La historia trata sobre Don Emiliano, quien hereda una vieja casa de su padre. Con la ayuda de su hijo Cristian, Emiliano restaura la casa hasta convertirla en una joya. Sin embargo, la hermana de Emiliano, Maritza, intenta apoderarse de la casa mediante el engaño y el robo. Luego de la muerte de Emiliano, Maritza intenta manipular a Cristian para quedarse con la casa, pero Cristian logra mantener el control de la propiedad. Años más tarde, Maritza regresa con una historia sobre un hij
1. La casa tomada
Don Emiliano tomó posesión de la antigua casa que heredó de su padre al
fallecer. Había transcurrido su infancia ahí. Al verla, sintió repugnancia porque la
encontró vieja y polvorienta, llena de humedad en cada esquina y cubierta de telas de
araña. Entonces maldijo a su progenitor por las preferencias con sus hermanos que
obtuvieron mayor fortuna en el reparto. Siempre había querido adquirir esa casona
bien arreglada con cuadros y jarrones en cada esquina. Sin embargo estás cosas
habían ido desapareciendo con el tiempo a consecuencias de las travesuras de doce
hijos que correteaban en sus pasillos. Con los años dejaría de existir por un descuido
de sus habitantes.
Mientras reflexionaba sobre la situación Emiliano escuchó una voz
—No está tan mal papá.
Volteo la mirada para prestar atención a su hijo, un chico de dieciséis años Se
sentía orgulloso de él que a pesar de su poca edad y del abandono de su madre,
siempre fue positivo e hizo las cosas con el corazón. El muchacho prosiguió diciendo
cosas que lo animaban.
—Se le puede hacer mejoras, quedaría bonita.
—Tal vez tienes razón Cristian, tal vez solo necesita un poco de limpieza. —
dijo Emiliano con cierto entusiasmo.
A los pocos días Don Emiliano contrató a una mujer para que haga el arreglo
de la casa, compró jarrones de todas las materias posibles, pintó las paredes, quitó la
vieja mesa de madera podrida y la remplazó por una de vidrio, su casa era una joya
para el pueblo de Tembladera. Pensó en alquilarla a un amigo del pueblo e ir a vivir en
su casa de Lima, pero rechazó la idea. Su casa se volvió muy famosa, se hablaba de
esta en todas las esquinas de los barrios. Todo iba bien hasta que una tarde, su
hermana Maritza llegó con sus hijos y sus maletas, lista a hospedarse. Don Emiliano
se sorprendió mucho por su visita, pero pronto comprendió todo, La huésped resultó
ser muy convenida y egocéntrica, así que estuvo alerta a todo.
Un día don Emiliano empezando su rutina diaria, escuchó un sonido, entró su
hijo y le dijo que faltaban dos jarrones de oro, los favoritos de su padre, don Emiliano
imaginó que era su hermana, le dijo a Cristian, que entre hacer la limpieza de la
habitación de su tía y que busque con cuidados entre sus cosas, así fue, echó llave a
la puerta y buscó, encontrando los dos jarrones escondidos bajo un montón de ropa, le
dijo a su padre, este puso de nuevo los jarrones en su sitio y pidió a su sirvienta que
vigilara a su hermana, lo hizo y cuando la hermana vio los dos hermosos adornos en
su sitio, se aterró con la idea de ser echada, la sirvienta le avisó que don Emiliano la
esperaba en la sala, Maritza fue y ni bien lo vio pidió disculpa, llorando bajo sus
piernas, Su hermano la perdonó, diciendo que para la próxima se iba de su casa.
Pasaron los días y todo era como siempre, don Emiliano y su hijo vivían en paz,
Maritza y sus hijos enojados por la pequeña habitación que don Emiliano les había
dado.
2. Meses pasaron, Maritza había trazado un plan para adueñarse de la gran
casona. Una mañana mientras Emiliano despertaba, llegó con una taza de té, lo cual
despertó la curiosidad de del hermano, ya que su té lo tomaba en la mesa de la sala y
si alguna vez lo llevaron a su habitación, la encargada fue su empleada, no ella.
Don Emiliano tomó el té, agradeciendo por el gesto, sin saber que la bebida
era el arma mortal que Maritza había planeado, pasaban las horas y don Emiliano se
puso muy grave, tenía un insoportable dolor de estómago y ardía de fiebre, Maritza lo
cuidaba y Cristian lloraba, don Emiliano llamó a su hijo y le dijo que si en caso moría le
dejaba su casa y todos los bienes que tenía por ser su único hijo, dijo esto delante de
su hermana, causando una gran furia que la consumió por todo el resto de su vida.
