1. La Filosofía Helenística
Por Francisco J. García Moreno
Profesor de Filosofía IES Vistazul de Dos Hermanas (Sevilla)
2. ¿Qué es el Helenismo?
Tradicionalmente se ha considerado al helenismo como el período histórico que va desde la
muerte de Alejandro Magno hasta el apogeo del imperio romano. Filosóficamente se le
considera como un período menor, de transición entre el apogeo de la cultura ateniense y la
aparición y expansión del cristianismo dentro del imperio romano, es lo que suele
considerarse como la decadencia de Grecia. Esta opinión bastante generalizada en el
pensamiento filosófico contemporáneo se debe a la influencia de Hegel, quien consideraba
que las escuelas filosóficas desarrolladas en este período histórico no estaban a la altura
intelectual del platonismo o del aristotelismo, sistemas que seguían predominando dentro
de la cultura helénica a través de la labor tanto de la Academia como del Liceo.
Fue Droysen (“Geschichte des Hellenismus” 1836-1843). quien introdujo el término
"helenismo" en la acepción precisa que tiene al referirnos a esta época: la expansión del
espíritu griego a otras culturas adyacentes y su sincretismo con ellas.
Históricamente podemos enmarcarlo entre dos fechas: la del año de la muerte de Alejandro
Magno. y también la de Aristóteles, en el 323 a. C. hasta mediados del siglo II d. C., cuando
comienza la gran expansión intelectual del cristianismo que alcanzaría su culmen en el
concilio de Nicea en el 323 d.C. Es decir propiamente podríamos hablar de un helenismo
"griego" y de una prolongación del helenismo en el mundo romano. Esto es así porque dos
de las grandes escuelas helenísticas: epicureísmo y estoicismo, tuvieron un enorme
desarrollo durante la Roma republicana e imperial.
3. Características intelectuales y sociales del Helenismo
Lo que caracteriza este período helenístico es la enorme expansión de lo "griego" como elemento civilizador. Las
conquistas de Alejandro habían exportado a oriente y occidente, una lengua común, el koiné diléktos, que sirvió para
extensión del espíritu griego a través del arte, la religión, la literatura, la filosofía y la ciencia, resumiendo todo esto en
un modo de entender y comprender el mundo. La helenización obtuvo su éxito gracias a la sinergia y ecúmene que se
dio en las grandes ciudades recién fundadas, como es el caso del Alejandría de Egipto.
En este período el individuo queda comprendido como súbdito de una comunidad mucho más amplia que la de la polis.
La polis que Aristóteles había considerado como entidad perfecta y definitiva, resulta ya una entelequia desfasada y
superada por una nueva realidad política como son los nuevos reinos. La ciudad ya no autosuficiente en lo político y lo
económico, ahora depende de un ente superior: el estado. Si bien es cierto que Atenas continuó siendo la sede principal
de la filosofía ya no lo fue de las ciencias, privilegio que empezó a ostentar Alejandría, ciudad que conjuntamente con
Rodas se erigió en capital del comercio y de intercambio de conocimientos saberes y técnicas.
Es cierto que el helenismo se convierte en una cultura de grandes ciudades que crean un nuevo marco político, en el que
el papel del filósofo queda relegado a otro plano. Platón y Aristóteles habían considerados a los filósofos al servicio de la
comunidad, en cambio, para los filósofos del helenismo el ideal del sabio no tiene ya un destino cívico, sino apolítico,
expresado a veces de forma radical como es el caso de los cínicos, y otras veces quedando sencillamente al margen del
compromiso social al modo epicúreo o estoico. En este período el hombre ya no es un animal político sino un ser
cosmopolita. El individuo ya no se integra en la polis sino en el amplio mundo, y sus deberes ya no son deberes cívicos
para sus convecinos, sino un compromiso con todo lo que es humano. Este periodo se distingue porque las propuestas
filosóficas buscan recuperar para el individuo lo que está perdido para la ciudad: la autosuficiencia o autarquía.
Así este período concibe la filosofía como un modo de vida individual y como una tabla de salvación: la misión del filósofo
es saber vivir, enseñar a saber vivir y eso sólo es posible comprendiendo el mundo y la realidad tal como es.
