El documento discute cómo la ciencia no es neutral y siempre está influenciada por ideologías. Argumenta que, según Feyerabend, no existe una única verdad científica sino discrepancias en cómo interpretar la realidad. También analiza cómo la ciencia usa su autoridad para legitimar su poder sobre la población a pesar de producir conocimiento provisional. Finalmente, propone que la ciencia debería ser más democrática e incluir diversas perspectivas culturales.
1. El acto de mirarse el ombligo y su sentido. El caso de
la ciencia y su justificación.
Autor: Devanir da Silva Concha
Introducción
En este texto se profundizará en la discusión sobre el poder de la ciencia en la
sociedad occidental y las consecuencias en una población diversa culturalmente.
Se argumentará este texto que no hay ciencia sin una visión, sin una convicción y
sin una cierta ideología (más allá de ser una rema de la filosofía que indaga en el
origen de las ideas), que la acompaña. Hay en cada mirada sobre la realidad un
supuesto que la sustenta, el primer ejemplo que presentamos es un caso que
busca encontrar la verdad desde el margen y el segundo es la disputa entre dos
cosmovisiones.
Según Feyerabend, la investigación científica es un arte poseedora de una
legitimidad fáctica y una dimensión histórica, por lo tanto no existe verdad o
falsedad única en la Ciencia. Lo que hay son discrepancias, y tensiones sobre
qué hechos tomar en cuenta y cómo interpretar lo real con un Otro/a.
¿Como puede, la ciencia con su inestabilidad y sus “productos provisionales”, ser
apelables como explicación universal? Feyerabend ciertamente nos muestra que
la ciencia en fondo es un trazado irreversible de decisiones y que la historia de la
ciencia que está llena de historias de fracasos, sin embargo nos deja, finalmente,
con que también debería pensarse como un enunciado socio-político sobre el
locus del poder, simbólico y real.
El diseño del texto es primero argumentaremos brevemente como se ver y pensar
el proceso investigativo, segundo sobre el arribo de la ciencia, tercero revisión
aspectos de cómo se legitima el poder y ejemplificación del poder simbólico pero
no por eso menos real de la Ciencia, y cuarto un develamiento de que realmente
existe la ideología en la ciencia.
2. Paradoja del proceso científico. (festina lente)
Festina lente (lat. : apresúrate lentamente, apura despacio, corre calmoso la
carrera de la vida.) En cierta medida esta frase latina es, inicialmente, una
paradoja. Sin embargo, esta frase se podría ver en la ciencia actual como un
intento de reconciliación con el dualismo cartesiano. Esto es, dado que la
dualidad está concentrado en tanto la acción – cuerpo – como en la mente –
pensar -. Esta frase pide que rápidamente se incurra a la acción (criterios de
intervención y demanda de población), para lograr una respuesta o por lo menos
una resolución. Con esto viene la segunda parte, que apela simultáneamente a la
necesidad de un proceso – lento y pausado - de digestión mental a priori de la
situación que se tiene a mano o en el cual está inmersa. Esta frase sería
entonces aplicable a la ciencia tanto como proceso y así como la legitimidad del
poder frente al Otro/a.
La ciencia aplica – dimisión práctica que aquí podríamos llamar arte - y la ciencia
justifica discursivamente – dimensión que podríamos llamar aquí religión- su
propia existencia y crea así un contraste con la imagen de una sociedad en que
nos creemos encontrar: la posmodernidad. O en otras palabras, la ciencia es
nada más que una estructura subordinada a y cerrada en un ciclo auto-
complaciente de la clase oligárquica moderna. Se trata de auto-legitimarse
simbólicamente como aquellos productos que se venden en los canales de cable
estando la marca “Ciencia” cotidianamente presente con el enunciado largamente
abusado “…y están científicamente comprobado”, convirtiendo así el mismo
enunciado en algo suficiente para la legitimidad de aquello impuesto, algo así
como una estrategia Goebbels pretendiente de modernista y liberal.
Perspectiva antropológica y una acotación.