Don Emiliano falleció y Cristian tomó posesión de la casa, pero por ser menor de edad,
tuvo que vivir con su tía hasta que cumpla los dieciocho años, fueron dos años
insoportables, su tía al parecer se creía dueña de la casa, haciendo de la vida del
muchacho una miseria, cuando Cristian cumplió diecisiete años, Maritza estaba
desesperada por adueñarse de esa casa, entonces, le dijo a su hija mayor que pasara
una noche junto a su primo, así fue, Marta, su prima, entró en la habitación del primo,
seduciéndolo pasaron una noche, al día siguiente, el hermano de Marta se enteró de
lo sucedido, y tomando el papel de hermano repugnado, pidió un jarrón de oro. Cada
vez que Marta se acostaba con su primo, desaparecía un objeto en la casa y aparecía
uno más en la colección de su tía.
Cristian avergonzado y decepcionado consigo mismo, decidió ya no caer en las
mañas de esa familia, así que cuando fue a dormir cerró la puerta con llave,
impidiendo el paso de su seductora. Al día siguiente Maritza despertó furiosa, Cristian
reía en su interior, pero por fuera la miraba muy serio, así pasaban los días, la tía
desesperada porque su sobrino no llegue a cumplir los dieciocho, pero pasaba el
tiempo sin detención alguna. Cuando Cristian llegó a los dieciocho, obtuvo posesión
de la casa, siendo envidiado por muchos y añorado por muchas. En ese tiempo se
enamoró de su prima Vajhollet hija de la hermana menor de su. Maritza al ver esto se
llenó de furia. Cristian y Vajhollet iban a unir sus vidas, siendo testigos las paredes de
la casa y los invitados, muchos asistieron a la boda, no solo por ser amigos, sino para
comprobar la belleza de esa casa, cuando la joven pareja eran marido y mujer y vivían
en esa casa, echaron a Maritza y a sus hijos porque intentaron robar de nuevo un
adorno, ellos fueron a rebañar vacas en el rancho del esposo de su tía.
Todo era felicidad en esa casa, pasaron diez años y ellos habían superado las
adversidades que Dios puso en sus caminos, de pronto en una tarde de abril se
escucha el sonido de la puerta, Cristian abre y se lleva una gran sorpresa, mira a una
vieja muy fea, junto a una mujer de unos 35 años, la última agarraba de la mano a un
niño de cara sucia que lloraba inconsolablemente. La vieja pronunció cuatro palabras
que lo dejaron helado: ¨Él es tu hijo¨, Cristian no podía creerlo, su tía estaba mintiendo,
no podía ser cierto, seguro solo lo hacía para quedarse con su casa, sin pensarlo dos
veces cerró la puerta, se sentía como un cobarde, subió a su habitación, la puerta
volvió a sonar, Vajhollet asustada por la reacción de su esposo, decide abrir la puerta,
desde el segundo piso se escuchaban las voces de dos mujeres y el lloriqueo de un
niño. Cristian decide bajar, ve a su amada llorando, aun así era la mujer más hermosa
que había visto en su vida, luego vio a una vieja que tenía y demostraba en su mirada
fría una maldad infinita, a su costado una mujer con la mirada perdida, su vientre
3. creció debido a un hijo que se ocultaba en ese lugar de su cuerpo, el niño lloraba y con
solo verlo, supo que tenía que asumir su responsabilidad, sabía que Vajhollet lo iba a
apoyar en todo por más grave que fuera la situación. Conversó con las mujeres, les
dijo que iba a cuidar al niño e iba a vivir con él, pero si lo dejaban ahí ellas solo lo iban
a visitar dos veces al mes, para nada vivirán en esa casa, solo el niño, Vajhollet y el
niño serían los herederos de la casa.
Maritza quedó descontenta, pero a la vez le gustaba la idea, aceptaron, lo
único que querían era deshacerse de ese estorbo de tan solo diez años, así vivieron,
Vajhollet se encariñó con el niño, lo llamaron Emilio, pero cuando Cristian murió de
manera sospechosa y repentina, la madre y su familia tomó posesión de la casa
echando a la calle a Vajhollet, Ni bien acaban de instalarse la tierra empezó a temblar.
Un terremoto durante una noche de agosto del año 2007 la destruyó con los que
estaban dentro.
Al día siguiente de la tragedia curiosos se acercaban al puesto de periódicos
que quedaba en la plaza para ver las portadas entre ellos destacaba una que
mostraba la imagen de una hermosa casa destruida. En ese momento se escuchó la
voz de una persona que le comentaba a otra apuntando con el dedo —Esa fue la
casona de Don Emiliano, la mejor de todo Ica, le insistí tanto en que me la alquilará
pero él siempre se negó. ¡De lo que me salvó Dios!
Daniela Ángulo