4. Las Escuelas Helenísticas: Los Cínicos
Diógenes Larecio se preguntaba si había de considerarse el cinismo como una verdadera escuela filosófica o más bien como una actitud
desafiante ante la sociedad y la vida. Es cierto, que la pobreza intelectual o teórica de la secta contrastada con la desenvoltura y firmeza con
la que sus adeptos expresaban sus convicciones y por lo tanto su rechazo a las normas de la sociedad en un claro desafío individual. Los
cínicos son reseñados como una especie de filósofos callejeros, desarraigados y populares en el sentido de que eran conocidos por todos,
dentro de sus ámbitos.
Aunque propiamente no tenían una teoría filosófica, ni desarrollaron un sistema lógico metafísico, ni siquiera un sistema ético, si
mostraban ciertos rasgos comunes: un rechazo de la cultura y la civilización, y la búsqueda del nuevo ideal de vida.
Diógenes de Sínope se complacía en llamarse así mismo cínico: “discípulo del perro”. Tanto él amigos hacían en público, a la manera de
los perros, aquellos actos que la gente suele hacer en privado por pudor. Carecían del menor respeto hacia las instituciones y los objetos
más sagrados de la comunidad. El perro era, en lenguaje coloquial, el símbolo de la desvergüenza, así que tal sobrenombre se ajustaba a la
impúdica y escandalosa manera de comportarse del filósofo de la tinaja. Sabido es que el acogió tal apodo con satisfacción, alegando que
como los perros sabía ser fiel a sus amigos y morder a sus enemigos.
Esta escuela es una de las llamadas escuelas socráticas menores, sus fundadores fueron discípulos de Sócrates y las características
comunes de tener una orientación ética y de recurrir a la dialéctica e ironía socrática. La orientación moral de los cínicos estuvo al
servicio de una vida ascética y de desprecio de los bienes materiales. El sabio cínico busca sólo la virtud y no desea ni los bienes ni los
placeres, libre de todo y de todos, desprecia las normas usuales de conducta social e importuna a los demás provocándolos con la
absoluta franqueza, proponían un retorno a la naturaleza y un rechazo de las convenciones y artificios de la civilización. Admiten como
valor fundamental la libertad de acción y de palabra, la virtud individual, el esfuerzo y la austeridad y descartan todo tipo de placer.
Los cínicos son el fiel exponente de una época de crisis, se dedicaban a predicar la libertad radical individuo frente a la sociedad. Para ellos
la virtud consistía en vivir conforme a la naturaleza y obtener de esta sólo lo que es necesario para vivir, siguiendo así el ideal de autarquía,
(carencia de necesidades o autosuficiencia) de inspiración socrática, pero entendida en un sentido totalmente individualista Así, cualquier
placer derivado de una vida social es considerado como una condena de esclavitud que por tanto debe ser rechazado. Pero a diferencia de
Sócrates, son antiintelectualistas. Este antiintelectualismo les separa de la ética socrática. Por ello, los cínicos, más que forjar un sistema
o una doctrina moral, forjaron ejemplos de comportamiento: la virtud para ellos no es un saber, sino una forma de conducta. La
autarquía consiste, pues, en lo opuesto al nomos, en cuanto que todas las costumbres regladas, las creencias religiosas transmitidas por
tradición y las leyes son opuestas a la auténtica naturaleza. El cínico prefiere una vida natural y sencilla antes que participar en el boato
de una sociedad que se le aparece como inauténtica y en una cultura alienante y, quizás, carente de los medios intelectuales de oponerse
a ésta, adopta un estilo de vida chocante y provocador. De esta manera, prefiere el modelo de la vida salvaje antes que el de una vida
sometida a las reglas de un rebaño ordenado pero embrutecedor.
5. Las Escuelas Helenísticas: El Epicureísmo (I). Sistema Filosófico
Una de las grandes corrientes filosófica desarrollada en el período helenístico, coetánea al estoicismo, fue fundada por
Epicuro primero en Mitilene en el año 311 A. C Posteriormente, Epicuro se trasladó a Atenas donde fundó su escuela
conocida como El Jardín, por ser en el jardín de su propiedad donde se reunían y hospedaban sus seguidores y
amigos. Durante toda esta primera época, vinculada directamente al maestro, los epicúreos polemizaron
especialmente con los platónicos, los aristotélicos, con los seguidores de las escuelas socráticas y con la naciente
escuela estoica.