En Antropología la relación con el Otro/a es crucial, no tanto como una
aseveración con pretensiones cientificistas sino como un pleno y sincero
cuestionamiento de los parámetros existenciales del observador, y por tanto de
su mirada particular y situada. En la disciplina de la Antropología se ha sabido
3. desde un buen tiempo que no basta con simplemente establecer procedimientos
para llegar a Una verdad, mediante una mirada que pretende ser objetiva de la
realidad social. En este sentido, la disciplina de la Historia ha estado siempre
cerca de Antropología para hacer ver que aún por naturales y funcionales que
consideremos al procedimiento científico, que además de detenta poder, a ciertas
instituciones les haría bien recordarse que ellos son “productos” históricos o de
una praxis social particular.
El status de la ciencia, en tanto una institución fundamental de la sociedad, reside
y descansa sobre el carácter de autoridad que tiene los dichos de ese alguien
dentro del círculo de poder: el científico. Ésta autoridad, y así lo plantea
Feyerabend también, le fue otorgada en última instancia por los usuarios, los
clientes o, más general, el pueblo. El problema no está solo en el uso y abuso del
poder sino también en uso y abuso de la creencia ciega, dejándolos (los
cientificos) así en libertad de decidir cómo, cuando y porque incide sobre las
propias vidas de los usuarios, los clientes o pueblo.
Si bien es cierto que el poder se toma activamente, no es menos cierto que
entonces el poder también se detenta pasivamente, otorgado por la creencia – o
la fe – del usuario, cliente o pueblo en el personaje de bata blanca: médico u
ingeniero. Entonces la propuesta de Feyerabend de la democratización de la
ciencia (en tanto una apuesta al futuro y que poder participar todos los
ciudadanos) es importante porque entrega y devuelve el destino a los cuerpos y
mentes que con impuestos pagaron por los programas científicos y los expertos
que ahí trabajan. Entonces no es tan sólo una crítica epistemológica, sino
también es una propuesta político-social de cambiar el propósito último de la
Ciencia en tanto institución social e histórica.
Sin embargo el primer punto crítico en el cual me detengo es acerca del objetivo
de la ciencia planteado por Feyerabend:
“Una ciencia interesada por encontrar la verdad debe retener todas las
ideas de la humanidad para su posible uso, o, dicho de otra forma, la
historia de ideas es un constitutivo esencial de la investigación
científica”.
4. La pregunta que surge es: ¿Es distinto plantear lograr “la verdad” - concepto
mucho más perteneciente a la filosofía o la discusión moral – sí se plantea
explorar y describir la realidad social? Creo que sí, el punto de partida y
supuestos de reflexión en cada uno de estos dos casos son muy diferentes.
Respecto al primer punto, “la verdad” es más bien un concepto filosófico
existencial en el cual de piensa sobre lo real, mientras que deberíamos tener
como objetivo indagar en lo real y es por tanto un concepto más asentado en lo
concreto. Me hace pensar que indagar y conocer es la finalidad de la ciencia,
más que saber la esencia o verdad de los fenómenos. Eso solo sería posible en
la medida que hubiera una mirada plenamente objetiva de la realidad social, sin
subjetividades ni complicidades egocéntricas. Creo que en ese sentido
encontrarme en una discrepancia con Feyerabend respecto a cuál debiera ser la
finalidad de la ciencia.
Segundo punto al cual me detengo es que la historia de las ideas - esfera ya muy
amplia – si esta va ser realmente reflejo del pensamiento humano en su totalidad,
también debe incluir las reflexiones y supuestos del pensamiento del mundo no
occidental. Funcionamos muy dentro de los parámetros del pensamiento
occidental como es lógica lineal e irreversibilidad de fenómenos entre otros. Por
tanto plantear que el objetivo de la ciencia sea la verdad es también caer en fijar
una finalidad única de una práctica tan diversa.
La lógica del pensamiento científico occidental ha funcionado básicamente sobre
la base de que errores se van eliminando de la ecuación y que finalmente se
deberá llegar a la respuesta – citada muchas veces como La Verdad – de un
fenómeno determinado. Sin embargo no está implícito en el pensamiento
occidental asumir que los errores también pueden llevar a las respuestas, pero no
como meras “accidentes” o meras coincidencias científicas.
