofobia, que no es correcta ni es indicada por el Señor en la palabra. “Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad; porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas
  • 31. hechas, de modo que no tienen excusa. Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén. Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío. Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen; estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades; murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia; quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican.” (Romanos cap. 1:18-32) «La naturaleza humana se halla determina da sexualmente como macho o como hem bra, y tal diferencia sustancial se manifiesta primariamente como relación de complementariedad, la cual se echa de ver en grado sumo en la unión matrimonial. Ningún acto volitivo puede cancelar esta bipolaridad sexual («Opi namos que todo homosexual es, en realidad, un heterosexual latente»:
  • 32. Irving Bieber y otros, Omosessualitá, II Pensiero Scientifico Editore, 1997, p. 241), la cual atañe, en la uni dad del comportamiento humano, tanto al cuerpo (caracteres sexuales somáticos) cuan to al alma, de arte que el sexo, el cual se de termina en la concepción, queda fijado por toda la eternidad e implica, como tal, una in clinación relacional precisa hacia el sexo opuesto (nadie es un homosexual por natura leza). Sin embargo, la humanidad, herida por el pecado de los protoparentes, está expues ta a la perversión de sus inclinaciones naturales, inclusive la sexual, la cual, aunque se regula por la complementariedad en el seno del matrimonio y tiene por finalidad la procrea ción, puede, con eso y todo, volverse tam bién hacia fines distintos del natural, con lo que se generan esas graves patologías psiquiátricas que se denominan “necrofilia”, “pedofilia”, “zoofilia” y “homosexualidad”. La homosexualidad no muda la naturaleza del individuo (p. ej., la ceguera priva al ciego de la vista, pero no cancela su naturaleza de vidente, en el sentido de que el ser humano está hecho para ver): los gustos y los hábitos homosexuales le parecen connaturales al in vertido a causa de su patología, no ya por que tales actos y hábitos dejen de ser objetivamente antinaturales. La teología confirma lo que la razón demuestra al denunciar como herética la proposición «el pecado contra na tura (…) aunque es contrario a la naturaleza de la especie, con todo, no se opone a la natu raleza del individuo [homosexual]» (Etienne Tempier, Opiniones 219 condemnatae [219 opiniones condenadas]).»[4] Pero debemos dejar bien en claro que no son mas pecadores que cualquier otro,ni mas ni menos, sino igual de pecadores y es tambien igual sus necesidades espirituales de redención y transformación: “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso
  • 33. como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús. ¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe. Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley. ¿Es Dios solamente Dios de los judíos? ¿No es también Dios de los gentiles? Ciertamente, también de los gentiles. Porque Dios es uno, y él justificará por la fe a los de la circuncisión, y por medio de la fe a los de la incircuncisión. ¿Luego por la fe invalidamos la ley? En ninguna manera, sino que confirmamos la ley.” (Romanos cap. 3:23-31) «Lo que se ha dicho da a entender cómo juzgaba a la homosexualidad el sentido co mún de los gentiles, que se parece al de los paganos actuales, que miran la sodomía (especialmente la pasiva) con desprecio y re probación. La inmoralidad de la sodomía es de una claridad tan patente, que la misma moderni dad, aunque atea y sorda a la ley natural, no ha llegado a afirmar la bondad moral de aqué lla sino en los últimos decenios, es decir, des pués de que cayeran también, en la casi totalidad de los países occidentales, los pocos baluartes intelectuales de la conciencia recta que habían sobrevivido a las devastaciones precedentes. Dado que la obra popular divulgativa italiana por excelencia, bien que de clara matriz iluminista, define la voz “homosexuali dad” como “aberración sexual” (Enciclope dia Garzanti Universale, 1962/69), y dado también que la misma cultura marxista- leninista catalogó a la sodomía entre los vicios antisociales, por no hablar de Freud, quien, aunque era hostil a la fe y a la moral, se cen tró, con todo, en la cura psiquiátrica de los invertidos, no puede uno dejar de reconocer, como conclusión, en estos testimonios de los enemigos de la verdad, la obviedad del juicio moral sobre los actos homosexuales, una obviedad
  • 34. tal, que incluso quien negaba a Dios y negaba la realidad no osaba, so pena de caer en el ridículo, afirmar lo contrario.»[5] Notas bibliograficas [1] http://www.conviccionradio.cl/es/Formacion/NeoMarxismo/La-Legitimacion-de-la- Sodomia.html – [2] Obtenido de “Murphy, Dr. Ed, Manual de Guerra Espiritual, (Nashville, TN: Editorial Caribe Inc.) 2000, 1994.” [3] La Legitimación de la Sodomia ,(conviccionradio.cl) [4] Ibid [5] Ibid