El sistema filosófico de Epicuro no constituyó un eclecticismo intelectual como muchos han pretendido ver en
él, sin una auténtica actitud personal que se da como respuesta práctica a experiencias que buscaban el
camino para alcanzar la felicidad. La filosofía de Epicuro es "una especie de saber para la vida" que
significaba tanto una práctica común saber frente al mundo, y que hacen del filósofo un auténtico sabio y
un ser dichoso. Sabio será aquel que lleva una vida feliz, no el que corra tras un ideal teórico; es el arte de
vivir una felicidad constante frente a los que llevan una vida dedicada a la investigación y a la teorización sin
pararse a meditar en el verdadero fin de la existencia humana.
Epicuro, partiendo de una postura auténticamente personal, aceptará planteamientos ya dados y negará otros,
para el final mostrarnos un sistema coherente y armónico. Epicuro afirma que la realidad es sensible, y que será
conocida por el individuo por el único camino: a partir de los datos de los sentidos; que el alma es material y
corpórea, y como tal perecerá separarse de los átomos que la componen. Con esta afirmación Epicuro aceptaba
el atomismo de Demócrito. La nueva filosofía de la naturaleza se convierte en instrumento necesario de la
salvación personal, instrumento que jamás estará exento del conocimiento científico, sin el cual no seamos capaces
de alcanzar la felicidad.
Epicuro dividió la filosofía en tres partes:
• la Canónica (lógica y teoría del conocimiento),
• la Física (cuyo objeto es el verdadero conocimiento de la naturaleza)
• la Ética (que trata de la moralidad y felicidad que debe lograrse en esta vida)
Pero, puesto que concibe la filosofía como una reflexión para alcanzar la felicidad, la Canónica y la Física estaban en función de
6. En la canónica, la filosofía epicúrea tomó como centro de reflexión, no un supuesto mundo más
allá, sino el radical más acá que es el cuerpo. Así, el alma se diluía en todo el organismo y era
concebida, a la manera atomista, como formada por átomos. De esta manera, eliminaba todo
dualismo entre alma y cuerpo, así como todo dualismo entre sensación-intelección, o entre doxa
y episteme, y podía elaborar una teoría del conocimiento según la cual el criterio de verdad es
la percepción, que se produce por la recepción de los efluvios que provienen de las cosas; la
percepción es siempre verdadera y los errores provienen del juicio.
En física adoptó la teoría atomista de Demócrito. Principios fundamentales de la física
epicúrea expuestos en la carta a Heródoto:
• Nada nace de nada el todo es eterno e inmutable; todo lo componen los átomos y el
vacío; los cuerpos un átomos o agregados de átomos; el todo es infinito..
• Los átomos eternos, permanentes inmutables tienen forma, extensión y peso.
• El mundo no se origina del caos. Todo fue siempre lo que es ahora.
• La percepción verdadera es a través de los sentidos.
• La naturaleza de los cuerpos celestes no es distinta a la de nuestro mundo.
• El alma es mortal; el alma también se compone de átomos sutiles. Es corpórea.
Las Escuelas Helenísticas: El Epicureísmo (II) Filosofía Canónica y Física
7. Las Escuelas Helenísticas: El Epicureísmo (III) La Ética
Una de las características de la doctrina epicúrea es la subordinación de todo su sistema filosófico a conclusiones de
carácter moral. Todo está subordinado a encontrar el remedio que conducirá al hombre a una vida tranquila y feliz. La
filosofía se convierte así en una medicina que el sabio necesita para procurar a su alma la tranquilidad y el sosiego. Estas
tesis de carácter moral aparecen de manera clara y coherente en uno de sus textos más importantes: La carta a Meneceo.
Esta carta contiene el famoso tetrafármaco o cuádruple remedio en el que se condensa la doctrina de Epicuro:
• Los dioses no se han de temer, cree que existen pero, como todo cuanto existe, también están hechos de
átomos y viven en otros mundos, por lo que no son providentes ni se preocupan de nuestros actos
• No hay que tener a la muerte, cuando yo estoy, ella no está, y cuando ella esté, yo no estaré, somos
incompatibles.
• el bien es fácil de procurar consiste en no prestar atención al dolor y en alejarse de él mediante el recuerdo
de los placeres pasados
• el mal, fácil de soportar, un dolor intenso tiende a ser breve, mientras que un dolor continuado o crónico
suele ser más leve.