Aspectos centrales de la constitución de poder
El supuesto en las ciencias, tanto naturales como en ciencias sociales, que la
realidad es externa al sujeto, a estas alturas, podrían ser consideradas como un
eco del pasado, una ilusión de un tiempo glorioso. El sujeto hablante – situado
históricamente – se encuentra condicionado pero no determinado, por una logia
5. basada en ideas sobre su existencia, mejor dicho por una ideología, en un u otro
grado. Por lo cual estoy plenamente de acuerdo con Feyerabend cuando afirma
que la ciencia es grupo de presión política, por tanto obedece a la ideología
imperante. Las visiones – ideologías – en disputa serían modos particulares de
ver la realidad hecha presente y validada por su mera presencia, por ejemplo a
través de los medios de comunicación de masa.
Ahora bien, tanto la ciencia como la iglesia no obtiene su poder repentinamente
de la mano divina que desciende de los cielos, sino también mediante la creencia
de que aquello que se les entrega como respuestas, existenciales y plegarias de
fenómenos en el mundo, sea reflejo de una realidad o incluso sea La Realidad.
El problema, desde mi perspectiva, es que lo divino se pinta como lo
humanamente inalcanzable, aquello más allá del mortal humano. Entonces la
ciencia, así como la religión, ambos con pretensiones de predecir eventos y
hechos y por tanto con una moralidad a priori, apelan a esta trascendencia como
para justificar el ejercicio del poder en el mundo mortal, tanto hoy como en el
futuro.
Lo que creo que muestra el relato “El eclipse” es el sentimiento de soledad en el
que está inmerso fray Bartolomé, de su país España y de la inmensidad de la
selva guatemalteca. Sin embargo esto deja rápidamente de lado por el
sentimiento de sobrevivencia del personaje y de sobreponerse la situación. Así:
“dos horas después el corazón de fray Bartolomé Aráosla chorreaba
su sangre vehementemente sobre la piedra de los sacrificios, mientras
uno de los indígenas recitaba sin ninguna inflesión de voz, sin prisa,
una por una, las infinitas fechas en que se producirían eclipses solares
y lunares, que los astrónomos de la comunidad maya había previsto y
anotado en sus códices sin la valiosa ayuda de Aristóteles”.
El euro-centrismo ingenuo, así como esta planteado en el cuento, es
representado como un burdo acto de soberbia cuando fray Bartolomé trata de
salvar su vida. Así el relato también representa la lucha simbólica entre dos
cosmovisiones que se enfrentaron (en una balanza desequilibrada de poder) en
6. el día a día en los primeros años de la conquista pero también durante la colonia
y la independencia en América Latina, y porque no decirlo hasta el día de hoy. La
ciencia en la sociedad maya estaba representada por la clase de clérigos y
astrónomos y que juntos, con el poder ejecutivo del Estado, se expresaba su
poder en un simple pero mortal acto: la ejecución. Además siendo que los mayas
tenían claro que ese día iba haber un eclipse, muestra la fuerza simbólica que
tenían, pero no por eso menos real, igual como la tenía Aristóteles para fray
Bartolomé.
En ambas lecturas hay una disputa contra una hegemonía – de acción simbólica
por cierto – con el entorno. En el primer caso – texto de Feyerabend – nos guía
por el trasfondo inconsistente de la práctica y teoría de la ciencia establecida,
predominante y de cierta manera excluyente. Y en segundo caso –el texto de
Monterroso – el fray Bartolomé lucha, desde su cosmovisión ciertamente, para
salvar su vida con acto ingenuo de burda predicción, que ya había sido
anticipado.
