2. El Museo Thyssen de Madrid, propone para este otoño la exposición “Gauguin y el viaje a
lo exótico”, una exposición donde encontrarse con los grandes nombres de la pintura de
aquellos intrépidos artistas que siguiendo a Gauguin (1848-1903) miraron más allá, a los
mundos exóticos, en busca de la autenticidad.
El primer gran viaje de Paul Gauguin tuvo lugar cuando aún era un niño, se trasladó de su
Orleans natal a Perú exiliándose de la Francia de Luis Napoleón Bonaparte. Al volver a
París y hacerse mayor, hizo lo que todo buen burgués de finales del siglo XIX: casarse,
tener hijos y trabajar en el mercado bursátil.
Pero para Paul Gauguin no era suficiente, su necesidad de arte le llamó primero como
comprador y después como pintor. En poco tiempo se hallaba exponiendo en el Salón de
los Impresionistas, pero esto tampoco le satisfacía, buscaba algo más. En 1886 y 1887
viajó a Panamá y a las Antillas Francesas, donde experimentó con la luz y sobre todo con
el color.
3. Al volver a París reivindicará la búsqueda del
exotismo y de la autenticidad de la naturaleza
y los pueblos aborígenes y no dudará en
señalar que hacía falta huir de la vorágine de
la modernidad y de la sociedad burguesa
para encontrar la ansiada libertad de creación
en ese remanso de paz al otro lado del
mundo que para él fue el paraíso tahitiano.
En 1891 viajó a Tahití, donde realizaría sus
obras más famosas. Gauguin vivió en Tahití
entre 1891 y 1893 y regresó de nuevo en 1895
hasta su muerte en las Islas Marquesas en
1903. Este viaje a lo exótico protagoniza la
muestra del Museo Thyssen, donde además
del viaje, se recalca la labor etnográfica de
aquellos artistas que como Gauguin se
atrevieron a descubrir paraísos lejanos aun
por conocer.
A partir de Gauguin el viaje a los Mares del
Sur se convirtió en un viaje hacia el Origen,
hacia lo primigenio, en busca de la libertad,
una nueva luz, un nuevo color, un color puro,
entero, primordial, nunca visto antes.
4. Con un total de 110 obras, la exposición aborda tres cuestiones en torno a Gauguin y el
viaje a lo exótico.
1.- La figura de Gauguin y sus pinturas creadas en la Polinesia que se convirtieron en
imágenes muy seductoras en el arte moderno y que además ejercieron una poderosa
influencia en los movimientos artísticos de comienzos del siglo XX como el fauvismo
francés y el expresionismo alemán.
2.- El viaje como vía de escape de la civilización que servirá de impulso renovador a la
vanguardia, y el viaje como regreso a los orígenes, al estado utópico del paraíso que
anhelaba el primitivismo.
3.- La concepción moderna de lo exótico y sus vinculaciones con la etnografía.
6. Muebles relucientes
Pulidos por los años
Embellecerán nuestra
habitación;
Las más raras flores
Mezclando sus aromas
A los vagos olores del ámbar,
Los enjoyados techos,
Los espejos profundos,
El esplendor oriental,
Todo allí hablaría
En secreto al alma
En su suave lengua natal.
Allí solo hay orden y belleza,
Lujo, calma y voluptuosidad.
(Charles Baudelaire,
Invitación al viaje, 1857)
Delacroix: Mujeres de Argel en un interior, 1849
9. A ambos lados cocoteros y otros árboles frutales. Lo que más me agrada son las
figuras: todos los días hay un vaivén continuo de las negras ataviadas con ropas de mil
colores, de movimientos gráciles e infinitamente variados. De momento me limito a
hacer boceto tras boceto para empaparme de su carácter; más tarde las haré posar.
Llevan pesados fardos en la cabeza y al mismo tiempo van parloteando incesantemente.
(Gauguin, Escritos de un salvaje)
Gauguin: Idas y venidas, Martinica, 1887
18. John La Farge: La entrada del río Tautira, Tahití.
Pescador con arpón. H 1895
19. Comenzó entonces la vida
plenamente dichosa.
Cuando salía el sol salían también,
juntos, la felicidad y el trabajo,
radiantes como él. El oro del rostro
de Téhura llenaba de claridad y
alegría nuestra casa y el paisaje de
alrededor. Ella ya no me estudiaba,
ni yo la estudiaba a ella. Había
dejado de ocultarme que me
amaba, y yo de decirle que la
amaba. ¡Vivíamos así, los dos, en
la mas perfecta sencillez!. (….)
¡Paraíso tahitiano, nave nave
fenua: tierra deliciosa!.
(Gauguin, Noa Noa, 1893-94)
Gauguin: Dos mujeres
tahitianas, 1899
26. Nadie anda impunemente bajo las palmeras, y el modo interior de
ver se transforma ciertamente en un país donde los elefantes y los
tigres están en su casa.
(Goethe, Las afinidades electivas, 1809).
Henri Rousseau: Paisaje tropical con un gorila atacando a un indio, 1910
36. Gauguin: mujer tahitiana, carboncillo
y pastel, h 1894
Gauguin: negrerías Martinica,
gouache, acuarela, 1890
37. Gauguin: dos
marquesanas, monotipo,
h 1902
(…..) Se puede decir que en Tahití el alma de este peruano, originariamente
enamorado del sol, de la fuerza y de esa simplicidad dúctil a todas las voluntades
espirituales, ha encontrado su elemento esencial. Allí le llamaba su instinto, y no le
engañaba. Esas razas lejanas, ante las cuales nuestra vanidad blanca se cree con
derecho a sonreir, él ha sabido verlas, ha sabido decir su belleza salvaje, su nobleza
natural, no alterada todavía por la fosforescencia de nuestra podredumbre, ha sabido
comprender su ingenuidad, con frecuencia terrible, con frecuencia también profunda,
de sus leyendas; ha amado la franqueza vital de esta existencia al aire libre, y la ha
compartido en lo moral tanto como en lo físico.
(Charles Morice, Paul Gauguin, 1893).
44. Un desnudo de una joven. En esa postura, una nimiedad, está indecente. Sin
embargo, la quiero así, las líneas y el movimiento me interesan. A continuación
aplico a su cabeza un poco de terror. Tradicionalmente, este pueblo siente un
gran temor ante el espíritu de los muertos. Una joven de nuestro país sentiría
temor de verse sorprendida en esta posición. La mujer de aquí, en absoluto.
(Gauguin, Escritos de un salvaje)
Gauguin: Manao tupapau, litografía, 1894
45. Gauguin: Te arii vahine (mujer de sangre real),
xilografía, 1898
56. Cuando la clara luna del
norte se levante, me
recordará esta noche como
reflejo mortecino y me
servirá una y otra vez de
advertencia. Será como mi
novia, como mi otro Yo. Un
estímulo para encontrarme.
Yo mismo, en cambio, soy
la salida de la luna del sur.
(Paul Klee, Diarios, 1914).
Emil Nolde: noche de luna, 1914