8. Las Escuelas Helenísticas: El Epicureísmo (IV) Ética y Felicidad
La base de la felicidad es el placer, esto lo señala Epicuro repetidas veces en la carta a Meneceo . El objetivo de la ética es buscar aquellos que
produce placer y evitar lo que nos conduce al dolor, porque el placer es el principio y fin de una vida feliz.
No hay otro que el de ser felices, porque la felicidad es algo connatural al hombre. Con la simple observación de los niños y de los animales
comprobamos que por naturaleza todo viviente busca el placer y aborrece el dolor. No hay posibilidad de error en esta afirmación, que tanto los
sentidos como las sensaciones nos atestigua.
Para Epicuro la supresión del dolor produce placer, un placer estable o catastemático distinto al placer cinético como es la alegría, que es inferior,
afirmando además que los dolores del alma son peores que las del cuerpo pues éste sufre tormentos presentes, en el alma quedan grabados los del
pasado y se puede sufrir por los futuros.
Puesto que el placer es la ausencia de dolor, dice Epicuro, debemos dejar actuar a la prudencia, ya que ella nos conducirá, a través de su cálculo, a
separar los deseos aceptables de los desechables. La división de los deseos es expuesta en las máximas capitales y en ellas dice:
"de los deseos, unos son naturales y necesarios. Otros, naturales y no necesarios. Otros no son naturales necesarios, sino que nacen de la vana
opinión " (M.C XXIX).
Los deseos naturales necesarios son los que hacen referencia inmediata supervivencia y causan dolor si no son saciados de inmediato, así será
necesario efectivamente calmar el hambre o sed, pero en ningún caso entrarían dentro del mismo grupo aquellos deseos de manjares o de bebidas
que embriagan, esto deseos no necesarios son los que van urgiendo como variación del placer, pero no producen dolor si no son satisfechos. Se
pueden considerar como naturales pero no necesarios.
La filosofía como medicina del alma nos enseña distinguir los verdaderos placeres, necesarios, de los vanos y superfluos, y también a rehuir de la
exageración. El placer y los deseos en todo momento han de ser moderados. La tranquilidad, la ausencia del dolor del cuerpo, es algo necesario
para alcanzar la serenidad del alma o ataraxia.
9. Las Escuelas Helenísticas: El Estoicismo (I)
Escuela fundada por Zenón de Citio en Atenas. Se llaman estóicos por su lugar de
reunión, la Stoa, llamada así por el lugar (Stoá poikile, es decir, «pórtico pintado»)
en el que se reunían sus miembros. Zenón ( del cual no nos quedan sus obras)
inició las bases de esta importante corriente filosófica y dividió la filosofía en ética,
física y lógica.
En ética sustentó que la naturaleza está regida por un orden natural inconmovible,
razón por la cual es absurdo querer resistirse al destino marcado por la providencia.
El sabio debe, pues, seguir su destino y no inmutarse ante los acontecimientos que
nos depara la existencia. En física, defendió un monismo materialista y, en lógica, se
interesó por las relaciones entre pensamiento y lenguaje.
Zenón pretendía enseñar a vivir para la felicidad, que sólo aquel que practica la
verdadera filosofía puede conseguir de modo firme.
En relación con la vida política, la posición adoptada por los estoicos no carece de
una cierta ambigüedad. Mientras que las teorías de Zenón guardan un fuerte sello
utópico, que enlaza con el desdén de los cínicos por la sociedad alienante e
irremediable, los estoicos posteriores no renunciaron a actuar en política, como
consejeros más o menos comprometidos.
El estoicismo sirvió de sistema ético a una serie muy amplia de personas.