El punto aquí es el tema de poder – en tanto acto de sometimiento y de sumisión
– es transversal en los textos, y además en la realidad social también. En el caso
de Feyerabend es externo al texto – aún teniendo incluido varios referentes
discursivos - y a medida que se tiene presente como telón de fondo a la
discusión. Sin embargo en el texto de Monterroso esta disputa – de visiones de
mundo - se encuentra explícitamente puesto en el texto. Ciertamente la sociedad
occidental – con sus pretenciones escondidas de superioridad – ha estado
siempre coqueteando con la idea de la ciencia objetiva ya que, en última
instancia, ésta daría el poder para manipular lo social convenciéndolos no tan
solo de que se comparte una mirada o cosmovisión de la realidad sino porque
puede decir que “el bien” común es la finalidad de la Ciencia y por tanto la
herramienta para llegar a ese fin será justificado por el mismo pueblo al cual se
encuentra dirigido la ciencia. Todo esto sería como una democracia maquiavélica
si se quiere.
7. Conclusión
Frente a este escenario de no poder hacer una ciencia sin ideología, quedaría
proponer ponerle apellido a la ideología y sacarle el sentido peyorativo que
actualmente posee o que se le puede atribuir. Puede ser un acto de consensus
aberrante pues aún así creo que es válido.
El poder es la estructura - real y simbólica - que corrompe a los que se insertan
en ella. Además de esa mirada - en un burdo acto de autocomplacencia - retoma
fuerza y se legitima cuando en realidad es una mera coincidencia con los
fenómenos considerados externos al sujeto.
En vista de la diferencia entre lo real (ideologías en disputa, pero una más
poderosa que otra) y lo ideal (ideología democrática) se debe considerar además
“la ideología del marginal” que funciona y es sostenida por la idea y precedida por
la imagen del hombre rebelde. Deberíamos recordar la definición de ideología
que aquí se está manejando.
“La ideología es un conjunto de valores sociales, ideas, creencias,
sentimientos, representaciones e instituciones mediante el que la gente, de
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forma colectiva, da sentido al mundo en el que vive”.
Consideramos que – si es que la critica en esta definición es la ausencia de la
dimensión de poder – que el compartir un conjunto de ideas, sentimientos etc
también constituye una herramienta de poder. No necesariamente el poder se
expresa en la violencia física sino en la simbólica por lo cual es necesario ser
más sutil para saber cuando se transforma de facto en algo opresivo a la
individualidad. O sea que la ideología del rebelde también contiene en sí mismo
la opresión.
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Recuperado 2005-12-05. pagina web: http://www.cnep.org.mx/Informacion/teorica/ideologia.htm
8. La conclusión es entonces que estamos aún estando conciente de la paradoja
que la ideología está en la base de las ciencias (siendo individuos que la hacen),
raramente se puede despojar, en la práctica, la imposición del otro/a en el puesto
de poder (estamos en una sociedad basada en la supuesta necesidad de un
“cabecilla”) y así dejamos de lado o quizás se olvida la alternativa. La pregunta
que surge aquí es encones si habría la posibilidad de una sociedad sin
diferenciación social? No, ciertamente estamos al parecer, obligados a aceptar el
hecho de que cuando la sociedad humana se torna más compleja, la
diferenciación social hace menos problable la posibilidad de equidad entre los
seres humanos, hombres y mujeres, en lo privado y lo público.
Además creo que detrás de esta temática también está el hecho de la poca
aceptación de la muerte como un hecho propio de la vida. No digo con esto que
debemos aceptar cosas que podrían haber sido evitadas, pero sí asumir que
hegemonía de la ciencia occidental es tal porque ha demostrado, históricamente,
tener una alta efectividad (pero no hace todo) para curar, explicar, intervenir etc.
Aún con esta visión algo conformista creo que es imperativo incorporar otras
formas de “mirar” la realidad (una epistemología cualitativamente distinta del la
occidental) que nos rodea y que su incorporación sea en sus términos y
colaborativo con el Otro occidental. Dando más y perfeccionando así a la
compresión de la Ciencia y humanizando su praxis.
Bibliografía
- CENEP, México. Ideologías. Recuperado del sitio:
http://www.cnep.org.mx/Informacion/teorica/ideologia.htm en fecha: 2005-12-17
- Monterroso, Augusto, Cuentos, Fábulas y lo demás es silencio, Editorial
Alfaguara, México, 1996.
- Feyerabend, Paul, Adiós a la razón, Editorial TECNOS, Madrid, 2da. Edición,
1992.