10. Las Escuelas Helenísticas: El Estoicismo (II)
Postulados básicos para la comprensión sistemática del estoicismo
• El Cosmos es un todo ordenado
La creencia de que el Universo tiene un sentido, de que es fundamentalmente lógico y está
dispuesto para el hombre es el presupuesto básico del estoicismo. Se trata de una especie de
axioma o postulado básico que hay que asumir para edificar todo el sistema de la "Física" y de
la "Ética" de esta escuela. Por más empeño que se ponga en demostrarlo, este principio es,
ante todo, un artículo de fe, que los estoicos aceptan con total adhesión cordial. Una vez
admitido éste, pueden proclamar que vivimos en un Cosmos (un universo ordenado), cuyos
planes se identifican con un Logos (Razón) inmanente y divino, cuya providencia cuida, a
través de la cadena indefectible de las causas y de los efectos, de conducirlo por un rumbo
predeterminado con infinita sabiduría. Nuestra miopía, la atención a nuestra circunstancia
minúscula y particular, puede hacer que, en ocasiones, no advirtamos ese grandioso plan y
que nos sintamos perdidos en el dominio absurdo del azar. Pero el sabio advierte que la
suerte o fortuna(Tyche) es un mero fantasma de la ignorancia, y que la conducta apropiada es
sencillamente la de someterse con alegría o con resignación a los designios del Destino
ineluctable.
11. Las Escuelas Helenísticas: El Estoicismo (III)
La Ética
• Concepción intelectual de una moral autónoma
El precepto fundamental y más amplio de la ética estoica es el de "vivir en acuerdo razonable", según la formulación de Zenón, o "vivir
en acuerdo razonable con la naturaleza" según la formulación más explícita de Crisipo.
La razón es la guía segura de la actuación moral. La guía interior escoge la conducta apropiada a la índole racional del hombre. Los
animales guían su vida de acuerdo con sus impulsos instintivos, escogiendo por ellos lo más conveniente para su bienestar; el hombre, al
adquirir la plenitud de su desarrollo intelectual, ha superado esos impulsos animales con la facultad señera de la razón, y por medio de
ésta encuentra el camino y los objetivos adecuados a su propio ser en el mundo.
La virtud es la meta de toda actividad gobernada por nuestro guía interior y lo que proporciona una felicidad autárquica. El
intelectualismo estoico prolonga el socrático, y admite que existe una virtud única, que es la phrónesis (algo así como la prudencia o
sensatez moral), de la que las demás virtudes tradicionales, como el valor, la templanza y la justicia, no son sino manifestaciones
parciales.
• La libertad del sabio. Su actuación en sociedad
Al situar el bien y el mal en la acción moral, en lo que está en nuestro poder y depende de nosotros, el sabio proclama su libertad y su
autosuficiencia, en cuanto a conseguir la verdadera felicidad. De tal modo se postula una moral autónoma, cuya senda traza la propia
razón, que está en armonía con la Razón divina que ordena el proceso cósmico. Es una moral que insiste en la decisión y no en la
realización concreta ni en los resultados prácticos de la acción, que a veces escapan a la propia previsión. Es la buena voluntad y no el
éxito lo que ha de evaluarse. La conducta virtuosa se caracteriza por la constancia y coherencia ejemplares, y no espera otras
compensaciones que la propia autoestimación.
12. La "apátheia" y las pasiones
Para alcanzar la serenidad de ánimo inherente a la actividad libre y feliz, el estoico no cede a las apetencias
instintivas y, ante todo, controla sus emociones y rechaza cualquier tipo de pasión. En las desgracias ajenas éste
trata de mitigar la pena de los demás y tal vez exprese exteriormente su compasión, si lo cree útil, pero se guarda
de compartir en su interior ese pesar. La imperturbabilidad (apátheia) del estoico no es una ausencia total de
sentimientos, sino una cautela contra las emociones que podrían atentar a su serenidad. El estoico está dispuesto
a ayudar al prójimo, pero no a sufrir por él.
El destino y la ataraxia
Otra faceta muy clara del acuerdo razonable con la Naturaleza está en la aceptación de lo que sucede. Lo que no
significa que el estoico se refugie en la inacción, sino que, después de poner en práctica todos sus recursos para
obtener el resultado apetecido, el éxito o el fracaso de sus empeños no lo perturba. El resultado de la acción se
escapa y queda al arbitrio de circunstancias externas, pero el sabio conoce que la buena voluntad es lo único que
cuenta en el terreno moral. Así, aceptando lo que el devenir le presenta, el estoico planta cara al Destino
La resignación ante lo que el curso de la vida nos depare se trueca así en una alegre confianza en la providente
divinidad, que ha dejado en nuestro dominio aquello de lo que depende la felicidad: la ataraxia. La ataraxia es,
por tanto, tranquilidad, serenidad e imperturbabilidad en relación con el alma, la razón y los
sentimientos.
Las Escuelas Helenísticas: El Estoicismo (IV)